Doro, la niña enamoradaClaudia Celis
7¿Se nota?ES muy raro. Tienes mucho tiempo deconocer a alguien, por ejemplo, desde primero, y te das cuenta de que nunca te habíasfijado en sus ojos, en su pelo, en su boca, en su risa… en nada. Puedes haberte sentado casi siempre junto a él y tú tan tranquila... como si el que estuvie-ra al lado fuera Chucho, Sami, Buendíao cualquiera del salón.En verdad es raro cuando un día, de repente, si él te pide prestado algo, un sacapuntas, por ejemplo, sientes una des-carga eléctricacuando tu mano toca la suya…
8Y te mueres de coraje si platica con Eli-sa, con Moni, con Katia o con Zoila, pero mucho más con Míriam, porque ella sí que es bonita. Todos los niños del salón votan por ella cuando hay que elegir jefe de grupo en turno si la maestra tiene jun-ta en la dirección. Nunca ha quedado. Es que somos más niñas que niños.No votamos por Míriam porque es bastante pesada y presumida, y, además, nada aplicada. Nunca se sabe ningunarespuesta. No me explico cómo los niños pueden votar por ella.Le pregunté a Lupe si ella se lo expli-caba.—Ay, Doro, está muy claro —me dijo—.A ver, ¿si fueras niño por quién votarías? —No sé, nunca he sido niño —le con-testé rapidísimo.—Ya sé, pero ponte en sus zapatos, ¿porqué crees que votan por ella?Claro que lo sabía, pero meparecía tan tonto que hasta me ponía de malas.Por eso el día que la maestra nos dejó hacer una adivinanza y Zoila dijo la suya,
9me reí tanto que hasta las lágrimas se me salieron.—¿Por qué Míriam vale por dos?—¿Por qué? —preguntó la maestra. Míriam esperaba la respuesta sintiéndo-se la muy muy.—Porque es la Bella y la Bestia.Como era de esperarse, la cara de om-bliguito del mundo que había puesto Mí-riam cambió por la de limón chupado.La maestra se molestó con Zoila. Le dijo que había que respetar a los compa-ñeros y no burlarse de los demás.—Pero, maestra, si no es burla, es la verdad —respondió Zoila—. A ver, pre-gúntele cuántoesuno más uno y veráque dice once.Todos nos reímos, menos Luciano. Yosentí mucho coraje, era obvio que apoya-ba a Míriam.No sé qué cara habré puesto ytuve hasta la hora del recreo, porque al poqui-to tiempo de haber salido al patio, Lupe me dijo:—Doro, estás celosa.
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11—¿Celosa?¡Cómo crees!Eso es cosa degrandes. Lo he visto en las películas y en mi hermana Maruja si Manuel se le que-da viendo a otra muchacha. Pero, bueno, Maruja porque ya es de prepa y Manuel es su novio… y, además, ¿por quién iba a sentir celos?—Ay, Doro,ni modo que por el vieji-to de la esquina —me echó una de sus miraditas maliciosasy me dijo muy que-dito—: Luciano.—¿¿¿Se me notaaaa???Esta pregunta la hice sin saber por qué. Después de todo, ¿qué se mepodía notar? El corazón a mil por hora, las hormigas corriendo dentro del cuerpo y el aleteo de cuarenta pájaros en elestómago no se notan… ¿O sí?Llegando a mi casa corrí a mi recáma-ra, tomé a Cachurrín, mi muñeco adora-do, y le pregunté si me encontraba algo raro. No me dijo nada, pero en sus ojitos vi cierta ternura que nunca antes había notado.
13La Doro de siempreLO raro es que esto me empezó a pasar sin darmecuenta. O más bien, sí; fue desde aquella primera vez que soñé con él. Pero no me acordaba de ese sueño, y eso que fue la causa de todo. A partir de entonces, comencé a ver a Luciano como alguien muy especial y también a sentir un montón de cosas nuevas y extrañas.Después de ese día lo he soñado mu-chas veces. Y, algunas, hasta despierta.Bueno, no es que sueñe con él con los ojos abiertos,esotra cosa. No sé cómoexplicarlo.
14A ver: estoy con Lupe en el jardínmunicipal jugando a Cuquis y Paquisy,de pronto, las nubes atraen mis ojos como si fueran imanes. ¿Y qué veo ahí? Pues leones, elefantes, jirafas, bicicletas, osos, changos y todo lo que es normal ver enlas nubes; pero, de repente,el león se convierteenLuciano, elchango también, lo mismo el oso, la jirafa, el elefante, la bicicleta. Todo, todo se vuelve Luciano, Luciano, Luciano…—Doro, ¿otra vez? —se enoja Lupe.—¿Otra ve