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Mucha gente cree que sus acciones y experiencias están conectadas vía la ley del karma. La causalidad kármica aparece con frecuencia en la visión del mundo de muchas tradiciones asiáticas, movimientos espirituales y en la nueva era. Evidentemente, estas ideas y definiciones simplistas se desmontan en cuanto las analizas. Como era de suponer, Osho plantea un enfoque muy diferente: «tienes que entender que yo estoy completamente en contra de la idea del karma; es una estrategia de la mente para echarle la culpa al pasado». Pues cuando le echas la culpa a algo –sea lo que sea–, puedes seguir siendo infeliz. No puedes hacer nada y empiezas a sentirte como víctima. No culpes a tu karma plantea un desafío: dejar de culpar al entorno de todo lo que crees que está mal en tu vida o en la dirección que ha tomado la humanidad. Aunque la idea de responsabilidad absoluta asuste, puede proporcionarte una enorme libertad, porque si tú eres la causa de tu sufrimiento, también puedes ser el cambio.
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OSHO
No culpes a tu karma
Traducción del inglés de Esperanza Moriones Alonso
Título original:Don't Blame Your Karma
© 1965, 2022 OSHO International Foundation, www.osho.com/copyrights
2024. All rights reserved.
© de la edición en castellano:
2024 Editorial Kairós, S.A.
www.editorialkairos.com
Este libro es la transcripción original de un trabajo original en hindi titulado Satya Ka Anveshan, una colección de discursos que Osho dio ante una audiencia. Todos los discursos de Osho han sido publicados íntegramente en inglés y están también disponibles en audio. Las grabaciones originales de audio y el archivo completo de textos se pueden encontrar on-line en la OSHO Library de la www.osho.com.
OSHO® es una marca registrada de Osho International Foundation, www.osho.com/trademarks.
© de la traducción del inglés al castellano: Esperanza Moriones Alonso
Revisión: Alicia Conde
Fotocomposición: Pablo Barrio
Diseño cubierta: Katrien van Steen
Primera edición en papel: Noviembre 2024
Primera edición en digital: Noviembre 2024
ISBN papel: 978-84-1121-294-6
ISBN epub: 978-84-1121-323-3
ISBN kindle: 978-84-1121-324-0
Todos los derechos reservados. Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita algún fragmento de esta obra.
Prólogo
1. Bondad, belleza y verdad
2. Indagación, no fe
3. El significado del silencio
4. El ser y la verdad
5. Las alas del amor
Sobre el autor
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Índice
Comenzar a leer
El origen de tu sufrimiento es la mente.
No estás sufriendo por culpa de tu karma del pasado.
Tú mismo te estás inventando tu sufrimiento porque tu verdadera naturaleza es la dicha. El sufrimiento requiere un gran esfuerzo: tienes que planificarlo, tienes que merecerlo. Significa ir en contra de tu propia naturaleza, por eso es tan difícil. Significa nadar contracorriente. Significa estar en conflicto permanente con la naturaleza.
La naturaleza no conoce el futuro, siempre está aquí. La naturaleza siempre está aquí en este mismo momento y nada más. Los árboles están creciendo en este momento y los ríos están fluyendo en este momento. Todo ocurre en este momento, excepto tu mente. Incluso tu cuerpo está creciendo en este momento, tu sangre está circulando en este momento, tu corazón está latiendo en este momento. Todo está aquí y ahora, excepto tu mente. La mente está muy lejos.
Y esa mente es el origen de tu sufrimiento. No, en realidad, no es que estés sufriendo por culpa de un karma del pasado. No, en realidad, no es que Dios te haya predestinado para sufrir. No, en realidad, no es que estés sufriendo porque Adán y Eva cometieran un pecado. Todas esas cosas son trampas para eludir la responsabilidad, y vale cualquier cosa, por ejemplo, Adán y Eva… Los pobres Adán y Eva se han convertido en chivos expiatorios. Y cuando esta parábola pierda vigencia, como ocurre con todas las parábolas y todas las metáforas al cabo de un tiempo –cuando se convierte en un cliché y acaba perdiendo su potencial y su poder–, te inventarás algo nuevo.
Después surgió la teoría del karma: has hecho tantas cosas malas en tus vidas pasadas que ahora tendrás que sufrir por eso. Deja de culpar a tus vidas pasadas. En tus vidas pasadas eras igual. También sufrías. La causa de tu sufrimiento está aquí y ahora y no es por culpa de tus vidas pasadas. Esto solo te sirve para quitarte un peso de encima, pero es muy peligroso, porque así nunca podrás cambiar, siempre seguirás siendo el mismo. ¿Cómo puedes corregir tus vidas pasadas? Ya se fueron y no puedes hacer nada al respecto. Ahora no te queda otra posibilidad que sufrir.
O también puedes echarle la culpa a tu suerte, a tu destino… Nadie te quiere hacer daño, Dios no es un malvado, no te ha predestinado para sufrir. Si fuera así, Dios sería un sádico, un enfermo, y sería mucho peor que el diablo: ¿cómo va a predestinar a unos pobres inocentes a sufrir sin motivo alguno? Si fuera así, la existencia sería muy injusta, sería parcial y no valdría la pena vivir. Y la religión sería una farsa. Dios no te ha predeterminado ni te ha predestinado a sufrir. Esto también fue perdiendo cada vez más fuerza en la mente de las personas, porque lo repitieron demasiado tiempo, y entonces renunciaron a la idea del karma. Cuando renunciaron a la idea de la predestinación, surgieron otras ideas nuevas.
Karl Marx estaba en contra de la religión, pero, en última instancia, no cambia nada. Dice que es una necesidad histórica, en otras palabras, está hablando del destino. Tu sufrimiento ha sido predeterminado por la historia: estás sufriendo por culpa de tu destino económico, por culpa de la lucha de clases. El sufrimiento no desaparecerá mientras no desaparezcan las clases sociales. Esto consiste en volver a quitarte un peso de encima, porque ¿qué puedes hacer tú? Cuando llegue la utopía, cuando llegue el comunismo a la Tierra, desaparecerá el sufrimiento. Si hay sufrimiento es por culpa de los ricos, el que provoca el sufrimiento es el capitalista. El propio capitalista, sin embargo, también está sufriendo. De hecho, los ricos sufren más que los pobres. ¿Por qué? Porque los ricos tienen todo lo necesario para no sufrir, pero se han dado cuenta de la inutilidad de todo eso, de su futilidad. Su sufrimiento es inmenso.
El pobre sufre porque pasa hambre. El rico no sufre por pasar hambre, sino porque, a pesar de vivir en una buena casa, tener una buena mujer, una familia cálida y un entorno agradable, en su interior sabe que sigue pasando hambre, hambre espiritual. Su vida no tiene sentido, no tiene un objetivo, es puramente accidental, está vacía. Y eso le genera un profundo sufrimiento. El pobre sufre físicamente, pero el rico sufre psicológicamente.
¿Por qué sufren los ricos? Si solo fuera una cuestión de riqueza, los ricos no sufrirían; pero una vez más, esto es una coartada, es una justificación para poder seguir haciendo lo mismo y continuar con los antiguos patrones. Actualmente se ha demostrado que esto también era una falacia y se ha convertido en otro cliché.
Entonces llegó Sigmund Freud y se inventó algo nuevo. Dijo: «Estás sufriendo por culpa de los instintos y las pasiones inconscientes de la naturaleza animal que hay en tu interior. El ser humano sufre por culpa de esas heridas que hay en su inconsciente». Y ¿qué podemos hacer con el inconsciente?
Estamos dando diferentes nombres a la misma trampa, a la misma estrategia: «Yo no soy el responsable». Siempre es algo distinto… El inconsciente, la historia, la economía, Dios, el destino, el karma…; todo vale, puedes llamarlo como quieras, cualquier cosa vale. Pero hay una cosa que está muy clara, y es que «yo no soy el que provoca mi sufrimiento». Y es justamente ahí donde reside todo el sufrimiento, en esto consiste la trampa.
Tienes que entenderlo: la causa de tu propio sufrimiento eres tú y nadie más. El primer paso para ser religioso es reconocer este hecho. Deja de echarle la culpa a los demás y reconoce que «yo soy la causa de mi sufrimiento». Cuando lo reconozcas, te provocará tristeza, evidentemente, y te sentirás un poco estúpido. Si tú eres la causa, ¿por qué te empeñas en seguir haciéndote sufrir a ti mismo? El hecho es que a ti no te gusta sufrir…
Al principio te sentirás un poco triste, tonto, sorprendido, confundido, pero enseguida sentirás una gran liberación. Si tú eres la causa de tu infelicidad, también puedes ser la causa de tu bien, de tu dicha, y eso te otorga mucha libertad porque te libera del karma del pasado, te libera del destino o de la suerte, te libera de la historia, te libera de la psicología. Te libera de todas esas excusas. Cuando hayas localizado la verdadera causa, las cosas empezarán a cambiar.
Philosophia Perennis, Serie 2, Capítulo 11
Amados míos.
En nuestras vidas y en toda la existencia hay un gran misterio. Si analizamos la vida en profundidad, veremos que se divide en tres partes. El número tres es un número muy misterioso. Cuando las personas religiosas hablaban del número tres, esta idea nos podía causar gracia, pero hoy en día, incluso los científicos han aceptado el misterio del número tres. El análisis atómico, además de la explosión atómica de la materia, ha revelado algo muy sorprendente. La energía que compone toda la existencia está constituida por tres partículas: el neutrón, el protón y el electrón. Y esa misma energía universal se manifiesta de tres formas para crear todo el universo.
Hace algunos días estuve en un templo de Shiva y le pregunté al sacerdote del templo: «¿Qué representa el tridente de Shiva?». El sacerdote me contestó: «Shiva siempre tiene un tridente y no representa nada».
Este tridente, sin embargo, surgió de la sabiduría de los sabios de la antigüedad y simboliza el tres. En el mundo hay miles de templos, y todos han intentado plasmar el número tres de múltiples formas. Los cristianos dividen la existencia en Dios Padre, su hijo Jesús y el Espíritu Santo. Los hindúes tienen la trinidad de Brahma, Visnú y Mahesh.
Es curioso que la función de los tres –Brahma, Visnú y Mahesh– sea parecida a la del neutrón, el protón y el electrón. Brahma representa el poder creador, Visnú representa el poder de preservar, y Mahesh o Shiva representan el poder de la destrucción.
El número tres se manifiesta de muchas maneras en la vida humana. Los que han experimentado la divinidad, la dividen en tres aspectos: sat, chit, anand, verdad, conciencia y dicha. Los que han estudiado más profundamente al ser humano, lo han dividido en tres partes: satyam, shivam, sundaram, la verdad, la bondad y la belleza.
También hay que saber que toda la aritmética está basada en los múltiplos de tres. Es posible que nunca te hayas parado a pensar por qué solo hay nueve dígitos. El resto de los números son una extensión de estos nueve dígitos, y el nueve surge multiplicando tres por tres. Es muy sorprendente que, si multiplicas cualquier número por nueve, la suma de los dígitos siempre sea nueve. Por ejemplo, si multiplicas nueve por dos, el resultado es dieciocho, y si sumas los dos dígitos de dieciocho, uno y ocho, el resultado es nueve. Si multiplicas nueve por tres el resultado es veintisiete, y dos y siete suman nueve. Si le sumas nueve a cualquier número que escojas entre millones o miles de millones de números, el total siempre será nueve.
La existencia está vacía, y esto es algo que se escapa a nuestra comprensión, pero si la separamos en tres partes se vuelve comprensible por primera vez. Y cuando esta trimurti se multiplica, la existencia se hace visible por primera vez a nuestros ojos. Cuando la trimurti se sigue multiplicando hasta el infinito, se manifiesta la extensión infinita de la existencia.
Nos interesa analizar esta triple naturaleza del ser humano. El núcleo más interno de una persona es la verdad. La verdad significa que una persona se conoce como realmente es, es la relación de una persona con su verdadero ser. La belleza está en la periferia de la verdad. Una persona puede conectarse con la naturaleza, y, sin embargo, no estar necesariamente conectada consigo misma. Cuando una persona se conecta con la naturaleza, se produce el fenómeno de la belleza. Y la bondad es la parte más externa, la circunferencia exterior del ser humano. La bondad se refiere a la relación de una persona con los demás. De modo que la bondad se refiere a la relación social de una persona, la belleza se refiere a su relación con la naturaleza, y la verdad es su relación con su propio ser.
Fuera de nosotros está el mundo de la naturaleza, en el exterior está el mundo de los hombres, y luego está nuestro ser. Si dibujas tres círculos en torno al hombre, tres círculos concéntricos con el hombre en el centro, el círculo más cercano pertenece a la verdad. El segundo círculo es el de la belleza, el mundo de la conexión con la naturaleza, y el tercer círculo es el de la bondad, el círculo de la relación del hombre con los demás.
La bondad está en la posición más externa, por eso es esencial desde una perspectiva social. La sociedad no piensa en la religión más allá de la moralidad. Para la sociedad, la moralidad es el fin: la sociedad se conforma con que seas bueno con los demás, no pide nada más. Si tu interacción con los demás es buena, la sociedad habrá cumplido su deber. La sociedad, por tanto, puede funcionar simplemente con la moralidad y no necesita la religión ni la filosofía. Alcanza su propósito con la moralidad, que es ser bueno con los demás.
A la sociedad no le importa que seas bueno con la naturaleza, y ni siquiera le importa que seas bueno contigo mismo. No le importa que encuentres la verdad en tu interior, ni le importa que te identifiques con la belleza de la luna y las estrellas. Lo único que le importa es esto: que tus relaciones con los demás sean buenas. Ese es el motivo por el que la sociedad pone todo su empeño en la bondad. La sociedad respeta a quienes hayan alcanzado la bondad en su vida, como los santos y los sabios.
En la profundidad de la existencia, sin embargo, la bondad es la parte menos honda, es el aspecto más superficial. De ahí que los santos sean personas que raramente tienen un ser profundo. Comparados con los santos, la naturaleza y el ser de los poetas y los artistas son mucho más profundos. El ser de alguien que está conectado con la luna y las estrellas es más profundo que el de los santos.
Una persona que se conecta con la luna y las estrellas puede conectarse fácilmente con otras personas y no encuentra dificultad en ello. Alguien que se conecta con los demás, sin embargo, no se conecta necesariamente con la luna y las estrellas. Cuando una persona ha experimentado la belleza profundamente, también encuentra la bondad. Cuando alguien encuentra la belleza, también alcanza la bondad, porque la bondad es la máxima expresión de la belleza. Y cuando alguien encuentra la belleza no puede soportar la fealdad de ser malo. Ser malo es feo. Si una persona que ha practicado la bondad quiere reconocer también la belleza, tendrá que escoger.
Purushottam Das Tandon propuso que había que enterrar los templos de Khajuraho, Konarak y Puri, por considerar que las estatuas que hay en esos templos no eran decentes. Son bellas, pero, al parecer, no están conectadas con la bondad. En las paredes de los templos de Khajuraho hay pinturas representando actos sexuales y estatuas de bellas mujeres desnudas. Purushottam Das pensaba que había que enterrarlas bajo tierra y Gandhi estaba de acuerdo con su propuesta. Si no hubiese sido porque Rabindranath Tagore se opuso, estos incalculables tesoros históricos de la India habrían sido enterrados. A Rabindranath le parecía sorpendente que alguien hiciese una propuesta semejante. Tandon era un hombre de bondad y le bastaba con que todo fuera correcto. No se debía tolerar ninguna verdad que pudiera dar lugar a pensamientos erróneos en nuestra mente. Estaba dispuesto a aceptar incluso la fealdad, pero siempre que condujera a la bondad.
De ahí que en los países donde los sacerdotes tienen una gran influencia, también es donde hay muy poco respeto por la belleza. Nuestro país, lamentablemente, es uno de ellos. En este país no se respeta la belleza. La belleza está mal vista, la belleza ha caído en desgracia. Cuando el conde Keyserling regresó a Alemania después de haber estado en la India, escribió: «Mi concepción de la India es que la fealdad es una cualidad espiritual, y la enfermedad es una cualidad espiritual. Estar sucio es un requisito previo en el camino de la búsqueda espiritual».
Los monjes jainistas no se bañan. Cuanto más huelan a sudor, mayor será la prueba de su profunda práctica espiritual. No se lavan los dientes. Cuando te acercas, lo primero que sientes es repugnancia, y luego te das cuenta de que esa persona a la que te has acercado es un monje. La India respeta la bondad y esto se ha convertido en un veneno mortal para el sentido de la belleza. A mi parecer, Gandhi es el símbolo de la bondad por excelencia.
La bondad es lo que está en la periferia del hombre, es lo más superficial, solo es el primer peldaño de la escalera. No es muy profunda. A la «gente buena» solo le importa su relación con los demás, lo único que tienen en cuenta es cómo deberían comportarse con los demás, pero nunca piensan en cómo son. Nunca piensan que además del hombre, también existe el mundo, las piedras, los ríos y las montañas. Si limitamos la infinita existencia solo a la sociedad humana, el mundo y la vida se quedan muy reducidos.
Y, por añadidura, también existe el riesgo de que el hombre que practica la bondad se convierta en un hipócrita. No siempre se convierte en un hipócrita, pero hay un riesgo porque solo vive en la periferia. Ha querido comprender la vida por fuera, pero no desde sus raíces. Está queriendo vivir la vida en su florecimiento, está queriendo limpiar la fachada exterior de la vida. Pule su carácter, bebe agua filtrada, piensa en todo tipo de cosas para saber si algo está bien o está mal, si una acción es buena o no, pero a lo largo de toda esta deliberación, siempre se queda en la periferia. No es capaz de profundizar.
En mi opinión, Gandhi es el símbolo de la bondad por excelencia, es la bondad personificada. Si alguien se desarrolla de una forma equivocada, se convertirá en una persona como Hitler, y si una persona es buena, será como Gandhi. Sin embargo, los dos están en la capa exterior.
Quizá no sepas que Hitler no fumaba ni comía carne. Todas las noches se acostaba a la misma hora y se levantaba muy temprano. Nunca se casó. Observando su vida, tiene todas las virtudes de un asceta, sin embargo, no ha habido nadie peor que Hitler en la Tierra.
Tienes que reflexionar un poco sobre esto. Si Hitler hubiese fumado algún cigarrillo, bebido algunas copas y comido carne de vez en cuando, tengo la sensación de que el mundo no habría padecido tanto por su culpa, como ocurrió finalmente. Si hubiese amado a una mujer o hubiese hablado en secreto con la mujer de su vecino de vez en cuando, el mundo no habría tenido que padecer todo lo que ocurrió. Era un hombre cerrado por los cuatro costados y a todos lo niveles. Cuando alguien quiere ser bueno a toda costa y en todo al mismo tiempo, al final surge la fealdad, y esta se manifiesta a gran escala.
Esto explica por qué a todos los que practican la no violencia les sale la violencia por los ojos, la nariz y las manos. A los que practican el celibato les persiguen los pensamientos sexuales las veinticuatro horas del día. A los que ayunan de vez en cuando… Si hay algún desafortunado entre vosotros que haya ayunado, sabrá que te pasas todo el día pensando en comida, y por la noche solo puedes soñar con comida.
Cuando alguien se impone hacer el bien a toda costa, el resultado no es la bondad, sino la hipocresía y la perversión. Cuando alguien practica la bondad siendo plenamente consciente, entonces no se convierte en hipocresía, sino que forma parte de su carácter, de una personalidad buena, aunque simplemente sea algo que está en la periferia y no llegue muy hondo.
El segundo círculo es el de la belleza. El comportamiento está en la circunferencia de la bondad, y el sentido estético que llevamos dentro, el sentido de la belleza y la sensibilidad para comprender y experimentar la belleza, están en el segundo círculo. Gandhi es la personificación del primer círculo –el símbolo del éxito–, así como considero que Hitler es un ejemplo del gran fracaso en el primer círculo. Rabindranath es el símbolo de un hombre de éxito en el segundo círculo. La belleza lo es todo en su vida.
Me contaron que una vez Rabindranath invitó a Gandhi a su casa. Gandhi solía dar un paseo por la tarde, y le preguntó a Rabindranath si le apetecía acompañarle. Rabindranath dijo: «Espera, voy a peinarme». Por supuesto, esto era algo que se escapaba a la comprensión de Gandhi. La idea de preocuparse de estar peinado siendo una persona mayor, le parecía ridícula. Cualquier santo pensaría igual que él. Si se hubiese tratado de otra persona, Gandhi habría contestado algo inmediatamente, pero como se trataba de Rabindranath, no se atrevió. Gandhi se quedó callado. Si le hubiese criticado, estaría manifestando su desacuerdo, aunque su silencio también era una objeción.
Rabindranath entró en su casa. Pasaron cinco minutos y seguía sin salir. Al cabo de diez minutos todavía no había vuelto. Esto acabó poniendo a prueba la paciencia de Gandhi que entró en la casa para buscarlo, y se encontró a Rabindranath delante de un espejo de cuerpo entero peinándose su blanco cabello, tan ensimismado que se había olvidado del paseo. Gandhi le preguntó: «¿Qué estás haciendo? No entiendo por qué te preocupa tanto tu cabello a tu edad». Rabindranath se giró. Su rostro tenía la expresión de estar en meditación profunda, y dijo: «Cuando era joven solía salir sin peinarme, pero, desde que me he hecho viejo, tengo la manía de peinarme».
Mientras estaban paseando, se pusieron a charlar, y Rabindranath dijo: «Muchas veces pienso que si le parezco feo a una persona, le estoy haciendo infeliz. Y hacer infeliz a alguien es violento. Si le parezco bello, la estoy haciendo feliz, y generar felicidad no es violento».
Rabindranath dice que parecerle bello a una persona es hacerla feliz, y generar felicidad es no violencia. Y parecerle feo a alguien es generar infelicidad, y provocar infelicidad es violencia. Lo que está diciendo Rabindranath, por lo tanto, es que su moralidad le dicta que siempre debería estar bello. Y añade que solo quiere que la divinidad le otorgue hasta su último aliento: no volverse feo, no perder su belleza.
Y sorprendentemente, Rabindranath, a medida que envejecía, se fue volviendo más bello. Hay muy poca gente que haya llegado a ser tan bella como Rabindranath antes de morir. Mirando a Rabindranath en su lecho de muerte, su cabello blanco y la barba de su rostro parecían las cumbres nevadas del Himalaya, parecía cubierto de nieve, como si se hubiese convertido en la montaña Gaurishankar.
La belleza estaba tan profundamente asentada en la mente de Rabindranath que consideraba la bondad como un aspecto de la belleza, y la maldad como un aspecto de la fealdad. Un hombre malo no es malo por sus malas acciones, es malo porque está siendo feo. Y la acción de una persona mala es mala porque sus malas acciones conllevan malos resultados. Es una objeción contra la fealdad. No es una objeción contra la inmoralidad, es una objeción contra la fealdad. Y si lo que un monje aporta a la vida es la fealdad, Rabindranath estará en su contra.
Quien haya experimentado la belleza, aunque solo sea un poco, entrará en un mundo que está más allá del mundo de los humanos, en un mundo que es mucho mejor. Normalmente, solo vivimos en el mundo de los humanos, y aun así tampoco vivimos totalmente en el mundo de los humanos. Vivimos parcialmente, aunque estemos ahí. Además de los humanos, están los árboles, las piedras, las montañas, están la luna y las estrellas, está el cielo. Hay un inmenso espacio a nuestro alrededor, pero no estamos conectados con él.
Hace algún tiempo, se llevó a cabo una encuesta entre colegiales de Londres. En esta encuesta, un millón de niños respondieron que nunca habían visto una vaca, y setecientos mil respondieron que nunca habían visto una granja. Estos niños que nunca han visto una vaca ni una granja están completamente desconectados de la existencia. No se relacionan con la existencia. Su única relación es con el mundo de los humanos.
Hoy, justamente, estaba leyendo un libro. El autor de este libro propone que la tierra es escasa y el número de personas que habitan en la tierra ha ido aumentando, y que deberíamos empezar a plantearnos vivir bajo tierra. La humanidad debería prepararse para vivir bajo tierra. Tiene razón. Si la población sigue aumentando a este ritmo, la gente tendrá que vivir bajo tierra. Entonces es posible que ni siquiera nos conectemos con el sol, ni tengamos conexión con la luna y las estrellas. Estaremos apartados de la naturaleza. Nuestra única realidad será la humanidad, nuestra única realidad serán las cosas que produce el hombre: las fábricas, las máquinas, las casas, los otros humanos. Será un mundo hecho por el hombre.
Un mundo hecho por el hombre, sin embargo, solo es una pequeña parte de esta inmensa existencia. Si tenemos en cuenta todo el universo, esto no es casi nada. Cuando vemos toda la extensión del universo, ¿qué es el mundo humano en comparación? Nada. ¿Y la Tierra? Tampoco nada. ¿Y el sol? Incluso eso no es nada. Somos parte de esa nada en el universo. En esa parte que no es nada, el mundo humano no es nada. Y en esta nada que es el mundo, cada ser humano vive en relación con otros diez o cincuenta seres humanos. Lógicamente, en su vida no puede haber mucha profundidad.
Hay otra cosa que debemos saber, y es que nuestras relaciones con los demás están basadas en las expectativas, es una relación de expectativas. Por ese motivo, las relaciones no pueden ser del todo bellas. Siempre que hay una expectativa, aparece la fealdad. Nuestras relaciones con los demás se basan en la oferta y la demanda, son asuntos en los que intervienen la oferta y la demanda. Pero no creas que solo se basan en esto las relaciones que hay entre un jefe y un empleado. Incluso la relación entre un marido y una mujer se basa en la oferta y la demanda. Nos relacionamos con los demás basándonos en ciertas condiciones.
El día que nos relacionemos con el mundo a través de la belleza, seremos incondicionales por primera vez, Y siendo incondicionales, nuestras relaciones tendrán cierta profundidad. Cuando somos condicionales, nuestras relaciones tienen una profundidad diferente, que no es profundidad. La relación con la belleza lleva al ser humano a profundizar en su ser. Los poetas, los pintores, los bailarines, los escultores y los músicos son creadores de belleza y son gente que vive una vida de belleza.
La poesía, la belleza y la música no han calado hondo en nuestras vidas por culpa de la poderosa influencia de los sacerdotes. Los sacerdotes siempre han temido que la belleza no conduzca hacia la inmoralidad, pero, de hecho, lo único que nos puede hacer más morales es apreciar más profundamente la belleza, de lo contrario, nunca seremos morales. Cuanto más profundamente aprecie alguien la belleza, más sensible será; y cuanto más sensible sea, más le costará ser inmoral. Entender la belleza no te conduce a la inmoralidad. Lo que puede conducirte a la inmoralidad es la falta de comprensión de la belleza.
Si un hombre le paga diez rupias a una prostituta por hacer el amor con él, yo no lo considero tan inmoral, porque simplemente demuestra que hay una falta del sentimiento de belleza. El sentimiento de belleza no existe. Si un hombre cree que puede comprar el amor por diez rupias, es porque no tiene un sentido estético. Si un hombre compra el amor con dinero, es porque en su vida no hay profundidad del ser.