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"La razón de la sinrazón" es una novela tardía del maestro Benito Pérez galdós publicada en 1915 y es, sin duda, una de sus grandes obras maestras que fue escrita "al dictado", pues el escritor estaba ya ciego.
El propio Galdós la definió como «fábula teatral absolutamente inverosimil» y cierra el ciclo de obras del llamado "periodo mitológico" junto con "El caballero encantado", publicada en 1909.
La novela transcurre en
Ursaria ciudad imaginaria y onírica en
Farsalia Nova, poblado por demonios (Arimán, Nadir y Zafronio) y brujas (Celeste y Rebeca) empeñados en restablecer el cáos con el triunfo de la sinrazón y la mentira. La heroína de la trama será Atenaida, maestra de escuela del lugar (síntesis galdosiana de serenidad, progreso y justicia) junto con Cintia-Pascuala, y el malvado contrincante Dióscoro, político hipócrita, astuto zorro viejo y padre de tres hijas (Protasia, Calixta y Teófila); el personaje a redimir esta vez será Alejandro, marqués de Rodas, frustrado terrateniente y político.
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LA RAZÓN DE LA SINRAZÓN
Personajes
Jornada Primera
Jornada Segunda
Jornada Tercera
Jornada Cuarta
GUÍA ESPIRITUAL DE ESPAÑA - Madrid
ATENAIDA.
ALEJANDRO.
DIÓSCORO.
PÁNFILO.
HIPERBOLOS.
CUCÚRBITAS.
CYLANDROS.
HELENA, esposa de Alejandro.
PROTASIA, hija de Dióscoro.
CALIXTA, hija de Dióscoro.
TEÓFILA, hija de Dióscoro.
BASILIO, criado de Dióscoro.
CURIAS, procurador,
ARIMÁN, diablo.
NADIR, diablo.
ZAFRANIO, diablo.
CELESTE, bruja.
REBECA, bruja.
EL SANTO PAJÓN, santero.
MALCARADO, buñolero.
DON HILARIO, cura.
DOMINGA, su ama.
SECRETARIO DE DIOSCORO.— CRIADOS.
POSADERO Y SU MUJER.
Arrieros, Guardias civiles, gitanas, campesinos, etc., etc
La acción en Ursaria, y en el largo trayecto desde Ursaria al Campo de la Vera.
CUADRO PRIMERO
ESCENA PRIMERA
País desolado y frío. Es de noche. Entra en escena ATENAIDA, presurosa, y tras ella viene ARIMÁN.
ATENAIDA es una joven agraciada, esbelta, vestida con modesta corrección provinciana; lleva en su mano una maletita de viaje. El DOCTOR ARIMÁN es un diablo con apariencias inequívocas de personalidad humana: alto, escueto, ojos muy vivos, nariz de caballete, boca risueña. Componen su atavío un balandrán obscuro que le cubre hasta los pies, y un gorro de piel redondo sin visera. Bastonea con un deforme paraguas verdinegro.
ARIMÁN
Atenaida, oiga usted, acorte el paso.
ATENAIDA
( Mirándole sin detenerse.) ¡Ah! El doctor Arimán. Dispénseme; tengo mucha prisa. Voy á tomar el tren mixto en la estación de Valflorilo. ( Óyese el silbato del tren, que se aproxima.)
ARIMÁN
Allá voy yo también; tenemos tiempo.
ATENAIDA
Prefiero esperar al tren á que el me espere á mi. ( Siguen andando juntos.)
ARIMÁN
¿Va usted á Ursaria?
ATENAIDA
Allá voy.
ARIMÁN
Ya sé que le ha salido á usted una buena colocación.
ATENAIDA
Sí; un señor de los más acaudalados de Ursaria me ha confiado la educación de sus niñas.
ARIMÁN
Ya lo sé.
ATENAIDA
Usted lo sabe todo. ( Llegan á la estación. El tren no está lejos.)
ARIMÁN
Ursaria es una capital deliciosa, metrópoli de esta Farsalia-Nova, país de cucaña. Como aquí no se conoce la justicia, los aventureros y desahogados están en grande.
ATENAIDA
Ya llega el tren; voy á buscar sitio.
ARIMÁN
Y yo á buscar á unos amigos que vienen aquí para reunirme con ellos.
ESCENA II
En el tren.
ATENAIDA, que ocupa un asiento en coche de segunda junto á la ventanilla, se adormece arrullada por el traqueteo del tren. De pronto abre los ojos, y ve que en el asiento frontero está sentado ARIMAN con dos amigos. Estos son NADIR y ZAFRANIO, diablejos que se presentan ante el mundo con apariencia de mozalbetes casquivanos.
ARIMÁN
( Afectuoso.) En su nueva colocación, Atenaida, no le faltará trabajo. Domar señoritas huérfanas de madre; pulimentar sus entendimientos bravios; prepararlas para el matrimonio… Estará usted en sus glorias. Es usted la criatura más laboriosa que se ha conocido, pues para usted el descanso es… algo como un estado morboso.
ATENAIDA
( Secamente.) Trabajo de continuo, más que por virtud, por horror á la ociosidad.
ARIMÁN
( A sus amigos.) Aprended, juventud frivola.
NADIR
Ya aprendemos, maestro, y admiramos á la señorita Atenaida.
ZAFRANIO
La hemos conocido en Toledo, regentando una escuela de ochenta niñas. ( Atenaida, queriendo esquivar la conversación con aquellos hombres, les da las gracias con leve movimiento de cabeza; saca de su maletita un libro, y lee.)
ARIMÁN
( Lisonjero, con exquisita amabilidad.) Esta ejemplar criatura no pierde ripio; hasta los momentos soporíferos del tren los aprovecha para instruirse.
NADIR
Eso no es instruirse, es rezar.
ARIMÁN
¿Qué sabéis vosotros, tontainas? Lo que lee nuestra linda compañera de viaje es el Tratado de la Conciencia. Atenaida practica el principio de subordinar sus acciones al fuero interno. Es el mejor sistema para ponerse á tono con la armonía universal.
ATENAIDA
( Burlona.) Doctor, déjeme en paz; usted me abruma con sus lisonjas. Yo no soy más que una mujer vulgar…
ARIMÁN
No se me oculta que usted es una mujer extraordinaria.
ATENAIDA
Qué risa.
ARIMÁN
El culto de la conciencia y el trabajo nunca interrumpido, conducen á la sabiduría del bien y del mal.
ATENAIDA
Esa sabiduría no la tengo yo.
ARIMÁN
La tiene usted aunque no lo diga. ( Atenaida sigue leyendo.) Noto que rehuye usted el hablar conmigo; pero soy algo machacón, y aunque usted sostiene que yo lo sé todo, no es verdad, amiga mía: ignoro muchas cosas, y si usted me lo permite le haré una pregunta.
ATENAIDA
( Con cierto hastío.) Pregunte lo que quiera.
ARIMÁN
¿Qué sabe usted de Alejandro, el buen Marqués de Rodas?
ATENAIDA
Tiempo ha que no le veo; según tengo entendido, hoy padece más que nunca la fiebre de los negocios, y éstos le van bastante mal.
ARIMÁN
Yo pensé que al enviudar se casaría con usted. Me consta que usted le amaba y era tiernamente correspondida. Por su desvío, ¿no le guarda usted rencor?
ATENAIDA
No soy rencorosa; Alejandro es bueno, es honrado, y observa las leyes morales y sociales con un rigor absoluto.
ARIMÁN
Por eso le salen torcidos todos los negocios. ¿Vive en Ursaria?
ATENAIDA
Tal vez; pero no puedo asegurarlo.
ARIMÁN
Pues si reside en la capital, allí encontrará medios para enderezar sus negocios y recuperar los caudales perdidos.
ATENAIDA
No lo sé. Lo que sí aseguro es que Alejandro no se apartará jamás de la Razón y la Verdad.
ARIMÁN
Yo conozco bien la sociedad de Ursaria. En otro tiempo Alejandro fué muy amigo del caballero cuyas niñas va usted á educar. Es probable que los que antes fueron amigos lo sean ahora también. Y á propósito: en aquella casa hallará usted buena ocasión de labrarse un sólido porvenir.
ATENAIDA
( Sorprendida.) ¿Yo? ¿Cómo?
ARIMÁN
Don Dióscoro de la Garfia es viudo… y viudo aburrido de su soledad. Si usted tiene arte y sutileza, podrá pasar de institutriz á señora de la casa.
ATENAIDA
Usted bromea, doctor.
ARIMÁN
Y don Dióscoro tiene un hermano llamado Pánfilo, que también es viudo y cansado de su soledad. Usted, Atenaida, está dotada de encantos físicos y espirituales, y si á esta fuerza nativa añade usted un poco de estrategia coquetil, podrá conquistar el tálamo de cualquiera de los dos hermanos.
ATENAIDA
¡Que cosas se le ocurren á este doctor!
ARIMÁN
Ambos hermanos son ricos, ó lo parecen. Ursaria es en estos tiempos terreno fecundo para los hambrientos y sedientos de fáciles provechos.
ATENAIDA
Por lo que usted dice, en Ursaria domina la mentira, y yo…
ARIMÁN
Usted tiene su entendimiento empapado en ese libro que hace un rato leía. Pero fíjese bien en lo que le digo, amiga mía. En ese libro falta un capítulo, que se titula: De la Elasticidad de la Conciencia.
ATENAIDA
¡Oh! no. ( Acorta el tren su marcha. Arimán y sus amigos se levantan.)
ARIMÁN
Si el capítulo no existe, invéntelo usted y no se arrepentirá de ello.
ATENAIDA
¿Se quedan ustedes en esta estación?
ARIMÁN
Sí; es la estación de Yeserías. Como profesor de Química, tengo que dar un informe sobre la salubridad de las excavaciones.
ATENAIDA
Bueno. Adiós.
ARIMÁN
Es fácil que nos veamos en Ursaria. Agur.
( Al parar el tren, Arimán y sus amigos desaparecen. Atenaida cae en profunda meditación.)
Sin detenerse en la estación de Yeserías, Arimán, Nadir y Zafranio, se escabullen por angosto sendero, y después de recorrer silenciosos distancia no inferior á cuatro kilómetros, llegan á un cerro calvo, desnudo de toda vegetación. La noche, sin luna, es de una serenidad majestuosa; brillan en el cielo los planetas y las constelaciones con fulgor espléndido. A poco de vagar con paso lento por aquella soledad, los tres seres diabólicos divisaron bultos negros, sin duda mujeres acurrucadas; entre ellas fugaces llamaradas de fuegos fatuos. Oyese lejano graznido de cuervos.
ESCENA III
ARIMÁN, CELESTE, bruja.
ARIMÁN
Ya están aquí esas idiotas; seguid vosotros hacia las excavaciones y entretened á las comadres con algunas ceremonias que den regocijo á sus corazones amojamados; yo busco á esa que adereza sus enredos con parrafadas de una filosofía hueca… esa que responde por Celeste, aunque su verdadero nombre es Celestina. Ya me ha visto, y brincando como una cabra loca viene hacia mí. Seguid vosotros, y dejadme solo con ella. ( Vanse los amigos.) Ya te veo, Celestina…
CELESTE
Perdona, ¡oh Príncipe!, si por centésima vez te suplico que no me des ese nombre; pues si es cierto que con el crisma me lo aplicaron, yo reniego de él, porque el vano vulgo lo usa para designar á las que practican el vil oficio proxenético, sin elevarse á los filosóficos principios que yo empleo para conquistar almas y llevárselas al señor tuyo y mío. Llámame Celeste, nombre suave y peregrino, que me da calidad y metimiento en mi trato con los mortales.
ARIMÁN
Pues te llamo Celeste, y añado que esta noche no vengo más que á platicar contigo.
CELESTE
( Avanza, y desenvolviendo su manto negro muestra su cuerpo larguirucho cubierto de un luengo camisón. Su rostro es escuálido; boca desdentada, nariz corva y ojos de buho.) Noches ha, Señor, que he venido á buscarte á este campo de nuestros sagrados ritos. En vano te esperé, y mi desconsuelo fué tan grande como es esta noche mi alegría. Déjame que te adore…
ARIMÁN
( Echándose al suelo, apoyado el codo en tierra y la cabeza en la mano.) No vengo á que me adores; apártate.
CELESTE
Adorarte quiero. Déjame que te bese el tafanario.
ARIMÁN
Suprime esta noche el ósculo de acatamiento.
( Apártala con suavidad. Celeste se acurruca junto á él; el cuervo familiar de la bruja se le sube al hombro y grazna como tomando parte en la conversación.) Suprimamos el rito y hablemos de cosas del mundo.
CELESTE
¡Oh, el mundo! Por un lado, los tiólogos, atrapando á la gente rica con el cebo de la bienaventuranza eterna; por otro, los filósofos, con su jerigonza materialista, han puesto á la humanidad en tal estado de corrumpición, que poco tendrá que discurrir nuestro Señor Satán para hacerla suya. ( Lanza el cuervo un fuerte graznido.)
ARIMÁN
No estás en lo cierto. Tu mucho saber de filosofías marchitas y de místicas zarandajas te hacen desvariar. Vuelve en ti, hermana Celeste, y reconoce que la familia del antes poderoso Baal está en innegable decadencia. Mi tía la Serpiente duerme enroscada en sí misma un sueño secular. Pasaron los tiempos en que eran nuestras, grandes extensiones de humanidad en este y otros planetas. Con sutiles artes ha conseguido arrebatárnoslas el Padre Universal que nos echó del Paraíso. Ya no nos queda más que esta faja de terreno donde hemos podido establecer, aunque de una manera transitoria, el imperio de la deliciosa Sinrazón, ley de la mentira provechosa, holganza de las inteligencias, triunfo de las travesuras, terreno en que medran los tontos, se enriquecen los audaces, y todo va al revés de lo que ordenan las antiguas pragmáticas del Padre Universal. Para sostener este tinglado nos bastan hechizos y sortilegios de poca monta, en los que has demostrado tu capacidad para volver lo blanco negro y turbar las almas candorosas.
CELESTE
Me dejas atónita y turulata con eso que me dices de nuestra decadencia. Pues tú piensas que vamos á menos, yo me someto al rigor peripatético de tu disciplina, y aquí estoy para lo que me mandes. ¡Oh Príncipe mío! ( Pausa. Arimán, extático, fija sus ojos en el cielo.) La hermosura del cielo en estas noches me hizo creer que tendríamos gran solemnidad en nuestro rito. Fíjate, Señor: nuestra divina Reina Astartó me hacía guiños hace un rato…, y ahora otra vez.
ARIMÁN
Yo no puedo apartar mis ojos del planeta Marte.
CELESTE
De allí sale la ira que viene á encender la discordia en este mundillo nuestro.
ARIMÁN
No es ira lo que nos viene de allí, sino la onda potente que engendra en el suelo de la Farsalia-Nova la desorganización ética, fundamento de nuestro poder. Esa onda es como un tumulto de carnaval, que nos trae la burla disfrazada de lógica y la mentira con careta de verdad. ( El cuervo articula lastimosos graznidos.)
CELESTE
Ya te entiendo, Príncipe mío.
ARIMÁN
( Levantándose.) Ahora, Celeste, á todas las comadres y comadrejas que han venido esta noche, diles que monten en sus escobas y se vayan cantando bajito.
CELESTE
( Puesta en pie, envuelve su cuerpo rígido en el manto negro. El cuervo levanta el vuelo y se aleja; dijérase que va á comunicar á las brujas la orden de partida.) ¿Te acompaño, Príncipe?
ARIMÁN
No. Antes de separarnos, oye un momento: ¿Conoces tú á una tal Atenaida, bien parecida y afable, antaño educadora de niñas pobres, hogaño de niñas ricas, y tan activa que no conoce la ociosidad?
CELESTE
La conozco. Sin presumir de sabia, lo es; se acuesta con los libros, y dormida se sube á zancajear por lo que llamamos el éter de la cosmogonía sublime. Hablando en plata: la tal Atenaida es una remilgada, que con la profilaxis y otros arrumacos de la conciencia, quiere labrarse la opinión de honestidad.
ARIMÁN
¿Te atreverías tu á tentarla?
CELESTE
Ya lo intenté hace un año. Le propuse con discretos halagos que aceptara la plaza de ama de un canónigo que estaba prendado de ella, pero nada conseguí. Es muy tozuda.
ARIMÁN
¿Te atreverías ahora?
CELESTE
¿Pues no he de atreverme? Es guapa moza, y gusta del buen vestir y de las alhajas de ley. Torres más altas han venido al suelo. ¿Tienes algo más que ordenarme, Príncipe?
ARIMÁN
No… ( Caviloso.) Sí; espera un poco. Fíjate bien en lo que voy á decirte, que es cosa muy delicada: A estos dos Príncipes que andan conmigo…
CELESTE
No están aquí; han ido con las otras compañeras á las excavaciones.
ARIMÁN
Quiero decirte que no prestes gran atención á Nadir y Zafranio, que, como sabes, gobiernan conmigo esta región; mas el Padre Satán dispuso que yo fuera el jefe y ellos mis subalternos.
CELESTE
Ya lo sé; pero sospecho, querido Príncipe, que los tres andáis desacordes ó, como si dijéramos, inarmónicos.
ARIMÁN
Tú lo lías dicho. Zafranio y Nadir disponen algunas cosas sin contar conmigo, y esto no puede continuar.
CELESTE
Eleva tus quejas al Padre Satán.
ARIMÁN
¡Ay, Celeste! De algún tiempo acá, el Padre dormita con letargo profundo en los brazos ardientes de Astarté. La relajación de la disciplina infernal se manifiesta ya en todas las esferas de la humanidad sidérea y terrestre.
CELESTE
( Estremeciéndose.) Me haces temblar, Príncipe pero, en fin, ¿qué me mandas?
ARIMÁN
Que cuando esos te den alguna orden, antes de cumplirla vengas á contármelo. ( Aparece volando el cuervo, se pone en el hombro de Celeste y le grazna al oído.)
CELESTE
Después de celebrar el rito, se han ido con las brujas á Ursaria.
ARIMÁN
Por esta otra parte, también nosotros nos iremos allá.
CELESTE
Pues vámonos.
ARIMÁN
Tú por delante. ¡Agur! Yo tengo que dar un gran rodeo.
CELESTE
¿Dónde nos veremos?
ARIMÁN
No te cuides de eso. Ya te encontraré yo cuando te necesite.
ESCENA IV
Buñolería de MALCARADO en las inmediaciones de Ursaria. ARIMÁN, ZAFRANIO y NADIR, vestidos de obreros, están junto á una mesa, desayunándose con café y churros; MALCARADO despacha en el mostrador. Entran sucesivamente el SANTO PAJÓN, DOÑA REBECA y BASILIO. Primeras horas de la mañana.
ARIMÁN
Sírvenos pronto. Malcarado, que tenemos prisa.
MALCARADO
( Sirviéndoles.) Allá va. ¿Pa qué tanta priesa, si vus pasáis el día ganduleando en las calles de Ursaria?
NADIR
No ganduleamos, tío Malcarado. ¿Qué sabes tú?
ZAFRANIO
Para nosotros el día es noche, y vivimos soterrados.
ARIMÁN
Trabajamos en el alcantarillado de la Gran Vía.
MALCARADO
Buen alcantarillado tenéis vosotros, vagos de día y danzantes de noche. En fin, ahí tenéis el café, y despavilad pronto. ( Entra el Santo Pajón, que es un vejete, de oficio santero; lleva una urna-cepillo con la imagen del Niño Jesús, bien vestidito y con zapatos de tisú de plata. Pide limosna en nombre del Niño, para una comunidad de monjas. El verdadero nombre de este personaje es Pío José, pero en los pueblos que recorre es más conocido con el apodo de Santo Pajón.)
SANTO PAJÓN
( Desde la puerta.) La paz de DÍOS… ( Dirígese al mostrador. Como parroquiano asiduo, no necesita pedir la mañana. Malcarado le sirve una copa de aguardiente. Mientras el santero empina el codo, entra doña Rebeca; dirígese á saludar á Zafranio, de quien es amiga.)
ZAFRANIO
¡Hola, señá Rebeca! ¿Viene usted á tomar la mañana?
REBECA
( Que es una bruja muy apersonada, alta y huesuda, con velo de ala de mosca.) Hijo, tomo mi copita !ay! para matar el maldito histérico, esta fatiguilla del estómago…