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Hemos querido hacer un libro de lectura fácil y clara, sobre todo considerando que fue escrito en tiempos difíciles y confusos; un libro profundo en tiempos de superficialidad; un libro de reflexión en tiempos de apuros e inmediateces; un libro de trabajo colectivo en tiempos de individualismo. Escribir un libro que sea perdurable en tiempos caracterizados por el descarte y la intrascendencia. Nos hemos centrado en cinco de las grandes tendencias y desafíos de nuestro tiempo para tratar de iluminarlos con las grandes verdades sobre la persona, la empresa y la sociedad, movidos por la esperanza de que sirva como legado de estos 75 años de USEC para las próximas generaciones de hombres y mujeres de empresa que quieran vivir esas grandes verdades a la luz de la Fe. Si bien hemos intentado proyectar los mayores desafíos del futuro, en este libro se encuentran los principios y valores que servirán de guía para otros desafíos que presente el futuro. Estamos seguros de que en estas páginas encontrarás una fuente de reflexión, motivación y energía para dar ese paso tan importante de querer transformar ideales en realidades, para dar un impulso que nos lleve a un futuro mejor.
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Unión Social de Empresarios, Ejecutivos y Emprendedores Cristianos / USEC
Directorio 2023
Enrique Cruz U.
Presidente
Francisca Valdés V.
Primera vicepresidente
Cristián Matetic H.
Segundo vicepresidente
Juan Carlos Garcés J.
Director de Finanzas
María Angélica Zulic G.
Secretaria
Rafael Ferrada M.
Director
Francisco Jiménez U.
Director
Juan Enrique Serrano S.
Director
Pilar Zabala M.
Directora
Consejo General 2023
María Ivón Abuawad A.
Ignacio Arteaga E.
Eduardo Bizama C.
María José Bosch K.
Álvaro Cruzat O.
Carolina Dell’Oro C.
Andrés Echeverría S.
Francisco Errázuriz L.
Pablo Guzmán R.
Erwin Hahn H.
Juan Ignacio Infante P.
Jorge Matetic R.
Rolando Medeiros S.
Sergio Merino G.
Alfonso Mujica V.
Juan Carlos Nieto F.
Ximena Salgado G.
Fernando Sánchez P.
Paula Schmidt M.
Augusto Undurraga B.
Richard von Appen L.
Comité Editorial Libro
Coordinador
Ignacio Arteaga E.
Equipo
Enrique Cruz U.
Francisco Jiménez U.
Paula Schmidt M.
Álvaro Cruzat O.
María Cristina Marcet M.
Directora Ejecutiva
Sergio Carrasco L.
Jefe de Comunicaciones
José Tomás Hargous F.
Jefe de Contenidos
Índice
Prólogo
/Mauricio Larraín G.
Introducción
Transformando Chile desde la Empresa: 75 Años de USEC
/Enrique Cruz U. /Francisco Jiménez U.
Capítulo 1
USEC en la Historia de Chile y su Futuro
El Proyecto Social de San Alberto Hurtado /P. Samuel Fernández E.
La Empresa y el Pensamiento Social Cristiano /Jorge Matetic R. /Paula Schmidt M.
UNIAPAC y USEC: Una Mirada Internacional /Bruno Bobone
Capítulo 2
Persona, Sociedad y Empresa
Desarrollo Integral de la Persona y Empresa /Mons. Fernando Chomalí G.
Empresa y Relaciones Virtuosas/Rolando Medeiros S.
Más y Mejores Empresas: Para Construir un Chile Mejor/Guillermo Tagle Q.
Más y Mejores Empresas: Una Mirada Sindical /Alejandro Steilen N.
Capítulo 3
Empresa, Orden Social y Económico
La Empresa Centrada en la Persona/José Ignacio Mariscal T.
Empresa, Democracia y Libertad de Mercado /Carlos Williamson B.
Rol Público de la Empresa en la Construcción del Tejido Social /Juan Armando Vicuña M.
Capítulo 4
Empresa y Familia
Corresponsabilidad Familia-Trabajo /María José Bosch K.
La Empresa y su Rol Social: Familia y Colaboradores /Mónica Zalaquett S.
Empresa y Familia: Futuros Desafíos /Luis Enrique Yarur R. /Paula Schmidt M.
Capítulo 5
Empresa y Creación
Ecología Humana y Doctrina Ambiental de la Iglesia: El Rol de la Empresa /Ricardo Irarrázabal S.
Empresa y Desarrollo Sostenible /Josefa Monge V.Cambio Climático: Desafíos y Oportunidades para las Empresas/Francisco Ruiz-Tagle E.
Capítulo 6
Inteligencia Artificial y Formación para la Empresa del Futuro
Inteligencia Artificial, Ética y la Empresa del Futuro /Fernando Sánchez P.
La Transformación Digital en la Humanización de la Empresa/Teresita Morán O.
Inteligencia Artificial y Sociedad/Matías Aránguiz V.
Epílogo
Mensaje a los Empresarios, Ejecutivos y Emprendedores del Futuro /Ignacio Arteaga E.
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Qué gran visión han tenido los fundadores de USEC –liderados por el Padre Hurtado hace 75 años– para contribuir a través de los valores cristianos al rol transformador de la empresa en la sociedad y en su impacto para fortalecer la dignidad de las personas, del trabajo, de las familias y del bien común. Y qué gran visión tienen hoy sus directivos para elaborar un valioso libro que da testimonio de lo avanzado en estos 75 años y nos proporciona una excelente guía de cómo enfrentar los desafíos futuros.
Se trata de contribuir al desarrollo integral de las personas, tanto material como espiritual, individual como de todos, de los accionistas y de quienes se relacionan con la empresa –trabajadores, sindicatos, clientes, proveedores, comunidades– de las generaciones presentes y de las futuras.
Como reconoce la doctrina social de la Iglesia, la dimensión creativa es un elemento esencial de la acción humana. La libertad de la persona en el campo económico es un valor fundamental. La actividad económica debe considerarse como una respuesta agradecida a la vocación que Dios regala a cada persona.
Los últimos 75 años han sido un período apasionante para la empresa tanto a nivel global como en el caso de Chile. Se han creado espacios crecientes de libertad que han favorecido el emprendimiento y la innovación.
Esto ha llevado en nuestro país a una significativa contribución de la empresa al crecimiento, a la creación de trabajos, a una disminución histórica de las personas en situación de pobreza y, en definitiva, a un fuerte incremento del bienestar social. Todo lo anterior ha contribuido a posicionar a Chile hasta la fecha a la cabeza de América Latina y como uno de los 50 países con mayor Índice de Desarrollo Humano (IDH), situándose con un desarrollo humano “muy alto”, según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
Pero han existido y existen importantes desafíos y cambios de tendencias. Entre otros, la revolución tecnológica, la globalización, el cuidado del medio ambiente y de las comunidades, la demanda por mayor transparencia, la preocupación por alcanzar una mayor igualdad, la incorporación creciente de la mujer al mundo de la empresa, la disminución de la natalidad, los importantes flujos migratorios y, en varios casos, las fallas a la confianza, los atentados a la libre competencia y la corrupción.
Ante estos desafíos a nivel global el Papa Benedicto hacía presente que en muchas ocasiones ha habido un súper desarrollo económico acompañado de un subdesarrollo cultural y moral. Hacía ver que la razón acepta la igualdad pero no consigue la fraternidad, que se necesita de una visión trascendente de la persona y que sin Dios el progreso humano se queda sin aliento y su finalidad esencial.
Para enfrentar estos desafíos, la doctrina social de la Iglesia proporciona principios de reflexión, criterios de juicio y directrices de acción que constituyen una guía de extraordinario valor para todas las personas de buena voluntad, sean o no creyentes. Es una luz permanente que ilumina situaciones económicas y sociales siempre cambiantes.
Nos hace ver la importancia que el desarrollo humano sea integral y solidario, y como ha planteado el Papa Francisco, tanto de la generación presente como también de las generaciones futuras. Nos enseña lo clave de poner a la dignidad de la persona humana y la familia en el centro del desarrollo económico y social. No hay una correcta ecología sin una adecuada antropología, decía el mismo Papa Francisco. Nos plantea preocuparnos por el bien común, de todo el hombre y de todos los hombres. Con un Estado eficiente que actúe siempre en ayuda subsidiaria en favor de las personas y de las organizaciones intermedias. Y con una importante preocupación por la solidaridad. Lo anterior, basado en los valores permanentes de la verdad y la transparencia, de la libertad, de la justicia y de la caridad. La caridad y la gratuidad son fundamentales pues solo con la justicia conmutativa y legal no se alcanzan tan altos objetivos.
Se necesita una formación no solamente técnica, sino que también cultural y moral de las personas que se desenvuelven en el mundo de la empresa. Aquí hay un rol importante de la ética y de las virtudes: personas buenas hacen empresas buenas, procuran hacer el trabajo bien hecho y con espíritu de servicio, de justicia, de caridad y de gratuidad. Agregaba el Papa Benedicto que el desarrollo es imposible sin hombres rectos, sin operadores económicos y políticos que sientan fuertemente en su conciencia la llamada al bien común.
En ese contexto, existen profundos desafíos para la empresa, como la promoción del desarrollo integral de todos sus públicos interesados, partiendo por los colaboradores y sus familias, pasando por clientes y proveedores, así como con la comunidad en su conjunto, contribuyendo así positivamente al tejido social del que toda empresa forma parte. Asimismo, los cambios demográficos, la crisis climática y el desarrollo tecnológico impactan enormemente en la actividad empresarial, y exigen de los líderes empresariales un criterio ético y una completa y actual formación técnica en todos estos temas. Poniendo a la persona en el centro de nuestras decisiones sortearemos con éxito los retos que cada día se nos presentan a los empresarios y ejecutivos.
El presente libro constituye una notable selección de artículos sobre los temas anteriores preparados por autores muy calificados y bien escogidos. USEC no sólo ha convocado a académicos de renombre en sus áreas, sino que también a los empresarios que hoy contribuyen a transformar Chile desde sus organizaciones. Por eso, la publicación de este libro es una fuente de alegría, esperanza e inspiración, que muestra que las sólidas guías del pensamiento social cristiano están más vigentes –y son más necesarias– que nunca
El lector encontrará en este libro una ayuda fundamental para contribuir a fortalecer la dignidad de la persona y del trabajo, de la familia, del bien común y en definitiva para encontrarnos con Dios. Esto hace de este libro un documento de consulta de extraordinaria utilidad práctica para todo hombre y mujer de empresa. Sin duda los consejos contenidos en este libro perdurarán en el tiempo como guía para las próximas generaciones.
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1948 fue un año muy especial para el mundo: aún herido y afectado por los horrores de la Segunda Guerra Mundial y sus consecuencias, la humanidad enfrentó el desafío de volver a organizarse, emprender y construir un mundo mejor, soñando con encontrar paz y justicia duradera para todos. En este contexto, ese mismo año se fundan importantes instituciones como la Organización Mundial de la Salud (OMS), la Organización de Estados Americanos (OEA). Y en Chile, un 24 de mayo, la Unión Social de Industriales Católicos, que subsiste hasta el día de hoy como Unión Social de Empresarios Cristianos, USEC.
Nuestro fundador, San Alberto Hurtado, conociendo la realidad de Chile y con la experiencia de dirigentes obreros y patronales católicos obtenida tras su paso por Europa, descubre con toda claridad y proyecta con precisión la urgente necesidad de transformar las conciencias del mundo obrero, sindical y empresarial. Así, intentando alejarlas de la confrontación, se propone llevarlas a la colaboración, convencido de que el trabajo y la educación son las mejores vías para superar la pobreza espiritual y material. Es por eso que promueve y difunde una herramienta única y esencial: el amor contenido en la Doctrina Social de la Iglesia (DSI), cuyos principios y valores permiten a toda persona de buena voluntad, sea creyente o no, iluminar la toma de decisiones en favor del hombre y su dignidad.
Desde entonces, y durante nuestros primeros 75 años de historia, desde USEC hemos trabajado en el cumplimiento de esa misión, convencidos de que más y mejores empresas son la solución para la erradicación de la pobreza, la disminución de la desigualdad, el crecimiento integral de la persona y la confección de un sólido y sano tejido social. Allí el respeto a la dignidad humana y la búsqueda incansable del Bien Común representan los pilares valóricos que nos llevarán a ser una sociedad más justa, libre, próspera, solidaria y humana.
Hoy, en el año 2023, tras 75 años de historia, tanto la humanidad como concretamente nuestro país, enfrentan un escenario de gran incertidumbre que genera ansiedad, motivado por múltiples tendencias y factores, los que se describen en este libro. Luego de la pandemia del COVID–19, se han multiplicado los casos de personas que sufren alguna patología de salud mental, un fenómeno a nivel global. A esto se suman las preocupaciones asociadas al cambio climático y su evidente impacto en el planeta, convirtiéndose en noticia a diario con imágenes de inundaciones, incendios, sequías y tormentas, y que el Papa Francisco ha advertido con fuerza en su exhortación apostólica Laudate Deum. Asimismo, cuando pensábamos que ya no volveríamos a experimentar guerras a gran escala, en febrero de 2022 Rusia invadiría Ucrania, detonando una larga guerra que ha provocado la muerte y el sufrimiento a miles de víctimas inocentes. Gracias a la globalización, no sólo su dolor permanece imborrable en nuestras mentes, debido al conocimiento instantáneo que tenemos de lo que ocurre en cualquier país del mundo, sino que, producto de la profunda integración económica, esta guerra afecta a toda la humanidad. También en lo económico, provocó aumento en los precios de la energía y los alimentos en todo el planeta. En una dolorosa y terrible línea, los recientes acontecimientos en Medio Oriente, nos demuestran también la fragilidad de la Paz.
Vivimos momentos de conflictividad social caracterizados por la violencia de grupos que reclaman y demandan por sus intereses particulares, urgentes y radicales muchas veces, con una mirada ideologizada o de corto plazo. Causa temor ver a instituciones democráticas agredidas y en riesgo de desaparecer a manos de líderes autocráticos y un populismo disfrazado de democracia que arriesga horadar las libertades y la dignidad del hombre. De hecho, apenas el 39% de la población mundial habita en países considerados libres, frente a un 24% que vive en naciones parcialmente libres y un 37% que reside bajo regímenes calificados como autoritarios, según la ONG Freedom House. A la vez, es preocupante constatar que, en el ranking de libertad económica elaborado por Fraser Institute, la posición de Chile bajó del 14 al 29 en tan sólo un año. Es por eso que, al parecer, existen buenas razones para que surjan sentimientos de ansiedad y confusión frente a la incertidumbre.
En otros temas, la tecnología nos regala nuevas posibilidades de desarrollo que tienen un impacto relevante, aunque, a la vez, ésta puede producir un punto de inflexión en nuestra vida cotidiana debido a la aparición de la Inteligencia Artificial Generativa, capaz de reemplazar al hombre en labores donde las limitaciones humanas impiden aumentar la productividad; también existe el avance generado por la tecnología CRISPR de “edición genética”, que promete reemplazar la parte de nuestro ADN que pudiese contener enfermedades genéticas aún no manifestadas.
Ciertamente, a estas alturas, cada uno habrá agregado nuevas preocupaciones que le inquietan y le hacen preguntarse hacia dónde vamos y cuál será el futuro, tanto propio como el de los cercanos, del país y de la humanidad en su conjunto. Estamos convencidos de que en buena medida ese futuro dependerá de nuestra capacidad co-creadora, que nos permita avanzar aprovechando las oportunidades, y enfrentando los desafíos que se presenten con decisión, optimismo y orientados por los valores del humanismo cristiano, cuyos principios son universales.
Siendo USEC una organización de cristianos en el mundo del trabajo, encontrarás en este libro muchas referencias a la empresa, entendida como una comunidad de personas inserta en el tejido social. No obstante, creemos que todas las reflexiones, recogidas en cada uno de los capítulos, son importantes y valiosas no sólo para quienes participan del quehacer empresarial, sino también para quienes se desempeñan en el ámbito público, la academia, organizaciones civiles y medios de comunicación, así como para las futuras generaciones. Asimismo, si bien hemos intentado proyectar los mayores desafíos del futuro, en este libro se encuentran los principios y valores que servirán de guía para otros desafíos que presente el futuro. De esta forma, el libro que tienes en tus manos va recorriendo, a través de la reflexión de reconocidos autores, temas que comienzan con los cimientos que fundan la historia de la Unión Social de Empresarios, Ejecutivos y Emprendedores Cristianos, hasta los desafíos más importantes que enfrentan actualmente la empresa, la persona y la sociedad. A su vez, se abordan la importancia del orden social y económico, la relación entre empresa y familia, y el necesario cuidado del medio ambiente, para concluir con las oportunidades y desafíos de la Inteligencia Artificial. Estamos seguros de que en estas páginas encontrarás una fuente de reflexión, motivación y energía para dar ese paso tan importante de querer transformar ideales en realidades, para dar un impulso que nos lleve a un futuro mejor.
Es por eso que queremos agradecer, primero a cada uno de los autores de los temas tratados en este libro, quienes, con generosidad y profesionalismo, aceptaron nuestra invitación y nos regalaron un trabajo magnífico, que nos permite abordar con altura de miras y profundidad las tendencias sociales que están transformando la realidad. A su vez, queremos destacar el trabajo en equipo, dedicación, rigurosidad profesional y la disposición de cada uno de los miembros del Comité Editorial, quienes estuvieron al servicio de este proyecto de elaborar un libro en conmemoración de los 75 años de USEC con una mirada de futuro.
Siendo esta una ocasión de conmemoración y celebración de un aniversario tan importante, queremos también reconocer a nuestros benefactores, patrocinadores y a cada una de las personas e instituciones que han participado y se han vinculado con USEC durante toda su historia: sus socios, consejeros, presidentes, asesores doctrinales y pastorales, y diversas empresas que han adherido a la invitación de situar a la persona en el centro de todas sus decisiones empresariales.
Estamos profundamente agradecidos de San Alberto Hurtado por su permanente intercesión y admirable interpelación, guiándonos en el camino del discernimiento, sobre todo cuando hay que tomar decisiones difíciles, a través de la pregunta que él siempre hacía: ¿Qué haría Cristo en mi lugar? Finalmente, damos gracias a Dios por entregarnos la libertad de emprender y ser co-creadores con Él, haciendo empresas. Es así, entonces, que le pedimos a Dios que acompañe a quienes lean este libro tan de cerca como lo hizo con aquellos, que, con cariño y dedicación, participaron en su elaboración.
El Proyecto Social de San Alberto Hurtado
P. Samuel Fernández E.
Sacerdote diocesano y profesor de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Se doctoró en teología y ciencias patrísticas en el «Augustinianum» de Roma y ha sido profesor visitante en universidades europeas y de EE.UU. Su trabajo se centra en la literatura cristiana de los primeros siglos, en especial, el desarrollo de la cristología y de la teología trinitaria. Fue director del Centro de Estudios San Alberto Hurtado, que publicó los escritos del padre Hurtado. Entre sus libros destacan Jesús, los orígenes históricos del cristianismo (2007); la edición crítica de Orígenes, Sobre los principios (2015); y El descubrimiento de Jesús (2022). Desde 2023, es miembro de la Academia Chilena de la Historia.
“La vinculación entre los principios de la doctrina social de la Iglesia y las competencias técnicas propias de la actividad empresarial sigue siendo un desafío crucial: no corren por carriles aparte, sino que son nombres específicos de la Fe y la vida para los creyentes que trabajan en el mundo de la empresa”.
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El 24 de mayo de 1948, animados por el padre Hurtado, un pequeño grupo de jóvenes emprendedores y ejecutivos fundó la Unión Social de Industriales Católicos, que luego se llamó USEC. Ella jugó un papel relevante en el proyecto social de San Alberto Hurtado (1901-1952), como el Hogar de Cristo o la Acción Sindical y Económica Chilena (ASICH). Esta institución formaba parte del programa que el padre Hurtado había elaborado en el año 1947, en su viaje a Europa, para conocer de cerca el catolicismo social francés. Destacadas personalidades como León Harmel y Joseph Lebret, e instituciones, como Économie et Humanisme y la Acción Católica de los Trabajadores Italianos, inspiraron este programa que recibió la bendición del papa Pío XII. Este programa, en general, tenía una identidad específica: un profundo carácter laical, una adhesión a la Iglesia y una autonomía respecto de los partidos políticos; así como el fin de estudiar, difundir y aplicar la doctrina social de la Iglesia en el mundo del trabajo, con miras a “trabajar por el advenimiento del Reino de Dios, en esta América que hay que conservar para Cristo”.
El 20 diciembre de 1949, el Padre Alberto Hurtado participó en la reunión general de socios de la entonces llamada USIC. Las actas del encuentro señalan:
“En amena charla el Padre Hurtado señaló los puntos principales relacionados con un orden social cristiano. En primer término, la idea de Dios. En segundo lugar, la Fe, la creencia en la dignidad del hombre, tanto en el orden humano como en el sobrenatural, como hijo y criatura de Dios. En tercer término, la familia como célula de un orden social básico, que supone que el hombre, que puede formar un hogar, tenga las condiciones de vida necesarias para mantenerlo. Por último, consideró el destino de los bienes terrenales dados por Dios, que han sido destinados para todos los hombres y no para unos pocos privilegiados”.
Más adelante, las actas agregan las siguientes palabras del padre Hurtado: “Comparando esta concepción del orden social con la situación contemporánea, se tiene que concluir que hay un gran desorden e injusticia que hay que remediar... El sacerdote sólo puede recordar los principios a la feligresía; son los laicos los llamados a proporcionar las soluciones”. Después de la charla, uno de los socios sugirió que la dignidad humana debía ser estudiada en escuelas y universidades católicas. Mientras que otro de los participantes, Carlos Vial, propuso una comisión de socios para que visitara personalmente diversas industrias, para obtener su adhesión a la USIC (Actas USIC, pp. 77-78).
Muchas cosas han cambiado desde 1949, mientras que otras se mantienen. Han cambiado los lenguajes, las maneras de producir, el lugar de la Iglesia en la sociedad, los modos de asociación, las formas de ver la vida, los modos de repartir las ganancias, etc. Otras cosas, por el contrario, permanecen. La dignidad del ser humano y su vocación de encuentro con Dios y los demás es algo que permanece a través de los siglos. Lo mismo ocurre con los principios: la libertad, la justicia, la verdad y la solidaridad. Paradojalmente, esta combinación de elementos, tanto estables como cambiantes, implica que los grandes dilemas permanentes de la vida humana deben ser abordados de nuevas maneras, en un contexto que se transforma. En Moral Social, san Alberto Hurtado, articula de modo práctico el encuentro entre los principios permanentes y los nuevos escenarios en que estos principios deben ser aplicados. Conviene citar con amplitud este texto:
La moral social católica exige que se pongan en práctica los medios técnicos para la realización de sus principios: sin ellos, las mejores doctrinas quedan sin valor. Algunos moralistas son excesivamente simplistas. Afirman que la cuestión social es un problema moral; que basta vivir el Evangelio, o realizar las encíclicas para solucionarlo, y hacen con esto un daño inmenso. Lo menos que se les puede echar en cara es su simplismo.
Los problemas sociales son morales, pero no son sólo morales: encarnan también problemas técnicos que han de ser resueltos para poder aplicar normalmente los principios. Si los salarios no alcanzan para la vida, la moral enseña que hay que hacerlos tales que alcancen. Pero ¿por qué medios? ¿produciendo una deflación, una inflación, para dar más trabajo, abriendo nuevas industrias, señalando precios a los productos?... Todas estas medidas deben ser estudiadas desde el punto de vista técnico y de eficacia. El Evangelio es indispensable, sin él no hay solución; pero jamás enseño Jesús que quedaban los hombres dispensados de estudiar las soluciones prudenciales, al contrario, las urgió con rara vehemencia y de ellas nos pedirá cuenta en proporción a la capacidad para descubrirlas (Moral Social, Ediciones UC, 2004, p. 24).
El Evangelio es indispensable, sin él no hay solución, pero su aplicación concreta, en el ámbito de la empresa –como en otros ámbitos de la vida humana–, es una tarea que exige compromiso, discernimiento y competencia técnica. Por ello, el Padre Hurtado agrega que se requiere de personas bien formadas, tanto en los principios como en las cuestiones técnicas, que sean capaces de resolver los complicados problemas de un mundo en vías de crecimiento, donde los empresarios cristianos tienen un rol fundamental. La vinculación entre los principios de la doctrina social de la Iglesia y las competencias técnicas propias de la actividad empresarial, sigue siendo un desafío crucial. La doctrina y la técnica no corren por carriles aparte; ellas son nombres específicos de la Fe y la vida para los creyentes que trabajan en el mundo de la empresa.
Si las dinámicas de la actividad empresarial fuesen completamente independientes de los principios éticos y evangélicos, USEC no tendría razón de ser. Es cierto que, muchas veces, se tiene la impresión de que, en el mundo de la empresa, todas las decisiones obedecen a razones técnicas y que, si se quiere ser exitoso, no hay espacio para la ética, y menos para el Evangelio. Naturalmente, esta frustrante impresión desanima a quienes quisieran desarrollar la actividad empresarial como una noble vocación. Sin embargo, no siempre percibimos que, bajo las decisiones que parecen obedecer sólo a motivos técnicos, existen decisiones éticas fundamentales.
Por ejemplo, ¿qué significa para una empresa ser exitosa? Hace tiempo que el mundo empresarial reconoce que el valor de una compañía no se define exclusivamente por sus utilidades (de corto plazo). Conceptos como valor de marca, fidelización, rol público de la empresa, apertura a la comunidad, responsabilidad social, desarrollo humano, sustentabilidad, etc., se han vuelto cruciales para definir el éxito de una empresa. Cuando se realiza un plan estratégico, cuando se seleccionan las metas, cuando se priorizan unos indicadores sobre otros, cuando se decide cómo incentivar, se están tomando decisiones éticas que pueden jugar a favor o, por el contrario, en perjuicio del desarrollo integral de las personas. Una decisión que afecta a los seres humanos siempre tiene una dimensión ética. Cuando es necesario priorizar un elemento sobre otro, las decisiones tienen una dimensión ética, no sólo técnica. Por ejemplo, cuando se establecen indicadores que son coherentes con la dignidad humana, entonces una empresa, en su funcionamiento práctico, se orienta a favor de los principios que brotan del Evangelio. Una determinada manera de ofrecer incentivos puede favorecer que los seres humanos se miren como adversarios o como colaboradores. ¿Qué consecuencias de mediano plazo tiene para una empresa, que las personas vinculadas a ellas se miren como adversarios o como colaboradores?
Al igual que en tiempos del padre Hurtado, hoy el escenario en torno a la empresa sigue siendo complejo y cambiante; por lo mismo, más que describir algunas soluciones que él propuso hace 75 años, parece mejor presentar las preguntas que orientaron su reflexión social. Las preguntas giran en torno a las actitudes de la Fe cristiana ante el problema social y están iluminadas por la teología de la encarnación. El Hijo de Dios, al tomar nuestra condición humana, demuestra que lo auténticamente divino no se opone a lo auténticamente humano.
En el dramático contexto de la postguerra y consciente de las grandes dificultades por las que atravesaba el mundo, Alberto Hurtado fue capaz de ver “un mundo nuevo que trata de nacer más puro, de más justicia, más evangélico” (Sewell [1948] APH s26y11h). Frente a esa sociedad que nacía, ¿cómo debía intervenir el cristiano en el mundo?, ¿qué actitud debía tomar ante aquella encrucijada de la historia? En diversos contextos, el padre Hurtado propuso algunas preguntas que indican las diversas actitudes frente a los problemas que planteaba la sociedad contemporánea.
> ¿Romper con el mundo o adaptarse al mundo? Entre los cristianos activos, es decir, entre los que creen que es necesario actuar frente al mundo o en él, Alberto Hurtado identificó dos posturas opuestas. Después de describir dos corrientes filosóficas, una optimista, que cree en el progreso indefinido, y otra pesimista, que piensa que la naturaleza está corrompida, describe las consecuencias cristianas de estas posturas:
¿Ruptura o adaptación al mundo? Para unos, este mundo es malo, no admite conversión. El mundo y la gracia son dos planos diferentes que deberían divorciarse más que pensar en reconciliarse. [...]. Frente a esta tendencia otros cristianos insisten en valorizar el sentido de la Encarnación (El sentido de Dios [1948] s45y10).
La primera postura no reconoce ningún elemento positivo en el mundo, y por ello los creyentes no deberían intervenir en el espacio público. Sin duda, Alberto Hurtado siente afinidad por la segunda postura. En este contexto, “la encarnación” sobre todo significa valoración de las realidades humanas, el interés por los problemas de los seres humanos. Por ello, en varios de sus escritos se reconoce la famosa frase de Terencio: “Nada humano me es ajeno”. Pero esta afinidad no es ingenua, sino crítica. Si no se toma en cuenta la ambigüedad del mundo, la acción del Evangelio pierde su valor y se transforma en un programa de adaptación al ambiente.
> ¿Conquistar el mundo o encarnarse en el mundo? Otra disyuntiva se establece en torno a cómo intervenir en el mundo: ¿intentar conquistarlo, como si fuera una realidad ajena, o simplemente encarnándose para dar testimonio? El Padre Hurtado reflexionó mucho sobre los cambios producidos en la posguerra, con una juventud dominada por la pérdida de Fe en lo colectivo y más propensa al testimonio individual. Una interesante conferencia pronunciada en Puerto Montt en 1950 describe el cambio:
Hace algunos años el joven creía en los movimientos. Ahora, en ninguno: la Acción Católica, los grandes movimientos de masa, la Juventud Obrera Católica: su himno: «Conquistar el mundo», «Crear un mundo nuevo». Ahora, únicamente, dar testimonio, encarnarse. ¡Cómo apasionaba la política a los jóvenes! Ahora los que se interesan son los de mi generación para arriba, que tuvieron otra visión de la vida (El alma del joven de la post guerra [1950] APH s58y12).
La confianza en lo colectivo, propia de los años anteriores a la guerra, marcada por la Fe en los grandes programas, había dominado el espíritu de los movimientos que la habían desencadenado. Con una buena cuota de autocrítica, el Padre Hurtado reconocía que este espíritu había penetrado también en las juventudes católicas:
Aún las juventudes católicas participaban de este espíritu: el culto del jefe, los grandes congresos, los desfiles deslumbradores, los coros hablados, las afirmaciones decididas. Los miembros de la Juventud Obrera Católica proclamaban con seguridad en sus congresos: «Volveremos a hacer cristiano al mundo». Diez años más tarde [en 1946], al volver a tomar contacto con ellos, en Francia, en vez de afirmaciones rotundas se les oía hablar modestamente de su humilde testimonio, de encarnarse en la masa, para preocuparse de sus problemas (Psicología de la juventud [1951] APH s08y04).
El programa de la conquista del mundo, marcado por el riesgo del proselitismo, el triunfalismo y la preocupación exclusiva por los intereses de la Iglesia, con la consiguiente desvalorización de los problemas humanos en cuanto tales, dio paso a un programa de inserción humilde y silenciosa en medio de la masa.
Alberto Hurtado destaca mucho el valor del testimonio. Sin embargo, sus textos, leídos atentamente, reflejan una clara conciencia de la insuficiencia del solo testimonio. El cristianismo, no puede renunciar a intervenir en el mundo, porque tiene una vocación social.
> ¿Reformar al individuo o reformar a la sociedad? La respuesta a esta pregunta experimenta una notoria evolución en la vida de Alberto Hurtado. Cuando regresó de unos meses de estudio en Francia, abordó el tema de la reforma de las estructuras sociales, conservándose aún varios documentos que tratan el tema. En uno de ellos, describe los profundos desórdenes sociales que experimenta el mundo y afirma que estos tienen su origen en la organización social y económica, que no mira al bien común, sino al lucro. En estas circunstancias, afirma:
Nosotros podemos multiplicarnos cuanto queramos, pero no podemos dar abasto a tanta obra de caridad... No tenemos bastante pan para los pobres, ni bastantes vestidos para los cesantes, ni bastante tiempo para todas las diligencias que hay que hacer. Nuestra misericordia no basta, porque este mundo está basado sobre la injusticia. Nos damos cuenta, poco a poco, que nuestro mundo necesita ser rehecho (Reforma de las estructuras sociales [1948] APH s26y09).
Es así, entonces, como la labor de los cristianos no puede reducirse sólo a la caridad individual, que busca resolver tal o cual problema puntual: La caridad individual es insuficiente... la moral individual es insuficiente. Por ello, afirma que: “con claridad meridiana aparece que, si queremos una acción benéfica, hay que atacar en primer lugar la reforma misma de la estructura social, para hacerla moral” (Reforma de las estructuras sociales [1948] APH s26y09). Es necesario buscar que la sociedad se organice de acuerdo con la dignidad humana. En una expresión fuerte, habla incluso de una sociedad “en pecado mortal”:
Buscamos soluciones individuales a problemas que son sociales; como buscamos soluciones nacionales a problemas que son internacionales. Una sociedad que no respeta al débil contra el fuerte, al trabajador contra el especulador, que no puede reajustarse constantemente para repartir las utilidades y el trabajo entre todos, una sociedad de este tipo no permite al hombre corriente una vida moral; tal sociedad está en pecado mortal (Reforma de las estructuras sociales [1948] APH s26y09).
La conclusión es clara: urge una reforma para que la sociedad se organice en función del bien común de los seres humanos. La estructura social, el sistema tributario, el sistema de pensiones, etc., no son moralmente neutros. Se trata de atacar el mal en sus causas. Tomando conceptos desarrollados por el catolicismo social francés, Alberto Hurtado insiste en que se hace necesario, “reemplazar la economía política –o economía del interés– por una economía humana –o economía del bien común–” (Misión social del universitario católico [1948] APH s20y07). Es decir, una economía en que el ser humano –no el dinero– tenga la primacía. Alberto Hurtado está tan convencido del valor religioso de esta reforma, que dedica una de las meditaciones del retiro de Semana Santa de 1948 a la reforma de las estructuras (Semana Santa [1948] APH s30y11m). En una conferencia en la UC, destaca la relación entre la reforma social y el cambio de las personas:
Urge una reforma de estructuras. Esta reforma es uno de los problemas más importantes de nuestro tiempo. Sin ella, la reforma de conciencias, que es el problema más importante, es imposible (Misión social del universitario católico [1948] APH s20y07).
La relación entre lo individual y lo social se comprende como un diálogo “de ida y vuelta”. Lo social no es el mero resultado de las opciones individualidades; la estructura social también repercute en lo individual. En este diálogo, el padre Hurtado, cuyo pensamiento es integrador, reacciona contra quienes ponen su esperanza sólo en el cambio estructural. Tal como afirmaba la insuficiencia de la reforma individual, así también rechazaba que la única reforma es la estructural, pues las personas no están determinadas por la situación social. En octubre de 1951, en la Universidad Católica de Valparaíso, nuevamente aborda el mismo tema en una conferencia:
¿Cómo liberar al hombre? ¿Transformando al hombre o transformando las estructuras? Unos dicen, el hombre. Otros, las estructuras. Yo me atrevería a decir que ambas respuestas son incompletas. Respuesta: Apoyándose en los hombres que hay para transformar, por ellos, más profundamente los hombres y las estructuras (La liberación del hombre [1951] APH s46y22a).
Esta vez presenta ambos extremos y declara explícitamente la insuficiencia tanto de la sola reforma individual como de la reforma exclusivamente estructural; si se abordan de manera independiente: ambas reformas deben complementarse. Estos conceptos, que el Padre Hurtado abordó a lo largo de los años, alcanzan una síntesis en su libro Moral Social, su última obra: