0,99 €
Este libro es una selección de aquellos poemas escritos por Emily Dickinson sobre el tema de la muerte. En la obra de Dickinson hay una modernidad tan radicalmente alejada de sus contemporáneos que sus mejores poemas parecen flechas lanzadas hacia nuestro presente, o más allá. La suya es una poesía del pensamiento, cuya valentía conduce a indagar en lo que literalmente no puede ser pensado o figurado. De ahí que el tema de la muerte, en el que se centra esta selección de poemas, sea para ella una obsesión ineludible, hasta el punto de formar el campo semántico más amplio de su variado corpus. Hay, en este libro, una Emily Dickinson bien distinta a la imagen dulcificada que de ella se ofrece en ocasiones.
Das E-Book können Sie in Legimi-Apps oder einer beliebigen App lesen, die das folgende Format unterstützen:
Emily Dickinson
CIELO DESNUDO
Traducido por Carola Tognetti
ISBN 979-12-5971-432-9
Greenbooks editore
Edición digital
Mayo 2021
www.greenbooks-editore.com
I
II
Hay algo más tranquilo aún que el sueño en esta habitación de dentro.
Una ramita lleva sobre el pecho — y no dirá su nombre.
Hay quien lo toca, y quien lo besa — hay quien aprieta su mano impasible —
Posee una sencilla gravedad que me resulta incomprensible. No lloraría yo si fuera ellos —
¡Es de maleducados sollozar! Podrían asustar a la serena hada, hacer que vuelva a su bosque natal. Mientras las gentes de corazón simple hablan de «Prematuros muertos» —
nosotros — que apreciamos la perífrasis, decimos que los Pájaros partieron.
Aún no se lo he dicho a mi jardín — no vaya a ser que convencerme pueda.
Tampoco tengo fuerza suficiente para comunicárselo a la Abeja —
No lo diré en la calle, pues las tiendas me mirarían, fijamente, a mí —
Que alguien tan poca cosa — e ignorante tenga la valentía de morir.
No quiero que lo sepan las laderas — por las que tanto paseé —
ni decirles a los amados bosques el día en que me iré —
No lo susurraré en la mesa — ni por descuido se me escapará que hoy dentro del Enigma alguien caminará —
Un miedo súbito — ostentación — y lágrima — un despertar en la mañana
para encontrar la causa de nuestro despertar respirando una aurora diferente.
Nuestra parte de noche soportar — nuestra parte de alba —
Nuestro hueco de dicha completar, nuestro hueco de escarnio —
Aquí una estrella, allí una estrella,
¡hay quienes se extravían!
Aquí una niebla, allí una niebla, y por último — el Día.
¿Qué extraña Fonda es esta donde a pasar la noche llega un Viajero peculiar?
¿Quién es el Posadero?
¿Y dónde las doncellas?
¡Mirad qué habitaciones!
Sin rubicundos fuegos en el lar ni Jarras rebosantes que circulen —
¡Nigromante! ¡Señor de la Posada!
¿Quiénes son esos de allá abajo?
Lo llevó puesto hasta que finas venas se trazaron azules en su mano —
y, suplicando, en sus tranquilos ojos se detuvieron Lápices de púrpura.
Hasta que los Narcisos en incontables veces se fueron y vinieron,
y entonces dejó ella de llevarlo — para ocupar su asiento entre las Santas.
Ya nunca más veremos su paciente silueta tan suave de encontrar en el crepúsculo —
Ya nunca más su sombrerito tímido en las calles del pueblo —
sino que en su lugar habrá Coronas, Cortesanos, en torno a su belleza,
¿no es suyo el rostro asustadizo — e inmortal del que hablamos aquí entre susurros?
Si no estuviera viva cuando los Petirrojos vengan,
a ese de Corbata Carmesí dale una miga en mi Memoria.
Y si no te pudiera dar las gracias por estar muy dormida,
has de saber que lo estaré intentando con labios de Granito.
Me gusta cómo luce la Agonía, pues sé que es verdadera —
Los hombres no simulan el Dolor, ni fingen un Espasmo —
Se vidrian nuestros Ojos — es la Muerte —
No hay forma de imitar esas Perlas que enhebra
en nuestra frente la cotidiana Angustia.
Morir — lleva muy poco tiempo — Se dice que no duele —
Tan sólo es un desmayo — por etapas — queda después — fuera de vista —