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Roberto es un niño que no sabe divertirse correctamente, y solo lo consigue haciendo travesuras. Pero un día se da cuenta de que lo que a él le divierte, a los demás parece no hacerles tanta gracia, incluso a veces llega a molestarle. Y entonces conoce al Duende de la Diversión, que le ayudará a apreciar todo lo que tiene y a pasarlo bien con los demás, disfrutando todos juntos de las cosas. VALORES IMPLÍCITOS Gracias al comportamiento de Roberto y a cómo se siente cuando los demás reaccionan a sus acciones, descubriremos el significado de la empatía, que además nos ayudará a reconocer nuestros errores y el importante valor de saber pedir perdón. Este cuento nos enseñará también el valor de la colaboración y la cooperación, ayudándonos unos a otros, y la importancia de respetar a los demás y al entorno que nos rodea, pues todos los seres vivos sienten, ya sean personas, animales o plantas. ¡Todo puede ser muy divertido si observamos con atención y lo hacemos con el corazón!
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La casita esdrújula
© del texto y las ilustraciones: Evi Coldboat
© del diseño y corrección: Equipo BABIDI-BÚ
© de esta edición:
BABIDI-BÚ libros S.L, 2019
Fernández de Ribera 32, 2ºD
41005 – Sevilla
Tlf: 912 - 665 - 684
www.babidibulibros.com
Primera edición: Febrero, 2019
ISBN: 978-84-17097-42-1
Producción del ebook: booqlab.com
Reservados todos los derechos
Vivía en la gran ciudad, iba al colegio y tenía en su casa muchas muchas cosas con las que divertirse y pasarlo bien. Todo lo que quería lo conseguía, su cuarto parecía una enorme tienda de juguetes. Tenía videojuegos, muñecos de todo tipo, su propia televisión, películas de video y DVDs…
Pero Roberto no se sentía satisfecho con todo aquello. Era un niño que siempre estaba aburrido. No sabía qué hacer en su tiempo libre. Sus padres no sabían qué más comprarle para hacerle feliz.
Cuando salía a la calle, Roberto se divertía mucho rompiendo las papeleras, les daba patadas y tiraba al suelo la basura que contenían, ensuciándolo todo. Tiraba piedras a las farolas… ¡Menos mal que tenía mala puntería y no llegaba a romperlas!
«¡Esto sí que es divertido!», pensaba Roberto.
Cuando un gatito o un perrito se cruzaban por su camino, también les hacía daño… ¡Les tiraba de la cola o les pisaba el rabo!... Y los pobres animalitos salían corriendo muy asustados.
En el colegio era igual. Le encantaba pelearse con los demás. Hacía rabiar a los más pequeños, y a las niñas les tiraba del pelo.