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En "Ligeia", de Edgar Allan Poe, el narrador relata su intenso amor por la inteligente y bella Ligeia. Después de su misteriosa muerte, vuelve a casarse, pero la presencia de Ligeia le persigue, lo que lleva a un escalofriante clímax que explora los temas del amor, la muerte y lo sobrenatural.
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Seitenzahl: 29
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En "Ligeia", de Edgar Allan Poe, el narrador relata su intenso amor por la inteligente y bella Ligeia. Después de su misteriosa muerte, vuelve a casarse, pero la presencia de Ligeia le persigue, lo que lleva a un escalofriante clímax que explora los temas del amor, la muerte y lo sobrenatural.
Amor, Muerte, Sobrenatural
Este texto es una obra de dominio público y refleja las normas, valores y perspectivas de su época. Algunos lectores pueden encontrar partes de este contenido ofensivas o perturbadoras, dada la evolución de las normas sociales y de nuestra comprensión colectiva de las cuestiones de igualdad, derechos humanos y respeto mutuo. Pedimos a los lectores que se acerquen a este material comprendiendo la época histórica en que fue escrito, reconociendo que puede contener lenguaje, ideas o descripciones incompatibles con las normas éticas y morales actuales.
Los nombres de lenguas extranjeras se conservarán en su forma original, sin traducción.
Y la voluntad reside allí, que no muere. ¿Quién conoce los misterios de la voluntad, con su vigor? Pues Dios no es más que una gran voluntad que impregna todas las cosas por naturaleza de su intensidad. El hombre no se entrega a los ángeles, ni a la muerte por completo, salvo solo por la debilidad de su frágil voluntad.
—Joseph Glanvill.
No puedo, por mi alma, recordar cómo, cuándo, o incluso exactamente dónde, conocí por primera vez a lady Ligeia. Han pasado muchos años desde entonces, y mi memoria está debilitada por mucho sufrimiento. O, tal vez, ahora no puedo recordar estos puntos, porque, en verdad, el carácter de mi amada, su rara erudición, su singular aunque plácida belleza, y la emocionante y cautivadora elocuencia de su lenguaje musical, se abrieron camino en mi corazón a pasos tan firmes y sigilosamente progresivos que han pasado desapercibidos y desconocidos. Sin embargo, creo que la conocí primero y con más frecuencia en alguna ciudad grande, vieja y decadente cerca del Rin. De su familia seguramente la he oído hablar. Que es de una fecha remotamente antigua no se puede dudar. ¡Ligeia! ¡Ligeia! Enterrada en estudios de una naturaleza más que adaptada a amortiguar las impresiones del mundo exterior, es sólo por esa dulce palabra -por Ligeia- que traigo ante mis ojos la imagen de la que ya no está. Y ahora, mientras escribo, me viene a la memoria que nunca he sabido el nombre paterno de la que fue mi amiga y mi prometida, y que se convirtió en la compañera de mis estudios, y finalmente en la esposa de mi pecho. ¿Fue una acusación juguetona por parte de mi Ligeia, o una prueba de mi fuerza de afecto el que no hiciera averiguaciones sobre este punto, o fue más bien un capricho mío, una ofrenda salvajemente romántica en el santuario de la devoción más apasionada? Sólo recuerdo indistintamente el hecho en sí; ¿qué me extraña que haya olvidado por completo las circunstancias que lo originaron o lo acompañaron? Y, en efecto, si alguna vez ese espíritu que se llama Romance, si alguna vez ella, la Ashtofet de alas nebulosas del Egipto idólatra, presidió, como dicen, los matrimonios de mal agüero, entonces con toda seguridad presidió el mío.