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Miyamoto Musashi, un legendario espadachín japonés, nació en 1584 en la provincia de Harima, en medio de un Japón marcado por guerras civiles. Criado por su padre samurái en el arte de la espada, Musashi enfrentó desafíos desde joven, destacándose al vencer duelos a los 13 y 16 años. Además de sus hazañas marciales, Musashi se dedicó a otras artes. En 1640, en el castillo de Hosokawa Tadatoshi, concibió su obra maestra, "El Libro de los Cinco Anillos". Este tratado no solo aborda estrategias de lucha, sino que también incorpora enseñanzas filosóficas. Musashi también escribió "El Camino del Caminante Solitario" poco antes de fallecer, presentando 20 preceptos sobre la vida. Miyamoto Musashi dejó un legado duradero como guerrero, estratega y filósofo, siendo reverenciado no solo por sus habilidades en el combate, sino también por sus contribuciones a la cultura y ética samurái.
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Seitenzahl: 93
不
Miyamoto Musashi
EL LIBRO DE LOS
CINCO ANILLOS
Título original:
“Go-rin no sho”
Primera edición
Isbn:9786558843792
PRESENTACIÓN
Prólogo
EL LIBRO DE LA TIERRA
EL LIBRO DEL AGUA
EL LIBRO DEL FUEGO
EL LIBRO DEL VIENTO
EL LIBRO DEL VACÍO
Miyamoto Musashi
1584-1645
Miyamoto Musashi, legendario espadachín japonés, nació en 1584 en la provincia de Harima, en medio de un Japón marcado por guerras civiles. Criado por su padre samurái en el arte de la espada, Musashi enfrentó desafíos desde joven, destacándose al vencer duelos a los 13 y 16 años.
Tras participar en la Batalla de Sekigahara y convertirse en Ronin, Musashi perfeccionó sus habilidades de manera autodidacta. Adoptando el bushidō, código moral del guerrero, desarrolló el estilo de lucha Niten-Ichi-Ryū, utilizando dos espadas.
Musashi enfrentó desafíos notables, incluida la lucha contra Sasaki Kojirō, donde utilizó astucia para vencer. Participó en 60 peleas victoriosas, se involucró en guerras y fue adoptado por el clan Tokugawa.
Además de sus hazañas marciales, Musashi se dedicó a otras artes. En 1640, en el castillo de Hosokawa Tadatoshi, concibió su obra maestra, "El Libro de los Cinco Anillos". Este tratado no solo aborda estrategias de lucha, sino que también incorpora enseñanzas filosóficas. Musashi también escribió "El Camino del Caminante Solitario" poco antes de fallecer, presentando 20 preceptos sobre la vida.
Miyamoto Musashi dejó un legado duradero como guerrero, estratega y filósofo, siendo reverenciado no solo por sus habilidades en el combate, sino también por sus contribuciones a la cultura y ética samurái.
En el tratado de artes marciales del siglo XVII escrito por Miyamoto Musashi, el invencible samurái, "Gorin No Sho", se delinean los principios del pensamiento estratégico y su aplicación en cualquier combate. Sin embargo, va más allá al reflejar el camino del guerrero en la búsqueda de la sabiduría. Musashi escribe: "En la travesía de la vida, una persona seguramente tendrá que superar corrientes críticas en muchos lugares." (...)
La disposición para superar obstáculos es necesaria en la travesía de la vida, lo que requiere un espíritu decidido para superar cualquier acontecimiento crítico. En el arte militar, durante un combate, es esencial vencer los momentos críticos, conociendo la capacidad del adversario y utilizando correctamente la propia competencia.
De esta manera, respaldado por sus conocimientos y principios, similar a un buen navegante que supera su ruta marítima, alcanzará la tranquilidad de espíritu al atravesar las corrientes críticas. Desde el dominio de su arma o oficio, el hombre llega al dominio de sí mismo y, como consecuencia, a la victoria en diversas situaciones.
Luego de muchos años dedicados al estudio y perfeccionamiento del Camino de la Estrategia, al que llamo "Escuela de las dos espadas", ahora voy a ponerlo por escrito por primera vez. Es el décimo día del décimo mes del veinteavo ano de Kanei. Luego de ascender el monte Iwato, de Higo, en Kyushu, para rendir homenaje al Cielo, he rezado a la diosa Cannon y por último me he posternado ante la imagen del Buda. Soy un guerrero nacido en la provincia de Harima. Soy Shinmen Musashi No Kami Fujiwara No Genshin, y tengo sesenta años.
Desde la más temprana juventud me he sentido atraído hacia el estudio de las artes marciales. A los trece años sostuve mi primer duelo, derrotando a un famoso guerrero de nombre Arima Kihei, seguidor de la escuela Shinto. A los dieciséis años vencí a otro hábil y conocido maestro, Tadashima Akiyama. A los veintiún años viajé a la capital y allí sostuve toda clase de enfrentamientos, saliendo victorioso de todos ellos.
Luego me dediqué a viajar. Me desplacé de provincia en provincia, enfrentándome con maestros de las más variadas escuelas. El número de duelos que sostuve fueron superiores a los sesenta y de todos ellos salí victorioso. Esto aconteció entre mis trece y veintinueve años de edad.
Al cumplir los treinta años, reflexioné sobre mi vida pasada. Concluí que mis victorias no se debieron a una técnica impecable. Las atribuí a mi habilidad innata, a la buena fortuna, o simplemente al hecho de que los guerreros con los que había luchado eran inferiores. Decidido a enmendar esto, me dediqué a estudiar en forma continua las artes marciales. Recién a los cincuenta años pude adquirir un dominio acabado sobre la ciencia de las artes marciales.
Convencido de la superioridad absoluta de la ciencia de las artes marciales como modelo de todo arte o técnica, no he incursionado en ninguna otra ciencia. Para escribir este libro, he decidido no emplear ninguna escritura budista ni confucianista. Prefiero recurrir a viejas narraciones de sucesos militares o tratados sobre el arte de la guerra. Luego de invocar la ayuda del Cielo y de Cannon, empuno el pincel y doy comienzo a mi trabajo en la madrugada del décimo día del décimo mes, a la hora del tigre del ano 1643.
Las artes marciales son los medios del guerrero. Los jefes deben tener un gran dominio sobre este arte y sus tropas no pueden desconocer los rudimentos. Pero el hecho es que hoy no existen guerreros que puedan demostrar un dominio aceptable sobre la ciencia de las artes marciales.
Toda persona tiene la posibilidad de elegir entre varios caminos. Tenemos el budismo, que es el camino de la salvación individual; el confucianismo, para los que quieran ordenar la vida de las sociedades. El que quiera curar, seguirá el camino de la medicina; el poeta, el camino de la poesía; existen una gran cantidad de caminos como el de la arquería, el de la adivinación, y una variedad de artes y oficios. Cada persona elegirá el camino que crea más adecuado a sus inclinaciones.
El camino de los guerreros tiene pocos adeptos. Se trata de una doble vía, cultural y marcial, el camino de las letras y de la espada. El hecho de que seamos torpes en una o más habilidades no es una excusa para evitar el trabajo de perfeccionamiento. Es responsabilidad personal de cada guerrero el desarrollo de sus propias habilidades.
Se supone que un guerrero debe estar preparado para morir. En rigor, el camino de la muerte no se limita a los guerreros. Sacerdotes, mujeres, campesinos, hasta los sectores más humildes tienen sus deberes y se avergüenzan cuando no los ejecutan con diligencia; también saben que van morir y se resignan frente a este hecho inevitable; hasta aquí no hay ninguna diferencia con los guerreros. Pero el camino del guerrero está dirigido a superar y aniquilar a sus oponentes, no importa el ámbito en que se produzca la confrontación, tanto si se trata de un duelo individual como de un combate entre varios. El guerrero quiere ser útil a los intereses de su señor, también a los suyos propios, que consisten en ser conocido y respetado, y de esta forma ocupar un lugar en la sociedad. Esto es algo perfectamente posible de conseguir mediante el adecuado uso de las artes marciales.
No faltan las personas que descreen de la utilidad de aprender las artes marciales; suponen que es un conocimiento que se demuestra inútil en un momento de verdadera emergencia. Por eso se insiste tanto en que el aprendizaje y la práctica de la ciencia de las artes marciales deben ser hechos de modo tal que sirvan realmente en cualquier ocasión, y que se constituyan en fundamento para la práctica de todos los otros caminos.
Tanto en China como en Japón los adeptos a estas ciencias han sido llamados maestros de las artes marciales. El que quiera ser guerrero necesita aprender estas artes.
Hoy en día, se toma a simples espadachines como maestros en la ciencia de las artes marciales. Los sacerdotes de los santuarios de Kashima y Kantori, ubicados en la prefectura de Hitachi, fueron los iniciadores de esta tendencia. Se justifican diciendo que estas modalidades les han sido impartidas por los propios dioses, y van por todas partes difundiendo sus enseñanzas. Es un fenómeno de poca data y que tiene poco que ver con las enseñanzas tradicionales.
En los tiempos antiguos, la esgrima constituía sólo una de las tantas habilidades y artes que era necesario dominar. De modo que si queremos aprender realmente el arte de la esgrima no podemos conformarnos en el conocimiento del uso de la espada. El verdadero maestro esgrimista es el que aprendió más cosas que el arte de manejar una espada.
Basta con observar un poco a nuestro alrededor para ver como las artes son reducidas a simples medios para obtener ganancia. La gente misma se considera mercancía y no vacila en adornar con formas vistosas sus técnicas, movida por el afán del lucro. No hace falta ser muy perspicaz para compartir la reflexión de alguien que dijo que esa forma de ensenar las artes marciales sólo conduce a derrotas y a complicaciones.
Podemos dividir a la sociedad en cuatro grupos: guerreros, campesinos, artesanos y comerciantes.
El camino del campesino: aprenden el manejo de las herramientas agrícolas y observan la naturaleza y los cambios que traen las cuatro estaciones.
El camino del comerciante: por ejemplo, si se quiere producir licor, es necesario conseguir los utensilios adecuados. La ganancia está en relación con la calidad de lo que se produce y vende. Este es el camino del comerciante.
El camino del guerrero: es necesario que el guerrero sepa construir toda clase de armas y entender todas las posibilidades de su uso. Esto se constituye en una condición necesaria para el guerrero. Ser ignorante en materia de armamento implica desconocimiento en la ciencia de las artes marciales.
En cuarto y último lugar tenemos el camino del artesano: tomemos como ejemplo la carpintería. Aquel que quiera ser un carpintero competente tendrá que fabricar toda clase de herramientas, saberlas usar con habilidad, estar capacitado para dibujar planos exactos mediante la regla y la escuadra, a fin de poder vivir dignamente de la práctica de su arte.
Los caminos aquí expuestos son el camino del campesino, del guerrero, del comerciante y del artesano. Lo que más se asemeja a la ciencia de las artes marciales es el arte de la carpintería.
La carpintería se usa como símbolo para la imagen de la casa. Se puede hablar de casas de la nobleza, casas militares, casas de arte. Podemos decir que una casa se hunde, que perdura o que se engrandece. Se habla de determinada tradición, estilo o casa. Por todo esto, al usar el término "casa" he decidido usar el arte de la carpintería como metáfora.
El arte de la carpintería demanda una gran pericia, lo mismo que la ciencia de las artes marciales. Ambas necesitan de una gran habilidad y capacidad para planificar, la posibilidad de prever y calcular con exactitud.
Todo aquel que quiera aprender artes marciales debe reflexionar sobre lo que se expone en este libro. El maestro es la aguja, el alumno es el hilo. La práctica debe ser permanente.
El maestro carpintero es el dirigente de los carpinteros. Para organizar el trabajo de sus artesanos, el maestro carpintero debe conocer las leyes y las costumbres de la región donde se trabaja.
El maestro carpintero conoce el funcionamiento y la utilidad de toda clase de estructuras, esto lo capacita en el manejo de gente para construir edificios. En este sentido establecemos la similitud entre el maestro carpintero y el maestro guerrero.