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Una mujer que consume sus días bailando y cantando tangos, un hombre que desaparece después de haber visto el pasado, un artesano de figuritas de plomo, una mujer que devora comida como un animal, otra que construye en París un refugio contra el infortunio, una madre invasora adueñándose del insomnio de su hijo, un soldado desnudo frente a una guerrillera del Vietcong o las aventuras de los supervivientes de una catástrofe planetaria, embarcándose en un viaje sin futuro, son algunos de los temas que se desarrollan en los trece relatos que Gustavo Dessal ha escrito bajo el título “Demasiado rojo”. Cuentos rotundos, de lenguaje exquisito y ritmo perfecto en los que los personajes se encuentran al borde del abismo, traspasados por un cierto humor negro que realza el dramatismo con el que cada uno deberá afrontar su destino.
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© Flor Dessal Marino
Gustavo Dessal (Buenos Aires, 1952) es psicoanalista, miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis y escritor. Formado en Buenos Aires y París ha sido profesor invitado en la Universidad Menéndez Pelayo, en la Complutense de Madrid y en las universidades del País Vasco, Murica, Granada y Barcelona. Desde 1982 reside en Madrid en donde ejerce la clínica y realiza labores docentes dictando seminarios y conferencias. Docencia que imparte también en Argentina, Brasil, Inglaterra, Irlanda, Francia e Italia.
Entre 2004 y 2010 ha publicado las novelas Principio de incertidumbre y Clandestinidad y los relatos reunidos en Operación Afrodita y Más líbranos del bien. Demasiado rojo es un conjunto de trece relatos rotundos, traspasados por un seductor humor negro, que realza el dramático salto que cada personaje deberá hacer en el vacío.
Demasiado rojo es la excusa que esgrime Beltrán, protagonista del primer cuento, cuando le sacan del cuarto a rastras tras cometer su delito. Adelina, en otro de ellos, posee una voracidad inmensa, tan monstruosa que acogota a la madre incapaz de satisfacer su apetito. El soldado que se encuentra desnudo con una mujer del Vietcong, luchará entre el miedo a perder el pellejo y su irreprimible instinto sexual ante la mujer y su fusil. Pero tan rotundos como todos estos hombres y mujeres, es la fuerza de la conciencia que se reprocha y dialoga consigo en la noche, el sueño y la pesadilla, en un continuo avance, cuento a cuento, hacia un final de soluciones desesperadas sustentadas por alguna loca ilusión, puede que la última. Gustavo Dessal instala a sus personajes ante el conflicto de existir en estado puro, frente al instante definitivo que marca el destino.
“Una prosa directa le sirve para recrear situaciones que evocan la literatura de Kafka o de Poe, aunque con toques de ironía y distanciamiento...”
EL PAÍS
Diseño de cubierta: La editorial
© Ilustración de cubierta: Michel Koven
Título: Demasiado rojo
Autor: Gustavo Dessal
© de la edición: El Nadir Ediciones, S.L. 2012
Guillem de Castro, 77, 11ª – 46008 Valencia. España
www.elnadir.es
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Composición ePub: Publidisa
IBIC: FYB
I.S.B.N. eBook: 978-84-92890-55-2
Demasiado rojo
Nos hemos quedado solos
Día de gracia
Adelina
Dime que me quieres
Desvelo
El refugio
Flores para Solomon Ryan
Los nombres del padre
La guerra continúa
La visitación
Que vienen los indios
El alma de las bicicletas
Le decían la Gardela, pero se llamaba Haydeé y era la reina de la milonga de Villa Luro. De todas partes venían a verla bailar, con sus nalgas de roca y sus zapatos de taco fino, que reflejaban las pobres luces de aquel santuario donde las parejas estrechaban sus mejillas y se deslizaban al compás de un tango.
Tenía una mariposa colorada tatuada en la grupa, que solo algunos elegidos lograban ver volar en la penumbra sudorosa de un cuarto, cuando la música se había apagado y los últimos bailarines se fundían con las sombras del alba. Recién entonces, despojada ya de todas las miradas que aclamaban el contoneo de sus muslos, dejaba abrir las alas de su mariposa para que el afortunado de turno la persiguiese en el efímero cielo de los cuerpos.
Cuando chica se había hecho novia del tango para escapar de los ojos turbios del padrastro y refugiarse en las milongas y los bailes de carnaval que se organizaban en el club del barrio. Todos se enamoraban de ella, pero un cajetilla de Belgrano que usaba camisas entalladas y fumaba en boquilla le clavó la primera flecha en un hotelito junto a la vía del tren. Un convoy de medianoche ahogó el grito del triunfo y los espasmos del dolor, mientras a lo lejos la orquesta del club atacaba con vehemencia los primeros acordes de una canción vieja que se perdió en el aire caliente de esa noche. Por eso, cada vez que hacía bailar sus caderas para deleite de algún amante, los versos de un tango se mezclaban en sus oídos con el silbido de un tren misterioso que corría hacia ninguna parte.
Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!
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