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«Por ser un inmenso espacio de libertad donde se puede decir todo, bordear el mal, narrar el horror, liberarse de las reglas de la moral y del decoro, la literatura es hoy más necesaria que nunca. Añade complejidad y ambigüedad a un mundo que las rechaza.» Así ocurre en los seis textos que conforman El diablo está en los detalles ―entre los que encontraremos relatos a la manera de Chéjov o apasionadas elegías a la lectura― y también en el esclarecedor diálogo que la autora mantiene con Éric Fottorino en Así escribo, que aporta las claves de su universo narrativo y reflexiones sobre las dificultades a las que aún deben enfrentarse las escritoras. Voz consagrada de las letras francesas, Leila Slimani hace gala en estas páginas de una afiladísima lucidez y una sutileza capaces de derribar prejuicios y desmontar clichés.
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Seitenzahl: 73
Veröffentlichungsjahr: 2024
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EL DIABLO ESTÁEN LOS DETALLES
SEGUIDO DE
ASÍ ESCRIBO
PRIMERA EDICIÓNoctubre 2024
TÍTULO ORIGINALLe diable est dans les détails / Comment j’écris
Publicado por
EDITORIAL CABARET VOLTAIRE S.L.
www.cabaretvoltaire.es
©2017 y 2018 Le 1 / Éditions de l’Aube
©de la traducción, 2024 Malika Embarek López
©de esta edición, 2024 Editorial Cabaret Voltaire SL
ISBN-13: 978-84-19047-79-3
Producción del ePub: booqlab
Dirección y Diseño de la Colección
MIGUEL LÁZARO GARCÍA
JOSÉ MIGUEL POMARES VALDIVIA
Esta obra ha recibido una ayuda a laedición de la Comunidad de Madrid
Cubierta: Leila Slimani ©Paolo Roversi / Art + Commerce
Bajo las sanciones establecidas por las leyes, quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización por escrito de los titulares del copyright, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento mecánico o electrónico, actual o futuro -incluyendo las fotocopias y la difusión a través de Internet- y la distribución de ejemplares de esta edición mediante alquiler o préstamo públicos.
EL DIABLO ESTÁEN LOS DETALLES
Cada semana, desde su lanzamiento en abril de 2014, la publicación Le 1 difunde la voz singular de algún escritor con el propósito de marcar la pauta sobre el tema monográfico elegido por la redacción. Ya sea una cuestión de contenido social o político, centrada en Francia o en el ámbito internacional, se intenta destacar la literatura para matizar una época, darle sentido, profundidad, estética, y que se oigan sus gritos de rebeldía.
En el presente libro, hemos decidido reunir los textos escritos por Leila Slimani para nuestra publicación desde octubre de 2014. Son seis joyitas literarias, cada una de ellas dotada de una fuerza que impresiona a través de una escritura sutil y una mirada aguda, ya se trate de relatos cortos a la manera de Chéjov —El diablo está en los detalles— o de textos comprometidos, como Integristas, os odio, redactado con urgencia e indignación tras los atentados del 13 de noviembre de 2015 en París.
ÉRIC FOTTORINO
Director del semanario Le 1
Con la edad, Amín Musa se ha vuelto miedoso. Él, todo un catedrático de universidad, apreciado y respetado, ahora padece angustia e insomnio. A su mujer le hace gracia. Atika se burla de su paranoia. Intuye que le desagrada cumplir pronto sesenta años. No lo entiende.
Por la calle, Amín se sobresalta sin motivo. Ha empezado a hablar solo. Se encuentra incómodo en cualquier lugar, hasta en su propia casa, donde no soporta la presencia de la asistenta. Odia a esa solterona, su mirada huraña, el rictus de amargura de su boca. Va contando, orgullosa, que su hermano se ha marchado a Damasco y les gira dinero ganado en el combate. Mucho dinero. Y alza las palmas de las manos al cielo, agradeciéndole a Dios que lo haya guiado por la senda de la yihad. Hace una semana, avisó a Amín: «Como siga usted bebiendo alcohol, yo ya no podré servirle, señor… Si toco una botella de vino, Dios me prohibirá la entrada al paraíso». Tuvo ganas de preguntarle en qué texto había encontrado semejante despropósito. No se atrevió. Una tarde, la sorprendió quemando una cerilla delante de su hija. «¿Ves? Tú y tus padres arderéis en las llamas del infierno, como todos los infieles que desprecian las enseñanzas del islam.» Amín se quejó a Atika, y ella se encogió de hombros: «¡Venga, deja de dar la lata! La mujer es una iluminada, y nada más. No sé por qué le das tanta importancia a esos detalles. Estás exagerando».
Sí, será la edad la que alimenta su desazón. Pero no puede dejar de fijarse en esos detalles que le amargan el día, que agrandan su malestar y lo llenan de miedo y de vergüenza. Después de la cena, recoge los cascos de las botellas de vino, los esconde en unas bolsas de basura, los mete en el coche, conduce unos dos kilómetros y los tira en un contenedor lejos de su casa. Teme que lo denuncie el vigilante de su calle, ese pelirrojo que se ha dejado crecer la barba y trata de putas y zorras a las alumnas de un instituto privado. «Habría que casarlas por las buenas o por las malas, ¿verdad, profesor?» Amín no le contesta. Amín se calla.
Tampoco dice nada sentado al lado de un taxista que escucha casetes de un predicador saudí. Lo oye escupir su odio hacia los judíos y los infieles, y aplaudir la fetua que autoriza a asesinar a quien reniegue del islam. Amín no quiere líos. Le paga la carrera y se va.
Atika dice que dramatiza demasiado. Que el mundo está lleno de locos, y que esos detalles no significan nada. Es verdad que ella se indignó cuando la maestra abofeteó a Mina, su hija, por haber puesto en duda una aleya del Corán. «Yo solo le dije que era imposible que una araña tejiera en una hora una red tan grande como para proteger la entrada de la cueva donde se había refugiado el profeta.»
Lo cierto es que ya no se podía calificar de detalle que se constituyera en el barrio una «brigada de promoción de la virtud y de prevención del vicio». «¿Y ahora qué opinas de eso?», gritaba Amín, agitando ante Atika el recorte con la noticia del periódico. Esos locos de Dios, armados de cuchillos y palos, la habían tomado con un grupo de jóvenes y les habían dado una paliza mortal. Quizá porque salían de noche, no rezaban o bebían alcohol. Nadie supo el motivo.
Amín ha cambiado. Se ha vuelto taciturno. Le obsesionan los hiyabs con que se cubren la cabeza las chicas, esos escudos de nailon negro que han invadido los anfiteatros de la facultad donde da clases, la playa a la que lleva a su hija, las salas de cine donde cortan unas escenas de besos totalmente inofensivas. Le gustaría mandar callar a los que se han puesto a invocar a Dios, al diablo, la sharía y el honor sagrado de las mujeres de este país.
No quiere dejarse llevar por esa nostalgia mojigata, como la de su viejo amigo Hamid. Se niega a idealizar su infancia, a describir la coexistencia pacífica con los vecinos judíos, las minifaldas de las chicas y los ideales marxistas que reinaban en los bancos de la facultad. Tampoco dirá que en aquella época no se oía hablar de religión. Que su padre rezaba, sin duda, aunque tan discretamente que no recuerda haberlo visto postrarse para el azalá.
Atika es cariñosa. A veces consigue tranquilizarlo, abrirle los ojos a la belleza que los rodea. A ella le gusta el ambiente festivo de los últimos días de ramadán. Y precisamente por complacerla, esta tarde Amín se ha desviado de su ruta habitual y se dirige al barrio de El-Manar. Se detiene en la panadería Nour a comprar unas regaifas rellenas que a ella le encantan y unos dulces para Mina.
La cola llega hasta la calle. La gente se empuja, se impacienta. Una mujer se ha colocado detrás de Amín. La ha visto llegar con su bello rostro enmarcado por un hiyab malva. Ella lo mira insistentemente y tropieza. Se ha acercado tanto a él que por poco le da un pisotón. «Quizá es una de mis estudiantes», piensa. Habrá asistido a una de sus clases, pero no la recuerda. Ahora está tan cerca que casi siente sus senos contra su espalda, su aliento caliente en el cuello. No se puede creer lo que está sucediendo: una mujer tan guapa, tan joven, interesándose por él. Ella se sale de la cola. Ahora la tiene enfrente, y acerca su rostro al de él. Amín se dispone a decirle algo cuando la mujer se lanza a gritar, señalándolo con el dedo: «¡Ha fumado! ¡Este, este de aquí ha fumado…! ¡Ha quebrantado el ayuno! Huele a tabaco». Los clientes se agitan. Detrás de la caja, la dueña del local les pide que se calmen. Amín, en un gesto de impotencia, se encoge de hombros. Retrocede hacia la salida. Unos hombres se acercan a él. Lo insultan, tomando a Dios por testigo. Alguien le da un tirón de la chaqueta. Amín echa a correr.
1Le 1, n.º 27: Reflexiola cuestión musulmana.
Después de las matanzas perpetradas por Mohamed Merah en Toulouse y Montauban, el suplemento Le Monde des livres