El diario de Raquel - Paco Climent - E-Book

El diario de Raquel E-Book

Paco Climent

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Beschreibung

El diario de Raquel: es un relato intimista escrito a modo de diario por su protagonista, una niña de en torno a 8/9 años, que observa su entorno familiar y social y comienza a expresar una visión personal de la vida, del tiempo y las relaciones que le han tocado vivir. En este su camino de aprendizaje vital aparecerá una familia de origen sefardí y tradiciones hebraicas, con la que aprenderá a comprender qué significa la diversidad cultural y a apreciar la bondad y la belleza por encima de los muros que imponen la ignorancia, la maldad, los intereses por dominar al otro. Por encima del hilo argumental, llegará al lector la voz de la narradora, Raquel, que suena verosímil, creíble, respetuosa con el registro de la infancia que (re)descubre el mundo y que, al descubrirlo, lo crea como si fuera la primera vez. Tras esa voz, está la escritura de Paco Climent, su sensibilidad y maestría narrativas.

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© de esta edición Metaforic Club de Lectura, 2016www.metaforic.es

© Paco Climent© Ilustraciones de Beatriz Lema

ISBN: 9788416873289

Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de la portada, puede ser reproducida, almacenada o transmitida en manera alguna ni por ningún medio, sin el previo permiso escrito del editor. Todos los derechos reservados.

Director editorial: Luis ArizaletaContacto:Metaforic Club de Lectura S.L C/ Monasterio de Irache 49, Bajo-Trasera. 31011 Pamplona (España) +34 644 34 66 [email protected] ¡Síguenos en las redes!  

SEPTIEMBRE

SEPTIEMBRE

22 Jueves.

Hoy comienzo este DIARIO. Tengo amigas que ya lo hacen, que escriben todos los días lo que les pasa. A mí siempre me ha parecido una tontería, pero hoy he comprendido que no.

La culpa la ha tenido un niño que he conocido esta tarde. Es mono, por decir algo, ni alto ni bajo, ni gordo ni flaco, pero con una cara simpática, a pesar de las gafas y el flequillo.

Estábamos todos en la piscina de la urbanización cuando lo vi, apartado, se notaba que no conocía a nadie. Me dio pena; así que me acerqué y le dije:

—¡Hola, yo soy Raquel Segura ¿Y tú cómo te llamas?!

—Yo me llamo David Nahún Serfaty.

—Qué apellidos más raros tienes. ¿Eres español?

—Sí claro. Pero mis padres son judíos…Tu nombre Raquel, es judío.

—Ya, pero no soy judía. A mis padres les gustaba el nombre y me lo pusieron.

Le dije que si quería venir con mis amigos y me dijo que no, que prefería estar solo. Me fui pensando: «qué niño más raro». Pero ahora, unos momentos antes de dormirme, no dejo de pensar en este chico que me parece misterioso: ¿por qué quiere estar solo?, ¿por qué ha dicho que es judío?, ¿qué es para un niño ser judío?, ¿no viven los judíos en un país que se llama Israel? Muchas preguntas…

24 Sábado.

Fui a la pisci pensando que estaría David, pues me apetecía conocerle mejor. Pero no ha aparecido. Curro me ha contado que la familia de David ha alquilado un piso cerca del suyo y le ha visto con una señora joven muy guapa y una niña como de seis años.

En la piscina no hemos parado de hacer el gamberro. Yo creo que estamos un poco nerviosos, porque llevamos dos semanas de colegio y aún tenemos la cabeza en el verano.

27 Martes.

¡Ya sé más cosas de David! Está triste y no se junta con nadie porque sus padres se han separado hace poco y por eso se han cambiado de casa. Vive con su madre que se llama Esther y una hermanita que se llama Alexia.

Dice que en la urba se ahoga y me ha dicho que mañana podríamos dar una vuelta en bici por el campo.

No sé qué haré, pues a mamá no le gusta que andemos por ahí.

28 Miércoles.

Les dije a mis padres que iba a casa de mis amigos Alberto y Alba que está en la urba y me dejaron salir.

Iba un poco enfadada conmigo misma por no decir toda la verdad, pero es que todo lo de David me interesa.

Salimos de la urba hacia una zona donde las casas están más separadas, ocultas entre tapias y con sitios donde todavía no se ha construido.

David no hablaba y le daba a los pedales con fuerza. Yo sudaba para seguirle. De pronto, en un terreno donde el camino se empinaba, echó el pie a tierra y me dijo:

—¡Uy, creo que se me ha pinchado una rueda! Se me ocurre que podemos pedir que nos dejen llamar por teléfono en esa casa. Mi madre vendrá a buscarnos.

Y sin esperar, mi opinión, se dirigió a una casona con pinta de estar abandonada. Siempre que había pasado cerca de ella me había parecido que podría ser una vivienda perfecta para el conde Drácula.

David golpeó con fuerza el llamador de hierro de la puerta.

Ric, ric… La puerta dio unos espeluznantes quejidos hasta que dejó ver el desfigurado rostro de un hombre mayor, que caminaba encorvado.

—¿Qué queréis, chicos? —preguntó.

David le explicó el problema con su bicicleta y le pidió que nos dejara llamar por teléfono a nuestras familias. El hombre nos hizo pasar.

Yo iba muerta de miedo, la verdad.

—Esperad aquí que voy a avisar a la señora.

Me quedé mirando un viejo retrato. ¡Qué extraño! El caballero del cuadro tenía la misma cicatriz que el hombre que nos abrió. En la pintura iba vestido de antiguo, pero era igualito al señor que nos había abierto la puerta.

Una voz me sacó de mis pensamientos.

—Subid. La señora quiere conoceros. El teléfono está arriba…

El vestíbulo de aquella mansión era todo menos acogedor. Muy poco iluminado, los pocos muebles se veían viejos y había montones de cajas unas encima de otras. Incluso David creyó escuchar chillidos de ratas.

Comenzamos a subir las escaleras. Apenas oía mis propios pasos, tan fuertes eran los latidos de mi corazón. Una vez en el rellano y ante la indicación del hombre, abrí la puerta del fondo. Mis ojos intentaron acostumbrarse a la oscuridad. Tenía miedo de encontrarme algo extraño.

Pero ante mi sorpresa una señora de pelo blanco, con aspecto joven, dejó el libro que estaba leyendo en la mesa y dijo:

—¡Raquel, David! Os estábamos esperando.

¡No me podía creer lo que estaba pasando! No entendía nada. Me volví a David como pidiendo una explicación.

—Raquel, te presento a mis abuelos. Cuando les dije que veníamos de visita, el abuelo, que es muy bromista, me dijo que haría el numerito del criado de Frankenstein. ¡Ibas temblando, Raquel!

Mientras le daba un empujón a David entró su abuelo quitándose la careta que había usado para hacer el numerito.

Así es como conocí a Simón y Marian, y comprendí por qué David, su madre y su hermana se habían venido a vivir a la urba: para estar cerca de los abuelos.

29 Jueves.

El tiempo ya no es de piscina y a la vuelta del cole David ha venido a pasar la tarde en casa. Mis padres le encuentran muy educado. Mi hermana mayor Sandra, como es tonta, ni siquiera le saluda.

Me ha invitado a una comida familiar. Dice que les he caído muy bien a los abuelos y quieren que esté en una fiesta que han organizado por su jubilación.

A mis padres les parece bien, porque ya conocen a la madre de David. Como me dijo Curro, es guapísima y tiene el pelo rizado, negro y larguísimo. No corto como me lo dejan a mí. Además parece muy alegre y cariñosa. Nos enteramos de que tiene un hermano que vive en Telaví, o algo así, que está en Israel.

30 Viernes.

Los abuelos de David se han jubilado y lo han celebrado con una gran comida familiar coincidiendo con una fiesta que se llama «Rosana» o algo parecido. Para ellos es el comienzo del año.

La comida empezó con manzanas con miel y granadas. Es una manera de desear que el año que comienza sea dulce para todos. Después se levantó la abuela Marian, reclamó silencio y dijo mirando a su hija y nietos:

—Muchas gracias a todos por vuestro apoyo y comprensión a lo largo de todos estos años. No hemos sido unos padres y unos abuelos muy normales.

Nuestras profesiones nos han llevado de aquí para allá a lo largo y ancho de este mundo. Os prometemos quedarnos quietos de ahora en adelante.

Gritos de: ¡Bien! ¡Viva! ¡No nos lo creemos! ¡No nos lo creemos!

Entonces se puso en pie el abuelo Simón y, aclarándose la garganta con un sorbo de agua, dijo mirando a David:

—Tenemos un trabajo para David por ser el nieto mayor y porque dices que quieres estudiar periodismo cuando termines el colegio. Bien, David, durante casi cuarenta años tu abuela Marian y yo hemos recorrido el mundo obligados por nuestras respectivas profesiones. Ella como arqueóloga y antropóloga, siempre con su cámara fotográfica lista para retratar los restos de antiguas civilizaciones o al hombre más primitivo del mundo si se le ponía por delante. Yo, como biólogo y naturalista que soy, estudiando, grabando y dibujando animales y plantas.

Bien, de todos esos años, conservamos montones de libretas con apuntes, crónicas, fotografías, vídeos, películas, folletos, postales y qué sé yo. Tu abuela y yo hemos pensado en ti para que ordenes ese material, para que nos sirva en un futuro para escribir nuestras memorias. ¿Aceptas, querido David? Y tú, Raquel ¿estarías dispuesta a ayudarle?

Antes de que pudiera abrir la boca, su hermana Alexia ya había intervenido, tan chistosa como siempre.

—Supongo que pagaréis a mi hermano, ¿no, abuelo?

—Por supuesto. Alexia. Si ahorra. podrá hacerse un buen viaje y demostrar que es un buen heredero de sus abuelos trotamundos. Al fin y al cabo lleva también el apellido Serfaty.