La Maldición de Yig - H.P. Lovecraft - E-Book

La Maldición de Yig E-Book

H. P. Lovecraft

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Beschreibung

"La Maldición de Yig" cuenta la espeluznante historia de un hombre llamado Walker Davis que, a principios del siglo XX, se obsesiona con las leyendas de los nativos americanos mientras vive en Oklahoma. Especialmente obsesionado por la historia de Yig, un dios serpiente que se cree que maldice a cualquiera que mate a una serpiente, el miedo de Walker se convierte en paranoia. Llega a estar tan aterrorizado por la supuesta maldición de Yig que cae en una serie de inquietantes sucesos que lo conducen en espiral hacia la locura, revelando el aterrador poder de la creencia en las maldiciones y el folclore.

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Seitenzahl: 34

Veröffentlichungsjahr: 2024

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La Maldición de Yig

H.P. Lovecraft

SINOPSIS

“La Maldición de Yig” cuenta la espeluznante historia de un hombre llamado Walker Davis que, a principios del siglo XX, se obsesiona con las leyendas de los nativos americanos mientras vive en Oklahoma. Especialmente obsesionado por la historia de Yig, un dios serpiente que se cree que maldice a cualquiera que mate a una serpiente, el miedo de Walker se convierte en paranoia. Llega a estar tan aterrorizado por la supuesta maldición de Yig que cae en una serie de inquietantes sucesos que lo conducen en espiral hacia la locura, revelando el aterrador poder de la creencia en las maldiciones y el folclore.

Palabras clave

Paranoia, folclore, locura.

AVISO

Este texto es una obra de dominio público y refleja las normas, valores y perspectivas de su época. Algunos lectores pueden encontrar partes de este contenido ofensivas o perturbadoras, dada la evolución de las normas sociales y de nuestra comprensión colectiva de las cuestiones de igualdad, derechos humanos y respeto mutuo. Pedimos a los lectores que se acerquen a este material comprendiendo la época histórica en que fue escrito, reconociendo que puede contener lenguaje, ideas o descripciones incompatibles con las normas éticas y morales actuales.

Los nombres de lenguas extranjeras se conservarán en su forma original, sin traducción.

 

La Maldición de Yig

En 1925 fui a Oklahoma en busca de la sabiduría popular sobre serpientes, y salí con un miedo a las serpientes que me durará el resto de mi vida. Admito que es una tontería, ya que hay explicaciones naturales para todo lo que vi y oí, pero no por ello dejó de dominarme. Si la vieja historia hubiera sido todo lo que había, no me habría conmocionado tanto. Mi trabajo como etnólogo de los indios americanos me ha endurecido ante todo tipo de extravagantes leyendas, y sé que los simples blancos pueden ganar a los pieles rojas en su propio juego cuando se trata de invenciones fantasiosas. Pero no puedo olvidar lo que vi con mis propios ojos en el manicomio de Guthrie.

Acudí a ese manicomio porque algunos de los colonos más antiguos me dijeron que allí encontraría algo importante. Ni los indios ni los blancos querían hablar de las leyendas del dios-serpiente que yo había venido a rastrear. Los recién llegados de la bonanza petrolífera, por supuesto, no sabían nada de esos asuntos, y los hombres rojos y los viejos pioneros se asustaban claramente cuando yo hablaba de ellos. No más de seis o siete personas mencionaron el manicomio, y los que lo hicieron se cuidaron de hablar en susurros. Pero los susurradores decían que el doctor McNeill podía mostrarme una reliquia muy terrible y contarme todo lo que quisiera saber. Podía explicarme por qué Yig, el padre medio humano de las serpientes, es un objeto rechazado y temido en el centro de Oklahoma, y por qué los viejos colonos se estremecen ante las secretas orgías indias que hacen horribles los días y las noches de otoño con el incesante sonar de las trompetas en lugares solitarios.

Fui a Guthrie con el olor de un sabueso en el rastro, pues había pasado muchos años recopilando datos sobre la evolución del culto a las serpientes entre los indios. Siempre me había parecido, por los matices bien definidos de la leyenda y la arqueología, que el gran Quetzalcóatl -el dios-serpiente de los mexicanos- había tenido un prototipo más antiguo y más oscuro; y durante los últimos meses había estado a punto de demostrarlo en una serie de investigaciones que se extendían desde Guatemala hasta las llanuras de Oklahoma. Pero todo era tentador e incompleto, pues por encima de la frontera el culto a la serpiente estaba rodeado de miedo y furtividad.

Ahora parecía que una nueva y copiosa fuente de datos estaba a punto de amanecer, y busqué al jefe del manicomio con un afán que no traté de disimular. El doctor McNeill era un hombre pequeño y bien afeitado, de edad algo avanzada, y por su forma de hablar y sus modales me di cuenta enseguida de que era un erudito de no pocos logros en muchas ramas ajenas a su profesión. Grave y dubitativo cuando le di a conocer mi encargo, su rostro se volvió pensativo cuando examinó cuidadosamente mis credenciales y la carta de presentación que me había entregado un viejo y amable ex agente indio.