Encuentro en Tokio - Jina Bacarr - E-Book

Encuentro en Tokio E-Book

Jina Bacarr

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Beschreibung

Tercer relato de 10 Secretos de Seducción. Tokio le parecía mágico… pero solitario. Así pues, cuando Steve, el objeto de sus fantasías sexuales, se ofreció para enseñarle lo que los turistas no veían nunca, unos escondites eróticos conocidos como "hoteles del amor", ella aceptó con entusiasmo. Aquellos hoteles estaban diseñados para satisfacer discretamente las fantasías más desenfrenadas de sus clientes, y ofrecían un alojamiento muy especializado. Muy pronto, ella descubrió unas cotas de sensualidad y placer que le resultaban desconocidas…

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Seitenzahl: 32

Veröffentlichungsjahr: 2012

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Editado por HARLEQUIN IBÉRICA, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

© 2007 Jina Bacarr. Todos los derechos reservados.

ENCUENTRO EN TOKIO, Nº 18 - noviembre 2012

Título original: Tokyo Rendezvous

Publicado originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

Traducido por María Perea Peña

Editor responsable: Luis Pugni

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con permiso de Harlequin Enterprises II BV.

Todos los personajes de este libro son ficticios. Cualquier parecido con alguna persona, viva o muerta, es pura coincidencia.

™TOP NOVEL es marca registrada por Harlequin Enterprises Ltd.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

I.S.B.N.: 978-84-687-2250-4

Imagen de cubierta: YOKE LIANG TAN/DREAMSTIME.COM

ePub: Publidisa

ENCUENTRO EN TOKIO

JINA BACARR

Estaba tumbada boca arriba, con la cabeza apoyada en una almohada negra de satén. Estaba cómoda. Y desnuda. Respiré profundamente y exhalé con lentitud mientras separaba las piernas y dejaba a la vista los labios tiernos de mi sexo, cálidos y húmedos.

El hombre desnudo que me estaba mirando sonrió, y después se tendió a mi lado en la cama, que tenía forma de cuadrilátero. Yo estiré los brazos hacia atrás y me agarré a las cuerdas doradas que rodeaban la cama, y abrí la boca de impaciencia, mientras me rendía a la maestría de sus manos.

Él comenzó a acariciarme los muslos al instante, y después, con delicadeza, me desató el cinturón de seda del kimono rojo y corto que llevaba. Yo contraje los músculos y tiré de las cuerdas doradas. Estaba ansiosa por sus caricias, y tiré con más fuerza. Él notó mi deseo y pasó las palmas de las manos por mis pezones endurecidos, y me causó una espiral de sensaciones por todo el cuerpo. Me encantaba aquello, y quería más.

–¿Estás lista para el siguiente asalto? –me susurró, sin dejar de acariciarme.

–¡Sí!

Los besos, las caricias y los masajes por todo mi cuerpo eran solo el comienzo del juego. Un juego que había puesto mi vida del revés, y que me había descubierto un nuevo mundo de imágenes, sonidos y olores, y también de unas fantásticas relaciones sexuales.

Se llamaba el hotel del amor.

Conocí la intimidad y la excitación del hotel del amor durante un largo viaje de trabajo a Japón. Era una jornada típica, en la que el índice Nikkei había subido al máximo, y los estadounidenses que trabajábamos en el País del Sol Naciente lo sabíamos muy bien. Después de una larga mañana de subidas del yen y de bajadas del dólar, Steve, un compañero de trabajo guapo y curtido que había conocido durante mi primer día en Tokio, me sugirió que saliéramos a comer.

¿Y por qué no? Yo necesitaba un descanso. Trabajar para una gran agencia de publicidad como responsable de talentos para anuncios japoneses no era todo glamour. ¿Han visto Lost in Translation? Entonces, sabrán a qué me refiero. Yo era el enlace entre los actores y el director japonés, que se excitaba con todas las rubias ingenuas que le enviaba.

Hablando de excitación…

Me di cuenta de que Steve observaba atentamente mi parte posterior cuando pensaba que yo no estaba mirando. Le devolví el favor. Aquel hombre tenía un trasero que hacía que mi sexómetro subiera más que el índice Nikkei. Era un hombre que sabía que las mujeres lo admiraban, y que entendía muy bien la lascivia que había en mis ojos. Lo acepté muy bien como objeto de mis fantasías, y para cuando se rozó contra mi pecho y me pidió disculpas de inmediato, mi cuerpo ya era presa del más delicioso apetito sexual y pedía satisfacción.