Historias de miedo para contar en la oscuridad 1 - Alvin Schwartz - E-Book

Historias de miedo para contar en la oscuridad 1 E-Book

Alvin Schwartz

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Beschreibung

En esta colección de tres volúmenes, se recogen historias del folklore popular norteamericano. Una serie de narraciones que han tenido un gran éxito durante años en todo el mundo, ilustradas por el reputado artista Brett Helquist. Guillermo del Toro anunció que se encuentra trabajando en una adaptación a la pantalla grande. "Los primeros colonos norteamericanos solían entretenerse contando historias de miedo. Se reunían al anochecer en alguna cabaña, o alrededor de un fuego, y competían para demostrar quién era capaz de asustar más. Algunas chicas y chicos hacen lo mismo hoy día. Se reúnen en la casa de alguien, apagan las luces, comen palomitas de maíz, y se pegan unos sustos de muerte. Contar historias de miedo es algo que la gente ha hecho durante miles de años, y a la mayoría de nosotros nos gusta que nos asusten de esa manera. Algunas de estas leyendas son muy antiguas, y se cuentan en diversas partes del mundo. Y la mayoría de ellas tienen el mismo origen. Se basan en hechos que las personas vieron o escucharon o experimentaron, o que al menos piensan que así fue." Alvin Schwartz

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Seitenzahl: 81

Veröffentlichungsjahr: 2017

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Para Dinah

A. S.

INTRODUCCIÓN

COSAS EXTRAÑASY ESPELUZNANTES

Los primeros colonos norteamericanos solían entretenerse contando historias de miedo. Se reunían al anochecer en alguna cabaña, o alrededor de un fuego, y competían para demostrar quién era capaz de asustar más.

Algunas chicas y chicos hacen lo mismo hoy día. Se reúnen en la casa de alguien, apagan las luces, comen palomitas de maíz, y se pegan unos sustos de muerte.

Contar historias de miedo es algo que la gente ha hecho durante miles de años, y a la mayoría de nosotros nos gusta que nos asusten de esa manera. Dado que no acarrea peligro, consideramos que se trata de algo divertido.

Hay un gran número de historias escalofriantes que contar. Existen historias de fantasmas. Hay cuentos de brujas, demonios, hombres del saco, zombis y vampiros; así como relatos de criaturas monstruosas y de otros peligros. Hay incluso historias que nos hacen reír con todos sus horrores.

Algunas de estas leyendas son muy antiguas, y se cuentan en diversas partes del mundo. Y la mayoría de ellas tienen el mismo origen. Se basan en hechos que las personas vieron o escucharon o experimentaron, o que al menos piensan que así fue.

Hace muchos años un joven príncipe se hizo famoso por una historia de miedo que comenzó a contar, pero que no terminó. Se llamaba Mamilio, y probablemente tenía nueve o diez años de edad. William Shakespeare habló de él en El cuento de invierno.

Fue en un oscuro día de invierno cuando su madre, la reina, le pidió que le contara una historia.

—Para el invierno lo mejor es un cuento triste —dijo él—. Conozco uno de duendes y aparecidos.

—Procura que tus aparecidos me asusten —dijo ella—. Tú sabes cómo hacerlo.

—Lo contaré en voz baja —repuso él—. Para que no lo oigan esos grillos de ahí.

Y comenzó a narrar:

—Había una vez un hombre que vivía junto a un cementerio… —pero eso fue todo lo que dijo, pues en ese momento entró el rey, apresó a la reina y se la llevó lejos. Justo después de eso, Mamilio murió. Nadie sabe cómo habría terminado su historia. Si tú la comenzaras como él lo hizo, ¿qué contarías?

El objetivo de la mayoría de las historias de miedo es, por supuesto, el de ser contadas a otras personas. De esta manera resultan más terroríficas. Pero, es importante cómo se cuentan.

Como bien sabía Mamilio, la mejor forma de hacerlo es en voz baja, para que tus oyentes se inclinen hacia adelante con la intención de escuchar tus palabras, y hablar despacio, para que tu voz suene más temible.

Y el mejor momento para contar estas historias es por la noche. En la oscuridad y la penumbra es fácil para alguien que escucha imaginar todo tipo de cosas extrañas y aterradoras.

ALVIN SCHWARTZ Princeton, Nueva Jersey

EL DEDO GORDODEL PIE

Un niño estaba excavando en un jardín cuando vio un dedo gordo del pie. Intentó extraerlo, pero estaba pegado a algo. Así que le dio un buen tirón y se le quedó en la mano. Entonces oyó un gemido y salió corriendo.

El muchacho llevó el dedo del pie a la cocina y se lo mostró a su madre.

—Tiene un aspecto fresco y rollizo —dijo ella—. Voy a ponerlo en la sopa y lo comeremos en la cena.

Esa noche su padre cortó el dedo del pie en tres partes, de modo que cada uno de ellos se quedó con un trocito. Luego sirvieron los platos y cuando se hizo de noche se fueron a la cama.

El niño se quedó dormido casi al instante. Pero en mitad de la noche, un sonido lo despertó. Era algo que provenía de la calle. Se trataba de una voz, y lo llamaba.

—¿Dónde está mi de-dooooo? —gimió la voz.

Cuando el niño oyó esto, se asustó mucho. Pero pensó: No sabe dónde estoy. Nunca me encontrará.

Entonces escuchó la voz una vez más, pero ahora estaba más cerca.

—¿Dónde está mi de-dooooo? —gimió de nuevo la voz.

El muchacho puso las mantas sobre su cabeza y cerró los ojos. Voy a dormir, pensó. Cuando me despierte, se habrá ido.

Pero pronto escuchó abrirse la puerta trasera, y otra vez se oyó que la voz decía:

—¿Dónde está mi de-dooooo? —gimió la voz por tercera vez.

Entonces el chico oyó unos pasos que atravesaban la cocina, el comedor, el salón, y el vestíbulo principal. Luego, lo que fuera que hubo entrado en su casa, comenzó a subir las escaleras lentamente.

Los pasos se oían cada vez más cerca. Pronto alcanzaron el pasillo de arriba. Ahora estaban al otro lado de su puerta.

—¿Dónde está mi de-dooooo? —gimió aterradoramente la voz.

Su puerta se abrió. Temblando de miedo, escuchó los pasos acercarse lentamente hacia su cama a través de la oscuridad. Entonces el sonido de los pasos cesó.

—¿Dónde está mi de-dooooo? —gimió la voz con estruendo.

(Llegados a este punto, haz una pausa. Luego salta hacia la persona que tienes a tu lado y grita:)

“¡LO TIENES TÚ!”

“EL DEDO GORDO DEL PIE” también tiene otro final. Cuando el chico oye la voz pidiendo su dedo, se encuentra con una criatura de aspecto extraño en el interior de la chimenea. El muchacho está tan aterrado que no puede moverse. Sólo se queda allí parado, observando al monstruo.

Al fin, pregunta:

—¿P-p-p-para qué tienes unos ojos tan grandes?

Y la criatura responde:

—¡Para mirar den-trooo, muy den-trooo de ti!

—¿P-p-p-para qué tienes unas garras tan grandes?

—¡Para ca-vaaar tu tum-baaa!

—¿P-p-para qué tienes una boca tan grande?

—¡Para tragar-teee en-teee-rooo!

—¿P-p-para qué tienes unos dientes tan afilados?

—¡PARA MASTICAR TUS HUESOS!

(Al recitar la última línea, salta sobre uno de tus amigos.)

LA CAMINATA

Un día, mi tío estaba caminando por un solitario camino de tierra. Entonces se encontró con un hombre que también recorría ese camino. El hombre miró a mi tío, y mi tío miró al hombre. El hombre tenía miedo de mi tío, y mi tío sentía miedo de ese hombre.

Pero siguieron caminando, y empezó a oscurecer. El hombre miró a mi tío, y mi tío miró al hombre. El hombre sentía mucho miedo de mi tío, y mi tío sentía mucho miedo de aquel hombre.

Pero siguieron caminando y llegaron a un gran bosque. Estaba anocheciendo. Y el hombre miró a mi tío, y mi tío miró al hombre. El hombre sentía un miedo terrible de mi tío, y mi tío sentía un miedo terrible de aquel hombre.

Pero siguieron caminando, internándose en las profundidades del bosque. Se estaba haciendo más oscuro. Y el hombre miró a mi tío, y mi tío miró al hombre. El hombre sentía un miedo espantoso de mi tío, y mi tío sentía un miedo espantoso de:

(¡Ahora GRITA!)

“¡AAAAAAAAAH!”

¿PARA QUÉHAS VENIDO?

Había una anciana que vivía apartada y en soledad. Una noche, sentada en la cocina, dijo: “Oh, cuánto me gustaría tener un poco de compañía”.

Tan pronto como ella hubo hablado, bajaron por la chimenea dos pies a los que se les había podrido la carne. A la anciana se le saltaron los ojos de terror.

A continuación, dos piernas cayeron por la chimenea y se adhirieron a los pies.

Después cayó un cuerpo, luego dos brazos y una cabeza humana.

Mientras la anciana miraba atónita, las partes se reunieron conformando un gran hombre desgarbado. El hombre comenzó a bailar sin cesar alrededor de la habitación. Cada vez más rápido. Entonces se detuvo y la miró a los ojos:

—¿Para qué has venido? —preguntó la anciana con un hilillo de voz que temblaba y se estremecía.

—¿Qué para qué he venido? —respondió él—. ¡He venido por TI!

(Cuando grites la última palabra, zapatea y salta sobre alguien que tengas cerca.)

¡ÁTAME SIPUEDES, INTRÉPIDOCAMINANTE!

Había una casa encantada donde cada noche una cabeza ensangrentada bajaba por la chimenea. Al menos eso es lo que se decía. Así que nadie se quedaba allí durante la noche.

Entonces, un hombre rico ofreció doscientos dólares a quien quisiera hacerlo. Y un muchacho dijo que lo intentaría si podía llevar a su perro con él. De modo que todo fue acordado.

La noche siguiente el chico fue a la casa con su perro. Para hacerlo más agradable, encendió la chimenea. Luego se sentó frente al fuego y esperó, y su perro esperó con él.

Durante un buen rato nada sucedió. Pero un poco después de la medianoche escuchó a alguien entonar un canto triste en voz baja que provenía del bosque. La melodía decía algo así:

“¡ÁTAME SI PUEDES, INTRÉPIDO CAMINANTE!”

Es sólo alguien que canta, se dijo el chico a sí mismo, pero estaba asustado.

Entonces su perro… ¡respondió a la canción! Con un tono grave y triste cantó:

“¡LINCHI KINCHI COLI MOLI PERRO SALVAJE!”

El niño no podía dar crédito a sus oídos. Su perro nunca antes había pronunciado palabra. Entonces, unos pocos minutos después, oyó el canto de nuevo. Ahora se percibía más fuerte y más cerca, pero las palabras eran las mismas:

“¡ÁTAME SI PUEDES, INTRÉPIDO CAMINANTE!”

Esta vez el muchacho trató de impedir que su perro respondiera. Tenía miedo de que quien fuera que estuviera cantando, lo oyera y viniera en pos de ellos.

Pero su perro no le prestó atención, y cantó de nuevo:

“¡LINCHI KINCHI COLI MOLI PERRO SALVAJE!”

Media hora más tarde, el muchacho oyó el canto otra vez. Ahora fue en el patio trasero, y la letra de la macabra canción era la misma:

“¡ÁTAME SI PUEDES, INTRÉPIDO CAMINANTE!”