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Había una vez un avaro prestamista, que siempre buscaba la forma de estrujar hasta el último chelín de los que trataban con él. Una tarde, a pocos minutos de cerrar su tienda, un joven entró con la intención de comprar un pequeño armario que el prestamista había comprado en una subasta. El precio era alto pero el joven lo compró de todas maneras, con la condición de que todos sus contenidos le pertenecieran.El armario viejo cuenta la historia del joven, el prestamista, y el pequeño armario que le vendió. A medida que el cuento se desarrolle, te darás cuenta que no todo es lo que parece, ¡y nuestros astutos personajes no son tan solo un joven y un prestamista!Diviértete con este cuento corto de uno de los más grandes escritores ingleses, conocido por sus personajes cómicos y tramas astutas y bien pensadas.-
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Seitenzahl: 23
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Charles Dickens
Saga
El armario ViejoCover art: brethdesign.dk Cover illustration: Shutterstock Copyright © , 2019 Charles Dickens and SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726339086
1. e-book edition, 2019
Format: EPUB 2.0
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SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com
Charles Dickens (1812 – 1870)
Eran las diez de la noche. En la hostería de los Tres Pichones, de Abbeylands, un viajero, joven aún, se había retirado a su cuarto, y de pie, cruzados los brazos contra el pecho, contemplaba el contenido de un baúl que acababa de abrir.
-Bueno, todavía debo sacar algún partido de lo que me queda -dijo-. Sí; en este baúl puedo invocar un genio no menos poderoso que el de Las mil y una noches: el genio de la venganza..., y quizá también el de la riqueza... ¿Quién sabe?... Empecemos antes por el primero.
Quien hubiese visto el contenido del baúl, más bien habría pensado que su dueño no debería hacer mejor cosa que llevárselo a un trapero, pues todo eran ropas, en su mayor parte pertenecientes, por su tela y forma, a las modas de otro siglo, excepto uno o dos vestidos de mujer; pero ¿qué podía hacer de un traje de mujer el joven cuya imaginación se exaltaba de ese modo ante aquel guardarropa híbrido? No eran días de Carnaval...
-¡Alto! Dan las diez -repuso de pronto-. Tengo que apresurarme, no vaya a cerrar la tienda ese bribón.
Y hablando consigo mismo se abrochó el frac, se echó encima un capote de caza, bajó, franqueó la puerta, siguió por la calle Mayor hasta recorrerla casi toda, torció por una calleja y se detuvo ante el escaparate de un comercio.
Quizá fuese el único abierto de todo el pueblo. Detrás del escaparate se veían las más variadas mercancías: muebles, libros, gemelos, monedas de plata, alhajas, relojes, hierro viejo y artículos de tocador. La mayoría de estos objetos tenían un rótulo que indicaba su precio. Detrás de un mostrador enrejado se sentaba un hombre con la pluma sobre la oreja, como un contable que acabara de interrumpir una operación matemática para despabilar la luz de la vela. Porque, en medio de todas aquellas riquezas, el hombre del mostrador se alumbraba económicamente con una prosaica vela de sebo colocada en una vieja botella vacía.