1,99 €
El Kybalión es una obra fundamental en la tradición esotérica occidental, que expone los principios del hermetismo, atribuidos a Hermes Trismegisto. Publicado en 1908 por los autodenominados "Tres Iniciados", el libro presenta siete principios universales que rigen la realidad, explorando la relación entre la mente, la energía y el cosmos. A través de conceptos como el mentalismo, la correspondencia y la polaridad, Kybalión busca ofrecer una guía para el autoconocimiento y la comprensión de las leyes que rigen la existencia. Desde su publicación, Kybalión ha sido una fuente de inspiración en ámbitos filosóficos, espirituales y místicos. Su enfoque en la interconexión entre el pensamiento y la realidad ha influido en diversas corrientes de desarrollo personal y metafísica. La obra sigue siendo objeto de estudio y reflexión, manteniendo su relevancia en debates sobre la naturaleza de la conciencia y el poder de la mente. Su impacto perdurable radica en su capacidad de ofrecer una visión estructurada y accesible de principios ancestrales, alentando a los lectores a cuestionar sus percepciones y a profundizar en su camino de crecimiento espiritual. Al explorar la relación entre el individuo y el universo, Kybalión continúa resonando como una invitación al conocimiento y la evolución personal.
Das E-Book können Sie in Legimi-Apps oder einer beliebigen App lesen, die das folgende Format unterstützen:
Seitenzahl: 166
Anónimo
EL KYBALIÓN
PRESENTACIÓN
TRES INICIADOS
Introducción
Capítulo I - La filosofía hermética"Los labios de la sabiduría permanecen cerrados, excepto para el oído capaz de comprender."
Capítulo II - Los siete principios herméticos
Capítulo III - Transmutación mental
Capítulo IV - El Todo
Capítulo V - El universo mental
Capítulo VI - La paradoja divina
Capítulo VII - El Todo en todo
Capítulo VIII - Los planos de correspondencia
Capítulo IX - Vibración
Capítulo X - Polaridad
Capítulo XI - Ritmo
Capítulo XII - Causalidad
Capítulo XIII - Género
Capítulo XIV - Género mental
Capítulo XV - Axiomas herméticos
El Kybalión es una obra fundamental en la tradición esotérica occidental, que expone los principios del hermetismo, atribuidos a Hermes Trismegisto. Publicado en 1908 por los autodenominados "Tres Iniciados", el libro presenta siete principios universales que rigen la realidad, explorando la relación entre la mente, la energía y el cosmos. A través de conceptos como el mentalismo, la correspondencia y la polaridad, Kybalión busca ofrecer una guía para el autoconocimiento y la comprensión de las leyes que rigen la existencia.
Desde su publicación, Kybalión ha sido una fuente de inspiración en ámbitos filosóficos, espirituales y místicos. Su enfoque en la interconexión entre el pensamiento y la realidad ha influido en diversas corrientes de desarrollo personal y metafísica. La obra sigue siendo objeto de estudio y reflexión, manteniendo su relevancia en debates sobre la naturaleza de la conciencia y el poder de la mente.
Su impacto perdurable radica en su capacidad de ofrecer una visión estructurada y accesible de principios ancestrales, alentando a los lectores a cuestionar sus percepciones y a profundizar en su camino de crecimiento espiritual. Al explorar la relación entre el individuo y el universo, Kybalión continúa resonando como una invitación al conocimiento y la evolución personal.
Mucho placer nos causa el poder presentar este trabajo a la atención de los estudiantes e investigadores de las Doctrinas Secretas, obra que está basada en las antiquísimas enseñanzas herméticas. Se ha escrito tan poca cosa sobre este asunto, a pesar de las innumerables referencias que se han hecho de estas enseñanzas en muchos de los trabajos sobre ocultismo, que los investigadores de las verdades arcanas habrán, sin dudas, presentido la aparición de este libro.
El propósito de este no es la enunciación de una filosofía o doctrina especial, sino más bien el de dar al estudiante una exégesis de la verdad, que le sirva para conciliar los muchos tópicos de los conocimientos ocultos que puede ya haber adquirido, pero que, aparentemente, son contradictorios y paradójicos, lo que a menudo desanima y disgusta al principiante. Nuestro intento no es el de erigir un nuevo templo de sabiduría, sino el de colocar en manos del investigador una clave maestra con la cual pueda abrir las numerosas puertas internas que conducen al Templo del Misterio.
Ningún conocimiento oculto ha sido tan celosamente guardado como los fragmentos de las enseñanzas herméticas, los que han llegado hasta nosotros a través de las centurias transcurridas desde los tiempos del Gran Fundador, Hermes Trismegisto, "el elegido de los dioses", quien murió en el antiguo Egipto, cuando la raza actual estaba en su infancia.
Contemporáneo de Abraham, y, si la leyenda no miente, instructor de aquel venerable sabio, Hermes fue y es el Gran Sol Central del Ocultismo, cuyos rayos han iluminado todos los conocimientos que han sido impartidos desde entonces. Todas las bases fundamentales de las enseñanzas esotéricas que en cualquier tiempo han sido impartidas a la raza son originarias, en esencia, de las formuladas por Hermes. Aun las más antiguas doctrinas de la India han tenido su fuente en las enseñanzas herméticas.
Desde la tierra del Ganges muchos ocultistas avanzados se dirigieron hacia el Egipto para postrarse a los pies del Maestro. De él obtuvieron la clave maestra, que, al par que explicaba, reconciliaba sus diferentes puntos de vista, estableciéndose así firmemente la Doctrina Secreta. De todas partes del globo vinieron discípulos y neófitos que miraban a Hermes como el Maestro de los Maestros, y su influencia fue tan grande que, a pesar de las negativas de los centenares de instructores que había en los diferentes países, se puede fácilmente encontrar en las enseñanzas de estos últimos las bases fundamentales en las que se asentaban las doctrinas herméticas. El estudiante de religiones comparadas puede fácilmente percibir la influencia tan grande que las enseñanzas herméticas han ejercido en todas las religiones, sea cual fuere el nombre con que se les conozca ahora, bien en las religiones muertas o bien en las actualmente existentes. La analogía salta a la vista, a pesar de los puntos aparentemente contradictorios, y las enseñanzas herméticas son como un conciliador de ellas.
La obra de Hermes parece haberse dirigido en el sentido de sembrar la gran verdad que se ha desarrollado y germinado en tantas y tan extrañas formas, más bien que en el de establecer una escuela de la filosofía que dominara el pensamiento del mundo. Sin embargo, la verdad original enseñada por él ha sido guardada intacta, en su pureza primitiva, por un reducido número de hombres en cada época, los cuales, rehusando gran número de aficionados y de estudiantes poco desarrollados, siguieron el proceder hermético y reservaron su conocimiento para los pocos que estaban prontos para comprenderlo y dominarlo. De los labios a los oídos fue transmitido este conocimiento entre esos pocos. Siempre han existido en cada generación y en los diversos países de la tierra algunos iniciados que conservaron viva la sagrada llama de las enseñanzas herméticas, y que siempre han deseado emplear sus lámparas para encender las lámparas menores de los del mundo profano, cuando la luz de la verdad languidecía y se anublaba por su negligencia, o cuando su pabilo se ensuciaba con materias extrañas. Han existido siempre los pocos que cuidaron el altar de la verdad, sobre el cual conservaron siempre ardiendo la lámpara perpetua de la Sabiduría. Esos hombres dedicaron su vida a esa labor de amor que el poeta describiera en estas líneas:
"¡Oh, no dejes extinguirse la llama! Sustentada por generación tras generación en su oscura caverna — en sus templos sagrados sustentada.
Nutrida por puros sacerdotes de amor — ¡no dejes extinguirse la llama!"
Estos hombres no buscaron nunca ni la aprobación popular ni acaparar gran número de prosélitos. Son indiferentes a esas cosas, pues saben de sobra cuán pocos hay en cada generación, capaces de recibir la verdad, o de reconocerla si se les presentara. Ellos "reservan la carne para los hombres", mientras que los demás "dan leche a los niños", conservan sus perlas de sabiduría para los pocos elegidos capaces de apreciar su valor y de llevarlas en sus coronas, en vez de echárselas a los cerdos que las mancillarían y pisotearían en el cieno de sus chiqueros. Mas estos hombres no han olvidado aún los preceptos de Hermes respecto a la transmisión de estas enseñanzas a los que estén preparados para recibirlas, acerca de lo cual dice El Kybalion: "Dondequiera que estén las huellas del Maestro, allí, los oídos del que está pronto para recibir sus enseñanzas se abren de par en par". Y además: "Cuando el oído es capaz de oír, entonces vienen los labios que han de llenarlos con sabiduría". Pero su actitud habitual ha estado siempre estrictamente de acuerdo con otro aforismo, de El Kybalion también, que dice que "los labios de la Sabiduría permanecen cerrados, excepto para el oído capaz de comprender."
Y esos oídos incapaces de comprender son los que han criticado esta actitud de los hermetistas y los que se han lamentado públicamente de que aquellos no hayan expresado nunca claramente el verdadero espíritu de sus enseñanzas, sin reservas ni reticencias. Pero una mirada retrospectiva en las páginas de la historia demostrará la sabiduría de los maestros, quienes conocían la locura que era intentar enseñar al mundo lo que éste no deseaba ni estaba preparado para recibir. Los hermetistas nunca han deseado ser mártires, sino que, por el contrario, han permanecido retirados, silenciosos y sonrientes ante los esfuerzos de algunos que se imaginaban, en su ardiente entusiasmo, que podían forzar a una raza de bárbaros a admitir verdades que sólo pueden comprender los que han avanzado mucho en el Sendero.
El espíritu de persecución no ha muerto aún en la tierra. Hay ciertas enseñanzas herméticas que, si se divulgaran, atraerían sobre sus divulgadores un griterío de odio y el desprecio de las multitudes, las que volverían a gritar de nuevo: ¡Crucificadlo!… ¡Crucificadlo!…
En esta obrita hemos tratado de daros una idea de las enseñanzas fundamentales de El Kybalion, indicando todo cuanto se refiere a los principios actuales, dejándoos el trabajo de estudiarlos, más bien que el de tratarlos nosotros mismos en detalle. Si sois verdaderos estudiantes o discípulos, comprenderéis y podréis aplicar estos principios; si no, debéis desarrollarlos, pues de otra manera las enseñanzas herméticas no serán para vosotros sino "palabras, palabras, palabras".
"Los labios de la sabiduría permanecen cerrados, excepto para el oído capaz de comprender".
El Kybalion.
Desde el antiguo Egipto proceden las enseñanzas fundamentales y secretas que han influido tan fuertemente en los sistemas filosóficos de todas las razas y pueblos durante centurias enteras. El Egipto, la patria de las pirámides y de la Esfinge, fue la cuna de la Sabiduría Secreta y de las doctrinas místicas. Todas las naciones han sacado las suyas de sus doctrinas esotéricas: la India, Persia, Caldea, Media, China, Japón, Asiria, la antigua Grecia y Roma, y otros países no menos importantes, se aprovecharon libremente de las doctrinas formuladas por los hierofantes y maestros de la tierra de Isis, conocimientos que solo se transmitían a quienes estaban preparados para participar de lo oculto.
Fue también en el antiguo Egipto donde vivieron los grandes adeptos y Maestros que nadie ha sobrepasado después y que rara vez han sido igualados en las centurias transcurridas desde los tiempos del Gran Hermes. El Egipto fue la residencia de la Gran Logia de las fraternidades místicas. Por las puertas de su templo entraron todos los neófitos que, convertidos más tarde en Adeptos, Hierofantes y Maestros, se repartieron por todas partes, llevando consigo el precioso conocimiento que poseían y deseando hacer partícipe de él a todo aquel que estuviera preparado para recibirlo. Ningún estudiante de ocultismo puede dejar de reconocer la gran deuda que tiene contraída con aquellos venerables Maestros egipcios.
Pero entre esos grandes maestros hubo uno al que los demás proclamaron "el Maestro de los Maestros". Este hombre, si es que puede llamarse "hombre" a un ser semejante, vivió en Egipto en la más remota antigüedad y es conocido bajo el nombre de Hermes Trismegisto.
Fue el padre de la sabiduría, el fundador de la astrología y el descubridor de la alquimia. Los detalles de su vida se han perdido para la historia debido al inmenso espacio de tiempo transcurrido desde entonces. Se desconoce la fecha de su nacimiento en Egipto, en su última encarnación en este planeta, pero se ha dicho que fue contemporáneo de las más antiguas dinastías de Egipto, mucho antes de Moisés. Las autoridades en la materia lo sitúan en la misma época que Abraham y alguna de las tradiciones judías afirma que Abraham obtuvo muchos de sus conocimientos de él.
Tras muchos años desde su muerte (la tradición afirma que vivió trescientos años), los egipcios lo deificaron e hicieron de él uno de sus dioses bajo el nombre de Thoth. Años después, los griegos también lo hicieron uno de sus dioses y lo llamaron "Hermes, el dios de la sabiduría". Tanto los griegos como los egipcios reverenciaron su memoria durante centurias enteras y lo llamaron el "inspirado de los dioses", añadiéndole su antiguo nombre Trismegisto, que significa "tres veces grande". Todos estos antiguos países lo adoraron y su nombre era sinónimo de "fuente de sabiduría".
Aun en nuestros días usamos el término "hermético" en el sentido de "secreto" o "reservado", etc., y esto se debe a que los hermetistas siempre habían observado rigurosamente el secreto de sus enseñanzas.
Aunque entonces no se conocía el refrán "no echar perlas a los cerdos", ellos siguieron su norma de conducta especial que les indicaba "dar leche a los niños y carne a los hombres", máximas que son conocidas por todos los lectores de las Sagradas Escrituras y que, por otra parte, ya se usaban muchos siglos antes de la Era Cristiana.
Y esta política de diseminar cuidadosamente la verdad ha caracterizado siempre a los hermetistas, incluso en la actualidad. Las enseñanzas herméticas se encuentran en todos los países y religiones, pero nunca se identifican con un país ni con una secta religiosa concreta. Esto se debe a la predicación que los antiguos instructores hicieron para evitar que la Doctrina Secreta se convirtiera en un credo. La sabiduría de esta medida salta a la vista de todos los estudiantes de historia. El antiguo ocultismo de la India y Persia degeneró y sus conocimientos se perdieron, ya que los instructores se habían convertido en sacerdotes y mezclaron la teología con la filosofía, por lo que acabaron perdiendo toda su sabiduría, que acabó transformándose en una gran cantidad de supersticiones religiosas, cultos, credos y dioses. Lo mismo ocurrió con las enseñanzas herméticas de los gnósticos cristianos, que se perdieron en el tiempo de Constantino, quien mancilló la filosofía mezclándola con la teología, por lo que la Iglesia cristiana perdió entonces su verdadera esencia y espíritu, y estuvo obligada a avanzar a ciegas durante varios siglos, sin encontrar aún su camino. Actualmente, se observa que la Iglesia cristiana está luchando nuevamente por acercarse a sus antiguas enseñanzas místicas.
Pero siempre han existido unas cuantas almas que han conservado viva la llama, alimentándola cuidadosamente y sin permitir que se extinguiera su luz. Gracias a esos firmes corazones y a esas mentes de extraordinario desarrollo, aún tenemos la verdad con nosotros. No obstante, no se encuentra en los libros. Ha sido transmitida del Maestro al discípulo, del iniciado al neófito, de los labios a los oídos. Si alguna vez se ha escrito algo sobre ella, su significado ha sido velado cuidadosamente con términos de astrología y alquimia, de tal manera que solo los que poseían la clave podían leerlo correctamente. Esto se hizo necesario para evitar las persecuciones de los teólogos de la Edad Media, que luchaban contra la Doctrina Secreta a sangre y fuego. Aun en nuestros días nos es posible encontrar algunos libros valiosos de filosofía hermética, pero la mayoría se ha perdido. Sin embargo, la filosofía hermética es la única clave maestra que puede abrir las puertas a todas las enseñanzas ocultas.
En los primeros tiempos existió una compilación de ciertas doctrinas herméticas que constituían las bases fundamentales de toda la Doctrina Secreta y que habían sido transmitidas del instructor al estudiante. Esta compilación fue conocida con el nombre de El Kybalion, cuyo exacto significado se perdió durante centenares de años. Sin embargo, algunas personas las han recibido de los labios a los oídos y las comprenden y conocen. Sus preceptos no habían sido escritos hasta ahora. Son simplemente una serie de máximas y axiomas que luego eran explicados y ampliados por los iniciados. Estas enseñanzas constituyen los principios básicos de la "alquimia hermética", que, contrariamente a lo que se cree, está basada en el dominio de las fuerzas mentales, más que en el de los elementos materiales, y en la transmutación de un tipo de vibraciones mentales en otras, más que en el cambio de una clase de metal en otro. La leyenda de la piedra filosofal, que convertía todos los metales en oro, era una alegoría de la filosofía hermética que todos los discípulos del verdadero hermetismo comprendían perfectamente.
En esta obra, invitamos a nuestros estudiantes a examinar las enseñanzas herméticas tal y como fueron expuestas en El Kybalion, explicadas y ampliadas por nosotros, humildes estudiantes de las mismas. Si bien llevamos el título de iniciados, somos simples discípulos a los pies de Hermes, el Maestro. Transcribimos aquí muchas de las máximas y preceptos de El Kybalion, acompañadas de explicaciones y comentarios que, creemos, ayudarán a comprender más fácilmente esas enseñanzas a los hombres modernos, especialmente teniendo en cuenta que el texto original está velado con términos oscuros y desconcertantes a propósito.
Las máximas originales, los axiomas y preceptos de El Kybalion están impresos con otro tipo de letra. Esperamos que los lectores de esta obra saquen tanto provecho del estudio de sus páginas como lo han hecho otros que han pasado antes por el mismo sendero que conduce a la maestría desde los tiempos de Hermes Trismegisto, el Maestro de los Maestros, el Tres Veces Grande, hasta ahora.
Dice El Kybalion:
"Donde quiera que estén las huellas del Maestro, allí los oídos del que está presto para recibir sus enseñanzas se abren de par en par".
"Cuando el oído es capaz de oír, entonces vienen los labios que han de llenarlos con sabiduría".
Por tanto, este libro solo atraerá la atención de quienes estén preparados para recibirlo. Y recíprocamente, cuando el estudiante esté preparado para recibir la verdad, entonces este libro llegará a él. El principio hermético de causa y efecto, en su aspecto de "ley de atracción", llevará los oídos hacia los labios y el libro hacia el discípulo.
"Los principios de la verdad son siete: el que los comprende perfectamente posee la clave mágica ante la cual se abrirán de par en par todas las puertas del Templo".
El Kybalion
Los siete principios sobre los que se basa toda la filosofía hermética son los siguientes:
1. El Principio de Mentalismo.
2. El principio de correspondencia.
3. El principio de vibración.
4. El principio de polaridad.
5. El principio del ritmo.
6. El principio de causa y efecto.
7. El principio de generación.
1. El principio del mentalismo
"El todo es mente; el universo es mental".
El Kybalion.
Este principio encierra la verdad de que "todo es mente". Explica que el todo, que es la realidad sustancial que se oculta detrás de todas las manifestaciones y apariencias que conocemos con los nombres de "universo material", "fenómenos de la vida", "materia", "energía", etc., y, en definitiva, todo cuanto es sensible a nuestros sentidos materiales, es espíritu, que en sí mismo es incognoscible e indefinible, pero que puede ser considerado como una mente infinita, universal y viviente. También explica que todo el mundo fenomenal o universo es una creación mental del Todo en cuya mente vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser. Al establecer la naturaleza mental del universo, este principio explica fácilmente los diversos fenómenos mentales y psíquicos que tanto han preocupado la atención del público y que, sin tal explicación, no son comprensibles y desafían toda hipótesis científica. La comprensión de este principio hermético de mentalismo permite al individuo conocer y aplicar la ley que rige el universo mental a su bienestar y desarrollo. El estudiante de la Filosofía Hermética puede emplear conscientemente las grandes leyes mentales en vez de usarlas por casualidad o ser usado por ellas. Con la clave maestra en su poder, el discípulo puede abrir las puertas del templo del conocimiento mental y psíquico y entrar en él con libertad e inteligencia. Este principio explica la verdadera naturaleza de la energía, la fuerza y la materia, y el modo y la razón por los cuales todas estas están subordinadas al dominio de la mente. Uno de los antiguos Maestros escribió hace mucho tiempo: "El que comprenda que el universo es mental, está muy avanzado en el sendero de la maestría". Y estas palabras son tan ciertas hoy en día como lo eran cuando se escribieron. Sin esta clave maestra, la maestría es imposible y el estudiante que no la posee llamará en vano a la puerta del Templo.
2. El principio de correspondencia
"Como es arriba, es abajo; como es abajo, es arriba".
El Kybalion.