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¿Qué hacer cuando el mentor empresarial que necesitaba era también el hombre que deseaba? La diseñadora de joyas Danni Eldridge necesitaba un mentor, no un amante. Por suerte, la boda de una amiga en un destino exótico era la oportunidad perfecta para conocer a Leo Bisset, el mundialmente conocido creador de tendencias y asesor empresarial. Pero las aspiraciones profesionales de Danni enseguida se vieron eclipsadas por una noche íntima en el yate de Leo. De vuelta a la realidad y obligados a competir por un sustancioso contrato, Danni se preguntaba si había merecido la pena sacrificar sus sueños por acostarse con un ambicioso playboy y si podía confiar en los motivos de Leo.
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Seitenzahl: 221
Veröffentlichungsjahr: 2022
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Editado por Harlequin Ibérica.
Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Avenida de Burgos, 8B - Planta 18
28036 Madrid
© 2022 Katherine Garbera
© 2022 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
A la luz del día, n.º 203 - agosto 2022
Título original: The One from the Wedding
Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.
Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
® Harlequin, Harlequin Deseo y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.
® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.
Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.
Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited.
Todos los derechos están reservados.
I.S.B.N.: 978-84-1105-870-4
Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.
Créditos
Capítulo Uno
Capítulo Dos
Capítulo Tres
Capítulo Cuatro
Capítulo Cinco
Capítulo Seis
Capítulo Siete
Capítulo Ocho
Capítulo Nueve
Capítulo Diez
Capítulo Once
Capítulo Doce
Capítulo Trece
Capítulo Catorce
Capítulo Quince
Si te ha gustado este libro…
–No puedo creer que dijera a esa revista que mi intención es aprovecharme de su éxito con mi nueva empresa.
Era un viernes soleado del mes de junio, el primer día del fin de semana durante el que se iba a celebrar la boda de su prima por parte de madre, Adler Osborn. La ceremonia iba a ser televisada desde Nantucket, y Leo y su familia ya llevaban dos días allí. Habían sido dos intensos días en los que una sorprendente revelación relativa al padre de Leo y a la madre del novio había estado a punto de echar a perder la boda.
En aquel momento habían coincidido todos en el torneo de golf y se estaban comportando como si no pasara nada. Pero la madre de Leo había envejecido diez años de un día para otro. Su prima, la futura novia, mostraba una sonrisa forzada y parecía a punto de venirse abajo. Leo tenía esperanzas de que el partido de golf aliviara la presión a la que habían estado sometidos.
Había sido emparejado para el torneo con una empresaria advenediza que le estaba haciendo la competencia y a la que había criticado en una entrevista que le habían hecho hacía menos de un mes. Sabía que Adler había encargado a Danni Eldridge las joyas de las damas de honor en vez de a él porque eran amigas del colegio, y luego le había pedido a él que se ocupara de los obsequios a los invitados.
Hasta ese momento no había tenido ni idea de qué aspecto tendría Danni. En sus cuentas de internet, simplemente aparecía su nombre y un logotipo antiguo de una vieja máquina de coser Singer como foto de perfil. Observándola no diría que era una belleza clásica, pero había algo en ella que le había llamado la atención. Iba a ser la cuarta de su equipo en la contienda, así que lo mejor sería quitarle hierro al asunto.
Nunca antes había conocido a nadie a quien no pudiera encandilar. Se llevó la mano al corazón y la miró con gesto humilde.
–Por favor, acepte mis más sinceras disculpas. A veces me pongo un poco impertinente cuando los periodistas me bombardean a preguntas y contestó cualquier cosa. Jamás habría dicho eso si hubiéramos tenido la oportunidad de conocernos antes. ¿Podemos empezar de cero?
Se quedó mirándolo con sus ojos marrones y tuvo la sensación de que su disculpa no estaba calmando su ira. No podía culparla. Si alguien hubiera dicho eso de sus negocios, nunca se lo habría perdonado.
–Supongo que será lo mejor. De lo contrario, este cuarteto va a ser bastante incómodo –dijo con una sonrisa auténtica y sincera–. Soy Danni Eldridge. He venido a esta boda porque he diseñado las joyas de las damas de honor y Adler es mi amiga.
–Soy Leo Bisset, primo de Adler –replicó tendiendo la mano–. Encantado de conocerla.
Estrecharon la mano y no pudo evitar reparar en su delicadeza. Tenía las uñas pintadas de un color claro y no de aquellos tonos llamativos que se veían en las redes sociales. Su perfume era suave y le recordaba a un cálido día de verano en la playa. Ella apartó la mano y se volvió hacia el carrito, donde su madre y su hermano estaban esperando.
–Así que soy la única que no conoce a nadie del grupo. Cuénteme qué tengo que saber.
–¿Qué quiere saber? –preguntó Leo–. Mi hermano Logan es muy competitivo, aunque soy algo mejor que él, y mi madre es la mujer más adorable del mundo. Mantendrá a Logan a raya si hace de las suyas.
Danni sonrió y sacudió la cabeza.
–¿Y a usted quién le va a mantener a raya?
–Desgraciadamente, nadie puede –contestó guiñándole un ojo–. Pero trataré de comportarme lo mejor posible para compensar eso tan terrible que dije.
–¿Cree que eso funcionará? –preguntó ella.
–Lo cierto es que no, pero espero que me de un respiro, puesto que ya sabe que lo estoy intentando.
Había aprendido que la sinceridad era siempre la mejor manera de reconciliarse con cualquiera al que hubiera ofendido. Tenía que admitir que no era la primera vez que molestaba con sus comentarios a una mujer por la que se sentía atraído. Realmente no le preocupaban las pequeñas empresas que entraban en el mercado del lujo clásico. Siempre había creído que la bonanza se contagiaba, y él estaba a la cabeza de un negocio exitoso, así que no tenía nada que temer.
–¿Se dedica solo a la joyería? No sé por qué ese periodista la mencionó en la entrevista.
Ella sacudió la cabeza.
–Hago pulseras y correas de relojes de temática náutica. Hay quien dice que la calidad y el acabado son comparables a sus piezas.
Leo lo dudaba mucho. Desde el principio había contado con un equipo muy cualificado. Siempre había sabido que nunca sería el heredero al trono de Industrias Bisset, una compañía americana multinacional dedicada a la manufactura, refinado y distribución de petróleo, químicos, energía, minerales, fertilizantes, celulosa y papel, equipamiento de tecnología química, ganadería, finanzas, comercio de materias primas e inversión. Ese puesto estaba reservado para Logan, su hermano mayor. Así que Leo se había desvinculado y se había abierto camino desde cero. Había aprendido a hacer artículos de marroquinería que primero había vendido en ferias de artesanía, luego en un próspero negocio de pedidos por correo que había crecido gracias a sus seguidores de Internet y ahora en su tienda insignia en los Hamptons. Leo había convertido la compañía en un estilo de vida que se había extendido a nivel global. Había trabajado mucho por conseguir todo lo que tenía y, aunque apreciaba que Danni pensara que sus piezas eran tan buenas como las suyas, dudaba de que fuera ella la que elaborara sus artículos. Muchos artesanos se dedicaban a importar mercancías de bajo coste.
–¿Lleva alguna pieza suya? –preguntó, reparando en la pulsera de hilo y metal de la que colgaba un pequeño dije.
–Sí –contestó mostrándole su muñeca.
Reparó en lo pequeños y delicados que eran sus huesos y al fijarse más detenidamente en la pulsera le llamó la atención lo bien hecha que estaba.
–¿Puedo?
Se la quitó y se la entregó. Tenía que reconocer que estaba tan bien hecha, si no mejor, que las que vendía en su tienda. Claro que hacer una pulsera bonita no era lo mismo que producir una gran cantidad de artículos de alta calidad. Se la devolvió.
–Me gusta. Solo puedo decir que no había visto su trabajo cuando hice el comentario –dijo él–. Por suerte, puedo demostrarle mientras jugamos que no soy tan arrogante como seguramente piensa.
–Ya veremos. He oído cómo desafiaba a su hermano y me ha parecido bastante arrogante.
–Eso no es justo. Logan se había puesto… En fin. ¿Tiene hermanos?
–Sí. Un hermano mayor y una hermana.
–Entonces sabe a lo que me refiero. A veces pueden ser muy complicados.
Ella rio.
–Estoy de acuerdo. Es divertido imaginar a Logan Bisset como un hermano mayor plasta.
–Créame, es muy plasta –dijo Leo–. Sin embargo, yo soy encantador.
–¿Encantador? Supongo que estáis hablando de mí –terció Logan uniéndose a ellos.
–No te lo crees ni tú –replicó Leo dedicándole una sonrisa asesina a su hermano antes de volverse hacia Danni–. ¿Empezamos el partido?
–Sí –contestó y se acercó al carrito de golf.
Mientras la observaba marchar pensó que por primera vez desde su llegada a Nantucket iba a pasar un rato interesante.
Danni había puesto su nombre deliberadamente junto al de Leo para el torneo de golf, pero estaba sorprendida e intimidada de jugar también con su madre y su hermano. La familia Bisset era considerada la familia real estadounidense y, para una chica de pueblo, su presencia le imponía. Pero ese era el mundo al que aspiraba, así que se pasó por detrás de la oreja uno de los rizos que había tratado de contener en una coleta y se preparó para su tiro.
El campo de golf estaba junto a la playa y desde la mayoría de los hoyos se veía el mar. El sol brillaba y hacía un día de verano perfecto. Sabía que a Adler le preocupaba que las tormentas de verano echaran a perder las celebraciones que Nick Williams y ella habían organizado para su boda en un destino exótico, pero el tiempo les estaba acompañando.
Al parecer unos nubarrones se estaban formando entre las familias de los novios. Nick era el presidente de Williams, Inc. Su compañía era la mayor rival de Industrias Bisset, con quien competían por los mismos contratos. La rivalidad era feroz y con frecuencia ocupaba los titulares.
Danni había oído rumores en el pabellón del club de golf acerca de un escándalo que se estaba gestando en relación al novio, algo acerca de que August Bisset era el padre de Nick como resultado de una relación secreta con Cora Williams décadas atrás.
¿Lo habría oído bien? Aunque Adler no era sobrina carnal de su tío, el descubrimiento de que Nick era hijo de August había puesto mucha tensión en la pareja. Danni confiaba en que Nick y Adler encontraran la manera de superar esa crisis.
Se preparó para su primer tiro. Todo lo que sabía del golf lo había aprendido de su padre en un campo de golf cercano a su casa. Era un hombre que para todo se tomaba su tiempo y aprovechaba cualquier momento para enseñarle algo. Danni siempre había sido impaciente y en aquel momento estaba esforzándose en recordar aquellas enseñanzas. ¿Había que girar las caderas o mantenerlas quietas?
Al menos esperaba golpear la bola y, cruzando los dedos, meterla en el hoyo.
Respiró hondo y contuvo la respiración todo lo que pudo. Entonces rotó el cuerpo para hacer el swing… y falló. Era muy mala en los deportes.
–¿Necesita ayuda? –preguntó Leo acercándose a ella–. Juego con frecuencia así que se me da bastante bien. Antes era un desastre.
Dudaba que él hubiera sido un desastre en algo, así que le agradecía el comentario.
–No me vendrían mal unos consejos. Mi padre me decía algo de las caderas, no recuerdo si era moverlas o dejarlas quietas, y cuanto más me concentro, peor.
Él sonrió.
–Conozco esa sensación. Pero escuche, esto lo hacemos por divertirnos, así que relájese. Estire los brazos así –dijo colocándose detrás de ella y ajustándole las manos al palo–. Cuando haga el swing, lleve al palo hacia atrás y rote el cuerpo en la dirección en la que quiera que vaya la bola.
Trataba de concentrarse, pero lo tenía muy cerca, como si la estuviera abrazando, y olía muy bien. Como aquellas tiendas de lujo en las que su madre y ella, de niña, solían entrar fingiendo estar de compras. Por entonces, sus padres trabajaban para la oficina del defensor público. Cerró los ojos un momento y fue como si la estuviera abrazando en vez de enseñándole a golpear la bola de golf.
–¿Lo tiene claro? –preguntó él.
Ella le dio las gracias con una sonrisa y sacudió la cabeza. Estaba allí para recopilar información sobre un competidor y también para recibir consejos, no para caer rendida ante sus bonitos ojos azules, su cuerpo atlético y su porte. Estaba siendo muy atento con ella. La había recibido como si fueran viejos amigos. En vez de contestar a su comentario malicioso, se había disculpado. Había sido una disculpa sincera y, desde entonces, había sido muy amable.
–Si vuelvo a fallar, será error mío y nada tendrá que ver con sus lecciones.
–No fallará. Estoy seguro de que esta vez va a mandar la bola bien lejos.
Desearía tener aquella seguridad.
Y debería tenerla. Recordaba a su abuela diciendo que si pensaba que no podía, nunca lo conseguiría.
Danni separó los pies, se colocó como había visto hacer a Leo e hizo su golpe. Respiró hondo, pero esta vez siguió respirando con normalidad al hacer el swing y golpeó la bola. Estaba tan excitado que se volvió chillando hacia Leo sin siquiera ver hacia dónde iba al bola.
–¡Le he dado!
–Bien hecho. Dentro de poco será mejor que yo.
–No nos dejemos llevar –dijo ladeando la cabeza–. Creo que ambos sabemos que tendría que pasar varios años practicando a diario para llegar a su nivel. Pero me conformaría con saber lanzar la bola y meterla en el hoyo.
–Estoy seguro de que eso podrá hacerlo. ¿Es así de dispuesta en todos los aspectos de su vida?
–Sí, y tremendamente testaruda.
–Lo imagino. También adivino cierto carácter. Me refiero a que pensé que iba a liarse a golpes con la bola por no darla.
Era evidente que estaba burlándose de ella, y eso le agradaba. Era divertido, algo que no esperaba. No estaba segura de cómo sería Leo en persona. Se lo había imaginado arrogante y altanero, en ningún caso que fuera… tan cercano.
–Ni que fuera a destrozarla.
Él echó la cabeza hacia atrás y rio. Por un momento, Danni se olvidó de que quería sacarle información y usar sus contactos. Se lo estaba pasando bien a su lado y quería seguir disfrutando de su compañía, algo que sabía que no iba a ocurrir. Provenían de dos mundos diferentes y la breve incursión en el mundo de él era precisamente eso, breve.
Tenía que recordar quién era y por qué estaba allí. Los hombres como Leo no se enamoraban de mujeres como ella y, además, no había ido a pasar el fin de semana allí en busca de romance. Estaba allí por negocios.
Leo no estaba jugando bien. Estaba a un golpe de Logan en cada hoyo y Danni estaba empezando a jugar mejor después de los consejos que le había dado. Tenía que concentrarse en el juego.
Danni lo estaba distrayendo.
Por fin pudo hacer un aparte con ella mientras su madre y Logan estaban comentando algo. Quería superar aquella situación que tan incómoda le estaba resultando y que solo se le podía achacar a él. Por lo general, su madre habría hecho uso de su diplomacia para que todos se sintieran a gusto, pero estaba atenta al juego del cuarteto.
–Estás mejorando mucho, pero todavía percibo cierta tensión entre nosotros. ¿Qué puedo hacer para arreglarlo?
Danni entornó los ojos y ladeó la cabeza mientras lo observaba.
–Deme algún consejo para mi negocio.
Le sorprendió su respuesta. Por lo que había leído, su negocio prosperaba muy bien.
–No creo que lo necesites.
–Mi padre siempre dice que el día que dejas de aprender es el día que mueres. Me vendría bien tener un mentor.
–Ah.
–No importa, se me olvidaba que estaba hablando con Leo Bisset, uno de los empresarios más influyentes menor de treinta años según la revista Fortune.
Se quedó mirándola mientras se daba la vuelta y se marchaba. ¿Hablaba en serio? Claro que sí. Él también había buscado mentores y consejos cuando había empezado, claro que él contaba con su padre y con Logan para aprender de ellos.
–Ya veo que tus encantos no están funcionado, como de costumbre –comentó Logan acercándose a él.
Le dio un codazo a su hermano con la intención de ignorarlo, pero su hermano esquivó el codo.
–No le interesa.
–Oh, oh, vas a tener que esforzarte para seducirla –dijo Logan–. No es imposible ni siquiera para ti.
Logan lo estaba pinchando cada vez que estaban a solas, restregándole en la cara el hecho de que no consiguiera despertar el interés de Danni. Quería fingir que no le importaba, pero había una parte de él que siempre estaba compitiendo con Logan y su padre. Ambos eran encantadores con todo el mundo y tenían éxito con las mujeres, a pesar de que su padre estaba casado y debería decir que no.
Pero no era algo que Leo quisiera pararse a analizar. Buscaba la aprobación y los elogios de su padre más de lo que sería razonable, pero eso no cambiaba nada. Tampoco era de admirar la manera en que su padre había llevado su relación con la madre de Leo a través de los años. Había tenido aventuras, muchas de las cuales no habían salido a la luz, excepto por la que había tenido antes de que la hermana de Leo, Marielle, naciera. Hasta hacía poco había creído que sus padres habían resuelto sus problemas del pasado.
Después de enterarse de las infidelidades de su padre en el pasado y de descubrir que Nick Williams era realmente hijo de August Bisset, su madre se había quedado muy afectada, al igual que el resto de la familia. Había sido una sorpresa para todos que la madre del novio resultara ser una de las antiguas amantes de su padre. Y lo que era aún peor, que hubieran tenido un hijo en común que estuviera a punto de casarse y entrar a formar parte de la familia Bisset. Todo era muy surrealista. Había paparazzi por todas partes y, según la prensa del cotilleo, aquello no era el final de la historia, algo que Leo deseaba con todas sus fuerzas.
Logan y Nick se odiaban mutuamente. Leo se sentía muy decepcionado de que su padre, el hombre al que quería parecerse, tuviera tantos defectos. Le resultaba muy difícil ignorar la posibilidad de que él tuviera esos mismos defectos.
–Entonces… ¿cuál es el plan? –preguntó Logan, señalando con la cabeza a Danni.
Leo se quedó mirando a su hermano mayor. Logan se parecía más a su madre que a su padre, con su pelo rubio y sus pómulos marcados. Ambos tenían los mismos ojos azules. Después de que Leo dejara Industrias Bisset para crear su propia empresa, habían empezado a llevarse mejor. Leo sabía que todo se debía a su afán de superar a Logan cuando ambos trabajaban para su padre.
–Todavía no lo sé –dijo Leo.
En cualquier caso, no iba a discutir nada con Logan. Danni le había pedido asesoramiento para su negocio y podía dárselo. Era algo que no le requería ningún esfuerzo.
–A veces necesitas tener un plan.
–No soy como tú –observó Leo–. Se me da mejor improvisar.
–¿Estás seguro?
Leo no contestó, simplemente tomó un palo e hizo su golpe. Después de que todos lanzaran, se acercó a Danni de camino al siguiente hoyo.
–¿De veras quiere que sea su mentor? –le preguntó.
–Sí –contestó–. Pero dado que somos competencia…
–No creo que esté en mi liga.
–Todavía –replicó ella con una sonrisa burlona.
–Todavía –convino él–. La ayudaré este fin de semana si me hace un favor.
Ella se encogió de hombros y se volvió para contemplar el horizonte y el océano. Leo esperó hasta que se dio la vuelta y se subió las gafas de sol a la cabeza. Se la veía muy joven y seria, y tuvo la sensación de que iba a decirle algo que era muy importante para ella. Se asustó. Él jamás se había puesto tan serio como ella.
–¿Cuál es el favor?
–Sea mi cita este fin de semana. Mi familia está pasando algunos altibajos y me vendrá bien tener a alguien cerca para evadirme.
–¿Cree que es lo más aconsejable? Al fin y al cabo, se trata de una relación empresarial.
–Será solo durante el fin de semana y no me gusta mezclar los negocios con lo personal. Siempre se está compitiendo por fabricar el mejor producto.
–De acuerdo –dijo.
No parecía muy convencida, pero ya allanaría el camino más adelante.
Después del torneo de golf, Danni regresó al pabellón del club y buscó su sitio en la mesa que le habían asignado. Iban a anunciar los ganadores y tenía el presentimiento de que iba a ser Logan. Había sido el mejor en su grupo por un golpe.
Había accedido a regañadientes a ser su mentor a cambio de que fuera su acompañante. Eso debería calmar su conciencia. Todavía se sentía culpable por haber usado aquella invitación de boda como una forma de ampliar sus contactos y planeaba conocer a cuantos más famosos pudiera para intentar expandir el alcance y visibilidad de su negocio.
Pero ¿tenía que sentirse culpable con Leo? Había dicho que los negocios no eran algo que le gustara, mezclar los negocios con lo personal. Sacudió la cabeza y decidió que no iba a meterse en una ratonera. La mesa que le habían asignado estaba en el centro del salón, y hacia allí enfilaba cuando Adler Osborn, la novia, la vio y le hizo una seña para que se acercara.
Adler irradiaba aquel brillo tan característico de las novias, pero también parecía cansada. Su sonrisa parecía forzada, como si se estuviera esforzando por parecer feliz.
–Hola –la saludó Danni–. ¿Qué tal lo llevas? Mi madre siempre cuenta que la semana antes de casarse estuvo a punto de salir corriendo al menos en tres ocasiones e incluso alguna más el mismo día de la boda.
Adler rio y sacudió la cabeza.
–Lo llevo bien. Han surgido muchos imprevistos con la familia, algo que, por otra parte, supongo que era de esperar, teniendo en cuenta que estamos todos en un mismo sitio. ¿Qué tal el golf? Ya he visto que has jugado con mi tía y mis primos. ¿Se han portado bien los chicos? A esos dos les encanta estarse peleando.
–Lo cierto es que resultan divertidos. Se pasan todo el rato compitiendo, pero es bonito ver lo cariñosos que son con su madre. Me temo que mi juego no está a su nivel.
–No pasa nada, lo importante era pasar un buen rato. Tu socia ha mandado las pulseras para añadir a la bolsa de obsequios de los invitados. Te estoy muy agradecida. No contaba con ello y es un detalle muy bonito.
–Espero que no te importe. Queríamos que todo el mundo tuviera algo especial de recuerdo del día –dijo Danni–. Quería habértelo comentado antes.
Le había pedido a Essie que esperara hasta que hablara con Adler, pero al parecer, no lo había hecho.
–Está bien, me encanta. La que has hecho para mi padre es muy original, le va a encantar.
El padre de Adler era la estrella de rock Toby Osborn; y su madre, tía de Leo, era Musette, fallecida cuando era un bebé.
–Su mayor éxito –prosiguió– es toda una declaración de amor, así que ha sido muy buena idea grabar la letra en la correa de cuero.
–Esa canción habla de ti, ¿verdad?
–Así es. Como comprenderás, es muy especial para mí. Me alegro mucho de haberte pedido que te encargaras de los obsequios de las damas de honor. Quería que tuvieran un toque femenino. No es que Leo no sea maravilloso es solo que… Bueno, me has ayudado mucho a hacer esta boda especial.
–Yo también me alegro –dijo Danni–, y he disfrutado mucho trabajando contigo. No ha sido como… Bueno, algunas otras clientes que tengo que resultan muy… exigentes.
–He intentado no ponerme histérica. Quinn se ocupa de bodas de alto nivel y me ha contado algunas historias… Sé que es muy fácil caer en ese tipo de comportamiento. Hay mucha tensión para que todo salga perfecto, para planear todos los detalles, y siempre puede pasar algo –comentó Adler.
–¿Quién es Quinn?
–Es la productora de la serie de bodas en destinos exóticos y está grabando la mía para el programa. No sé si la conociste en la universidad. Era una de mis compañeras de cuarto.
–No, no la conocí. Y creo tu familia entendería que te comportaras como una diva.
–Ja. A mi padre le gusta acaparar toda la atención –dijo Adler–. Pero tienes razón. Tengo mucha suerte de que mi familia me quiera tanto. ¿En qué mesa te ha tocado?
–En la doce. Creo que está por el centro.
–¿Has traído acompañante?
–No. Iba a venir con mi socia, pero al final no ha podido –respondió Danni.
No quería contarle que habían decidido ahorrar y que Essie se quedara en casa.
–Mañana te pondré en una de las mesas de la familia y también para la cena de la víspera. Mi tía es una buena anfitriona y dice que los chicos se comportaron.
No pudo evitar sonreír a la forma en que Adler se refería a Leo y Logan. Eran hombres hechos y derechos, mayores que su prima, pero parecían adolescentes.
–¿Por qué te refieres a ellos como los chicos?
–Para mantenerlos a raya y que no se les suban los humos a la cabeza. Son guapos, exitosos, carismáticos, ricos… Están muy acostumbrados a que se fijen en ellos.
–Me imagino. De hecho, Leo me ha pedido que sea su acompañante. Espero que no te parezca mal.
–Por supuesto que no. Me alegro de que hayáis congeniado.
No hubo oportunidad de que Danni contestara a aquel comentario, de lo cual se alegró. Adler le hizo una seña a la organizadora de la boda para que se acercara y le pidió que cambiara a Danni de mesa para el resto de las comidas. Luego, cada una se dirigió a su mesa.