Sonata a Kreutzer - Leon Tolstoi - E-Book

Sonata a Kreutzer E-Book

léon tolstoï

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Beschreibung

"«¡No, ella no es una persona! ¡Es una perra, una perra vil!». Estas palabras de odio desmedido que grita Pózdnyshev durante el relato de cómo asesinó a su mujer son muestra del punto de no retorno que suponen los celos y del sentido de posesión que se encuentra, aún hoy, detrás de cada feminicidio. En Sonata a Kreutzer, Tolstói señala cómo el matrimonio y sus obligaciones, como el amor o la maternidad incondicionales, implican para muchas mujeres la condena a un infierno en vida o incluso a la muerte. En esta narración, escalofriante por su crudeza y actualidad, Tolstói no solo formula una crítica feroz de la dominación del hombre sobre la mujer. También anuncia que la subordinación femenina se perpetuará mientras los hombres sigan contemplándolas como esclavas domésticas u objetos sexuales; que la emancipación total de las mujeres no se conquistará hasta que ellos no interioricen que ellas son personas y no perras."

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Akal / Básica de bolsillo / 374

Serie Clásicos de la literatura eslava

Lev N. Tolstói

Sonata a Kreutzer

Traducción: Gonzalo Guillén Monje

«¡No, ella no es una persona! ¡Es una perra, una perra vil!». Estas palabras de odio desmedido que grita Pózdnyshev durante el relato de cómo asesinó a su mujer son muestra del punto de no retorno que suponen los celos y del sentido de posesión que se encuentra, aún hoy, detrás de cada feminicidio. En Sonata a Kreutzer, Tolstói señala cómo el matrimonio y sus obligaciones, como el amor o la maternidad incondicionales, implican para muchas mujeres la condena a un infierno en vida o incluso a la muerte.

En esta narración, escalofriante por su crudeza y actualidad, Tolstói no solo formula una crítica feroz de la dominación del hombre sobre la mujer. También anuncia que la subordinación femenina se perpetuará mientras los hombres sigan contemplándolas como esclavas domésticas u objetos sexuales; que la emancipación total de las mujeres no se conquistará hasta que ellos no interioricen que ellas son personas y no perras.

Diseño de portada

RAG

Reservados todos los derechos. De acuerdo a lo dispuesto en el art. 270 del Código Penal, podrán ser castigados con penas de multa y privación de libertad quienes sin la preceptiva autorización reproduzcan, plagien, distribuyan o comuniquen públicamente, en todo o en parte, una obra literaria, artística o científica, fijada en cualquier tipo de soporte.

Nota editorial:

Para la correcta visualización de este ebook se recomienda no cambiar la tipografía original.

Nota a la edición digital:

Es posible que, por la propia naturaleza de la red, algunos de los vínculos a páginas web contenidos en el libro ya no sean accesibles en el momento de su consulta. No obstante, se mantienen las referencias por fidelidad a la edición original.

Título original

Крейцерова сонаtа

© Ediciones Akal, S. A., 2010, 2024

Sector Foresta, 1

28760 Tres Cantos

Madrid - España

Tel.: 918 061 996

Fax: 918 044 028

www.akal.com

ISBN: 978-84-460-5599-0

Introducción

Lev Nikoláevich Tolstói, novelista ruso muy influyente en la literatura y política de su país, nace el 9 de septiembre de 1828 en Yásnaia Poliana, propiedad agrícola de su familia al sur de Moscú, en el seno de una familia aristocrática tanto por parte de su madre, María Nikoláevna Volkonski, que descendía de los antiguos príncipes Volkonski, como de su padre, Nikolái Ílich Tolstói, que era conde.

María, su madre, muere al dar a luz a su última hija, que adopta el mismo nombre de esta, y su padre muere de un ataque de apoplejía en 1838. De esta forma queda huérfano a los nueve años y junto con sus hermanos Serguéi, Nikolái, Dmitri y María se trasladan a Kazán a la residencia de unas tías paternas para ser educados en un ambiente culto y religioso por tutores franceses y alemanes.

A los quince años de edad ingresa en la universidad de esta ciudad y estudia, en primer lugar, lenguas orientales y, más tarde, leyes. Esta primera fase no se caracteriza precisamente por su alto nivel académico, pero, debido a la clase social de la que provenía, alcanza el beneplácito de sus educadores. En 1847 abandona sus estudios –motivado en gran medida por las ideas del filósofo francés Jean-Jacques Rou­sseau, que apostaban por el regreso a la naturaleza con el fin de evitar la corrupción que la sociedad ejercía sobre el hombre, y que se plasmarán en algunas de sus obras posteriores, por ejemplo, en Los cosacos y Hadzhi Murat[1]–, no obstante finaliza posteriormente en San Petersburgo la escuela de Derecho. A pesar de la influencia que el filósofo francés tuvo sobre él, durante su estancia tanto en Kazán como en Petersburgo, Tolstói no abandona el tren de vida disoluto que le imponía el hecho de ser estudiante rico y la ausencia de preocupaciones y responsabilidades.

Después de concluir sus estudios regresa a Yásnaia Poliana con la intención de buscar empleo y se sumerge en la vida cotidiana de los campesinos, produciéndole esta una fuerte impresión que desemboca en una inquietud de carácter social al ver la pobreza en la que estaban inmersos sus propios siervos. Durante esa época hizo varios intentos infructuosos de mejorar sus condiciones de vida, pero todavía no estaba preparado para ello.

En aquel mismo momento se declara la guerra a Turquía y su hermano Nikolái le invita a ir con él al Cáucaso. Este viaje supuso una desilusión para Tolstói, pero a nivel artístico y sentimental fue muy fructífero puesto que conoció la forma de vida de los cosacos y a la bella cosaca Marenka, ideas y personas que se plasmarán más tarde en su novela de 1863 Los cosacos. En esta obra compara el cansancio de la juventud moscovita, que se describe también en la Sonata a Kreutzer, con el vigor y la vida al aire libre de los cosacos, que retrata con simpatía y con un profundo realismo poético.

Su vida militar continuaría y, gracias al valor mostrado por Tolstói en una de las campañas, el príncipe Bariátinski repara en su persona; tras unas pruebas, Tolstói ingresa en la brigada de artillería como suboficial junto a su hermano. Gracias a un permiso se traslada por un tiempo a las fuentes termales de Piatigorsk para una cura reumática y aprovecha para dedicarse a escribir. Fruto de este tiempo son sus obras autobiográficas –Infancia (1852), Adolescencia (1854), Juventud (1856) y La tala del bosque (1852)– donde revela recuerdos de carácter psicológico similares a los de la mayoría de los jóvenes. En este tiempo también escribirá Relatos de Sebastopol (1856)[2] que se compone de tres historias basadas en la Guerra de Crimea que constituyen una soberbia exposición de la horrible realidad de la guerra y una descalificación del falso heroísmo de los mandos militares en contraste con la valentía de los soldados comunes.

En 1856, después de la campaña de Sebastopol, se reincorpora a la frívola y burguesa vida de San Petersburgo. En esta ciudad se siente atraído por la educación a los campesinos. Efectuó varios viajes al extranjero –1857 y 1861– y visitó escuelas francesas y alemanas. Este hecho le motivó a la apertura en Yásnaia Poliana de una escuela para niños campesinos en la que aplicó sus métodos educativos que anticipaban la educación progresista moderna. Fundó asimismo el periódico Yásnaia Poliana que abarcaba diferentes aspectos didácticos. La escuela instituida por Tolstói era gratuita, los estudiantes no tenían un horario de clases riguroso, es decir, podían entrar y salir con entera libertad, no había cabida a castigos y la enseñanza en la escuela tenía como base el Antiguo Testamento. Este tipo de escuela pronto tuvo seguidores y con ella Tolstói reivindicaba la libertad de expresión. Esta reivindicación no fue del agrado del gobierno y motivó el cierre de estas instituciones. De este tiempo datan sus novelas y cuentos, Dos húsares (1856), Tres muertes (1859) y Polikushka (1860).

En 1862, con 34 años de edad, se casa con la joven hija de un médico de Moscú –esta contaba tan solo con dieciocho años– que tenía por nombre Sofía Andreevna Bers. Durante los siguientes quince años formó una extensa familia, tuvo quince hijos, administró con éxito sus propiedades y escribió sus dos novelas principales: Guerra y paz (1869) y Ana Karénina (1877). Durante la redacción de su obra Guerra y paz, Tolstói recibió la invaluable y paciente ayuda de su esposa, puesto que Sofía copió en siete ocasiones los manuscritos de dicha obra, es decir, tantas veces como fueron corregidos por el escritor. Además de esto, se encargaba del cuidado y educación de los niños, y de velar por los bienes de la familia. Guerra y paz comenzó a publicarse en la revista El mensajero ruso[Russki Vestnik] en 1864 y, por su gran extensión, la última entrega apareció en 1869.

Guerra y paz se considera una de las novelas más importantes de la historia de la literatura universal puesto que es una visión épica de la sociedad rusa entre 1805 y 1815, justo antes de la invasión napoleónica. En ella se conmemoran relevantes batallas militares y se retratan a conocidas personalidades históricas, pero es principalmente una crónica de la vida de cinco familias aristocráticas.

Por otra parte, Ana Karénina constituye una de las mejores novelas psicológicas de la literatura moderna. En ella utiliza los mismos métodos creativos que en sus primeras novelas, pero presenta una unidad artística mucho más sólida.

En 1882 escribió Confesión, obra en la que describe su creciente confusión espiritual y se culpa a sí mismo de llevar una existencia vacía, lo que le lleva a emprender una larga búsqueda de valores morales y sociales. Esta búsqueda termina con la apropiación por parte de Tolstói de dos principios del Evangelio cristiano: amor hacia los seres humanos y resistencia a las fuerzas del mal que se definirían posteriormente como anarquismo cristiano. Estos dos principios fueron recogidos en ensayos como Amo y criado (1894). En estos ensayos ataca sin temor las desigualdades sociales y las formas coercitivas del gobierno y de las autoridades religiosas, clama por una liberación de los odios individuales y por la adopción de modelos de vida dictados por la conciencia de cada uno. Estos puntos de vista le llevaron a la excomunión por parte de la Iglesia en 1901.

En la obra ¿Qué es el arte? (1898) condena casi todas las formas de arte, incluida la suya propia, que considera que están dirigidas a una elite cultural. Aboga por un arte inspirado en la moral en el que el artista comunique los sentimientos y la conciencia religiosa del pueblo.

Tras esta época ensayista, Tolstói retorna a la narrativa. Publica en este tiempo numerosos cuentos breves y de carácter edificante en ambientes rurales en las Historias para el pueblo (1885). Asimismo, escribe obras destinadas a lectores cultos como por ejemplo la narración breve La muerte de Iván Ílich (1886) en la que describe la conversión de un hombre a punto de enfrentarse a su propia muerte. La obra teatral El poder de las tinieblas (1888) es una tragedia en la que se pone de manifiesto cómo la avaricia y la lujuria arrastran a la violencia.

La novela breve Sonata a Kreutzer data de la etapa tardía de L. N. Tolstói. La escribió en 1889. Entonces Tolstói tenía sesenta y dos años y su esposa, cuarenta y seis, y está caracterizada por ser en cierta medida autobiográfica. La única diferencia entre el personaje de esta novela y Tolstói es que él no llegó a asesinar a su mujer pero, en cambio, huyó de ella el último año de su vida, veintiún años después de haber escrito esta novela, y no quiso verla nunca más hasta que le llegó la muerte.

Su última novela, Resurrección (1899), es la historia de la regeneración moral de un noble hasta entonces falto de escrúpulos.

Me gustaría a continuación comentar cómo parece que fue la muerte de Tolstói por la relación que tiene con esta novela y porque tuvo un escenario que aparece también en Sonata a Kreutzer.

Hay varias versiones sobre las circunstancias de la muerte de Tolstói, lo que sí es cierto es que murió de neumonía el 20 de noviembre de 1910 en la casa del jefe de estación de ferrocarril de la aldea de Astápovo cuando trataba de regresar a Tula. Su mujer estuvo todo ese tiempo esperando fuera de la casa, durmiendo en un vagón colocado en una vía muerta de aquella estación.

Las circunstancias que produjeron que Tolstói se pusiera en camino en un viaje en tren con destino a la muerte son diversas. Una de las fuentes encontradasversa su teoría en que Tolstói se puso en camino por dos motivos. El primero de ellos era visitar el monasterio de Óptina Pustyn con el fin de limar sus diferencias con la Iglesia ortodoxa arrastradas desde la publicación de su libro Mi evangelio, ya que había una contraposición tácita entre la forma de entender el cristianismo por parte de Tolstói y la forma de aplicar el ritual, el boato y la jerarquía de la Iglesia presente en su tiempo; el segundo, era que había decidido alejarse de su familia para pasar el fin de su existencia en la humildad y soledad de este monasterio. Durante su época ensayista, Tolstói se acercó más a posturas acordes con la revolución y mostró una inquietud creciente hacia los campesinos. Estas convicciones influyeron también en el progresivo alejamiento entre Tolstói y su mujer: él quería repartir sus propias tierras entre los campesinos y Sofía le recriminaba este punto de vista. Esta diferencia llegó a personalizarse en las relaciones en el hogar: durante el último año de su vida, Tolstói se negaba a sentarse en el comedor familiar junto a su mujer, pasando a ocupar el asiento del lado opuesto de la mesa para señalar de esta forma la confrontación que existía entre ambos por motivos sociales y económicos.

Este último periodo de su vida, como se ha comentado, estuvo marcado por un acercamiento a la Iglesia y por una forma muy particular de entender la muerte. De ello da cuenta la obra La muerte de Iván Ílich donde se nos cuenta la trágica agonía de un funcionario de la justicia cuando cae enfermo de una extraña dolencia que los médicos no aciertan a describir. Es un relato donde se nos quiere explicar la incapacidad del ser humano para reconocer y aceptar la muerte, es decir, el miedo a la muerte. La cercanía a la muerte experimentada por Iván Ílich lleva a este a plantearse su vida entera como un error pero del que es posible arrepentirse. Su mujer le insta a la confesión para apaciguar su alma; al principio se resiste porque él tenía fe, pero al final accede. Una vez pronunciada la confesión y absuelto de sus pecados, Iván Ílich se ve aliviado de sus dudas y sufrimientos y experimenta un momento de esperanza.

Ese es precisamente el paralelismo existente entre Tolstói y su personaje Iván Ílich. También Tolstói se puso en camino al monasterio para encontrar el perdón. Acudió en busca del monje Anatoli, conocido suyo durante los años militares, para recibir la confesión, pero la situación era complicada: por una parte, los discípulos de Tolstói veían como una traición, influenciados por el ambiente social antiortodoxo, que su líder acudiera a buscar el perdón de aquellos a quienes en tantas y tantas ocasiones había criticado; y, por otra parte, la Iglesia no creía en un arrepentimiento sincero por parte de un intelectual que creía en un evangelio apócrifo y que era un aristócrata cercano a las ideas revolucionarias.

Por lo visto, una vez allí en el monasterio, uno de sus discípulos, conocido como Chérkov, le impidió la entrada, pero otras versiones apuntan a que fue su antiguo compañero de armas, el propio monje Anatoli, quien se negó a recibir a Tolstói. Así que Tolstói regresó sin el sacramento y la muerte le salió al encuentro.

La segunda versión es diferente[3]. Todo comenzó el día de su cumpleaños número ochenta y dos, seis días después de celebrar el de su esposa. Ese día comentó en su propio hogar sin razón aparente que la castidad y el celibato eran los dos objetivos de la vida cristiana. La mujer le tildó de tonto al pensar esas cosas a su edad –hasta ese momento Tolstói había adoptado una vida muy austera, compartía con los campesinos su forma de vida, dedicaba varias horas al día a trabajar como zapatero y prestaba ayuda a los más desprotegidos; además se percibía un cambio en sus hábitos personales puesto que no fumaba, no bebía, se había vuelto vegetariano y dormía en un catre duro y rústico–. Las semanas siguientes fueron un horror, Sofía perdió el juicio, iba y venía a su casa en Yásnaia Poliana, lloraba, no comía. Tuvieron una tregua un mes después, el día en que celebraron cuarenta y ocho años de matrimonio, pero a los días, en un ataque de desesperación, ella se le echó encima y le disparó en la sien tres tiros con una pistola de fogeo. Una de las causas de este enloquecimiento es que Sofía sospechaba que Lev, influenciado por su editor, había hecho un nuevo testamento arrebatándole los derechos de autor de su obra. Ni ella ni ninguno de sus hijos disfrutarían de un céntimo después de su muerte.

La gota que colmó el vaso y que produjo la huida de Tolstói fue que la noche anterior había escuchado a su mujer rebuscando en su estudio el papel que probaba la existencia del supuesto testamento. Así que Tolstói llamó a su criado Dashan para que le ayudara a hacer el equipaje y partió. Enfermo, casi sin fuerzas, se había subido a un tren para hacer de él su propia casa. Viajó sin rumbo por varios días, huyendo, cambiando de dirección cada tanto para borrar las huellas de su camino. Iba acompañado de una de sus hijas, Aleksandra, y de su fiel criado.

El 28 de octubre Tolstói abandonó su casa dejando una nota de despedida:

Desde hace largo tiempo, amada Sofía, sufro por el desacuerdo que hay entre mi vida y mis creencias. No puedo obligaros a cambiar ni vuestra vida ni vuestras costumbres; no he podido tampoco abandonaros hasta hoy, porque pensaba que, por mi alejamiento, privaría a nuestros hijos, todavía muy jóvenes, de esta pequeña influencia que podría tener sobre ellos, y porque a todos os causaría mucho dolor.

Pero no puedo continuar viviendo como he vivido durante estos últimos dieciséis años, ora luchando contra vosotros y provocando vuestra irritación, ora sucumbiendo yo mismo a los influjos y seducciones a que estoy habituado y que me rodean.

He resuelto hacer ahora lo que quería hace tiempo: marcharme… Como los hindúes, que, cuando han llegado a los sesenta años, se van a un bosque; como cada hombre viejo y religioso que desea consagrar los últimos años de su vida a Dios y no a las bromas, a los juegos de palabras, a las habladurías y al «lawn tennis»[4]; así también yo, que he llegado a los setenta años, deseo con todas las fuerzas de mi alma la paz, la soledad, y si no una armonía completa, por lo menos no este desacuerdo que clama entre mi vida toda y mi conciencia… Tú principalmente, Sofía, déjame partir, no me busques, ni te disgustes ni me censures. El hecho de que te haya abandonado no prueba que tenga yo motivos de queja contra ti. Sé que tú no podías, que no podías ver ni pensar como yo, y por esto no has podido cambiar tu vida y hacer un sacrificio a lo que no me reconocías. Por eso no te censuro; al contrario, me acuerdo con amor y gratitud de los treinta y cinco años largos de nuestra vida en común […].

Pero en el último periodo, en los últimos quince años nuestros caminos se han separado. No puedo creer que yo sea culpable de ello; sé que si he cambiado, no ha sido por mi gusto, ni por el mundo, sino porque no podía obrar de otra manera. No puedo acusarte de no haberme seguido y te doy las gracias y me acordaré siempre con amor de cuanto me has dado. Adiós, mi querida Sofía. Te amo[5].

Una vez hechos estos apuntes, me gustaría volver a la novela en cuestión, Sonata a Kreutzer. Me gustaría hacer un pequeño análisis del título en sí. En primer lugar, la novela toma su título de una pieza para violín y piano compuesta por Ludwig van Beethoven en 1803, denominada Sonata para violín n.º 9, pero conocida popularmente como Sonata a Kreutzer. A través de la concurrencia de las denominaciones de las obras, tanto de Beethoven como de Tolstói, se puede llegar a una serie de paralelismos entre las vidas de los dos artistas que vamos a enumerar a continuación.

Pensamos que sendas obras llevan el mismo nombre por un episodio paralelo que se produjo en la vida de los artistas. Beethoven cuando escribió esta obra en Viena, en un primer momento, no dedicó la sonata a Rudolph Kreutzer –quien era compositor, director de orquesta y primer violinista de París–, sino que se la dedicó a otro violinista inglés de origen indio llamado George Bridgetower. Este famoso virtuoso del violín llegó a Viena en 1803 y conoció a Beethoven, tocaron juntos y este quedó impresionado. La amistad entre ellos fue creciendo y Beethoven, a petición del músico inglés, compuso esta obra para violín para ser tocada por ambos en uno de los famosos conciertos matutinos del pabellón Augarten. El atractivo de Trujachevski descrito por Tolstói coincide casi totalmente con la fisionomía que poseía Bridgetower. Según se cuenta, este era alto y su atractivo venía condicionado por su calidad de mestizo, puesto que era de madre polaca y de padre indio, y gozaba de gran éxito entre las mujeres.

Realmente, con esta sonata, Beethoven quería poner a prueba el virtuosismo de Bridgetower, así que cogió el movimiento final de una sonata anterior y, para la nueva sonata, compuso un nuevo primer y segundo movimiento.

A la presentación de la sonata acudieron muchas personas influyentes y mecenas de la música de aquel tiempo, incluso el embajador inglés, el archiduque Rudolph, y esta fue todo un éxito.

Como es bien sabido, la Sonata a Kreutzer consta de tres movimientos: el primer movimiento está compuesto por un Adagio sostenuto, un Presto y acaba con un Adagio; el segundo movimiento es un Andante con variaciones para terminar en el tercer movimiento, con otro Presto que dura unos nueve minutos.

Cuando comenzó la interpretación en el pabellón, justo en el Presto del primer movimiento, Beethoven quedó impresionado del talento de Bridgetower. Beethoven interpretó el Presto en solitario abarcando diferentes octavas –puesto que era así como había que interpretarlo–, pero este movimiento estaba marcado con un da capo, y al comenzar de nuevo el movimiento y una vez ejecutado por segunda vez el presto, Bridgetower imitó este en violín. Beethoven mientras acababa de interpretar el movimiento, miraba a Bridgetower por encima del piano con asombro, pero cuando lo acabó, se levantó del piano y fue a abrazar a Bridgetower. Después volvió al piano para seguir interpretando la obra. A Beethoven le impresionó tanto la forma de tocar de Bridgetower que escribió en la primera hoja del manuscrito Sonata per uno mulaticco lunattico. Con este gesto dedicaba la sonata a Bridgetower.

Una vez acabada la interpretación ocurrió un episodio que cambió por completo la forma de pensar de Beethoven hacia Bridgetower. Ambos músicos después de la interpretación estuvieron bebiendo y Bridgetower hizo un apunte fuera de tono acerca de una mujer que Beethoven conocía. Este gesto no le gustó nada a Beethoven y fue el detonante para que este se retractara de la dedicatoria de la sonata al músico inglés. Así que Beethoven obligó a Bridgetower a devolverle el manuscrito de la obra a pesar de las persuasiones de este para que cambiara de opinión. El perdón no llegó por parte de Beethoven y la amistad entre ambos cesó. A la semana de este suceso, Bridgetower abandonó Viena para visitar a sus parientes de Polonia y ya no se supo más de su vida artística, solo que murió en la pobreza total.