5,99 €
Se dice que en la vida tenemos que estar preparados para vivir dos momentos traumáticos, todos vamos a pasar por ahí, y eso sin duda nos hará saborear los pequeños momentos de felicidad que a veces no disfrutamos y que se nos escapan cada día. Este libro, amigo lector, habla de la vida tal cual es, sin tapujos. De los sinsabores que nos encontramos en el camino. No es un libro de autoayuda, ni de éxito, ni busca el postureo manido del buenrollismo. El autor recupera los recuerdos de una parte de su vida que se inicia con el diagnóstico de su hija recién nacida. Carmen padecía el Síndrome de West. Cuando la adversidad se ceba así con lo más preciado, a uno solo le queda la posibilidad de convivir con el sufrimiento, la esperanza y la felicidad de los pequeños detalles.
Das E-Book können Sie in Legimi-Apps oder einer beliebigen App lesen, die das folgende Format unterstützen:
Vidas frágiles
Una caja de música para Carmen
colección de ensayo
La Huerta Grande
Javier Alonso López
vidas frágiles
una caja de música para carmen
© De los textos: Javier Alonso López
© Del prólogo: Mago More
Madrid, junio 2019
EDITA: La Huerta Grande Editorial
Serrano, 6. 28001 Madrid
www.lahuertagrande.com
Reservados todos los derechos de esta edición
ISBN: 9788417118488
Diseño de colección: TresBien Comunicación
tensivo de cómo amar a alguien más que a nosotros mismos, de cómo cambiar nuestros peores defectos para darles los mejores ejemplos y, de nosotros, aprender a tener coraje. Sí, ¡eso es!; ser madre o padre es el mayor acto de coraje que alguien pueda tener, porque es exponerse a todo tipo de dolor, principalmente de la incertidumbre de estar actuando correctamente y del miedo a perder algo tan amado. ¿Perder?, ¿cómo?, ¿no es nuestro?, fue apenas un préstamo… el más preciado y maravilloso préstamo ya que son nuestros sólo mientras no pueden valerse por sí mismos, luego le pertenecen a la vida, al destino y a sus propias familias. Dios bendiga siempre a nuestros hijos, pues a nosotros ya nos bendijo con ellos.
Cita anónima
Hay personas que entran en nuestra vida de forma azarosa. Todos hemos visto parejas que se conocieron después de un choque con sus coches. Pues el destino quiso que Javier y yo nos conociésemos del mismo modo.
Todo comenzó un mes de marzo del año 2005, cuando mi mujer Rosalía rompió aguas tras seis meses de gestación. La bolsa se infectó, mi mujer permaneció ingresada en reposo durante un mes. Mi hijo Marcos nació de forma prematura, a los pocos meses le diagnosticaron Síndrome de West e inmediatamente, y después del disgusto, nos apuntamos a la fundación Síndrome de West buscando asesoramiento y consuelo.
Una de las actividades que nos ofrecían a los padres era hidroterapia y allí nos apuntamos esperando que, con la estimulación de la piscina, Marcos pudiese progresar.
Recuerdo el primer día, más perdido que un pijo en el Primark. De repente me encontré con Javier mirando a Carmen, mientras yo vigilaba a Marcos. Tardamos diez segundos en presentarnos y enseguida surgió el flechazo, fue «humor a primera vista».
Empatizamos de inmediato y aquellas sesiones interminables, donde nada podíamos hacer, salvo vigilar de lejos a nuestros hijos, se convirtieron en sábados de asueto donde la sensación era quedar con un colega a tomar un café mientras nuestros hijos curraban de lo lindo con los monitores.
Qué gusto encontrar un papi con el que poder conversar de todo, con sentido del humor y experto en lenguas muertas, eso sí que mola. Recuerdo una de sus frases que a menudo utilizo: «lo mejor de tener un nene discapacitado es que te ayuda a filtrar a los amigos y a la familia», ¡qué gran verdad!