Hop Frog - Edgar Allan Poe - E-Book

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Edgar Allan Poe

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Beschreibung

Se ha dicho que el cuento es una pequeña venganza de Poe contra un grupo literario, pero posiblemente haya sido estimulado por los curiosos hechos de la corte de Carlos VI de Francia, quien cayó en la misma trampa que se plantea en el relato, aunque en su caso el rey sobrevivió a la jugarreta del bufón.

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HOP-FROG

EDGAR ALLAN POE

1

Jamás he conocido a nadie tan dispuesto a celebrar una broma como el rey. Parecía vivir tan sólo para las bromas. La manera más segura de ganar sus favores consistía en na-rrarle un cuento donde abundaran las chus-cadas, y narrárselo bien. Ocurría así que sus siete ministros descollaban por su excelencia como bromistas. Todos ellos se parecían al rey por ser corpulentos, robustos y sudoro-sos, así como bromistas inimitables. Nunca he podido, determinar si la gente engorda cuando se dedica a hacer bromas, o si hay algo en la grasa que predispone alas chanzas; pero la verdad es que un bromista flaco resulta, una rara avis in terris.

Por lo que se refiere a los refinamientos

-o, como él los denominaba, los «espíritus»

del ingenio -, el rey se preocupaba muy poco.

Sentía especial admiración por el volumen de una chanza, y con frecuencia era capaz de agregarle gran amplitud para completarla.

Las delicadezas lo fastidiaban. Hubiera prefe-rido el Gargantúa de Rabelais al Zadig de Voltaire; de manera general, las bromas de hecho se adaptaban mejor a sus gustos que las verbales.

En los tiempos de mi relato los bufones gozaban todavía del favor de las cortes. Va-rias «potencias» continentales conservaban aún sus «locos» profesionales, que vestían traje abigarrado y gorro de cascabeles, y que, a cambio de las migajas de la mesa real, de-bían mantenerse alerta para prodigar su agudo ingenio.

Nuestro rey tenía también su bufón. Le hacía falta una cierta dosis de locura, aunque más no fuera, para contrabalancear la pesada sabiduría de los siete sabios que formaban su ministerio... y la suya propia.

Su «loco», o bufón profesional, no era tansólo un loco. Su valor se triplicaba a ojos del rey por el hecho de que además era enano y cojo. En aquella época los enanos abundaban en las cortes tanto como los bufones, y muchos monarcas no hubieran sabido cómo pa-sar los días (los días son más largos en la corte que en cualquier otra parte) sin un bu-fón con el cual reírse y un enano de quien reírse. Pero, como ya lo he hecho notar, en el noventa y nueve por ciento de los casos los bufones son gordos, redondeados y de movimientos torpes, por lo cual nuestro rey se congratulaba de tener en Hop-Frog (que así se llamaba su bufón) un triple tesoro en una sola persona.