Sinfonía de dos novelas - Leopoldo Alas Clarín - E-Book

Sinfonía de dos novelas E-Book

Leopoldo Alas Clarín

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Beschreibung

"Su único hijo" es la segunda novela de Leopoldo Alas, también conocido como "Clarín". De corte costumbrista, trata el tema de la paternidad como redención del ser humano.-

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Seitenzahl: 39

Veröffentlichungsjahr: 2021

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Leopoldo Alas Clarín

Sinfonía de dos novelas

(Su único hijo. -Una medianía)

Saga

Sinfonía de dos novelas

 

Copyright © 1890, 2021 SAGA Egmont

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788726550085

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.

 

www.sagaegmont.com

Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com

- I -

Don Elías Cofiño, natural de Vigo, había hecho una regular fortuna en América con el comercio de libros. Había empezado fundando periódicos políticos y literarios, que escribía con otros aficionados a lo que llamaban ellos el cultivo de las musas. Cofiño se creyó poeta y escritor político hasta los veinticinco años; pero varios desencantos y un poco de hambre, con otros muchos apuros, le hicieron aguzar el sentido íntimo y llegar a conocerse mejor. Se convenció de que en literatura nunca sería más que un lector discreto, un entusiasta de lo bueno, o que tal le parecía, y un imitador de cuanto le entusiasmaba. Y además, comprendió que a Buenos Aires no se iba a ejercer de Espronceda ni de Pablo Luis Courier (que eran sus ídolos), y que sus chistes e ironías recónditas, casi copiados de Courier y de Fígaro, no los entendían bien aquellos pueblos nuevos. En fin, se dejó de escribir periódicos, y descubrió con gran satisfacción su aptitud latente para el comercio. Importó libros franceses, ingleses y españoles; estudió el gusto del público americano, lo halagó al principio, «procuró rectificarlo y encauzarlo» después; se puso en correspondencia con las mejores casas editoriales de Londres, París y Madrid, y en pocos años ganó lo que jamás literato alguno español pudo ganar; y decidido a ser rico, continuó con ahínco en su empeño, y no paró hasta millonario.

La muerte de su esposa, una linda americana, hija de inglesa y español, poetisa en español y en inglés, le quitó al buen Cofiño el ánimo de seguir trabajando; traspasó el comercio, y con sus millones y su hija única, de siete años, se volvió a Europa, donde repartió el tiempo y el dinero entre París y Madrid. La educación de Rita (así se llamaba la niña, por recordar el nombre de la difunta madre de D. Elías) era la preocupación principal de Cofiño, que quería para su hija todas las gracias de la naturaleza y todos los encantos que a ellas puede añadir el arte de criar ángeles que han de ser señoritas. Ensayó varios sistemas de educación el padre amoroso; nunca estaba satisfecho, ni en parte alguna encontraba, aunque las pagaba a peso de oro, suficientes garantías para la salud material y moral del idolillo que había engendrado. Si pasaba un año entero en Madrid, al cabo renegaba de la educación madrileña, y decía que no había en la capital de España maestros dignos de su hija. Levantaba la casa, trasladábase a París, y allí parecía más contento de la enseñanza; pero después de algunos meses comenzaba a protestar el patriotismo, y temía que Rita se hiciera más francesa que española, lo cual sería como ser menos hija de Cofiño.

En estas idas y venidas pasaron los años, y se gastó mucho dinero; y cuando ya creyó completa la educación de su ángel vestido de largo, se fijó en la corte de España, donde pasaban los inviernos. El verano y algo del otoño los repartía entre Vigo y una quinta deliciosa que había comprado el rico librero cerca de Pontevedra a orillas del poético Lerez.

D. Elías, si no todos, conservaba algunos de sus millones, y si algo de su capital perdió en una empresa periodística en que se metió, por una especie de palingenesia de la vanidad, aún sacó, amén de las manos en la cabeza, incólumes unos doscientos mil duros y el propósito de no meterse en malos negocios, por halagüeños que fuesen para su amor propio.