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"Las flores del mal" de Charles Baudelaire es una obra maestra de la poesía simbolista que explora temas como el mal, la belleza, el deseo y la decadencia. A través de su poesía, Baudelaire retrata un mundo donde lo sublime y lo grotesco coexisten, y donde la belleza puede encontrarse en los aspectos más oscuros y trágicos de la existencia humana. El poeta examina la angustia existencial y el conflicto entre el deseo de elevación espiritual y la atracción hacia lo prohibido. Desde su publicación, "Las flores del mal" ha sido reconocida por su innovación formal y su temática provocadora, desafiando las normas de su tiempo. La obra fue censurada y el propio Baudelaire fue procesado, lo que no impidió que se convirtiera en una influencia central en la poesía moderna. La exploración del sufrimiento, el erotismo y la muerte, así como el uso de imágenes audaces, consolidaron a Baudelaire como un poeta visionario. "Las flores del mal" sigue siendo una referencia en la literatura universal por su capacidad de captar las contradicciones inherentes a la condición humana. Al abordar el mal y la belleza de manera entrelazada, Baudelaire invita al lector a reflexionar sobre las complejidades del alma y el mundo, ofreciendo un retrato profundamente filosófico y atemporal del ser humano.
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Seitenzahl: 124
Charles Baudelaire
LAS FLORES DEL MAL
Título original:
“Les Fleurs du mal”
PRESENTACIÓN
LAS FLORES DEL MAL
Parte 1
Parte 2 - Spleen e ideal
Parte 3 - Cuadros parisinos
Parte 4 - El vino
Parte 5 - Flores del mal
Parte 6 - Rebelión
Parte 7 - La muerte
Charles Baudelaire
1821 - 1867
Charles Baudelaire fue un poeta, crítico de arte y ensayista francés, ampliamente reconocido como uno de los más importantes y revolucionarios escritores del siglo XIX. Nacido en París, Baudelaire es conocido por su colección de poemas Las flores del mal (1857), una obra que rompió con las convenciones literarias de su época, explorando temas como la belleza en lo decadente, el hastío de la vida moderna y el conflicto entre el bien y el mal. Su trabajo es clave en el desarrollo de la poesía moderna y simbolista, influyendo en generaciones de escritores.
Primeros años y educación
Charles Baudelaire nació en una familia acomodada, pero su infancia se vio marcada por la muerte de su padre cuando tenía solo seis años, lo que provocó un fuerte impacto en su vida. Su madre se volvió a casar, y su padrastro, el general Aupick, intentó disciplinar al joven Baudelaire. Este conflicto familiar afectó profundamente al poeta y se refleja en su obra. Estudió en el prestigioso Lycée Louis-le-Grand, donde destacó por su inteligencia, pero también por su espíritu rebelde. Posteriormente, inició estudios de derecho, aunque nunca mostró interés por seguir una carrera convencional, prefiriendo dedicarse a la literatura y el arte.
Carrera y contribuciones
Baudelaire revolucionó la poesía francesa con Las flores del mal, una obra que escandalizó a la sociedad parisina de la época por su representación cruda y oscura de la vida moderna. Los poemas de Baudelaire exploran temas como el spleen, una profunda sensación de angustia y aburrimiento existencial, así como la lucha entre el ideal de belleza y la decadencia de la realidad. Además, sus críticas de arte, como las contenidas en El pintor de la vida moderna (1863), son fundamentales para comprender su visión estética, en la que se destaca la figura del "dandy", un observador solitario y desencantado del mundo.
Impacto y legado
El trabajo de Baudelaire fue un parteaguas en la literatura. Introdujo un lenguaje poético que desafiaba las normas del clasicismo, utilizando imágenes impactantes y una métrica innovadora. Su influencia en el simbolismo y el modernismo es indiscutible, sirviendo de inspiración para autores como Stéphane Mallarmé y Paul Verlaine, así como para artistas y pensadores del siglo XX. Su visión del artista como un ser apartado del mundo, inmerso en sus propias luchas internas, resuena aún en la actualidad.
Muerte y legado
Baudelaire murió joven, a los 46 años, tras una vida marcada por la enfermedad y la pobreza. Aunque fue criticado y censurado en vida, su obra fue reivindicada tras su muerte, consolidándose como una de las más influyentes de la poesía francesa. Hoy en día, Las flores del mal sigue siendo un referente ineludible en la poesía mundial, y Baudelaire es recordado como el poeta que abrió nuevos caminos para la expresión artística en la modernidad, explorando la belleza en los lugares más oscuros y sombríos de la experiencia humana.
Sobre la obra
"Las flores del mal" de Charles Baudelaire es una obra maestra de la poesía simbolista que explora temas como el mal, la belleza, el deseo y la decadencia. A través de su poesía, Baudelaire retrata un mundo donde lo sublime y lo grotesco coexisten, y donde la belleza puede encontrarse en los aspectos más oscuros y trágicos de la existencia humana. El poeta examina la angustia existencial y el conflicto entre el deseo de elevación espiritual y la atracción hacia lo prohibido.
Desde su publicación, "Las flores del mal" ha sido reconocida por su innovación formal y su temática provocadora, desafiando las normas de su tiempo. La obra fue censurada y el propio Baudelaire fue procesado, lo que no impidió que se convirtiera en una influencia central en la poesía moderna. La exploración del sufrimiento, el erotismo y la muerte, así como el uso de imágenes audaces, consolidaron a Baudelaire como un poeta visionario.
"Las flores del mal" sigue siendo una referencia en la literatura universal por su capacidad de captar las contradicciones inherentes a la condición humana. Al abordar el mal y la belleza de manera entrelazada, Baudelaire invita al lector a reflexionar sobre las complejidades del alma y el mundo, ofreciendo un retrato profundamente filosófico y atemporal del ser humano.
AL POETA IMPECABLE
Al perfecto mago de las letras francesas
A mi muy querido y muy venerado
maestro y amigo
THEOPHILE GAUTIER
Con los sentimientos
de la más profunda humildad
Yo dedico
Estas flores malsanas.
La necedad, el error, el pecado, la tacañería,
Ocupan nuestros espíritus y trabajan nuestros cuerpos,
Y alimentamos nuestros amables remordimientos,
Como los mendigos nutren su miseria.
Nuestros pecados son testarudos, nuestros arrepentimientos cobardes;
Nos hacemos pagar largamente nuestras confesiones,
Y entramos alegremente en el camino cenagoso,
Creyendo con viles lágrimas lavar todas nuestras manchas.
Sobre la almohada del mal está Satán Trismegisto
Que mece largamente nuestro espíritu encantado,
Y el rico metal de nuestra voluntad
Está todo vaporizado por este sabio químico.
¡Es el Diablo quien empuña los hilos que nos mueven!
A los objetos repugnantes les encontramos atractivos;
Cada día hacia el Infierno descendemos un paso,
Sin horror, a través de las tinieblas que hieden.
Cual un libertino pobre que besa y muerde
el seno martirizado de una vieja ramera,
Robamos, al pasar, un placer clandestino
Que exprimimos bien fuerte cual vieja naranja.
Oprimido, hormigueante, como un millón de helmintos,
En nuestros cerebros bulle un pueblo de Demonios,
Y, cuando respiramos, la Muerte a los pulmones
Desciende, río invisible, con sordas quejas.
Si la violación, el veneno, el puñal, el incendio,
Todavía no han bordado con sus placenteros diseños
El lienzo banal de nuestros tristes destinos,
Es porque nuestra alma, ¡ah! no es bastante osada.
Pero, entre los chacales, las panteras, los podencos,
Los simios, los escorpiones, los gavilanes, las sierpes,
Los monstruos chillones, aullantes, gruñones, rampantes
En la jaula infame de nuestros vicios,
¡Hay uno más feo, más malo, más inmundo!
Si bien no produce grandes gestos, ni grandes gritos,
Haría complacido de la tierra un despojo
Y en un bostezo tragaríase el mundo:
¡Es el Tedio! — los ojos preñados de involuntario llanto,
Sueña con patíbulos mientras fuma su pipa,
Tú conoces, lector, este monstruo delicado,
—Hipócrita lector, —mi semejante, — ¡mi hermano!
Cuando, por un decreto de las potencias supremas,
El Poeta aparece en este mundo hastiado,
Su madre espantada y llena de blasfemias
Crispa sus puños hacia Dios, que de ella se apiada:
—"¡Ah! ¡no haber parido todo un nudo de víboras,
Antes que amamantar esta irrisión!
¡Maldita sea la noche de placeres efímeros
En que mi vientre concibió mi expiación!
Puesto que tú me has escogido entre todas las mujeres
Para ser el asco de mí triste marido,
Y como yo no puedo arrojar a las llamas,
Como una esquela de amor, este monstruo esmirriado,
¡Yo haré rebotar tu odio que me agobia
Sobre el instrumento maldito de tus perversidades,
Y he de retorcer tan bien este árbol miserable,
Que no podrán retoñar sus brotes apestados!"
Ella vuelve a tragar la espuma de su odio,
Y, no comprendiendo los designios eternos,
Ella misma prepara en el fondo de la Gehena
Las hogueras consagradas a los crímenes maternos.
Sin embargo, bajo la tutela invisible de un Ángel,
El Niño desheredado se embriaga de sol,
Y en todo cuanto bebe y en todo cuanto come,
Encuentra la ambrosia y el néctar bermejo.
El juega con el viento, conversa con la nube,
Y se embriaga cantando el camino de la cruz;
Y el Espíritu que le sigue en su peregrinaje
Llora al verle alegre cual pájaro de los bosques.
Todos aquellos que él quiere lo observan con temor,
O bien, enardeciéndose con su tranquilidad,
Buscan al que sabrá arrancarle una queja,
Y hacen sobre El el ensayo de su ferocidad.
En el pan y el vino destinados a su boca
Mezclan la ceniza con los impuros escupitajos;
Con hipocresía arrojan lo que él toca,
Y se acusan de haber puesto sus pies sobre sus pasos.
Su mujer va clamando en las plazas públicas:
"Puesto que él me encuentra bastante bella para adorarme,
Yo desempeñaré el cometido de los ídolos antiguos,
Y como ellos yo quiero hacerme redorar;
¡Y me embriagaré de nardo, de incienso, de mirra,
De genuflexiones, de viandas y de vinos,
Para saber si yo puedo de un corazón que me admira
Usurpar riendo los homenajes divinos!
Y, cuando me hastíe de estas farsas impías,
Posaré sobre él mi frágil y fuerte mano;
Y mis uñas, parecidas a garras de arpías,
Sabrán hasta su corazón abrirse un camino.
Como un pájaro muy joven que tiembla y que palpita,
Yo arrancaré ese corazón enrojecido de su seno,
Y, para saciar mi bestia favorita,
¡Yo se lo arrojaré al suelo con desdén!"
Hacia el Cielo, donde su mirada alcanza un trono espléndido,
El Poeta sereno eleva sus brazos piadosos,
Y los amplios destellos de su espíritu lúcido
Le ocultan el aspecto de los pueblos furiosos:
—"Bendito seas, mi Dios, que dais el sufrimiento
Como divino remedio a nuestras impurezas
Y cual la mejor y la más pura esencia
¡Que prepara los fuertes para las santas voluptuosidades!
Yo sé que reservarás un lugar para el Poeta
En las filas bienaventuradas de las Santas Legiones,
Y que lo invitarás para la eterna fiesta
De los Tronos, de las Virtudes, de las Dominaciones.
Yo sé que el dolor es la nobleza única
Donde no morderán jamás la tierra y los infiernos,
Y que es menester para trenzar mi corona mística
Imponer todos los tiempos y todos los universos.
Pero las joyas perdidas de la antigua Palmira,
Los metales desconocidos, las perlas del mar,
Por vuestra mano engarsados, no serían suficientes
Para esa hermosa Diadema resplandeciente y diáfana;
Porque no será hecho más que de pura luz,
Tomada en el hogar santo de los rayos primitivos,
Y del que los ojos mortales, en su esplendor entero,
¡No son sino espejos oscurecidos y dolientes!"
Frecuentemente, para divertirse, los tripulantes
Capturan albatros, enormes pájaros de los mares,
Que siguen, indolentes compañeros de viaje,
Al navío deslizándose sobre los abismos amargos.
Apenas los han depositado sobre la cubierta,
Esos reyes del azur, torpes y temidos,
Dejan lastimosamente sus grandes alas blancas
Como remos arrastrar a sus costados.
Ese viajero alado, ¡cuan torpe y flojo es!
Él, no ha mucho tan bello, ¡qué cómico y feo!
¡Uno tortura su pico con una pipa,
El otro remeda, cojeando, del inválido el vuelo!
El Poeta se asemeja al príncipe de las nubes
Que frecuenta la tempestad y se ríe del arquero;
Exiliado sobre el suelo en medio de la grita,
Sus alas de gigante le impiden marchar.
Por encima de los lagos, por encima de los valles,
De las montañas, de los bosques, de las nubes, de los mares,
Allende el sol, allende lo etéreo,
Allende los confines de las esferas estrelladas,
Mi espíritu, tú me mueves con agilidad,
Y, como un buen nadador que desfallece en la onda,
Tú surcas alegremente la inmensidad profunda
Con una indecible y mácula voluptuosidad.
¡Vuela muy lejos de esas miasmas mórbidas,
Ve a purificarte en el aire superior,
Y bebe, como un puro y divino licor,
La luminosidad que colma los espacios límpidos!
Detrás del tedio y los grandes pesares
Que abruman con su peso la existencia brumosa,
Dichoso aquel que puede con ala vigorosa
Arrojarse hacia los campos luminosos y serenos;
¡Aquel cuyos pensamientos, cual alondras,
Hacia los cielos matutinos tienden un libre vuelo!
¡Que se cierna sobre la vida, y alcance sin esfuerzo
El lenguaje de las flores y de las cosas mudas!
La Natura es un templo donde vividos pilares
Dejan, a veces, brotar confusas palabras;
El hombre pasa a través de bosques de símbolos
que lo observan con miradas familiares.
Como prolongados ecos que de lejos se confunden
En una tenebrosa y profunda unidad,
Vasta como la noche y como la claridad,
Los perfumes, los colores y los sonidos se responden.
Hay perfumes frescos como carnes de niños,
Suaves cual los oboes, verdes como las praderas,
Y otros, corrompidos, ricos y triunfantes,
Que tienen la expansión de cosas infinitas,
Como el ámbar, el almizcle, el benjuí y el incienso,
Que cantan los transportes del espíritu y de los sentidos.
(Yo amo el recuerdo… )
Yo amo el recuerdo de esas épocas desnudas,
En que Febo se complacía en dorar las estatuas,
Cuando el hombre y la mujer en su agilidad
Gozaban sin mentira y sin ansiedad,
Y, el cielo amoroso acariciándoles el lomo,
Desplegaban la salud de su noble máquina.
Cibeles, entonces, fértil en frutos generosos,
No estimaba sus redes un peso muy oneroso,
Pero, loba de corazón henchido de ternuras vulgares,
Amamantaba al universo con sus pezones morenos.
El hombre, elegante, robusto y fuerte, tenía el derecho
De mostrarse orgulloso de las beldades que le llamaban su rey;
¡Frutos puros de todo ultraje y vírgenes de grietas,
Cuya carne lisa y firme atraía las mordeduras!
El Poeta actualmente, cuando quiere concebir
Estas nativas grandezas, en los lugares donde se dejan ver
La desnudez del hombre y de la mujer,
Siente un frío tenebroso envolver su alma
Ante este negro cuadro lleno de espanto.
¡Oh, monstruosidades llorando su vestimenta!
¡Oh, ridículos troncos! ¡torsos dignos de máscaras!
¡Oh, pobres cuerpos retorcidos, flacos, ventrudos o fláccidos,
Que el dios Utilitario, implacable y sereno,
Niños, los fajó en sus pañales de bronce!
¡Y vosotras, mujeres, ¡ah!, pálidas cual cirios
Que roe y que nutre el libertinaje, y vosotras, vírgenes,
Del vicio materno arrastrando la herencia.
Y todas las fealdades de la fecundidad!
Nosotros tenemos, es verdad, naciones corrompidas,
De los pueblos antiguos, bellezas ignoradas:
Rostros corroídos por los chancros del corazón,
Y como quien diría bellezas de la languidez,
Pero estas invenciones de nuestras musas tardías
No impedirán jamás a las razas enfermizas
Rendir a la juventud un homenaje profundo,
—¡A la santa juventud, al aire simple, a la dulce frente,
A la mirada límpida y clara como un agua corriente,
Y que va derramando sobre todo, indiferente
Como el azul del cielo, los pájaros y las flores,
Sus perfumes, sus cánticos y sus dulces colores!
Rubens, río de olvido, jardín de la pereza,
Almohada de carne fresca donde no se puede amar,
Pero donde la vida afluye y se agita sin cesar,
Como el aire en el cielo y la mar en el mar;
Leonardo da Vinci, espejo profundo y sombrío,
Donde los ángeles encantadores, con dulce sonrisa
Toda llena de misterio, aparecen en la sombra
De los ventisqueros e los pinos que cierran su paisaje;
Rembrandt, triste hospital lleno de murmullos,
Y por un gran crucifijo decorado solamente,
Donde la plegaria llorosa se exhala de las inmundicias,
Y de un rayo invernal atravesado bruscamente;
Miguel Ángel, lugar impreciso do vénse los Hércules
Mezclarse a los Cristos, y elevarse muy erguidos
Fantasmas pujantes que en los crepúsculos