Incursiones ontológicas VII - Varios autores - E-Book

Incursiones ontológicas VII E-Book

Varios autores

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Beschreibung

La colección de obras de Incursiones Ontológicas es una muestra de la capacidad generadora de La Escuela de Coaching Ontológico de Rafael Echeverría (ECORE) en mantenerse a la vanguardia en sus programas de formación. Esta séptima edición de Incursiones Ontológicas presenta la capacidad de nuestros coaches senior de realizar una introspección profunda en temas existenciales Las obras incluidas en esta edición muestran el talento y dedicación de los alumnos del Programa Avanzado de Coaching de la ECORE 2020 – 2021. Alumnos que en medio de la pandemia se atrevieron a formarse como coaching senior y a entrar en una grieta profunda que atraviesa su vida para poder mostrar cómo la ontología puede ayudar al ser humano a generar nuevas miradas y caminos que le ayuden a transitar su vida logrando cambios que no había podido lograr anteriormente La profundidad lograda en las obras es resultado de una introspección hecha paso a paso y detenidamente logrando profunda mirada de los temas abracados. Este recorrido pausado permitió a los alumnos llegar a lugares que difícilmente hubieran sido alcanzados con otro tipo de análisis. El recorrido de los alumnos empezó por seleccionar una grieta que atraviesa su vida y a través de una profunda indagación, empezar a integrar experiencias de su vida que muestren en diferentes momentos y de diferentes formas cómo esa grieta ha marcado su vida. Una fenomenología profunda de esas experiencias a lo largo de su vida les permitió generar un perfil unitario que describe al ser humano que enfrenta en diferentes sistemas ese dolor que lo ha acompañado. Una vez que los participantes son capaces de mirarse en ese perfil unitario, se les invita a revisar literatura relevante que los ayude a generar una mirada universal del tema individual estudiado y ver cómo otros seres humanos hemos caminado recorridos semejantes. La mirada ontológica acompaña tanto a la introspección como a la literatura revisada para mostrar posibles nuevas formas en que el coaching ontológico o la ontología del lenguaje pueden ser valiosos para acompañar al ser humano que atravesamos ese mismo dolor, para buscar un nuevo punto de partida que nos ayude a lograr convertirnos en un ser humano más ligero, libre, feliz, pleno o mejor en aquellos contextos relevantes para nosotros. Las obras que integran esta séptima edición de Incursiones Ontológicas fueron voluntariamente compartidas por algunos de los alumnos, quienes generosamente nos invitan a recorrer de su mano sus caminos de vida.

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INCURSIONES ONTOLÓGICAS VII

Incursiones Ontológicas VII

Editado por: Carlos Villanueva

© Rafael Andrés Acosta Díaz, Luna Porcel, Catherine Arriagada Torres, Akimoninafe, John Grass, Ariadna, Gilberto, Raquel Dogonov, Saul Goodman, Majo, Leonardo Ramirez, Casandra, Laura Mozo, Elias Peñaranda, Edgardo Primo, Alejandro Haucke, Belen, Eunice Puente, Moisés Flores, Josefina Gómez Villa, Cecilia Dávila

© Newfield Consulting

Primera edición: noviembre de 2020

ISBN edición digital: 978-956-6131-34-2

Todos los derechos reservados

Diagramación digital: ebooks [email protected]

Le agradecemos que haya comprado una edición original de este libro. Al hacerlo, apoya al editor, estimulando la creatividad y permitiendo que más libros sean producidos y que estén al alcance de un público mayor. La reproducción total o parcial de este libro queda prohibida, salvo que se cuente con la autorización por escrito de los titulares de los derechos.

ÍNDICE DE CONTENIDO

La eterna búsqueda de cómo ser visible ante el mundo.RAFAEL ACOSTA

La identidad que nace del pertenecer.LUNA PORCEL

Emerger desde las sombras a la luz un nuevo diseño.CATHERINE ARRIAGADA TORRES

Explorando el mundo desde mi deseo: ser o no ser.AKIMONINAFE

El camino del rechazo al autorreconocimientoJOHN GRASS

Mi encuentro con mi MinotauroARIADNA

Nuevos caminos para transitar el abandonoGILBERTO

En la búsqueda de la vulnerabilidad, encontré el desamparoRAQUEL DOGONOV

La búsqueda del amorSAUL GOODMAN

El sufrimiento como camino a la libertad“El motor del cambio, de la transformación”MAJO

La dignidad: un camino para una vida satisfactoriaLEONARDO RAMÍREZ

Viviendo la vida de otrosCASANDRA

Soltando mis armadurasLAURA MOZO

El miedo a la invalidación y el huir del presente como recurso para evitar sentirloELÍAS PEÑARANDA

Filosofía práctica de una transformación: de la frustración a la satisfacciónEDGARDO PRIMO

Iluminando la inseguridadALEJANDRO HAUCKE

¿Hacia donde ibas con tanto miedo?BELÉN

Del quererte hasta lograrlo.Una mirada ontológicaEUNICE PUENTE

Víctima de mi desconfianzaUna mirada ontológicaMOISÉS FLORES

Miedo al rechazo.Una mirada ontológicaJOSEFINA GÓMEZ VILLA

El museo y su artistaCECILIA DÁVILA

LA ETERNA BÚSQUEDA DE CÓMO SER VISIBLE ANTE EL MUNDO

Rafael Acosta

Documento Presentado Para Obtener El Título De Coach Senior

NewField Consulting

Rafael Andrés Acosta Diaz

Coach Supervisor PIO: Carlos Villanueva

Coach Supervisor Programa: Mayba León

Abril del 2021

Copyright © 2021 por Rafael Andrés Acosta Díaz. Todos los derechos reservados

¡Para ti, mi sueño,

mi futuro, mi presente

mi realidad, mi maestra,

el amor hecho vida,

para ti, mi amada SALOMÉ!

Agradecimientos

Son muchas a las personas a quienes deseo agradecer por permitirme construir esta pequeña muestra de vida.

A mis padres y hermana, por haber estado siempre allí, por haberme dado a conocer todos los significados de vida que hoy me conforman como el ser humano que soy, por el amor incondicional, el perdón y la compañía que, por muchos años, me acogieron y me entregaron.

A mi amada esposa, que de no haber sido por ella, no hubiera conocido este hermoso camino del coaching, gracias amor por ser ese ejemplo de visibilidad en la vida, por continuar caminando a mi lado este hermoso recorrido que comenzamos hace seis años.

A mi hermosa hija Salomé, por haberme permitido ser padre, por darme esta enorme responsabilidad de vida, la cual acojo con humildad, honor, entereza, responsabilidad y amor; gracias, hija, por tu presencia, por mostrarme que vivir es más simple de lo que se cree, gracias por mostrarme el valor de las pequeñas cosas.

A ti Gustavo, mi Coach del ABC, mi amigo, a quien le debo la reconciliación de mi pasado, de quien aprendí, a través de su ejemplo, lo sinuosa que puede ser la vida, la justa medida no está en el medio, está en la satisfacción de habitarla.

Mayba, mi gran compañía en este espacio, mi Coach del Avanzado, quien, con su humildad de entrega de conocimiento, el gran amor en acompasar este recorrido, ausencia y presencia, luz y sombra, me permitió abrir los ojos a una realidad de identidad genuina, nueva, diferente, valorada y en constante desarrollo, gracias por haber aparecido en mi vida.

A Carlos, mi Coach PIO, quien me acompañó con impecabilidad, rigurosidad, reflexión y mucho amor en todo este proceso de plasmar en este espacio ¡Mi camino a Ser YO! Gracias.

Ale Dualde, del hermoso y amoroso ritmo mostrado de tu parte, viene lo sinuoso del movimiento a salir del laberinto, Gracias.

A ustedes Alicia y Rafael, y a todo el equipo de Newfield Consulting, que de no ser por su gran genialidad y desarrollo teórico e investigativo, además de su entrega personal a este gran proyecto, este escrito no existiría, el nivel de profundidad, conocimiento y aporte entregado es consecuencia de la excelente labor y rigurosidad de generación de distinciones.

A los que están, y a los que se fueron, a los que hicieron parte de mi vida, a los que llegaran a ella.

Y por último y no menos importante, a mí, por darme la oportunidad a mis treinta y cinco años de poder resignificar mi inicio de camino en la vida, por permitirme abrir heridas, reconocerlas, apropiarlas, amarlas y resignificarlas, por haberme expuesto, desarmado, reconstruirme y reconocerme.

Índice

Prólogo

• Introducción

• Capítulo 1. La Víctima y el Victimario, una entrada al Resentimiento desde la Rabia.

• Capítulo 2. El camino al Autoaislamiento – La Resignación

• Capítulo 3. Entre la Prepotencia, La Arrogancia y La Soberbia

• Capítulo 4. Una dignidad naciente

• Capítulo 5. El reconocimiento de la identidad

• Capítulo 6. ¿Cómo aparecer después de no ser visto? – ¡Mi camino a ser YO!

• Bibliografía

Prólogo

Cerrando el año 2019 y terminando de decantar la experiencia de la certificación ABC (Art of Business Coaching) de Newfield Consulting, que había vivido en este mismo año, surgió en mí la necesidad de poder revisar un tema puntual que me venía sucediendo. En ese diciembre dejé de viajar constantemente por trabajo y comencé a estar más en casa; este espacio de quietud en el hogar me permitía poder estar más tiempo con mi hija, mi esposa y mis padres; fue un momento realmente agradable y de mucha unión familiar, era el segundo año que disfrutaba de mi bebé en una Navidad.

En el pasar de los días, comencé a sentir una irritabilidad un poco anormal. A esto me refiero: comenzaron a molestarme comentarios de mi esposa, los gritos y llanto de una niña de dos años empezaron a sacarme de mí mismo y cualquier comentario que viniera de mi familia o de la familia de mi esposa, acrecentaba esa sensación, así que comencé a explorar en cada momento qué era lo que pasaba, qué era lo que sucedía en cada una de esas situaciones; al principio comencé a ver, sobre todo en mi esposa, que hacía lo que me molestaba para irritarme -en el caso de mi hija, me desafiaba, y en el caso de los familiares-, a darme consejos como si yo no supiera qué hacer ni por dónde ir. Es importante aclarar y ser responsable en el relato, el mundo no se volcó sobre mí, al contrario, yo me volqué sobre él, generando esa sensación de que todo giraba alrededor mío, buscaba un espacio de visibilidad, retornaba a las raíces de hacerme notar, pero ¿desde dónde lo hacía?; esto es clave, tenerlo desde ya presente para todo el desarrollo del trabajo que les expondré.

Todo esto empezó a abrumarme demasiado, al punto de explotar con la rabia que me generaban este tipo de situaciones, cada parte de mi cuerpo se calentaba, se indisponía, existía un malestar general, ni me habitaba ni hacía parte del mundo, como si no perteneciera a él, mi espacio de convivencia se volvió mi cabeza, pensaba, maquinaba, inventaba, resolvía, todo esto acompañado de un cuerpo enardecido, desafiante, buscando explicaciones; lo más complejo de todo es que me quedaba pensando en lo siguiente: ¿y es que acaso no se dan cuenta que me están haciendo daño? Esta pregunta fue una clave importante que comencé a explorar, porque no solo en casa habitaba lo que me dolía, también afuera, en la calle, en el trabajo, en cualquier otro lugar, generando irritabilidad en cualquier espacio, así que decidí poner esto sobre la mesa en una sesión de coaching.

En esta sesión, definitivamente aparecía una rabia totalmente expuesta, pero con varios componentes inmersos en ella; en primer, lugar la víctima, esa que hacía creer que la esposa lo atacaba, que la hija lo desafiaba, que la familia lo perseguía para enseñarle a vivir, una víctima constante que creía que lo que pasaba afuera estaba confabulado para corregirlo, hacerle daño, castigar, temas que en el programa ABC de Newfield fueron tratados, siendo clave en el descubrimiento de mis emociones y sentimientos en el transcurrir de mi vida; en segundo lugar, algo que nunca había visto en mí, ya que me siento un hombre fuerte, con muchas herramientas para afrontar la vida, se puso al frente mío la resignación, esa que te lleva a vivir conforme con el dolor localizado en tu cuerpo, que te deja “cómodo” en el mismo lugar, aceptando la rabia como un estilo de vida, permitiendo que la víctima se plante en un lugar donde echa raíces y no se quiere mover, ese algo que venía preguntándome, que no sabía qué era, ese punto al que llega uno y no sabe cómo explicarlo, pues se le puso nombre y apellido, lo cual terminó de completar el boceto que hoy quiero exponer como tema de mi PIO (Proyecto de investigación ontológico). – Gracias Gustavo Martín por facilitar abrir este espacio –

Al salir de la sesión, generé una mirada muy diferente frente al tema, ya que no solamente aparecía una “inocente víctima”, sino que esta vivía conforme, resignada, casi con una dependencia o mutualismo con la rabia, que había aprendido a vivir con ella como parte de mi existir, así que definitivamente el espacio de coaching en donde encontré este tema, transformó por completo la forma como venía viendo lo que sentía, así que comencé a preguntarme ¿El trabajo con la rabia que había desarrollado, no había sido suficiente? ¿El haber viajado al pasado a reconocer y comprender que existió un niño maltratado, permitía hoy encarar de una manera más positiva y madura la rabia? ¿El exceso de fuerza y de injusticia trabajados, daban la oportunidad de comprender que los aprendizajes de estos dos maestros permitían desarrollar competencias de autocuidado y valor por el otro? ¿La rebeldía y la no conciencia de seguridad habían quedado claras y exploradas? ¿De verdad, había trabajado en lo que debía trabajar? Pues llegué a la conclusión de que sí hice un excelente trabajo, llegué a reconocer y revaluar lo sucedido, aprendí en una primera instancia que los recursos con los que fui educado no eran míos, sino de mis padres y que con ellos hicieron todo lo que les fue posible para entregarme lo mejor y, desde allí, que en mi adultez yo escogiera con qué recursos me quedaba, cuales cedía y cuales incorporaba para construir una mejor versión de mí, además de entender que solo había quitado el seguro de una puerta que se abría a infinitas posibilidades de ser un mejor hombre. Pude volver a ver ese niño temeroso, solitario e indefenso que aceptó una disculpa, un perdón y una compañía, que junto con el adulto, se encontraron con el joven que perdió un rumbo en las banalidades de la vida, buscando aceptación en grupos que solo querían vivir cortos espacios de vida al extremo, y lo tomaron de la mano para decirle que no estaba solo, que esa figura de víctima que asumía allí para justificar sus actos, fue útil para ese momento, era la forma de llamar la atención, de pedir que lo vieran, de la mano le decían que no tenía que avergonzarse, que estaba usando sus recursos aprendidos para seguir, pero que definitivamente no estaba solo, que el primer paso era aceptar lo que sucedía, que podía dejarlo a su lado y después de honrar esa danza con Dionisio, podía, como un todo, seguir adelante en su vida tomado de la mano con el adulto y el niño; así comprendí que esa unidad era la fórmula reconocida y colocada en un renovado Rafael.

Pero, después de evaluar que venía una rabia contenida, una rabia con dolor, pero con intenciones de hacer daño, una rabia no emitida, acumulada, no expresada, una rabia inconsciente que hacía daño físico, psicológico y moral hacia los demás, que solamente paraba una vez que toda la energía había sido descargada hacia mí mismo o hacia mi entorno, junto con una víctima que lo justificaba y validaba, apareció la resignación y allí, justo allí, fue donde me encontré en un nuevo laberinto, en una nueva encrucijada, donde a pesar de haber reconocido dos cosas muy importantes en mi vida, la tercera en conjunto con las otras dos, le daba un significado completo pero totalmente desconocido e incierto para mí; la mezcla de estas tres me volvía a parar en un escenario de incertidumbre y mucho miedo, pero con la firme intención -así llegue de nuevo el dolor y mucho más intenso para resolverlo-, de trascender y enfrentar el camino de poder ser un hombre mucho más completo, con más conocimiento de mí mismo y con la confianza y seguridad que hoy estoy anhelando.

En el mundo de hoy abundan casos de intolerancia infantil; a mí me pasa con mi hija, a pesar de haber recorrido este bello proceso, hay muchos profesionales con carencias emocionales grandes, personas con competencias increíbles que no desarrollan su potencial por tener rezagos de su pasado e historias vividas o contadas, que no les permiten trascender en su vida; en realidad ,existen muchas personas que pueden identificarse con la construcción de mí mismo que quiero crear, desarrollar y profundizar, así que con el esbozo que estoy comenzando a exponer, desearía poder aportar algo para que quizás volteen su mirada a que todo lo que llegue, aparentemente malo o doloroso en la vida, puedan resignificarlo y darle también su lugar positivo, pero la clave de lo que deseo poder mostrar ante ustedes, es que necesitamos de toda emoción para vivir y que realmente es posible abstraer lo mejor y lo peor de cada espacio para existir.

Introducción

¿Y si no me escuchan? ¿Y si no me ven?

Bueno, ¡acá estoy!

Es el tercer día de la segunda conferencia del programa Avanzado de Coaching de Newfield Consulting, Alberto Wang, instructor de Bioenergética, da la instrucción de golpear la cama o el sofá en donde estemos con las dos manos, y lo que comienzo a sentir es cómo una energía extraña y poderosa se apropia de mis brazos, una energía llena de rabia, odio, molestia, una rabia que si hoy puedo darle un nombre, podría decir a gritos que esta se llama “aniquilar”; doy el primer golpe y mis brazos están cargados, tienen sed de desahogarse; segundo golpe, este sale dos veces más fuerte que el primero, tercero, cuarto, comienzo a golpear como si nunca le hubiera pegado a algo, los cojines saltan, la tela se estira y encoje, apenas puede hacerlo, dada la velocidad con la que le pego a la cama, y es aquí, en la efervescencia de este movimiento que comienzan a salir unas lágrimas gigantes, cargadas, aglomeradas, llenas de un dolor que se había alojado allí por mucho tiempo, lágrimas liberadoras, dicientes, honestas, lágrimas que comenzaron a fluir con un sollozo fuerte de mi parte, que tímidamente insinuaba a decir ¡Basta!, ¡Ya no más! Lo siguieron los gritos que se podían escuchar en lo más recóndito de ese hotel, donde decidí alojarme para poder cerrar la conferencia, y ahí, en ese preciso momento, en el que en un mágico instante de mi boca salió con un grito exacerbado algo como: ¡Esta violencia no es mía!, así que a partir de este momento la fuerza, la rabia, la molestia, todo lo que me estaba empujando, cesó, frenó, se fue; la fuerza en los brazos radicalmente disminuyó y de un solo movimiento, mis brazos y cabeza cayeron a la cama, sin nada más que hacer; el trabajo estaba hecho, la violencia, golpes, maltratos, gritos y todo lo que había vivido de niño había sido expuesto, había salido a la realidad del adulto que, desde ese momento, declaraba: ¡Esa violencia no es mía!. Fue así como Ana Murillo, en el momento que se lo expongo en el espacio de compartir la experiencia, completa la frase, dejándola como una gran declaración de vida, ¡Esa violencia no es mía, la energía sí! Y quedo así, abierta y expuesta, amorfa y completa, pero iniciada, queriendo ser complementada con nuevas formas de explorar lo allí sentido, quizás desde ese momento comenzaron a generarse en mí nuevas oportunidades para verme y mostrarme, de encontrar en mi cuerpo nuevas corrientes de emociones y sensaciones que iniciaban un camino de compañía para entender un poco más cuál era ese dolor en mi existencia.

Inicio este relato con la frase mencionada y con esta experiencia vivida, ya que a pesar de haber sido encontrada en la mitad del programa realizado, es por donde me debo enfocar el desarrollo de mi Proyecto de Investigación Ontológica, ¿Cómo y desde dónde de niño, joven y adulto, me muestro ante el mundo?, ¿Cómo, desde los recursos que aprendí en este caminar por la vida, aprendí a hacerme visible? ¿Cuál era la necesidad de ser visible en la vida? ¿Por qué, si ya existía como ser, tenía que ser validado por los demás? Estas y otras preguntas que puedan surgir, tienen respuestas en las experiencias y relatos que les mostraré en este proceso y todo lo compartido, como la rabia, la tristeza, la víctima, el victimario, la resignación, la prepotencia, la arrogancia, la justicia, la injustica, todas ellas fueron herramientas útiles y muy bien afinadas para ser usadas como recursos defensivos, rutinas de defensa las cuales lograban generar algún tipo de visibilidad ante el mundo, alguna forma de llamar la atención, algún tipo de herramienta útil para poder moverme en la vida de extremo a extremo, en donde aprendí que así era más fácil actuar, estar presente, muy diferente al espacio a llegar hoy, a ese añorado justo medio, equilibrado, a un lugar en donde existe la compasión, la humildad, el amor propio necesario para poder entender y visualizar que una solución armónica y acorde a la situación, estaba en el hacerme cargo y actuar liviano en la vida, hacer lo que me generara tranquilidad mas no realizar lo más extremo posible para ser visto, para ganar un espacio el cual ya había ganado por haber venido al mundo y estar aquí.

Hay mucha tela por cortar, así que inicio por lo que ha sido lo más evidente que he encontrado en mí. en todo este proceso, y es la forma en la que me paro ante el mundo en el momento que se llega a generar, así sea un indicio de transgresión a mi integridad como persona, a mis emociones, a mi cuerpo, al ser constitutivo que soy; cuando veo que se va a generar o va a llegar un inminente ataque hacia mí, y un “ataque” puede ser un consejo, un comentario, un roce físico sin intención, lo comienzo a ver desde la defensa, desde el no dejarme “vencer”, lastimar; “ya ha habido mucho maltrato, algo más no es tolerable”; en cuanto eso aparece o se vislumbra, arranco inmediatamente a colocarme la primera armadura, a vestir a ese ser que se va a defender, ¿Pero desde dónde lo hago? ¿Desde dónde me paro para ejercer mi posible defensa?, bueno es aquí donde aparece el primer grupo de herramientas aprendidas, ellas son la rabia y el victimario estos dos compañeros de vida que me han acompañado por años, que han sido copartícipes de la construcción de mi vida, los cuales, consciente o inconscientemente, he utilizado en todos mis sistemas para abrirme paso, de buena o mala manera, en todo lo que he querido construir, y se me vienen a la cabeza las relaciones de amigos, compañeros de trabajo, familia, para mostrarme como el “fuerte”, el “malo”, el “dominante”, el que a los ojos de muchos sistemas es totalmente “completo” y no se deja vencer. Hoy me doy cuenta que eso solo trae dolor, incertidumbre, agotamiento físico y emocional, estar siempre a la defensiva, con herramientas poderosas, pero a su vez desgastantes, tiene un alto costo, el costo que he pagado de sentirme, después de esos momentos de alta efervescencia, la víctima de lo que ha sucedido, el “pobrecito”, el que genera “lástima” por lo que le sucedió, el que está “triste” y “dolido” y de una u otra manera, llama la atención de nuevo, pero para que lo acompañen y vean por qué ha sido el más perjudicado de todo lo que ha sucedido y ha hecho; lo peor de todo esto es que me acompañaban en ese “dolor”, validándome aún más esa víctima mostrada; qué gran forma de moverme en la vida, es muy poderosa, atrae gente, acumula lastima, pero hoy ya no es un recurso, no lo veo como válido. Así que con esto descubierto, esto que describo acá, que es un ciclo continuo, constante, que lo veo en diferentes sistemas, lo he adaptado perfectamente, porque funciona, la tristeza y estar parado desde la víctima intenta “ocultar” el gran daño cometido por la rabia, la violencia y la fuerza con la que me he parado para defender mi lugar, mi postura, mi integridad.

Pero justo aquí, donde ya hay un resultado importante de lo cometido, es donde aparece algo más, algo mucho más fuerte y perjudicial, aparece una sutil pero bien llamada “resignación”; comienzo a ver lo que hice, cómo me dolió, y cómo le dolió a los demás, cómo hice daño, transgredí, pasé por encima de los otros, logré hacer en los demás lo que no quería pasara en mí, y acá me pregunto ¿Realmente estaba defendido mi integridad, o quería lastimar la del otro para que la mía no fuera vulnerada? ¿Habrá un costo asociado de dañar al otro? ¿Cuánto daño llegaba a mí de esas acciones? ¿Cada vez que generaba daño, parte de él regresaba a mí?¿El primero atacar y luego justificar, fue la rutina constante aprendida desde niño que fue utilizada en mí?, y la respuesta a estas preguntas está clara y es un sí rotundo a todas, atacar en mi está estructurado, fue lo que aprendí, para evitar que las cosas se desborden, ataco, aniquilo, reduzco totalmente, no hay cabida para negociar, revisar un punto medio, permitir que exista por lo menos un dialogo, poder construir un trasfondo compartido de inquietudes; no, eso no existe, solo existe el no dejarme vulnerar, ¿Fuerte no?, pero es más fuerte el verlo, reconocerlo, entenderlo y hacerme cargo, y eso es lo que estoy haciendo, pararme desde el hombre que soy hoy, el adulto, el papá, el hijo, esposo, gerente y ser de sociedad que puede, desde un inicio, pararse ante el mundo desde la responsabilidad de saber anteceder la rabia y colocar la razón, el cuerpo y la emocionalidad adecuadas para responder responsablemente a la posible situación de agresión, ¿Qué si tiene que haber fuerza en esta postura?, claro que sí, pero no desde la violencia, desde la gran energía que tengo para, sinuosamente, expandirla o contraerla según sea necesario, sin necesidad de explotar inmediatamente; gran aprendizaje que llevo incorporado por estos días.

Para finalizar esta experiencia, estructura o molde de movimiento ante diversas situaciones, me paraba al final desde el arrogante, el que dice “esto es lo que hay y así soy yo”, sin reconocer o dar cabida a mostrar un poco de arrepentimiento; esto, definitivamente, gatillaba el dejar el problema atrás, justificándolo, cerrándolo y dándole el espacio para olvidarlo, algo que hoy, en mi nueva forma de ver, ya no es una opción; el guardar, esconder y olvidar situaciones de maltrato fue lo que me llevo a construir este perfil unitario de comportamiento, esto ya no sirve, lo que sí sirve es una postura conciliadora, de alta escucha, que permita construir trasfondos compartidos de obviedad en donde todo interlocutor aporte, sea parte, ayude, acompañe y permita construir en vez de destruir.

Entrando un poco en la víctima que aparece después de atacar, identifico otra armadura súper poderosa que se vestía de dolor y lástima, esto aliviaba a la víctima, muchas veces fue copartícipe de momentos en donde los ojos no estaban puestos hacia mí; acá lograba llamar la atención y esto lo conectó, de manera muy intensa, con el no poder hacer uso de herramientas mucho más poderosas y válidas para estos espacios, y era darle cabida a la ternura, el amor, el apropiarme del calor que tengo para dar y para darme; siento que es más fácil de esta manera, pero reconozco que esto no era fácil que lo viera, porque justamente, a pesar que tuve unos padres amorosos y que con sus recursos lograron generar una gran educación hacia mí, este espacio de amor, comprensión y calor de acompasar fue lo que en algún momento de mi vida sentí y vi como una ausencia, así que era más fácil caer en el extremo de la víctima, en el cual entregaba mejores resultados, y tengo muchos ejemplos en la vida: en el trabajo, en el colegio, inclusive con mis amistades, podía fácilmente entrar en esa forma de ser y lograba mi cometido, estar abrazado, acogido, vinculado, el ganarme un espacio, pero desde un lugar incómodo, que al final de cuentas también es una postura arrogante, porque eso que intentaba, con la rabia de minimizar al otro, de hacerlo chiquito, lo dejaba expuesto y vulnerado; esto era precisamente lo que se generaba en mí, sabía que a las víctimas también las protegen y las acompañan, y otra vez aparece la fuerte tendencia de ir a los extremos, de conocer profundamente cómo caer muy bajo y cómo elevarme hasta donde quisiera, pero a mis ojos, desde emocionalidades fallidas y poco estructuradas que dieran un resultado real a la solución de vida que buscaba.

Quisiera recoger lo expuesto acá con algo que me ha dado muchas vueltas últimamente en la cabeza, dado que en mi ámbito laboral se ha evidenciado una fuerte y rotunda competencia por mostrarme y anular al otro, estar presente y dejar de un lado lo que el otro diga, ubicándome en la situación de afectado y no consultado para, de igual manera, deslegitimar lo que otro haga, anulando la capacidad de construir en equipo, algo que he expuesto en mis últimas sesiones de coaching y que, si lo analizo como un todo, puedo armar una gran unidad con todo lo que he venido comentado.

En esas ganas de ser el mejor, de ir por la vida con la arrogancia de eliminar, anular, lastimar y defenderme, cuando llega un crítica o comentario sobre lo que hago – de nuevo llega el espacio donde siento que están vulnerando mi lugar –inmediatamente comenzaba a justificar los errores del otro, atacar sus incompetencias, justificar su falta de hacer las cosas, bien entrando por cualquier punto para no pararme desde la responsabilidad y también aceptar mis errores; esto, claramente me llevaba al límite de ser grosero, violentar, transgredir y eliminar al otro, hacerlo pequeño; al final de todo esto, y sabiendo que me había equivocado, me iba a justificar lo sucedido por cómo fue la aproximación del otro, mas no como yo lo había realizado – y llega de nuevo la víctima con dolor, tristeza y miedo -, al haber conseguido el objetivo de justificar mi error y habiendo eliminado al otro, aparece la arrogancia, prepotencia, el que ahora aparecía con el pecho adelante, con la cabeza erguida y la moral en alto, pero sin darse cuenta que había dejado atrás a otro ser humano, lo había menos preciado y no validado como quedaba, construyendo en las directivas de la empresa la noción de conflictivo, competitivo y poco proximal a los clientes desde una forma más amable, constructiva y más orientada a conciliar – mi amigo el justo medio, el equilibrio que he venido reconociendo -.

Siento que, con este breve, pero elocuente ejemplo, aparece la situación desde una perspectiva opuesta, comienzo a buscar los recursos necesarios para moverme y logro mi cometido de una manera u otra, pero con las pérdidas asociadas al caso. Si voy a otros sistemas, sucede de la misma forma, es más lo que he perdido que lo que he ganado con esta forma de ser, pero rescato que en este proceso los ojos de este observador están abiertos, viéndolo, reconociéndolo, me estoy haciendo cargo y ya no me excuso, tengo ahora la capacidad de parar y mirar la situación con los ojos bien abiertos, escuchando al otro y viendo, con una amplia mirada, el todo de lo que pasa, estas tres visiones están complementando la situación, permitiéndome usar los recursos adecuados en cada momento.

¿Y qué falta hoy para hacerme responsable por completo de esta estructura creada en el tiempo? ¿Cómo puedo ahora pararme de modo diferente, reconociendo mi sombra, mis incompetencias? ¿Cuál es ese hilo que me permitirá guiarme por el laberinto de la rutina existencial, para salir a la luz de la realidad? ¿Cómo salir de esa habitualidad a la versatilidad?

Además, y desde este nuevo espacio. ¿cuáles serán las nuevas actitudes y competencias a utilizar para afrontar mejor las situaciones que seguirán ocurriendo en la vida? ¿Con estas competencias adquiridas, cuál será mi nueva postura ante el mundo? ¿Y con esto nuevo, a dónde quiero llegar?

Dejo abierto este espacio de indagación para desarrollarlo en el camino de este trabajo, espero dar respuesta a estas preguntas una vez haya recorrido en profundidad esta estructura expuesta, identificada, reconocida y hoy valorada, pero con la firme intención de darle un rumbo de desarrollo diferente.

Así que acá inicio este viaje por cada una de las situaciones que me llevaron a reconocer esta estructura de coherencia que fue construida a lo largo de mis treinta y cinco años. En este camino se podrán encontrar experiencias de vida que marcaron, con sello propio, cada una de las definiciones mencionadas, las cuales desarrollaré de ahora en adelante. Espero que lo compartido aporte, de alguna manera, en poder evidenciar en quien lea mi escrito, alguna parte de su sombra que desee reconocer como propia.

Capítulo 1. La Víctima y el Victimario, una entrada al Resentimiento desde la Rabia.

Uno de los caminos para reconocer e identificar cada una de las emociones y sentimientos vividos es el indagar un poco en situaciones de mi existencia, en donde he actuado y operado desde cada una de ellas, permitiendo así ahondar en todo lo que me sucedía y a qué conclusiones llegaba; es por eso que, de ahora en adelante, les mostraré eventos de mi existencia en donde encontré cómo este ser humano se constituye en el ser que es, con sus luces y sus sombras. Me parece importante resaltar que los hechos relatados no tendrán una cronología definida; haré un recorrido sinuoso desde el final hasta el inicio, desde el inicio a algún punto medio y así, iré poco a poco, de un lugar a otro, relatando todas las experiencias posibles.

Inicio este espacio desde el tiempo presente, desde mi rol como gerente de ventas con una clienta de una empresa colombiana; con esta mujer, desde que comenzamos la relación laboral, hemos tenido varias diferencias en cuanto al método de trabajo que ella realizaba y el que yo venía acostumbrado a generar desde otras industrias, el que yo esperaba de su parte para representar la empresa en el país, adicionalmente el rubro en el que nos desempeñamos demanda tener un conocimiento, si bien no muy técnico, sí intermedio en algunos temas, en donde la asesoría al usuario final es vital al momento de vender un producto. Antes de continuar con el relato, me quedo pensando en que nunca alineé mis expectativas con esta persona, simplemente asumí que, por estar en el cargo y por hacer parte del rubro, sus conocimientos y destrezas ya estaban adquiridos, y me pregunto ¿por qué asumo que los demás tienen un conocimiento parecido al mío?¿Quizás desde mi preparación como profesional y con la experiencia que he adquirido a través de los años laboralmente hablando, siento que si los demás no están a mi nivel no pueden hacer algo? ¿Será que esta es la primera muestra de arrogancia? Pregunto esto, porque me quedé en que fue obvio para mí que si pertenecías a este rubro, debías saber y conocer la parte técnica; además, comienzo a recordar frases de mi madre sobre la preparación que uno debe tener en la vida, no sé si las dijo o no, pero escucho en mi interior algo así como: -Sin preparación no eres nadie -Si quieres que te respeten y te vean bien, debes tener un buen conocimiento – Como te ven, te tratan- Interesante encontrar esto que se grita dentro de mí cuando hago estas preguntas, inclusive comienzo a sentir escalofríos, pareciera que son mandatos obligatorios de vida para ser o pertenecer, como si en esto se perdiera la vida, además de aparecer un pequeño susurro de inferioridad, uno escondido detrás de esa rabia reconocida y expuesta, curioso descubrimiento.

La situación que se desarrolló en su momento fue una llamada que ella me hizo para hacerme tres reclamos, el primero, que ella, como mi cliente, no tenía por qué soportar mis comentarios fríos y poco profesionales cuando se hacían consultas técnicas; además, que sentía que de mi parte habían mejores respuestas para sus clientes que para ella misma, sumándole que mi actitud hacia ella era desafiante, inclusive grosera y descalificadora. Debo mencionar que, desde que vi que me estaba llamando, antes de contestarle, inmediatamente sentí una molestia gigante, un malestar y una rabia inmensas, porque de verdad no tolero ni un poco a esta mujer; a mi juicio, siento que es muy poco profesional, sin interés por querer aprender; además, la veo con una prepotencia desmedida, en donde el mundo debe girar a su alrededor, sumándole que no es colombiana, es peruana, y allí hay un contexto cultural significativo que hay que tener en cuenta, y es cómo la mujer peruana se para ante los negocios y cómo ellas ven a sus clientes y proveedores; existe una cierta exigencia, esta es muy alta hacia las empresas que las proveen, porque debemos estar atentos en cualquier momento a sus necesidades, y esto es claro y lo entiendo; afortunadamente, he trabajado toda mi vida en multinacionales, donde el contacto con otras culturas ha estado presente, pero nunca me había encontrado con una persona que sacara lo peor de mí, constantemente. Siento, relatando esto, que veo en ella muchas veces mis defectos, veo la prepotencia, el orgullo, la fuerza para descalificar al otro, pero, sobre todo, veo la víctima, esta es la que desata en mí una potente llama de ira y rabia que me es difícil de controlar, existen inclusive pensamientos de aniquilar, matar, quitar la vida de esta persona – lo describo así porque así lo siento, pero en la realidad no sería capaz de salir a aniquilar a una persona - Son sensaciones que me ciegan, me hacen perder el centro y caigo en todo lo que ella describe como reclamos, así que, siendo honesto, sí he sido así con ella.

Y me detengo un poco acá para entender todo lo que acaba de ocurrir; antes de poder siquiera pararme desde el escuchar al otro, aparece una preparación para ser el primero, competir, “mostrarme” inmediatamente en lugar de abrir la oportunidad para apoyar y colaborar con los demás, como si yo, al no estar adelante de todo, no validara ni permitiera que ellos existieran, primer paso para comenzar a vislumbrar ese gran espacio de trabajo de ser reconocido; además, me llama poderosamente la atención la cantidad de descalificativos usados para disminuir a su mínima expresión al otro, dejarlo indefenso, con pocos recursos para ser, juicios que si bien en su momento no fueron fundados, abren la posibilidad de comenzar a mirarlos de la manera más responsable y adecuada posible, empezar a fundamentar los juicios contrarios, quizás así pueda abrirme mucho más fácil a entender al otro.

Cuando ella terminó de hablar y de darme a conocer sus reclamos, comencé a desbaratarle, uno a uno, sus puntos de vista y a pedirle evidencia de lo que decía; cuando hablaba de pedir información técnica, le mencioné que teníamos muchísima información disponible y abierta a ella, para que antes de llegar con una pregunta a nosotros como empresa, pudiera buscar y conocer de su mano lo que necesitaba; inclusive en esta época de pandemia, realizamos muchísimos videos y presentaciones que grabamos para que los clientes puedan conocer muchísimo más fácil todo lo relacionado con nuestros productos, pero su respuesta fue que yo, como proveedor, no tenía por qué mandarla a buscar algo, si mi obligación era tener que darle la información, ponérsela en la mano, dado que sabía que estaba en lo que habíamos construido, pero que solo era un pregunta puntual. Acá debo mencionar que sí creía que estaba centrado para no caer de nuevo en ser grosero; con este comentario, ya me salí de cualquier momento de concentración, el que me dijera que tenía que hacer lo que ella decía, inmediatamente prendió una llama, un incendio en mi interior que solo auguraba que lo que iba a seguir como conversación iba a terminar muy mal; advertí esto y lo que hice fue guardar silencio en el instante, me comenzaron a sudar las manos, apreté los dientes, me dio muchísimo calor, estaba lleno de ira, rabia, solo pensaba en lo floja y poco recursiva que era esta persona, pero me aguanté lo que más pude y allí me quedé, callado.

Sigamos indagando un poco la situación; nace la gran rabia habitada por mí cuando ella me dice qué tengo que hacer, y aquí hay que poner atención a esto, ¿Qué siento cuando alguien me dice qué hacer? ¿Qué pasa por mi cabeza? ¿Qué pensamientos llegan a mí? ¿Qué postura corporal tomo frente a este tipo de actos? ¿Existe un irrespeto a figuras de autoridad? ¿Qué de mi historia, me hace moverme tan rápidamente a la reacción del silencio, del recogerme, de alistarme a no hacer ni entender? Bueno, no es tan difícil de responder todo esto, siento que nace de mis padres y su intención de no permitirme vulnerar su autoridad, cada vez que tomaba alguna iniciativa, de pequeño o de joven, esta podría ser ejecutada, siempre y cuando fuera validada y aceptada por ellos, pero ¿cuál es el límite de este espacio? ¿La libertad de ser se ve coartada por la decisión de otros? ¿Cuántas repeticiones de este suceso tuvieron que suceder para que se instaurara una “rebeldía” a la autoridad? De tantos momento de no tener respuestas frente a mis propios espacios en su momento, “simples”, comencé a evidenciar que no tenía un lugar de decisión, que dependía de otros, y la primera reacción era quedarme quieto, recogido, expectante, pero con la cabeza maquinando, analizando y revisando el momento oportuno para tomar mi propio camino, mi propia decisión; esto trajo consecuencias profundas en mi adolescencia, fue el nacimiento de un enfoque único visto en mis padres y adoptado por mí para dejarme ir por la vida, algo que, como verán, no fue muy útil.

Cuando le pedí argumentos sobre las respuestas que yo le daba a los clientes, más elaboradas que las que le daba a ella, de nuevo le indiqué que necesitaba ejemplos y volvió a tocar un tema que ya habíamos hablado hace bastante tiempo; antes que terminara, la interrumpí y le dije: “Por qué tenemos que repetir este tema, ya lo habíamos hablado y habíamos llegado a conclusiones de cómo manejarlo, pero creo que, como siempre, no se escucha lo que digo”. Y bueno. acá desaté la furia que ella tenía también contenida, se paró desde la víctima, subió el tono de voz y tomó el recurso que me había dado anteriormente, del porqué su cliente exigía mayor atención, y aquí perdí el control, subí la voz, saqué los ojos de órbita, mi cabeza se llenó de sangre, el calor aumentó y comencé a mencionarle que llevaba dos años trabajando con ella, que habíamos viajado muchísimas veces alrededor del país, capacitando a los clientes, en donde ella había estado presente en infinidad de presentaciones, en las cuales he repetido mil y una veces la misma información, pero en todas las ocasiones ella no ponía atención, si no que se centraba en el celular o se salía a hacer varias cosas, demostrando que no le interesaba aprender, que quería todo a la mano y que a mi forma de ver, todo en la vida no era así de fácil.

Quiero parar acá, porque necesito puntualizar en lo que se vino a mi cabeza escribiendo esto, nace en mí una sensación de carencia de que las cosas no se consiguen tan fácil, hay que luchar por ellas, de mi parte ha sido súper difícil llegar a donde estoy, ganar el reconocimiento, ser visible ante el mundo… Fuerte descubrimiento, siento nostalgia y dolor al escribir esto, se acercan algunas lágrimas, me pasan escalofríos y solo pienso en todo lo que he tenido que hacer para poder estar donde estoy, casi perder la vida llegando acá, saliendo de momentos difíciles, tener que salvarme para estar en el aquí y en el ahora, y aparece una persona pensando que solo con un comentario cree que voy a darle todo, como si fuera tan fácil; encuentro que, cuando alguien me pide que le dé algo sin esforzarse, sin tener que antes buscar y poner su atención e interés en hacerlo, caigo en una molestia profunda, porque siento que no lo merece; hay que sufrir, esforzarse para lograr lo que se quiere.

Solo fue un párrafo de descripción de un suceso con esta mujer y aparece una carencia grandísima del pasado, la cual rompe totalmente mi forma de pararme frente al mundo ¿Por qué debo abrirme en todo lo que he vivido para ponerlo al servicio del otro, sin obtener nada a cambio? Pero acá debo ser honesto, si gano y mucho, aporto a los demás, doy espacio a la sociedad para que se nutra de lo que hay en mí como experiencia de vida, le doy a otro ser humano la posibilidad de llevar un aprendizaje que yo tuve con el tiempo y con muchas otras situaciones; me abro a los demás, cierro la ventana del individualismo y paso de luchar a aportar, a disfrutar el poder entregar lo que soy y merecer el reconocimiento por eso, se abre la puerta a crear equipo, a marchar en grupo por un objetivo mayor, y aquí, en este espacio construido con muchos más coequiperos, puedo pararme y ser observado ante el mundo desde un lugar más asociativo, que ser la estrellita del firmamento que se instauró en mí y debería ser.

Debo mencionar que estoy impresionado con esto que escribo, ¿los aprendizajes de vida deben llegar con esfuerzo y dolor?, ¿todo en la vida debe ser luchado o se puede conseguir de una manera más pacífica y constante, sin tener que pelear para lograrlo?, ¿debo ser juez de cómo llegan los demás al resultado?, ¿tienen los demás que sufrir y esforzarse para llegar a donde yo llegue?, ¿por qué le traslado mi dolor de aprendizaje a los demás?, ¿es una compensación que busco de parte de ellos para sanar mi dolor?, son preguntas que me hago generando la reflexión del porqué trasladar mi historia a otros, mis dolores a los demás, aquí hace sentido el justo medio que mencionaré en un diagrama que será mostrado más adelante, Si, dando una respuesta a lo que preguntan los demás, sin generar en mí ninguna molestia por hacerlo, se soluciona el tema, ¿por qué tengo que llegar a la molestia y el dolor para responder? Concluyo que estoy buscando una compensación innecesaria, los demás no tienen por qué vivir ni sentir lo que viví, cada uno tiene sus aprendizajes, de nuevo, es importante construir la capacidad asociativa, ser visible ante el mundo con los demás no solo yo.

Ya la conversación estaba tensa, aireada y con un tono muy alto, así que como conclusión de mi última respuesta, volvió a su tercer reclamo, en donde me decía, “Si ves, acá está la grosería, la falta de respeto, ¿Se te olvida que soy tu cliente?”. Yo ya no tenía cabeza, estaba pensando con las vísceras, con las tripas, mi cerebro reptil solo quería hacer daño, maltratar, me salí totalmente de mí, y mi respuesta fue, “Cómo no quiere que me ponga así, si lo que usted quiere es que todo se le dé como quiere, solo veo en usted una flojera para hacer las cosas y no aprender”. Esta fue la gota que derramó la copa, ella comenzó a decirme que cómo una persona que llevaba tanto tiempo creciendo como profesional, que había pasado por tantas empresas, que tenía la formación y el cargo gerencial que yo tenía, era capaz de permitirse hablar y responder como lo hacía, que yo era un afortunado de la vida por estar donde estaba y antes debía agradecer por tener la oportunidad de trabajar donde trabajaba; era claro que todas estas palabras venían de su carencia, de lo que ella veía quizás como carencia propia, pero el tono en que lo decía para mí, venía desde la víctima más abusada que hubiera existido. Así que, de parte y parte, ya no había razón en cada respuesta; esto fue un vaivén de respuestas ofensivas, defensivas e hirientes que se extendió por varios minutos, llegó un punto en donde literalmente me cansé, me aburrí, me quería ir, colgar y no tener que escuchar más todo lo que sucedía, así que le dije, “Mire, sabe que, dígame ya todo lo que necesita, todo lo que quiera que yo haga y lo hago sin decir una palabra, no me interesa entrar más en esta conversación, si lo que quiere es que yo haga lo que usted quiera, pues así lo haré, pero no más con esto”. Aquí, esta señora enloqueció con sus comentarios, comenzó a decirme que si es que yo no entendía lo que ella decía y lo que pedía, la verdad fueron un montón de comentarios que siendo muy honesto ya no escuche, borre de mi ese espacio, lo anule, desde mi última frase ya no me intereso escuchar más, ya me había rendido, la propuesta que hice, grosera, desafiante y poco profesional a mi parecer, era la última que iba a aceptar así que guarde silencio por un buen espacio de tiempo y cuando termino de hablar, volví y le mencione, “Desde hoy todo lo que pida y solicite lo hago, no tengo más que agregar, ya estoy cansado de esta conversación”. Viendo esta mujer que yo no iba a hablar más, lo único que pudo decir para cerrar fue, “Tranquilo, que ya sé con quién es que me estoy relacionando”. Me sonó a amenaza, pero ya no tenía más fuerzas para seguir conversando, así que lo que hice fue tirar el teléfono.

¿Qué se puede decir de todo esto? Bueno, nada más y nada menos lo mismo que he venido comentando anteriormente, una gran dificultad asociativa para ganar junto al otro, si no soy yo delante, ninguno de los dos va, o me muestro solo o nadie se muestra, ¡Fuerte!

Me tomé un momento para respirar sin recobrar el aliento, me sentía agotado, sin energía, derrotado y con una sensación de rabia contenida, pero sin fuerza para sacarla, inclusive con unas ganas inmensas de llorar, había perdido, me había dejado inestable, le había dado lo que siento que ella quería, así que yo había sido derrotado.

Y miren esto tan interesante, “había perdido”, “había sido derrotado”, ¿cuál era la lucha?, ¿hay que pelear siempre por cualquier cosa que llegue a la vida?, ¿es la rabia el camino a tomar? Es interesante encontrar lo que sucede con el exceso de rabia, nace el agotamiento emocional, la “derrota”, un paso claro a ser la víctima, como si aquí comenzara un camino de esconderme a no ser, a esconderme dentro del caparazón, a no volver a salir, ¿Vuelvo a esconderme y seguir planeando que hacer? ¿Me escondo detrás de un caparazón de dolor para maquinar algo en contra de otros?

Ese día acabó ahí para mí, no pude volver a concentrarme ni poder volver a seguir trabajando, el sentimiento de derrota era inmenso, pero es importante reconocer que toda mi energía se había ido, permití que alguien me robara la paz.

De este espacio rescato cosas muy valiosas que fui agregando en el transcurso que lo relataba y como el primer boceto de mi estructura de coherencia que desarrollé en mi camino de aprendizaje cobra más sentido, voy a exponerlo tal cual siento que aparece en este espacio pero siento que puedo organizarlo mejor dadas las reacciones que nacen desde ser la víctima o el victimario, pero es un boceto diagramado acorde a lo que me sucede, inclusive terminando de escribir esto, estoy agotado, cansado.

Aprendí en mi vida por mi formación en colegios religiosos y militares, además de crecer con una mamá muy estructurada y ordenada, que los diagramas y sus recorridos permitían definir un proceso de alguna manera, darle forma a lo que sucedía, fue así que en mi necesidad de entender todo lo que había encontrado, fue que construí el primer boceto de cómo operaba yo en el mundo. ¿Será que su funcionamiento sí es tan cuadriculado y exacto? ¿Se puede definir el comportamiento del ser humano en cajitas, acciones y consecuencias? Vamos a ver.

Figura 1. Primer boceto de mi estructura de operación en la vida

Después de la segunda conferencia del programa Avanzado de Coaching de Newfield Consulting y habiendo habitado constantemente la emocionalidad que se generó después del primer centramiento – espacio de concentración y propiocepción, casi una pequeña meditación – que realizó Alicia Pizarro en donde teníamos que abrazarnos y mecernos – Claves importantes en el desarrollo de este trabajo, el amor propio y la compasión –, comencé a conectar mucho con el trabajo del Proyecto de investigación Ontológica y me puse a diagramar lo que había construido hasta el momento, de ese ejercicio nació la figura 1.

En el camino de la Certificación encontré que La Rabia y sus acciones son detonadas cuando soy vulnerado o inclusive, agredido; muchas veces esta agresión a los ojos de otros no es tan fuerte como para justificar mis acciones, pero para mí es una agresión directa al ser que soy, así que inmediatamente esta sale y se dispara sin filtro alguno, por lo tanto cuando mi ser es visto de una u otra manera, en la mayoría de las veces negativo, inicia el proceso que he evidenciado - quiero incluir que el origen probable del ser visible, de querer que me vean, del ser importante y vinculado, viene de mi familia, mi núcleo familiar, papá, mamá, hermana y sobre todo de mi niñez, de alguna u otra manera quizás aprendí a llamar la atención para ser visible, y por eso cuando vulneran este espacio tan difícil de encontrar en el pasado para mí, se genera una agresividad enorme que dispara lo que siento que es la rabia para mi hoy en día – Esto que menciono tiene un espacio rico de entendimiento, pareciera que fue instaurado un sentimiento de inferioridad, de evidenciar que se podría generar algún tipo de abuso para aprovecharse de mí y desde acá es que se gatilla la rabia como mecanismo de defensa. Todo inicia cuando este ser visible al mundo sufre algún tipo de violación a su espacio o simplemente no es visto por los demás; debo llamar la atención y para esto inicio un proceso de escoger cuál rol juega mejor el papel para iniciar, cuál es más útil y necesario para la ocasión, así que inmediatamente me vuelvo víctima o victimario, asumo el rol con naturalidad y fuerza; si soy victimario, soy el villano, el prepotente el grosero, intimidador, el que pone el cuerpo fuerte, desafiante, los ojos salen para enfocar al “enemigo” a quien hay que agredir, inclusive noto una fuerza importante que va en las manos, a los puños, para mostrar un indicio de ataque, y aparece quien quiere competir, no asociarse ser el único.

Pero cuando la situación lo amerita, sale la víctima, el del cuerpo flojo, de mirada baja, de ánimo decayendo y con una actitud de tristeza y resignación que genera lástima o dolor.

En estos dos estados nace en mí una sensación, o de injustica hacia mi o de justicia a buscar de mi parte; los dos buscando la manera que con las consecuencias mencionadas pueda ser visible de alguna forma, así es que este ciclo se repite y se repite hasta que soy visible, me ven con miedo y, por consecuencia, hay temor hacia mí, o me ven con lástima, hago sentir culpable al otro para que venga y me vea, que esté a mi lado.

Este es el proceso que llevo desarrollado hasta ahora, buscando opciones para que esta conducta tenga un desarrollo diferente, he notado que hace falta en mí “compasión” para no tener que entrar en estados coléricos que hagan que mi ser se sienta como se siente, esto conectado con “El Amor Propio” ese amor que me va a permitir no buscar ese reconocimiento por fuera, el que me permitirá reconocer que conmigo mismo en muchas ocasiones, basta y sobra para sentirme acompañado y feliz, el que puede acompañarme y estar a mi lado para evitar entrar en ese ciclo doloroso, además de entender que hay caminos asociativos, de compañía apoyo y colaboración mutua, el estar y hacer todo solo no traerá una ganancia importante y rica en la vida como lo puede hacer el trabajo en conjunto, el justo medio.

“Humildad” para reconocer que no debo ir al extremo de sacar, o la rabia completa que explota y se desborda o entrar en un estado profundo de dolor, tristeza y silencio, que a veces agobia y duele más que la fuerza desmedida y aquí entra uno de los nuevos descubrimientos que comienza a ser muy partícipe en el proceso de encontrar mi grieta existencial, el llegar al fondo del laberinto y es el poder conocer e identificar el Justo Medio de las cosas, poder recorrer los matices que todas estas acciones tienen, ir a cualquiera de los extremos es muy fácil para mí, pero poder encontrar el momento, el espacio, la conclusión, el resultado que vincule todos dos extremos es algo a comenzar a reconocer y evidenciar pronto, ¡aquí voy!.

Después de haber analizado el evento ocurrido en mi vida laboral y haber construido una posible forma de operar ante el mundo, siento que es importante analizar estos descubrimientos con una nueva experiencia, pero esta vez en el sistema familiar, en mi núcleo principal de vida, es así como les relato un nuevo espacio de descubrimiento en mi camino a reconocer mi grieta existencial.

Desde hace ya tres años tengo la fortuna de ser padre, en realidad añoraba mucho este momento, lo esperé con muchas ansias; a veces pensaba en que fuera un niño, para que pudiera compartir conmigo y no repetir la historia que viví con mi padre - esto ha sido algo que me ha acompañado por muchos años, inclusive entré al ABC (Art of Business Coaching) con la firme intención de ser una mejor versión de mi para mi bebé - pero eso lo solté rápidamente en el embarazo de mi esposa y solo pedí que llegara el mejor ser humano a nuestro hogar, y así fue, nació Salomé, mi precioso significado de vida.

Desde que ella estaba de brazos, pude notar la fuerza con la que ella venía al mundo, desde ese momento se notaba su temperamento, cuando no le gustaba algo, lo reclamaba con fuerza, gritos, incomodidad, se hacía sentir y lo hacía notar a los demás; debo confesar que desde esos momentos iniciales me comenzaba a dar un poco de miedo que su carácter fuera muy fuerte e indomable, claro que esto lo veía más en mí que en ella. Y acá me quiero detener un poco, porque me hace reflexionar sobre algo que he conversado varias veces en mis círculos sociales, y es que mi hija viene a vivir su vida, a cometer sus propios errores y disfrutar el mundo de la manera que ella quiera; proyectar mis experiencias, pasado y dolores en ella, nunca ha sido ni será sano, así que aquí encuentro una parte que podría deslegitimar del miedo que me genera que ella también tenga temperamento fuerte y determinación por vivir.

Este tema del carácter, la fuerza y demás cosas descritas me hacen un ruido muy grande, ¿Qué estoy viendo de ella reflejado en mí que lo llamo como lo llamo? ¿Por qué a un ser que apenas acaba de llegar al mundo le doy los calificativos que menciono? ¿Cuál es la necesidad de estar definiendo en cada instante la personalidad de otros? ¿Hay posibilidad de solo fluir y dejar que ella misma me muestre quién es? Sería importante permitir que los demás vivan, se desarrollen, crezcan y se permitan ser; no hay duda que con el primer hijo salen todas las carencias del niño que fuimos, pero no hay cabida para que, desde el momento cero, esté yo como padre definiendo quién es ella, es por eso que la mejor herencia que puedo darle desde hoy, es que pueda fluir con lo que ella apropie, acompañando el camino con mi experiencia de vida.

Al pasar del tiempo se evidenció esto, mi amada hija tiene un temperamento fuerte, existe muchísimo fuego en ella, lo cual debo confesar que me encanta, en el sentido que para habitar en este momento de desarrollo del mundo, a mi juicio, se necesitan personas con determinación, fuerza, que tengan criterio en la vida y puedan tomar decisiones bajo la presión de la forma de vivir actual, pero lo que está claro es que siento que es mi responsabilidad poder mostrarle una de las incompetencias más grandes que tengo hoy en día y es poder llegar al justo medio del manejo de toda la energía que tenemos disponible, para actuar en la vida, reto interesante y fuerte que tengo por delante.      

Hago esta previa introducción para describir un poco a mi hija desde mi mirada, - significa que lo mencionado puede que sea diferente a los ojos de otros - el contexto desde donde me he movido y los componentes existentes para la situación que me sucedió.

Salo es niña tierna, amorosa y muy consentidora, son más sus cualidades hermosas, las cuales amo y reconozco en lo más profundo de mi ser, pero desde que Salo cumplió dos años, en ella comenzaron a aparecer brotes de mucha molestia, pataletas constantes, gritos indomables, un temperamento fuerte para rechazar cosas que no quiere, en fin, todas las características que describen los famosos terribles dos años; desde ese momento no ha sido fácil poder convivir con lo que a ella le sucede, me he dado cuenta que los gritos, pataletas, desafíos y demás cosas que ella nos realiza, a mi esposa y a mí, en medio de todo son sanos y permiten que lo que esté sucediendo en ella se libere, salga, no se quede reprimido y pueda tener un curso tranquilo, ser expulsado. Cuando veo a mi hija haciendo eso pienso en ¿por qué nosotros los adultos no podemos hacerlo también? ¿O se ve mal que lo hagamos? Gritar, patalear, llorar sin control por un espacio de tiempo, lamentar lo que tenga que lamentarse, en fin, todas estas manifestaciones liberadoras y sanadoras, a mi forma de ver, nos son reprimidas, juzgadas por la sociedad y castigadas en el momento que son vistas ¿Acaso este es el inicio de la represión en el ser humano? ¿El que no podamos liberar o canalizar adecuadamente nuestras molestias hace que las carguemos y acumulemos generando molestias mucho más grandes? ¿Cuál es la definición de la sociedad de liberar, solamente hablar? Estas preguntas me llevan a que, definitivamente, existe una represión que la sociedad ha creado y que nos ciega en el momento de educar, no porque lo reflexione de esta manera hace que yo no lo reprima, al contrario, lo estoy poniendo acá, porque fui de los primeros en ser reprimido por las mismas emociones y sentimientos por donde creo que todos los niños pasan.

Estábamos en casa una mañana de un fin de semana, Salo quería algo que sabía que no podía tener y en su necesidad de querer tenerlo a como diera lugar, pasó por encima de la instrucción de su mamá y lo tomó de todas maneras; mi esposa, al ver esto, fue inmediatamente, le pidió que lo entregara, pero como era de esperarse no accedió a hacerlo, así que le quito el objeto dado que era delicado y podía romperse fácilmente, al hacer esto Salo se molestó mucho. Yo me encontraba en otro lugar de la casa y solamente escuchaba lo que estaba sucediendo, por mi cabeza solo pasaba el “Dios, otra vez, va a empezar esta muchachita a gritar”; en mí se genera en esos momentos un poco de frustración, me siento desganado, sin fuerza, como casi derrotado sin haber comenzado a hacer algo, por mi cabeza solo se pasan pensamientos como ¿por qué Salo no entiende esto para que no la regañen? o ¿qué más necesita para aprender que eso no se debe hacer? Esto claramente son preguntas que vienen de mis papas, recuerdo cómo ellos lo hacían constantemente cuando yo no hacía caso; volver a esto me da un poco de incomodidad, ¿Realmente tengo que repetí mi historia de vida? ¿Quiero que Salo apropie lo que yo viví? La diferencia es que en ese momento llegaba un golpe hacia mí para reprimir la conducta, pero de mi parte hacia Salo solo espero a que mi esposa, que es la que estaba a cargo en ese momento, tome la decisión que considere adecuada, o para corregirla o enseñarle que las cosas no se hacen de esa manera.

Interesante este punto, no lo había visto, hablo de represión anteriormente y esto que hacemos también lo es, enseñarle a hacer las cosas como nosotros las hacemos y no que ella explore cómo deben realizarse bajo unos lineamientos adecuados para que no suceda algo malo; interesante hallazgo, además. ¿Por qué esperar a que sucedan las cosas? ¿Por qué no generar posibilidades preventivas? ¿Hay que caer en el corregir exclusivamente? ¿Qué energía debo utilizar para prevenir? ¿Será que el actuar exclusivamente es la única vía que estoy contemplando?

Salomé, al ver que no podía tener lo que quería sostener y viendo que su mamá le había llamado la atención, comenzó a llorar desconsolada y salió corriendo a su habitación, a tirarse encima de una silla. Allí comenzó a gritar desaforadamente, comenzó a tirar las cosas que tenía a la mano, y en modo de protesta le decía cosas a la mamá como ‘no te quiero’, ‘quiero estar con mis amigos’, ‘déjame en paz’; en ese momento dejamos que se desahogara, con la esperanza que pudiera calmarse, pero siento yo, que como ella vio que no le pusimos atención, se regresó a donde estaba la mamá y comenzó a gritarle en la cara, a desafiarla, la encaraba fuertemente; esto ya no lo permitió mi esposa y fue inmediatamente a aplicarle un tiempo fuera; una cosas es protestar por algo que no le gusta y está en todo su derecho, pero otra cosa es que le falte el respeto a sus papá