Aforismos lacanianos -  - E-Book

Aforismos lacanianos E-Book

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Beschreibung

La palabra aforismo viene del término griego que significa «definir». Un aforismo es una frase que expresa algo de manera concisa y aparentemente cerrada, pero que al mismo tiempo está llena de resonancias. En la enseñanza de Lacan, hay una serie de frases aforísticas que quienes a él se refieren repiten sin cesar, casi como un mantra. El aforismo se puede explicar, comentar o repetir, pero permanece siempre idéntico a sí mismo, con todo su poder de evocación, incluso de enigma. Este libro quiere ser una puerta de entrada, un inicio al estudio de la enseñanza del psicoanalista Jacques Lacan. O una colección de puertas. Sea cual sea la que elija y el terreno de donde venga el lector –no necesariamente psicoanalista– se encontrará con una serie de textos que desgranan lo que hay en el mundo que encierra cada uno de los aforismos en cuestión. Cada uno da cuenta de las implicaciones de la frase elegida, apuntando a perturbar su aparente opacidad, además de poner el acento en su actualidad e importancia en la clínica psicoanalítica.

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© De los autores: Claudia González (coord.), Gustavo Dessal, Mario Izcovich, Daniel Cena, Miquel Bassols, Francesc Vilà, Vicente Palomera, Lidia Ramírez, Josep Maria Panés, Graciela Essebag, Eugenio Díaz, Silvia Grases, Susana Brignoni, José Ramón Ubieto, Jorge Sosa, Gabriela Galarraga, Neus Carbonell, Pepa Freiría, Enric Berenguer, 2022

Cubierta: Juan Pablo Venditti

Primera edición, marzo 2022

Derechos reservados para todas las ediciones en castellano

© Ned ediciones, 2022

Preimpresión: Fotocomposición gama, sl

ISBN: 978-84-18273-22-3

La reproducción total o parcial de esta obra sin el consentimiento expreso de los titulares del copyright está prohibida bajo el amparo de la legislación vigente.

Ned Ediciones

www.nedediciones.com

ÍNDICE

Nota introductoria. Claudia González

Prólogo. Gustavo Dessal

El inconsciente está estructurado como un lenguaje. Mario Izcovich

No hay metalenguaje. Daniel Cena

La verdad tiene estructura de ficción. Miquel Bassols

Lo real es lo que vuelve siempre al mismo lugar. Francesc Vilà

Amar es dar lo que no se tiene. Vicente Palomera

La angustia es lo que no engaña. Lidia Ramírez

La angustia no es sin objeto. Josep Maria Panés

El Otro no existe. Graciela Esebbag

El Otro es el cuerpo. Eugenio Díaz

Lo imaginario es el cuerpo. Silvia Grases

El hombre tiene un cuerpo. Susana Brignoni

La mujer no existe. José Ramón Ubieto

A la mujer se la difama. Jorge Sosa

No hay relación sexual. Gabriela Galarraga

Haiuno. Neus Carbonell

Todo el mundo es loco, es decir, delirante. Pepa Freiría

El ser sexuado sólo se autoriza por sí mismo... y algunos otros. Enric Berenguer

NOTA INTRODUCTORIA

CLAUDIA GONZÁLEZCompiladora

Quiero expresar mi agradecimiento a quienes en aquel momento eran coordinadores y al asesor de la Sección Clínica de Barcelona, que confiaron en la organización del ciclo de conferencias: Marta Serra, Vicente Palomera y Miquel Bassols. También a quienes me acompañaron en la comisión de organización esos tres años: Pepa Freiría, Rosa Godínez, Karina Piluso, Judith Robles y Sònia Sola.

Los textos recogidos en este volumen fueron, originalmente, una serie de conferencias pronunciadas en el marco del ciclo de la Sección Clínica de Barcelona entre los años 2017 y 2020. El título Aforismos lacanianos ponía de relieve la existencia de frases, extraídas de la enseñanza de Lacan, muy conocidas, no sólo entre los que conocemos el psicoanálisis lacaniano de cerca, sino también en otros ámbitos: el arte, la filosofía, la educación, la universidad.

En un principio, el ciclo de conferencias iba a durar un curso, pero atrajo a tanto público y fue tan dinámico —o quizás sería mejor decir participativo— que decidimos ampliarlo un curso más y luego, otro más. Nuestro objetivo era profundizar en esos enunciados (usados a veces al vuelo, sin saber muy bien lo que significan o lo que implican) e intentar discernir lo que querían decir, mostrar el mundo en ellos escondido. Fue así como cada conferencista situó el aforismo en cuestión en el momento de la enseñanza de Lacan en que este fue pronunciado y desarrolló el tema con la indicación o petición por mi parte, como responsable del espacio, de dirigirse al público en general y no al más específico, el de quienes constituimos el Campo Freudiano y seguimos y estudiamos los textos y seminarios de Lacan. El resultado fue gratificante y pensamos que, por tanto, debíamos recoger esos trabajos, darles forma de texto y hacerlos circular bajo el mismo título que había tenido el ciclo de conferencias, como libro.

Dos meses antes de las últimas dos conferencias (las que debían haber tenido lugar en marzo y abril de 2020) el real de la pandemia lo paralizó todo, de modo que no fueron pronunciadas, ni presencial ni virtualmente. La importancia de los aforismos que estaban programados en aquellas fechas merecía que se incluyeran también en el volumen. Se trata de «Hay Uno», de Neus Carbonell, y «El ser sexuado no se autoriza sino de sí mismo», de Enric Berenguer.

El propio proyecto de escritura de las conferencias para transformarlas en textos propios de un libro fue atravesado por la COVID-19, que ralentizó la, en aquel entonces, incipiente edición. Las librerías y editoriales —no sólo eso— estaban todas cerradas. Atravesamos casi un año de muchas incertidumbres. Retomamos la edición cuando las circunstancias lo permitieron. Y, aquí está. El lector tiene en sus manos un libro concebido no exclusivamente para psicoanalistas sino también para todo aquel que quiera entrar en los laberintos del psicoanálisis y que, como Borges, a veces piense: «En ese delicado laberinto no me fue dado penetrar».1 Este libro es una puerta.

A veces, se necesita salir de la repetición para que algo caiga o adquiera un sentido, un nombre nuevo. Es lo que pretende Aforismos lacanianos con cada uno de los enunciados escogidos: salir de la repetición de ciertas frases que podrían parecer hechas, eslóganes, tautologías. Si bien no se trata de un psicoanálisis para todos ni de un psicoanálisis for dummies, sí es una invitación a conocer a Lacan de una manera inédita.

1. Borges, J.L., Nihon.

PRÓLOGO

GUSTAVO DESSAL

La idea que condujo a este libro es tan ingeniosa y brillante como el tema del que se ocupa. A partir del curso 2017-2018 y durante tres años, la Sección Clínica de Barcelona organizó un ciclo abierto de conferencias dedicadas a determinadas frases en la obra de Lacan que poseen una virtud aforística. Que yo sepa, es la primera vez que se propone una experiencia de transmisión de la enseñanza de Lacan siguiendo el hilo conductor de esos aforismos. Este libro, que reúne el contenido de dicho ciclo, tiene el acierto de presentarnos una manera inédita de referirse a un gran número de conceptos y nociones de Jacques Lacan. Cada aforismo es la oportunidad de capturar una o más piezas esenciales de la obra lacaniana, y todos juntos brindan al lector una aproximación a la enseñanza de quien no sólo renovó de manera decisiva el discurso y la práctica del psicoanálisis, sino que también aportó algunas claves indispensables para abordar los síntomas de la civilización.

No existe un acuerdo consensuado sobre cuál sería la lista, por así decirlo, de los aforismos que Lacan nos ha dejado. «El deseo es el deseo del Otro» ¿habría merecido figurar en el libro? Tal vez, pero tampoco se trata de hacer un concurso de cuántos aforismos podrían contarse, porque —como veremos— no es tan sencillo decidirlo. Ni siquiera fue Lacan quien calificó de este modo afirmaciones tales como: «La verdad tiene estructura de ficción», o: «No hay Otro del Otro». Pero aun así, esos aforismos existen, son parte indiscutible del made in Lacan, un rasgo de estilo que ha dejado una huella profunda en los miles de analistas de todo el mundo que seguimos su orientación. Freud, conforme a su época, se caracterizó por la elegancia y la fina ironía. Lacan por la provocación y —quién sabe— tal vez haya que remontarse a su temprano vínculo con el movimiento surrealista para encontrar una de las posibles fuentes de ese espíritu a veces burlón y desafiante que palpita en sus aforismos.

La serie que el lector encontrará a continuación no pretende ser exhaustiva ni totalizadora, aunque recoge con gran cuidado los aforismos más célebres. Los autores han puesto un riguroso esmero en trabajar cada uno de ellos y extraer la asombrosa potencia que encierran. Que una breve frase, incluso compuesta por una sola palabra («Haiuno») permita desplegar tal cantidad de hilos conceptuales y formar con ellos una trama que cubre una parte principal de la teoría, demuestra hasta qué extremo Lacan encuentra su merecido lugar entre los grandes genios del siglo XX, aquéllos que nos han dejado un material inagotable e imperecedero con el que proseguir el entendimiento de los asuntos humanos.

El aforismo lacaniano tiene la propiedad de condensar simbólico, imaginario y real con una notable economía de medios. Un enunciado simbólico que despierta de inmediato connotaciones imaginarias, propicias al malentendido, pero que no yerran al producir en quien lo lee o lo escucha una resonancia que bien podemos considerar real, en la medida que conmueve lo más íntimo de cada uno. Pero con todo, el aforismo lacaniano puede gastarse. Su repetición excesiva lo desvitaliza, de allí la importancia de haber vuelto a ellos para pensar de nuevo qué es lo que en verdad decimos cuando los pronunciamos o escribimos, admitiendo que es recomendable no pretender agotar su sentido.

Cada aforismo tiene su propio contexto en la cronología de la obra de Lacan, pero es un gran mérito de todos los autores convocados haber trascendido esa cronología y lograr que vibren momentos muy distintos de la enseñanza lacaniana, recordándonos que ésta no constituye una línea progresiva, sino que procede mediante inversiones dialécticas, contraproposiciones, resignificaciones, operaciones que tejen y destejen constantemente los problemas cruciales del psicoanálisis. Esos problemas siguen abiertos y mantienen así su plena vigencia.

El aforismo es polisémico, en ocasiones neológico, como un S1 solo. Y, siguiendo la comparación con el modelo de la cadena rota en la psicosis, comporta a la vez un exceso de sentido y un vacío enigmático. Tomado de manera aislada, dice mucho y a la vez nada. Para descifrarlo es preciso un esfuerzo, lo cual exige a su vez la condición de la transferencia. Hay que suponer en ellos un saber para amarlos, y por lo tanto disponerse a ese esfuerzo. De lo contrario, incluso un intelecto destacado los desdeñaría. Lo que no puede negarse es que los aforismos de Lacan se inscriben en la memoria de un modo indeleble. Basta oírlos o leerlos una sola vez para que ya no puedan olvidarse, y esto es un índice de su capacidad para alcanzar un real. Sólo la comunidad analítica es responsable de que se repitan como eslóganes o, por el contrario, se empleen como pequeños faros que nos guíen en la navegación de esas aguas que Lacan nunca dejó de agitar. Este libro está destinado a impedir, o al menos reducir, el riesgo de su estandarización.

La mayor virtud de cada uno de estos aforismos es que su alcance sobrepasa la intención de su autor al acuñarlos. La equivocidad, el efecto de sorpresa, la aparente insensatez (¿a quién se le ocurre decir que «la mujer no existe»?) son algunas de sus propiedades. Hechos para producir en ocasiones la perplejidad (¿qué es eso de que «la relación sexual no existe»? ¿Acaso una broma?), no cualquier frase de Lacan, por más rica, expresiva o incluso impactante que sea, se ha convertido en un aforismo. A la manera del chiste, es el obligado pasaje por el lugar del Otro (la comunidad de los analistas) lo que sanciona un aforismo como tal. No es sencillo saber cómo ha obrado ese pasaje, pero sí podemos asegurar que un aforismo no es una definición. «Un significante es lo que representa a un sujeto para otro significante» es una definición que ha hecho historia, pero no es un aforismo. El aforismo no define nada. Afirma algo por alusión, empleando a menudo y de forma intencionada las derivas del malentendido, evitando siempre que su verdad se deje atrapar con facilidad. Si bien el aforismo no define nada, sin embargo, contiene docenas de definiciones escondidas. Cada uno de los artículos ha sido elaborado para sacar a la luz la magnitud de teoría que encierran, y recordarnos el compromiso de no ceder a la tentación de convertirlos en signos de comunicación, en códigos que los lacanianos intercambiaríamos para hacernos creer a nosotros mismos que sabemos de qué estamos hablando.

«EL INCONSCIENTE ESTÁ ESTRUCTURADO COMO UN LENGUAJE»2

MARIO Izcovich

Me parece una idea muy interesante la de poner a trabajar los aforismos de Lacan. Es un desafío para los psicoanalistas, una forma de vivificar frases que fácilmente podrían convertirse en langue de bois,3 es decir, una manera de hablar que excluye a quien no la habla, ya que no se sabe lo que se dice.

Evidentemente, con su estilo Lacan buscaba que sus lectores se pusieran a trabajar. Sin embargo, el riesgo existe, y no es otro que el de convertir estos aforismos en frases que no dicen nada. Sólo para iniciados. Una manera de hablar compartida, parroquial, muchas veces sin saber de qué se habla, y en la que se generan equívocos.

Esto es especialmente complicado cuando uno se inicia en el estudio del psicoanálisis. A todos nos ha ocurrido: hemos sentido el efecto de leer algo que de entrada parece incomprensible. Esto requiere de un tiempo de comprender, de paciencia, pero este tiempo de comprender también requiere un trabajo, preguntar, preguntarse.

¿En definitiva, qué es leer sino interpretar? La lectura nunca es literal.

Nos sirve como ejemplo la larga tradición de la interpretación en el judaísmo, del cual bebe el psicoanálisis. De entrada, está la ley escrita (Torá). Y posteriormente los sabios judíos escribieron el Midrash y el Talmud. En el primer caso, se trata de interpretaciones de la lectura de los textos sagrados; en el segundo, de diferentes opiniones y discusiones sobre los mismos. Es una práctica que llega hasta nuestros días: cada viernes, en las sinagogas de todo el mundo, se sigue la tradición de interpretar y de comentar una porción del texto bíblico. Interpretación que puede ser debatida. Este es el sentido de la interpretación al leer. Supone, en definitiva, interrogar el texto, ponerlo en cuestión.

Hay, pues, dos dimensiones de la interpretación. Por un lado, hay un saber que se comparte entre muchos, y a la vez otra dimensión que no es sino el efecto del aforismo en cada sujeto, que resuena y difiere en cada uno, como también resuena en el judaísmo. En esta lectura, se trata de la lectura del sujeto, que para cada uno puede ser diferente. El texto cobra vida a través de ella.

En definitiva, ¿no es ésta la forma del psicoanálisis de acercarse a su objeto de estudio? Es decir, a través de la letra, su lectura y la interpretación. Por tanto, propondré en este breve texto mi interpretación, que no es otra cosa que mi lectura posible del aforismo en cuestión: «El inconsciente está estructurado como un lenguaje».

Los antecedentes: la vuelta a Freud

Es necesario contextualizar este aforismo en la enseñanza de Lacan. Muchos de sus conceptos se desarrollan, en algunos casos se matizan, en otros evolucionan a lo largo de su enseñanza. Se trata de entender el aforismo confrontándolo con estos distintos tiempos.

De entrada, el aforismo que comentaremos plantea las relaciones entre inconsciente, estructura y lenguaje y, por extensión, las relaciones entre significante y sujeto. Conceptos, todos ellos, centrales y muy ligados en la teoría lacaniana, y que evidentemente responden a la lectura que Lacan hizo de Freud, lo que él dio en llamar la operación del «retorno a Freud», cuestionando el desvío de la doctrina psicoanalítica por parte de los posfreudianos.

Su teoría del significante, que se apoya en el estructuralismo de su época, es central para entender esta frase tal cual él la enuncia por primera vez. Hablamos de Francia en los años sesenta del siglo pasado, con el auge de fondo del estructuralismo. Lacan, así, se interesó por la lingüística, en particular por Ferdinand de Saussure con su Curso de Lingüística general, también por los desarrollos que hizo del mismo Roman Jakobson y por Claude Lévi-Strauss.

Como lo explica Jacques-Alain Miller, esta es la tríada en la que se apoya a comienzos de su enseñanza. El estructuralismo es pues lo que estará como telón de fondo de la definición cuando Lacan enuncia esta frase en aquel entonces. Luego veremos cómo, en su última enseñanza, esto cambia, ya que entonces se distancia del estructuralismo.

¿A qué inconsciente hace referencia Lacan con esta frase? Evidentemente, no se trata del inconsciente de los románticos del siglo XIX, ni del de algunos neurocientíficos que en la actualidad hablan de inconsciente, buscan localizarlo en el cerebro y hasta dicen que tiene una función interpretativa, como lo señala Jordi Camí cuando, en una entrevista, dice: «El cerebro interpreta sin cesar (mediante las memorias), y anticipa sin cesar (en base a las memorias), eso es un proceso inconsciente».4

¿Es el inconsciente al que aquí se refiere Lacan el mismo que Freud desarrolló? Jaques-Alain Miller responde a esto cuando distingue el inconsciente freudiano del lacaniano, el «nuestro»,5 o sea que no se trata del mismo inconsciente.

No se trata de un inconsciente hecho de sustancia, ni la sede de los instintos. Ésta es, probablemente, la mayor impronta del estructuralismo en Lacan. Como señala Miller: «la futura escritura del sujeto lacaniano $ escribe este vacío del inconsciente».6 Así, vacío, discontinuidad, son claves para entenderlo. Una diferencia fundamental, que nos puede ayudar a precisarlo, tiene que ver con las relaciones entre inconsciente y sujeto. Ya veremos como la introducción de la noción de Sujeto como efecto de la cadena significante es clave en la definición del inconsciente lacaniano.

Propongo, pues, pensar la frase de la que nos ocupamos con relación a tres momentos de la teoría lacaniana, tres escansiones. Un primer tiempo, a partir de la lectura que Lacan hace del inconsciente freudiano en «Función y campo de la palabra»y en«La instancia de la letra»; un segundo momento, cuando dicta el Seminario 11, Los Cuatro Conceptos del Psicoanálisis, en el que enuncia por primera vez la frase como tal; y, finalmente, el tercer tiempo, en el Seminario 20, Aún, cuando establece la diferencia entre lenguaje y la lalengua (lalangue).

Si bien, de entrada, en su enseñanza, la frase en cuestión no está enunciada tal como la conocemos, el modo en que Lacan lee a Freud nos hace pensar que la tesis que implica sí está efectivamente presente.

En «Función y campo de la palabra», texto presentado en el Congreso de Psicoanálisis de Roma en 1953,hay una crítica de Lacan a los psicoanalistas que se alejaron de Freud. Especialmente en los Estados Unidos, donde se centraron mucho en las teorías de la comunicación y del comportamiento.

Lacan señala allí: «Afirmamos por nuestra parte que la técnica no puede ser comprendida, ni por consiguiente correctamente aplicada, si se desconocen los conceptos que la fundan. Nuestra tarea será demostrar que esos conceptos no toman su pleno sentido sino orientándose en un campo del lenguaje, sino ordenándose a la función de la palabra».7

Lacan devuelve toda la importancia de la doctrina a la noción de inconsciente y a la función de la palabra para el psicoanálisis. En ese momento, Lacan da una definición precisa de inconsciente, relacionada con «lagunas en el discurso, con aquello que interrumpe cierta continuidad».8 Lo inconsciente aquí, para Lacan, tiene que ver con lo que él señala como «la verdad que puede volverse a encontrar; lo más a menudo ya está escrita en otra parte».9

Es decir, han quedado marcas en el cuerpo, en el decir y en los recuerdos, que cobran el estatuto de formaciones del inconsciente. Estas marcas siguen una lógica. Es lo que concluye cuando, hablando del síntoma y siguiendo a Freud, señala: «queda ya del todo claro que el síntoma se resuelve por entero en un análisis del lenguaje, porque él mismo está estructurado como un lenguaje, porque es lenguaje cuya palabra debe ser liberada».10

Vemos como esta frase es precursora de la fórmula que hoy comentamos y prepara el terreno. Decir que el síntoma está estructurado como un lenguaje, en efecto, es equivalente a decir que el inconsciente del significante, de la metáfora y de la metonimia, del desplazamiento y de la condensación está estructurado como un lenguaje. Más adelante, al final de «La instancia de la letra», leemos: «el síntoma es una metáfora».11 Y es metáfora porque, siguiendo a Freud, el mecanismo que opera en él es el de la condensación. El síntoma, en su vertiente simbólica, esconde una verdad del sujeto. Podemos decir que se trata del Lacan más freudiano, que se apoya en su lectura de Psicopatología de la vida cotidiana, El Chiste y su relación con el inconsciente y La Interpretación de los sueños. Nos referimos concretamente alos desarrollos de Freud sobre la lógica del inconsciente y los mecanismos con los que opera, el llamado proceso primario, que consiste en dos operaciones, el desplazamiento y la condensación, presentes en lo que él llamó las formaciones del inconsciente: los síntomas, los sueños, el chiste y los lapsus.

En 1957, Lacan ya nos da claramente una pista de la fórmula que nos concierne cuando dice: «es toda la estructura del lenguaje lo que la experiencia psicoanalítica descubre en el inconsciente».12 Para Lacan, así pues, el lenguaje preexiste al sujeto. Y, siguiendo a Freud, muestra cómo la lógica del inconsciente está articulada y ligada a la lógica del significante. Va más allá de esto y en relación con los procesos primarios introduce dos figuras de la retórica, la metáfora y la metonimia, que dan cuenta de los conceptos freudianos de condensación y desplazamiento. Esto le sirve para mostrar la incidencia del significante sobre el significado. Para ello se apoya en Jakobson, quien desde la lingüística explica de qué modo al hablar se ponen en juego dos dimensiones, la de la sustitución (eje paradigmático) y la de la contigüidad (eje sintagmático) La diferencia aquí, para Lacan, reside en la prevalencia del significante. De manera que en el síntoma como metáfora lo que opera es una sustitución, algo queda oculto bajo la operación significante. Un significante reemplazado por otro significante.

El inconsciente está estructurado

Con el Seminario 11, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis,se inicia una nueva época en la enseñanza de Lacan y su relación con el psicoanálisis. Es el tiempo de su alejamiento de la IPA (Asociación Internacional de Psicoanálisis), lo que él llamó «la excomunión». Lacan había sido marginado porque ponía en cuestión parte del andamiaje de la IPA. Cuestiones de técnica, pero fundamentalmente de doctrina y de política.

La expresión «excomunión» proviene de una práctica de las religiones cristiana y judía por la que se margina a una persona durante un tiempo, pero sin expulsarla de la comunidad. El caso paradigmático que usa Lacan a modo de analogía es el del filósofo judío Baruch Spinoza, quien fue excomulgado por la comunidad judía en Ámsterdam debido a sus ideas. Especialmente por hacerlas públicas.

Lacan dedica este seminario a transmitir lo que considera los fundamentos del psicoanálisis. Podemos pensar que es su manera de establecer su posición respecto a la IPA, su respuesta a aquella «excomunión». En el fondo, no es más que su intento de responder a una pregunta central, tal como él mismo lo señala: «estoy aquí, en la postura que es la mía, para presentar siempre la misma pregunta: ¿qué es el psicoanálisis?».13

Para ello se apoyará en lo que él definió como los cuatro conceptos freudianos principales: el inconsciente, la repetición, la transferencia y la pulsión. Es en la primera parte de este seminario donde se plantea la cuestión del inconsciente.En la clase del 22 de enero de 1964,su objetivo no es otro que el de definir el concepto de inconsciente. Con este fin, habla de la palabra como instrumento. Es a la palabra, definida a partir de la noción de significante, a lo que recurrirá para especificar de qué inconsciente habla.

Recuerda que en su enseñanza anterior ha devuelto a la palabra su lugar central en la doctrina psicoanalítica.Luego introduce la fórmula, tal como la conocemos, que hemos aislado como aforismo: «La mayoría de esta asamblea posee algunas nociones de lo que enuncié, es decir, el inconsciente está estructurado como un lenguaje, que remite a un campo que en la actualidad nos es mucho más accesible que en los tiempos de Freud».14

Para explicar esta fórmula se apoya en el antropólogo estructural Claude Lévi-Strauss, quien en su libro ElPensamiento Salvaje muestra cómo los significantes, con sus oposiciones y sus relaciones entre ellos, preceden al sujeto. A esto se refiere Lacan cuando, apoyándose en el antropólogo francés, señala: «La naturaleza proporciona, por decirlo con su palabra, significantes, y estos significantes organizan de un modo inaugural las relaciones humanas, proporcionan sus estructuras, y las modelan».15

Pero a esto Lacan le añade la noción de una hiancia, es decir, un corte, que se produce y que tiene efectos. En relación con esto explicará el sentido evanescente con que se manifiesta el inconsciente en esta hiancia. Es decir, como algo efímero, pasajero. Y nos da una fórmula que precisa más su concepto de inconsciente: «Así el inconsciente se manifiesta siempre como lo que vacila en un corte del sujeto —de donde vuelve a surgir un hallazgo, que Freud asimila al deseo— deseo que situaremos provisionalmente en la metonimia descarnada del discurso en cuestión en que el sujeto se capta en algún punto inesperado».16

Miller, en relación con este punto, señala: «la elección primera de Lacan es de entrada ésta: el inconsciente freudiano —ésta es la novedad— es vacío. No es una reserva de imágenes».17 Luego añade precisamente que decir del inconsciente que está estructurado «ya determina su vacuidad: no es reserva, no está constituido por ninguna realidad».18

Así, el estructuralismo ayuda a Lacan a pensar una versión del inconsciente distinto al sustancialismo del Romanticismo (previo a Freud). El estructuralismo plantea las cosas desde una perspectiva binaria, de oposiciones, y lo importante son las relaciones entre estas oposiciones. En el estructuralismo, entonces, las cosas cobran importancia en función de su lugar en la estructura. En el caso de la lingüística estructural, en la que se apoya Lacan, los significantes tienen efecto de significado (sentido) en función de su lugar en la estructura. Entre ambos, significante y significado, hay una barrera que franquear.

Sin embargo, tal como ya lo señalamos, Lacan se separa de los estructuralistas cuando introduce la noción del sujeto. De manera que el sujeto es efecto de las relaciones de la estructura, efecto de la cadena significante. Y no su causa.

Como señala Miller: «Entonces, lo que diferencia decididamente la estructura de Lacan de la de los estructuralistas, es que, para él, ella no es una construcción. En tanto la estructura es la del lenguaje, preexiste a cada uno, a cada nacimiento de aquellos que van a tener que hablar; ella preexiste, y en tanto tal, es causa, es decir que tiene efectos».19

Del lenguaje a lalengua

En 1972, en el Seminario 20, Aún, se produce un viraje en la enseñanza de Lacan. Es el tiempo de lo que Miller llamó la «última enseñanza» de Lacan. El concepto del goce y su relación con el significante, así como su relación con el cuerpo, se convierten en cuestiones centrales. El registro de lo simbólico deja de ser lo prevalente. Esto pone en cuestión la idea de un psicoanálisis que sólo se interesa por lo simbólico, el acento está más bien en los efectos de lo real y cómo éste puede ser tratado. El concepto de estructura ya no tiene el mismo peso. Lacan se aleja de la lingüística y del estructuralismo.

A partir de este seminario, el aforismo que nos concierne ha de ser leído de otra manera. Especialmente a partir de la introducción del concepto de «lalengua» (lalangue). La idea de inconsciente cambia también con la introducción, en la misma época, del concepto de parlêtre (hablaser). Lacan propone este concepto como lo que viene en el lugar del inconsciente freudiano, cuando dice, en el Seminario 23, El Sinthome: «en el sujeto que tiene su soporte en el parlêtre, que es eso que designo como el inconsciente».20

De manera que ahora la definición del inconsciente se centra en las relaciones entre el lenguaje y lalengua, puestos en tensión de un modo que es inseparable de la noción de parlêtre. En la segunda clase del Seminario 20, que Lacan dedica, rindiéndole homenaje al lingüista y amigo suyo Roman Jakobson, retoma las relaciones entre inconsciente y lenguaje y se distancia de él. Para Jakobson, todo lo que es lenguaje pertenece a la lingüística. Lacan señala que el lenguaje, en su relación con el sujeto y con lo inconsciente, es de otro orden. Así, se separa de su antiguo referente creando un neologismo, al plantear que el campo del psicoanálisis es el de la «lingüistería».21 Y refuerza lo que dice planteando una relectura de la fórmula aforística que estamos comentando: «Mi decir que el inconsciente está estructurado como un lenguaje, no pertenece al campo de la lingüística».22

Vemos como hay una diferencia en el uso que hace del término «lenguaje» con respecto al de los lingüistas. Esta distinción se basa en el nuevo acento que da al concepto de inconsciente en su fórmula. Lo cual plantea la pregunta de cuál es lenguaje del que habla Lacan ahí. Ya no se trataría de un lenguaje que sirve como comunicación. En este seminario, precisamente, critica a los teóricos de la escuela de Palo Alto (Gregory Bateson) y su Teoría de la Comunicación. En la última clase del Seminario 20, Aún, Lacan dice: «Lalengua sirve para otras cosas muy diferentes de la comunicación. Nos lo ha mostrado la experiencia del inconsciente, en cuanto está hecho de lalengua, esta lalengua que escribo en una sola palabra, como saben, para designar lo que es el asunto de cada quién, lalengua llamada, y no en balde, materna».23

Hasta ese momento, con la noción de lenguaje, la definición del «inconsciente estructurado como un lenguaje» podía aspirar a cierta generalización, al introducir la dimensión de las leyes generales del lenguaje. Si bien el sujeto estaba supuesto, no se especificaba su lugar. Con la lalengua, la fórmula que comentamos cobra el valor de lo propio de cada uno. Así, el lenguaje se separa de lalengua, quedando del lado del saber científico que excluye al inconsciente. Lacan dice al respecto: «El lenguaje sin duda está hecho de lalengua. Es una elucubración de saber sobre lalengua».24

Lacan introduce entonces una novedad, nos habla del inconsciente como un saber, pero no en un sentido simbólico sino como una habilidad, un saber hacer (savoir y faire) con lalengua, y señala: «Lalengua nos afecta primero por todos los efectos que encierra y que son afectos. Si se puede decir que el inconsciente está estructurado como un lenguaje es por el hecho mismo de que los efectos de lalengua, ya allí como saber, van mucho más allá de todo lo que el ser que habla es capaz de enunciar».25

Lalengua se sitúa en el nivel del S1 que produce un saber, que es el S2. Hay, entonces, una relación entre lalengua e inconsciente, o más bien entre lalengua y el parlêtre. En tanto hay efectos que resultan enigmáticos y que afectan al cuerpo y al goce.

Así concluye Lacan lo que podríamos considerar su última reformulación del aforismo sobre el que hemos trabajado. Con un camino que va del lenguaje a lalengua, como lo más singular de cada uno. Nos dice: «el inconsciente [...] no puede estructurarse sino como un lenguaje, un lenguaje siempre hipotético respecto a lo que lo sostiene, a saber, lalengua».26 De este camino que va del inconsciente al parlêtre, Jacques-Alain Miller, en su presentación del tema del X Congreso de la Asociación Mundial de Psicoanálisis en Río de Janeiro, señaló: «Esta metáfora, la sustitución del inconsciente freudiano por el parlêtre lacaniano fija un destello. Propongo tomarla como índice de lo que cambia en el psicoanálisis en el siglo XXI, cuando debe tener en cuenta otro orden simbólico y otro real, distintos de aquellos sobre los cuales se había establecido».27

2. Lacan, J., El Seminario, libro 11, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Paidós, Buenos Aires, 1987, p. 28.

3. «Lengua de madera»: expresión francesa que entre otros sentidos describe el uso de una serie de frases o palabras que no quieren decir nada o que suponen el desconocimiento de lo que se está diciendo, dejando a la audiencia sin saber el significado. Tiene su origen en la forma de hablar de los dirigentes estalinistas en la época de la URSS.

4. Camí, J., “La realidad es una construcción mental”, https://www.lavanguardia.com/lacontra/20181127/453194729147/la-realidad-es-una-construccion-mental.html, 27 de noviembre de 2018.

5. Lacan, J., El Seminario, libro 11, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, op. cit., p. 25. “El inconsciente freudiano y el nuestro” es el título que da Jacques-Alain Miller a la segunda lección del seminario.

6. Miller, J.-A., “S’truc dure”, Matemas II, Manantial, Buenos Aires, 1988, p. 97.

7. Lacan, J., “Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis”, Escritos 1, Siglo XXI Editores, México, 1984, p. 236.

8. Ibíd., p. 248.

9. Ibíd., p. 249.

10. Ibíd., p. 258.

11. Lacan, J., “La instancia de la letra en el inconsciente o la razón desde Freud”, Escritos 1, Siglo XXI Editores, México, 1984, p. 508.

12. Ibíd., p. 508.

13. Lacan, J., El Seminario, libro 11, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, op. cit., p. 11.

14. Ibíd., p. 28.

15. Ibíd., p. 28.

16. Ibíd., p. 31.

17. Miller, J.-A., “S’truc dure”, Matemas II, op. cit., p. 96.

18. Ibíd., p. 104.

19. Ibíd., p. 102.

20. Lacan, J., El Seminario, libro 23, Le Sinthome, Paidós, Buenos Aires, 2006, p. 56

21. Lacan, J., El Seminario, libro 20, Aún,Paidós, Buenos Aires, 1992, p. 24.

22. Ibíd., p. 24.

23. Ibíd., p. 166.

24. Ibíd., p. 167.

25. Ibíd., p. 168.

26. Ibíd., p. 168.

27. Miller, J.-A., «El inconsciente y el cuerpo hablante», Revista Freudiana, nº 72, 2014, p. 13.

«NO HAY METALENGUAJE»

DANIEL CENA

«No hay ningún metalenguaje en el sentido de que nunca se habla más que a partir de la escritura»28

J. Lacan

La verdad y el metalenguaje

El concepto de metalenguaje no pertenece el campo psicoanalítico, sino al discurso de la ciencia y, más precisamente, al espíritu científico del empirismo lógico. Con él se define un lenguaje que se usa para hablar de otro lenguaje, llamado lenguaje objeto.

La creación del concepto de metalenguaje es atribuida al lógico matemático Alfred Tarski, quien lo emplea por primera vez en una ponencia ante la Sociedad Científica de Varsovia en el año 1931. Tarski sostiene que la verdad es indefinible en el lenguaje que se habla, de ahí la necesidad de utilizar un lenguaje formalizado: «El problema de la definición de la verdad cobra un significado esencial y se puede solucionar de forma rigurosa sólo para aquellos lenguajes que tengan una estructura exactamente especificada. Con respecto a otros lenguajes, a saber, todos los lenguajes naturales “hablados”, el significado del problema es más o menos vago y su solución puede ser únicamente aproximada. Hablando a grandes rasgos, la aproximación consiste en sustituir un lenguaje natural (o una parte en la que estemos interesados) por otro lenguaje cuya estructura esté perfectamente especificada, y que se diferencie del lenguaje dado lo menos posible».29

Esta distinción también será establecida por el matemático alemán David Hilbert como diferencia entre el lenguaje objeto y el metalenguaje. Hilbert lo aplica al lenguaje sobre los fundamentos de las matemáticas y a lo planteado por el teorema de Gödel: la incapacidad que tiene un lenguaje para encontrar sus fundamentos en sí mismo. El lenguaje de las matemáticas no puede fundamentarse, por tanto, con proposiciones realizadas por sí mismo. Es necesario un lenguaje de una jerarquía superior para afirmar la validez de sus proposiciones.

Rudolf Carnap y Alfred Tarski aplicarán el concepto de metalenguaje a un campo diferente de las matemáticas, la lógica, para poder establecer el valor de verdad de las proposiciones que se expresan en un determinado lenguaje-objeto. Rudolf Carnap establecerá una distinción entre dichos lenguajes en su obra La sintaxis lógica del lenguaje. Bertrand Russell, en 1922, en su introducción al Tractatus de Wittgenstein, indicó que con dicha distinción se inaugura una jerarquía infinita y sin límites, dando lugar a un infinito progresivo.

La extensión del concepto de metalenguaje no solo se realizará desde las matemáticas a la lógica, sino que tendrá consecuencias sobre otros campos de las ciencias humanas. La lingüística tampoco será ajena a su influencia: desde la publicación del Curso de lingüística general de Ferdinand de Saussure, aspira a definir su objeto y la utilización de un lenguaje algebraico.

Con posterioridad a la primera guerra mundial, algunos lingüistas intentaron acercar la lingüística a la lógica y a la filosofía de las ciencias, aplicando sus paradigmas neopositivistas y el formalismo que estos implicaban. Entre los más destacados, podemos mencionar a Louis Hjelmslev, Leonard Bloomfield, Zellig Harris, Noam Chomsky, Klaus Heger y Hans-Heinrich Lieb.

El aforismo «No hay metalenguaje» y la cuestión de la verdad

En la conferencia titulada «El psicoanálisis, su lugar entre las ciencias»,30 dictada en Tel Aviv, Jacques-Alain Miller hace referencia al aforismo de Lacan «no hay metalenguaje», que debemos situar en oposición a los desarrollos de los paradigmas neopositivistas, así, como a los enunciados de Karl Popper sobre la cuestión de la verdad en las ciencias aplicados al psicoanálisis.

En esta conferencia, Miller se refiere a la fórmula que nos concierne: «Este es el sentido del aforismo de Lacan por el cual no hay metalenguaje. No hay otro lenguaje que el lenguaje, la lengua materna, que hablamos. Para referirse a este lenguaje, Lacan acuñó el término lalangue, en un intento de expresarlo fuera de la gramática».31

El tema de la verdad en la enseñanza de Lacan tiene varios momentos de elaboración. De entrada, señalaremos que la verdad para el que habla tiene un carácter particular, diverso de los razonamientos de la concepción científica planteados en términos de oposición entre verdadero o falso.

En el psicoanálisis, la verdad tiene que ver con el acto de habla, en el que el hablante puede decir más allá de lo que quiere, como se evidencia en las formaciones del inconsciente: actos fallidos, lapsus, chistes, etcétera. Es una verdad que desenmascara las intenciones del yo evidenciado otra dimensión, nombrada por Freud como el inconsciente.

La verdad para el sujeto hablante es siempre fugaz y relativa al momento en que se enuncia, siempre es una verdad a medias, ya que no hay palabra final que haga del discurso una totalidad. Esta idea no es del todo ajena a la posición de Tarski, quien había señalado el carácter indefinible de la verdad en el lenguaje que se habla.

La primera referencia de Lacan al metalenguaje es del año 1956, en un comentario acerca de la función metalingüística del lenguaje, definida por Roman Jakobson en estos términos: «Todo lenguaje implica un metalenguaje».32 En 1960, al referirse al Otro como lugar del significante, Lacan afirma que ningún enunciado tiene otra garantía que su propia enunciación, lo que supone que no hay un metalenguaje que pueda ser hablado. Podemos vincular esto con otra fórmula suya a la que vuelve en más de una ocasión: «No hay Otro del Otro».

En el Seminario 12, titulado Problemas cruciales para el psicoanálisis, Lacan se refiere otra vez al tema del metalenguaje en el contexto de la elaboración de la verdad, aseverando que la verdad funciona como causa del que habla o, dicho de otro modo, la «verdad» se expresa a través de las formaciones del inconsciente. Ningún metalenguaje es capaz de decir la verdad sobre la verdad. En la lección del 9 de diciembre de 1964, vuelve a considerar el metalenguaje a partir de Bertrand Russell y su concepción del lenguaje entendido como un entramado de metalenguajes.

Lacan sostiene que hay un nivel que los lógicos no conciben: aquél en el que el lenguaje es en sí mismo un objeto puro:

Esto no es nuestro asunto. Lo que sí es asunto nuestro es el análisis que Bertrand Russell hace del lenguaje. Hay más de sus obras a las que pueden remitirse, les digo una que actualmente está por todas partes [...] Significación y verdad, publicada en Flammarion. Allí verán que, al interrogar las cosas bajo el ángulo de esta pura lógica, Bertrand Russell concibe el lenguaje como una superposición, un andamiaje con un número indeterminado de metalenguajes sucesivos. Cada nivel proposicional está subordinado al control en un escalón superior, donde la proposición es retomada, y, como proposición primera, puesta en cuestión. Lo estoy esquematizando, por supuesto. Considero que esta obra es ejemplar [...] por el hecho de que, al llevar hasta su extremo lo que llamaré la posibilidad misma de una metalengua, demuestra su absurdo. Precisamente por eso, porque sin la afirmación fundamental de la cual partimos aquí —no hay metalenguaje— no existiría el problema de las relaciones del lenguaje con el pensamiento, el lenguaje con el sujeto. Toda clase de abordaje, también el abordaje estructuralista en lingüística, está incluido en esto, incluso depende de esto, le es secundario, está en pérdida con respecto a un uso primero y puro del lenguaje. Todo desarrollo lógico, cualquiera que sea, supone un lenguaje en el origen, del cual se ha desprendido. Si no nos sostenemos firmes en ese punto de vista, todo lo que planteamos aquí como problema, toda la topología que hemos desarrollado es vana y fútil y no importa quién —Piaget, Russell— tendría razón. El problema es que no llegan a entenderse con los otros, ninguno lo consigue.33

Dos años después, en 1966, en Baltimore, Lacan hace nuevamente referencia a la cuestión del metalenguaje al hablar del inconsciente estructurado como un lenguaje. Y aclara que «estructurado» significa discurso, significa el vocabulario, el lenguaje que cada sujeto emplea efectivamente:

Entre los filósofos presentes en mi seminario parisino, algunos se dieron cuenta después de que no se trataba de un sublenguaje o de «otro» lenguaje, por ejemplo, de los mitos o de los fonemas, sino del lenguaje. Es increíble ver el trabajo que se tomaron todos para desplazar la cuestión. Los mitos, por ejemplo, no entran para nosotros en consideración en tanto tales, porque también están estructurados como un lenguaje, y cuando digo «como un lenguaje», esto no quiere decir como una especie particular de lenguaje, por ejemplo, el lenguaje matemático, el lenguaje semiótico o el lenguaje cinematográfico. El lenguaje es el lenguaje y solo hay un tipo: el lenguaje concreto —el francés o el inglés, por ejemplo— que habla la gente. Lo primero que debe plantearse en este contexto es que no hay metalenguaje: todos los llamados metalenguajes necesitan ser presentados con la ayuda del lenguaje. No se puede dar un curso de matemáticas poniendo únicamente letras en la pizarra. Siempre es necesario hablar un lenguaje ordinario, que se comprenda.34

La interpretación no es un metalenguaje

En el artículo «La interpretación ordinaria»,35 Éric Laurent comenta una concepción de la interpretación que estaba muy extendida en la práctica de las sociedades psicoanalíticas de la internacional. Toma un ejemplo clínico del libro de Heinz Kohut titulado ¿Cómo cura el análisis? (How does analysis cure?) donde relata un control realizado por una analista que supervisa los efectos de la interpretación, en un caso en el que se ve obligada a informarle a su paciente de que debía anular la hora de la sesión acordada. A la sesión siguiente, la analizante se mantiene callada y no responde cuando la analista le invita a hacerlo. Esta última interviene entonces interpretando el mutismo bajo los presupuestos de la teoría kleniana, escuela a la que la psicoanalista pertenece.