Relájate y educa - Amaya de Miguel - E-Book

Relájate y educa E-Book

Amaya de Miguel

0,0

Beschreibung

En este libro, la autora ofrece las respuestas a las preguntas más frecuentes de los padres, sobre todos los temas de la crianza: gestión de enfados, peleas entre hermanos, los deberes, el orden en casa, las pantallas…, incluyendo además cientos de herramientas de disciplina juguetona, que se basan en el sentido del humor, el juego, las canciones y los cuentos, recursos muy eficaces para solucionar las situaciones más difíciles y complicadas del día a día, para reducir la tensión emocional y para conseguir que los niños interioricen las conductas positivas.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern

Seitenzahl: 276

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Relájate y educa

Soluciones eficaces para los conflictos cotidianos

Amaya de Miguel

Primera edición en esta colección: septiembre de 2021

© Amaya de Miguel Sanz, 2021

© de la presente edición: Plataforma Editorial, 2021

Plataforma Editorial

c/ Muntaner, 269, entlo. 1ª – 08021 Barcelona

Tel.: (+34) 93 494 79 99

www.plataformaeditorial.com

[email protected]

ISBN: 978-84-18582-63-9

Diseño de cubierta y fotocomposición: Grafime

Reservados todos los derechos. Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo públicos. Si necesita fotocopiar o reproducir algún fragmento de esta obra, diríjase al editor o a CEDRO (www.cedro.org).

Índice

IntroducciónUna melodía para que los niños te siganTu hijo no es un problema. Tu hijo tiene una dificultadAmor y firmezaTú eres quien conduce el autobúsPor qué los gritos, los castigos, los premios y las amenazas no funcionan en el largo plazo y el amor, el respeto y la firmeza amable síLas buenas intenciones y la fuerza de voluntad no bastanCómo se ha construido este libro y cómo leerloHerramientas de disciplina juguetona1. Por la mañanaNo se quiere levantarNo quiere ir al colegioTarda en prepararse para ir al colegioNo le gusta la ropaLe molesta la ropaLe cuesta salir de casa2. Por la nocheSe niega a meterse en la cama y dormirNo quiere hacer las rutinas previas a acostarseSe activan justo a la hora de acostarsePide agua, ir al baño, me llama…Tenemos que quedarnos con ella hasta que se duermeSe despierta muchas veces por la noche3. Higiene y cuidado personalNo quiere lavarse los dientesEs mayor y ha dejado de lavarse los dientesNo quiere ducharse o bañarseNo soporta lavarse el peloNo quiere que le desenredemos el pelo4. Recoger y ordenar la casaNo quiere recogerLo deja todo por ahíNo recoge su cuarto5. Peleas entre hermanosPreferiría no tener hermanosSe enfada cuando atendemos al hermanoUn hijo molesta al otroSe pelean todo el díaUn hijo ignora al otroDiscuten por tonterías y se hacen dañoCompiten entre síCuando juegan, quieren ganar siempre a sus hermanos6. Gestión de enfados, lloros y agresionesSe enfada cada vez que le decimos que noSus enfados duran muchísimoDice que no a todoNos pega, nos insulta y nos grita7. Uso de las pantallas en casaSolo quiere ver la tele o jugar a videojuegosLo castigamos sin ver los dibujosHace deberes con el móvil al ladoApagar las pantallas es siempre una pelea8. Deberes, estudio y acompañamiento escolarSe distrae cuando tiene que hacer deberesNo se esfuerza porque no le interesa9. Habilidades socialesJuega casi siempre soloNo tiene amigosSufre acoso escolarSiempre cedeNo sabe perderNo quiere compartirNo me deja hablar con otras personasNo quiere dar besos a otros adultosEs tímido o vergonzosoEs muy mandonaNos da órdenesDice palabrotasHabla muy alto o grita10. La comidaNo prueba nada nuevoNo aguantan sentados a la mesaTardan mucho en comerCome muy pocoRoba dulcesCome demasiado11. Cuando los juegos terminan en desastreDesordena mucho la casaMoja el baño jugando con aguaPinta las paredesVacía los cajonesCorren dentro de casa12. AccidentesSe mancha mucho al comerSe le caen las cosas de las manosMe da miedo que se caiga13. Espacios y situaciones poco habitualesEn el cocheReuniones familiaresCumpleaños de sus amigosEn los restaurantesEpílogoAmor visible

Introducción

Una melodía para que los niños te sigan

En el primer colegio al que fueron mis hijos, en los Estados Unidos, las instrucciones se daban con canciones. Cuando los niños tenían que recoger el aula, la maestra iniciaba una canción, siempre la misma, y los niños, sin recibir ninguna orden, dejaban lo que estaban haciendo y empezaban a recoger. Había una canción para recoger, otra para lavarse las manos, otra para hacer la fila… En ese colegio, a los niños pequeños apenas se les daban órdenes. En cambio, sabían muy bien lo que se esperaba de ellos en cada momento, y lo hacían con una facilidad asombrosa.

Pronto empecé a aplicar en casa la estrategia del colegio y vi que funcionaba. Dejé de usar el imperativo en familia y lo sustituí por canciones. Los niños las aprendieron y pronto las cantábamos juntos.

A mis alumnos les digo que tienen que convertirse en un flautista de Hamelín. Sé que es una comparación arriesgada, porque el flautista se llevó a los niños de sus casas contra la voluntad de sus padres. Por eso, del flautista nos vamos a quedar solo con una imagen: un adulto que toca una melodía en la flauta, una melodía tan poderosa que provoca que los niños lo sigan.

Si el flautista hubiera sido un adulto permisivo, habría hecho muchas preguntas a los niños: «¿Qué melodía queréis que toque, esta o esta otra?», «¿Queréis que toque la flauta o preferís que toque el saxofón?», «¿Estáis ya listos, queréis que nos vayamos ya o mejor nos vamos dentro de un rato?».

Si hubiera sido un personaje autoritario, habría gritado a los niños: «¡Ahora mismo, todos aquí conmigo! En cuanto empiece a tocar la flauta, me seguís, ¿entendido? El que no me siga tendrá que afrontar las consecuencias».

En cambio, el flautista de Hamelín se limita a tocar su melodía, la cual resuena en los niños, que lo siguen sin dudarlo.

Nosotros, los adultos que tenemos niños a nuestro cargo, podemos encontrar la mejor melodía para que nuestros hijos nos sigan. Las canciones, los juegos, hacer el payaso y los cuentos son melodías muy eficaces y que, además, generan un vínculo fuerte entre el adulto y el niño. Este vínculo construirá un poderoso sentido de familia en vosotros, de equipo, de pertenencia al grupo; cuando todos sentís este vínculo, la familia funciona mucho mejor y la convivencia es más sencilla para todos.

Tu hijo no es un problema. Tu hijo tiene una dificultad

Cuando un niño se niega a seguir nuestra orden, solemos enfadarnos porque automáticamente consideramos que se está poniendo difícil, que es desobediente, que es maleducado, que es malo. Si no recoge, nos enfadamos. Y lo mismo si pega a su hermano, si no hace los deberes, si no quiere irse a la cama. Los adultos, ante estas situaciones, actuamos con dureza; a veces gritamos, castigamos, amenazamos e incluso pegamos. A veces reaccionamos así ante accidentes: cuando el niño se cae, se mancha, se ensucia, rompe un vaso… También reaccionamos así cuando el niño ha perdido el control: cuando grita, llora muy fuerte, se niega a hacer algo, o cuando tiene conductas agresivas.

En todos estos casos, con nuestra reacción convertimos al niño en un problema: es un obstáculo para que las cosas vayan bien en nuestra familia.

Cuando te enfadas ante cualquiera de estas situaciones, estás impidiendo que tu hijo recupere la calma que necesita para reconducir la situación. Voy a ponerte un ejemplo: tu hijo no quiere poner la mesa; no le gusta hacerlo y, además, prefiere seguir enfrascado en la actividad que está haciendo en este momento. Su cerebro, que busca el placer, se niega a poner la mesa. No tiene ninguna motivación. A la vez, su cerebro sabe que tiene que hacerlo. Ante esta contradicción, el niño se siente mal y empieza a desequilibrarse emocionalmente: una parte de él reconoce que debería trabajar y otra se niega a hacerlo. ¡Un gran conflicto interno! La tensión se está construyendo dentro de tu hijo.

A esta tensión que el niño tiene dentro se suma otra: sabe que tú te vas a enfadar con él. Al anticipar tu malestar, la tensión que el niño tenía dentro aumenta. Y, cuanta más tensión interna tenga, más resistencia a poner la mesa va a generar. Por fin, cuando tú te enfadas, el niño explota (se estaba formando una olla a presión dentro de él) y tú también.

En mi experiencia, un cambio de mentalidad en los adultos consigue grandes beneficios en situaciones como la que acabo de describir. Me gustaría que a partir de ahora te dieras cuenta de que tu hijo tiene una dificultad y que tu misión como educador es ayudarlo a manejarla. Repetir la siguiente frase puede ayudarte a lograrlo: «Mi hijo no es un problema. Mi hijo tiene una dificultad y mi misión es ayudarlo».

En el ejemplo del niño que no quiere poner la mesa, tendrás que pensar qué cambios podéis introducir en vuestra rutina para que esa tarea le resulte más sencilla. ¿Podemos poner la mesa antes de que empiece a jugar, incluso nada más recoger la mesa de la anterior comida? ¿Necesita el niño que yo lo haga con él? ¿Puedo convertir esa tarea en un momento de conexión conmigo?

Al pensar en nuevas maneras de hacer las cosas, estarás ayudando a tu hijo a superar su dificultad.

Amor y firmeza

Las estrategias que vas a aprender en este libro te van a llevar, en muchas ocasiones, a hacer el payaso, a jugar, a cantar. En mi experiencia como madre de tres hijos y como educadora de padres, estos recursos son muy efectivos para reducir la tensión emocional y para conseguir que tus hijos interioricen las conductas positivas.

Eso sí: hacer el payaso, jugar, cantar o dibujar no deben reducir tu firmeza. Esta es importante porque significa consistencia, claridad. Significa, sobre todo, seguridad. La firmeza no es autoritarismo. Firmeza significa simplemente que los parámetros por los que os guiais son firmes y estables y que tú, una persona adulta, los defines y te encargas de que se respeten.

Imagínate que tienes un mapa que te ayuda a ir del punto A al punto B, pero el punto A y el punto B cambian de sitio cada día, de manera que vives con una gran incertidumbre. ¿Cómo llegaré hoy a B? Y si intento ir por el camino de ayer, ¿qué pasará?

Yo quiero que tú elabores un mapa consistente en el que los puntos A y B estén siempre en el mismo sitio, de manera que ni tú ni ningún miembro de tu familia tengáis que improvisar y averiguar a diario cómo vivís vuestra vida.

Te pongo un ejemplo de un mapa donde los puntos A y B cambian cada día:

DÍA 1: Hoy estás tenso, tienes que terminar un proyecto del trabajo y no quieres problemas. Al pasar por delante de la pastelería, tus hijas te piden un pastel. Si se lo compras, te ahorrarás prepararles la merienda, de manera que les dices que sí.

DÍA 2: Hoy estás de muy buen humor, tranquilo, y vas a poder ocuparte de las niñas en casa. Al pasar por delante de la pastelería, te piden de nuevo el pastel. Les dices que no porque sabes que tienes tiempo de preparar la merienda. Ellas insisten y tú dices que no, pero ellas continúan insistiendo y, como no quieres enfadarte, se lo compras.

DÍA 3: Te sientes mal por haberles comprado pasteles dos días seguidos. Hoy tienes la determinación de darles una merienda sana. Cuando pasáis por la pastelería, te piden que les compres algo, te niegas, ellas continúan insistiendo, y tú acabas enfadándote.

En esta familia no hay un mapa claro. Ni el adulto ni las niñas saben cuándo pueden comer pasteles. Las normas se improvisan y, como consecuencia, los conflictos se multiplican.

Las cosas serían mucho más fáciles con un mapa coherente como este:

En tu familia habéis establecido que todos los viernes a la salida del colegio les compráis un pastel a las niñas. Si una de tus hijas te pide un pastel otro día de la semana, solo tienes que recordarle que tendrá que esperar hasta el viernes. Lo más probable es que, si eres consistente, casi nunca te pidan pasteles otros días de la semana.

¿Ves la diferencia? La firmeza es el mapa que permite a todos los miembros de la familia saber cómo funcionan las cosas en vuestro grupo. Cuando todos conocéis este funcionamiento, os ahorráis infinidad de conflictos, negociaciones y tiras y aflojas. Se pueden implementar las normas con bromas, juegos o canciones, manteniendo la firmeza que dará a vuestros hijos (¡y a vosotros!) la seguridad que necesitan.

Tú eres quien conduce el autobús

Me gustaría que a partir de ahora imaginaras que tú eres quien conduce el autobús. Tú sabes si hay que ir hacia la izquierda o hacia la derecha, en qué semáforos hay que parar, sabes qué hacer cuando llegas a una rotonda y te das cuenta de si a tu vehículo le falta gasolina.

Tus hijos no son los conductores. Ellos son los pasajeros. Tendrás que escucharlos y atenderlos cuando te digan que quieren ir al baño, que tienen hambre o que se marean. Tendrás que saber si les conviene hacer una parada. Tendrás que entretenerlos si el viaje se hace muy pesado.

Y este símil, ¿cómo se aplica a la crianza? Vuestros valores, las obligaciones de los niños, vuestros ritmos y hábitos, vuestros horarios, cuándo entráis y salís de casa, el uso de las pantallas…, todo lo decides tú. Lo que afecta a toda la familia lo decides tú. Lo que afecta al crecimiento y al desarrollo del niño lo decides tú.

Tus hijos podrán decidir lo que los afecta a ellos en un plano muy personal: qué ropa se ponen, a qué juegan, cómo se peinan… Cuanta más libertad les dejes en el ámbito que se refiere a ellos, mejor. A medida que crezcan, este ámbito irá ampliándose: cuando tu hijo tiene un año intervienes en casi todo lo que hace; cuando tiene doce, no.

Recuerda que tú conduces el autobús. No temas tomar decisiones que sabes que son buenas, aunque tus hijos no estén de acuerdo y protesten.

Por qué los gritos, los castigos, los premios y las amenazas no funcionan en el largo plazo y el amor, el respeto y la firmeza amable sí

Imagínate que estás paseando por la calle y te encuentras con una persona que se ha caído y no puede levantarse. Mientras la estás mirando, alguien se acerca a ti y te dice una de estas tres frases:

«Si lo ayudas a levantarse, te regalo dos noches en el hotel que tú quieras para ir con quien quieras» (premio).«Como no lo ayudes a levantarse, no podrás ir a la cena del sábado con tus compañeros de trabajo» (castigo).«¡Ayúdalo ahora mismo o te pego!» (amenaza).

En ese momento, ante el deseo de un premio o el miedo a una amenaza o a un castigo, posiblemente actuarás y lo ayudarás a levantarse. Pero, si siempre te han educado así, el día que nadie te ofrezca un premio, un castigo o una amenaza, será muy probable que pases de largo sin ayudar a esa persona. Te habrás habituado a actuar por motivaciones externas.

Esto es lo que hacemos con nuestros hijos cuando los castigamos, amenazamos o premiamos. Deja que te ponga algunos ejemplos:

Yo digo: Si te comes la verdura, te doy chocolate de postre.

Mi hija aprende: La única razón para comer verdura es tener el chocolate y, cuando no haya chocolate, no comeré verdura.

Yo digo: Como pegues a tu hermano, te vas a tu cuarto a pensar.

Mi hija aprende: La única razón para no pegar es no ir a mi cuarto. Cuando mis padres no estén presentes, podré pegar a mi hermano.

Yo digo: Si sacas buenas notas, te regalo un móvil.

Mi hija aprende: La motivación para esforzarme en el cole es tener el móvil. Cuando lo tenga, no será necesario esforzarme más.

En estos ejemplos hemos enseñado a los niños a actuar empujados por motivaciones externas: el chocolate, el miedo al cuarto de pensar, el móvil; y no hemos logrado lo que de verdad importa: que interioricen las conductas positivas. No les hemos enseñado que es importante comer sano, no les hemos dado pautas emocionales para no agredir a su hermano y no hemos sabido inculcar en ellos el sentido de la responsabilidad y el esfuerzo.

Las herramientas que te doy en este libro van a ayudarte a conseguir que tus hijos aprendan y hagan suya la conducta positiva, porque con ellas construirás motivación interna. Y esta motivación se va a quedar con ellos mucho tiempo.

Las buenas intenciones y la fuerza de voluntad no bastan

Muchos de mis alumnos tienen la determinación de dejar de gritar en casa. Se levantan por la mañana con la intención de que sea un día bueno. «Hoy las cosas van a ir bien», se dicen a sí mismos. Tienen muy buenas intenciones y una gran fuerza de voluntad.

El día comienza de la misma manera que todos los demás, y surgen los conflictos de siempre: el niño no quiere levantarse, la niña está remoloneando, los hermanos se enzarzan en una pelea… Entonces, el adulto no puede seguir con sus buenas intenciones de la mañana; se da cuenta de que las cosas no están yendo bien, van a llegar tarde al cole, y la única manera de frenar la crisis es recurriendo a las herramientas de siempre: los gritos y las amenazas.

Solo llevamos media hora levantados y nuestro propósito del día ha fracasado. Igual que ayer. Igual que antes de ayer. Entonces, ¿qué podemos hacer? ¿De qué manera podemos evitar que los días se repitan siempre iguales? ¿Qué necesitamos, además de fuerza de voluntad y buenas intenciones?

La clave está en empezar a hacer las cosas de otra manera. En cambiar las estructuras que no funcionan y sustituirlas por otras. En renovar tus recursos. Por eso tienes este libro en tus manos: para aprender nuevas herramientas que te permitan abordar las situaciones difíciles cotidianas desde un ángulo nuevo.

En el momento en que el adulto cambia su manera de afrontar un conflicto, cambia también la reacción del niño. Porque hasta ahora tus hijos y tú habéis inventado un idioma: el idioma de «no me hace caso hasta que grito». Si tú empiezas a hablar otro idioma, tus hijos lo aprenderán y empezarán a hablarlo ellos también. El idioma del juego, el idioma de la complicidad, el idioma del respeto profundo. Este es el idioma que quiero enseñarte en las siguientes páginas.

Cómo se ha construido este libro y cómo leerlo

Miles de madres y padres recurren a mí para solucionar dificultades cotidianas en su vida familiar. Algunos en sesiones individuales, otros por correo electrónico y otros a través de mis redes sociales y mi programa mensual, Martes con Amaya, me han formulado miles de preguntas en los últimos años. En las siguientes páginas vas a encontrar un elenco de las preguntas más frecuentes, las que formulan familias que en muchos aspectos se parecen a la tuya. Porque, aunque tu familia sea única, tus problemas son, en muchos casos, comunes.

Todas las preguntas y comentarios son reales. Algunas son síntesis de muchas preguntas repetidas, otras son transcripciones literales, y en todos los casos he modificado los nombres de quienes las hicieron. Mis respuestas están elaboradas a partir de las bases de mi pedagogía: el respeto profundo, el juego, la comprensión de tu hijo, la firmeza y la consistencia y, sobre todo, el amor visible.

Puedes leer el libro en el orden que prefieras. No es lineal y su estructura es flexible, de modo que puedes empezar leyendo las respuestas a las situaciones que para vosotros son más complicadas. El índice es detallado para que localices las situaciones con facilidad. Al final del libro, tienes un índice de las soluciones que he probado con éxito para los conflictos cotidianos más frecuentes; quizá te sea útil para consultar rápidamente las que necesites.

Te recomiendo que leas el libro entero. Tal vez la estrategia que os va a ayudar está en un apartado en el que vosotros no tenéis problemas. Léelo con una actitud flexible, sabiendo que lo que te ofrezco aquí es una guía que podrás amoldar a vuestra realidad, a tu carácter, a vuestras circunstancias, y también a situaciones que aquí no describo. Las estrategias basadas en el amor, la conexión, el respeto profundo y el juego sirven en numerosos contextos. En tu mano está interiorizarlas y hacerlas tuyas para aplicarlas en vuestro día a día.

Herramientas de disciplina juguetona

A lo largo de estas páginas te encontrarás con el siguiente icono: . Lo hemos utilizado para identificar herramientas de disciplina juguetona, que se basan en el sentido del humor, el juego, las canciones y los cuentos. En mi experiencia como madre y como mentora de familias, estas herramientas son muy eficaces para solucionar las situaciones más difíciles y complicadas del día a día.

La disciplina juguetona es una estrategia pacífica que fortalece el vínculo con los niños y los hace sentirse atendidos, queridos y respetados mientras se los guía hacia las conductas positivas. El niño, casi sin darse cuenta, percibirá tu suavidad y tu profundo respeto, de modo que le resultará mucho más sencillo seguirte.

Esta estrategia es una herramienta más de tu caja. No te va a servir para todas las situaciones cotidianas, pero te aseguro que se puede convertir en una de tus herramientas más utilizadas, ya que es muy eficaz y una gran alternativa al enfado y al enfrentamiento. Con ella generarás un buen ambiente en casa, reforzarás el vínculo con los niños, evitarás ponerte de mal humor y reducirás la hostilidad y el malestar de todos los miembros de la familia.

La disciplina juguetona es mucho más eficaz que los gritos, los castigos o los premios para que los niños interioricen la conducta positiva y se convertirá en tu melodía preferida, la melodía que tus hijos seguirán con más facilidad y que os unirá como familia.

1.Por la mañana

Cuando en mis clases pregunto a los asistentes cuál es el peor momento del día en su casa, muchos de ellos señalan las mañanas. Hay muchas cosas que hacer, hay que hacerlas rápido y, además, con elementos que juegan en nuestra contra: los niños tienen sueño, no quieren levantarse y no les apetece hacer lo que les pedimos (ni ir al cole). Gestionar nuestro estrés y la resistencia de los niños no es nada sencillo. Por eso terminamos haciéndolo mal, día tras día.

Levantarse y acostarse son las dos grandes transiciones del día. Los cambios que cualquiera de nosotros vive en ambas son fuertes: de estar tumbado a estar en movimiento, del silencio al ruido, de la inactividad a la actividad, de la luz a la oscuridad… y viceversa. Son cambios considerables, y en muchas ocasiones nuestros niños no están preparados para vivirlos con suavidad y aceptación. Podríamos decir que su cerebro se «agarra» a la situación en la que está ahora, sin querer moverse de ahí para entrar en la situación que viene.

Si lo piensas, es posible que a ti te ocurra lo mismo: remoloneas en la cama a pesar de saber que tienes que levantarte o te resistes a apagar el móvil por la noche incluso cuando tienes mucho sueño y se ha hecho tarde. Si este es tu caso, a ti también te cuestan las transiciones. Comprenderte a ti mismo te va a ayudar a guiar a tus hijos sin atacarlos, sin juzgarlos y sin criticarlos. Mi intención es que conviertas las transiciones en algo atractivo para que a tus hijos no se les hagan tan cuesta arriba.

En las próximas páginas te voy a dar herramientas para que la hora de la mañana sea más sencilla para todos.

No se quiere levantar

Juani: «Yo ya no sé cómo despertar a mis dos hijas. Entro en el cuarto, les canto una canción, les doy besos…, y ellas se enfadan y dicen que quieren seguir durmiendo. Hasta que no me enfado con ellas no consigo que se levanten. Eso todos los días».

Una de las cosas que me gustaría que aprendieras es a observar vuestros hábitos y a modificar lo que no funciona. No solo con respecto a las mañanas, sino en todos los aspectos de vuestra vida. Estamos tan ocupados que nos cuesta pararnos, observar lo que no funciona y cambiarlo.

En este caso, las propias niñas están diciendo qué es lo que no funciona: necesitan dormir más. Por eso se enfadan, por eso no quieren levantarse de la cama. ¿Podrías tú modificar vuestros ritmos y hábitos para satisfacer la necesidad de sueño de las niñas? Muchos de mis alumnos han decidido adelantar la hora de acostar a los niños y de esta manera han resuelto dos problemas: el de acostarse (cuando nos acostamos temprano, estamos todos menos cansados y se suele producir menos tensión) y el de levantarse (porque ahora sus hijos se levantan sin sueño).

Adelantar la hora de ir a la cama es complicado cuando los niños tienen extraescolares, deberes y un rato de juego o parque cada día. ¿Sería posible hacer los deberes en otro momento del día? ¿O reducir el rato del parque? ¿O reducir o eliminar las extraescolares? Te invito a que observes vuestros hábitos y rutinas y los modifiques para garantizar que tus hijas tienen la calidad de sueño que necesitan para ahorraros el conflicto de cada mañana, para mejorar su rendimiento escolar, su humor, sus relaciones sociales, su serenidad, su equilibrio emocional… Dormir bien es necesario para todos. Probablemente tú lo sepas por experiencia, los adultos con hijos dormimos muy mal durante los primeros años y eso nos impide estar bien. A los niños les pasa lo mismo.

El primer encuentro con tus hijos tiene que ser siempre desde la conexión. No les des instrucciones nada más entrar en el dormitorio. Puedes cantar, hacer una broma, darles un masaje, cosquillas suaves, sentarte o tumbarte encima de ellos…, algo que sepas que les va a gustar. También puedes contarles un cuento o hablar por boca de un muñeco si crees que así les va a resultar más sencillo despertarse. En tu agenda, reserva cinco minutos a este rato de conexión por la mañana; que las prisas no te empujen a iniciar el día de tus hijos con hostilidad y enfrentamientos.

Ajusta vuestro horario a las necesidades de sueño de tus hijos

Las estrategias para levantar a tus hijos con alegría y buen humor no te van a funcionar si ellos no duermen lo que necesitan. En muchos casos los niños están malhumorados y perezosos por la mañana porque su cuerpo no ha descansado y necesita seguir en la cama. ¡No es un capricho, es una necesidad!

En mi experiencia con muchísimas familias para quienes levantar a los niños es un problema diario, la solución incluye cambiar los horarios. Lo mejor es que los niños se despierten de manera natural, sin despertador. Para ello es necesario acostarlos antes y, en consecuencia, adelantar la hora de la cena. Pero ¿cómo adelantar la hora de la cena si tenemos extraescolares, parque y deberes? Mi recomendación en este caso es que reduzcas o elimines las extraescolares. Cuando los horarios no se adaptan a las necesidades reales de los niños, su rendimiento escolar, sus habilidades sociales y su estabilidad emocional pueden verse perjudicados; por otra parte, es posible que se produzcan momentos de mal humor y pérdidas de control.

Además, adelantar la hora de ir a la cama tiene grandes ventajas: por un lado, suele hacer el proceso mucho más sencillo porque estamos todos (incluidos los adultos) más descansados. Por otro lado, cuando acostamos a los niños antes de que estén demasiado cansados, les resulta más fácil relajarse y dormirse (cuando los acostamos una vez que ha pasado su momento natural de dormir, se sobreexcitan para poder mantenerse despiertos). Finalmente, para los adultos es fantástico disponer de un rato para sí mismos al final del día.

Si adaptas vuestros horarios a las necesidades reales de tus hijos, os podéis ahorrar el conflicto diario de la noche y el de la mañana, ganaréis en tranquilidad, tus hijos tendrán más equilibrio emocional y mejorarán su rendimiento intelectual. Para su desarrollo esto es mucho más importante que lo que puedan aprender en las extraescolares, créeme.

¿Cómo queréis que os despierte mañana?

«La hora de despertarnos para el cole ahora es un momento bello desde que te escuché lo del “masaje pizza”. Probé a hacérselo para despertarlos y les encantó, ahora todas las noches, cuando nos despedimos, me dicen de qué forma quieren despertar: de lentejas, unicornio, matemáticas, sorpresa, y yo les invento una historia mientras les doy un masaje. Te puedo decir que la sonrisa que les sale no tiene precio, mientras que antes era: “Veeeeeenga, vaaaamos, que se hace tardeeee”», Begoña.

¡En otro país ya ha amanecido!

«Para despertarlos, yo les cuento a mis hijos que en otros países ya ha amanecido y me pongo a hablar con los acentos de esos países. ¡Se mueren de la risa!», Nati.

No quiere ir al colegio

Elizabeth: «Para nosotros el peor momento del día son las mañanas, porque nuestro hijo no quiere ir al cole, y no lo entiendo, porque en el colegio se divierte y siempre sale muy contento. Pero las mañanas son horribles porque no quiere hacer nada, se enfada, no se viste, no desayuna…».

Incluso si en el colegio se siente bien, salir de casa es un gran esfuerzo. Les pasa a muchos niños, del mismo modo que a muchos adultos les cuesta ir al trabajo, incluso si una vez que están allí las cosas van bien. Es importante que te asegures de que realmente el niño está bien en el cole: con los amigos, con su profesor, con los estudios. Si no es así, tendrás que pedir ayuda para resolver lo que no está yendo bien.

Si el niño está bien y sale contento del colegio cada día, explícale que le cuesta mucho separarse de vosotros y salir de casa. ¡En casa es donde mejor se está! Tenga la edad que tenga, no intentes convencerlo de lo estupendo que es ir al colegio: su sentimiento no va a cambiar por muchas explicaciones que tú le des.

Cada día, cuando recojas a tu hijo y esté contento, dile: «Veo que tienes una gran sonrisa. Me parece que ha sido un buen día para ti, ¿es así o me equivoco?».

Cuando te despidas de él, dile: «Sé que la despedida es difícil; también sé que cuando hoy te recoja vas a estar muy contento».

A los niños los ayuda contar cada día algo positivo que hayan vivido en el colegio. Antes de despedirte puedes decirle que al recogerle le vas a preguntar por algo interesante que le haya ocurrido en el cole. ¡Al menos tiene que ser capaz de decir una cosa positiva!

A mi hija la ayudó mucho llevarse una pulsera mía al colegio y acariciarla cuando me echaba de menos. También puede ser un collar, un llavero, un pañuelo…, cualquier objeto manejable que puedan llevar encima y les recuerde a ti.

Cada día, escribe una nota especial para tu hijo y métesela en la mochila. Dile que solo puede abrirla cuando esté en su aula. De esta manera tendrá una motivación para ir a clase ilusionado. En la nota puede haber un dibujo, una frase bonita, un chiste, una suma…, algo que sepas que a tu hijo le va a hacer ilusión. Cada día tendrás que escribir una nota diferente.

Tarda en prepararse para ir al colegio

Macarena: «Mi hijo de seis años todos los días se pone a jugar y se entretiene con cualquier cosa cuando tenemos que ir al colegio y ni ha desayunado ni se ha vestido. Al final acabo chillando y algún día ha ido en pijama o ha bajado al coche sin zapatillas».

Probablemente esta madre se levanta todos los días con la intención de que las cosas vayan bien. No quiere gritar, no quiere enfadarse… Al fin y al cabo, su hijo solo está jugando. Pero cuando se acerca la hora de ir al cole y ese niño sigue sin estar preparado…, no sabe qué hacer. Me imagino su tensión y su desesperación: «¿Por qué no se ha vestido todavía, si se lo he dicho diez veces?». Al final explota y recurre a una de las herramientas que menos le gustan: los gritos.

Uno de los grandes recursos para que los niños no jueguen por las mañanas es estar todo el rato con ellos, acompañarlos en sus tareas desde la conexión y desde el juego. ¿El niño quiere jugar? ¡Convierte el rato de vestirse en un juego! A veces basta con que estéis charlando o con que los dos hagáis lo mismo a la vez: os vestís a la vez, os laváis los dientes a la vez… Hacéis las cosas juntos.

Estar presente junto a tu hijo va a reducir mucho el conflicto: tú eres el ancla y el apoyo que necesita para no despistarse y para que una tarea en la que no tiene ningún interés (vestirse) sea más sencilla.