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Selección Doce Uvas ofrece doce pequeños grandes libros cada año. Nace de las numerosas sugerencias de decenas de intelectuales que han propuesto títulos de lectura indispensable. "Todos estamos en la cloaca, pero algunos miramos hacia las estrellas". Este aforismo de Wilde puede ayudar a entender el profundo sentimiento de búsqueda del autor al escribir, entre otros muchos, los tres cuentos que recoge este breve volumen: El amigo fiel, El ruiseñor y la rosa y El millonario modelo.
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Veröffentlichungsjahr: 2014
OSCAR WILDE
Tres Cuentos
EDICIONES RIALP, S. A.
MADRID
© 2014 de la versión española, realizada por JOSÉ GABRIEL RODRÍGUEZ PAZOS,
by EDICIONES RIALP, S.A.,
Alcalá, 290 - 28027 Madrid
(www.rialp.com)
Fotografía de cubierta: © idea – Fotolia.com
Realización ePub: produccioneditorial.com
ISBN: 978-84-321-4448-6
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ÍNDICE
PORTADA
PORTADA INTERIOR
CRÉDITOS
INTRODUCCIÓN
EL AMIGO FIEL
EL RUISEÑOR Y LA ROSA
EL MILLONARIO MODELO
INTRODUCCIÓN
Entre la multitud de citas y aforismos de Oscar Wilde, es especialmente famoso uno dicho como de pasada por uno de sus personajes, Lord Darlington, en la obra de teatro El abanico de lady Windermere: «Todos estamos en la cloaca, pero algunos miramos hacia las estrellas». De la cloaca en que cayó Oscar Wilde ya se ha hablado abundantemente, incidiendo en sórdidos detalles que parecen ser lo que más interesa al gran público, aunque entre ese gran público probablemente sean pocos los que hayan leído alguna obra de Wilde. Quiero tratar brevemente en esta introducción de esa otra faceta de la vida del escritor de la que no se habla tanto, cuando no se silencia deliberadamente: su mirada hacia las estrellas. Porque la tragedia de Wilde consistió en una lacerante fractura entre lo que veía que debía ser su vida y el tirón que ejercían sobre él lo que él mismo define en De Profundis como «placeres perversos y pasiones extrañas». En ningún momento dice Wilde que la cloaca sea vergel, y en esto radica la principal diferencia con las ideologías actuales. Si acaso, para atemperar la tragedia, Oscar Wilde se refugiará en el arte y hará vida del arte y arte de la vida, en un intento de difuminar los límites que marca la moral.
Oscar Wilde pasa tres años en el Trinity College de su Dublín natal y de ahí, con veinte años, va al Magdalen College de Oxford en 1874, donde se graduará cuatro años después. Wilde es un estudiante brillante y recibe durante esos años una muy sólida formación humanística. De esa formación da testimonio el hecho de que, entre los libros que Wilde leyó durante el tiempo que pasó en la cárcel, están La Divina Comedia de Dante en el original italiano y unos evangelios en griego clásico. En 1879 se establece en Londres y, a partir de entonces, se irá consolidando la imagen del esteta que ya empezó a configurarse durante sus años universitarios. Publica poesías, imparte conferencias, desarrolla una intensa vida social y se convierte en escritor y dramaturgo de grandísimo éxito.
En 1884, Wilde se casa con Constance Lloyd, de la que tiene dos hijos: Cyril y Vyvyan. El cariño de Wilde por sus hijos queda patente en los recuerdos de Vyvyan, quien describe a su padre jugando con ellos echado en el suelo, en una sociedad y una época en la que no era frecuente ese tipo de relación de los padres con sus hijos. También es significativo el hecho de que Wilde empezara a publicar cuentos como los que aquí se ofrecen al lector a partir de las historias que relata a sus hijos. Constance fallece a los cuarenta años, dos años antes que su marido. A pesar de todo lo que este le hizo pasar, mantuvo siempre su afecto y admiración por él y nunca llegó a divorciarse, aunque así se lo aconsejó algún abogado. Constance consideraba que Oscar no había desarrollado en plenitud su enorme talento por el tipo de vida por la que se dejó llevar. Ella era perfectamente consciente de lo inconstante de su marido y la poca firmeza que tenían sus propósitos de rehacer la vida familiar, pero siempre se mostró dispuesta a perdonarle todo. Además, se preocupó de enviarle dinero periódicamente cuando salió de la cárcel, e incluso añadió una cláusula a su testamento para que estos pagos continuaran después de su muerte.
En 1891, Oscar Wilde conoce a lord Alfred Douglas, con quien continuará deslizándose por la pendiente de «placeres perversos y pasiones extrañas». La relación con Douglas acabará siendo fatal para el escritor. La causa última de lo que aconteció fue el odio profundo que Douglas sentía por su padre, el marqués de Queensberry, como Wilde le recrimina en De Profundis. Wilde fue condenado a dos años de trabajos forzados por «gross indecency», burda indecencia, cometida con otros varones. Pero, aunque ese fue el delito por el que se le condenó, nada habría pasado si Wilde no se hubiera enfrentado al marqués de Queensberry, instigado por Douglas. El hecho es que Douglas salió indemne de todo aquel proceso cuando, ante la ley, había cometido los mismos delitos por los que fue condenado Wilde. Todo empieza cuando el marqués le hace llegar una tarjeta a Wilde en la que le llama sodomita; Douglas ve una ocasión de oro para hundir a su padre y anima a Wilde a que lo denuncie por libelo. Y ese fue el gran error de Wilde, que acabó en la cárcel no tanto por su homosexualidad como por haber desafiado a una sociedad, al desafiar a uno de sus notables. El proceso se vuelve contra Wilde y el final es el que conocemos.
La mirada de Wilde a las estrellas se percibe tanto en su obra, salpicada de continuas referencias religiosas, como en su vida. Desde joven se siente atraído por la Iglesia católica y, de manera especial, por su liturgia, lo que le lleva a asistir de manera esporádica a misas y ceremonias católicas. Este es el motivo por el que su padre, protestante, decide alejarlo de los ambientes católicos de Dublín y enviarlo a Oxford. Allí, en contra de lo que su padre esperaba, Wilde se sumerge en la lectura de autores católicos, sobre todo Newman, converso, contemporáneo de Wilde y beatificado por Benedicto XVI. Durante esa época, Wilde meditará también con frecuencia la Imitación de Cristo de Tomás de Kempis. Wilde estuvo a punto de convertirse en el invierno de 1877. Después de haber conversado con el padre Sebastian Bowden, del Brompton Oratory de Londres, este le citó para el día siguiente, parece que con la intención de preparar su recepción en la Iglesia católica. Wilde no acudió a la cita, sino que envió un ramo de lirios con un mensajero. Era su forma de decir que todavía no estaba preparado. El éxito como dramaturgo y el consiguiente enriquecimiento de los años posteriores contribuyeron a que su interés por la Iglesia católica perdiera intensidad. Sin embargo, se da la circunstancia de que varios amigos de Wilde se convirtieron al catolicismo y alguno de ellos se ordenó sacerdote. La relación con estas personas mantiene viva una inquietud que va reapareciendo ocasionalmente.
Una figura clave en la vida de Wilde fue Robert Ross, un joven canadiense al que Wilde conoció en 1886. Ross se convierte al catolicismo ocho años más tarde y acabará siendo el amigo más fiel de Wilde, el que le acompañará en el lecho de muerte y su albacea literaria. Como el mismo Ross dejó escrito en su correspondencia, Wilde le manifestó en varias ocasiones sus deseos de hacerse católico; Ross se lamentará de haberlo disuadido siempre porque pensaba que a su amigo le faltaba firmeza en la decisión; no obstante, Wilde le hizo prometer que le llevaría un sacerdote cuando se estuviera muriendo, para ser recibido en la Iglesia. Y así fue. Ross llevó al hotelillo de París donde agonizaba Oscar Wilde al padre Cuthbert Dunne, un joven religioso pasionista irlandés que administró al escritor el bautismo sub conditione y la extremaunción.