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Este no es un libro de autoayuda más. Tampoco es una receta mágica para que tu vida sentimental mejore de la noche a la mañana. Se trata más bien de la mirada aguda y perspicaz, sabia y oportuna de una joven psicoterapeuta que "ha estado allí", que ha vivido en carne propia muchas de las situaciones con el sexo masculino sobre las que escribe y aconseja a sus fieles lectores. Un libro que, como citó esta paciente, nos ayudará a cambiar, ¡para nuestra mejora y nuestro beneficio! Nos merecemos ser felices. En este nuevo libro de Maritere, dirigido a hombres y mujeres por igual, encontrarás herramientas útiles, salpicadas de humor e ironía, que te ayudarán a realizar una mirada introspectiva sobre tu propia vida y, la manera de relacionarte con el otro en la búsqueda de la tan ansiada felicidad. Una vez más, de principio a fin, somos testigos del encanto irresistible y la frescura de la autora que nos invita a disfrutar la vida a pleno, a amarnos y a amar saludable mente, y a encontrarnos con nosotros mismos en una cita única e impostergable.
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Seitenzahl: 290
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© 2019 Maritere Lee
@ 2019, Sin Fronteras Grupo Editorial
ISBN: 978-958-5541-60-3
Impresión en Colombia, enero 2019
Coordinador editorial: Mauricio Duque Molano.
Edición: Marcela Zaraza Díaz
Diseño & diagramación: paréntesisdc.com
Fotografía de portada: sp.depositphotos.com
Nomos impresores
Reservados todos los derechos. No se permite reproducir parte alguna de esta publicación, cualquiera que sea el medio empleado: impresión, fotocopia, etc, sin el permiso previo del editor.
Sin Fronteras, Grupo Editorial, apoya la protección de copyright.
Diseño epub:Hipertexto – Netizen Digital Solutions
A Jorge y Janet, mis padres: mi más grande orgullo y admiración.
Porque sé el desafío que representa ser mis padres.
Por las innumerables veces que se apretaron el corazón para permitirme ser quien soy, confiando en mi capacidad para cometer errores y celebrar los aciertos.
¡Los amo!
Gracias a todos los que han pasado por mi vida, de una u otra forma, por mucho o poco tiempo.
Cada uno de ustedes ha sido una fuente de inspiración para esta obra.
Definitivamente todo es para bien.
Prólogo
Introducción
1 ¡Es momento de hacer un alto!
2 “Lo veo venir”… el apocalipsis de una relación
3 ¡Esta soy yo!
4 Entrada, plato principal y postre
5 San Valentín sin pareja
6 La verdad sobre las rupturas
7 Lo pasado pisado
8 Los ex
9 Cuando el amor duele
10 Cómo cotiza en bolsa
11 Enamorada de un narcisista
12 Es momento de dejar ir
13 ¡Desesperadas de amor!
14 Hombres inseguros y maltratadores
15 El ciclo del maltrato
16 ¿Por qué nos aguantamos a una pareja psicópata?
17 Amor a primera vista
18 El amor… ¿es para toda la vida?
19 Mi pareja es infiel, ¿qué hago?
20 Cuando el resentimiento nos une
21 Cuando él es todo para mí
22 El amor en las redes sociales
23 ¡No confundas culpa con amor!
24 Tormentosa posesividad
25 ¿Qué necesitamos fijarnos en un hombre?
26 Mi pareja es un metrosexual
27 De independientes confundidas a independientes chic
28 Pan y cebolla
29 Cuentos de hadas
30 Las mentiras que decimos en la intimidad
31 Los mandamientos de Maritere
32 Parejas sólidas
33 Volver a estar en pareja
34 Autosaboteo romántico
35 Más queso para esa pizza
36 Solteras power
37 Celos, malditos celos
38 Novias in love
39 Mujer de oro
Bibliografía
Notas al pie
Hace dos años me topé con unas columnas que, yo pensaba, se especializaban en relaciones interpersonales entre hombres y mujeres. Supuestamente estaban dirigidas a la mujer y, como yo había ojeado este tipo de escritos durante mucho tiempo, esperaba algo así como: “Sexo, dolor, y lágrimas” en un contexto tradicional. O en un intento por emular la tan conocida serie “Sexo en la ciudad”. Lo que encontré fueron unas columnas fascinantes, y a la vez escrupulosas, de muy buen gusto, mejor humor y aun mayor conocimiento, escritas por una joven psicoanalista fuertemente conectada con la cultura actual. En nuestro presente de un voraz cambio social, ella reconocía la necesidad de hablar sobre la realidad en un entorno que tiende a ocultarla.
Estas páginas que ahora te dispones a disfrutar no juzgan, no dan sentencia por errores cometidos; más bien son la perspectiva de una mujer que ha pasado por lo mismo, y a veces hasta ha encontrado su propia respuesta conociéndonos a nosotros. Esto la convierte en un Psicoterapeuta que no tiene miedo de mostrar cierta vulnerabilidad, su fuerte empatía con quien trata y, a la vez, su capacidad de apoyar el descubrimiento de un mejor camino. No lo ofrece fácilmente ya que no se trata de un libro de autoayuda fácil, ni de una lista de mantras que harán que todo mejore en un instan-te; tampoco es un catálogo de términos médicos inescrutables. Es simplemente una reafirmación de la posibilidad de soluciones y de otra manera de vivir la vida que te anima a que empieces a buscarla.
Ella se dirige tanto al equipo hombre-mujer como al individuo, a personas de ambos géneros y de cualquier edad. De una manera compasiva, directa y humana define las consecuencias de nuestros actos en este mundo loco en el que todo lo queremos rápido. Nos siembra la idea de que se puede vivir sanamente, de que es normal errar y que, por ello, nos llegamos a conocer cada vez más. Que la introspección no debe asustar, sino brindarnos una herramienta para sobrevivir a cualquier situación difícil y salir triunfantes (aunque adoloridos). Pone énfasis en la necesidad de vivir con ganas, como observadores que aspiran a algo real, y de primero encontrar esa felicidad que pensamos evasiva, para luego compartirla. Lo que leerás puede ser un espejo, un muro o una alerta, según el momento por el que estés pasando. Pero sobre todo, reconocerás algo de ti en alguna parte. Y eso despertará tu curiosidad, que es lo que nos mantiene en busca de la felicidad.
Maritere es una mujer de nuestros tiempos, una comunicadora innata que no tiene miedo de ponerse como ejemplo, que nos atrapa, ya sea con 140 caracteres, con un estatus en Facebook o con inteligentes, ágiles e ilustrativas descripciones de tres páginas. Admitiendo la existencia de la tradición, la importancia de todas las relaciones que forman nuestro comportamiento y la manera en que nos manejamos en nuestro entorno, ella reconoce tus fuerzas y vulnerabilidades porque son similares a las de ella. Ella vive la vida que vives tú, consciente de que la cultura pop no es una corriente sino una forma de vida mucho más profunda de lo que se le atribuye. Y lo comparte en tu propio lenguaje porque es una mujer de esta generación que le habla a todas las generaciones.
Teresita Mans
Actriz y columnista de En sus zapatos, Panamá
Todas, absolutamente todas las mujeres hemos crecido creyendo en cierta forma que el mundo está hecho de cuentos de hadas. Y, como parte de ese lindo cuento, nos enseñan que al llegar a grandes conoceremos a un príncipe (en este caso a un buen hombre) del que nos enamoraremos perdidamente y con quien formaremos una hermosa familia… y hasta ahí llega la historia.
Mientras vamos creciendo, nuestras fantasías comienzan a derrumbarse con la típica pregunta que muchas tenemos en mente: “¿Por qué a mí?”. Posiblemente vemos a nuestros padres, o a nuestros amigos, discutir y separarse. Pasan los años y vamos acumulando kilometraje emocional, del bueno y del malo, que no encaja con la fórmula tradicional que nos transmitieron de pequeñas: “Creces, te enamoras, tienes hijos, una familia feliz y ¡listo!”. Y bueno, sobre la marcha, nacen otros sueños: viajar y conocer el mundo, estudiar y llenarnos de cultura, tener nuestras propias ambiciones en todos los niveles, poder adquisitivo, amistades y un sinfín de experiencias. Ese es el momento en el que decimos: “¿Cuál tren? A mí no me deja, yo me bajo, prefiero recorrer mi vida de otra manera… a mi manera que es mucho más divertida”.
No quiero que se confundan. Este no es el típico libro que promete cómo conseguir a un hombre y retenerlo, porque la cruda realidad es que no existe tal cosa. Por más hermosa, inteligente y astuta que seas, por más tips y juegos mentales que apliques, no lo lograrás, por lo menos de la manera limpia que esperas: que se queden a tu lado por amor, y no por lástima o remordimiento.
En Una cita contigo misma no encontrarás estrategias de seducción ni juegos mentales, mucho menos manipulaciones emocionales, porque creo firmemente que todo lo que está hecho para ser controlado viene como un paquete con instrucciones o un control remoto. Y que yo sepa, ni el amor, ni la pasión, ni las personas venimos con tales cosas incluidas.
Este es un libro que promueve una buena calidad de vida, no importa cómo la decidas llevar: soltera o en pareja. Aquí se celebra el amor propio y el amor saludable en pareja. Y, sobre todo, la independencia chic que es, en pocas palabras, la que vive esa mujer que se siente tan irresistible que hasta le dan ganas de sacar una cita con ella misma, lo cual no es arrogancia sino simplemente gozar de su propia vida. ¿Saben qué es lo más lindo del caso? Que todos lo sienten (posiblemente lo sepan) ¡pero no se pueden resistir!
¡A disfrutarlo!
Maritere
El agua se purifica fluyendo; el hombre, avanzando. Sí, el mundo está lleno de sufrimiento… la raíz del sufrimiento es el apego… la supresión del sufrimiento significa la eliminación… el abandono de los apegos. Liberarse de los apegos es avanzar. Así de simple.
PROVERBIO HINDÚ
“A mi amiga le pasó, pero a mí no me va a pasar, yo no voy a rogar por un poco de cariño”… Todas hemos escuchado decir esto a una amiga o conocida, o lo hemos dicho nosotras mismas ¡hasta que nos vimos en medio de una situación así! Mujeres que rogamos por un poco de amor, de afecto, de compañía, de contención. Pasamos de ser reinas a mendigas, a pedir gritando a los cuatro vientos, llorando por todos los rincones: “Por favor te pido que me ames, que me des tu amor, lo necesito”. Esta demanda excesiva de afecto, esta dependencia emocional y física, este apego al otro, este miedo a estar sola, a pensar que “sin él, no existo” (él es la razón de mi vida) es lo que los psicólogos y expertos en el tema llaman “apego emocional”. El otro pasa a ser nuestra energía, nuestra fuerza motora, nuestro respirar. Irracionalmente queremos estar con ese hombre y nada más.
Ahora bien, frente a este hecho deberíamos preguntarnos, como mujeres, qué nos pasó en el transcurso de la vida para experimentar esta falta de amor:
• ¿Un papá o una mamá que no nos validó, que no nos expresó su afecto y, por el contrario, sus palabras de desaprobación estaban a flor de piel cada vez que se comunicaban con nosotras?
• ¿Una estima que aún no sabe de todo lo que somos capaces las mujeres cuando confiamos en nosotras mismas?
• ¿La ausencia de un mentor, de una persona que haya visto nuestro potencial y nos haya ayudado a madurar y a crecer en la vida?
Ese fenómeno se llama “apego extremo” y viene del miedo a estar solo, de la percepción de la soledad como si fuera la muerte o el fin del mundo, y de ver el emparejamiento como la única solución a todos los problemas de la vida. Este nos lleva a escoger mal, a aceptar a cualquier persona a un costo demasiado alto; cuando en verdad la relación de pareja no debería ocupar el 100% de la autorrealización humana sino basarse en la decisión de amar al otro para que nos acompañe a vivir sueños y metas propios y ajenos.
Entonces, ¿cómo saber si sufres de apego extremo? Vemos algunas pistas:
1.Siempre estás disponible: la verdad es que él te encantó, la primera cita fue increíble, pero no te ha llamado en varios días, así que te preocupas y comienzas a cuestionarte. Hasta que de repente te chatea, ni siquiera te llama, te manda un texto preguntándote a las ocho de la noche de un viernes: “¿Qué vas a hacer más tarde?”, a lo que tú respondes: “¡Nada! ¿Quieres hacer algo?” (¡por favor rescátame de mi vida insignificante y aburrida, aquí estoy 100% disponible para ti cuando te pique la gana!).
2.No sabes poner límites: ante el punto uno, muchas pensarán: “Soy adulta y no estoy para andar en juegos, si me provoca salir con la persona en ese momento, lo hago y listo, sin complejos, no hay por qué pretender estar ocupado”. Si bien hay algo de cierto en eso, no se trata de jugar, se trata de saber poner los puntos sobres las íes. Simplemente, estás enseñándole a la nueva persona cómo te gustan las cosas, cómo esperas que te traten y qué tipo de prioridad quieres ser en su vida.
3.Eres una ‘crazyglue’1: es básico en la conducta humana percibir que lo que abunda no requiere de tanta atención y esfuerzo, mientras que lo que escasea se aprecia por lo alto. Esto también aplica en las relaciones, la persona desesperada siente que va a ser abandonada en cualquier momento y que no tendrá mucha oferta en el mercado del amor; por lo tanto, apegarse o ser un chicle con su objeto afectivo es una estrategia fallida. Digo fallida porque se vuelve una sobredosis, una sobreexposición pesada y asfixiante.
4.Te olvidas de tus seres queridos: ¡definitivo! La persona hambrienta por ser amada piensa: “Necesito una relación, nada ni nadie se interpondrá en mi camino… ni siquiera mi familia, ni amigos”. Así funciona la lógica de una mente desesperada, pone toda su vida a un lado para fusionarse lo más posible con la vida de esa persona (objeto de deseo) para hacerse uno solo.
5.Necesitas constante reafirmación: la persona que se siente insegura y desesperada, necesitará que su objeto de deseo le notifique constantemente en qué etapa o momento de la relación se encuentran, qué tan formales son, qué posibilidades tienen en el futuro, o si es amada. Las demostraciones de afecto y de cumplidos no son suficientes, se necesita más. Lo cual es lógico, ya que la persona desesperada ha sido la que ha presionado la relación todo el tiempo. Por lo tanto, la inseguridad siempre la carcomerá.
Y como dice el autor Walter Riso, conocedor por excelencia de estos temas, “retírate a tiempo”. Nuestra cultura no nos enseñó a perder. En el colegio nunca se premia al que pierde, no se nos enseña a tirar la toalla, a retirarnos antes de ser golpeados o abusados, de ser sometidos emocionalmente. Las personas que saben renunciar a tiempo logran para su futuro tres cosas importantes:
• En primer lugar, descargan el sistema de expectativas innecesarias.
• En segundo lugar, aprenden a perder, es decir, atacan los hechos y dejan de ilusionarse inútilmente.
• En tercer lugar, descubren que las consecuencias nunca son tan horribles como las imaginaban, lo cual disminuye la catastrofización. En resumen, aprenden a enfrentar el miedo al futuro y a detener un poco el péndulo mental. La renuncia implica salir del combate, pero no por la cobardía del desertor que traiciona, sino porque no vale la pena.2
“¿Cómo funciona el apego?… pues bien, el apego es una actitud que sobrestima las cualidades de un objeto o persona y después se aferra a ello. En otras palabras, proyectamos sobre las personas y los objetos cualidades que no poseen o exageramos las que poseen. El apego es una visión poco realista y por eso nos causa confusión. Si no se consigue el objeto del apego, origina infelicidad… y si se lo consigue, solo produce un instante de placer seguido de la preocupación y el temor a perderlo. ¿Podemos ganar la batalla contra los apegos? Desde luego que sí, renunciando a ellos. Cambiando nuestra programación”.3
¿Hasta cuándo depender del amor que el otro quiera o esté dispuesto a darnos y no el que nos merecemos?
El límite lo define tu integridad, tu dignidad, tu felicidad. El límite de lo aceptable se traspasa cuando tu vocación y tus anhelos pasan a un segundo plano, cuando la vida comienza a convertirse en algo tan predecible como inseguro, cuando el “ser para el otro” te impide el “ser para ti”. Si te pasaste de la raya y estás en el lado oscuro del amor, es probable que quieras regresar a lo que eras antes, a la tranquilidad de aquella soledad bien llevada. En una relación de pareja constructiva, lo que en verdad interesa es la conveniencia/congruencia interpersonal, es decir, qué tanto la persona que amas le viene bien a tu vida y qué tanto concuerda con tus metas, intereses y necesidades, e igual para el otro lado. A partir de ciertos límites, tal y como afirma Walter Riso: cuando no te aman, cuando se ve afectada tu autorrealización o cuando vulneran tus principios. El amor propio y el autorespeto comienzan a trastabillar y la dignidad personal pierde su potencia, así el amor insista y persista.
Si en verdad, tal como dicen algunos filósofos, el “amor verdadero” no tiene límites intrínsecos, pues, en las relaciones de carne y hueso habrá que ponérselos. Esto no implica “amar menos”, sino amar de una manera realista y decorosa. Es cierto que a veces no tenemos el poder de desenamorarnos a voluntad, pero sí podemos dejar de magnificar el amor y alejarnos de una relación afectiva destructiva, así sea con esfuerzo y dolor.4
¿Para qué gastar energía, fuerzas, lágrimas, tristeza en aquellas personas o situaciones que no lo merecen, que no valen la pena? El apego emocional nos limita, nos coarta, nos enferma, nos convierte en personas codependientes, nos desgasta, nos hace seres incapaces de demostrar que podemos crecer sin límites siendo amados y amando libremente. El amor no es compatible con el dolor continuo, el renunciamiento y la frustración. El amor es libertad, expresión, encuentro, unión de proyectos y sueños en común para ir detrás de ellos. Todo lo que amas te hace libre y no al revés. Por todo esto, frente al apego emocional, decide por ti y dite a ti misma: “¡Basta para mí, hasta acá llegué!”.¡Yo me bajo!
El aplazamiento es el asesino de la oportunidad.
PABLO NERUDA
Generalmente cuando una pareja está llegando al fin de su relación, ambas partes lo intuyen mucho antes de que algunos de los dos decida poner un punto final. Es como si en el interior de cada uno de ellos aquello que los unía de pronto se quiebra, se lastima y no hay forma de repararlo. La rajadura, aunque le pongamos cualquier tipo de pegamento, seguirá estando allí. Quizás tratamos de estirarlo lo más que podamos pero tarde o temprano el desgaste, el desamor se apodera de uno de los miembros de la pareja. Lo más sano es decir “stop” a tiempo, ser sabios y amarse lo suficientemente bien a uno mismo como para no seguir lastimándose ni lastimar al otro. Como lo explica claramente el Dr. Gottman, quien habló del “apocalipisis de la relación” cuando esta llega al final. Veamos el análisis que él hace de esta etapa de la vida en una pareja:
Esta metáfora fue desarrollada por el Dr. Gottman, profesor de psicología en la Universidad de Washington y director del Instituto Gottman. Los cuatro jinetes apocalípticos permiten observar y analizar de forma puntual distintos estilos de comunicación que predicen con gran exactitud si las parejas se mantendrán unidas o no.
Crítica: a diferencia de una queja que va apuntado hacia una situación o una cosa que incomoda a la persona misma, la crítica, sobre todo cuando no es constructiva, consiste en descalificaciones y ataques personales dirigidos hacia la otra persona. Por ejemplo, una queja sería: “Siento que ya no me quieres”, mientras que una crítica sería: “Eres un odioso”. Si se fijan, implica mucho más que una simple protesta por una conducta específica, es un atentado en contra de la otra persona y su integridad, todo el juicio de valor va dirigido hacia su carácter y no hacia sus actos puntuales. Este jinete apocalíptico incluye las acciones de culpar y difamar, así como el uso del nunca y del siempre. Cabe recalcar que muchas veces puede incluso caer en el maltrato psicológico.
Defensiva: se define como una actitud rígida de autoprotección automática ante lo que es percibido como un ataque, eludiendo cualquier cuota de responsabilidad en la construcción del conflicto, en la interacción o situación de pareja, y así anulando toda percepción u opinión del otro. Es típico en este estilo de comunicación recurrir a tácticas de negación, que una o ambas partes no admitan su error o equivocación, la búsqueda constante de excusas o la puntualización de causas externas, responder con otra queja y/o contraatacar. Con estas estrategias de comunicación, lo que ocurre es que se está indirectamente culpando a la pareja y a la vez invalidando su queja o anulando su voz. El mensaje que se emite es: “Yo no soy el o la del problema, lo eres tú”.
Desprecio: se refiere a mirar con menosprecio al otro, en ocasiones hasta sentir aversión, no tenerle respeto. En la comunicación se manifiesta con el excesivo uso del sarcasmo, el humor hostil, la burla y el insulto directo. Existen señales de lenguaje no verbal que denotan esta postura, por ejemplo: poner cara de asco, ira, torcer la boca, voltear los ojos con gesto de resignación y la ridiculización de los gestos del otro, dando a entender que uno es superior al otro mostrándose en ocasiones condescendiente, y en otras indigno.
Indiferencia: postura evasiva de distanciamiento y/o desconexión en la que se ignora al otro como si no importara. Se recurre a las maniobras de poner cara inexpresiva, apartar la mirada, responder lacónicamente o mantenerse en total silencio. Con ello se manda el mensaje de condena en contra de la pareja, desvirtuando y anulando su queja. Se aplica la insensibilidad como única salida, pensando que es la menos destructiva. Pero cuando se aplica como una costumbre, más que una táctica de contención, termina siendo una táctica de defensa, un muro de frialdad y distanciamiento.
Se necesita ser valiente para poner punto final a una relación que va directamente al fracaso y al caos. Se necesita saber que uno no puede conformarse con “lo que hay”, “lo que pinte”, y no con nada menos de “lo mejor”, “lo que merecemos”, “lo que soñamos”. No es verdad que al amor hay que padecerlo, soportarlo o tolerarlo; al amor hay que vivirlo, disfrutarlo, gozarlo. Hay momentos en los que no hay más qué decir, más qué hacer sino reconocer que lo vivido tal vez fue bueno, fue rico, pero lo mejor todavía está por venir.
La mente en sí, y solo por sí, puede hacer del paraíso un infierno y del infierno un paraíso.5
Reconocer el fin de una relación también es ser maduro, es haber crecido, es respetarse uno mismo como también al otro.
Muchos enamorados no decodifican lo que su pareja piensa o siente, no lo comprenden o lo ignoran como si no existiera. Están tan ensimismados en su mundo afectivo, que no reconocen las motivaciones ajenas. No son capaces de descentrarse y meterse en los zapatos del otro. Cuando su media naranja les dice: “Ya no te quiero, lo siento”, el dolor y la angustia se procesa solamente de manera autorreferencial: “¡Pero si yo te quiero!”. Como si el hecho de querer a alguien fuera suficiente razón para que lo quisieran a uno. Aunque sea difícil de digerir para los egocéntricos, las personas tienen el derecho y no el “deber” de amarnos. No podemos subordinar lo posible a nuestras necesidades. Si no se puede, no se puede.6
Los comportamientos, no las palabras, reflejan nuestro pasado y predicen nuestro futuro.7
Se necesita coraje y determinación para saber que nadie nos debe nada y nosotros no le debemos nada a nadie. Aunque no queramos enfrentarlo, cuando el amor se termina, lo más sano es reconocerlo. Evitarlo, eludirlo no hará que la situación cambie simplemente porque no estamos dispuestos a verla ni reconocerla. Negar una situación nunca es la solución.
Afrontar el ocaso de una relación es enfrentar los miedos comunes de “¿qué haré ahora sin él?”, “¿con quién saldré?”, “¿cómo me arreglaré?”, “¿qué le diré a la gente?”… explicaciones que tendremos que dar (¡si vale la pena darlas!).
“Cambiar significa siempre un desafío. Por eso el salto nos da miedo, esa sensación de pánico y fascinación de una experiencia cuya consecuencia no conocemos. Acorazarse ante cualquier clase de cambio equivale a correr el riesgo de que se nos fosilice la vida”.8
Asumir el miedo a lo desconocido, a lo que vendrá, a empezar de nuevo es todo un desafío. Pero no nos resistamos al cambio. No hagamos caso al refrán que dice: “Mejor malo conocido que bueno por conocer”. ¡No es así! Si tu sueño es vivir un gran amor, no te conformes con menos. Pablo Neruda escribió: Muere lentamente quien no arriesga lo cierto por lo incierto para ir detrás de un sueño.
Decir y reconocer que una pareja no da para más es apostar a la propia vida, es elegirse. El verdadero amor no comienza amando al otro sino sabiéndonos amar a nosotras mismas. Cuando sabes qué es lo mejor para ti, estás en condiciones de darle lo mejor al otro.
La soledad no es un objeto, ni una cosa. Tampoco es un bien que podamos vender o comprar. Es una vivencia del alma, una experiencia por la que podemos pasar. El ser humano no es solo el animal social que teje vínculos con los suyos para defenderse de los enemigos y para ayudarse mutuamente. También se retira, toma distancia, se aleja de la comunidad, no por despecho, ni por odio, sencillamente porque siente la necesidad y cree que le hace bien.
FRANCESC TORRALBA
Las voces de amigos, familiares y conocidos que se levantan para decirnos que así como estamos no estamos bien no alcanzan para ponerle fin a una relación y hacer un stop para estar solas y ver hacia dónde vamos y con quién queremos comenzar a caminar nuevamente. Lamentablemente no se aprende por cabeza ajena, así que todos necesitamos un tiempo personal para mirar hacia adentro y poder entender cómo funcionamos.
Sucede que a veces en un año ocurre lo que no pasa en dos, tres o cinco años, o creces todo lo que no habías crecido en toda una década. A eso es lo que el buen panameño llama “sacarse el dedo”. Atrevernos a estar solas o, mejor dicho, con propia compañía es nuestro desafío. Yo misma he pasado por un momento de encuentro conmigo misma y quiero contarte que fue totalmente positivo. Me gustaría compartir contigo algo de aquello que hice en ese tiempo de encuentro.
Aprendí a:
• En primer lugar, a secar mis propias lágrimas. Cuando te permites estar sola, no te queda otra que sobrellevar los sube-y-baja emocionales por tu propia cuenta. Aprendes el arte de la autorregulación emocional. Al principio es difícil, porque juras que es el fin del mundo, que no vas a dejar de llorar o de enfurecerte; pero luego con el tiempo, le permites a tu sistema digerir con calma y a su propio ritmo las cosas que tienes enquistadas en el alma.
• En segundo lugar, a escucharme a mí misma. Antes me la pasaba escuchando a los demás, sin darme cuenta de que estaba apartándome de mi voz interior. Esto hacía que yo recurriera a otras personas para que me respondieran lo que yo significaba y valía. Cuando asumí mi período de soledad, comencé a escucharme lo bueno y lo malo, para posteriormente responderme esas preguntas.
• En tercer lugar, a callarme a mí misma. A veces, estos procesos de introspección se nos pueden ir de las manos, haciendo que nos vayamos a un pozo sin fondo de pensamientos. Hubo un momento dado, en que no salía de una serie de pensamientos catastróficos que con el tiempo aprendí a sobrellevar y a poner en su lugar. Cuando estás en soledad, muchas veces aprendes a controlar tus pensamientos.
Hay un tiempo para estar solo y un tiempo para estar acompañado y ambas posibilidades son necesarias para un correcto equilibrio de la vida personal.9
• En cuarto lugar, a invertir energías en mí misma. Recuerdo que solía ser la típica novia porrista, lo cual no está mal, siempre y cuando una no se descuide a sí misma. El problema es que al no saber estar sola, lo único que conocía era hacer de la vida de mis parejas mi proyecto de vida. Cuando asumí la soledad como proceso terapéutico, redirigí todas esas energías motivantes hacia mí y el resultado ha sido impresionante. De la noche a la mañana, comencé a formalizar proyectos propios.
• En quinto lugar, a coger mi esquina. Cuando te encuentras allí, controlas mejor la impulsividad. La soledad resulta ser una especie de gimnasio de la paciencia, donde uno se vuelve prácticamente un maestro “zen” y los conflictos se vuelven algo fastidiosos. De hecho, llegas a valorar la tranquilidad mental y emocional que has obtenido con esfuerzo y sacrificio, lo que te lleva a saber escoger las batallas y hasta saber cuándo rendirte, de ser necesario.
• En sexto lugar, a disfrutar mis propias felicidades y sufrir mis propios malestares. Cuando uno no sabe estar solo, crea una personalidad codependiente que te lleva a vivir vidas ajenas. En pocas palabras, te alejas de ti misma y comienzas a sufrir las tristezas y las felicidades de tu pareja. Nunca se me va a olvidar un año que hice un recuento de mis tristezas y ninguna tenía que ver conmigo, todas mis angustias y malestares eran las de mi pareja. Fue ahí donde me pregunté: “¿Pero cuáles son mis tristezas? ¿Y mis felicidades?”. ¡Quiero tener mi propia vida, disfrutarla y sufrirla, pero a mi modo!
No podemos ser nosotros mismos si no nos entrenamos a frecuentar la soledad. Al tomar esta ruta, se llega a un momento de perplejidad, de desconocimiento, casi de vértigo, porque caen las máscaras, los tópicos y prejuicios que cada uno se ha construido de sí mismo. Entonces, una vez a la intemperie, se deja de saber quién es y esta perplejidad mueve a ir más a fondo y a indagar quién se esconde detrás del personaje que dice ser.10
Tarde o temprano toca y no hay forma de rechazar la visita de la soledad; más bien, hay que recibirla como amiga, confiar en ella y apostar a que algo bueno saldrá de esa convivencia. Poder estar solas es el desafío. Claro que el otro nos suma, nos expande pero no es una condición sin ecuánime para ser feliz. Llenar nuestra soledad con uno y con otro no es la solución. Una cree que la soledad te hace sentir sola. Yo pienso que rodearse de gente equivocada es lo que te hace la persona más solitaria del mundo. Cambiar de figuritas no es lo ideal y lo que nos llevará a sentirnos plenas. La realización y la felicidad personal en primer lugar se encuentran en “una misma” y no en “el otro”, y para ello necesitamos darnos cita, no faltar a ella y encontrarnos. Ser feliz con una misma para después poder ser feliz con el otro. No dejes que el miedo a la soledad te lleve a correr a los brazos de alguien que desde un principio sabes que no es para ti.
En busca de nosotras mismas… poder reírnos viendo una película, disfrutando de una canción, de una buena comida, de algo que nos hemos comprado porque nos gusta (o porque sí) es saber estar en paz con una misma. Y te aseguro que cuando esta paz te llena el alma, el rostro lo transmite y se contagia. Tú eres tu propia luz, solo te falta salir a mostrarla a este mundo que te está esperando. Y cuando te hayas encontrado, probablemente ¡el otro también te encontrará!
Todas las pasiones son buenas cuando uno es dueño de ellas, y todas son malas cuando ellas nos esclavizan.
JEAN ROSSEAU
La vida es como el menú de un restaurante: hay unas opciones más tentadoras que otras, pero no siempre son las más saludables. Tú escoges lo que pondrás en tu plato. En una oportunidad una persona me comentó: “Antes de desgastarme en una lucha, lo pienso porque en esta vida hay que saber escoger las batallas”. Y es que desde pequeños nos han enseñado que uno nunca debe rendirse, que la esperanza es lo último que se pierde. Sí, estos pensamientos son bastante románticos y alentadores. Pero, ¿hasta qué punto pensar así nos estanca?
Lo cuestiono porque en el amor hay dos cosas básicas que debemos aprender para vivirlo de forma saludable: disfrutarlo sin miedo y sin complejos, pero a la vez saber cuándo renunciar por causa justificada. Y hoy se lo dedico a la segunda porque, muchas veces, caemos en la trampa de nuestros propios miedos.
Si estás en una relación en la que no respetan quién eres, tus principios se ven invalidados, te humillan (o más bien te humillas a ti misma), pierdes más de lo que ganas y te sientes emocionalmente drenada, al punto que ya no te reconoces, es evidente que no te conviene, independientemente del amor que exista.
El hecho de que sea bueno no necesariamente significa que sea bueno para ti.
Las personas suelen pensar que el amor debe ser incondicional, que si no se sufre no es verdadero amor. Pareciera ser que las novelas se han metido en nuestro interior, en nuestra psiquis, y terminamos pensando que si no sufrimos como las protagonistas, el amor que vivimos no es verdadero ni apasionado. Una suegra horrenda, una cuñada que nos odia, intereses que no nos permiten conocer a la familia de nuestro enamorado, diferentes clases sociales, etc., etc. A menudo escuchamos decir: “A pesar del daño que nos hacemos, nos amamos demasiado y eso es lo que importa”. “En el afán de conservar el objeto deseado, la persona dependiente, de una manera ingenua y arriesgada, concibe y acepta la idea de lo ‘permanente’, de lo eternamente estable. El efecto tranquilizador que esta creencia tiene para los adictos es obvio: la permanencia del proveedor garantiza el abastecimiento. Aunque es claro que nada dura para siempre (al menos en esta vida el organismo inevitablemente se degrada y deteriora con el tiempo), la mente apegada crea el anhelo de la continuación y perpetuación ad infinitud: la inmortalidad”.11
Pensar, como lo explica Walter Riso, en un amor inmortal, eterno e indestructible, una especie de ave fénix que resucita permanentemente de las cenizas del desamor o del despecho, es una de las creencias más comunes de los enamorados del amor, pero es un concepto que no hace para nada bien a quienes lo padecen.