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La humanidad de la tierra; se habia cansado de dar vueltas mil y mil veces alrededor de las mismas ideas, de las mismas costumbres, de los mismos dolores y de los mismos placeres. Hasta se habia cansado de dar vueltas alrededor del mismo sol.
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Veröffentlichungsjahr: 2017
Leopoldo Alas «Clarín»
La humanidad de la tierra; se había cansado de dar vueltas mil y mil veces alrededor de las mismas ideas, de las mismas costumbres, de los mismos dolores y de los mismos placeres. Hasta se había cansado de dar vueltas alrededor del mismo sol. Este cansancio últi-mo lo había descubierto un poeta lírico del género de los desesperados que, no sabiendo ya qué inventar, inventó eso: el cansancio delsol. El tal poeta era francés, como no podía menos, y decía en el prólogo de su libro, titu-lado Heliofobe: «C'est bte de tourner tou-jours comete c'à. A quoi bon cette sotisse eternelle?... Le soleil, ce bourgeois, m'embète avec ses platitudes...», etc., etc.
El traductor español de este libro decía.
« Es bestia esto de dar siempre vueltas así. ¿ Aqué bueno esta tontería eterna? El sol, ese burgués, me embiste con sus platitudes eno-josas. Él cree hacernos un gran favor quedándose ahí plantado, sirviendo de fogón en esta gran cocina económica que se llama el sistema planetario. Los planetas son los pucheros puestos a la lumbre; y el himno de los astros, que Pitágoras creía oír, no es más que el grillodel hogar, el prosaico chisporroteo del carbón y el bullir del agua de la caldera... ¡Basta de olla podrida! Apaguemos el sol, aventemos las cenizas del hogar. El gran hastío de la luz me-ridiana ha inspirado este pequeño libro. ¡ Queél es sincero! ¡ Que él es la expresión fiel de un orgullo noble que desprecia favores que no ha solicitado, halagos de los rayos lumínicos que le parecen cadenas insoportables».
» Él tendrá bello el sol obstinándose en ser benéfico; al fin es un tirano; la emancipación de la humanidad no será completa hasta el día que desatemos este yugo y dejemos de ser satélites de ese reyezuelo miserable del día, vanidoso y fanfarrón, que después de todo no es más que un esclavo que signé la carrera triunfal de un señor invisible».
El prólogo seguía diciendo disparates que no hay tiempo para copiar aquí, y el traductor seguía soltando galicismos.
Ello fue que el libro hizo furor, sobre todo en el África Central y en el Ecuador, donde todos aseguraban que el sol ya los tenía fri-tos.
Se vendieron 800 millones de ejemplares franceses y 300 ejemplares de la traducción española; verdad es que estos no en la Penín-sula, sino en América, donde continuaban los libreros haciendo su agosto sin necesidad de entenderse con la antiquísima metrópoli.
Después del poeta vinieron los filósofos los políticos sosteniendo lo que ya se llamaba universalmente la Heliofobia.
A ciencia discutió en Academias, Congresos y sección de variedades en los periódicos: 1.º, si la vida sería posible separando la Tierra del Sol y dejándola correr libre por el vacío hasta engancharse con otro sistema; 2.º, si habría medio, dado lo mucho que las ciencias físicas habían adelantado, de romper el vago de Fe-bo y dejarse caer en lo infinito.
Los sabios dijeron que sí y que no, y que qué sabían ellos, respecto de ambas cuestio-nes.
Algunos especialistas prometieron romper la fuerza centrípeta como quien corta un pelo; pero pedían una subvención, y la mayor parte de los Gobiernos seguían con el agua al cuello y no estaban para subvencionar estas cosas.
En España, donde también había Gobierno y especialistas, se redujo a prisión a varios arbi-tristas que ofrecieron romper toda relación solar en un dos por tres.
Las oposiciones, que eran tantas como cabezas de familia había en la nación, pusieron el grito en el cielo: dijeron los Perezistas y los Alvarezistas y los Gomezistas, etc., etc., que era preciso derribar aquel Gobierno opresor de la ciencia, etc.
Los Obispos, contra los cuales hasta la fecha no habían prevalecido las puertas del in-fierno, ensalzaban a todos los sabios e igno-rantes que se declaraban heliófilos.
«Bueno estaba que se acabase el mundo; que poco valía, pero debía acabarse como en el texto sagrado se tenía dicho que había de acabar, y no por enfriamiento, como sería seguro que concluiría si en efecto nos alejá-
bamos del sol...».
Una revista científica y retrógrada, que se llamaba La Harmonía, recordaba a los heliófo-bos una porción de textos bíblicos, amenazándoles con el fin del mundo.
Decía el articulista:
«¡Ah, miserables! Queréis que la Tierra se separe del Sol, huya del día, para convertirse en la estrella errática, a la cual está reservada eternamente la obscuridad y las tinieblas, como dice San Judas Apóstol en su Epístola Uni [...]