4,99 €
Mayang: 4.0 de 5 estrellas Vida a través de los ojos de los dioses Reseñado en los Estados Unidos el 7 de marzo de 2024 La vasta experiencia de la autora y sus salvajes habilidades imaginativas sobre este tema fueron fácilmente evidentes ya que el libro se tomó el tiempo para asegurarse de que la historia fuera comprendida, lo cual me ayudó a entender por qué algunos de los detalles eran como eran. Ese efecto absorbente estaba presente en esta historia.
Embárquese en una odisea kármica con «La perla en la cadena», que se adentra en la saga cósmica de Sekhmet, miembro de un grupo pionero galáctico que desempeñó un papel decisivo en la iniciación de la raza humana a través de la creación del ADN. En el antiguo Egipto, los dioses alienígenas utilizaban gigantes y una comprensión inherente de la frecuencia como instrumentos para estructurar la energía en asentamientos con una vitalidad sin parangón. Sin embargo, a medida que se acerca la profecía de Rah sobre una era cataclísmica, la firme creencia de Sekhmet en el potencial de la humanidad para salir de la oscuridad se convierte en su sentencia de exilio, que la impulsa a un ciclo de enredos kármicos. A lo largo de cinco encarnaciones que abarcan épocas y civilizaciones, Sekhmet lidia con su herida kármica en medio del auge y la caída de los imperios. Desde las maravillas alquímicas de Persia hasta la colisión de Norteamérica con el destino, su viaje resuena a través del tiempo, guiada por la conexión intrínseca de su alma, pero perdida en la era del olvido y la conciencia de separación. Mientras las sombras de la Segunda Guerra Mundial envuelven al mundo, la voz de Sekhmet trasciende los confines temporales, ofreciendo guía en una era turbulenta. Arraigada en la sabiduría numerológica del cambio, simbolizada por el número 5, la narración teje un tapiz de destino personal y espiritualidad humana, invitando a los lectores a descubrir sus propias voces a través de los tiempos. En medio del flujo y reflujo de la historia, surge una revelación: el flujo cíclico de energía desvela una profunda verdad: la abundancia se origina en el interior. Despojándose de las cadenas del pensamiento salvador, surge una nueva época en la que la humanidad busca su propia iluminación, forjando un camino cósmico y despertando a su ilimitado potencial interior. «La Perla en la cadena» es una apasionante exploración de la evolución de la humanidad —desde la cuna de la infancia cósmica guiada hasta el abrazo transformador del autoempoderamiento-— que invita a los lectores a un viaje de sanación, descubrimiento e iluminación cósmica.
Das E-Book können Sie in Legimi-Apps oder einer beliebigen App lesen, die das folgende Format unterstützen:
Seitenzahl: 414
Foreword
Preface
1. Arcilla
2. Piedra
3. Conexión a tierra
4. Tierra
5. Polvo
6. Sangre
7. Plomo
8. Oro
9. Mercurio
10. Mica
11. Huesos
12. Ámbar
13. Forja
14. todavía no…
15. Fuego
16. Sal
17. Agua
18. Anhelo
19. Vapor
20. Útero
21. Respiración
22. Karma
23. Espíritu
24. Equilibrio
25. Verdad
Leyenda de la obra de arte
Sobre el traductor
About the Author
Jenny Richter
La Perla En La Cadena
Una Guía Canalizada: Iluminando Nuestro Viaje del Alma a Través del Karma y la Reencarnación.
First published by TEKTIME 2024
Copyright © 2024 by Jenny Richter
Descargo de responsabilidad
Esta novela es una obra de expresión creativa, inspirada en ideas espirituales y narrativas canalizadas. Aunque se basa en figuras históricas y mitológicas, la historia es producto de la imaginación. Las teorías y representaciones de prácticas antiguas, incluyendo el funcionamiento de las pirámides, tienen el propósito de invitar a la reflexión y la exploración, en lugar de afirmar precisión histórica o factual.
Se invita a los lectores a disfrutar este libro como un viaje a través del tiempo, el mito y la espiritualidad, con el entendimiento de que combina ficción con inspiración. Cualquier semejanza con personas reales, vivas o fallecidas, o con eventos reales es pura coincidencia.
First edition
Translation by Arturo Juan Rodríguez Sevilla
This book was professionally typeset on Reedsy Find out more at reedsy.com
Esta novela es predominantemente canalizada.
Estoy asombrada y muy agradecida por la clara guía que he recibido.
Muchas gracias.
El sentimiento de tu amor, tu luz brillando sobre mí -
Anhelo llevarlo siempre dentro de mí.
Para grabarlo en el plano de mi alma,
así que no busco nada menos.
Si tu amor por mí alguna vez se desvanece,
por favor no esperes.
Dímelo suavemente, y luego vete en silencio,
para que pueda acunar la gracia
y guardar el recuerdo
de lo que es ser amado.
El ronroneo húmedo de Zura junto a mi oreja me sacó del sueño profundo, tan cerca que las vibraciones de su hocico rociado penetraron en mi tímpano, dominando mis sentidos sin llegar a tocar mi piel.
No admitía estar despierta. Cuando Zura cejó en su primer intento de amoldarme a su voluntad, retiró su cara de la mía, solo para posar su pesada pata directamente en mi mejilla.
El peso era lo bastante ligero como para no resultar hostil, pero ejercía la suficiente presión como para resultar desconcertante. Me invadió una oleada de fastidio que se convirtió en irritación.
Permanecí inmóvil, con los párpados aparentemente relajados, sin darle el placer de una victoria temprana.
Ambos sabíamos lo que vendría a continuación.
Con toda seguridad, ella lanzó su poderoso movimiento: una garra salió de su suave pata y se clavó en mi piel, justo debajo de mi ojo izquierdo, penetrando hacia delante muy lentamente, tanteando la posibilidad de romper mi epidermis.
Le quité la pata de la cara de un manotazo, abrí los ojos de par en par, me incorporé bruscamente en la cama y la abracé rodeándole el cuello.
Asimilé los últimos momentos de placer al calor de mis lujosas mantas, tejidas con un reluciente estampado azul y dorado, rodeadas de mis suntuosas y suaves pieles.
Zura frotó su rostro contra mi frente, claramente satisfecha consigo misma, como hacía todas las mañanas, para despertarme de mi sueño y estar lista para cumplir su próxima ocurrencia, que normalmente giraba en torno a la comida.
Efrem había permanecido inmóvil detrás de mí durante toda la prueba. Todo su cuerpo estaba estirado junto al mío, ocupando un espacio considerable en mi dormitorio sin ningún atisbo de humildad.
En cuanto nuestra rutina diaria pasaba de las persistentes molestias de Zura a mi voluntad de levantarme para el nuevo día, un entusiasmo fresco y vigorizante despertaba en Efrem.
Se ponía boca arriba y buscaba ansiosamente toda mi atención y mis caricias en la barriga. Su contagiosa alegría nunca dejaba de deleitarme.
Cómo me gustaba despertarme entre mis guepardos, sentir su calor y su suave magnificencia, pasar los dedos por su pelaje impecable, sentir el poderoso paisaje de sus músculos debajo.
Criaturas nacidas de la realeza natural.
No pasaba una sola mañana sin que Zura y Efrem evocaran en mí el recuerdo de la gran Sudhana.
Ella había estado en sintonía conmigo desde que yo era una jovencita, de unos 22 años en tiempo humano. Nuestro proceso de envejecimiento es intencionado, no impuesto por la biología, ya que no creemos en el concepto de envejecimiento biológico.
Unir mi vida a la de Sudhana significaba profundizar en mi enfoque espiritual y desarrollar el conocimiento necesario para cumplir mi propósito de forma independiente.
Sus células vibraban con las mías, y sentirla era una parte natural de mi ser físico.
Sudhana fue mi maestra y guardiana, guiándome hacia la claridad para maniobrar con precisión en el plano espiritual. Su tercer ojo era mi punto de acceso directo; mi puerta para entrar en el reino energético.
Se nos encomendó la tarea de navegar con destreza por el campo de toda la información, accediendo a todos los registros de lo que llamábamos nuestro pasado. También aprendimos a navegar por el reino energético del potencial, aún en su vacilante estado de probabilidad, alineado como nuestro futuro.
Para mantener el control sobre nuestras propias mentes y acceder al pasado o al futuro, fueron necesarios diversos métodos de dominio. Sin embargo, tanto si viajábamos hacia atrás como hacia delante a lo largo del hilo del tiempo, un requisito constante era desactivar nuestro campo cardíaco.
Esto garantizaba que nuestras emociones y preferencias individuales no impidieran o sobrescribieran la información que estábamos explorando.
Durante nuestro entrenamiento para revisar información pasada, nuestras mentes tenían que seguir meticulosamente la pista de la sección específica de la línea temporal que estábamos escaneando. Aunque toda la información está registrada en el campo energético y se puede acceder a ella simultáneamente, nuestras mentes solo pueden comprender los acontecimientos de forma secuencial.
Nuestro marco mental está intrínsecamente conectado a la estructura del tiempo. En consecuencia, el flujo lineal de la realidad moldeado por nuestras mentes organiza los acontecimientos en una narrativa coherente, una historia organizada que nuestra percepción mental puede leer y procesar, como perlas en un collar, dispuestas en un orden específico para formar un patrón cohesivo.
Solo organizando la información en una cronología estructurada de acontecimientos puede surgir una historia fluida que dé lugar a un sentido de la experiencia y la identidad. Esta percepción de una narrativa conectada, una secuencia de acontecimientos que se desarrollan entrelazados en un tapiz de experiencia de múltiples capas, permite que la conciencia se fragmente en una autoconciencia individual. Cada ser tiene una ubicación única en la red del tiempo, como las coordenadas de un mapa.
Por lo tanto, para navegar por el campo de información del pasado y percibir los acontecimientos dentro de su contexto adecuado, seguimos la cadena cronológica del tiempo.
Explorar el campo del potencial futuro era notablemente diferente.
Mientras observábamos las formas de onda de las viabilidades, teníamos que controlar rigurosamente nuestras preferencias mentales porque no se nos permitía influir en la dirección en la que la multitud de potencial energético iba a manifestarse dentro de nuestra dimensión.
Teníamos estrictamente prohibido aplicar señales emocionales desde nuestro propio campo cardíaco para evitar enredarnos con la red tejedora de la realidad.
Violar esta regla e infundir energía emocional en un posible resultado futuro iniciaría un patrón específico tejido por nuestra propia chispa de elección, enredándonos así en la configuración activa de los acontecimientos - e incurriendo en karma.
En consecuencia, nuestra alma se entrelazaría entonces con la progresión hacia delante de la realidad a través de incontables bucles en el tiempo, conectada con acontecimientos de diferentes épocas y espíritus, hasta que todos los hilos kármicos se desconecten y se vuelvan a abrir.
Cualquier paso en falso en este proceso podría ser perjudicial, y yo no podía permitirme cometer ningún error, ya que era la poseedora del Equilibrio.
El Portal
Antes de llegar a dominar por completo el Alto Arte de Egipto para navegar por la existencia a lo largo del umbral mismo entre el reino energético y el físico, Sudhana me eligió como su erudita, y nuestros espíritus se conectaron como uno solo.
Aunque ya conocía bien la técnica de apagar el escudo electromagnético de mi mente para fundirme con el plano universal de la información, aún me costaba concentrar mi conciencia en una dirección específica. Sudhana me entrenó para centrarme en su tercer ojo como puerta de entrada al reino energético, proporcionándome una ruta de paso directa, y durante muchos años, ella fue el portal desde el que inicié mi viaje.
Me volví cada vez más experta en cambiar deliberadamente entre estados de conciencia, hasta que llegó el día en que sentí su tercer ojo como mi propio tercer ojo, y la separación entre nosotras se disolvió.
En ese momento, fui capaz de elevar mi corriente hacia arriba a través de mi médula espinal para activar mi glándula pineal sin más ayuda, un hito notable para mí ya que esto cerró mi circuito autónomo de conciencia.
La progresión hacia mi plantilla energética totalmente estable fue rápida pero crucial, ya que nuestro Colectivo de Almas mantuvo la alta frecuencia permanente dentro de la matriz energética de la Tierra a lo largo de nuestra era en el tiempo.
Éramos esenciales para mantener el equilibrio dentro del campo energético de la Tierra, que sirve como interfaz galáctica que proporciona una plataforma para el crecimiento y desarrollo del alma en cualquier nivel de consciencia.
Cada alma que desee experimentar la encarnación en la Tierra lo tiene permitido y es bienvenida a hacerlo.
Éramos necesarias para mantener este equilibrio dada la afluencia sustancial de almas de baja frecuencia atraídas a la Tierra para sus propios viajes de desarrollo.
Nuestro propósito era proyectar una alta frecuencia de conciencia, manteniendo así una base energética neutra y vital para que la Tierra funcionara como un terreno de aprendizaje enraizado en las interacciones entre espíritus encarnados. Todas las almas que buscan la auto expansión contribuyen a la expansión galáctica y tienen el privilegio de acceder a la Tierra, un planeta impulsado únicamente por un propósito.
Mantenemos una aguda conciencia de la delicada dinámica dentro de la historia en curso de la conciencia de la Tierra.
Esta interfaz proporciona una rica experiencia a través del contraste y la dualidad, una activación altamente eficaz y eficiente de la autoconciencia.
En el viaje de un alma encarnada, es típico comenzar su camino en el extremo opuesto del espectro de su estado inherente.
Esto se hace con el fin de obtener una mayor comprensión mediante experiencias que contrasten su verdadera esencia, para experimentar intensamente lo que no es.
Cuando cada ser sensible entra en la arena de la Tierra, lleva consigo distintas intenciones dirigidas a expandir su autoconciencia. Estas intenciones dan lugar a una serie de experiencias vitales intrincadamente tejidas en torno a los temas que se alinean con la trayectoria de aprendizaje del Alma.
Normalmente, el Alma emprende su viaje desde la perspectiva opuesta de su evolución natural. Puede llegar a aprender la esencia del verdadero valor a través de encuentros con la pérdida, la conexión genuina a través del crisol del rechazo intenso, la auto-soberanía al desprenderse de las construcciones de la auto-identidad, la generosidad emocional en medio de la ira persistente, la autonomía auténtica mientras navega a través de patrones de dependencia, y un retorno al empoderamiento a través de la experiencia del desempoderamiento.
Para que el Alma se comprenda verdaderamente a sí misma, necesita la presencia del contraste. Al entrar en el reino de la energía de la Tierra, nuestra esencia se divide en aspectos opuestos.
Junto a las autoexpresiones que abrazamos conscientemente, encarnamos simultáneamente la expresión opuesta, aunque éstas son las energías que preferimos «no ver» y dudamos en reconocer -—a éstas las etiquetamos como nuestro lado oscuro o sombras—.
Este fenómeno tiene sus raíces en la ley fundamental de las polaridades, una característica definitoria de nuestra realidad.
En la búsqueda de una comprensión más profunda, nuestro Yo superior se fragmenta, lo que nos permite obtener una perspectiva más matizada de estos aspectos contrastantes dentro de nosotros. En consecuencia, el camino hacia la auto expansión depende de la integración de todas estas polaridades dentro de nuestra esencia, lo que conduce a la potenciación de una mayor autoconciencia.
Esta evolución energética se desarrolla a lo largo de una o muchas vidas, iluminando gradualmente nuestros patrones inauténticos y ayudándonos a redescubrir nuestra verdadera esencia.
La transformación se produce a medida que armonizamos estas perspectivas duales y para «ver plenamente», para ganar la igualdad de conciencia de los fragmentos de la expresión de la energía dentro de nosotros; en última instancia, encontrar el equilibrio dentro de un centro neutral.
En este viaje, todos los aspectos de la oscuridad y la luz son igualmente importantes y dependen unos de otros para percibirse mutuamente.
El Alma necesita este contraste para reconocerse a sí misma y servir de punto de referencia para sus propias experiencias.
Primero necesitamos ser conscientes de la ausencia para reconocer la presencia de lo que buscamos expandir.
No obstante, la creación de esta interacción dinámica de perspectivas y experiencias contrastadas también se adhiere al principio natural de causa y efecto. Esta es la característica más atractiva de la Tierra, así como su reto más complicado, porque la proporción de positividad o negatividad en las intenciones de un alma no determina el efecto positivo o negativo de sus acciones.
Un gran número de consecuencias negativas de las acciones en el planeta —incluso si se llevan a cabo con una intención positiva—podría conducir a acontecimientos destructivos con capacidad para acabar con civilizaciones enteras y detener el crecimiento de los individuos encarnados.
En cada momento de la Tierra, existe un grupo de guardianes que mantienen altas frecuencias para salvaguardar el equilibrio vibracional de la Tierra.
Por el contrario, el conjunto de energías de baja frecuencia forma una fuerza oscura que adquiere su propia conciencia y dinámica impulsada por un propósito para expandirse.
Crea un ciclo de alimentación basado en la ley de causa y efecto, persiguiendo la acción oscura para cosechar una reacción igual, para hincharse en crecimiento y poder.
Las fuerzas oscuras dependen de la moneda del dolor no reflejado.
Dentro del sistema cósmico de enseñanza de la Tierra, el camino ascendente del alma está moldeado por sus deseos. El dolor sirve como catalizador de la alquimia espiritual: impulsa la acción, incita a la reflexión y, en última instancia, facilita la transmutación hacia estadios superiores de autoconciencia.
La transformación ideal conduce de un estado de sufrimiento a otro de alegría.
La ascensión de un individuo a reinos de luz superiores se realiza a través de la comprensión de la libertad y la elección personales: la libertad activa de seleccionar la perspectiva propia.
Nuestra realidad es la perspectiva que tenemos. La realidad es una perspectiva.
Esta comprensión guía el enfoque de la propia energía y, en consecuencia, da forma a lo que se manifiesta.
El proceso de autodescubrimiento conduce a un profundo re-cuerdo de la interconexión atemporal dentro del tejido de la existencia.
La conciencia del Ser más allá de las identidades autoconstruidas desvela al individuo como el catalizador de la propia creación.
Un alma que resuena en una vibración baja existe en un estado de conciencia limitada con respecto a su verdadera naturaleza divina. Ha oscurecido su memoria de conexión cósmica y ha adoptado un sentido de existencia física con la conciencia de un fractal perdido.
Cada alma debe auto iniciar su propio ascenso a frecuencias más elevadas.
A medida que este despertar es catalizado por la experiencia de una incomodidad temporal, una disonancia percibida como dolor, el alma, a través de la reflexión, aprende a responder intencionadamente. Se equipa con una comprensión de las consecuencias energéticas de sus acciones y adquiere el discernimiento para contrarrestar la acción externa con una reacción informada internamente, alcanzando finalmente la soberanía.
Todo camino de crecimiento del alma comienza con la sensación de desconexión de la fuente creadora y, en última instancia, conduce a la unificación con el campo universal a través de la conciencia y la elección.
Formar parte del Todo implica encarnar una expresión fractal única del todo. Esto permite a la Fuente observarse a sí misma como creadora a través de infinitas facetas individuales. En consecuencia, cada ser consciente posee la capacidad de crear su propia realidad, ya que cada alma es un reflejo perfecto de la Fuente.
Para proporcionar una multitud de experiencias basadas en diversas opciones de percepción, la Tierra debe mantener una interfaz neutral.
Sin embargo, el cambio constante de frecuencias de los seres encarnados afecta al campo energético de la Tierra y provoca fluctuaciones.
Como resultado, aunque es imposible alcanzar un equilibrio perfecto, es un esfuerzo que se busca constantemente.
Nuestra corriente del alma nació con memoria cósmica completa.
Fuimos individualizados en cuatro cuerpos, aunque conscientes de nuestra realidad vibracional.
En las primeras fases de nuestras vidas, aprendimos gradualmente a encarnar todas las etapas de la frecuencia de la luz. Nos sintonizamos con cada espectro de luz, aumentando la pulsación dentro de nosotros hasta que nuestra estructura celular se fusionó con la codificación de la luz. Esta fusión definitiva nos permitió transmitir la luz misma, permitiéndonos sostener y proyectar todo el espectro de longitudes de onda de la Tierra en una combinación armoniosa.
La integración de nuestros códigos celulares con la codificación de luz de la conciencia plenamente encarnada permitió que el campo electromagnético de nuestros cuerpos irradiara luz de vuelta al campo planetario. Esto marcó el cumplimiento de nuestro propósito.
Nuestras formas físicas se metamorfosearon en transmisores de luz auto activados.
A medida que avanzábamos, nuestro objetivo final seguía siendo claro: alcanzar la maestría absoluta en la transmisión de la sublime frecuencia áurea.
El posicionamiento del espacio y el tiempo tiene una importancia vital en la red global de custodios de la luz. Cada guardián sirve como un enlace geográficamente específico en la red de energía activada que cubre la Tierra. A medida que la red evoluciona, ciertos guardianes son impulsados a reubicarse en diferentes lugares, guiados por el curso natural de sus vidas y el desarrollo de las circunstancias.
Red de energía de la Tierra
Mientras ponía los pies en el fresco suelo de arcilla vidriada de mi dormitorio, Zura se paseaba ansiosa, esperando a que abriera la pesada puerta de madera.
En el momento en que cabía por la abertura, grité «¡zaiyaah!», su señal para salir a cazar. Se escabulló y tuve la certeza de que volvería con un trofeo en el hocico.
Normalmente era una rata gorda, pero a veces traía a casa zorros pequeños, buitres, conejos o incluso el largo cuello de un ganso. Una vez arrastró a un cocodrilo, y nunca sabré qué había ocurrido aquella mañana para que resultara vencedora de una pelea con un joven monstruo macho de tamaño humano de los pantanos.
Cada mañana, colocaba sus ofrendas de tesoros muertos a mis pies para que yo las inspeccionara mientras la alababa como es debido.
Los jóvenes del personal del templo se disputaban con entusiasmo el privilegio de recoger la presa de Zura para llevarla a la cocina, donde la carne se asaba y se dividía: la mitad para Zura y la otra mitad para nuestra comida del mediodía.
Zura, al igual que su madre Sudhana, era una cazadora hábil y feroz.
A pesar de su juventud, mostraba la misma pasión y destreza cazadora que su madre.
Sudhana se había movido con gracia y elegancia, cualidades que estaban igualmente presentes en Zura, ya fuera capturando presas o acompañándome en mis paseos por los bulliciosos mercados de los asentamientos.
Vernos siempre despertaba entusiasmo entre la gente, sobre todo entre los niños.
A la luz del sol, los dibujos del pelaje de Sudhana bailaban con un brillo dorado, mientras que las manchas de su pelaje adquirían un tono rojo intenso. Se mantenía erguida a mi lado durante mis comparecencias en el Tribunal Supremo del templo, tan quieta como una estatua, sin que se le moviera un músculo, mientras yo cumplía con mi deber de administrar la alta justicia.
Durante la temporada de cosecha, Sudhana y yo deambulábamos por los asentamientos y las tierras de cultivo, presenciando las celebraciones del crecimiento y la matanza de la estación.
Hace cinco años, una mañana, regresó de su cacería con una cabra de granja en las fauces.
Era un mal presagio.
El dueño de la granja solicitó una audiencia en la corte, expresando su angustia por el hecho de que sus hijos le presentaran partes de una cabra recién sacrificada a mi guepardo.
A pesar de su inocente deleite al ofrecer el sacrificio a mi felino real, no comprendieron del todo la gravedad de sus actos, y les perdoné.
Sudhana, embarazada de Efrem y Zura por aquel entonces, desarrolló una fijación por el dulce sabor de la carne de cabra.
Esta fase marcó un cambio en nuestro vínculo espiritual, ya que su inminente maternidad absorbió toda su atención.
Volvió una vez más y cazó otra cabra de la misma granja, causando pánico y angustia entre el rebaño.
El granjero describió el terror de las cabras madres preñadas que les hizo perder a sus crías. Durante las semanas que le quedaban de gestación, mantuve a Sudhana confinada en los patios, ya que era inaceptable seguir matando al ganado de la granja.
La captura resultó totalmente obscena para mi majestuosa felina.
Sus gritos de agonía resonaron día y noche hasta que se sumió en el silencio y dio a luz en silencio a Zura y Efrem.
Estas dos hermosas criaturas parecían como si Sudhana se hubiera repartido a partes iguales su descendencia.
El pelaje de Zura era todo dorado con manchas burdeos intenso, mientras que Efrem era un espectáculo impresionante, un guepardo completamente blanco con un ligero moteado dorado.
Durante todo el tiempo que Sudhana estuvo amamantando, se alimentó exclusivamente de pequeñas criaturas que se encontraban cerca de Zura y Efrem, que estaban bien protegidos en el nido que les proporcioné, equipado con suave seda y pieles.
Por las mañanas, dedicaba todo mi tiempo a los gatitos, mientras Sudhana se proveía de leche o descansaba.
Yo era la única a la que permitía acercarse a sus crías; si alguien más se acercaba, emitía un escalofriante gruñido de advertencia.
Aunque el vínculo que había unido nuestras almas permanecía latente, me permitía observar la sabiduría de su maternidad y el poder de sus instintos.
Seguía siendo mi maestra en la vida, ya que estaba embarazada de mi primer hijo.
Durante su descanso, le cepillaba el pelo y le cantaba canciones tranquilizadoras. Le hablaba en los melodiosos tonos de las presas salvajes que vagaban por el interior y el pantano, recordándole las delicias de los antílopes, evocando los sabores de las aves silvestres, los chacales y los jabalíes.
Cada día que pasaba, mis canciones resonaban con historias de su finura cazadora y la fuerza de su orgullo.
Y, efectivamente, cuando los pequeños tenían unos dos ciclos lunares, empezó a introducirles pequeñas porciones de liebre y rata.
A medida que Zura y Efrem crecían, desarrollaron rápidamente su independencia y su curiosidad innata.
Cuando llegaron a los 4 ciclos lunares, la leche de Sudhana había disminuido, y ella regresó de su cacería con una cabra de granja recién matada.
A la mañana siguiente, antes de que amaneciera, besé su frente en señal de gratitud antes de degollarla.
Soy Sekhmet, la portadora de Maat, la encarnación del equilibrio, el orden y la justicia.
Es mi deber defender la ley cósmica y mantener la verdad, la moralidad y la armonía en la tierra.
Mi corazón debe permanecer siempre neutral, ya que soy el patrón por el que se miden todas las acciones. Es mi responsabilidad garantizar que el principio de Maat se mantenga en todo mi reino. No tengo prejuicios hacia la vida y la muerte; ambas sirven por igual.
Durante cinco días, la ciudad estuvo tranquila. La gente rindió respeto a mi desesperación.
Sudhana
Zura regresó con un babuino derrotado en la boca, que, incluso muerto, era un espectáculo espantoso, dejando al descubierto sus caninos amarillos como garras.
Se sentó sobre sus ancas con una postura perfecta.
Mientras inspeccionaba al mamífero de mediana edad que nos serviría de comida al mediodía, el profundo rumor de su ronroneo salía de su pecho.
Se necesitaban dos muchachos fuertes para llevar a aquella criatura a las cámaras de la cocina.
Me puse un sencillo vestido de algodón ligero, atado a la cintura con una cuerda de color rojo cobalto.
El jardinero había dejado una flor de loto recién cortada y una preciosa pluma de pavo real, cortesía de Ra’h.
Sujeté la pluma a la cuerda, el único adorno que decidí llevar, y luego me puse una capa suelta de seda con un velo de encaje para cubrir el brillo de mi piel, ya que iba a reunirme con los niños para dar un paseo por los mercados y no quería llamar la atención de los campesinos.
Efrem, mi constante compañero, caminaba fielmente a mi lado, exudando siempre una sensación de protección. No era de los que se alejaban, pero me vigilaba de cerca.
Aunque era un hábil cazador, no parecía buscar la gloria.
Su presa eran las ratas y ratones que infestaban nuestros templos.
Las cámaras de la cocina, en particular, le estaban inmensamente agradecidas, ya que se encargó él solo de eliminar el problema de los roedores que nos había asolado antes de su nacimiento.
Mientras visitábamos los asentamientos, el paso de Efrem estaba en perfecta sincronía con el mío, y solo se adelantaba ligeramente para despejarme el camino.
De vez en cuando le gustaba desviarse hacia personas por cuyo carisma sentía afinidad.
Su percepción era aguda, y su paciencia con los hijos de los campesinos, ilimitada.
Algunos se atrevían a acercarse lo suficiente para que les olisqueara suavemente la cara, lo que inevitablemente provocaba gritos y risas entusiastas. Los niños habían sido bien instruidos por sus padres para que no acariciaran a mis guepardos, ya que depositar su olor en el pelaje de mis gatos estaba estrictamente prohibido.
La sacerdotisa Munajah, de las dependencias infantiles de los templos, acompañó a mis hijos en nuestro paseo.
Mi primogénita, Hewha, poseía una naturaleza muy curiosa, mientras que mi hijo, Nadha, a su tierna edad de dos años, mostraba una seguridad en sí mismo dirigida hacia el interior y a menudo se retraía de los estímulos que le rodeaban.
El tono violeta del iris de Hewha y Nadha era la firma visible de su linaje genético, una fusión de nuestros códigos genéticos de luz con el ADN humano.
Cada tres años, yo servía a nuestro propósito concibiendo un niño con semilla humana para avanzar en el proceso de mestizaje hacia una especie humana activada, altamente diversificada y de conciencia avanzada.
Sólo a cinco individuos femeninos de nuestro linaje se les confió la responsabilidad de la procreación impulsada por el propósito, con el fin de mantener una estricta supervisión del desarrollo y la alineación genética del programa.
Cada tres retornos solares nacía un mestizo.
Este proceso abarcaba tres ciclos solares en total: un ciclo dedicado a preparar el útero, otro para llevar al niño hasta el nacimiento, y el ciclo final para descansar y rejuvenecer la estructura celular.
A lo largo del ciclo de purificación y alineación de mi útero, me sometí diariamente a baños de sonido infundidos con frecuencias de enraizamiento, una práctica destinada a armonizar mi útero para recibir a un niño de frecuencia elevada.
Diez días antes de recibir la semilla de un varón humano, Isis administró su inyección de estimulación genética para iniciar el proceso generativo.
La unión sexual se celebró dentro de las cámaras de curación, donde se facilitó un alto espectro de resonancia sonora.
El varón, elegido por Isis, fue conducido a las cámaras, con los ojos cubiertos con una tela, al igual que los míos, para mantener los límites de la intimidad psíquica y concentrarnos en el acto físico.
Guiados por los conos cristalinos que emitían una frecuencia constante de 396 Hz y acompañados por los cánticos de los sacerdotes, nuestros chakras raíz estaban muy activados y en pleno dominio de nuestros sentidos.
A medida que los cánticos de los sacerdotes se intensificaban, también lo hacía el éxtasis pulsante que fusionaba nuestros cuerpos, hasta que nos dilatamos en una ola de expansión que abrió completamente mi portal, recibiendo la chispa del hombre.
La Puerta
—¿Es esa la pluma que usas para pesar el corazón de la gente?—, me preguntó Hewha con un brillo cautivador en sus ojos analíticos.
—¿De qué hablas, Hewha?— respondí, intrigado por su pregunta.
—Padre nos habló de tu propósito anoche antes de dormir— me explicó.
—Cuando le pregunté cómo garantizáis un juicio justo, me habló de vuestro método de pesar el corazón de una persona contra una pluma. Sólo cuando el corazón es más ligero que la pluma, determináis su pureza moral—. —¿Es la pluma que llevas contigo la misma que utilizas para este fin?—.
Permanecí en silencio un momento, considerando sus palabras y la intención de Ra’h de encantarla e informarla simultáneamente.
—Hewha, ¿sabes por qué mucha gente considera a Ra’h el Padre?
¿Sabes por qué se le conoce como El Más Alto?—.
—Porque puede volar más alto que todos los demás—, respondió Hewha sin vacilar.
—Sí, en efecto. ¿Usa alas para volar?—. Le sonreí, disfrutando ahora plenamente de esta conversación.
—Es el que está más cerca del sol— respondió. —Es el que puede llegar más alto de todos, mientras su cuerpo se encuentra bajo la cúpula de cristal a través de la cual recibe todas las instrucciones.
Por lo tanto, debe ser su esencia la que viaja a reinos que nosotros no podemos.
No, su cuerpo no necesita alas ni plumas para volar tan rápido como un pájaro—.
—Además, si lo hiciera, tú no llevarías la pluma de un pavo real, ¡llevarías la suya en su lugar!—.
Con el corazón alegre, le contesté: —Hewha, adoro tu claridad. Tienes razón: nunca necesitamos objetos mundanos para apoyar nuestras tareas energéticas—.
Tu padre está tan intrincadamente sintonizado con el sol, la fuente de toda información, que su cuerpo es un conducto directo de la conciencia solar y su mente puede traducir la luz que recibe para estar siempre indudablemente informada de las acciones que deben emprenderse.
Peso, en efecto, pero intento no ver una fábula como realidad.
Mi esencia está sintonizada con la verdad y el equilibrio cósmico, lo que me permite recibir señales de mis células que encierran una sabiduría infinita. En pocas palabras, puedo sentir la verdad en mi cuerpo, especialmente en la energía de mi corazón.
—La presentación externa es sólo una pequeña parte de la información que recibo para tomar decisiones precisas. Mi naturaleza sigue la ley natural—.
—No me pareces dura, Maa. Me gusta estar contigo; eres cálida y amable con nosotros— dijo Hewha.
—¿Por qué crees que la fuerza se muestra a través de la dureza, Hewha?— le pregunté. —La verdadera fuerza se conoce a sí misma, por eso es sutil. ¿Sabes lo que significa «sutil», Hewha? Quizá una forma mejor de describirlo sea que el verdadero poder se expresa a través de la bondad, una forma elevada de disciplina—.
Un ser poderoso nunca se entrometerá, sino que dará un paso al frente cuando sea bienvenido; no buscará el dominio, sino que permanecerá amable aunque firme.
—La rigidez conduce a la ruptura, así que un ser regio mantiene la fluidez y la suavidad—.
La expresión de Hewha se volvió seria. —¿Nos quieres?—.
—Sí, Hewha, os quiero mucho— respondí con una sonrisa.
Un pequeño músculo de su párpado inferior se crispó, la única señal que dejó traslucir su regocijo.
—La gente parece tenerte miedo, Maa— me dijo en voz baja.
—Me he dado cuenta de que la gente suele ser cautelosa y respetuosa a mi alrededor. Temen que yo sepa que, a veces, el mayor servicio de transformación requiere que todo arda, que todo se trastorne por completo. La vida quiere vivir, pero yo no tengo preferencia por la vida. Soy la portadora del equilibrio, y no es su deber ni su capacidad comprender la neutralidad energética que debo mantener para emitir un juicio puro—, le expliqué a Hewha.
—Me imagino que no es fácil— respondió ella suavemente.
—No lo es. Gracias por entenderlo, Hewha—, le dije.
Perdida en sus pensamientos, asintió lentamente con la cabeza y nos dirigió con entusiasmo hacia un puesto del mercado lleno de pasteles con los colores del arco iris.
Nadha, que había estado esforzándose por mantener la velocidad a la que caminábamos para seguir nuestra conversación, retrocedió para unirse a la sacerdotisa Munajah, por la que sentía un profundo cariño.
Su rostro permanecía inexpresivo, y nunca pude calibrar la profundidad de su comprensión.
A medida que nos acercábamos a los bordes exteriores de los asentamientos, el sol descendía hasta su punto medio.
Nuestra población humana se estaba expandiendo rápidamente, y las viviendas recién construidas casi habían duplicado la distancia hasta los límites exteriores de la cuadrícula de piedra, que conducía la carga eléctrica en armonía con la frecuencia humana óptima.
Ra’h y yo habíamos fijado una reunión con los arquitectos para el día siguiente para comenzar la construcción de una nueva pirámide que expandiera el campo de energía organizado de nuestra civilización. Sabíamos que no podía haber más demora. Si los humanos empezaban a habitar fuera de la red vital de los conductores, la enfermedad y la decadencia se producirían rápidamente.
Asentamientos
Nuestro pequeño grupo regresó a los templos. Los niños siguieron a la sacerdotisa para disfrutar de juegos de Mehen y dulces alimentos, mientras que los felinos y yo nos unimos a Ra’h para tomar té de mirra y jugar a la adivinación.
Al llegar a su templo, la seda dorada que envolvía delicadamente mi cuerpo se hacía eco juguetón de los destellos de las lámparas de pared. Estas lámparas, impregnadas de fragante aceite de jazmín, habían sido encendidas por Ra’h para establecer un ambiente relajante, para unirse a un cuerpo y una mente relajados.
Al entrar en el santuario íntimo de sus aposentos, me sumergí en su atmósfera cálida y seductora.
La entrada se abría a una sala de nueve lados, cada esquina adornada con una alcoba de pared curva que sostenía una llama sobre una bandeja de cobre.
Estas llamas presentaban una sinfonía de matices debidos a mezclas de carbón infundidas con sales.
Este despliegue artístico se repetía en un patrón geométrico, con el potasio evocando una llama violeta, el cobre produciendo un verde frío y el calcio conjurando un vivo resplandor naranja.
Seis lámparas de aceite se instalaron en el espacio plano de la pared entre los altares de fuego, frente a la entrada.
La cúpula superior de su cámara mostraba un anillo ininterrumpido de cuarzo translúcido de color rosa, adornado con intrincados y minúsculos diseños geométricos. Esta disposición proyectaba un fascinante juego de luces en la estancia: una danza perpetua de rayos fragmentados multicolores, inamovibles y en continuo movimiento en sus intrincados patrones.
Junto a la plataforma interior, compuesta por enormes asientos acolchados y mullidos cojines, había té y fruta.
Efrem y Zura se habían colocado a ambos lados de la puerta de entrada, mientras yo me movía con elegancia hacia el asiento central y me acercaba a Ra’h, sosteniendo su mirada encantada durante un rato íntimo.
Finalmente, separó nuestro largo momento de sensual silencio para servirme una taza de aromático té. —Veo que llevas la pluma de pavo real que encontré esta mañana. Me encanta cómo adorna tu belleza— me dijo.
—Cuánta sabiduría y belleza irradia una sola pluma— me reí. —Los niños han quedado cautivados por tus cuentos—.
—Espero seguir contando las leyendas que dotan tu legado—, respondió con expresión sincera. —Tu esencia es la más difícil de captar para las mentes más simples. Te hace vulnerable a la presunción. La percepción de la ambigüedad puede llevar a afirmaciones injustas. El hombre busca historias para evaluar el mundo—.
Inhalando el refrescante aroma de mi té de mirra endulzado con miel, respondí: —Te entiendo. El hombre busca emoción. He visto los seductores retratos que me representan como un implacable manejador de la muerte sediento de sangre—; una risita surgió en mi pecho.
—Eso excita al simple hombre. A mí me divierte—.
Ra’h me sostuvo con fuerza en su mirada: —Qué extraña dicotomía encarnas. No te inmuta la idea de una memoria futura distorsionada. Sin embargo, fue tu iniciativa construir la cámara de la memoria cósmica. Fuiste tú quien primero comprendió la implicación de la biblioteca cósmica para retener y activar la Conciencia en la futura Crónica de este planeta—.
Sus palabras llenaron la cámara, reverberando verdades saturadas de benevolencia.
Manteniendo el vínculo de nuestras miradas, respondí: —¿Qué podría impulsar en mí el deseo de ser conocida por el hombre? ¿Qué podría llevarme a creer que ser conocida es alcanzable?
—Tú eres el único que conoce mi corazón. El único que puede hablarme y oírme hablar. Sólo tú eres mi hogar, gemelo de mi alma—.
Hace cinco años, supervisé la construcción de la cámara subterránea de la memoria.
Esta cámara fue construida en la intersección donde el campo de la Tierra estaba sobrecargado con reverberaciones anormales.
Al principio, la resonancia parecía fuera de lugar, pero pronto quedó claro que este lugar definía el límite donde los reinos físico y energético eran más permeables.
Antes de que construyéramos la cámara, la zona estaba marcada de forma natural por un círculo perfecto de 100 Remen en el que no crecía nada, los animales lo evitaban y viajaban a su alrededor, mientras que los humanos decían sentir vibraciones incómodas en los huesos y una tensión insoportable en los músculos a causa del bajo zumbido del suelo.
Para nosotros, seres de frecuencia más elevada, la zona resultaba muy estimulante y parecía aligerar nuestra estructura física.
Las visiones de Ra’h identificaron este lugar como un punto de acceso al embudo central del campo toroidal de la Tierra. Me quedó claro que este lugar revelaba un portal hacia la red de información cósmica.
La Cámara de la Memoria había sido meticulosamente diseñada para servir tanto de marco protector como de portal tangible para estructurar y acceder a esta extraordinaria energía.
En las profundidades de la superficie terrestre, este lugar sagrado servía como un reino donde el pasado, el presente y el futuro coexistían en un estado de animación suspendida.
Dentro de este espacio, obtuvimos un pasaje para acceder e integrar el conocimiento y la sabiduría que abarcaba una multitud de líneas temporales. Surgió como el instrumento más potente de nuestra civilización en la búsqueda de la navegación entre los reinos físico y energético.
Di instrucciones a los ingenieros de explosiones de sonido para que amplificaran gradualmente exactamente la misma vibración que el suelo mantiene de forma natural.
A través de este proceso, se desveló una estructura previamente oculta, caracterizada por su diseño esférico que facilitaba la perfecta conducción de la energía, fluyendo desde un punto de exceso hacia un punto de entrada.
Superestructura
Encima se construyó una superestructura, con una configuración cilíndrica interna diseñada por expertos para canalizar la carga de la Tierra hacia arriba, generando una circulación toroidal. Luego, para fijar una marca de coordenadas que resistiera el paso del tiempo, nuestra estructura se encerró dentro del cuerpo de la Sphinx (Esfinge).
—Podrías haber encargado una estatua tuya para exhibir tu inmortalidad— recordó Ra’h.
—La estatua pretendía ser una mezcla de Sudhana y yo. Puede que a los arquitectos les pareciera extraño, pero para mí tenía sentido. Sabía que era cierto y correcto—, rememoraba.
El nombre «Sphinx» encerraba un código secreto, un enigma que encapsulaba la esencia de nuestra unión. La «S» representaba a Sudhana, la querida compañera que había compartido su fuerza vital con la mía. La «Ph» encarnaba al Faraón, yo misma, la responsable de gobernar nuestra tierra y nuestro camino espiritual. Y la letra «x» representaba la convergencia, el punto de cruce donde nuestras almas se entrelazaban. En esencia, el propio nombre hablaba de Sudhana y de mí, unidas en una unión mística de dos mundos: el físico y el etéreo, el mortal y el divino. Esta verdad estaba encapsulada en el gran cuerpo de la Sphinx, una centinela eterna que custodiaba nuestro legado.
Sphinx (Esfinge)
Se había colocado una entrada en la parte posterior de la cabeza de la Pharofelines, lo suficientemente elevada como para soportar las inundaciones y las tormentas de fuego pronosticadas por nuestra previsión. El interior de la Sphinx estaba diseñado con corredores en bucle, que se separaban en direcciones ascendentes y descendentes.
La Cámara Alta de la Alineación, un santuario circular, tenía el suelo cubierto por una densa capa de turmalina negra. Descansaba bajo la grandeza de una cúpula hexagonal de cristal, meticulosamente forjada en oro fundido. En este espacio sagrado, Ra’h dedicaba sus horas de medio cielo al sol, un tiempo en el que absorbía la sabiduría transmitida por la conciencia de su luz fotónica concentrada. Aquí, traducía sus conversaciones celestiales en acciones tangibles que guiarían a nuestra civilización hacia adelante.
Los corredores descendentes, que se extendían bajo la superficie de la Tierra, conducían a mi Cámara de la Memoria, estratégicamente situada justo debajo de la pata de piedra derecha de la Sphinx. Esta cámara servía de puerta de entrada a la vasta reserva de registros energéticos. Aquí, dedicaba varias horas al día a transmutar la carga emocional incrustada en el registro kármico de la Tierra. Mi propósito era expandir los reinos del equilibrio energético y aliviar el peso de la imposición kármica sobre nuestro mundo.
—Ven, saca tu carta, mi amor— me instó Ra’h. Cuando me acerqué a él, me presentó una baraja de adivinación extendida. Mis dedos recorrieron lentamente el dorso fuerte y cálido de su mano mientras seleccionaba la que expresaría mi espíritu. Acercándome a él, le dio la vuelta para revelar la Espiral de Khepri, un mensaje sobre la imprevista transformación repentina y la naturaleza cíclica de la existencia.
—Espero que los próximos tiempos de construcción incluyan desafíos para los que debemos estar preparados— exclamó Ra’h. —Los Merath son cada vez más complejos.
—Mañana nos coordinaremos con los arquitectos para ultimar los preparativos—.
Presté poca atención al mensaje de mi carta. Su cuerpo irradiaba una llamada al mío, para unirme al calor del sol de Ra’h.
Salí sobresaltada de mi profundo letargo al ver el rostro de Zura que se cernía sobre mí.
Su cuerpo estaba colocado en ángulo transversal al mío, sus patas suaves y pesadas se clavaban en mi pecho, y su ronroneo vibrando sobre mí era una placentera llamada a un nuevo día.
Sin embargo, mi placer duró poco cuando abrí los ojos y vi una gota formándose en su orificio nasal, inevitablemente lista para caer sobre mi cara.
Me quedé inmóvil un momento, viendo cómo sus ojos se cerraban y se abrían con profunda satisfacción, cómo la gotita se aflojaba y estaba a punto de desprenderse, y - «blop»- aterrizó de lleno en mi labio superior.
Aparté a Zura de mí para incorporarme, me limpié los mocos de la cara y la perdoné con un sentido masaje en el cuello. Efrem, excitado por el movimiento y la seguridad de que el día había empezado, se levantó del otro lado de mi cama y se metió de lleno en los mimos, haciendo que Zura se marchara, para convertirse él en el único centro de mi atención.
Finalmente, la excitación de Efrem se disipó lo suficiente como para que me levantara de la cama. Zura ya temblaba a las puertas de mi habitación, con los músculos tensos, y luego encendidos por mi orden: «¡zaiyaah!»
Salió disparada de mi habitación hacia el destino de un mamífero cuya vida estaba a punto de terminar.
Eleha, mi sacerdotisa de confianza, estaba fuera de mis aposentos, llevando mi ajuar para el Alto Tribunal.
—Supongo que anoche llegaste tarde a tu dormitorio— comentó, con un brillo travieso bailando en sus cálidos ojos color ámbar. —Tal vez sería conveniente que visitaras los baños antes de ponerte tu atuendo real—. Levantó la cabeza y me miró con una sonrisa contagiosa. Respondí a su tácita pregunta sobre mis actividades de la noche anterior con un deliberado silencio, pero acepté su sugerencia. —En efecto, la limpieza y el rejuvenecimiento suenan muy bien en este momento. Disfrutemos de los baños, Eleha—.
Me puse la bata y corrimos hacia el templo del agua riéndonos a carcajadas. Eleha y yo siempre fingíamos tener una competición justa cuando corríamos hacia algún sitio.
Sin embargo, como yo superaba con creces el doble de la longitud de su cuerpo, siempre fingía correr mientras en realidad caminaba ridículamente despacio, lo que siempre hacía que Eleha estallara en carcajadas.
Nos unimos a un pequeño grupo de sacerdotisas en los baños de vapor, donde se comentaban todos los rumores de la ciudad. Los baños eran mi lugar de verdadera relajación, donde era una mujer entre las mujeres, conocida pero sólo considerada como un cuerpo desnudo más con alegría por los cuentos y los rumores.
La excitación era máxima estos días, en torno a un único tema: la llegada de la Merath, un gran espectáculo que perturbaría la rutina diaria durante muchos ciclos lunares. Flotaba en la cuenca de la madre-estrella, una gran vasija de piedra que vibraba a 33 Hz para reducir la atracción gravitatoria dentro del agua. Aquí, los cuerpos desafiaban la gravedad, suspendidos en perfecta quietud. Mis pensamientos divagaban en un vacío expansivo mientras me fundía con la inmensa nada, donde cada fibra de mi ser se sentía como en casa.
Sintiéndome enraizada y renovada, me puse mi elegante atuendo para comparecer ante el Alto Tribunal.
Mi vestido se amoldaba perfectamente a la forma de mi cuerpo alargado, y estaba hecho de ligeros anillos de oro con incrustaciones de zafiro azul. Era tan delicado como indestructible. Mi tocado de oro ornamentalmente trenzado, exquisitamente tallado en forma de hélice, estaba adornado con un zafiro verde en el centro de la frente, catalizador de mi ojo etéreo.
Eleha cerró los intrincados broches de mi vestido y abrochó mi Ankh en el centro de mi pecho, una obra maestra elaborada con el ópalo de fuego más pulido.
Hoy no me ocuparía de los asuntos que necesitan un juicio final, sino que daría la bienvenida a nuestros arquitectos para que completaran los borradores para la construcción de nuestro Sexto Generador.
Cuando salí de mi cámara para unirme a la asamblea, Eleha presentó sus respetos, inclinando la cabeza mientras levantaba a medias los brazos, con las palmas hacia el cielo. Zura y Efrem caminaron a mi lado mientras nos dirigíamos al templo principal.
Hermenus y sus protegidos nos esperaban desde primera hora de la mañana en el vestíbulo del templo del desarrollo.
Meticulosamente dispuestos sobre mesas de granito, había cientos de dibujos.
Las paredes del templo estaban adornadas con nuestros registros, que representaban los principios fundamentales de la ingeniería para que los estudiaran las generaciones futuras. Los pilares de colores contenían las crónicas de nuestros avances actuales, cinceladas con nuestra luz afilada.
Hewha y Nadha se sentaron a un lado, bajo la atenta mirada de Munajah.
Nadha había traído consigo su juguete Merath de aspecto desaliñado, hecho de cáñamo y lana. Como descendientes directos, se les pidió que asistieran a esta primera reunión oficial de sus vidas.
Once escalones conducían a una plataforma iluminada por grandes cristales de sílice y cobre, que empapaban la sala con una luz intemporal.
Allí, Ra’h aguardaba mi llegada, tranquilo y concentrado, listo para recibir la presentación de los arquitectos. Vestía una túnica de seda fuertemente tejida con intrincados pespuntes de hilo dorado. Su tocado sostenía un rubí redondo y anaranjado sobre la frente, sujeto a un gran semicírculo de plumas de oro, tan finamente talladas que parecían translúcidas en la parte posterior de su cabeza.
—Ra’h, enviado supremo de la luz, y Sekhmet, enviada suprema de la orden, me habéis convocado para hacer realidad otro generador necesario para facilitar la expansión de las moradas de nuestra civilización. Mis protegidos y yo hemos ultimado los planos para el Merath que nos seguirá. Nuestros conductores están seguros de que la conexión con ellos es lo suficientemente fuerte como para seguir adelante con los procedimientos. El lugar en el que hay que construir consta de suficientes capas de turba rica en carbono en el suelo para que los Merath puedan alimentarse y mantenerse. Además, hay que crear más recursos de carbón vegetal. Pronto comenzaremos la excavación del terreno marcado. Si me lo permiten, les presentaré ahora cada paso de la construcción, fácil de ejecutar por los Merath—.
Lo que siguió fue una presentación compleja y exhaustivamente detallada de planos de construcción, numerados secuencialmente y acompañados de ilustraciones cristalinas comprensibles incluso para un niño. El proceso de construcción de una pirámide para ampliar nuestra red energética era un camino bien conocido por nuestros ingenieros, pero la intrincada tarea de dirigir y supervisar el Merath presentaba un reto considerablemente más complejo.
Los Merath, que se alzaban sobre nosotros con cuerpos cinco veces mayores que los nuestros y más de diez veces el tamaño de un humano medio, eran indispensables para el progreso de nuestra civilización. Se contaban entre las primeras creaciones de la Tierra, diseñadas para proporcionar la fuerza física necesaria para aprovechar y estructurar el potencial energético del planeta.
Su tejido corporal era principalmente sílice e hidrógeno, infundido con oro atómico que creaba un granito fluido. Estos seres colosales fueron traídos a la vida a través del ADN reducido, manteniendo su conciencia en un nivel inferior, más transitable.
Nuestros conductores, sacerdotes elegidos por sus altos niveles de helio en sus estructuras corporales, fueron entrenados con pericia para establecer una conexión perfecta entre sus mentes translúcidas y las de los gigantes.