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En los mejores relatos del inglés William Hope Hodgson, el mar es un sitio carente de historia y casi de geografía: constituye una zona intemporal, casi metafísica. Permite el ingreso a la inmovilidad angustiosa y al horror, en lugar de a la aventura y al movimiento. Un auténtico Mar de los Sargazos que bloquea y angustia a sus marinos y al hipnotizado lector, gracias a las herramientas que después usarían con frecuencia H. P. Lovecraft y sus numerosos seguidores.
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Veröffentlichungsjahr: 2017
W. H. Hogdson
–Es el material... –dijo el anciano médico de a bordo–. El material, más las condiciones y, tal vez –agregó lentamente–, un tercer factor... sí, un tercer factor, aunque habría que ver, habría que ver...
Interrumpió su frase un poco meditabunda y empezó a cargar la pipa.
–Siga, doctor –dijimos, alentándolo, y con algo más que una ligera expectativa. Está-
bamos en el salón de fumar del San–a–lea, viajando por el Atlántico Norte; el doctor era todo un personaje. Terminó de cargar la pipa y la encendió; después se acomodó y empezó a explicarse en detalle:
–El material es inevitablemente –dijo con convicción–, el medio de expresión de la fuerza de la vida... el punto de apoyo, por decirlo así, en cuya ausencia ésta es incapaz de expresarse a sí misma o, en realidad, de expresarse en cualquier forma o modo que sea inteligible o evidente para nosotros. El papel del material en la producción de eso que llamamos Vida es tan poderoso y la fuerza de la vida está tan ansiosa de autoexpre-sarse que estoy convencido de que, dadas las condiciones correctas, ésta se manifiesta incluso a través de un medio tan poco prome-tedor como es un pedazo de madera; afirmo, caballeros, que la fuerza de la vida es a un tiempo tan ferozmente apremiante y tan in-discriminada como el fuego... el destructor; sin embargo, hay quienes empiezan a considerar a la esencia misma de la vida como exuberante... Hay aquí una exquisita parado-ja aparente –concluyó, hamacando su vieja cabeza gris.
–Sí, doctor –dije–. En resumen, usted ar-gumenta que la vida es una cosa, un estado, un hecho o un elemento, llámela como quiera, que demanda un material a través del cual manifestarse, y que dado el material, más las condiciones, el resultado es la vida.
En otras palabras, que la vida es un producto de la evolución, manifiesto a través de la materia y multiplicado a partir de las condiciones... ¿No es cierto?
–Tal como entendemos la palabra –dijo el anciano doctor–. Aunque, fíjese, podría haber un tercer factor. Pero estoy íntimamente convencido de que es una cuestión de química; condiciones y un medio adecuado, pero una vez dadas las condiciones, el animal es tan omnipotente que se aferrará a cualquier cosa en la que pueda manifestarse. Es una fuerza engendrada por las condiciones, pero, con todo, esto no nos acerca ni un milímetro a su explicación, no más que a las explicaciones de la electricidad o del fuego. Pertenecen, los tres, a las fuerzas externas: monstruos del vacío. Nada que esté a nuestro alcance puede crear alguna de ellas; nuestro poder se limita a hacer, suministrando las condiciones, para que cada una de ellas se manifieste a nuestros sentidos físicos. ¿Me explico?
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