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El Romancero viejo está formado por romances anónimos, compuestos entre el siglo XIV y el siglo XVI. Los primeros romances tienen su origen en el cantar de gesta y cada uno de sus versos estaba dividido en dos partes —o hemistiquios— por una pausa —o cesura— con una sola rima asonante. Como la fórmula del romance gustaba mucho al público, los juglares empezaron a componer otros en los que daban noticias, recogían leyendas populares, batallas, crónicas históricas, etc. Los romances son poemas de lenguaje sencillo y en ocasiones los juglares dejaban la acción interrumpida para dar mayor misterio a sus narraciones. En el Romancero viejo algunos poemas tenían inspiración morisca, como el que narra cómo en el año 1431, el rey Juan II de Castilla llega ante Granada junto al infante moro Abenámar, a quien había ofrecido el trono de este reino, la ciudad se rinde y el infante es reconocido rey. También se relatan historias trágicas como la del Romance del conde Alarcos, que resumimos en este fragmento del poema: Prometistes a la infanta lo que ella no os pedía, de siempre ser su marido, y a ella que le placía. Si a otras cosas pasastes no entro en esa porfía Otra cosa os digo, conde, de que más os pesaría: que matéis a la condesa que así cumple a la honra mía: echéis fama que es muerta de cierto mal que tenía, y tratarse ha el casamiento como cosa no sabida, porque no sea deshonrada hija que tanto quería. La condesa muere estrangulada, pero antes de morir lanza un maleficio que acaba con las vidas del rey, la infanta despechada y su propio marido. El Romance del conde Alarcos es uno de los más célebres del Romancero viejo, tiene versiones de numerosos autores. Entre otros cabe citar a: - Guillén de Castro, - Félix Lope de Vega, - Antonio Mira de Amescua - y José Jacinto Milanés.
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Autores varios
Romancero viejo Edición de Agustín Durán
Barcelona 2024
Linkgua-ediciones.com
Título original: Romancero.
© 2024, Red ediciones S.L.
e-mail: [email protected]
Diseño de cubierta: Michel Mallard.
ISBN tapa dura: 978-84-1126-799-1.
ISBN ebook: 978-84-9897-542-0.
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.
Créditos 4
Brevísima presentación 15
Romance de Pero Díaz 17
Romance de Reduán y el rey chico sobre la conquista de Jaén 19
Romance del obispo don Gonzalo 21
Romance de Fernandarias 25
Romance del alcaide de Antequera 27
La mañana de San Juan... 31
Caballeros de Moclín... 33
Romance de Abenámar 35
Romance de Álora la bien cercada 37
Romance del cerco de Baza 39
Romance del conde de Niebla 41
Romance del alcaide de Alhama 43
Romance de la pérdida de Alhama 45
Romance del Maestre de Calatrava 47
Romance del Maestre de Calatrava 49
Romance de don Manuel Ponce de León 53
Romance de Sayavedra 55
Romance del rey Ramiro 59
Romance del rey de Aragón 61
Romance de doña Isabel de Liar 63
Romance de la duquesa de Guimaranes 69
Romance de los cinco maravedís 71
Romance de los Carvajales 75
Entre las gentes se suena... 79
Romance de don Fadrique 83
Romance del rey don Pedro el Cruel 87
Romance del rey don Pedro el Cruel 89
Romance del prior de San Juan 91
Romance del rey don Rodrigo 95
Romance del rey don Rodrigo 97
Romance del rey don Rodrigo 99
Romance del rey don Rodrigo 101
Romance del rey don Rodrigo 103
Romance del duque de Arjona 107
Romance de don García 109
Romance de la linda infanta 111
Romance de Bernardo del Carpio 113
Romance de Bernardo del Carpio 115
Romance de Bernardo del Carpio 117
Romance del conde Fernán González 121
Romance del conde Fernán González... 125
Romance de los Infantes de Lara 127
Romance de los Infantes de Lara 131
Romance del Cid 133
Romance del Cid 137
Romance del Cid 141
Romance del Cid 143
Romance del Cid 145
Romance del Cid y cerco de Zamora 149
Romance del Cid y cerco de Zamora 151
Romance del Cid y del juramento que tomó al rey don Alonso 153
Romance del Cid 157
Romance del Cid y los condes de Carrión 159
Pártese el moro Alicante... 161
Romance del rey don Fernando I 165
Romance de doña Urraca 167
Romance del rey don Sancho 169
Romance del rey don Sancho 171
Romance del rey moro que perdió Valencia 173
Romance del sitio y rescate de Granada 177
Romance de don Tristán 179
Romance de Lanzarote 181
Romance de Lanzarote 183
Romance del conde Dirlos 185
Romance del conde Grimaltos 229
Romance de Montesinos 247
Romance del moro Calaínos 253
Romance del conde Claros 269
Primer romance de don Gaiferos 283
Segundo romance de don Gaiferos 287
De Mérida sale el palmero... 291
Romance del infante vengador 297
Romance del conde Lombardo 299
Romance de Valdovinos 301
Romance de Moriana y Galván 303
Romance del Soldán de Babilonia 305
Romance de Bobalías 307
Romance de Bovalías 309
Domingo era de Ramos... 311
Romance del conde Guarinos 313
Romance de don Beltrán 319
Romance de doña Alda 323
Romance de Tarquino y Lucrecia 325
Romance de Vergilios 329
Romance del prisionero 331
La ermita de San Simón 333
Romance de Fontefrida 335
Yo me levantara, madre... 337
Romance de Rosa fresca 339
Romance (Juan de Ribera) 341
Romance de Rico Franco 343
Romance de Marquillos 345
Romance del conde Alemán 347
Romance del conde Alarcos 349
Romance de Gerineldo 363
Romance de amor 365
Compañero, compañero... 367
Romance de Espinelo 369
Yo me era mora Moraima... 373
Tiempo es, el caballero... 375
Romance de don Galván 377
Parida estaba la infanta... 379
Romance de la infanta de Francia 383
Romance de la infantina 385
Romance del conde Arnaldos 387
Bodas se hacían en Francia... 389
Romance de blanca niña 391
Romance de Landarico 393
Yo me adamé una amiga... 397
Romance de la gentil dama y el rústico pastor 399
Las señas del esposo 401
Romance del cautivo 403
Libros a la carta 407
El Romancero viejo está formado por todos los romances anónimos compuestos desde el siglo XIV al siglo XVI. Los primeros romances tienen su origen en el cantar de gesta y cada uno de sus versos estaba dividido en dos partes —o hemistiquios— por una pausa —o cesura— con una sola rima asonante. Como la fórmula del romance gustaba mucho al público, los juglares empezaron a componer otros en los que daban noticias, recogían leyendas populares, batallas, crónicas históricas, etc. Los romances son poemas de lenguaje sencillo y en ocasiones los juglares dejaban la acción interrumpida para dar mayor misterio a sus narraciones. Algunos romances tenían inspiración morisca, como el que narra cómo en el año 1431, el rey Juan II de Castilla llega ante Granada acompañado del infante moro Abenámar, a quien había ofrecido el trono de este reino.
Moricos, los mis moricos,
los que ganáis mi soldada,
derribédesme a Baeza,
esa villa torreada,
y a los viejos y los niños 5
la traed en cabalgada
y a los moros y varones
los meted todos a espada,
y a ese viejo Pero Díaz
prendédmelo por la barba, 10
y a aquesa linda Leonor
será la mi enamorada.
Id vos, capitán Vanegas
porque venga más honrada,
que s vos sois mandadero, 15
será cierta la jornada.
—Reduán, bien se te acuerda
que me diste la palabra
que me darías a Jaén
en una noche ganada.
Reduán, si tú lo cumples, 5
daréte paga doblada,
y si tú no lo cumplieres,
desterrarte he de Granada;
echarte he en una frontera,
do no goces de tu dama. 10
Reduán le respondía
sin demudarse la cara:
—Si lo dije, no me acuerdo,
mas cumpliré mi palabra.
Reduán pide mil hombres, 15
el rey cinco mil le daba.
Por esa puerta de Elvira
sale muy gran cabalgada.
¡Cuánto del hidalgo moro!
¡Cuánta de la yegua baya! 20
¡Cuánta de la lanza en puño!
¡Cuánta de la adarga blanca!
¡Cuánta de marlota verde!
¡Cuánta aljuba de escarlata!
¡Cuánta pluma y gentileza! 25
¡Cuánto capellar de grana!
¡Cuánto bayo borceguí!
¡Cuánto lazo que le esmalta!
¡Cuánta de la espuela de oro!
¡Cuánta estribera de plata! 30
Toda es gente valerosa
y experta para batalla:
en medio de todos ellos
va el rey Chico de Granada.
Míranlo las damas moras 35
de las torres del Alhambra.
La reina mora, su madre,
de esta manera le habla:
—Alá te guarde, mi hijo,
Mahoma vaya en tu guarda, 40
y te vuelva de Jaén
libre, sano y con ventaja,
y te dé paz con tu tío,
señor de Guadix y Baza.
Un día de San Antón,
ese día señalado,
se salían de Jaén
cuatrocientos hijosdalgo.
Las señas que ellos llevaban 5
es pendón, rabo de gallo;
por capitán se lo llevan
al obispo don Gonzalo,
armado de todas armas,
encima de un buen caballo; 10
íbase para la Guarda,
ese castillo nombrado.
Sáleselo a recibir
don Rodrigo, ese hijodalgo.
—Por Dios os ruego, el Obispo, 15
que no pasedes el vado,
porque los moros son muchos
que a la Guarda habían llegado:
muerto me han tres caballeros,
de que mucho me ha pesado. 20
El uno era mi primo,
y el otro era mi hermano,
y el otro era un paje mío,
que en mi casa se ha criado.
Demos la vuelta, señores, 25
demos la vuelta a enterrarlos;
haremos a Dios servicio
y honraremos los cristianos.
Ellos estando en aquesto,
llegó don Diego de Haro: 30
—Adelante, caballeros,
que me llevan el ganado;
si de algún villano fuera
ya lo hubiérades quitado,
empero, alguno está aquí 35
a quien place de mi daño.
No cumple decir quién es,
que es el del roquete blanco.
El obispo, que lo oyera,
dio de espuelas al caballo. 40
El caballo era ligero
y saltado había un vallado,
mas al salir de una cuesta,
a la asomada de un llano,
vido mucha adarga blanca, 45
mucho albornoz colorado
y muchos hierros de lanzas
que relucen en el campo.
Metido se había por ellos
como león denodado; 50
de tres batallas de moros
las dos ha desbaratado,
mediante la buena ayuda
que en los suyos ha hallado;
aunque algunos de ellos mueren, 55
eterna fama han ganado.
Todos pasan adelante,
ninguno atrás se ha quedado;
siguiendo a su capitán,
el cobarde es esforzado. 60
Honra los cristianos ganan,
los moros pierden el campo:
diez moros pierden la vida
por la muerte de un cristiano;
si alguno de ellos escapa, 65
es por uña de caballo.
Por su mucha valentía
toda la presa han cobrado.
Así, con esta victoria
como señores del campo, 70
se vuelven para Jaén
con la honra que han ganado.
—¡Buen alcaide de Cañete,
mal consejo habéis tomado
en correr a Setenil,
hecho se había voluntario!
¡Harto hace el caballero 5
que guarda lo encomendado!
Pensaste correr seguro
y celada os han armado.
Hernandarias Sayavedra,
vuestro padre os ha vengado, 10
ca cuerda correr a Ronda
y a los suyos va hablando:
—El mi hijo Hernandarias
muy mala cuenta me ha dado;
encomendéle a Cañete, 15
él muerto fuera en el campo.
Nunca quiso mi consejo,
siempre fue mozo liviano,
que por alancear un moro
perdiera cualquier estado. 20
Siempre esperé su muerte
en verle tan voluntario,
mas hoy los moros de Ronda
conocerán que le amo.
A Gonzalo de Aguilar 25
en celada le han dejado.
Viniendo a vista de Ronda,
los moros salen al campo.
Hernandarias dio una vuelta
con ardid muy concertado, 30
y Gonzalo de Aguilar
sale a ellos denodado,
blandeando la su lanza
iba diciendo: —¡Santiago,
a ellos, que no son nada, 35
hoy venguemos a Fernando!
Murió allí Juan Delgadillo
con hartos buenos cristianos;
mas por las puertas de Ronda
los moros iban entrando, 40
venticinco traía presos,
trescientos moros mataron,
mas el viejo Hernandarias
no se tuvo por vengado.
De Antequera partió el moro,
tres horas antes del día,
con cartas en la su mano
en que socorro pedía.
Escritas iban con sangre, 5
mas no por falta de tinta.
El moro que las llevaba
ciento y veinte años había;
la barba llevaba blanca
la calva le relucía; 10
toca llevaba tocada,
muy grande precio valía,
la mora que la labrara
por su amiga la tenía.
Alhamar en su cabeza 15
con borlas de seda fina.
Caballero en una yegua,
que caballo no quería.
Solo con un pajecico
que le tenga en compañía, 20
no por falta de escuderos,
que en su casa hartos había.
Siete celadas le ponen
de mucha caballería,
mas la llegua era ligera, 25
de entre todos se salía.
Por los campos de Archidona
a grandes voces se decía:
—¡Oh, gran rey, si tú supieses
mi triste mensajería, 30
mesarías tus cabellos
y la tu barba vellida!
El rey que venir lo vido
a recibir lo salía
con trescientos de a caballo, 35
la flor de la morería.
Bien seas venido, el moro,
buena sea tu venida.
—Alá te mantenga, rey,
con toda tu compañía. 40
—Dime, ¿qué nuevas me traes
de Antequera esa mi villa?
—Yo te las diré, buen rey,
si tú me otorgas la vida.
—La vida te es otorgada, 45
si traición en ti no había.
—¡Nunca Alá lo permitiese
hacer tan gran villanía!
Mas sepa tu real alteza
Lo que ya saber debía, 50
que esa villa de Antequera
en gran aprieto de veía;
que el infante don Fernando
cercada te la tenía
sin cesar noche ni día; 55
Manjar que tus moros comen:
cueros de vaca cocida.
Buen rey, si no la socorres
muy presto se perdería.
El rey, cuando aquesto oyera, 60
de pesar se amortecía;
Haciendo gran sentimiento
muchas lágrimas vertía;
Rasgaba sus vestiduras,
con gran dolor que sentía; 65
Ninguno le consolaba,
porque no lo permitía.
Mas después, en sí tornando,
a grandes voces decía:
—Tóquense mis añafiles, 70
trompetas de plata fina;
júntense mis caballeros
cuantos en mi reino había,
vayan con mis dos hermanos
A Archidona, esa mi villa, 75
en socorro de Antequera,
llave de mi señoría.
Y así con este mandado
se juntó gran morería:
ochenta mil peones fueron 80
el socorro que venía,
cinco mil de a caballo,
los mejores que tenía.
Así en la Boca del Asno
este real sentado había 85
A vista del Infante,
el cual ya se apercibía
confiando en la victoria
que de ellos Dios les daría,
sus gentes bien ordenadas: 90
de San Juan era aquel día,
cuando se dio la batalla,
fue la villa combatida
con lombardas y pertrechos,
y con una gran bastida, 95
con que le ganan las torres
de donde era defendida.
Después dieron el castillo
los moros a pleitesía,
que libres con sus haciendas 100
el infante los ponía
En la villa de Archidona,
lo cual todo se cumplía;
Y así se ganó Antequera
a loor de Santa María. 105
La mañana de San Juan
al tiempo que alboreaba,
gran fiesta hacen los moros
por la Vega de Granada.
Revolviendo sus caballos 5
y jugando de las lanzas,
ricos pendones en ellas
broslados por sus amadas,
ricas marlotas vestidas
tejidas de oro y grana. 10
El moro que amores tiene
señales de ello mostraba,
y el que no tenía amores
allí no escaramuzaba.
Las damas moras los miran 15
de las torres del Alhambra,
también se los mira el rey
de dentro de la Alcazaba.
Dando voces vino un moro
con la cara ensangrentada: 20
—Con tu licencia, el rey,
te daré una nueva mala:
el infante don Fernando
tiene a Antequera ganada;
muchos moros deja muertos, 25
yo soy quien mejor librara;
siete lanzadas yo traigo,
el cuerpo todo me pasan;
los que conmigo escaparon
en Archidona quedaban. 30
Con la tal nueva el rey
la cara se le demudaba;
manda juntar sus trompetas
que toquen todas el arma,
manda juntar a los suyos, 35
hace muy gran cabalgada,
y a las puertas de Alcalá,
que la real se llamaba,
los cristianos y los moros
una escaramuza traban. 40
Los cristianos eran muchos,
mas llevaban orden mala;
los moros, que son de guerra,
dádoles han mala carga,
de ellos matan, de ellos prenden, 45
de ellos toman en celada.
Con la victoria, los moros
van la vuelta de Granada;
a grandes voces decían:
—¡La victoria ya es cobrada! 50
Caballeros de Moclín,
peones de Colomera,
entrado habían en acuerdo,
en su consejada negra,
a los campos de Alcalá 5
donde irían a hacer presa.
Allá la van a hacer,
a esos molinos de Huelva.
Derrocaban los molinos,
derramaban la cibera, 10
prendían lo molineros,
cuantos hay en la ribera.
Ahí les hablara un viejo
que era discreto en la guerra:
—Para tanto caballero 15
chica cabalgada es esta;
soltemos un prisionero
que a Alcalá lleve la nueva;
démosle tales heridas,
que en llegando luego muera; 20
cortémosle el brazo derecho,
porque no nos haga guerra.
Por soltar un molinero
un mancebo les saliera
que era nacido y criado 25
en Jerez de la Frontera,
que corre más que un gamo
y salta más que una cierva.
Por los campos de Alcalá
va gritando: —¡Fuera, fuera! 30
caballeros de Alcalá
no os alabaréis de aquesta,
que por una que hicisteis
y tan caro como cuesta,
que los moros de Moclín 35
corrido os han la ribera,
robado os han vuestro campo,
y llevado os han gran presa.
Oídolo ha don Pedro,
por su desventura negra; 40
cabalgara en su caballo,
que le dicen Boca-negra.
Al salir de la ciudad
Encontró con Sayavedra:
—No vayades allá, hijo, 45
si mi maldición os venga,
que si hoy fuere la suya,
mañana será la vuestra.
—¡Abenámar, Abenámar,
moro de la morería,
el día que tú naciste
grandes señales había!
Estaba la mar en calma, 5
la Luna estaba crecida:
moro que en tal signo nace:
no debe decir mentira.
Allí respondiera el moro,
bien oiréis lo que decía: 10
—Yo te la diré, señor,
aunque me cueste la vida,
porque soy hijo de un moro
y una cristiana cautiva;
siendo yo niño y muchacho 15
mi madre me lo decía:
que mentira no dijese,
que era grande villanía;
por tanto pregunta, rey,
que la verdad te diría. 20
—Yo te agradezco, Abenámar,
aquesa tu cortesía.
¿Qué castillos son aquéllos?
¡Altos son y relucían!
—El Alhambra era, señor, 25
y la otra la mezquita,
los otros los Alixares,
labrados a maravilla.
El moro que los labraba
cien doblas ganaba al día, 30
y el día que no los labra,
otras tantas se perdía.
El otro es Generalife,
huerta que par no tenía.
El otro Torres Bermejas, 35
castillo de gran valía.
Allí habló el rey don Juan,
bien oiréis lo que decía:
—Si tú quisieses, Granada,
contigo me casaría; 40
darete en arras y dote
a Córdoba y a Sevilla.
—Casada soy, rey don Juan,
casada soy, que no viuda;
el moro que a mí me tiene 45
muy grande bien me quería.
Álora, la bien cercada,
tú que estás a par del río,
cercote el adelantado
una mañana en domingo,
con peones y hombres de armas 5
hecho la había un portillo.
Viérades moros y moras
que iban huyendo al castillo;
las moras llevaban ropa,
los moros, harina y trigo. 10
Por encima del adarve
su pendón llevan tendido.
Allá detrás de una almena
quedádose ha un morillo
con una ballesta armada 15
y en ella puesta un cuadrillo.
Y en altas voces decía
que la gente lo ha oído:
—¡Treguas, tregua, adelantado,
que tuyo se da el castillo! 20
Alzó la visera arriba,
para ver quié lo había dicho,
apuntáralo a la frente,
salídole ha el colodrillo.
Tómale Pablo de rienda, 25
de la mano Jacobico,
que eran dos esclavos suyos
que había criado de chicos.
Llévanle a los maestros,
por ver si le dan guarido. 30
A las primeras palabras
por testamento les dijo
que él a dios se encomendaba
y el alma se le ha salido.
Sobre Baza estaba el rey,
lunes, después de yantar;
Miraba las ricas tiendas
que estaban en su real;
miraba las huertas grandes 5
y miraba el arrabal;
miraba el adarve fuerte
que tenía la ciudad;
miraba las torres espesas,
que no las puede contar. 10
Un moro tras una almena
comenzóle de hablar:
—Vete, el rey don Fernando,
non querrás aquí envernar,
que los fríos de esta tierra 15
no los podrás comportar.
Pan tenemos por diez años,
mil vacas para salar;
veinte mil moros hay dentro,
todos de armas tomar, 20
ochocientos de caballo
para el escaramuzar;
siete caudillos tenemos,
tan buenos como Roldán,
y juramento tienen hecho 25
antes morir que se dar.
—Dadme nuevas, caballeros,
nuevas me queráis dar
de aquese conde de Niebla,
don Enrique de Guzmán,
que hace guerra a los moros, 5
y ha cercado a Gibraltar.
Hoy veo jergas en mi corte,
ayer vi fiestas asaz;
Si algún grande ha fallecido,
de Castilla y de mi sangre, 10
o don Álvaro de Luna,
el maestre y condestable.
—Ningún grande ha fallecido
ni hombre de vuestra sangre,
ni don Álvaro de Luna, 15
el maestre y condestable.
mas es muerto un caballero,
que era su valor muy grande
que veredes a los moros
en cuán poco vos ternán, 20
Por ayudar a los suyos
podiéndose bien salvar,
por oír solo su nombre,
por se oír solo llamar.
Tornó en un batel pequeño 25
a la braveza del mar.
Don Enrique es, Rey, aqueste,
don Enrique de Guzmán:
dejad, señor, los brocados,
no querades más solaz. 30
El rey oyendo tal nueva
hubo en extremo pesar,
porque tan buen caballero
no se quisiera salvar;
e mandó traer su hijo, 35
aquel que quedado le ha,
y de Medina Sidonia
duque le fue a titular.
—Moro alcaide, moro alcaide,
el de la barba vellida,
el rey os manda prender
porque Alhama era perdida.
—Si el rey me manda prender 5
porque Alhama se perdía,
el rey lo puede hacer,
mas yo nada le debía,
porque yo era ido a Ronda
a bodas de una mi prima; 10
yo dejé cobro en Alhama
el mejor que yo podía.
Si el rey perdió su ciudad,
yo perdí cuanto tenía:
perdí mi mujer y hijos, 15
las cosas que más quería.
Paseábase el rey moro
por la ciudad de Granada,
desde la puerta de Elvira
hasta la de Vivarambla
—¡Ay de mi Alhama! 5
Cartas le fueron venidas
que Alhama era ganada.
Las cartas echó en el fuego,
y al mensajero matara.
—¡Ay de mi Alhama! 10
Descabalga de una mula
y en un caballo cabalga,
por el Zacatín arriba
subido se había al Alhambra.
—¡Ay de mi Alhama! 15
Como en el Alhambra estuvo,
al mismo punto mandaba
que se toquen sus trompetas,
sus añafiles de plata.
—¡Ay de mi Alhama! 20
Y que las cajas de guerra
apriesa toquen el arma,
porque lo oigan sus moros,
los de la Vega y Granada.
—¡Ay de mi Alhama! 25
Los moros, que el son oyeron,
que al sangriento Marte llama,
uno a uno y dos a dos
juntado se ha gran batalla.
—¡Ay de mi Alhama! 30
Allí habló un moro viejo,
de esta manera hablara:
—¿Para qué nos llamas, rey?
¿Para qué es esta llamada?
—¡Ay de mi Alhama! 35
—Habéis de saber, amigos,
una nueva desdichada:
que cristianos de braveza
ya nos han ganado Alhama.
—¡Ay de mi Alhama! 40
Allí habló un alfaquí,
de barba crecida y cana:
—Bien se te emplea, buen rey,
buen rey, bien se te empleara
—¡Ay de mi Alhama! 45
—Mataste los Bencerrajes,
que eran la flor de Granada;
cogiste los tornadizos
de Córdoba la nombrada.
—¡Ay de mi Alhama! 50
Por eso mereces, rey,
una pena muy doblada:
que te pierdas tú y el reino,
y aquí se pierda Granada.
—¡Ay de mi Alhama! 55
¡Ay, Dios, qué buen caballero
el Maestre de Calatrava!
¡Qué bien que corre los moros
por la vega de Granada,
dende la puerta de Quiros 5
hasta la Sierra Nevada!
Trecientos comendadores,
todos de cruz colorada
dende la puerta de Quiros
les va arrojando la lanza. 10
Las puertas eran de pino,
de banda a banda les pasa:
tres moricos dejó muertos
de los buenos de Granada,
que el uno ha nombre Alanese, 15
el otro Agameser se llama,
el otro ha nombre Gonzalo,
hijo de la renegada.
Sabido lo ha Albayaldos
en un paso que guardaba 20
De Granada parte el moro
que Aliatar se llamaba,
primo hermano de Albayaldos,
al que el Maestre matara,
caballero en un caballo 5
que de diez años pasaba,
tres cristianos se le curan,
el mismo le da cebada;
una lanza con dos fierros
que treinta palmos pasaba, 10
hízola aposta el moro
para bien señorearla;
una adarga ante sus pechos
toda nueva y cotellada;
una toca en su cabeza 15
que nueve vueltas le daba,
los cabos eran de oro,
de oro, de seda y de grana;
lleva el brazo arremangado,
so la mano alheñada. 20
Tan sañudo iba el moro,
que bien demuestra su saña,
que mientras pasa la puente,
nunca al Darro le miraba.
Rogando iba a Mahoma, 25
a Mahoma suplicaba,
que le muestre algún cristiano
en que ensangriente su lanza.
Camino va de Antequera,
parecía que volaba, 30
solo va, sin compañía,
con una furiosa saña.
Antes que llegue a Antequera,
vido una seña cristiana,
vuelve riendas al caballo 35
y para ella le guiaba,
la lanza iba blandiendo,
parecía que la quebraba.
Saliósele a recibir
el Maestre de Calatrava, 40
caballero en una yegua,
que ese día la ganara,
con esfuerzo y valentía
a ese alcaide del Alhama;
de todas armas armado, 45
hermoso se divisaba,
una veleta traía
en una lanza acerada.
Arremete el uno al otro,
el moro gran grito daba, 50
diciendo: —¡Perro cristiano,
yo te prenderé la barba!
El Maestre entre sí mismo
a Cristo se encomendaba.
Ya andaba cansado el moro, 55
su caballo ya aflojaban;
el Maestre, que es valiente,
muy gran esfuerzo tomaba.
acometió recio al moro,
la cabeza le cortara. 60
El caballo, que era bueno,
al rey se lo presentaba,
la cabeza en el arzón,
porque supiese la causa.
—¿Cuál será aquel caballero
de los míos más preciado,
que me traiga la cabeza
de aquel moro señalado
que delante de mis ojos 5
a cuatro ha lanceado,
pues que las cabezas trae
en el pretal del caballo?
Oídolo ha don Manuel,
que andaba allí paseando, 10
que de unas viejas heridas
no estaba del todo sano.
Apriesa pide las armas,
y en un punto fue armado,
y por delante el corredor 15
va arremetiendo el caballo;
con la gran fuerza que puso,
la sangre le ha reventado,
gran lástima le han las damas
de verle que va tan flaco. 20
Ruéganle todos que vuelva,
mas él no quiere aceptarlo.
Derecho va para el moro,
que está en la plaza parado.
El moro, desque lo vido, 25
de esta manera ha hablado:
—Bien sé yo, don Manuel,
que vienes determinado,
y es la causa conocerme
por las nuevas que te han dado; 30
mas, porque logres tus días,
vuélvete y deja el caballo,
que yo soy el moro Muza,
ese moro tan nombrado,
soy de los almoradíes, 35
de quien el Cid ha temblado.
—Yo te lo agradezco, moro,
que de mí tengas cuidado,
que pues las damas me envían,
no volveré sin recaudo. 40
Y sin hablar más razones,
entrambos se han apartado,
y a los primeros encuentros
el moro deja el caballo,
y puso mano a un alfanje, 45
como valiente soldado.
Fuese para don Manuel,
que ya le estaba aguardando,
mas don Manuel, como diestro,
la lanza le había terciado. 50
Vara y media queda fuera,
que le queda blandeando,
y desque muerto lo vido,
apeóse del caballo.
Cortado ha la cabeza, 55
y en la lanza la ha hincado,
y por delante las damas
al buen rey la ha presentado.
Río Verde, río, Verde
más negro vas que la tinta.
Entre ti y Sierra Bermeja
murió gran caballería.
Mataron a Ordiales, 5
Sayavedra huyendo iba;
con el temor de los moros
entre un jaral se metía.
Tres días ha, con sus noches,
que bocado no comía; 10
aquejábale la sed
y la hambre que tenía.
Por buscar algún remedio
al camino se salía:
Visto lo habían los moros 15
que andan por la serranía.
Los moros, desque lo vieron,
luego para él se venían.
Unos dicen: —¡Muera, muera!,
otros dicen: —¡Viva, viva! 20
Tómanle entre todos ellos,