Amo a mis hijos, pero odio ser mamá - Maritere Lee - E-Book

Amo a mis hijos, pero odio ser mamá E-Book

Maritere Lee

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Beschreibung

En este libro, Maritere Lee, psicoterapeuta panameña, rompe con el idealizado mito de la madre perfecta y deja en evidencia la cruda realidad de la maternidad moderna. Con una sinceridad sin igual, la autora explora los desafíos profundos y a menudo abrumadores que enfrentan las mujeres contemporáneas al intentar equilibrar roles tan exigentes como ser madre, profesional, pareja y mujer independiente. Desde las presiones sociales hasta los retos internos, este libro ofrece un espacio seguro para todas las madres que se han sentido ahogadas por las expectativas irreales y los sentimientos de culpa. Amo a mis hijos, pero odio ser mamá no solo desafía los estereotipos, sino que también inspira a las mujeres a abrazar su autenticidad y a encontrar un equilibrio genuino entre el amor por sus hijos y el amor propio. Es un llamado poderoso a todas las madres para que se permitan sentir, sanar y crecer en su propio viaje hacia la realización personal y el bienestar familiar.

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© 2024, Maritere Lee

© 2023, Sin Fronteras Grupo Editorial

ISBN: 978-628-7735-14-9

Edición:

Carolina Rueda

Diseño y diagramación:

Leonardo Fernández Suárez

Reservados todos los derechos. No se permite reproducir parte alguna de esta publicación, cualquiera que sea el medio empleado (impresión, fotocopia, etc.), sin el permiso previo del editor.

Sin Fronteras Grupo Editorial apoya la protección del copyright.

Diseño epub:Hipertexto – Netizen Digital Solutions

A mi querido hijo Émilien,

Gracias por ser mi mayor revolución.Llegaste a mi vida y conforme has idocreciendo me has hecho replantearmetodo en mí y en el mundo. Gracias porllevarme a sentir al extremo y con esosextremos me hiciste desarrollar unamayor empatía y conexión con todo.Gracias por ser una de mis mayoresmotivaciones y por siempre invitarme ala reflexión. Contigo descubrí lo que es elverdadero amor.Gracias por elegirme como tu mamá.

Te amo,Mamá

Contenido

INTRODUCCIÓN

CAPÍTULO I

¿Demasiado empoderadas?

CAPÍTULO II

Soltar las cargas

CAPÍTULO III

¡Qué luchona!

CAPÍTULO IV

Qué sea natural no significa que sea fácil... Ni que sea la única manera

Que sea natural

No significa que sea fácil

Ni que sea la única manera

CAPÍTULO V

Esfuerzo sin sacrificio

El equilibrio entre dar y recibir

La importancia del autocuidado

CAPÍTULO VI

El fantasma de la ruptura

CAPÍTULO VII

Manejar la culpa

Ajustarse a la realidad y tener expectativas realistas

Si vas a compararte, hazlo bien

Aprovechar el tiempo y reconocértelo

Más tiempo a los hijos y menos a la maternidad

¿Qué es el tiempo de calidad?

Ayuda en el cuidado

Hablar con sinceridad

La angustia: ¿qué es lo que necesita nuestro hijo?

El miedo de ser insuficiente

Las tradwives y la libertad de elección

CAPÍTULO VIII

Lo que ven nuestros hijos

La maternidad tóxica

CAPÍTULO IX

Conclusiones

Mis conclusiones

INTRODUCCIÓN

En mis libros anteriores, Una cita contigo misma y Contigo fui todo menos yo, me concentré en las relaciones “amorosas”, en particular en los efectos de las relaciones tóxicas. En ellos exploré cómo reconocerlas, identificar cuándo es momento de huir y cómo sanar después de una ruptura.

Una de mis motivaciones para escribirlos fue identificar lo difícil que es para muchas personas hablar del tormento que viven cuando están encerradas en una mala relación o cuando no encuentran el camino para seguir adelante. Mi experiencia como terapeuta me ha mostrado que una de las barreras para hablar del tema son los sentimientos de culpa y vergüenza.

Estos mismos sentimientos son los que ahora me motivan a escribir este nuevo libro que tienes en tus manos, pero esta vez quiero adentrarme en un mundo del que he descubierto que es mucho más difícil de hablar: la maternidad.

Ser mamá es una de las experiencias más hermosas y enriquecedoras, y esa es la parte de la que siempre hablamos, mostramos la parte bonita de la historia. Es normal hacerlo porque es un rol maravilloso y queremos compartir nuestra felicidad. Pero todas las madres sabemos que hay una cara de este rol que no es tan hermosa, y de esta faceta somos incapaces de hablar.

Nos da miedo admitir que hay momentos, y que no son pocos, en los que la maternidad se ha convertido en una carga, porque nos han hecho creer que tener esta sensación es sinónimo de ser una mala madre, de haber fracasado como mujer por no poder cumplir con aspectos mínimos para los que estamos biológicamente diseñadas. Nos da vergüenza reconocer que a veces quisiéramos tomarnos vacaciones de ser mamás, sentimos que hablar de esto sería como admitir que no amamos a nuestros hijos.

Este silencio que la sociedad nos ha impuesto y que hemos aceptado es absurdo. Todas hemos comprobado que la maternidad es agotadora. Esto se da, en parte, porque implica estar permanentemente en estado de alerta; yo nunca había estado tan hipervigilante hasta que me convertí en mamá. Ser mamá es estar constantemente tratando de que esta cría sobreviva y esta necesidad de no bajar nunca la guardia consume una gran cantidad de energía. Sin embargo, esta no es la única causa del agotamiento, a esta se suman todas las presiones sociales y las que nos imponemos nosotras mismas.

Los esfuerzos que hacemos para garantizar la supervivencia y el bienestar de nuestros hijos son necesarios y les generan beneficios a ellos y a nosotras como madres. En cambio, la energía que invertimos en responder a las presiones sociales y en cumplir con expectativas irreales no generan otra cosa que cansancio y frustraciones. La maternidad, sin duda, es un reto muy desafiante, pero no tiene que ser abrumadora. Asumir el rol de madre debería complementarnos, no anularnos.

Este libro es una invitación a explorar abiertamente esos sentimientos. En las próximas páginas quiero compartir contigo algunos de los retos que he enfrentado como mamá y los que he visto en mi consulta. Además, quiero proponerte una serie de ejercicios muy sencillos pero poderosos que te ayudarán a reconocer y analizar las particulares de tu propia experiencia.

Nos cuesta admitir nuestra vulnerabilidad, por eso callamos, por eso nos esforzamos por mostrar que todo está bien. No nos damos cuenta de que esta es la receta perfecta para que dentro de nosotras comience a desarrollarse la idea de que somos incapaces, que no somos suficientes. Esto puede alejarnos de nuestros hijos, destruir nuestras relaciones de pareja y tener impactos negativos en todas las facetas de nuestras vidas.

Leer este libro y realizar los ejercicios que te propongo no hará que la maternidad de aquí en adelante sea fácil ni evitará que lleguen esos días en los que el agotamiento parece insuperable, pero te ayudará a alivianar el peso de la culpa que acompaña el proceso. Cada kilo menos de culpa que dejes de llevar mientras recorres este camino te dejará un poco más de energía para disfrutar el amor que sientes por tus hijos y la felicidad de tenerlos en tu vida.

Bienvenida a esta comunidad de mamás que amamos a nuestros hijos, pero odiamos (a veces) ser mamás, ¡y somos capaces de admitirlo sin culpas!

CAPÍTULO I

¿Demasiado empoderadas?

El “empoderamiento femenino” se ha tomado la agenda de los medios de comunicación: basta ver la cantidad de libros, talleres, cursos, conferencias y todo tipo de publicaciones en redes sociales que, en teoría, venden las claves para disfrutar las maravillas de la liberación femenina y prometen guiar a niñas y mujeres por la senda del empoderamiento.

Este exagerado entusiasmo me produce desconfianza, tan solo leer o escuchar esa palabra me genera serios conflictos. La han utilizado demasiado, y en el camino el concepto se ha tergiversado: pasamos de entender el empoderamiento femenino como la movilización política de las mujeres por tener la igualdad de derechos para desarrollar todas sus capacidades, a entenderlo como la obligación de ser capaces con todo y asumir todos los deberes de la sociedad, tanto en el ámbito profesional como el ámbito personal, y no solo eso, lo peor es que todo lo tenemos que hacer al tiempo y todo lo tenemos que perfecto. Tenemos que satisfacer nuestras propias expectativas y, por supuesto, las de los demás, siendo hijas perfectas, madres perfectas, esposas perfectas, amantes perfectas, amigas perfectas, profesionales perfectas, trabajadoras perfectas, empresarias perfectas, amigas perfectas, vernos perfectas, ser perfectas, y hacerlo todo perfectamente bien y al mismo tiempo, y ojo, no podemos sentirnos cansadas o frustradas porque, si no, no estamos siendo lo suficientemente empoderadas.

La realidad que veo a diario en mi consulta y que yo misma he experimentado me ha mostrado que en muchos casos la “liberación”, lejos de lo que debería significar esta palabra, se ha convertido en sinónimo de “sobrecarga”.

¡Cuidado! Con esto no quiero negar la importancia de las luchas que se han dado y se siguen dando por alcanzar avances en la igualdad de derechos, ni estoy haciendo una crítica al arduo trabajo de quienes trabajan día a día por lograr un mundo más equitativo y en el que las mujeres nos sintamos más seguras y con más posibilidades. Cuando hablo de los peligros del “empoderamiento” (y por eso lo pongo entre comillas) me refiero a la proliferación del concepto de una supermujer capaz de hacerlo todo; que no solo no depende de nadie, sino que, además, no necesita a nadie.

El modelo que se vende es el de una trabajadora incansable, que controla a su gusto su tiempo, su plata y sus relaciones afectivas. Puede volver a la casa a la hora que quiera, comprarse lo que quiera y salir con quien quiera. Esta situación idealizada, al menos en la teoría, funciona de maravilla... hasta que decides reproducirte. ¡Ese es el momento en el que caes en la trampa!

No son pocas las veces que he oído en mi consulta a mujeres que se preguntan si “nos metimos en tiro en el pie”. El problema es que mientras los roles del mundo laboral y las expectativas sociales sobre las mujeres han cambiado, no lo han hecho, o no a la misma velocidad, las expectativas sobre la maternidad, así que se nos mezclan los deberes una feminidad moderna con las obligaciones de siempre de la maternidad.

En el mundo profesional se espera que las mujeres produzcan al mismo ritmo que los hombres y en muchas relaciones (cada vez más), se espera que cubran la mitad de los gastos, ya sea la cuenta de una salida o los costos de la casa cuando se vive en pareja. No es de extrañarse ver el número creciente de mujeres que deciden no ser mamás y centrarse en sus carreras. Sin duda, la sociedad ha dado un gran paso adelante en este sentido; un paso lento, hay que decirlo, porque siguen enfrentando muchos retos y en algunos espacios siguen siendo juzgadas por esta decisión. Pero a medida que se han ido superando las barreras sociales, han podido encontrar un buen balance entre las nuevas responsabilidades y la libertad asociada. Yo misma debo admitir que durante años disfruté muchísimo de esta faceta de mi vida y estaba fascinada con todos los aspectos del empoderamiento, tanto del real como del inventado por los medios de comunicación y las redes sociales.

Sin embargo, el equilibrio se rompe con la llegada de los hijos. Las expectativas no cambian, solo se suman. En el discurso de las mujeres empoderadas se espera que la maternidad no se vuelva un obstáculo para alcanzar las metas. Así que las responsabilidades sociales, personales, laborales y económicas no desaparecen; abandonar el trabajo podría ser considerado como un retroceso: no te has esforzado tanto para terminar siendo una “mantenida”. Además, en muchos hogares, el doble aporte se ha vuelto parte de la normalidad. Las más afortunadas pueden tomarse un año “sabático”, pero estos casos son un porcentaje muy bajo. He visto casos de mujeres volver al trabajo 15 días después de tener una cesárea, ya sea porque las cuentas por pagar no se detienen o porque son conscientes de que cada día adicional que pase aumenta el riesgo de que el trabajo no esté ahí esperándolas porque, en realidad, el mundo no está adaptado para las mujeres que decidimos ser madres.

Por ahora quiero centrarme solo en las expectativas de la sociedad y voy a dejar de lado los procesos biológicos y hormonales, que desarrollaré más adelante.

Volver al trabajo luego de la licencia de maternidad, independientemente de si la tomamos completa o no, implica sentirnos culpables y malas madres por no estar con nuestro hijo. En el mejor de los casos, y si tenemos las posibilidades económicas, podemos dejar su cuidado a cargo de otra persona (y cuando digo persona, me refiero casi en el 100 % de los casos a otra mujer, porque el estereotipo de la mujer cuidadora sigue prácticamente intacto). Aunque hayas “delegado” esta tarea, la mitad de tu atención sigue en la casa, pendiente de que todo esté en orden y de que tu hijo esté bien cuidado. Te encuentras en una constante lucha interna, tratando de equilibrar tus responsabilidades laborales con tu deseo de estar presente en cada momento importante de la vida de tu hijo. Incluso en el trabajo, cada llamada o mensaje te hace pensar en lo que podrías estar perdiéndote o lo que podría estar pasando en tu ausencia. Esta dualidad puede ser agotadora y estresante, pero, sobre todo, muy frustrante porque, además, en el fondo, la planteamos desde la dualidad: si estoy trabajando soy una mala madre, pero si me dedico solo a mi hijo no estoy siendo una buena profesional. No estoy siendo una “mujer-madre empoderada”.

La llegada a casa al final de la jornada también implica tareas extra. A pesar de que la “ayuda” de los hombres en las tareas domésticas y de cuidado ha aumentado, las cargas están todavía lejos de ser equitativas. Estudios internacionales muestran que, en los países de la OCDE, entre los que están los más ricos del mundo, en promedio las mujeres dedican entre 2 y 3 horas diarias más que los hombres a las tareas domésticas y de cuidado. En los países latinoamericanos el promedio está entre 3 y 4 horas adicionales.

Si bien los primeros meses después de que nace un bebé son los más pesados, la situación nunca vuelve a la “normalidad”. La atención extra que se espera de las madres se mantiene incluso cuando ya han entrado al jardín de niños o al colegio. Si se enferman u ocurre una situación inesperada a la primera que llaman es a la mamá; los chats de “padres” son en general chats de “madres”, porque aun cuando los papás están incluidos, su participación es poca: sus trabajos son demasiado importantes y no pueden estar pendientes durante el día de asuntos menores como la fecha de entrega de la tarea de matemáticas.