El rey peste - Edgar Allan Poe - E-Book

El rey peste E-Book

Edgar Allan Poe

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Beschreibung

Una noche, dos marineros huyen sin pagar de una taberna de Londres. Al ser perseguidos, cruzan unas barreras que prohiben la entrada a una región de la ciudad aislada por la enfermedad de la peste. A pesar de ver cadáveres en las calles, avanzan hasta que, al oir unos alaridos provenientes de una tienda de pompas fúnebres, abren la puerta y entran. Lo que allí encuentran es algo de lo mas extraño.

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EL REY PESTE

EDGAR ALLAN POE

1

Los dioses sufren y autorizan muy bien entre los reyes cosas que les horrorizan en loscaminos de la canalla.

Ferrex y Parrex,BUCKHURST

Alrededor de la medianoche, durante una noche del mes de octubre, bajo el reinado caballeresco de Eduardo III, dos marineros pertenecientes a la tripulación del Free-and-Easy, goleta de comercio que hacía el servicio entre l'Ecluse (Bélgica) y el Támesis, y que a la sazón estaba al ancla en este río, fueron muy maravillados al encontrarse sentados en la sala de una taberna de la parroquia dc San Andrés, en Londres, taberna en cuya enseña lucía el nombre del Alegre lobo de mar.

La sala, aunque mal construida, enne-grecida por el humo, baja de techo, y semejante por otra parte a todos los chamizos de aquella época, era sin embargo, en opinión de grotescos grupos de bebedores disemina-dos aquí y allá, lo suficientemente bien apro-piada para el cometido al cual estaba desti-nada. De entre aquellos grupos, nuestros dos marineros formaban, creo, el más interesante e incluso el más notable. Aquel que parecía ser el de más edad, y al que su compañero llamaba con el característico nombre de Legs1, era también y con mucho el más alto de los dos. Podía muy bien tener seis pies y medio y la inclinación habitual de sus hombros parecía la consecuencia obligada de una estatura tan prodigiosa. Su exceso en altura era sin embargo compensado por unas defi-ciencias en otros aspectos. Era excesivamente flaco y hubiera podido, tal como afirmaban sus camaradas, cuando estaba borracho, sus-tituir a la driza de la cabeza del mástil, y, cuando estaba sobrio, al cuchillo del foque.

Pero evidentemente estas bromas y otras análogas no habían nunca producido efecto alguno sobre los músculos tensos del lobo de mar. Con sus pómulos salientes, su gran nariz de halcón, su mentón huidizo, su mandíbula inferior deprimida y sus enormes ojos protuberantes, la expresión de su fisonomía, aunque teñida de una especie de indiferencia obstinada hacia todas las cosas, no era sin embargo menos solemne y seria y se situaba más allá de toda imitación y de toda descripción.

El marinero más joven era, en toda su apariencia, extranjero, y, al revés y a la recíproca de su compañero. Un par de piernas arqueadas y gordezuelas soportaban su persona pesada y abombada, y sus brazos singularmente cortos y gruesos, terminados por unos puños má [...]