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Prisionera en el paraíso ¡Él estaba dispuesto a impedir la boda de su hermana! El implacable Daniel Caruana haría cualquier cosa para evitar que su hermana se casara con su rival. Daba la casualidad de que quien organizaba la boda era la hermana del novio. En persona, a pesar de que vestía de forma muy convencional, Sophie Turner era muy tentadora. Ojo por ojo, hermana por hermana... Daniel lograría tener a Sophie exactamente donde quería que estuviera: ¡con él en su isla privada y voluntariamente en su cama! Pero cuando se dio cuenta de que el amor verdadero sí que existía, no iba a ser sólo su hermana quien iba a estar en apuros... Vidas entrelazadas No me conoces, pero estoy embarazada de ti. El mundo cuidadosamente ordenado de Dominic Pirelli se hundió cuando una desconocida lo llamó por teléfono y le dio una noticia pasmosa: por una confusión de la clínica de fertilización in vitro, ella estaba embarazada del bebé que Dominic y su difunta esposa soñaban con tener. Aunque desconfiaba de sus motivos, Dominic decidió mantener cerca a Angelina Cameron. Tras llevarla a su lujosa mansión, empezó a sentir admiración por la fortaleza de Angie mientras su cuerpo iba cambiando con la nueva vida que llevaba en su interior. Pero cuando naciera el niño, ¿quién tendría la custodia del heredero de Pirelli?
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Seitenzahl: 346
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Editado por Harlequin Ibérica.
Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Avenida de Burgos, 8B - Planta 18
28036 Madrid
© 2024 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
N.º 471 - marzo 2024
© 2010 Trish Morey
Prisionera en el paraíso
Título original: His Prisoner in Paradise
© 2011 Trish Morey
Vidas entrelazadas
Título original: The Heir From Nowhere
Publicadas originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.
Estos títulos fueron publicados originalmente en español en 2011
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
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® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.
Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.
I.S.B.N.: 978-84-1180-627-5
Portada
Créditos
Indice
Prisionera en el paraíso
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Epílogo
Vidas entrelazadas
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Epílogo
Promoción
¡SOBRE mi cadáver! Daniel Caruana no había leído más allá del primer párrafo del correo electrónico que le había enviado su hermana antes de arrugarlo y lanzarlo contra la pared más cercana. ¿Monica iba a casarse con Jake Fletcher? ¡De ninguna manera! ¡Y menos si él podía hacer algo para evitarlo!
Alterado, comenzó a pasear de un lado a otro de su despacho mientras se pasaba las manos por el cabello. Desde el ventanal se podía contemplar la playa de arena blanca y palmeras y el mar azul que brillaba bajo el sol tropical de Far North Queensland.
Daniel no lo veía.
Sólo veía el color rojo.
¿Cómo había permitido que Monica estudiara en Brisbane? Tan lejos de Cairns y de su control. «Y desde luego no lo bastante lejos de las manos de Jake Fletcher».
Dejó de pasear y se estremeció. Fletcher lo había llamado dos veces esa semana, dejándole mensajes para que le devolviera la llamada. Daniel había ignorado esos mensajes. No pensaba hablar con Fletcher nunca más. No tenía motivos.
Pero, al parecer, Fletcher si los tenía. Aunque sólo fuera para regodearse…
Se le formó un nudo en la garganta. «Por favor, Fletcher no. Y tampoco mi hermana».
Sobre todo después de lo que había sucedido anteriormente.
Daniel apoyó la frente contra el cristal y cerró los ojos. La imagen de una chica de dulce sonrisa y ojos azules invadió su cabeza.
Emma.
Mientras estuviera vivo no olvidaría a Emma.
«¡Ni lo que Jake Fletcher le había hecho a ella!».
Abrió los ojos y miró hacia el horizonte en busca de respuestas y soluciones. Normalmente, aquella vista lo animaba e incluso calmaba sus nervios.
Pero ese día no.
Golpeó el cristal con la palma de la mano. «¡Maldita sea! ¡Monica no!» Apenas acababa de deshacerse del último novio de Monica, algo que le había costado veinte mil dólares. Nada comparado con lo que aquel cretino podía haber pedido si hubiera descubierto lo que realmente valía su novia.
Por otro lado, estaba casi seguro de que Fletcher conocía muy bien el valor de la fortuna de los Caruana. Veinte mil dólares no habrían bastado para disuadirlo, y menos cuando él imaginaba que estaba a punto de convertirse en parte de la familia.
«De ninguna manera». Mientras Daniel tuviera algo que decir, Jake Fletcher nunca formaría parte de su familia.
Sabía que Fletcher no le saldría barato, pero todo el mundo tenía su precio y merecía la pena liberar a Monica de la influencia de aquel hombre.
Sonó el teléfono que estaba sobre su escritorio y Daniel frunció el ceño. ¿Su imperio no podía pasar diez minutos sin él? Entonces, se acercó para contestar. Después de todo, no había conseguido que Caruana alcanzara el éxito después de pasar por una situación económica desastrosa ignorando el negocio.
Negociaría con Fletcher, pero no bajaría la guardia durante el proceso. Agarró el teléfono y contestó la llamada.
–¿Sí?
–¿Señor Caruana? –su secretaria dudó un instante antes de continuar. Él recordó que era una suplente y no su eficiente secretaria habitual–. Una mujer que dice llamarse Turner quiere verlo.
Él frunció el ceño y, durante un segundo, el problema con Fletcher pasó a segundo plano. No recordaba nada acerca de una señorita llamada Turner.
–¿Quién?
–Sophie Turner, de One Perfect Day.
El nombre no le sonaba de nada pero estaba acostumbrado a que la gente intentara verlo para pedirle favores o dinero para contribuir con proyectos que los bancos habían rechazado financiar. Sin duda, la señorita Turner era otra de esas personas.
–Nunca he oído hablar de ella. Dile que se vaya –colgó el teléfono, molesto por aquella innecesaria interrupción.
Treinta segundos más tarde, el teléfono sonó de nuevo.
–¿Qué ocurre ahora? –preguntó.
–La señorita Turner dice que los detalles de su visita aparecían en el correo electrónico que le ha enviado su hermana.
–¿Qué correo electrónico?
–¿No lo ha leído? –la secretaria suplente preguntó con voz temblorosa. Parecía que en cualquier momento iban a saltársele las lágrimas–. Estaba sobre su mesa. Lo imprimí a propósito.
«¿Ese correo electrónico?» Se fijó en el papel arrugado que estaba tirado en una esquina de la habitación.
–Espera –dijo él, dejando el teléfono sobre la mesa para ir a recoger el papel arrugado y leerlo de nuevo.
Daniel, por favor, alégrate por mí. Creía que nunca encontraría a un hombre, sobre todo después de que me dejaran por tercera vez, pero conocí a Jake Fletcher y las últimas semanas de mi vida no podían haber sido mejores. Me trata como si fuera una princesa y me ha pedido que me case con él. Le he dicho que sí.
«¡Jamás!» Cerró los ojos al sentir que la rabia se apoderaba de él otra vez. No le extrañaba que no hubiera sido capaz de leer el resto. Deseaba arrugar el papel una vez más, pero respiró hondo y continuó leyendo.
Sé que no os llevabais bien en el pasado y quizá por eso no le devolviste las llamadas a Jake la semana pasada, pero espero que seas capaz de olvidar el pasado cuando veas cómo nos queremos.
¿Olvidar el pasado? Montones de imágenes de una chica sonriente invadieron su cabeza. ¿Cómo se suponía que iba a olvidar el pasado si ella no podría vivir ni un día más?
Sé que todo está siendo muy apresurado, pero quería que fueras de los primeros en saber nuestra noticia y lo mucho que nos queremos. Sé que esta vez es de verdad.
Daniel contuvo una carcajada. No dudaba que Fletcher fuera en serio, pero si estaba enamorado sería de la fortuna de los Caruana. ¿Cuándo aprendería su hermana que eso era lo que los hombres buscaban? Sobre todo los hombres como Fletcher.
Pero pronto vería la luz, igual que había hecho en otras ocasiones. Tan pronto como él se deshiciera de ese cazafortunas.
Ojalá hubiera podido darte la noticia personalmente, pero estabas de viaje, y Jake me ha invitado dos semanas a Honolulú como regalo de boda sorpresa y no tuvimos tiempo de pasar a verte por Cairns antes de marcharnos.
Él apretó el puño de la mano que tenía libre y tragó saliva. La idea de que su hermana pequeña estuviera con aquel hombre hacía que quisiera tomar un vuelo a Honolulú y sacarla de allí antes de que ese bastardo la dejara embarazada.
¿O era ésa su intención? ¿Consumar el matrimonio antes de la ceremonia?
Daniel negó con la cabeza. Haría falta algo más que un bebé para que ese matrimonio continuara adelante. El infierno se congelaría antes de que él permitiera que alguien como Fletcher se casara con su hermana.
Monica tenía veintiún años así que no podía hacer que regresara a la fuerza pero, desde luego, no estaba dispuesto a apoyarla y a permitir que la acorralaran respecto a ese matrimonio. Ni mucho menos. Leyó las últimas líneas.
Por tanto, le he pedido a nuestra organizadora de boda que vaya a visitarte. Se llama Sophie Turner y se ha convertido en algo más que una amiga. Más adelante te contaremos todos los detalles.
Entretanto, ¡sé amable con ella!
Su hermana se despedía prometiéndole que le enviaría una postal desde Waikiki Beach. Pero no fue eso lo que llamó su atención, sino la parte en que le pedía que fuera amable con ella.
¿Es que su hermana pensaba que era un ogro?
No era un ogro. Era su hermano y un hombre de negocios. Un hermano que quería proteger a su hermanita de todos aquellos que querían aprovecharse de ella y de la fortuna familiar.
Él era precavido. Y protector.
¿Eso lo convertía en ogro?
Por supuesto que recibiría a Sophie Turner. Y sería amable con ella, tal y como le había pedido su hermana. La invitaría a pasar, escucharía su perorata y la despacharía.
Porque no necesitarían sus servicios. Mientras él estuviera vivo su hermana no se casaría con Jake Fletcher.
Agarró el teléfono que había abandonado sobre la mesa y dijo:
–Haz pasar a la señorita Turner.
SOPHIE estaba sentada en la sala de espera con la carpeta de piel que contenía todos los detalles de la boda de Monica y Jake sobre las rodillas. Se fijó en que la secretaria se había sonrojado cuando ella le había pedido que llamara a su jefe por segunda vez en menos de un minuto. Era evidente que lo que había leído en Internet acerca de que Daniel Caruana tenía fama de tipo exigente era cierto. La chica se había quedado petrificada.
Sophie habría preferido no tener que insistir para que la chica llamara, pero no estaba dispuesta a perder el día entero viajando entre Brisbane y Cairns sin conseguir su objetivo, y menos cuando Monica le había dicho que la cita estaba concertada y que ambos confiaban plenamente en ella.
Al parecer, Daniel protegía en exceso a su hermana pequeña y, puesto que prácticamente la había criado después de la muerte de sus padres, él se tomaría la noticia de boda con poco entusiasmo. Sobre todo, teniendo en cuenta que Jake y Daniel no se habían llevado demasiado bien mientras estudiaban en el instituto, algo que Jake había admitido cuando intentaba explicar por qué Daniel no se había molestado en devolverle las llamadas.
Sophie intuía que debía de haber pasado algo muy grave entre ellos para que Daniel ni siquiera quisiera hablar con él. Ella había sugerido que Monica y Jake fueran a visitar a Daniel pensando en que él no podría negarse a ver a Jake si Monica estaba con él, pero a Monica se le había ocurrido lo que consideraba era una opción más diplomática.
Le daría la noticia a su hermano por correo electrónico y después se marcharía con Jake durante dos semanas mientras Sophie se encargaba de repasar los detalles de boda con Daniel. Cuando la feliz pareja regresara de Hawái, Sophie lo tendría todo preparado y Daniel habría asimilado que su hermanita era una mujer adulta que podía decidir si quería casarse y con quién.
Monica le había dicho que era algo sencillo.
Se había despedido de ella dándole las gracias con un fuerte abrazo. Monica parecía tan ilusionada que Sophie no había insistido en que debían ser ellos los que visitaran a Daniel para solventar los problemas cara a cara y había aceptado sin objetar.
Sin embargo, le parecía una locura. Consciente de que iba pasando el tiempo mientras la secretaria esperaba una respuesta, comenzó a juguetear con la carpeta para calmar sus nervios.
Un hombre que podía hacer temblar a su secretaria con un par de palabras, debía ser tal y como Monica imaginaba que era su hermano. Pero en algún momento tendría que conocer a aquel hombre, sobre todo teniendo en cuenta que prácticamente eran parientes.
¡Qué ironía! Siempre había deseado tener una familia y retomar la relación con Jake después de muchos años separados había sido estupendo, a pesar de que había sido necesaria la muerte de su madre para que los hermanos se reencontraran. Parecía que su pequeña familia estaba a punto de ampliarse. Monica era un encanto. Ambas se habían llevado muy bien desde el primer día y ella no podía imaginar una cuñada mejor.
Pero por algún motivo la idea de ser la cuñada de Daniel no la entusiasmaba de la misma manera. Eso era lo malo de las familias, no siempre se puede elegir a los parientes.
¿Por qué tardaba tanto ese hombre? Ella cruzó las piernas con impaciencia y abrió la carpeta para comprobar que estuviera toda la documentación y volvió a cerrarla. ¡Maldito hombre arrogante! Si se hubiera molestado en hablar con su hermano ella no tendría que estar allí.
–El señor Caruana la recibirá ahora mismo.
Sophie se puso en pie y respiró hondo antes de alisarse la falda y comprobar que su cabello estuviera bien recogido. Daniel Caruana era muy exigente con el aspecto y ella estaba dispuesta a complacerlo. Más tarde, después de la celebración exitosa de la boda entre sus respectivos hermanos y cuando se conocieran mejor, tendrían tiempo de disfrutar en mutua compañía de manera relajada.
Porque aunque la idea le pareciera imposible en aquellos momentos, sería agradable que se pudiera llevar bien con el hombre que pronto se convertiría en su cuñado.
Aunque considerando lo que había visto acerca de Daniel Caruana hasta ese momento no estaba muy convencida.
Le dio las gracias a la secretaria y se fijó en que sonreía aliviada por no tener que llamar a su jefe por tercera vez. Sophie llamó a la puerta y entró en el despacho más grande que había visto nunca.
¿Todo ese espacio para una única persona? «A lo mejor también tiene que acomodar su ego», pensó ella. En cualquier caso había aceptado recibirla, aunque hubiese tardado una eternidad en decidirse, así que a lo mejor todavía tenía arreglo.
Sophie forzó una sonrisa y dijo:
–Señor Caruana, es un placer conocerlo.
Él estaba dándole la espalda, de pie junto al ventanal que ofrecía la mejor vista de la playa de Queensland, con los brazos cruzados y las piernas separadas.
Sophie no pudo evitar fijarse en sus anchas espaldas.
En sus caderas estrechas.
Y en su largas piernas.
Entonces, él se volvió y ella pestañeó, preguntándose qué era lo que no se reflejaba en las fotos que había visto en Internet. Por supuesto mostraban su cabello negro y alborotado, su mirada de acero y sus labios carnosos. Quizá mostraran también el aura de poder, éxito y masculinidad que desprendía, pero no enseñaban su capacidad para conseguir que el más leve movimiento se pareciera al de un depredador.
Él la miraba con la cabeza inclinada y los ojos entornados, como si pasara por alto toda la profesionalidad que intentaba aparentar y viera a la hermana nerviosa del novio que era en realidad.
–¿Es un placer?
Quizá no. No era que él estuviera esperando una respuesta. Ella tenía la sensación de que Daniel Caruana no estaba acostumbrado a esperar por nada.
–¿Quería verme?
Ella tragó saliva y contestó.
–Por supuesto –se movió hacia él y le tendió la mano–. Soy Sophie Turner, de One Perfect Day. Un día perfecto para crear recuerdos durante toda una vida.
La frase publicitaria de su empresa se le escapó de la boca antes de poder evitarlo. Se sentía orgullosa de su negocio y de todo lo que había conseguido. Creía que podía ofrecerles a sus clientes la boda perfecta pero, en aquella oficina, enfrentándose a aquel hombre sus palabras parecían manidas y sin sentido.
Él la miró durante un instante y finalmente aceptó su mano provocando que se estremeciera. Ella respiró hondo e inhaló su aroma masculino. Le apretó la mano, tratando de ignorar cómo estaba reaccionando ante el contacto con su piel.
–Monica me ha hablado mucho de ti. A ella le hubiera gustado venir a verte en persona para contarte sus planes pero…
–¿Pero de pronto se la han llevado a Hawái? –preguntó él–. ¿El último hombre del que se ha enamorado?
Había tensión en su tono de voz y su mirada reflejaba cinismo.
«Ese hombre es mi hermano y quiere a Monica tanto como ella lo quiere a él», deseó decir ella. Pero sólo podía centrarse en la mano que seguía agarrándose a él.
Una ola de calor invadió su cuerpo. Retiró la mano y tuvo la sensación de que él se resistía a soltarla. Se preguntaba si lo habría imaginado.
Ojalá fuera así.
Miró a su alrededor y vio que en la sala contigua había tres asientos de piel colocados en forma de U alrededor de una mesa de café.
–¿A lo mejor podemos sentarnos allí? –sugirió ella–. Así podré contarle los planes de Monica y Jake.
Sophie ya se había sentado, tenía el maletín a su lado y estaba abriendo la carpeta cuando se percató de que él seguía de pie, con los labios fruncidos y una falsa sonrisa.
–A lo mejor –dijo él, encogiéndose de hombros y sentándose a su lado.
A él le gustó ver cómo ella se encogía contra el reposabrazos, sobre todo después de que él se inclinara hacia ella y apoyara el brazo en el respaldo de la butaca. Ella se acurrucó aún más contra la esquina del sofá y se concentró en revisar el contenido de la carpeta que tenía en las rodillas.
–Tengo algunos folletos –murmuró con dedos temblorosos.
Estaba muy nerviosa.
A él le gustaban las mujeres que se ponían nerviosas. Así se mantenían a la defensiva, tal y como él quería. A menos que estuvieran en la cama, ya que allí le gustaban las tigresas.
¿Y aquella señorita Turner, con aspecto recatado, sería una tigresa en la cama?
Se tomó su tiempo para mirar a la mujer que tenía a su lado de arriba abajo. El vestido abotonado de seda azul que llevaba tenía un escote modesto y no revelaba gran cosa, pero le daba la sensación de que bajo la tela se ocultaba un cuerpo con pechos del tamaño adecuado, cintura estrecha y piernas esbeltas. Además, tenía los pómulos prominentes, la nariz recta y los labios sensuales…
Él frunció el ceño. No recordaba su nombre, pero había algo en ella que le resultaba familiar. Enseguida descartó la idea. Conocía a muchas mujeres y estaba seguro de que si se hubiera encontrado anteriormente con ella no habría permitido que se escapara sin conocerla mejor.
A menos que estuviera fuera de su alcance. Nunca se acercaría a la mujer de otro hombre.
–Señorita Turner, ¿está casada, o comprometida?
–¿Por qué lo pregunta? –lo miró, y se le cayeron un par de folletos en el regazo.
Él sonrió y recogió los folletos, satisfecho de que ella temblara ligeramente cuando él le rozó las piernas con el dorso de la mano. No fue más que un ligero contacto a través de la tela de la falda, pero suficiente para provocar el tipo de reacción al que estaba acostumbrado.
–Trabaja en el negocio de las bodas. ¿No cree que alguien que haya estado casado comprendería mejor lo que una novia desea para hacer que su día sea perfecto? Si no, ¿de qué otro modo podría saberlo?
–Ah, ya veo, yo… –se puso colorada.
Él contuvo una sonrisa. «Sin duda está muy nerviosa». ¿Imaginaría ella cuáles eran sus verdaderos motivos para averiguar su estado civil?
–No funciona de esa manera –continuó ella, recogiendo los folletos–. He organizado más de cien bodas hasta el momento. Se lo aseguro, tengo bastante experiencia como para asegurarle que la boda de Monica saldrá estupendamente. Ahora…
–Así que no está casada.
Ella pestañeó y él se fijó en sus largas pestañas. ¿Sabía que tenía un aspecto muy sexy e inocente cuando hacía eso? Suspiró.
–¿He dicho que no estoy casada?
–Lo ha insinuado, estoy seguro.
Ella se mordió el labio inferior y frunció el ceño. Después negó con la cabeza.
–¿Y es importante?
–En realidad no. Sólo es curiosidad.
–En ese caso, sin duda estará impaciente por saber cuáles son los planes de boda de Jake y Monica.
«Touché», pensó él, reconociendo su agilidad mental para retomar el tema de la boda. Pero no era ahí donde él quería llegar.
–De hecho, no. Prefiero hablar de usted.
Ella lo miró un instante boquiabierta.
–Señor Caruana –dijo al fin–, no creo que…
Llamaron a la puerta y ambos se volvieron para ver a la secretaria.
–Siento interrumpirlos, señor Caruana. ¿Quiere que traiga café o té?
–No, gracias. La señora Turner estaba a punto de marcharse. Dígale al chófer que la espere en la puerta.
Él se puso en pie cuando la chica asintió y cerró la puerta.
–Pero señor Caruana, apenas hemos comenzado. Ni siquiera hemos hablado de la fecha de la boda.
–Ah, debe haber un motivo para eso –se disponía a agarrar el pomo de la puerta para preparar su salida–. Y debe ser que no es necesario que lo hablemos –abrió la puerta y esperó–. Sería una pérdida de tiempo. Y en mi trabajo, supongo que igual que en el suyo, el tiempo es dinero.
Ella negó con la cabeza y se sonrojó.
–Estamos hablando de la boda de su hermana. ¿Está seguro de que no quiere apoyarla en el día más importante de su vida?
–¿Por quién me ha tomado? Claro que no soy tan insensible. Mi hermana, y su felicidad, es lo que más me preocupa.
–¿Entonces por qué no quiere hablar de los planes de boda?
–Hay una explicación muy sencilla para eso, señorita Turner, una explicación que no se ha planteado. Resulta que no va a haber boda.
¿NO IBA a celebrarse la boda? Ella había averiguado que Daniel Caruana era conocido por ser uno de los magnates más despiadados de Far North Queensland, famoso tanto por su capacidad para ganar millones como por su capacidad para derrocar a cualquier oponente. Así mismo, Jake le había advertido que Daniel Caruana era muy protector con su hermana pequeña y que quizá no aceptara el hecho de que ella hubiera decidido casarse de forma repentina.
–¿Es eso? –preguntó ella con decisión, enderezando los hombros mientras se ponía en pie–. Supongo que Monica y Jake tendrán algo que decir al respecto.
–Y yo supongo que mi hermana pronto entrará en razón y esta tontería de la boda no será más que un recuerdo lejano. Y en ese caso, siento decir que me temo que sus servicios ya no serán necesarios.
De algún modo, ella consiguió poner una sonrisa. No había perdido un día para ir hasta allí y que él no la recibiera. Tampoco para que la despachara sin escuchar lo que tenía que decir.
–Señor Caruana –dijo permaneciendo en su sitio y abrazando la carpeta contra su pecho–. Hablando en claro, no creo que Monica y Jake consideren que es una tontería. Sin duda, ambos se ofenderían de que usted lo vea de esa manera. Igual que yo.
Él miró el reloj, tratando de aparentar que estaba impaciente y aburrido.
–¿Es todo lo que tiene que decir antes de marcharse?
–No, no lo es. Aunque sea capaz de echarme de su despacho y de continuar viviendo en su precioso mundo, algún día tendrá que enfrentarse al hecho de que su hermana es una mujer adulta y que pronto se casará con Jake, con o sin su aprobación, y como bien sabe, teniendo en cuenta la edad que tiene Monica, ella no la necesita. Por supuesto, no hace falta que le diga que ella sería más feliz si usted decidiera apoyarla en este momento, uno de los más importantes de su vida, y que la boda continuará adelante le guste o no. En ese caso, quizá fuera más fácil para todos que aceptara el hecho y no se resistiera más, ¿no cree?
Ella deseaba relajarse después de terminar su improvisado discurso, pero no hubo respiro ya que él la miraba fijamente y con expresión de furia.
En el exterior, el sol seguía brillando en el cielo azul, sin embargo, en la temperatura interior era heladora.
De pronto, la puerta se cerró de un portazo provocando que las paredes temblaran y que Sophie se sobresaltara. Daniel se dirigió furioso hacia el ventanal. Al instante, se detuvo y se volvió.
–¡No tengo que aceptar nada! ¡Y menos cuando no habrá boda!
–¿De veras cree que puede impedirlo? –ella negó con la cabeza, percatándose de que no tenía sentido discutir y que sería mejor tratar de convencerlo–. Mire, señor Caruana, Monica y Jake se adoran. Debería verlos juntos, son la pareja perfecta.
Daniel golpeó el escritorio con la palma de la mano.
–¡Ella no ama a ese hombre!
–Eso no lo sabe usted.
–¿Cree que no conozco a mi hermana? A Monica le gusta pensar que está enamorada. Siempre le ha gustado. Siempre ha estado enamorada de los cuentos de hadas. Enamorada de la idea de estar enamorada, siempre buscando un caballero de lustrosa armadura que fuera a rescatarla. Pero si hay algo que mi hermana no necesita es ser rescatada. Por nadie.
¿No? Con un hermano como él la idea de que la rescatara un caballero de lustrosa armadura parecía razonable.
–No estoy hablando de cuentos de hadas, señor Caruana. Estoy hablando de amor. De un amor profundo y duradero –dudó un instante–. Por su manera de reaccionar deduzco que ese concepto no le resulta familiar.
Daniel apretó los dientes y exclamó.
–¡Hablo de realidades! –y comenzó a pasear de un lado a otro.
Sophie no pudo evitar fijarse en cómo sus pantalones se ceñían a la musculatura de sus piernas y a su trasero.
–¿Cuál cree que es el valor de mi hermana? –se volvió tan deprisa que ella tuvo que mirar hacia otro lado–. ¿Cuántos millones?
Sophie se encogió de hombros.
–¿Y eso por qué es importante? –ella nunca se había planteado esa pregunta.
–¿De veras es tan ingenua, señorita Turner? –se acercó a ella.
Tanto que Sophie experimentó una fuerte tensión entre ambos que provocó que se le endurecieran los pezones.
–¿Tiene idea de cuántos hombres han aparecido buscando a mi hermana, confiando en encontrar así el camino hasta la fortuna de los Caruana?
Ella se esforzó para concentrarse en sus palabras en lugar de en las sensaciones de su cuerpo. Alzó la barbilla y dijo:
–¿Y sabe que ése era su motivo porque…?
–Porque en cuanto recibieron un cheque se dieron por vencidos y abandonaron.
Ella se quedó sin habla durante un momento.
–¿Les pagó? –se cubrió la boca con la mano.
Monica había mencionado que nunca había tenido una relación larga y que más de una vez la habían dejado de golpe. También, que sentía que Jake era diferente. Sophie nunca imaginó que hubiera algún motivo oscuro.
–¿Pagó a los novios de su hermana para que la dejaran?
–Y lo hicieron. Lo que demuestra mi teoría, ¿usted no diría que sólo la querían por su dinero?
Ella lo miró a los ojos y al ver su frialdad se estremeció.
No dudaba que él pensaba que hacía bien al proteger la fortuna familiar, pero no se daba cuenta de que al hacerlo su hermana pensaba que ella tenía algún problema y que nunca conseguiría una pareja.
–Debería alegrarse de que su hermana haya encontrado a alguien que aprecie lo especial que es.
–Oh, Fletcher sabe que ella es especial. Tan especial como una cifra de ocho números. ¿Si no por qué iba a haberse fijado en ella?
–Porque la quiere.
–Entonces, si la quiere tanto ¿por qué está tan desesperado por casarse? ¿Tiene miedo de que cambie de opinión y perder la oportunidad de tener una fortuna? ¿O es que no puede esperar para ponerle las manos encima? ¿Si es que todavía no se ha aprovechado de ella?
–Es repugnante –dijo ella, pensando en cómo llegar al aeropuerto para tomar un vuelo a Brisbane–. No es un hermano. Es una especie de monstruo.
–¿Más monstruoso que los hombres que quieren aprovecharse de la fortuna de Monica fingiendo que la quieren?
–No sabe si iban detrás de su dinero. Probablemente estaban demasiado asustados como para discutir. Lo siento, he perdido…
Él la agarró del brazo para evitar que se marchara.
–Sin embargo, usted no está demasiado asustada como para discutir, ¿verdad, señorita Turner? ¿Cómo es eso? ¿Teme quedarse sin su comisión?
–¿Eso es a lo que se reduce todo para usted, señor Caruana? ¿Al dinero? ¿De veras cree que todo el mundo está motivado gracias al dinero? Bueno, a lo mejor debería pensarlo de nuevo. Y así, quizá, dejará de juzgar a todo el mundo según sus bajos estándares.
Ella retiró el brazo para marcharse. Necesitaba salir de allí.
–Tengo que irme.
–¿Para qué? ¿Para poder advertirle a Fletcher que le haré una oferta? ¿Para avisarle de que debería pedirme más? Recuerde mis palabras –continuó Daniel–. Fletcher tendrá un precio, como todos los demás.
–Oh, no –negó con la cabeza. No iba a permitir que Daniel metiera a su hermano en el saco de los cazafortunas–. Jake no es así, a pesar de que otros lo fueran, y no me ha dado ninguna prueba de ello. Jake no está interesado en el dinero. Quiere a Monica.
–Por supuesto que sí. ¿Hace cuánto tiempo que se conocen? ¿Dos semanas? ¿Un mes?
–Algunas personas no necesitan tanto tiempo para saber que la persona con la que están es con la que quieren pasar el resto de sus días.
–¿Ah, no? Ahora me dirá que cree en el amor a primera vista.
–A veces sucede.
–Claro, qué iba a decir usted, si es su trabajo. Quiere que la gente se case, pero no le importa si permanecen casados.
Sophie se volvió hacia la puerta.
–Me marcho. No tengo por qué aguantar esto.
Pero él se había colocado delante de ella, bloqueándole la salida. Su mirada oscura y retadora podía provocar que se revolucionara por dentro. Una mirada que transmitía cosas que no tenían sentido, pero que conseguía que se pusiera alerta.
Entonces, él sonrió y le acarició la mejilla provocando que ella se estremeciera.
–Si ahora mismo le dijera cásate conmigo, ¿aceptaría? –le acarició la barbilla con el dedo pulgar.
Ella no pudo evitar suspirar.
–Señor Caruana… –tragó saliva.
–Daniel –dijo él, con un tono suave y seductor–. Ya basta de llamarme señor Caruana. Llámame Daniel. Y yo te llamaré Sophie.
–Señor Caruana –dijo ella otra vez–. Daniel –se humedeció los labios. El nombre le parecía demasiado informal, demasiado íntimo, ¿o era la manera en que sus ojos brillaban cuando él miraba cómo ella pronunciaba su nombre?
Él colocó la mano sobre la nuca de Sophie y la atrajo hacia su boca.
–¿Cuál sería tu respuesta?
Todo aquello tenía algún sentido, pero Sophie no conseguía descifrar cuál era. Debido a su embriagador aroma masculino no era capaz de comprender lo que le estaba preguntando, pero sabía que no debería estar sucediendo. Trató de aferrarse a ese pensamiento lógico, incluso cuando él la besó en los labios con delicadeza.
De pronto, recordó por qué estaba allí. Y no era para dejarse seducir por el hombre que se oponía al matrimonio de su propia hermana. Lo empujó con una mano tratando de no reparar en el tacto de su torso musculoso.
–Señor Caruana –suplicó en tono formal para poner distancia entre ambos–. Esto es ridículo. Apenas nos conocemos.
Él la soltó y se separó de ella.
–Exacto –dijo él con tono enfadado. Estaba de espaldas a ella, mirando por la ventana y pasándose las manos por el cabello–. Apenas nos conocemos. Sin embargo, te parece razonable que mi hermana se case con alguien que apenas conoce desde hace un mes.
–A lo mejor Jake no la atacó el primer día que se conocieron.
Él se puso tenso y ella se arrepintió de sus palabras al ver que se volvía, incluso antes de fijarse en su intensa mirada.
–Créeme, si te hubiera atacado te habría dejado marcas que lo demostraran.
Ella se estremeció y tuvo que esforzarse para disimular. Debía salir de allí cuanto antes. Se suponía que era una profesional organizando bodas, y las profesionales no se liaban con los familiares de los clientes a los que les estaba preparando la boda. Ni aunque el novio fuera su hermano. Sobre todo cuando el novio era su hermano.
–Como ya te he dicho, tengo que irme.
Estaba sonrojada, tenía el pelo alborotado, allí donde él la había sujetado y lo miraba como si tuviera miedo de que él la besara otra vez.
¿Por qué lo había hecho? Él quería demostrarle lo ridículo que era que una pareja se casara cuando apenas no se conocía. Sin embargo, se había perdido en algún lugar entre la curva sensual de su mejilla y su dulce aroma de mujer.
–Hay un coche esperando para llevarte al aeropuerto.
Ella asintió y se inclinó para agarrar el maletín sin dejar de mirar a Daniel, como para cerciorarse de que él no iba a atacarla de nuevo. Después, se dirigió a la puerta.
A mitad de camino, se volvió.
–Siento lástima por ti, de veras. Pero más lástima me da Monica, que cree que su hermano es maravilloso. Ella piensa que la quieres y que participarás en sus planes de boda, cuando en realidad lo único que quieres es mantenerla encerrada y apartada del mundo.
–Quiero lo mejor para ella.
–No, no es cierto. Quieres lo mejor para ti. Lo más fácil. De hecho, la felicidad de Monica no te importa nada. Bueno, lo único que puedo decir es que es afortunada por haber encontrado a alguien como Jake, con suficiente valor para enfrentarse a un hermano autoritario. Lo necesitará.
Sus palabras permanecieron en su cabeza. Una vez más, ella trataba de defender lo indefensible. Una vez más actuaba como si Fletcher fuera la parte afectada de todo aquello. Fletcher era su cliente, pero por la manera en que salía en su defensa cada vez que él mencionaba su nombre, cualquiera pensaría que estaba enamorada de él.
Estaba a punto de abrir la puerta cuando él encontró las palabras adecuadas.
–No conoces nada acerca de Fletcher. ¿Por qué insistes en defenderlo?
Ella se detuvo con la mano sobre el pomo. Él se fijó en que suspiraba antes de mirarlo mientras abría la puerta.
–¿Y por qué no iba a defenderlo? Después de todo, es mi hermano.
¿FLETCHER era su hermano? Sophie desapareció antes de que él pudiera reaccionar. La noticia lo había dejado de piedra. No recordaba que Fletcher hubiera tenido ninguna hermana. O por lo menos no lo recordaba. Daniel siempre estaba muy ocupado enfrentándose al chico que insistía en ser tan bueno o mejor que él. Fletcher trataba de demostrarlo a cada oportunidad. Además, ella había dicho que se apellidaba Turner, ¿o eso era parte de la estrategia? Nada tenía sentido.
Nada excepto la idea de que debía haber manejado su encuentro mucho mejor. Y lo habría hecho, si el correo electrónico de su hermana que había recibido por la mañana no lo hubiera descolocado.
Y encima, le parecía que la reunión había salido mil veces peor de lo que creía. Porque Sophie Turner no era sólo una organizadora de bodas, sino también la hermana de Fletcher.
Ella debería de habérselo dicho. Él miró por la ventana hacia la calle y al ver que el coche se incorporaba al tráfico y desaparecía, blasfemó en voz baja.
Por supuesto, no se lo había dicho. Era probable que ella estuviera metida en el ajo, que su profesión no fuera organizar bodas y que no fuera más que una intermediaria dispuesta a cobrar su parte por hacer que los planes de boda parecieran reales. A esas alturas estaría hablando con Fletcher, contándole que posiblemente recibiría una oferta y aconsejándole que esperara a recibir una mejor.
¿O podría ser que Monica y Fletcher estuvieran volando todavía?
A lo mejor aún quedaba tiempo.
Agarró el teléfono y marcó el número del jefe del equipo de seguridad.
–¿Jo? Soy Caruana –dijo cuando contestaron–. Quiero que averigües todo lo que puedas acerca de un negocio que se llama One Perfect Day, y de una tal Sophie Turner que supuestamente trabaja allí. Quiero todos los datos acerca de la situación financiera, los contactos personales y la historia, así como los detalles acerca de los familiares de los empleados. Lo más pronto posible.
–Lo haré. ¿Deduzco que pronto habrá que darte la enhorabuena?
A nadie más le habría tolerado esa pregunta, pero Jo llevaba con él casi desde el principio, desde los días en que iban juntos al instituto.
–No. Pero al parecer Jake Fletcher ha atrapado a Monica. Están hablando de boda y Sophie Turner dice ser la organizadora.
–¿Fletcher ha regresado? ¿Quieres que me encargue de él, jefe?
Daniel había imaginado que reaccionaría así. Joe odiaba a Fletcher tanto como él. Pero había sido Jo quien lo había estado esperando en el aeropuerto cuando Daniel regresó de Italia para asistir al funeral de Emma. Había sido él quien había evitado su derrumbe cuando se enteraron de los resultados de la autopsia. Y quien lo había detenido para que no entrara en la habitación de hospital que ocupaba Fletcher y le quitara el equipo de respiración artificial.
Agradecía su lealtad, pero ya habían pasado los días en que solucionaba los enfrentamientos con los puños. Prefería emplear un método más sutil, aunque fuera más caro. Además, podía permitírselo.
–Él ya se ha largado llevándose a Monica a Hawái, y dejando a la organizadora de bodas para convencerme de que la boda es legítima.
–¡Y un infierno, legítima! De acuerdo, jefe. Me pongo en ello.
–Jo, hay algo más que deberías saber.
–¿El qué?
–Sophie Turner, la organizadora de bodas, dice que es la hermana de Fletcher.
Jo silbó entre dientes.
–No sabía que Fletcher tuviera una hermana.
–Yo tampoco. Ésa es una de las cosas que quiero que compruebes. Si no es su hermana, probablemente forme parte de algún acuerdo para hacerlo desaparecer. Y si es su hermana…
–Conociendo al canalla de su hermano, probablemente sea aún menos de fiar.
–Exactamente lo que estaba pensando –dijo Daniel antes de colgar.
Fletcher debía de haberse llevado a Monica a Hawái por dos motivos. Primero, para asegurarse de que nadie iría a Brisbane mientras él estuviera allí y la obligara a regresar a Cairns para convencerla de que no cometiera el mayor error de su vida y, segundo, para atraparla aún más en su trampa.
Entretanto, la dulce señorita Turner tenía el papel de hacerle creer que la boda era real, sin duda con la esperanza de evitar que le ofreciera cualquier compensación económica a Fletcher.
Pero si ella le había contado la verdad, había tenido a la hermana de Fletcher en su despacho y la había dejado escapar. ¡Cielos! Incluso la había tenido entre sus brazos y la había besado. A la maldita hermana de Fletcher. ¿En qué estaba pensando?
«Pero no estaba pensando, no más allá de la perfección de su piel, del azul de sus ojos, y del embriagador aroma a mujer que desprendía».
Y pretendía demostrarle la irracionalidad de que las cosas sucedieran demasiado deprisa. Si ella no lo hubiera detenido, si no lo hubiera retirado, él dudaba de que hubiera podido detenerse. Desde luego, no estaba pensando con claridad.
Pero sí pensaba con claridad en esos momentos.
Pronto Fletcher estaría sentado en la suite de un hotel de cinco estrellas esperando a que su hermana le contara cuál había sido la reacción de Daniel, frotándose las manos con júbilo mientras esperaba que le llegara una oferta interesante para hacerlo desaparecer.
Lo último que esperaría sería que Daniel entrara en el juego. Si Fletcher quería jugar a llevarse a su hermana, ¿por qué Daniel no podía hacer lo mismo?
Quizá debería «llevarse» a Sophie Turner durante el tiempo que fuera necesario.
Y desde luego no permitiría que se marchara de nuevo hasta que no supiera que Moni estaba a salvo.
Miró el reloj. Deberían de estar llegando al aeropuerto. La señorita Turner debía de estar pensando que se marchaba a casa.
Él agarró el teléfono otra vez, marco un número y sonrió.
–Cedric, ha habido un cambio de planes…
Sophie se recostó contra el asiento de piel y trató de relajarse. Había estado a punto de rechazar al coche que la estaba esperando al salir del edificio. Ya había tenido suficiente por un día, y no quería saber nada más acerca de Daniel Caruana y su entorno. Pero el conductor la había recibido con una amplia sonrisa y no encontró motivos para ser desagradable con aquel hombre inocente. Además, cuanto antes llegara al aeropuerto más oportunidades tendría para tomar un vuelo de regreso a Brisbane.
Suspiró y cerró los ojos preguntándose qué iba a decirle a Jake y a Monica. Daniel ni siquiera le había permitido explicarle los planes de la boda ni el hecho de que nadie esperaba que fuera él quien asumiera los gastos.