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Este ebook presenta "El príncipe feliz" con un sumario dinámico y detallado. El príncipe feliz es un cuento escrito en 1888 por Oscar Wilde, de género infantil y juvenil. El protagonista de la historia es la estatua dorada de un príncipe, que se encuentra en lo alto de una columna desde donde puede ver toda la ciudad; y una golondrina, que ha retrasado su migración a África por el amor que sentía por una caña. La golondrina se posa sobre la estatua y ve que el príncipe está llorando a causa de las injusticias que puede observar desde su posición. Entonces le pide a la golondrina que entregue a los más necesitados las joyas que le adornan. El ave así lo hace y se queda con el príncipe, distribuyendo las joyas hasta que la estatua está completamente desprovista de oro y adornos. Pero el invierno recrudece y la golondrina, a causa del frío, muere besando al príncipe en los labios. Al ver esto, el corazón de la estatua se rompe. Al día siguiente, el alcalde de la ciudad observó el estado deteriorado de la estatua, y da orden de que sea retirada y fundida. Sin embargo, el corazón del príncipe no se funde en el horno, y lo arrojan a un montón de polvo, donde descansa también el cuerpo de la golondrina. Oscar Wilde (1854 - 1900) fue un escritor, poeta y dramaturgo irlandés. Está considerado como uno de los dramaturgos más destacados del Londres victoriano tardío; además, fue una celebridad de la época debido a su puntilloso y gran ingenio.
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Seitenzahl: 18
Veröffentlichungsjahr: 2013
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Oscar Wilde
(texto completo)
Título original: The Happy Prince (1888)e-artnow, 2013
La estatua del Príncipe Feliz se alzaba sobre una alta columna, desde donde se dominaba toda la ciudad. Era dorada y estaba recubierta por finas láminas de oro; sus ojos eran dos brillantes zafiros y en el puño de la espada centelleaba un enorme rubí púrpura. El resplandor del oro y las piedras preciosas hacían que los habitantes de la ciudad admirasen al Príncipe Feliz más que a cualquier otra cosa.
—Es tan bonito como una veleta —comentaba uno de los regidores de la ciudad, a quien le interesaba ganar reputación de hombre de gustos artísticos—; claro que en realidad no es tan práctico —agregaba, porque al mismo tiempo temía que lo consideraran demasiado idealista, lo que por supuesto no era.
—¿Por qué no eres como el Príncipe Feliz —le decía una madre afligida a su pequeño hijo, que lloraba porque quería tener la luna—. El Príncipe Feliz no llora por nada.
—Mucho me consuela el ver que alguien en el mundo sea completamente feliz —murmuraba un hombre infortunado al contemplar la bella estatua.
—De verdad parece que fuese un ángel —comentaban entre ellos los niños del orfelinato al salir de la catedral, vestidos con brillantes capas rojas y albos delantalcitos.
—¿Y cómo saben qué aspecto tiene un ángel? —les refutaba el profesor de matemáticas— ¿Cuándo han visto un ángel?
—Los hemos visto, señor. ¡Claro que los hemos visto, en sueños! —le respondían los niños, y el profesor de matemáticas fruncía el ceño y adoptaba su aire más severo. Le parecía muy reprobable que los niños soñaran.
Una noche llegó volando a la ciudad una pequeña golondrina. Sus compañeras habían partido para Egipto seis semanas antes, pero ella se había quedado atrás, porque estaba enamorada de un junco, el más hermoso de todos los juncos de la orilla del río. Lo encontró a comienzos de la primavera, cuando revoloteaba sobre el río detrás de una gran mariposa amarilla, y el talle esbelto del junco la cautivó de tal manera, que se detuvo para meterle conversación.