Aprensiones - Leopoldo Alas Clarín - E-Book

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Leopoldo Alas Clarín

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Beschreibung

La hermosisima Amparo vivia, durante el invierno, en una ciudad no muy alegre del centro de España; y por el verano, dejando a su marido atado a su empleo, se marchaba como una golondrina a buscar tierra fresca, alegria, alla al Norte.

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Veröffentlichungsjahr: 2017

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Aprensiones

Leopoldo Alas «Clarín»

1

La hermosísima Amparo vivía, durante el invierno, en una ciudad no muy alegre del centro de España; y por el verano, dejando a su marido atado a su empleo, se marchaba como una golondrina a buscar tierra fresca, alegría, allá al Norte. Vivía entonces con su madre, cuya benevolencia excesiva había pervertido, sin querer, el alma de aquella mo-za garrida, desde muy temprano. La pobre anciana, que había empezado por madre des-cuidada, de extremada tolerancia, acababa por ser poco menos que la trotaconventos de las aventuras galantes de su hija, loca, apa-sionada y violenta. Amparo, que había sido refractaria al matrimonio, porque prefería la flirtation cosmopolita a que vivía entregada viajando por Francia, Suiza, Bélgica, Italia y España, acabó, porque exigencias económicas la obligaron a escoger uno entre docenas de pretendientes, por jugar el marido a cara y cruz, como quien dice. Era supersticiosa y pidió consejo a no sé qué agüeros pseudopia-dosos para elegir esposo. Y se casó con el que la suerte quiso, aunque ella achacó la elección a voluntad o diabólica, o divina: no estaba segura. Por supuesto que a su marido, a quien dominaba por la seducción carnal y por la energía del egoísmo ansioso de placeres, le impuso la obligación de mimarla como su madre había hecho; de tratarla a lo gran señora; y según ella, las grandes señoras tenían que vivir con gran independencia y muy por encima de ciertas preocupaciones morales, bue-nas para las cursis de la clase media provin-ciana. Por culpa de este tratado, bochornoso para el pobre director de la sucursal del Banco de la ciudad de X, Amparo dedicaba el verano a la vida menos propia de una casada hones-ta. Guardaba, es claro, ciertas formas... pero otras no; no era casta, pero era cauta a veces. A su madre le exigía tolerancia para sus devaneos como antes le había exigido muñecas, viajes, sombreros, cintas, teatros, bailes, lujo y alegría. La vieja infeliz de buen grado hubiera puesto coto a las locuras de su hija ( locuras: nunca les dio peor nombre) pero ya era tarde: su debilidad física ayudaba a su debilidad moral a ceder, a transigir, a hacer la vista gorda. Una escena con Amparo la horrorizaba; estaba segura de que precipitaría su muerte; la de la madre infeliz, enferma del corazón, sin saberlo la hija.

Llegó un año en que Amparo, en vez de adelantar el viaje al Norte algunos días, como era ya costumbre, lo retrasó unas cuantas semanas. ¡Cosa más rara!, pensaba la madre.

¿Qué es lo que detiene a esa loca en X? Por fin llegó Amparo. Se divirtió aquel año en las playas de lujo y elegancia como otras veces, pero con menos afán; y, más hubo; no, tuvo ninguna aventura seria, como las llamaba la madre, siempre amiga del eufemismo.

Al mediar Septiembre Amparo anunció que se volvía a sus cuarteles de invierno. Otros años tomaba por verano gran parte de otoño.

¡Cosa más rara!, pensaba la madre, dejándola partir...