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Voces Perdidas es un poético y emotivo poemario que explora la experiencia humana de la inmigración. Desde la desesperación y la incertidumbre de dejar atrás lugares y personas queridas, hasta el arduo trabajo de abrazar una nueva cultura y el esfuerzo por encontrar el perdido sentido de pertenencia, este poemario nos muestra la historia de personas de todo el mundo que han emprendido el viaje de la inmigración. Estos poemas nos permiten acompañar a estos inmigrantes en su viaje, y reflejan los sentimientos de angustia, esperanza, alegría y tristeza que se experimentan cuando uno cambia el lugar de residencia. Voces Perdidas nos permite reflexionar sobre el profundo impacto que la inmigración tiene en la vida de las personas y nos invita a unirnos como seres humanos para resistir la injusticia y la opresión.
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Veröffentlichungsjahr: 2023
Copyright © 2023 Sorelle Meleugouo, Todos los derechos reservados
Primer edición de Noviembre 2023
Primera de cubierta : Vera editorial
ISBN : 9798853167384
Todos los derechos reservados. Bajo las sanciones establecidas en el ordenamiento jurídico, queda rigurosamente prohibida, sin autorización escrita de los titulares del copyright, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático.
A Augustin y los demás, a todos los que (no) gritan en el paraíso perdido de sus esperanzas, nunca recordar ha sido tan importante.
Éxodos 23:9
“No hay fronterasNunca hubo fronterasNunca habrá fronteras”Céline Magnéché Ndé
Un mundo. ¿Cuál? ¿Este? ¿Donde el mar se ha vuelto más seguro que la tierra, esta madre que vomita a sus hijos y los empuja a marcharse hacia tierras desconocidas y muy a menudo hostiles?¿Este, donde la muerte se ha convertido para millones de hombres, mujeres y niños en algo más dulce que esta maldita y despiadada vida?¿Este, donde los padres de familia, traumatizados por una pobreza extrema, se ven obligados a robar a sus propios hijos de la maternidad porque no son capaces de pagar los gastos del parto?¿ Este, donde los criminales son venerados como dioses y sus víctimas castigadas, masacradas si intentan quejarse?¿ Este, donde los que deben proteger a las poblaciones trabajan mano a mano con criminales que protegen y sirven?¿ Este, donde defienden a los monstruos y exponen a las víctimas?¿ Este, una prisión al aire libre?¿ Este, donde el oxígeno se llena a diario de plomo, polvo y hedor que emanan de montañas de basura que se extienden hasta donde alcanza la vista, y de donde salen bichos para infestar vidas agujereadas?¿ Este, un vasto e insaciable cementerio de sueños?¿Este, donde los pájaros ya no cantan?¿Este mundo en el que aquellos que se supone deben protegernos no dudan en sacrificarnos en el hotel de su rapacidad y hambre sin fin?
Un mundo. Este. Con sus horrores que millones de hombres, mujeres, y niños huyen, cada día, cansados de desgranar tragedias y doblados por el peso de sus aflicciones, con el miedo, la angustia y la incertidumbre encadenados a sus cuerpos, en busca de un rincón de luz, de un lugar mejor. Un lugar con colores de la libertad.
La libertad de hacer, de decir, de salir, de ser, de convertirse en lo que quieren. Sin máscaras. Sí, en busca de lo que todavía creen es un Eldorado, y que están dispuestos a todo para alcanzar.Millones de hombres, de mujeres y de niños que dejaron atrás la lengua de su madre, la religión de sus ancestros, los olores de la tierra seca mojada por la lluvia, los conciertos de las ranas al anochecer, los rumores de los ríos en los que se han bañado toda su vida, su historia, su pasado que los persigue, para ir hacia un futuro incierto, amenazador.
Sí, un lugar que creen mejor. Un lugar que, sin embargo, no siempre es rosa, vamos. Y que nunca lo será. ¡Que me perdonen esta verdad amarga! Hablo de este otro lugar donde el sol no siempre luce para todos. Un lugar donde todos estos hombres, estos niños, estas mujeres que dejaron atrás todo deben mendigar comprensión, el derecho a trabajar, e incluso el derecho a vivir, vestidos con su hermosa piel negra que de repente se convierte en el arma que el otro, petrificado por esta melanina, sorprendido e indignado que todos esos miserables de la tierra estén ahí, aferrado a sus ideas recibidas, encerrado en su complejo de superioridad, y cegado por el fanatismo de sus certezas, desenfunda fríamente contra ellos.
¿Qué quieres? Los nuestros no han comprendido que somos las olas de un mismo mar, ciertamente tumultuosa a veces, si se siente violado sin cesar; y los demás, nuestros hermanos a pesar de todo, que ellos son porque somos, y que todos somos hijos e hijas de una misma y única raza: la raza humana.¿Qué hacer?Tu brillante y ácida pluma no se conforma con hacer un inventario escalofriante de la situación actual. No se limita a escupir el dolor y la desesperación de un número cada vez vez mayor de los condenados del mundo y a interrogar nuestra humanidad: nos invita a reflexionar, a elegir y a actuar. A volver a ser humanos porque la humanidad nos ha huido, horrorizada por este mundo que padece una crisis de empatía sin precedentes.Nos invita a actua. ¡Ahora!Sí, tu pluma rebelde traza palabras incisivas que no deben morir en nuestros corazones convertidos en piedras, sino convertirse en el combustible que todos necesitamos para corregir esta civilización descuidada y exclusiva, clamar y reivindicar nuestro derecho a participar en la escritura de la historia, nuestra historia común.
Sí, ya va siendo hora de que el sol deje de llorar y brille más para todos, aquí y ahí, porque lo habremos soñado, pensado, y porque habremos sudado para que todo esto sea. Es hora de que los niños vuelvan a jugar. Ya va siendo tiempo de que los pájaros vuelvan a cantar.
Actuar, sí. Urgentemente. Pero no más gemidos. Nada de lágrimas. Nunca más lágrimas porque nuestra fuerza no vendrá de ahí. No, no lloremos más. No mendiguemos más. No más remedos. Levantémonos y seamos. Simplemente. Arranquemos nuestro derecho a vivir, con dignidad, hombre, mujer, negro, blanco, aquí y ahí, porque estamos hartos de sobrevivir. De tomar sobras. De estar en la periferia del mundo.
Hermana, me encanta lo que haces. Me encanta este baile de palabras, palabras en trance cuya cadencia nadie puede detener, palabras que eliges con una destreza sin par y una inimitable precisión, y son las que nombras los males que nos corroen y corroen esta sociedad que decimos moderna.
Sigue hablando. Sigue oponiendo tu grito silencioso al horror y a lo inaceptable aceptados, y al insoportable silencio cómplice de los nuestros, de todos.
Sigue acechando la sombra de un mundo en el que nunca más se tratará de ilusiones y choques, de desconcierto e incertidumbres, de errores, de lágrimas, de plomo, de desigualdades y de injusticias llamativas, sino más bien de un mundo tejido de felicidad donde cada uno estará en casa en todas partes.
Un mundo donde nuestras voces, y no nuestros susurros, se elevarán hasta la cima del cielo para decir, alto y fuerte, nuestro derecho a vivir y a resplandecer cual el sol, cubiertos de nuestra dignidad, y orgullosos de ser quienes y lo que somos.Un mundo donde todos puedan vivir la vida que desean y se merecen.
Una noble tarea. Un hermoso sueño.
Douala, 28 de Septiembre de 2023Dra Céline Magnéché Ndé Sika
Aquí, en Grecia, la tierra sagrada,
los refugiados han llegado a su fin;
Esperando un destino mejor,
una vida de libertad sin temor.
No hay lugar para el descanso,
ni tiempo para la recuperación;
La vida es ansiedad
y está cargada de preocupación.
La incertidumbre es el único compañero,
Hay esperanza de salir de aquí,
pero el destino todavía es incierto
y la vida es como una tortura.
No hay comida ni agua,
ni siquiera una casa;
No hay trabajo ni educación
tampoco la promesa segura de un futuro.
Ellos tienen una voz,
y su presencia es una señal;
una señal de que el mundo está cambiando.
Una señal de que les hemos abandonado.
Oh, Grecia tierna, ¿qué puedo decir?
En una tierra de tanta belleza,
la vida se vuelve difícil.
Su llegada fue bienvenida,
mas no han tenido suerte con su destino.
Aunque les ofrecieron un hogar,
ahora no tienen esperanza.
Sus vidas han sido arrebatadas,
sus familias separadas
su cultura amenazada
y su alegría destruida.
Y ahora forzados a vivir en la incertidumbre,
sin tener a dónde ir,
sin ser aceptados,
sin ninguno de nosotros.
Son seres humanos,
igual que tú y yo.
Hay que hacer algo.
Siempre se puede hacer algo.