Ligeia - Edgar Allan Poe - E-Book

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Edgar Allan Poe

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Beschreibung

Ligeia es un relato corto escrito por Edgar Allan Poe. Fue publicado por primera vez el 18 de septiembre de 1838 en una edición de la revista American Museum, y fue editado por dos amigos de Poe, los doctores N.C. Brooks y J.E. Snodgrass.

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LIGEIA

Edgar Allan Poe

1

Y allí se encuentra la voluntad, que no fenece. ¿Quién conoce los misterios de la voluntad y su vigor? Pues Dios es una gran voluntad que penetra todas las cosas por la naturaleza de su atención. El hombre no se rinde a los ángeles, ni por entero a la muerte, salvo únicamente por la flaqueza de su débil voluntad.

JOSETH GLANVILL

No puedo, por mi alma, recordar ahora cómo, cuándo, ni exactamente dónde trabe por primera vez conocimiento con Lady Ligeia. Largos años han transcurrido desde entonces, y mi memoria es débil porque ha sufrido mucho. O quizá no puedo ahora recordar aquellos extremos porque, en verdad, el carácter de mi amada, su raro saber, la singular aunque plácida clase de su belleza, y la conmovedora y dominante elocuencia de su hondo lenguaje musical se han abierto camino en mi corazón con paso tan constante y cautelosamente progresivo, que ha sido inadvertido y desconocido. Creo, sin embargo, que la encontré por vez primera, y luego con mayor frecuencia, en una vieja y ruinosa ciudad cercana al Rin. De seguro, le he oído hablar de su familia. Está fuera de duda que provenía de una fecha muy remota. ¡Ligeia, Ligeia! Sumido en estudios que por su naturaleza se adaptan más que cualesquiera otros a amortiguar las impresiones del mundo exterior, me bastó este dulce nombre -Ligeia-para evocar ante mis ojos, en mi fantasía, la imagen de la que ya no existe. Y ahora, mientras escribo, ese recuerdo centellea, sobre mí, que no he sabido nunca el apellido paterno de la que fue mi amiga y mi prometi-da, que llegó a ser mi compañera de estudios y al fin, la esposa de mi corazón. ¿Fue aquello una orden mimosa por parte de mi Ligeia?

¿O fue una prueba de la fuerza de mi afecto lo que me llevó a no hacer investigaciones sobre ese punto? ¿O fue más bien un capricho mío, una vehemente y romántica ofrenda sobre el altar de la más apasionada devoción?

Si sólo recuerdo el hecho de un modo confuso, ¿cómo asombrarse de que haya olvidado tan por completo las circunstancias que le originaron o le acompañaron? Y en realidad, si alguna vez el espíritu que llaman noveles-co, si alguna vez la brumosa y alada Ashtop-het del idólatra Egipto, preside, según dicen los matrimonios fatídicamente adversos, con toda seguridad presidió el mío.

Hay un tema dilecto, empero, sobre el cual no falla mi memoria. Es este la persona de Ligeia. Era de alta estatura, algo delgada, e incluso en los últimos días muy demacrada.

Intentaría yo en vano describir la majestad, la tranquila soltura de su porte o la incom-prensible ligereza y flexibilidad de su paso.

Llegaba y partía como una sombra. No me daba cuenta jamás de su entrada en mi cuar-to de estudio, salvo por la amada música de su apagada y dulce voz, cuando posaba ella su marmórea mano sobre mi hombro. En cuanto a la belleza de su faz, ninguna donce-lla la ha igualado nunca. Era el esplendor de un sueño de opio, una visión aérea y encan-tadora, más ardorosamente divina que las fantasías que revuelan alrededor de las almas dormidas de las hijas de Delos. Con todo, sus rasgos no poseían ese modelado regular que nos han enseñado falsamente a reverenciar con las obras clásicas del paganismo. "No hay belleza exquisita -dice Bacon, Lord Verulam-, hablando con certidumbre de todas las formas y genera de belleza, sin algo extraño en la proporción." No obstante, aunque yo veía que los rasgos de Ligeia no poseían una regularidad clásica, aunque notaba que su belleza era realmente "exquisita", y sentía que había en ella mucho de "extraño", me esforzaba en vano por descubrir la irregularidad y por per-seguir los indicios de mi propia percepción de

"lo extraño". Examinaba el contorno de la frente alta y pálida -una frente irreprochable: