La búsqueda - Rodrigo Dávila Soley - E-Book

La búsqueda E-Book

Rodrigo Dávila Soley

0,0

Beschreibung

¿Te has encontrado en algún punto de tu historia en que no sabes hacia dónde te diriges? 
¿Te has encadenado a temores que te impiden avanzar cómo quisieras? ¿Alguna vez pensaste que tu vida es un desperdicio que carece de sentido? ¿No eres feliz y deseas serlo? O bien, alguna vez te has preguntado: ¿Por qué me equivoqué si pude haberlo hecho diferente? ¿En qué momento perdí mi rumbo de vista? ¿Cómo llegué hasta aquí? ¿Y si lo hubiera hecho diferente, dónde estaría? ¿Por qué me tuvo que pasar a mí?

En esta historia, Arturo ha decidido no desperdiciar más su vida y volver a empezar. ¿Y si pierde otra vez? ¿Qué más se puede perder cuando se ha perdido todo? Sumido en la más profunda desesperación acepta el reto de enfrentarse a sus propios temores, a los fantasmas de su pasado y renacer. Emprenderá un viaje desde su estado de completa desesperación hasta la plenitud de la fe, a la base de las que serán sus nuevas creencias. Un viaje intenso de búsqueda, que le dejará grabado en su interior el mayor de los legados: Las Siete Leyes de la Vida.
Una búsqueda que puede ser tu búsqueda, una historia que puede ser tu historia, una vida que puede ser tu vida.

TESTIMONIO:

“Una historia que te guía, que te ilumina, que transita lugares que tú conoces muy bien y que, por suerte o por desgracia, has vivido. Una experiencia de la que aprendes y de la que puedes sacar recursos para el cambio, para vivir una nueva vida más feliz y dichosa”.

Marcos Schmidt

AUTOR:

Rodrigo Dávila Soley escritor salvadoreño y conferencista internacional, autor del Best Seller mundial EL GRILLETE DEL ELEFANTE, publicado con enorme éxito en esta editorial.Ha desarrollado sus programas en México, Centroamérica y el Caribe.
Es el creador del taller vivencial: LAS 7 LEYES DE LA VIDA.

SOBRE LA COLECCIÓN SUPÉRATE Y TRIUNFA

Vivimos en una época de estrés y de depresión profunda a causa de la crisis mundial que nos azota. Hemos perdido, en cierta manera, el norte como sociedad y vamos dando bandazos, caminando por la vida sin ilusiones, con una tendencia negativa que se refleja en nuestro rostro, en las relaciones con los demás y nuestros trabajos. Este planeta se ha convertido en un mundo gris, triste y desamparado. Cada día escuchamos decenas de historias que nos encogen el corazón y muy pocas que nos hagan emitir una sonrisa. Es una realidad.

Por eso, desde Mestas Ediciones buscamos cada día una manera de revertir esta situación, aportando nuestro pequeñito grano de arena. De ahí nace esta colección, Supérate y Triunfa, que contiene una serie de libros con los cuales queremos añadir optimismo y todas las demás herramientas necesarias para conseguir una vida plenamente feliz, en todos los aspectos posibles. De ahí el carácter heterogéneo de la colección, que tocará temas tan importantes como el económico, el amor, la salud, entre otros muchos. Y lo haremos de la mano de autores de primer orden, formados con gurús y conferencistas motivacionales mundialmente reconocidos, coaches tan importantes como Anthony Robbins, T. Harv Eker o John Demartini. Esperamos que os guste y que os sirva para disfrutar de la vida con la máxima pasión diaria y sonreír cuantas más veces, mejor.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern

Seitenzahl: 196

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



En memoria de mi hermano Fernandito, que murió el día que nació

He disfrutado mucho el tiempo que invertí para escribir este libro. Mi deleite se debe a descubrir una vez más las poderosas leyes que han estado inmersas en la humanidad misma desde el inicio de los tiempos. Son tan sencillas que a veces las pasamos por alto sin entender que ellas tienen el poder de ayudarnos a tener una vida grandiosa. Leyes que van desde nuestras ideas, acciones, miedos o limitaciones, responsabilidad de decisión, amor, lealtad, donación hasta entender y contemplar el maravilloso don que se llama vida.

La vida es tan pasajera que no vale la pena encadenarnos a ideas que nos limitan o que impiden que tomemos riesgos más allá de lo conocido para lograr nuestros sueños. Más aun, ideas que nos encarcelan en fracasos aparentes cuando en realidad tenemos todas las cartas vencedoras bajo la manga para volver a empezar, sin importar dónde nos encontremos. ¡La vida vale la pena vivirla!

Decía Emerson (1803-1882) que el pensamiento es la semilla de la acción. Lo dijo hace ciento cincuenta años y aún posee vigencia en nuestros días. Nuestros pensamientos siempre van a dirigir nuestras acciones y de acciones se componen nuestros días. ¿Qué haremos? ¿Cómo lo haremos? ¿Qué dejaremos de hacer? Todo está basado en las decisiones que se toman por los cuestionamientos que nacen en nuestras ideas. Es algo tan común en el día a día que en ocasiones olvidamos que estamos decidiendo constantemente, a cada segundo. Y es de hacer notar, que la decisión estará sustentada por nuestra idea de la realidad y creencias.

De las mismas creencias nacen los miedos que nos impiden arriesgarnos por temor a fracasar. El riesgo es parte de la aventura llamada vida. Vale la pena arriesgar y lograr una vida espectacular. Sin embargo, muchas veces nos detenemos por temor ¿a qué? A que suceda algún acontecimiento malo en nuestra contra. El miedo, decía Aristóteles, es un sufrimiento que produce la espera de un mal y desaparecerá cuando la espera termine e inicie la acción. He visto a tantas personas huir de sus sueños por temor, por miedo a equivocarse y los he visto también aceptar vidas que nos les satisfacen pero que les generan cierta comodidad o aparente seguridad.

Yo mismo he pasado por momentos en los que las decisiones que puedo tomar están contaminadas de mis mayores temores. El problema no es el miedo en sí, es dejar que el miedo domine sobre nosotros.

La vida no se puede dejar al azar. Debe tomarse con rumbo y debe conducirse paso a paso por el camino elegido, el que nos lleva a elevar todo nuestro potencial. Incluso, si se ha fracasado, si después de mucho intentar no se ha logrado nada, o bien, si se ha perdido todo lo que se tenía y las glorias del pasado quedan allá mismo, en el pasado.

Cuando el rumbo se retoma es cuando el riesgo inicia, pero no hay mayor riesgo que no arriesgarse. El quedarnos estáticos ante realidades aparentes es desperdiciar la vida. El continuar llorando por lo que fue que ya no es, es también desperdiciar la vida. El tiempo, cada segundo que se nos da con nuestra vida es tan precioso que debe aprovecharse al máximo y debemos aprender a ser responsables de nuestras decisiones, acciones y consecuencias. Si nos equivocamos en el pasado y al mismo tiempo tenemos vida, entonces tenemos la oportunidad de comenzar hoy a enmendar el pasado con creencias, acciones y decisiones diferentes. En nuestras manos se encuentra el poder de las leyes de la vida. Cuando esta acabe, ya no podremos hacer nada. Y poder aprender de los errores es un don en la vida, pues cada error nos genera enseñanza, nos da conocimiento. Eso significa que sin importar donde te encuentres, siempre puedes volver a empezar. Esta idea ya la mencioné al inicio de esta introducción. Es cierto, pero no es un error. Es tan importante el concepto que lo tengo que repetir: ¡Siempre puedes volver a empezar sin importar donde te encuentres! Que don más maravilloso ¿No lo crees así? Fíjate en algo: tan maravilloso es este concepto que hoy, allí donde estás sentado leyendo este libro, allí, en esa librería donde estas hojeando esta obra, ahí mismo tu historia puede resurgir y puedes volver al inicio con la ventaja de que ahora posees la experiencia y el conocimiento de lo que ya has vivido. Verás como el amor por ti mismo es tan importante que se necesita para poder amar a los demás, para poder perdonarte y poder perdonar a los otros.

Hay, como a mí me gusta llamarles, fantasmas en nuestro interior que son las voces del pasado que nos recuerdan o cuestionan a cada momento cómo nos equivocamos, cómo fallamos. ¿Por qué me equivoqué si pude haberlo hecho diferente? ¿Por qué nunca me arriesgué a amar otra vez? ¿Por qué me quede solo? ¿En qué momento perdí mi rumbo de vista? ¿Cómo llegué hasta aquí? ¿Y si lo hubiera hecho diferente, dónde estaría? ¿Si me hubiera quedado callado, si no hubiera respondido, qué habría pasado? ¿Por qué me tuvo que pasar a mí? en fin, hay tantas preguntas que esas voces nos hacen que cada respuesta que demos siempre será sustituida y mejorada por la siguiente. ¿Por qué digo que son voces de fantasmas? Por el simple hecho de que no existen. ¡No Existen! Esas recriminaciones son hechas por cada uno de nosotros en nuestro interior. Y si tenemos el poder para hacerlas, también tenemos el poder para dejar de hacerlas, dejar de auto juzgarnos y cambiar el cuestionamiento por afirmaciones: ¡Sé que puedo levantarme de aquí! ¡Sé que puedo lograrlo! ¡Hoy iniciaré mi camino hacia un mundo mejor! ¡Puedo lograr todo aquello que me proponga!

¿Te das cuenta de la diferencia? La decisión de volver a empezar está en ti. Para que lo logres con mayor facilidad he escrito estas páginas. Son para ti. El relato que vas a leer es una novela fantástica. Encontrarás personajes tan sabios y tan normales como tus padres o tus vecinos. Nunca sabes quién te podrá generar esa enseñanza que necesitas para continuar adelante. Esa persona puede estar a tu lado y existe el peligro de no darte cuenta que está ahí. ¡Cuidado! La vida nos ofrece respuestas durante cada uno de nuestros días y debemos estar atentos a esas enseñanzas.

El relato es vivencial. Arturo es el personaje principal que está a punto de descubrir lo maravilloso que es vivir con plenitud. Pero para eso, deberá romper con sus viejas creencias, con su pasado y la sorpresa vendrá cuando conozca a unos personajes que poco a poco empiezan, con su propia experiencia, a cambiar la existencia de Arturo. Todo iniciará en una idea.

Esta es una historia que en cualquier momento se puede convertir en tu historia. Disfrútala.

Vivir no es sólo existir, sino existir y crear, saber gozar y sufrir y no dormir sin soñar. Descansar es empezar a morir.

Gregorio Marañón

Recuerdo cómo empezó todo… cómo todo volvió a empezar. Sin saberlo en aquel momento, mi vida estaba retomando el rumbo que nunca debió perder. Aunque en aquel instante desconocía las bondades de reflexionar sobre los propios errores, más aún, la increíble oportunidad que se abre en la vida cuando uno decide volver a empezar.

Fueron días en los que experimenté todo tipo de emociones, me enfrenté a mis temores y aprendí a tomar decisiones aun cuando el riesgo era tan grande que si me equivocaba, podía retroceder tanto, que seguramente levantarme nuevamente sería colosal. Pese a ello, siempre decidí mantenerme firme en cada paso que daba.

Fue así como me di cuenta de que sin importar lo que pudiera perder, era importantísimo no perder una cosa: el sentido de la vida. No dejar de vivir aún cuando todo estaba en contra.

Aquel viaje que estoy a punto de narrarte, me regaló lo más preciado que la vida me ha podido dar. Me obsequió a través de mi constante búsqueda las llamadas LEYES DE LA VIDA. Es impresionante como una vida puede cambiar con solo cambiar los pensamientos y los deseos del corazón.

Un día, hace mucho tiempo, prometí escribir todo esto y compartirlo con los demás. He aquí mi testamento firmado con mi historia. Mi nombre es Arturo.

EL RELATO INICIAL

Eran aproximadamente las 6 de la tarde de un miércoles. La mitad de la semana concluía, el tiempo transcurría sin cesar. Vivía en aquel viejo vecindario de la ciudad, en cuyas calles se encontraban todo tipo de sonidos: perros ladrando, personas que jugaban a la pelota con sus hijos, risas, conversaciones fugaces, motores de los vehículos de aquellos habitantes que regresaban a su hogar como otro día común y corriente. Todo ocurría de manera cotidiana frente a una ventana de una pequeña casa de esquina, mi casa. Era parecida a todas las demás y sin embargo, en su interior no había ruido. Entre aquellas paredes blancas, las palabras y murmullos se escuchaban perfectamente por el absoluto silencio. Parecía desolada, pero no era así. Era mi hogar.

Aquella tarde estaba sentado en la sala, callado, con la mirada pérdida en un viejo cuadro colgado que describía entre sus lienzos la lucha de un velero en medio de la tempestad en algún lugar del inmenso océano. Una imagen congelada de lo que podría terminar en desastre. La sola imagen de aquella pintura mostraba el momento agónico de la embarcación ante los embates de la naturaleza. Y en ese preciso punto, mi mirada y mi mente se habían congelado también. Poco a poco la luz del día terminaba. La penumbra se apoderaba del interior de la pequeña casa. Una tenue luz de lámpara de pedestal iluminaba sin cesar la titánica lucha del velero.

Yo permanecía quieto, sin importarme lo que acontecía alrededor, no me movía en lo absoluto ni quitaba mi mirada del punto que yo mismo había elegido en aquella pintura. Me atormentaban pensamientos envueltos de angustia y desesperación. En aquel torbellino de ideas me repetía una y otra vez: “Esa parece mi tempestad. He fracasado” Y cada vez que repetía en mi mente esta afirmación, venían con fuerza diferentes imágenes de mi vida que reflejaban la lucha contra las adversidades que estaba enfrentando. Esa tarde parecía que el tiempo se había congelado. No tenía nada más que hacer. Mis emociones se agolpaban unas con otras en mi interior. Mi diálogo interno era intenso. Me preguntaba si llorar o huir. ¿Por qué tengo tanto miedo? ¿Estoy perdido? ¿Cuándo y cómo me equivoque? ¿En qué momento tomé mal mis decisiones?, ya nada importa, afirmaba con los cuestionamientos que como duros látigos flagelaban mi pensar y mi sentir.

LA HISTORIA, TIEMPO ATRÁS

Yo era un hombre jovial, lleno de vida y de ilusiones. Me casé con una bella mujer con la que tuve dos hermosos hijos. Cada día, me dirigía muy temprano hacia mi trabajo en donde me llamaban el Sr. Simpatía. Siempre tenía una sonrisa y un buen comentario para todos. Fui muy aplicado en mis estudios y logré varios triunfos académicos. Muchas personas a mi alrededor me apreciaban. En mis acciones reflejaba un porvenir envidiable. Cada año mi vida mejoraba y siempre mantuve mis deseos firmes de crecer y desarrollarme. En la compañía para la que laboraba existían oportunidades para escalar, nuevas y mejores posiciones. Yo estaba decidido a llegar lo más alto que fuera posible en aquella organización. No había espacio para ninguna duda: Lo iba a lograr. Estaba en el camino indicado.

Hace aproximadamente siete años se me presentó la oportunidad de ascender de puesto. La organización estaba por iniciar operaciones regionales en el sur del continente americano. La oficina manejaría una operación regional y necesitaban un candidato firme y dedicado que se esforzara por hacer exitosa aquella incursión en nuevos mercados. Yo fui la persona elegida por los directores de la compañía. No lo podía creer, había llegado más pronto de lo que se había programado. Mi salario anual se incrementó considerablemente. Las prestaciones de director eran de tal proporción que me costaba dar crédito ante mis ojos. Todo era perfecto. Así que preparé las maletas y emprendí el viaje.

Viajé solo mientras me establecía y mis hijos terminaban el período escolar. Continuamente telefoneaba a mi familia y mantuve firme ese contacto a través de los medios actuales de comunicación en línea. Conocí muchas personas y adopté nuevos hábitos. Todo acorde al lugar donde vivía.

Sin embargo, el tiempo que pasaba solo en casa me desesperaba. Fue entonces cuando decidí buscar un “entretenimiento” pasajero mientras me reunía con mi familia. Pese a que el arranque empresarial fue un éxito, mis “entretenimientos” estaban modificando poco a poco mi pensamiento. Me sentía muy bien en mis noches de “relax” y sin darme cuenta, con el paso de los meses, me fui alejando del contacto con mi familia. Noches de bar con los amigos, clubs nocturnos, casinos, todo parecía bueno. Todo parecía que este mundo no podía ser mejor.

Al término de un año, mi familia viajó para reunirse conmigo en lo que llamamos nuestro nuevo país. Lo que yo no sabía en ese instante, es que en mi estilo de vida no había espacio para nadie más. En los siguientes años, me convertí en proveedor, pero me olvidaba de fortalecer los lazos con mi familia. Acostumbraba a beber después de la jornada de trabajo con clientes, compañeros y nuevos amigos. Siempre había una ocasión para celebrar algo. Llegaba tarde a casa. Los problemas de adaptación escolar que sufrieron mis hijos pasaron desapercibidos para mí. Las enfermedades se aliviaban con un cheque, sin detenerme a consolar en el dolor de mis hijos. Nunca me enteré o mejor dicho, no quise enterarme del malestar que padecía mi esposa. Yo estaba cumpliendo con mi deber.

En algún momento, mi ira provocada por los vicios desencadenó la violencia intrafamiliar tanto física como verbal. Esta situación era inaguantable para nuestra familia, sucedió lo inevitable: Sí, mi esposa me abandonó y se llevó con ella a mis hijos. Habían pasado cuatro años.

Recuerdo que reaccioné violentamente, pero los dejé ir. Me enfrasqué en mi trabajo y di rienda suelta a mis placeres. Invitaba a todos, incluso a desconocidos a celebrar conmigo, no importaba la razón, siempre encontraba el motivo o la excusa. Apostaba cada vez más en los casinos y trasnochaba tanto que empecé a fallar en mi trabajo. Ya no era aquel simpático hombre. Me había convertido en un capataz que no era capaz de llevarse bien con su gente.

Una noche decidí apostarle a la suerte. No había nada ni nadie que me ganara. Llegué a tener en mi poder más de tres millones de dólares, productos de las apuestas en aquella mesa de juego. De pronto la suerte me abandonó. Entre los tragos y la adrenalina del juego estaba perdiendo cada vez más. La bajada era tan vertiginosa que cuando ya no tuve con que apostar, sin tener un razonamiento genuino y lucido, decidí comprometer fondos de la compañía que lideraba con tal de recuperar al menos lo que había perdido desde mi posición de apuesta inicial. No lo logré. Estaba desesperado buscando una salida. El casino exigía el pago de la apuesta. Tuve miedo. Decidí aceptar la deuda de juego y realizando un desfalco por varios cientos de miles de dólares a mi organización, honré la deuda. Los meses siguientes quise conseguir préstamos bancarios para devolver el dinero. Sin embargo, los bancos rechazaban mi petición por falta de garantías reales. Las propiedades eran de la empresa. No tenía manera de garantizar una cantidad tan grande.

Un año después, recibí un equipo auditor de las oficinas centrales de la organización. La auditoría llegó por dos razones: la salida de dinero no justificada de cientos de miles de dólares y la segunda fue el impacto observado de los altos costos contra los bajos rendimientos. Había perdido el timón de mi barco.

Al comprobar las sospechas fui despedido. No se inició acción penal sobre mí. No obstante me embargaron todos los bienes en mi país natal. Esto significó que la casa en la que vivía mi familia se perdió y se quedaron en la calle.

Rápidamente creció el rumor de la estafa en el ámbito empresarial, de mi matrimonio destruido y de mi singular caída de la cima. La gente ponía su propio sabor en las historias que contaban. Desde entonces me convertí en el blanco de las críticas y las burlas. Había perdido todo.

Cuando busqué a mi esposa y a mis hijos no los encontré. Con la ayuda de terceros, aquella madre logró poner tierra entre ellos y yo. Los busqué sin lograr dar con su ubicación. Estaba solo.

Desde hace dos años cambio constantemente de trabajo. No he podido encontrar nada a mi altura académica por la ausencia de historia laboral. Los que me conocieron ya no creen en mí. Los que compartían las fiestas, se han alejado. Tengo un trabajo arduo físicamente y muy mal remunerado. El dinero no me alcanza y mantengo serios problemas para el pago del alquiler, la compra de víveres y demás gastos.

Fue así como aquel miércoles decidí no ir a trabajar. Quería dejar de luchar y simplemente morir. Dejar todo cuanto existía y que me generaba dolor. Para mí, el mundo se había acabado. Ese miércoles en la intimidad de la casa, saqué una vieja botella de ron barato y me acomodé en el sofá. Empecé a tomar , solo, caído, con una sola idea en la cabeza. «Esta es mi tempestad, he fracasado» reflexión que nacía de la imagen grabada en aquella vieja pintura acompañada en mi rostro de una pequeña lágrima… una lágrima que emergía de los más profundo de mi corazón.

Pronto las horas pasaron y fui cerrando poco a poco mis ojos. Las sombras de la noche cubrían el vecindario, el silencio reinó por doquier. Quedé profundamente dormido en el sofá. Fue entonces que la verdadera historia empezó.

EL SUEÑO

Mientras transcurrían las horas nocturnas y los ruidos que nacen del mismo silencio de la noche provocados por el viento que choca con las ventanas, puertas que rechinan al moverse, entre muchos otros.

Tuve un sueño muy peculiar. Me encontraba en el punto más bajo de una ladera inmensa. Estaba oscuro. La luna iluminaba parte de la montaña. Sin embargo no lograba ver la parte más alta. De pronto una voz me habló: –¿A dónde te diriges? ¿Acaso estás perdido? Abrí los ojos y puse atención a mi entorno y grité con fuerza:

–¿Quién está ahí?, ¿quién me habla? –preguntaba sin recibir respuesta. Caminé en círculos queriendo encontrar a mi interlocutor, pero no lo conseguí. Este sueño era de aquellos que llevan impregnada una gran cantidad de realidad. Estaba en la penumbra de la noche, al final de la ladera y escuché una voz. Cuando me convencí de que la voz era producto de mi imaginación decidí buscar un camino hacia la cima de la montaña y poder así descubrir dónde me encontraba.

Inicié el ascenso y cada vez la pendiente era menos pronunciada. Sentía mucho temor. No tenía idea de mi ubicación ni del tamaño de la montaña ni de cómo llegué hasta allí. Pero sabía que tenía que salir y la única manera era descubrir en dónde me encontraba. Luego de un tiempo, estaba más tranquilo y escuché la voz por segunda vez:

–¿A dónde te diriges? ¿Acaso estás perdido?

En esta ocasión sabía que no era producto de mi imaginación y deteniéndome en el camino espeté con voz fuerte:

–¡Vamos! ¡Sal dónde te pueda ver! ¿Quién eres y qué quieres de mí? Sé que no eres un producto de mi imaginación.

Dicho esto, el paisaje del sueño cambiaba: en un momento era de día, en otro momento era de noche. Parecía que el sol y la luna giraban sin cesar en el cielo de la tierra, iluminándose y oscureciéndose.

–¿Qué es esto? –me pregunté en voz baja.

De pronto aquel movimiento desapareció y la oscuridad se tornó profunda, y un viento frío y fuerte me hizo resbalar. Caí en lo profundo de un pronunciado abismo.

–Por favor que alguien me ayude –gritaba con fuerza.

–Ayúdenme –gritaba sin parar mientras seguía cayendo. Hasta que mi velocidad de caída disminuyó y una suave brisa parecía que me sostenía en el aire mientras descendía sobre un iluminado campo. La oscuridad se había disipado como por arte de magia. Finalmente puse los pies en la tierra. El campo estaba lleno de flores, de mariposas y aves que cantaban como dándole la bienvenida al sol que nace en el horizonte. Esta vez, aún sorprendido por todo lo que había vivido, escuché por tercera vez aquella imponente voz:

–¿A dónde te diriges? ¿Acaso estás perdido? –y yo respondí:

–No sé siquiera donde estoy, no sé hacia dónde dirigirme. Definitivamente estoy perdido. Y la voz continuó hablando:

–Arturo, pon atención a mis palabras. Estaba cada vez más sorprendido pero sin emociones, así que dispuse atender aquellas palabras y respondí –Te escucho.

La voz continuó:

–Desde los inicios de la historia el ser humano ha sido testigo de grandes acontecimientos que edifican y destruyen. Ha tenido que elegir ante diferentes situaciones y esto se ha repetido por siglos enteros. En ocasiones, las consecuencias han sido trascendentes, unas con resultados positivos y otras negativos. Y sin importar cuales hayan sido generalmente tienen el poder de crear el mundo. Las realidades son tan poderosas que lo hacen tomar nuevas decisiones, aunque en ocasiones solo sea para defender un momento de la historia. Los afanes, las falsas oportunidades y las falsas realidades suelen jugar con el pensamiento. El temor crece ante las posibilidades de perder. La apatía por cambiar las situaciones también crece por no creer. Decidir qué se puede o qué no se puede hacer parece que ha sido el desayuno habitual de cada habitante en la tierra. La tempestad que afecta cada vida ante los innumerables problemas creados, son ramificaciones delgadas en un frondoso árbol y que además, están muy lejos de sus raíces, de las raíces de cada vida. El temor convierte lo posible en imposible. El engaño personal de cada ser en relación a su propia vida define sus propios límites. ¿Cuántos definen su existencia por la tradición, por el simple hecho de que otros, durante décadas lo han hecho así? Tan pasajera es la vida en comparación a los siglos como lo es el sol de la luna en un día cualquiera, y la vida seguirá surgiendo mientras una vida se esté perdiendo. Ese ciclo continuará. ¿Por qué entonces no detenerse? ¿Hacia dónde vas? ¿Estás perdido? Este día has reconocido que lo estás porque desconoces el lugar dónde te encuentras. Has reconocido que no sabes hacia dónde te diriges porque encuentras igual estar en este floreado campo como en la penumbra de la ladera. No sabes con exactitud qué es lo que sucede. Yo te diré que está sucediendo. Tú, Arturo, has nacido bajo la estrella de la grandeza y has dejado de verla brillar. Estás perdido en tu propia vida y debes encontrar el camino de regreso. Has visto en este mundo la luz del día brillar, la luna iluminar la ladera, has caído por un abismo estrepitosamente y has sentido la seguridad del viento al caer en un campo rodeado de hermosas flores. Parece un sueño y lo es, pero es un sueño que refleja tu propia forma de vivir. Tu creencia sobre tu propia vida. Te pregunto ahora, ¿será posible cambiar esta realidad?

–Yo no estoy perdido en mi vida –respondí –lo que sucede es que he fracasado, y como tú bien lo has dicho, ha sido a causa de mis decisiones. Además… intenté proseguir cuando fui duramente interrumpido por aquella voz:

–¡Basta! Dime entonces ¿Qué intentabas hacer esta noche? No necesitas morir. Ante tus intentos de escapar a tus realidades creadas por tus temores, no te has dado cuenta de que ya estás muerto. Eres un muerto viviente. Debes resurgir. Tienes la oportunidad de salvar tu vida. Durante siglos se han dictado leyes que construyen por sí mismas vidas grandiosas y tú estás destinado a ella. Pero esa es tu decisión. Solo tú lo puedes decidir. Vivir o morir. Esa, Arturo, es tu decisión.