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Coco de nueve años y la estrella del fútbol Luis Suarez cambian de cuerpo por una semana. Ambos aprenderán una valiosa lección al tener que vivir la vida del otro.
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Seitenzahl: 24
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Coco Bandini tiene nueve años y es el goleador del equipo del barrio, el Estrella Roja. Cuando termina la práctica muchas veces se queda jugando solo en el campito, y si nadie lo está mirando, se imagina que es Luis Suárez, y lo imagina de forma tan perfecta que realmente lo llega a creer.
En su cabeza puede escuchar la voz del relator: “Se la lleva Suárez, pasa al primero, al segundo, no lo pueden parar”, y mientras tanto actúa la jugada en la cancha: recibe la pelota en el círculo central, lo pasa en velocidad a Xabi Alonso, esquiva una patada de Pepe, le pone el cuerpo a Sergio Ramos, le tira un caño a David Luis y queda de cara al arco para definir.
Está mano a mano con Manuel Neuer, el mejor golero del mundo. Queda un minuto y el partido está empatado. Está en juego la Copa del Universo, y puede sentir el rugido de las tribunas mientras avanza hacia el arco. No puede ponerse nervioso. Ya lo tiene estudiado a Neuer: mide 1,93 y pesa 92 kilos, pero es rápido y decidido como un misil.
Coco adelanta demasiado la pelota y Neuer se le viene encima. Ya no tiene espacio para rematar al arco. Entonces, puntea la pelota por un costado de Neuer y la va a buscar por el otro. La pelota se abre un poco pero todavía puede definir. Neuer quedó en el piso, fuera de combate, pero Sergio Ramos viene cerrando a toda velocidad. ¡Maldito y persistente Ramos! Tiene que pegarle fuerte y arriba para que no pueda llegar. Se prepara para la puntada final, ya puede sentir la pelota en la cara interna del pie derecho.
–¡Coco, a comer! –Se escucha la voz de la madre, una voz mucho más poderosa que la de cualquier hincha o director técnico.
Y cuando Coco escucha el grito materno, Sergio Ramos desaparece, el pasto verde se vuelve tierra y el arco se encoge a menos de la mitad. Y en este nuevo escenario, Coco le pega mordida a la pelota y la manda tan por encima del travesaño que va a parar a la calle, entre los autos y las motos.
Después de comer y hacer los deberes, el padre de Coco le dio un regalo.
–Ya sé que no es un a Play como la de Esteban, pero el feriante que me la vendió dijo que esta consola es mucho mejor que las nuevas, que tiene poderes mágicos, y estoy seguro que sabe de magia porque tenía una barba hasta el ombligo y un gorro puntiagudo como el de un duende –dijo el padre.
Más tarde Coco probó el juego de fútbol de la consola: pixeles gigantes y puntiagudos, movimientos convulsivos, jugadores con pantalones demasiado cortos, algunos tenían el bigote tupido como el abuelo Omar.