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El evangelio de la riqueza, cuyo título original era Riqueza, se publicó en la revista North American Review en 1889 y fue considerado uno de los documentos fundacionales del campo de la filantropía. Andrew Carnegie, observando a los herederos de grandes fortunas y creyendo en la responsabilidad de la nueva clase alta de ricos hechos a sí mismos, propone una nueva forma de abordar la desigualdad. Sostiene que la riqueza excedente se aprovecha mejor y produce un mayor beneficio neto para la sociedad cuando los ricos la administran de manera responsable y reflexiva, evitando un uso derrochador e irresponsable. Este ensayo sigue resonando e inspirando a líderes y filántropos de todo el mundo.
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Seitenzahl: 71
El libro:
El evangelio de la riqueza, cuyo título original era Riqueza, se publicó en la revista North American Review en 1889, y fue considerado como uno de los documentos fundacionales del campo de la filantropía. Partiendo de la observación de los herederos de grandes fortunas y creyendo en la responsabilidad de la nueva clase alta de ricos hechos a sí mismos, Andrew Carnegie propone una nueva forma de abordar la desigualdad. Sostiene que la riqueza excedente se aprovecha mejor y produce un mayor beneficio neto para la sociedad cuando los ricos la administran de manera responsable y reflexiva, es decir, al evitar un uso derrochador e irresponsable. Un ensayo que sigue resonando e inspirando a líderes y filántropos de todo el mundo.
Andrew Carnegie (1835 – 1919) fue un industrial, empresario y filántropo que lideró la expansión de la industria siderúrgica estadounidense del siglo XIX. Nacido en Escocia en una familia pobre, emigró a Pensilvania con la esperanza de encontrar mejor fortuna. Trabajó para los ferrocarriles desde muy joven, hasta que decidió centrarse en la siderurgia tras la Guerra de Secesión. También colaboró en muchas publicaciones periódicas, en las que trataba temas laborales. Sus obras más conocidas son El evangelio de la riqueza (1889) y El imperio de los negocios (1902).
Título original: The Gospel of Wealth
© Andrew Carnegie, 1889
© Traducción: Manuel Manzano
© Editorial Biblioteca Nueva S. L., Madrid
© Malpaso Holdings S. L., 2024
Riera de Sant Miquel, 30, sótano 3
08006 Barcelona
www.malpasoycia.com
ISBN: 978-84-19154-88-0
Primera edición: 2024
Diseño de cubierta: Malpaso Holdings S. L.
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ANDREW CARNEGIE
ESTA EDICIÓN
RIQUEZA
LOS MEJORES CAMPOS PARA LA FILANTROPÍA
Nacido en Dunfermline, Escocia, el 25 de noviembre de 1835, Andrew Carnegie fue el primer hijo de Margaret y William Carnegie, un tejedor de lino y líder local de los cartistas (movimiento que buscaba mejorar las condiciones políticas de la clase trabajadora en Gran Bretaña).
La familia Carnegie emigró a Estados Unidos en 1848 y se estableció en Allegheny, Pensilvania. Allí, a los trece años, Andrew comenzó a trabajar en una fábrica de algodón. Lector voraz, Carnegie aprovechó la generosidad de un ciudadano de Allegheny que abrió su biblioteca a los niños y jóvenes trabajadores. Los libros le proporcionaron la mayor parte de su educación, ya que pasó de la fábrica a operador de telégrafo, y hasta llegar a ser superintendente de la División Oeste del Ferrocarril de Pensilvania.
Mientras seguía empleado en el ferrocarril, Carnegie invirtió en una nueva empresa para fabricar coches cama para trenes. Siguió ampliando sus negocios con gran éxito, y en 1864 organizó la primera de sus muchas empresas, la Keystone Bridge Company, y en 1873, la primera de sus acerías. Esta prosperó tanto que, cuando se la vendió a J. P. Morgan en 1901, la Carnegie Steel Company estaba valorada en más de cuatrocientos millones de dólares.
La carrera filantrópica de Carnegie comenzó hacia 1870. Se le conoce sobre todo por sus donaciones de bibliotecas públicas gratuitas a más de 2.500 comunidades del mundo angloparlante. Carnegie creía que los ricos son meros fideicomisarios de su riqueza y tienen la obligación moral de invertirla de forma que promueva el bienestar y la felicidad del hombre. Como declaró: «El hombre que muere así de rico, muere deshonrado». Finalmente, Andrew Carnegie murió el 11 de agosto de 1919, en Lenox, Nueva York.
Los textos seleccionados para esta edición son dos artículos: «Riqueza» y «Los mejores campos para la filantropía», publicados por primera vez en The North American Review. El primero apareció en junio de 1889, en el volumen 148, n.º 391, pp. 653-664. El segundo vio la luz en diciembre del mismo año, en el volumen 149, n.º 397, pp. 682-698.
A menos que se señale, todas las notas al pie pertenecen al editor.
El texto que se ha utilizado para la presente traducción es el publicado bajo el título de The Gospel of Wealth, por la Carnegie Corporation of New York, en 2017, el cual reproduce con ligeras modernizaciones el texto publicado originalmente en 1889.
Fundada en Boston en 1815, The North American Review fue la primera revista literaria y cultural estadounidense, además de una de las más influyentes del país. Comenzó como una revista regional y creció en tamaño e influencia hasta convertirse en una publicación nacional, editada por personalidades tan conocidas como Charles Eliot Norton, James Russell Lowell y Henry Adams. Algunas de las figuras literarias más relevantes que escribieron para la revista fueron Joseph Conrad, Henry James, John Steinbeck, Mark Twain, HG Wells y Walt Whitman, entre otros.
El problema de nuestra época es la correcta administración de la riqueza, para que los lazos de la fraternidad sigan uniendo a ricos y pobres en una relación armoniosa. Las condiciones de la vida humana no solo han cambiado, sino que se han revolucionado en los últimos cientos de años. Antiguamente, había poca diferencia entre la vivienda, el vestido, la comida y el entorno del jefe y los de sus criados. Los indios están hoy donde antes estaba el hombre civilizado. Cuando visité a los sioux, me llevaron al wigwam1 del jefe. Era igual a las demás en apariencia externa, e incluso en el interior la diferencia era insignificante entre ella y las de los más pobres de sus valientes. El contraste entre el palacio del millonario y la cabaña del trabajador que tenemos hoy en día mide el cambio que ha llegado con la civilización.
Este cambio, sin embargo, no debe ser deplorado, sino acogido como altamente beneficioso. Es bueno, es más, es esencial para el progreso de la humanidad, que las casas de algunos sean hogares para todo lo más elevado y mejor de la literatura y las artes, y para todos los refinamientos de la civilización, en lugar de que ninguna lo sea. Mucho mejor esta gran irregularidad que la miseria universal. Sin riqueza no puede haber Mecenas. Los «viejos buenos tiempos» no eran buenos tiempos. Ni amo ni criado estaban tan bien situados entonces como hoy. Una recaída en las viejas condiciones sería desastrosa para ambos —sobre todo para el que sirve— y arrasaría a la civilización. Pero ya sea para bien o para mal, el cambio está sobre nosotros, más allá de nuestro poder de alteración, y, por lo tanto, debe ser aceptado y aprovechado al máximo. Es una pérdida de tiempo criticar lo inevitable.
Es fácil ver cómo se ha producido el cambio. Una ilustración servirá para casi todas las fases de la causa. En la fabricación de productos tenemos toda la historia. Se aplica a todas las combinaciones de la industria humana, estimuladas y ampliadas por las invenciones de esta era científica. Antiguamente, los artículos se fabricaban en el hogar o en pequeños talleres que formaban parte de la casa. El maestro y sus aprendices trabajaban codo con codo, viviendo estos últimos con el maestro y, por tanto, sometidos a las mismas condiciones. Cuando estos aprendices se convertían en maestros, apenas cambiaba su modo de vida, y ellos, a su vez, educaban en la misma rutina a los aprendices sucesivos. Existía, sustancialmente, igualdad social, e incluso igualdad política, ya que los que se dedicaban a actividades industriales tenían entonces poca o ninguna voz política en el Estado.
Pero el resultado inevitable de tal modo de fabricación eran artículos toscos a precios elevados. Hoy en día, el mundo obtiene artículos de excelente calidad a precios que incluso la generación precedente habría considerado increíbles. En el mundo comercial, causas similares han producido resultados similares, y la humanidad se ha beneficiado de ello. Los pobres disfrutan de lo que antes no podían permitirse los ricos. Lo que antes eran lujos hoy se han convertido en necesidades vitales. El obrero tiene ahora más comodidades que las que tenía el agricultor hace algunas generaciones. El campesino tiene más lujos que el terrateniente, y está mejor vestido y alojado. El terrateniente tiene libros y cuadros más raros, y citas más artísticas, de lo que el rey podía obtener entonces.