EL ARTE DE LA PRUDENCIA - Baltasar Gracian - E-Book

EL ARTE DE LA PRUDENCIA E-Book

Gracián Baltasar

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Beschreibung

El Arte de la Prudencia o 'Manual de Oráculo y Arte de la Prudencia' es considerado una obra maestra de la literatura barroca española, escrito en 1647 por Baltasar Gracián y Morales (1601 - 1658), escritor, pensador y jesuita español, es una obra perteneciente a prosa didáctica.  El libro contiene trescientos preciosos aforismos comentados, que ofrecen un conjunto de normas y pautas para salir adelante en una sociedad compleja y en crisis, como lo fue en su tiempo y como lo es hoy, ya que el hombre no ha cambiado prácticamente nada en su esencia. La obra trae un conocimiento tan relevante que fue traducida al alemán por Schopenhauer e influenció a otros grandes pensadores como Nietzsche, Voltaire, y Jacques Lacan. El Arte de la Prudencia es una lectura muy interesante, enriquecedora y necesaria.

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Baltasar Gracián Morales

EL ARTE DE LA PRUDENCIA

1a edición

Prefacio

Amigo Lector

Baltasar Gracián y Morales (1601 - 1658) fue un escritor, pensador y jesuita español. Ingresó muy joven a la Compañía de Jesús, donde rápidamente se destacó como predicador y en los estudios de filosofía, teología y literatura.

El Arte de la Prudencia u Oráculo Manual y El Arte de la Prudencia es considerada la obra maestra de la literatura graciana y del barroco español. La obra trae una preciosa colección de aforismos, con comentarios sobre diversos temas, dando consejos y orientaciones sobre cómo vivir de la mejor manera y evolucionar como ser humano.

El análisis de Gracián sobre la sociedad y el comportamiento humano influenció a grandes pensadores como: Schopenhauer, Nietzsche, Voltaire y Jacques Lacan. El arte de la Prudencia es una gran obra, siempre actual.

Una excelente y útil lectura.

LeBooks Editora

Sumario

PRESENTACIÓN

El Arte de la Prudencia

PRESENTACIÓN

Sobre el autor

Baltasar Gracián y Morales (Belmonte de Gracián, 8 de enero de 1601 - Tarazona, 6 de diciembre de 1658) fue un jesuita, escritor español del Siglo de Oro que cultivó la prosa didáctica y filosófica. Entre sus obras destaca La Arte de la Prudencia y El Criticón — alegoría de la vida humana —, que constituye una de las novelas más importantes de la literatura española, comparable por su calidad al Quijote o La Celestina.

Su producción se adscribe a la corriente literaria del conceptismo. Forjó un estilo construido a partir de sentencias breves muy personal, denso, concentrado y polisémico, en el que domina el juego de palabras y las asociaciones ingeniosas entre estas y las ideas. El resultado es un lenguaje lacónico, lleno de aforismos y capaz de expresar una gran riqueza de significados.

El pensamiento de Gracián es pesimista, como corresponde al periodo barroco. El mundo es un espacio hostil y engañoso, donde prevalecen las apariencias frente a la virtud y la verdad. El hombre es un ser débil, interesado y malicioso. Buena parte de sus obras se ocupan de dotar al lector de habilidades y recursos que le permitan desenvolverse entre las trampas de la vida. Para ello debe saber hacerse valer, ser prudente y aprovecharse de la sabiduría basada en la experiencia; incluso disimular, y comportarse según la ocasión.

Todo ello le ha valido a Gracián ser considerado un precursor del existencialismo y de la post modernidad. Influyó en librepensadores franceses como La Rochefoucauld y más tarde en la filosofía de Schopenhauer y Nietzsche. Sin embargo, su pensamiento vital es inseparable de la conciencia de una España en decadencia, como se advierte en su máxima «floreció en el siglo de oro la llaneza, en este de yerro la malicia».

Sobre la obra

El Arte de la Prudencia es una lectura muy interesante, enriquecedora y necesaria. Baltasar Gracián que escribió este libro a mediados del siglo XVII (en 1647) habla de un sinfín de temas que nunca pasarán de moda y que tienen que ver con nuestra manera de ser y actuar. Gracián recomienda actuar con prudencia, mesura, decoro, moderación, no dejarse cegar por las pasiones, que nos pierden, y más bien nos invita a ejercer el autocontrol, a no destacar o singularizarnos, no alardear de virtudes ni defectos. Siendo la virtud el último párrafo que cierra el libro, el párrafo número 300.

Algunos temas se repiten con escasas variaciones (mucho se habla de no contagiarse por el virus de la necedad, de mantener reservas en nuestro proceder, de no darlo todo, de dejar siempre a nuestros congéneres con ganas de más, un irnos ofreciéndonos poco a poco para mantener así el factor sorpresa. Otro punto importante es mantener la coherencia, optar por la seriedad y ser chistoso en contadas ocasiones. Lo crucial es que un mal paso puede echar todo nuestro trabajo, toda nuestra reputación por tierra. Una carrera ejemplar se viene abajo por una mala decisión) e incluso cae el autor en ciertas contradicciones al recomendar una actitud y luego la contraria (como en nuestro proceder respecto a los murmuradores, donde primero aconseja mantenerlos al margen de nuestras vidas, y luego bailarles al agua, conscientes del daño que nos pueden hacer).

Esta obra de Gracián resulta valiosa como invitación a la templanza y en especial a conducirnos a pensar sobre nuestros actos y las consecuencias que se derivan de lo que hacemos y decimos.

Nos dice el autor cómo hemos de ser, en ese irnos puliendo, en nuestro camino hacia la virtud, pero lo complicado, el cómo conseguirlo, el cómo llegar a ser virtuosos, apenas se concreta, a pesar de lo cual esta lectura creo que propiciará nuestras reflexiones sobre un montón de situaciones que todos experimentamos en el día a día ya sea en el ámbito laboral, familiar, académico, perejil, con los amigos, momentos en los que podemos optar por ser virtuosos, afables, respetuosos o por ser faltones, insultantes, desabridos…

En estos momentos que vivimos de suspense y de suspenso político, las muy vigentes palabras de Baltasar Gracián, bien podrían ser un haz de luz, un cordel del que tirar para que los políticos superen la necedad, lo obtuso de sus posiciones y abrir estos sus mentes a la prudencia, al decoro, despojando de su proceder, la soberbia, la cerrillad, el odio, la furia, el insulto, en pos de una siempre necesaria cordura.

El Arte de la Prudencia

1. Se ha llegado a la mayor complejidad, pero la suprema es formar un buen hombre.

Para formar a un sabio de hoy se requiere más inteligencia que para siete de la antigüedad. Y para tratar con un sólo hombre de estos tiempos necesitamos más sapiencia que para tratar todo un pueblo de los pasados.

2.Debes tener inteligencia y conocimiento.

Las dos cualidades para hacerte admirable. Tener una sin la otra es felicidad a medias. Algunos no nos conformamos con ser inteligentes. Queremos ser geniales. Infelicidad de necio tendrás si quieres mostrar ante la sociedad más de lo que la naturaleza te ha dado.

3. Lleva las cesas creando suspenso.

Aquellos a quienes sorprendas con tus novedades, estimarán tus aciertos. Por eso, jugar con todas las cartas al descubierto no es de utilidad ni buen gusto. El no declarar mucho crea suspenso, y más cuando la importancia de tu cargo da lugar a que todos estén atentos a tus actos. Haz ver misterio en todo lo que hagas, y eso hará que te veneren. Aun buscando darte a entender, huye de decirlo todo claramente. En el trato personal con los demás no debes mostrar completo tu interior. Es el recatado silencio lo más sagrado de la cordura. La voluntad declarada, nunca fue estimada, y si es publicada previo a su ejecución, da tiempo a ser cuestionada. Si se conoce por azar, será dos veces dificultada. Imita, pues, el proceder divino, que tiene siempre un misterio que hace al hombre estar todo el tiempo dándole amor y atención.

4. Sabiduría y valer juntos te dan grandeza.

Porque ambos son inmortales, dan eternidad a quien los tiene. Mientras más conoces eres más admirable, pues el sabio todo lo puede. Un hombre sin conocimientos es como un mundo a oscuras. Hay que saber usar sabiduría y fuerza, ojos y manos. Sin valentía es estéril la sabiduría.

5. Haz que dependan de ti.

 Al ídolo no lo hace quien lo dora, sino quien lo adora: el hombre sagaz quiere tener más personas necesitadas de él que gente que le agradezcan. Tu esperanza de mantenerte en el poder se reducirá si te confías sólo en el agradecimiento de la gente. Pues con la misma intensidad con que tú deseas el trono, olvidan ellos el bien que les hiciste. Más sacarás del que te necesita que de quien te agradece. Aquel que ha satisfecho su sed, le da la espalda a la fuente, como la naranja exprimida es tirada del oro al lodo. Quien deja de depender, deja de corresponder, y con ello la estimación. Sea para ti una importante lección de experiencia, entretener a los demás, conservando en ellos siempre la necesidad de ti. Hazlo así también con tus superiores. Y no olvides esto: tus superiores no deben saber nunca las veces en que te has quedado callado para dejarlos que yerren y vean que necesitan de tu consejo. Pero cuida esta norma moral: nunca hagas o dejes que les ocurra un daño incurable a los demás, sólo por provocar el que te necesiten, para beneficio tuyo.

6. Busca alcanzar la excelencia.

 No haces hecho, sino que vas perfeccionándote diariamente, en tu vida personal, en tu trabajo, hasta llegar al punto del consumado ser, habiendo adquirido las prendas de sabiduría que te hacen superior. Se te reconocerá entonces en tu refinado gusto, cultivada inteligencia, maduro juicio y decidida voluntad. Algunos nunca llegan a ser cabales, siempre les falta algo. Otros, tardan en hacerse. El varón sabio en dichos, cuerdo en hechos, es admitido y aún más, deseado, en el estrecho círculo de los espíritus más elevados.

7. Celebra las victorias de tus superiores.

Todo vencido odia a quien lo venció. Y si es a tu amo a quien vences, te considerará necio, y será fatal para ti. Siempre tu superioridad es aborrecida, y más cuando tiene que reconocerla tu superior jerárquico. Si tienes sobre él ciertas ventajas sencillas pero visibles, debes disimularlas. Por ejemplo, desmentir tu propia elegancia con cierta simpleza en el vestir. Es fácil hallar a quien quiera reconocer en otro un mejor carácter. Pero en la sabiduría, ninguno, y menos quien ostenta autoridad. La autoridad siempre verá su capacidad como un atributo de la más alta importancia, y considerará crimen de lesa majestad que no le sea reconocida. Son soberanos en poder, y quieren serlo en lo que es máximo: en el saber. Los príncipes gustan que se les ayude, y no que se les supere, y que cuando les adviertas de algo, se lo presentes como cosa que él sabía y había olvidado, y no como asunto ignorado por él y que tu inteligencia le hace ver. Enséñennos esta sutileza los astros hijos del sol, que, aunque brillantes como él, nunca se atreven a desafiar su luz.

8. Es bueno que seas hombre desapasionado.

 Controlar el estado de ánimo es tu prenda mayor como persona. Es tan importante que te salva de ser arrastrado a peregrinas y vulgares impresiones. No hay mayor señorío que adquirir dominio de ti mismo, de tus pasiones, pues de ahí sale el triunfo de tu voluntad. Y cuando la pasión arrope tu persona, no te atrevas a actuar. Actúa menos, cuanta más pasión sientas: es un modo sutil de ahorrarte disgustos, y más aún, de evitar que se afecte tu reputación.

9. Disimula los defectos de tu país.

Recuerda que el agua participa de las cualidades buenas o malas del tubo por donde pasa, y el hombre participa de las del ambiente donde nace. Todos deben, unos más que otros a sus patrias, pues a unos les fue favorable el momento de apogeo de ésta. No hay nación que no tenga algún defecto: incluso las más cultas, que por ello censuran a las demás, por cautela o consuelo propio. Corregir o por lo menos disimular o desmentir estas faltas, será una victoriosa destreza tuya. Con ello consigues plausible crédito entre tu gente, pues lo que se veía como un defecto lo conviertes en virtud. Hay también achaques de la ascendencia o linaje, del estado, del empleo o la edad que si afectan todos a una persona, y no se atienden a tiempo, hacen que sea vista como un monstruo intolerable.

10. Haz fama y fortuna: las dos en una.

Lo que tiene la una de inconstante, tiene la otra de firme. La primera para vivir, la segunda para el mañana.

 Aquélla contra la envidia, ésta contra el olvido. La fortuna se desea y tal vez se ayuda, la fama se diligencia. El deseo de reputación debe nacer de la virtud. La fama siempre ha sido hermana de h grandeza. Por ello h gente famosa anda siempre por los extremos: son monstruos o prodigios, dignos de abominación o aplauso.

11.Trata con quien puede aprender.

Convierte siempre el trato amigable con gente que sean escuela de erudición, y cuya conversación sea enseñanza culta. Haz de tus amigos maestros, aprovechando el gusto de conversar para el útil aprendizaje. Ten buena relación con los entendidos, valorando lo que te dicen, recibiendo con aplauso lo que te enseñan y tiene sabiduría. Generalmente nos ganamos al otro, al realzar sus virtudes. Frecuenta con atención las casas de aquellos caballeros que aman más el heroísmo que la vanidad. Hay hombres con fama de ponderados que, además de ser ellos mismos ejemplo de grandeza y buen trato, también se rodean de personas sensatas.

12. Refina le que te dio la naturaleza.

No hay belleza que no haya sido trabajada, ni virtud que no luzca bárbara sin el brillo de la elaboración. Lo que se pule mejora lo malo y perfecciona lo bueno. Si te quedas en lo que te dio la naturaleza, seras común y corriente. Aplícate cada día al arte de superarte. Sin este esfuerzo, la mejor persona luce rústica, y a quien carece de cultura le falta la mitad de las virtudes. Todo hombre luce tosco si no se ha cultivado, y es menester refinarse para alcanzar la perfección.

13. Obra siempre con una intención inesperada.

 La vida del hombre es una lucha contra la malicia del hombre. En las competencias, aprende a ser sagaz en materia de fingir tu intención. Nunca actúes de modo que el otro pueda saberla. Apunta hacia un objetivo, para deslumbrar, amaga al aire con destreza, pero en la realidad ejecuta lo que nadie espera, dejando siempre lugar para disimular tus verdaderos fines. Muestra una intención, y esto hará que tu contrario muestre la suya, y vuélvete luego contra la tuya, y vencerás por haber hecho lo inesperado. Pero cuídate de las inteligencias incisivas, que ponen mucha atención y son capaces de descubrir tus planes, usan su capacidad de reflexión, y pueden deducir lo contrario de lo que tú quieres que se entienda, y de este modo conocer cualquier intención falsa. No te dejes llevar de la primera intención, está en espera de la segunda e incluso una tercera. Cuídate de quien tiene mucha experiencia en peleas, pues habiendo alcanzado gran maestría, aumenta su simulación, a tal grado que puede pretender engañarte con la misma verdad. Cambia de juego, y lo obligarás a cambiar su treta, con el artificio de no hacer artificio. Basa esta astucia en aparentar candidez. En ese caso, actúa siempre con observación cuidadosa, y entenderás su perspicacia, descubrirás las tinieblas que tu contrario revistió de deslumbramiento. Descifrarás su objetivo, que es cuanto más solapado, más sencillo. Semejante a cuando combaten la calidez de Pitón contra la candidez de los penetrantes rayos de Apolo.

"Quien se muestra bueno,todo lo cura:dora el "no" endulza de buenmodo la verdady embellecehasta a la misma vejez.

En todo tiene gran importancia el "cómo", y la buena manera de actuar funciona a la manera de un mago que complace a todos.

El correcto comportamiento es gala del vivir, singularmente, todo lo lleva a buen término".

14. La dura realidad, endúlzala con buenas formas.

No basta la sustancia, hay que ver la circunstancia. Si no tienes un buen modo de hacer o decir las cosas, todo se te dañará, aun cuando tengas razón y justicia en tus propósitos. Quien se muestra bueno, todo lo cura: dora el "no", endulza de buen modo la verdad y embellece hasta a la misma vejez. En todo tiene gran importancia el "cómo", y la buena manera de actuar funciona a la manera de un mago que complace a todos. El correcto comportamiento es gala del vivir, y todo lo lleva a buen término.

15. Rodéate de gente inteligente.

 La felicidad de los poderosos está en acompañarse de personas con sabiduría, que le saquen de todo aprieto causado por la ignorancia, que le ayuden a luchar con las complejidades de la vida. Singular grandeza es servirse de sabios, grandeza que supera el bárbaro gusto de Tigrones, aquel que cometía el error de usar como criados a los reyes vencidos. Absurda nobleza es la que hace siervos a los que la naturaleza dotó para dirigir. En el mundo hay mucho qué aprender y poco tiempo para conocerlo, y no se vive si no se conoce. Es pues, una singular destreza el adquirir sabiduría gratuitamente, y es lo que logras escuchando mucho a muchos, que así luego sabrás más que todos. Dice una sabia sentencia: por la boca de muchos hablan los sabios que les aconsejaron. De este modo, consigues crédito de entendido con el esfuerzo ajeno. Estudian aquéllos primero la lección y te sirven a ti la quintaesencia de su saber. Si no logras sacar sabiduría de la experiencia de tu vida, búscala en la de tus relacionados.

16. Combina el sabor con la correcta intención.

 Juntos aseguran productivos aciertos. Pero si la sabiduría y la mala voluntad se juntan en una misma persona, producen una monstruosa violencia. La intención malévola es un veneno que daña tus perfecciones y, ayudada del saber, la maldad es mayor. ¡Infeliz eminencia la que se pone al servicio de la ruindad! Ciencia sin seso, locura en exceso.

17. Ten variados estilos, para que no prevengan lo que harás.

 No actúes siempre del mismo modo, pues todos sabrán de antemano lo que vas a hacer, sobre todo tus contrarios. No hagas las cosas siempre de una manera determinada, pues notarán tu uniformidad en el hacer, y prevendrán y frustrarán tus acciones. Es fácil matar al vuelo el ave que sigue constantemente el mismo sendero, sin torcerlo. No obres todo el tiempo con tu segunda intención, porque cuando lo repitas, descubrirán ese ardid. Espera siempre la malicia, pues es menester tener gran sutileza para vencerla. Haz como el jugador sagaz, que nunca lanza la pieza que el contrario espera, y mucho menos la que desea.

18. Combina siempre sabiduría y esfuerzo.

 No hay grandeza sin el juego de ambas, pero no tengas ninguna en exceso. Más consigue un talento mediano con dedicada aplicación, que un genio sin ella. La reputación se compra a precio de trabajo, y se valora por él, pues poco vale lo que poco cuesta. Aun para los empleos más sencillos se requiere aplicación, que rara vez se opone al genio. Muchos no son excelentes en un puesto mediano, porque se lo impide la desesperación que tienen por llegar a un cargo más alto, donde no pasarán de ser mediocres. Eso está muy mal. Pero está peor conformarte con ser mediocre en un puesto alto, pudiendo ser excelente en el mediano. Se requiere, pues, que tengas talento natural y el esfuerzo que lo completa.

19. No crees descuidada expectación.

Es frecuente que lo muy celebrado antes de realizarse, parezca después menos que la expectativa que se creó. Nunca lo real ha igualado a lo imaginado, porque es fácil concebir algo perfecto, pero muy difícil realizarlo con exactitud. La imaginación se casa con el deseo y crea una fantasía que es lejana a lo que puede dar la realidad. Por grandes que sean las excelencias que hagas, no bastan a satisfacer tu idea, y mientras más hayas engañado a la gente creándoles exorbitante expectación, más pronto se desengañarán y dejarán de admirarte. La esperanza es la gran falsificadora de la verdad: corrige la con la cordura, y procura que la satisfacción sea superior al deseo. Mejor es dar unos principios, unos detalles para despertar la curiosidad, sin engrandecer demasiado el objeto buscado. Mejor es cuando la realidad excede a la idea y da más de lo que se creyó. Olvida esta regla, si las cosas te salen mal, pues en ese caso lo que te ayudará será la exageración. Cubrirás lo que resultó mal con aplausos, y lo que se temió fuese un fracaso llegaría o parecer bien o todos.

20.Cada hombre tiene su momento.

Que una persona seo desfasado o no, depende de si su formo de ser responde al tiempo en que vive. No todos tuvieron el tiempo que merecían, y otros, lo tuvieron, pero no acertaron a aprovecharlo. Algunos tuvieron virtudes que los hicieron dignos de mejor siglo, pero lo bueno no siempre triunfa. Los hombres y las cosas tienen determinado su instante feliz, y hasta a los más excelentes les está determinada su hora de uso. Pero el hombre que posee sabiduría, que es eterna, lleva una ventaja: sabe que si este no es su momento, muchos otros lo serán.

21. Practica el arle de ser dichoso.

Reglas hay para conseguir la ventura, yaca- so sólo puedan aplicarlas los sabios. Pero al que no lo es, puede ayudarlo el esfuerzo. Algunos se conforman con ponerse a las puertas de la fortuna a esperar que ella les dé la dicha. Hacen mejor los que dan un paso al frente y se valen de su audacia, la cual si se acompaña de las alas de la virtud, puede alcanzar al triunfo y acariciarlo y recibir sus beneficios. Pero si lo pensamos bien, la mejor manera de conseguir la ventura personal es el buen uso de la virtud y la atención, pues no hay mayor dicha que la prudencia ni mayor desdicha que la imprudencia.

22. Cultiva el buen conversar.

 La fina erudición es herramienta de discretos y cuidadosos. Es bueno que en tu conversación muestres estar al corriente de todo, más de lo importante y menos de lo superfino. Es bueno tener frases graciosas en cantidad suficiente, tener galantería en el comportamiento, y saberlos emplear oportunamente. A veces es más efectiva una nota de humor que la más grave y profunda cátedra. La sabiduría en la conversación les valió más a muchos que las siete artes liberales, con ser tan importantes profesiones.

23. Evita perder tu reputación.

 Este es el riesgo de las virtudes. Pocos viven sin algún defecto moral de su naturaleza, y por ello se desesperan, y sin embargo, pueden curarlo con facilidad, si le buscan el lado bueno que siempre tiene. A estos hombres los lastima el hecho de que teniendo una gran cantidad de virtudes, pierden su prestigio, por un minúsculo defecto. Una pequeña nube basta para eclipsar el sol que son. Leve sombra en su reputación sobre la que siempre se fijan los malintencionados. La destreza para vencer esto consiste en buscarle la vuelta al defecto para convertirlo en virtud. Como supo César transformar en lauros sus naturales defectos.

24. No te dejes dominar por tu imaginación.

 Unas veces, corrigiéndola o frenándola, otras ayudándola o impulsándola, dependiendo de cuál de las dos se ajusta mejor a tu dicha y cordura. Tu imaginación se te vuelve una tirana si en vez de conformarse con la fantasía interior, quiere obrar en el sentido que se le ocurre. Entonces puede hacerte la vida fácil o difícil, según el tipo de necedad en que ella se apasione, haciéndote demasiado deprimido o demasiado satisfecho de ti mismo. Te producirá grandes penas, al convertirse en un necio verdugo. Todo este daño puede hacerte la imaginación si no la dominas con tu juicio recto y prudentísimo.

25. Aprende a ser buen entendedor.

Arte entre las artes fue hace un tiempo el saber razonar. Ya no basta: es menester que sepas usar la intuición, y más cuando quieres librarte de engaños. No llegará a ser un entendido el que no sea intuitivo. Hay maestros de la corazonada y linces que adivinan bs intenciones. Las verdades que más necesitas conocer vienen siempre a medio decir, y por ello es necesario recibirlas con mucha atención para deducirlas. Si descubres buena intención, cree en ella, y si es odiosa, desconfía y atácala.

26. Hállale el punto débil a cada une.

Es el arte de manejar voluntades. Cultiva la destreza de saber por dónde llegarle a cada uno. No hay hombre que no tenga sus especiales aficiones, distintas según la variedad de bs caracteres. Todos adoran algo: unos bs alabanzas, otros la fortuna y los más el placer. El secreto está en conocer cuál de esas adoraciones tiene cada uno. Conociéndolas, sabrás cómo dirigirlo hacia donde deseas. Es la llave con que entras al amor de los demás. Has de descubrir el primer móvil de cada persona, que no siempre es su razón más importante ni la que ellos te digan. Al contrario, muchas veces es aquello a lo que dan ínfimo valor, pues en el mundo son más los desordenados que los subordinados a un plan. Debes conocerles el carácter primero, motivarlos luego con palabras, y finalmente exaltarles aquello a lo que son aficionados, y así vencerás su voluntad.

27. Valora más la calidad que la cantidad.