Bella durmiente despierta - Regina Bayo Borràs - E-Book

Bella durmiente despierta E-Book

Regina Bayo Borràs

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Beschreibung

 ¿Cuál es el precio psíquico que han de pagar las mujeres cuando no son conscientes de sí mismas?       Los ensayos de este libro tratan del precio psíquico que han de pagar las mujeres cuando no son conscientes de sí mismas y han de enfrentar contextos familiares y sociales problemáticos.    Está dividido en cuatro partes: El alboroto adolescente, Dolor, depresión y violencia, Maternidad hay más de una, Salud mental y padecimiento psíquico. En cada una de las etapas vitales surgen ansiedades, conflictos, deseos y fantasías que a veces nublan el entendimiento y la capacidad de amar y trabajar de forma creativa y saludable. El objetivo es poner de manifiesto los emergentes de este malestar emocional, evitar su medicalización excesiva y promover un modelo psicosocial de atención a las mujeres.       Un rico mosaico que refleja la implicación de Bayo-Borràs, psicoterapeuta y psicoanalista, no solo en la salud mental de las mujeres individualmente, sino como colectivo. Las mujeres son la población más medicalizada con ansiolíticos y antidepresivos; estadísticamente viven más que los hombres, pero en peores condiciones. Muchos de sus malestares psicofísicos se derivan de factores ligados a su historia personal y a condicionantes socioculturales de la cultura patriarcal que vienen de muy lejos.       Gemma Cánovas Sau 

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BELLA DUERMIENTEDESPIERTA

El malestar de no ser consciente

Regina Bayo-Borràs

Nueva edición ampliada

Colección ConeXiones

Créditos

Colección ConeXiones

Título original:Bella durmiente despierta

© Regina Bayo-Borràs, 2024.

© De esta edición: Pensódromo SL, 2024.

Primera edición digital:Editorial Digital Feminista Victoria Sau, 2023.

Diseño de cubierta: Cristina Martínez Balmaceda – Pensódromo.

Imagen de cubierta: Mujer con sofá, o en el diván, Henri Matisse

© Peter Horree / Alamy, 2015.

Esta obra se publica bajo el sello de Xoroi Edicions.

Editor: Henry Odell

e–mail: [email protected]

ISBN print: 978-84-128042-5-6

ISBN ebook: 978-84-128869-5-5

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.

Índice

Prólogo a la nueva ediciónPrólogoPor Gemma Cánovas SauIntroducciónPresentaciónEL ALBOROTO ADOLESCENTESobre el temor a la pérdida de amor: algunas diferencias psíquicas y sociales entre los sexosSobre la invulnerabilidad imaginaria de la adolescente en las relaciones sexualesAceptar o no aceptar los riesgos en las relaciones sexuales. Escucha de la demanda de métodos anticonceptivosRedes sociales y salud mental: adolescentes enredadasVirtualidad, sexualidad, violencia:niños y adolescentes ante el abismo suicidaDOLOR, DEPRESIÓN Y VIOLENCIACuando no hay palabras para decirlo hay un cuerpo para expresarloTe doy mis ojos¿Son más depresivas las mujeres?Las mujeres, la muerte y el cuidado de la vidaViolencia contra las mujeres / ViolenciaS contra La mujerMATERNIDAD HAY MÁS DE UNAEn busca del parentesco desconocido. Reproducción Humana Asistida, bioética y psicoanálisisSobre la demanda de hijo a las Técnicas de Reproducción Asistida: aspectos emocionales en juegoCuentos sobre madres e hijas: en-cuent(r)os y des-encuent(r)osSALUD MENTAL Y PADECIMIENTO PSÍQUICOEstrategias de prevención del padecimiento psíquico de las mujeres¿Qué hacemos con el malestar emocional en Atención Primaria? De la pluri a la interdisciplinariedadDel modelo biomédico al modelo psicosocial de salud mental: mujeres y niñas primeroEpílogoAgradecimientosAcerca de la autora

En recuerdo y con gratitud a Salvador Foraster

Prólogo a la nueva edición

La primera edición de Bella durmiente despierta se publicó en julio de 2023, pero solo en formato digital. La editorial Feminista Victoria Sau hizo enseguida una gran difusión, principalmente entre entidades culturales, asociaciones feministas, en varios departamentos universitarios de estudios sobre la mujer, en las asociaciones de mujeres por la salud en nuestro país y en América Latina. Desde entonces se han hecho algunas reseñas y una presentación en formato webinar. Pero siempre me hacían la pregunta: ¿Y en papel? ¿No lo vas a publicar en papel? Leeré el libro cuando lo tenga en papel, me es más agradable y cómodo para subrayar, hacer anotaciones, para disfrutarlo.

Ahora que ya tenemos el libro en su formato clásico, podemos ponerlo y quitarlo de la estantería, podemos tenerlo entre las manos y pasar las hojas para seguir su lectura y confirmar que ahora sí es un «libro de verdad». Como si la autenticidad de algunos objetos se basara en poder tocarlos, cogerlos, manipularlos, llevarlos en la mochila o en el bolsillo notando su peso y volumen. Como si el contacto que genera su uso le otorgara un estatuto de identidad genuina que necesitamos recuperar, inundados como estamos de realidad virtual.

Bella durmiente despierta ha salido del sueño digital y se ha corporeizado en esta nueva edición, revisada y ampliada. Está por ver qué caminos le harán recorrer sus lectores y detractores. Una nueva vida le espera en contacto directo con sus poseedores y, aunque no le podamos seguir la pista, creo que disfrutará también en manos y estanterías desconocidas. Solo me cabe desear que salga de su letargo para descubrir y recrear nuevas experiencias.

Por último, last but not least, agradecer a Henry Odell y a Salvador Foraster por haber acogido tan cariñosa y diligentemente su publicación en Xoroi Edicions.

Regina Bayo-Borràs, marzo de 2024.

Prólogo

Por Gemma Cánovas Sau

Regina y yo nos conocimos hace muchos años en el ámbito del incipiente movimiento feminista en Barcelona —yo aún estudiante en la Facultad de Psicología— participamos en las Primeras Jornadas Catalanas de la Dona en el año 1976 viviendo la intensidad del momento histórico en el Paraninfo de la Universidad de Barcelona. Más tarde, la misma vida y las confluencias entre ambas, nos llevaron a encontrarnos y compartir durante años en diferentes espacios profesionales tales como el «Grupo de Trabajo sobre los efectos emocionales de la reproducción asistida» en el COPC, coincidir como miembros de la red Caps, Jornadas de Psicoanálisis, publicaciones, etc. Aun mas allá de las líneas de trabajo de cada una dentro de la misma área, pero con un denominador común, la preocupación sobre las dificultades para que las mujeres como colectivo se desprendan de obstáculos heredados que les impiden su realización personal como sujetos.

Este libro recopilatorio de diversos textos y artículos de Regina Bayo-Borràs configura un rico mosaico que refleja su implicación de largo recorrido no solo en la salud mental de las mujeres individualmente, sino como colectivo, ya que muchos de sus malestares psicofísicos se derivan de factores ligados a su historia personal, a determinados condicionantes socioculturales de la cultura patriarcal que vienen de muy lejos, históricamente hablando.

Los textos seleccionados muestran su amplia experiencia como psicoterapeuta y psicoanalista en la atención a mujeres, tanto en el ámbito de la consulta privada como en el servicio público, lo cual dota a la profesional de un campo de observación diverso en cuanto a diferentes sectores de la población femenina, algo muy relevante en nuestra profesión.

Las diferentes temáticas abordadas pueden clasificarse en las siguientes áreas:

El malestar —«El alboroto adolescente»— con el padecimiento en las adolescentes como hilo conductor que se empieza a gestar en su infancia.

Las posiciones vitales tales como los conflictos y violencia en la pareja —«Dolor, depresión y violencia»— en las que se analizan lo que se juega en determinados vínculos afectivos. Cabe resaltar, especialmente, los escritos en torno a la depresión, los intentos o actos de suicidio, la somatización tan frecuente, que muestran que el cuerpo de las mujeres posee un lenguaje propio que demanda ser traducido en palabras. Palabras que —históricamente, como señalan autoras tan relevantes como Victoria Sau— han sido silenciadas también colectivamente.

La maternidad —«Maternidad hay más de una»—, en sus diferentes caminos de filiación, tan diversificados en la época actual y las consecuencias derivadas en el plano emocional-afectivo.

Cabe señalar también, como lazo que une estos desarrollos teórico-clínicos, lo que Regina destaca en relación con la gran importancia de la salud mental —«Salud mental y padecimiento psíquico»— y, como subraya en su artículo «No hay salud sin salud mental», especialmente en las mujeres, que por causas socioculturales, además de determinados factores ligados a sus historias personales, se les ha otorgado el rol de cuidadoras de la humanidad a costa de ensombrecer al sujeto que late en su interior, invisibilizando sus necesidades personales.

A los gobiernos, en general les cuesta invertir en prevención, y concretamente en salud mental. Regina, en sus planteamientos, aboga por esa inversión prioritaria desde la salud pública a la que puedan tener acceso las mujeres, independientemente de su nivel económico y aporta modelos de estrategias a implementar. No olvidemos que las mujeres son la población más medicalizada con ansiolíticos y antidepresivos; estadísticamente viven más que los hombres, pero en peores condiciones. En estos textos se pone también de relieve su posicionamiento profesional, partiendo de una línea de trabajo determinada con base psicoanalítica, que da valor a la escucha por medio de la transferencia con las mujeres atendidas, y que implica no partir de prejuicios apriorísticos, que podrían distorsionar u obstaculizar la dirección del trabajo a seguir para su recuperación. Las mujeres no precisan ser adoctrinadas, sino ser escuchadas y orientadas para así facilitar sus procesos de autoconocimiento y elaboración a partir de su subjetividad.

Los acelerados cambios sociales, los avances tecnológicos que se han insertado en la vida cotidiana, así como las redes sociales, los cambios de paradigma, etc., plantean la necesidad de reflexionar sobre las consecuencias y el abordaje preventivo en la salud psicológica de todas las mujeres y, especialmente, de las niñas y más jóvenes. Colaborar desde nuestro ejercicio profesional para que las durmientes despierten, como se refiere el título de este libro, es una acertada metáfora y un ético objetivo que conseguir.

Gemma Cánovas Sau Psicóloga clínica, psicoterapeuta y psicoanalista

Introducción

Pronto se van a cumplir cincuenta años del gran cambio de etapa que vivió nuestro país tras la muerte de Franco en 1975. El feminismo de finales de los años sesenta y principios de los setenta sobrevivía en la clandestinidad, como todos los demás movimientos en defensa de los derechos humanos. Era un movimiento minoritario, nutrido principalmente por el pensamiento de mujeres intelectuales y algunos hombres que lo apoyaban solidariamente. En su mayor parte eran activistas, militantes de partidos políticos de izquierdas y de movimientos sindicales —prohibidos y severamente perseguidos con penas de cárcel— en aquella época que hoy nos parece tan lejana, casi trasnochada.

Pronto hará también cincuenta años que me licencié en Psicología (1976). Entonces era una «sección» de la carrera de Filosofía y Letras. Corría el año 1972 y allí, en las aulas de la Universidad de Barcelona, conocí a Victoria Sau; las dos sentadas en el mismo banco de madera de los largos pupitres que había en la Universidad Central de Barcelona (UB).

Victoria y yo congeniamos enseguida. A pesar de la diferencia de edad —yo tenía 18 años y ella 42— y de pertenecer a distintas generaciones, la comunicación entre ambas era siempre fluida y espontánea. Los temas de conversación siempre eran interesantes. Pronto nos dimos cuenta de que compartíamos las mismas preocupaciones por la situación familiar, social, laboral, jurídica, política y psicológica de las mujeres. Entonces yo estaba involucrada en un pequeño grupo de mujeres que luego sería el Colectivo Feminista y que más adelante fundó la revista Vindicación Feminista1 en Barcelona, donde ella publicó numerosos artículos.

Estábamos intentando celebrar el 8 de marzo y dar a conocer la importancia de esa fecha en los barrios obreros. Había más barrios que mujeres dispuestas a dar una charla reivindicativa. La discriminación y explotación de las mujeres era un tema poco conocido y poco valorado en su dimensión política para gran parte de la población general, y era muy arriesgado (sujeto a multa), incluso peligroso (penado con procesamiento), informar de temas prohibidos por el régimen franquista, como por ejemplo, las reivindicaciones de las mujeres. Recordemos que era delito político hacer difusión y propaganda denunciando su desigualdad con el hombre, la falta de derechos laborales, la discriminación en todas las esferas de su vida personal, familiar y sexual-reproductiva. Hoy, en cambio, el 8M se celebra en todo el mundo y salen a las calles y en los medios de comunicación cientos de miles de mujeres y hombres, pero entonces nos jugábamos la libertad y nos arriesgábamos a detenciones, interrogatorios, malos tratos policiales, y mucha burla, sorna y desprecio por parte de los agentes del «orden», y no digamos de la brigada político-social.

Victoria aceptó ir a dar la conferencia sobre el Día Internacional de la Mujer. Y así se consolidó y amplió nuestra relación, más allá de compañeras de carrera, que duró muchos años más, incluso mientras iniciamos nuestra práctica profesional como psicólogas.

Victoria Sau era una mujer con una presencia que generaba confianza, y contrastaba con la imagen de las más jóvenes, que intentábamos desafiar los cánones establecidos de indumentaria y comportamiento. Su edad, —estaba ya en la madurez de la vida— como su actitud de calma y escucha atenta en las reuniones, nos daba mucha confianza a las feministas militantes. Nuestro grupo fue construyendo los inicios de la organización del movimiento feminista en Barcelona y Madrid en condiciones de cierta clandestinidad, aunque en esos años ya se respiraban aires de apertura intelectual; y así fuimos transmitiendo a otras mujeres el pensamiento feminista.

De hecho, no fuimos solo jóvenes contestatarias las que promovíamos el cambio y la liberación de las mujeres. También se fueron sumando otras no alineadas ideológicamente con los partidos de izquierda, que sin haber sufrido el coste personal de la clandestinidad, ni militado en partidos políticos, ni conocido las cárceles franquistas, fueron acercándose a los grupos de concienciación feminista.

Recordemos, además, que la Organización de las Naciones Unidas había declarado el año 1975 como Año Internacional de la Mujer2, y que en 1976 se celebró el inolvidable Tribunal Internacional de Crímenes contra las Mujeres, en Bruselas3, con asistencia de casi mil mujeres de varios continentes. En nuestro país, la situación era muy complicada: el feminismo después de la muerte de Franco ya no era un objetivo principal de persecución política, pero estaba denigrado por los partidos de izquierdas y de derechas. Lo más suave era un ninguneo benevolente, pero lo más habitual era ser objeto de mofa, burla, desprecio, marginación o acoso por parte de la sociedad en general. Mientras tanto, en algunos países occidentales —de América del Norte y del entorno europeo principalmente— las mujeres feministas se estaban organizando con fuerza y decisión. Por medio de organizaciones sociales y políticas defendían y difundían sus reclamaciones y conseguían mejorar sus derechos y libertades. Otro acontecimiento que vino a ampliar y consolidar el incipiente movimiento feminista en Catalunya, ese mismo año de1976, fueron las I Jornades Catalanes de la Dona4, celebradas precisamente en el Paraninfo de la Universidad Central de Barcelona.

Todos estos acontecimientos fueron el preámbulo de mi creciente interés profesional en el campo de la psicología de la mujer. Con el inicio de la llamada «transición democrática» se fueron consiguiendo algunos cambios legales y sociales, considerados desde luego imprescindibles para disminuir la alineación, el sometimiento, la explotación y el sufrimiento psíquico de las mujeres en general, de todas las edades y condición social. Los métodos anticonceptivos, por ejemplo, hasta entonces prohibidos, pudieron obtenerse sin receta; la mayoría de edad, establecida a los 21 años para las mujeres, pasó a los 18 años, como los varones; se consiguieron derechos civiles, la ley del divorcio, algunas mejoras en el ámbito laboral y familiar. Las mujeres empezaron a emanciparse legal y económicamente de los hombres de la familia, padre, marido, hermano. Todas estas dependencias las dejaban sumidas en un estado de desamparo y vulnerabilidad no solo subjetivo, sino sobre todo real y efectivo. No podían ser ellas mismas porque no habían sido nunca libres, se habían sobreadaptado a lo que se podía o no se podía ser y hacer en función de su condición biológica. No podían pensar, decidir y actuar en tanto sujetos de deseos propios y continuaban —como sus madres y abuelas a disposición de los varones de la familia— en una posición de objeto de uso y abuso.

Determinantes sociales de la salud

No hay salud sin salud mental. La salud mental de la población depende primordialmente de las condiciones de vida, es decir, de las condiciones de la calidad de vida y de trabajo. Son los llamados «indicadores sociales de la salud»5. Es de todos conocido el lema de que «No hay salud sin salud mental», y el de que «La salud mental depende del apoyo y participación del conjunto de la comunidad». Esta perspectiva social y política de la salud en su conjunto, y de la salud mental en particular, ha sido uno de los principales fundamentos de mi participación en asociaciones y plataformas6 en defensa de la salud mental y de la salud mental de los profesionales de la salud.

Mientras continuaba con mi formación como psicoterapeuta de orientación psicoanalítica, fui participando en diversas etapas del movimiento de profesionales en defensa de una salud mental digna y accesible para el conjunto de la población, y en especial de las mujeres y de los niños. Así pude contribuir en los inicios de la constitución de los Centros de Higiene Mental en Cataluña (CHM), y estuve trabajando como psicoterapeuta de niños, adolescentes y adultos en el CHM Cornellá del Llobregat (Barcelona) entre 1986 y 1999. Allí, junto a varias psicólogas y psiquiatras, constituimos el primer Servicio de Salud Mental para Mujeres7, que durante ocho años dio atención psicológica y psicoterapéutica a centenares de mujeres pacientes de todas las edades, de manera individual y grupal.

Realizamos un estudio de evaluación de resultados de eficiencia terapéutica que obtuvo un premio otorgado por la Diputación de Barcelona8, y en un artículo publicado por la Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría9.

Y dejamos una experiencia psicoterapéutica singular que, posteriormente, grupos de mujeres profesionales de la psicología y la salud mental fueron extendiendo en el territorio de forma desigual y más especializada: servicios de atención en salud sexual y reproductiva; de atención en situaciones de violencia machista; de atención a mujeres con cáncer; con duelo perinatal; atención a chicas adolescentes con trastornos alimentarios; de trabajadoras objeto de acoso laboral, etc. Práctica asistencial con mujeres —jóvenes, adultas, madres, abuelas, enfermas, emigrantes— con trastornos graves o moderados en situaciones de crisis vitales o accidentales —aborto, viudedad, divorcio—, o con embarazos adolescentes, con familias disfuncionales, víctimas de abusos y agresiones sexuales en la infancia, etc.

Nuestro trabajo siempre fue supervisado por colegas de gran experiencia en el campo de la salud mental, lo que nos animó a escribir un libro10, que fue publicado por el Colegio Oficial de Psicología de Cataluña. Toda esta experiencia dio pie a participar, durante los últimos veinte años, en jornadas y conferencias organizadas por la Red de Mujeres Profesionales de la Salud11 y colaborar en la revista MyS Mujeres y Salud, con numerosos artículos sobre el malestar emocional y padecimiento psíquico de las mujeres.

En la edición de este libro se recogen algunos de estos artículos y otros ensayos aparecidos en diversos medios de comunicación escrita: en la revista Intercambios, Papeles de Psicoanálisis12; en el diario Público13; en Cuadernos editados por el Instituto de la Mujer (Madrid) y por otras revistas de orientación psicoanalítica14.

De Caperucita Roja a Caperucita Violeta

En La creación de la conciencia feminista, Gerda Lerner plantea que

[…] el sistemático proceso de marginalización educativo de las mujeres ha afectado a su autopercepción, a su capacidad para conceptualizar su propia situación y a su capacidad para concebir soluciones para mejorarla … las mujeres han vivido en condiciones de ignorancia domesticada, enajenadas por su propia experiencia individual y colectiva15.

Con el feminismo de los siglos XX y XXI ha llegado la hora de revisar —también— la mitología que los cuentos de hadas tradicionales hacen de la condición femenina. La virgen e ingenua Caperucita Roja ha cambiado el color de su capucha, y se ha vestido toda de violeta para demostrar que no quiere seguir siendo exclusivamente objeto de uso y abuso de varones excitados y desaprensivos. Igualmente, Bella Durmiente está «despertando» de un letargo inmemorial. El despertar de la conciencia feminista pasa, en primer lugar, porque las mujeres tengan conciencia de sí mismas como sujetos de deseos y derechos, también por tomar las riendas de sus propias vidas, más allá de tener una habitación propia. Diría que el despertar de la conciencia feminista es hacerse consciente del malestar que ha permanecido dormido durante siglos y de las propias capacidades para desplegar una vida bien despierta.

Se dice que el cuento de hadas de la Bella Durmiente, de gran tradición popular europea, nos ha llegado por transmisión oral a partir de un texto islandés anónimo escrito hacia finales del siglo XIII, pero se conocen poemas indios, grecolatinos, franceses y catalano-occitanos anteriores. Se trata de poemas de culturas muy diferentes y geográficamente muy alejadas, por lo que es precisamente la diversidad de su origen y su prolongación en el tiempo, lo que nos muestra la fuerza del valor alegórico de este relato.

La historia de su protagonista y de los demás personajes masculinos y femeninos que intervienen en la causa y desenlace de su quedar dormida durante cien años, ha tenido varias versiones literarias (Basile, Grimm, Perrault); musical (Tchaikovsky) cinematográfica (Disney); también interpretaciones feministas (H. Cixous); psicológicas y psicoanalíticas (B. Bettlehiem).

¿Por qué recurrir de nuevo, en el siglo XXI, a la universal bella princesa dormida?

He recogido en la edición de este libro varios ensayos sobre el precio psíquico de las mujeres cuando no están «despiertas», es decir, cuando no son conscientes de sí mismas. Estar dormida —metáfora de no ser consciente—, significa quedarse atrapada por sueños de ilusiones, fantasías alejadas de la realidad de la vida; anular el paso del tiempo y los duelos correspondientes a cada etapa; evadirse de las frustraciones, aislarse en una burbuja narcisista que no promueve desarrollo ni evolución ninguna, sino estancamiento y alienación subjetiva.

Cuando Bella Durmiente despierta no tiene más remedio que hacerse cargo de ella misma; asumir la responsabilidad de sus actos y de sus decisiones; no dejarse caer en el victimismo; evitar sobreadaptarse a una vida sacrificada entregada a los demás; esforzarse por conocerse mejor, elaborar sus duelos pasados, sobreponerse a las frustraciones que hieren su autoestima. Desprenderse, por tanto, del malestar y sufrimiento emocional en la medida de lo posible, sin aspirar al espejismo de la «felicidad».

En buena parte el propósito de este libro va de eso: alertar y tomar conciencia de los riesgos de estar o quedarse dormida, y destacar los beneficios —a corto o largo plazo— de abrir los ojos por una misma sin esperar el señuelo del pseudosalvador.

Presentación

Los ensayos que recoge la edición de este libro tratan del precio psíquico de las mujeres cuando no son conscientes de sí mismas y han de enfrentar contextos familiares y sociales problemáticos.

Está dividido en cuatro partes:

 

El alboroto adolescente

Dolor, depresión y violencia

Maternidad hay más de una

Salud mental y padecimiento psíquico

 

En cada una de las etapas vitales surgen ansiedades, conflictos, deseos y fantasías que a veces nublan el entendimiento, y la capacidad de amar y trabajar de forma creativa y saludable.

El objetivo principal es poner de manifiesto los emergentes de este malestar emocional, evitar su medicalización excesiva, y promover un modelo psicosocial de atención a las mujeres.

El alboroto adolescente

Autor: Antonio M.Óleo sobre lienzo; 63,5x46,5 cmColeccion Art Brut Toen-Piñor (SERGAS)ArtEspida Proyecto Global

Sobre el temor a la pérdida de amor: algunas diferencias psíquicas y sociales entre los sexos

¿Son las niñas —en comparación con los varones de su misma edad, sea esta la que fuere— más disciplinadas, responsables, ordenadas, cuidadosas con sus objetos, cumplidoras de sus obligaciones? En otras palabras, ¿están mejor adaptadas a las normas familiares, escolares, educativas, sociales y a lo que se espera de ellas?

En los últimos años hemos conocido datos muy significativos que dicen lo mismo de otra manera: en la escuela y las universidades las mujeres obtienen mejores calificaciones que los varones y, además, no plantean tantos problemas como ellos. Por otra parte, en la vida adulta, las mujeres constituyen una abrumadora mayoría en las profesiones que se ocupan de los demás, como son las sanitarias, educativas, de asistencia social, atención a enfermos y ancianos, servicios de limpieza y de alimentación, sin olvidar los variados «servicios» sexuales.

Otras cosas bien distintas se suelen decir de los varones: que son más despistados, menos cuidadosos, más alborotadores e impulsivos, que dejan las cosas para el último momento, y que buscan divertirse antes que ponerse a estudiar. Es bastante unánime la opinión de que en cuanto pueden se escaquean de las tareas domésticas cotidianas como habitual es oír decir a las parejas de padres —dentro y fuera de la consulta— que prefieren las hijas porque son cariñosas, se adaptan mejor, son más fáciles de llevar y colaboran en la vida familiar. Y, aunque no lo dicen explícitamente, se sienten más seguros —confían más— en que ellas vayan a atenderles y cuidarles mejor en la vejez y en la enfermedad que los hijos varones.

Un artículo reciente se refería a esta cuestión bajo el título «Enfermería para mujeres, informática para hombres», y resaltaba las diferencias en la vocación y aptitudes profesionales de ambos sexos16.

Estas características diferenciales entre niñas y varones —entre mujeres y hombres— son, como se diría coloquialmente, de dominio público. Durante los años que trabajé en las escuelas públicas recuerdo que las maestras —entonces el 70 % eran mujeres— me consultaban casi siempre por varones: porque eran inquietos, impulsivos, desatentos, agresivos, desobedientes. Cuando consultaban por una niña, el motivo casi nunca se relacionaba con estas conductas, sino por conflictos de relación con las otras niñas del aula —celos, envidias, maldades varias—. Así como la mayoría de los trastornos de los varones no siempre eran graves, cuando se trataba de las niñas, el conflicto era de envergadura.

Pero, ¿podemos seguir sosteniendo que estas diferencias —de que a las niñas les interesa o importan más las relaciones con las personas y a los varones con los aparatos tecnológicos— solo tienen que ver con los estereotipos de género? ¿No será que hay también otros aspectos psicológicos más complejos y profundos que promueven estas diferencias en las conductas y en las relaciones con los demás? ¿Que estas diferencias psicológicas entre ambos sexos —desde la configuración edípica— promueven elecciones y vocaciones profesionales tan dispares?

El temor a la pérdida de amor

A cada etapa del desarrollo madurativo y psicológico le corresponde una situación de angustia y de temor. Sigmund Freud planteaba que son muchos los individuos que no pueden superar la angustia ante la pérdida de amor, en especial las mujeres, de manera que no logran suficiente independencia del amor de los demás. La educación de los progenitores influye en los hijos dándoles pruebas de amor o, por el contrario, con amenazas que atestiguan la retirada de ese amor. Así es como se va conformando una «angustia realista» que será la precursora de la posterior conciencia moral y la formación del Superyó. Entonces nos preguntamos: ¿Son las niñas más vulnerables que los varones a las manifestaciones del desamor parental? O dicho de otra manera, ¿son los varones más inmunes a los enfados o castigos paternos?

Si tenemos en cuenta las reflexiones freudianas, ¿podríamos entonces considerar que las niñas y mujeres se sienten más vulnerables o influenciables que los varones a las manifestaciones y amenazas de desamor de sus figuras parentales o de sus parejas?

¿Se podría pensar que la buena —o mejor— conducta, y que el buen —o mejor— seguimiento de las normas familiares y sociales de las niñas y mujeres tiene que ver con un mayor temor a la pérdida de su amor?

En algún sentido, ¿podríamos inferir que los varones no temen con tanta intensidad la pérdida de amor de los padres ni del Superyó parental? ¿A qué se debería? ¿Es que su narcisismo de base es más consistente, o menos vulnerable?

No cabe duda de que ambos sexos —tanto en la infancia como en la edad adulta— son muy influenciables a las amenazas de pérdida de amor; sin embargo, parece que no lo llevan igual. Es decir, que las niñas y las mujeres ante el temor de perder el amor se entregan a los otros (pareja, hijos, profesiones) en una actitud de ayuda y de sostén emocional, como una manera, quizá, de hacer activo lo que se ha sufrido pasivamente, o dicho de otra manera, de resarcirse por lo no recibido. Los varones, aunque no sean tan inmunes, obtienen gratificaciones narcisistas de otra manera, no tanto entregándose a los demás. Queda mucho por investigar todavía, más allá de decir que los hombres son de Marte y que las mujeres son de Venus y aman demasiado.

Otra tarea imposible

¿Tiene algo que ver en las aptitudes y vocaciones tan disímiles entre niñas y mujeres y varones la transmisión transgeneracional de los mandatos de género? ¿O son más determinantes las vicisitudes psíquicas específicas en el proceso de narcisización y subjetivación individual?

Con frecuencia se pone en evidencia que las mentalidades son más difíciles de cambiar que las normas y las leyes. En este sentido, desprenderse —ambos sexos— de la transmisión transgeneracional de algunos de los ideales, mitos y tabúes que han conformado la subjetividad femenina y la masculina durante milenios —sobre lo que deben ser y hacer cada uno de los dos sexos—, puede que sea una más de las tareas imposibles, además de las de educar y psicoanalizar.

Sobre la invulnerabilidad imaginaria de la adolescente en las relaciones sexuales

Anticoncepción y subjetividad femenina: un encuentro imprescindible

Sobre los métodos anticonceptivos —más allá de la píldora, que salió al mercado en 1960— las mujeres llevan varias décadas utilizándolos y aconsejándolos. A la gran mayoría de ellas —en los países en los que no están prohibidos o restringidos— les ha sido imprescindible para no quedar atrapadas en embarazos imprevistos, prematuros o tardíos y, por tanto, a tener que sostener hijos no deseados. A otras les ha ayudado —en los países donde hay programas de atención a la salud sexual y reproductiva— a planificar mejor una maternidad anhelada, de la cual han podido disfrutar según su disponibilidad interna.

Los métodos anticonceptivos han sido, pues, una ayuda imprescindible para abrir el camino hacia el encuentro con la propia subjetividad, entre otras razones porque las han hecho más libres a la hora de respetar sus deseos genuinos.

A través del ejercicio de estos derechos —allí donde sí son verdaderamente eficaces, que es una parte muy reducida de nuestro mundo global—, encontramos que se han deslindado de manera irreversible algunos aspectos de la vida psíquica de las mujeres:

Sexualidad y reproducción han quedado escindidas Esta obviedad tiene muchas consecuencias positivas que ya conocemos, pero quiero destacar aquí las que atañen a la vida psíquica de las mujeres: por un lado, han conseguido diferenciar mejor su dimensión subjetiva individual de la de la especie femenina. Por otro, han podido asumir con menos angustia y represión su pulsión sexual, el erotismo en sus múltiples y variadas facetas; las ha hecho por fin dueñas de su propio cuerpo —ese sustento esencial de su propio self—. En este sentido, la maternidad ha dejado de ser un destino inevitable, y ha logrado llegar a ser la consecuencia de una elección personal o de pareja. La «auténtica» identidad femenina ha dejado de estar condicionada al hecho de ser madre Aunque ahora nos parezca algo absurdo, hasta hace pocas décadas todavía se cuestionaba la identidad femenina «verdadera» si una mujer no quería tener hijos, o incluso si no los podía tener. Tanto han cambiado las mentalidades que estas afirmaciones estigmatizantes para las mujeres sin hijos actualmente no se sostienen de ninguna manera.

Las mujeres han conseguido, así pues, despegarse de la condición biológica, se han independizado de la «madre» naturaleza y, al dejar de ser «hijas» de ambas (biología y naturaleza), ahora pueden pensar y decidir el cuándo, el cómo y por qué traer hijos al mundo. Se ha abierto así, de manera irreversible, una primera gran brecha entre la dimensión biológica y la subjetiva. Entre naturaleza y cultura.

Sin embargo, comprobamos —a nuestro pesar— que la información y el conocimiento sobre anticoncepción, por adecuada y amplia que sea, no es —ni de largo— bien asumida ni interiorizada por muchas mujeres, en especial por las más jóvenes y por las que se encuentran —paradójicamente— en una situación de mayor riesgo y vulnerabilidad. Podemos sugerir algunos motivos:

A causa de la dependencia emocional La que establecen con su familia de origen, de la que no han cortado todavía «el cordón umbilical», y han quedado en un estado de cierta inmadurez psicoafectiva, con la consecuente fantasía adolescente de invulnerabilidad ante la sexualidad adulta. En su imaginario no consciente las relaciones coitales siguen siendo «un juego placentero» sin consecuencias reproductivas. Por motivos sociales y culturales Efectivamente, todavía hay una generación de jóvenes que se rebelan a seguir las recomendaciones y precauciones necesarias para evitar embarazos y contagios: lo consideran un sometimiento a normas caducas, porque ahora lo que se lleva es el libre, variado y sucesivo cambio de partenaire sexual. Incluso también simultáneo, al estilo más clásico de la sexualidad masculina promiscua, en donde con cada otro partenaire ya no se «hace el amor» sino que se trata de «tener sexo». Aquí la invulnerabilidad consiste en desestimar la implicación afectiva que pudiera establecerse a través del encuentro sexual. Si se desestima esa dimensión de la sexualidad femenina, no resulta tan extraño que la posibilidad de embarazarse quede también desmentida. Dos aspectos disociados del encuentro sexual: el del afecto y el de la reproducción.

Aunque todavía hay mujeres jóvenes que se ven impedidas a ejercer sus derechos sexuales y reproductivos porque han recibido el mandato de género de sus propias madres, y los han interiorizado como propios: Cumplen así con los roles y tradiciones machistas patriarcales, los cuales se convierten en barreras insalvables para acceder a los métodos anticonceptivos.

Como profesionales agentes de salud, y como mujeres feministas comprometidas, nuestra responsabilidad sigue siendo transmitir, informar, defender derechos; también analizar y evaluar los síntomas, los errores y los fracasos que se están produciendo, con el fin de reconvertir la situación y lograr que el conocimiento y uso de la anticoncepción sea integrado de manera más eficaz en dinámica relacional y sexual de las mujeres de todas las edades.

Jóvenes atolondradas

Nos preocupan las elevadas cifras que cada tanto nos traen las estadísticas oficiales sobre el incremento de embarazos de chicas adolescentes; el elevado consumo de las pastillas «del día después»; el aumento de los abortos a repetición; la proliferación de las enfermedades de transmisión sexual —en especial durante los últimos diez años— en que, como decía, la promiscuidad sexual se ha instalado como una forma habitual de «consumo de sexo» entre las jóvenes; y también sobre lo que los servicios públicos de atención psicológica reportan acerca del sufrimiento emocional de las jóvenes que son madres de hijos «no deseados», sumado al de las criaturas que reciben el rechazo y la hostilidad materna.

Las profesionales de la salud, con la experiencia y el tiempo recorrido en este campo de atención, ya sabemos que un aborto «adolescente» es la expresión sintomática de un conjunto variado de desajustes, conflictos internos, fracaso de algunas defensas protectoras, desconocimiento por descuido hacia sí misma, desinterés por la propia salud, actitud omnipotente, negación del paso del tiempo, idealización de la sexualidad como fuente de placer únicamente, etc.

La joven anhela sentirse deseada, valorada, salir de la dependencia parental, incrementar la experiencia erótica a través de múltiples encuentros sexuales, traspasar límites, y por consiguiente, no tiene en cuenta que sea preciso poner algún «límite» a esas experiencias tan intensas como estimulantes; la anticoncepción es un límite, no al placer, sino a sus consecuencias.

Y cuando llega la evidencia del embarazo, se encuentra desesperada, llena de temores, sola ante la responsabilidad de la crianza, no quiere crecer tan deprisa, su criatura la asusta, le aterroriza tener que ocuparse de un ser más vulnerable que ella misma.

Jóvenes embarazadas

Entonces, ¿qué hacer? Buscan una «solución» rápida, que se cree inocua, que alivie drásticamente el pánico sobrevenido al imaginar otro latido en su interior. En realidad, probablemente, esta muchacha precipitada, llena de deseos y de temores, que no puede esperar a crecer para entender mejor de qué van los juegos del sexo y del deseo, se ha dejado llevar por sus propios latidos porque no ha podido hacer suyas las recomendaciones, las informaciones, las prevenciones que le llegaban a través de folletos, anuncios, vídeos y charlas grupales. Todo eso ha quedado «fuera» de ella. No le atañía, Era, como quien dice, «un cuerpo extraño», y quedaba muy lejos de sus turbulencias vitales. En otras palabras, no había pasado por su subjetividad.

A mi modo de ver, esta es una consecuencia muy evidente de que las buenas y amplias informaciones sobre métodos anticonceptivos, como las que se editan y difunden con tanta dedicación por las administraciones públicas, no calan, no penetran en las jóvenes, no las interpelan en su vida personal ni sexual. Quedan convertidas en meras recetas o consejos que no les abren al camino a la responsabilidad plena de asumir la autoprotección. Son muchachas ávidas de afecto y placer, de nuevas experiencias que han de ir renovando sucesivamente, de manera arriesgada y superficial. Pareciera como si hubieran hecho una sobreadaptación al deseo sexual masculino más inmaduro y sexista.

Jóvenes impermeables

¿Y cómo podemos transmitir la necesidad del autocuidado sin tanto riesgo de quedar excluido del imaginario de cada una?

¿Cómo lograr que lo que ya está al alcance de muchas, pueda serlo también de las que todavía son «impermeables» a la penetración de los métodos?

Debemos implicarnos en el proceso de «leer con» ellas algo más allá de la anticoncepción; aquello que concierne a su mundo interno; aquello que colusiona con la sexualidad patriarcal que quiere de las mujeres precisamente que sean accesibles, que estén disponibles, objetos de usar y tirar.