El último escándalo - Kimberley Troutte - E-Book
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El último escándalo E-Book

Kimberley Troutte

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Beschreibung

Hicieron el amor toda la noche sin ataduras, pero ¿les vencería la pasión? Chloe Harper tenía que convencer a Nicolas Medeiros, leyenda de la música pop brasileña y destacado productor musical, de que eligiera el resort de su familia para grabar allí su programa. Una noche con su ídolo de juventud la había arrastrado a un romance apasionado al que ninguno estaba dispuesto a renunciar. Pero los secretos familiares amenazaban con exponer su pasión a una realidad que podía distanciarlos.

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Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO si necesita reproducir algún fragmento de esta obra.

www.conlicencia.com - Tels.: 91 702 19 70 / 93 272 04 47

 

Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

 

© 2019 Kimberley Troutte

© 2019 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

El último escándalo, n.º 169 - septiembre 2019

Título original: Star-Crossed Scandal

Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

 

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.

Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin, Harlequin Deseo y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.

 

I.S.B.N.: 978-84-1328-345-6

 

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

 

Créditos

Capítulo Uno

Capítulo Dos

Capítulo Tres

Capítulo Cuatro

Capítulo Cinco

Capítulo Seis

Capítulo Siete

Capítulo Ocho

Capítulo Nueve

Capítulo Diez

Capítulo Once

Capítulo Doce

Capítulo Trece

Capítulo Catorce

Capítulo Quince

Capítulo Dieciséis

Capítulo Diecisiete

Capítulo Dieciocho

Capítulo Diecinueve

Capítulo Veinte

Capítulo Veintiuno

Capítulo Veintidós

Capítulo Veintitrés

Capítulo Veinticuatro

Epílogo

Si te ha gustado este libro…

Capítulo Uno

 

 

 

 

 

Sexo ardiente y salvaje.

Eso era lo que transmitía el hombre que se estaba bajando de la limusina. Y música arrobadora. Si Nicolas Medeiros fuera una canción, sería un son brasileño, de ritmo sensual y letra pegadiza, imposible de sacárselo de la cabeza.

En la entrada del resort de Plunder Cove, flanqueada por sus dos hermanos, Chloe Harper tuvo un momento para estudiar a Nicolas mientras esperaba hablando por teléfono a que el conductor sacara su equipaje. Llevaba las mangas de la camisa remangadas, dejando al descubierto unos brazos musculosos y bronceados. Sus pantalones oscuros acentuaban su estrecha cintura y llevaba la chaqueta del traje colgando de un hombro. Era la versión adulta del rompecorazones del que Chloe Harper se había enamorado hacía mucho tiempo.

–¿Estás bien? –preguntó su hermano Jeff al verla abanicarse, y la rodeó con su brazo–. Parece que estás a punto de desmayarte.

–¿Tú también? –preguntó Matt, el hermano mayor, observándola–. Julia puso esa misma cara esta mañana cuando le dije que Nicolas Medeiros iba a venir al pueblo y se iba a alojar en el resort. ¿Cuál es el problema?

–Él es el problema –susurró Chloe.

Nicky M, que había sido en su día una estrella del pop, se había convertido en un importante productor que había descubierto a algunos de los cantantes más exitosos. Era toda una leyenda y, más que eso, era… su Nicky M. Con once años, todas las noches besaba su póster antes de irse a la cama. Había sido su salvador cuando nadie se preocupaba por ella. En aquel momento, su admirado ídolo se dirigía a la entrada del resort de su familia con su característico movimiento de caderas. Si le causaban buena impresión, firmaría un contrato para hacer allí su próximo programa musical.

Como directora de actividades del resort, era la encargada de enseñarle las instalaciones. Su familia confiaba en ella para convencerlo, por lo que iba a tener que pasar bastante tiempo con él.

Sin querer, emitió un extraño sonido desde el fondo de su garganta.

–Vaya, te ha dado fuerte –bromeó Matt–. Tal vez deberíamos encargarle la misión a otra persona.

–¡Ni se te ocurra! –exclamó, elevando la voz.

Nicky M dirigió la mirada hacia ella.

–Relájate, Chloe –le dijo Jeff–. Papá quiere que consigas cerrar el acuerdo y yo también. Medeiros y su productora son imprescindibles para dar a conocer el resort. Tienes que convencerlo de que nos necesita.

–¿Y se supone que con ese comentario me tengo que relajar? –preguntó Chloe dirigiéndole una mirada asesina.

Matt rio.

–Haz tu trabajo, hermanita. Es un hombre, sabrás convencerlo.

Chloe se mordió el labio. Había pasado muchas noches soñando con ser el amor de Nicky M, pero no era eso lo que su hermano quería decir.

–¡Señor Medeiros! –exclamó Jeff tendiéndole la mano–. Bienvenido a Casa Larga, el resort de Plunder Cove. Soy Jeffrey Harper, el director ejecutivo del resort y del restaurante.

Se saludaron con un apretón de manos.

–A Matt ya lo conoces, es el piloto que te ha traído desde Los Ángeles –dijo Jeff.

Jeff dirigía el resort familiar mientras que Matt había hecho de su pasión por volar su profesión. Ofrecía sus servicios como piloto a los huéspedes más importantes del resort y prestaba ayuda a aquellos vecinos que lo necesitaban.

–Sí, claro, ha sido un vuelo tranquilo. Eres un gran piloto –dijo estrechando la mano de Matt.

Ay, aquella voz. Era profunda y melódica, con un suave acento brasileño, y la había escuchado miles de veces en sus fantasías. Estaba deseando que se quitara las gafas oscuras para ver sus ojos.

«¡Déjalo ya!», se reprendió.

Chloe se había prometido mantenerse alejada de los hombres una temporada y quería cumplir su propósito. No pasaba nada por mirar, pero de ninguna manera iba a dejar llevarse por sus deseos.

–Mi padre le pide disculpas por no poder recibirlo en persona. No se encuentra bien –se excusó Jeff.

Aquello era un eufemismo. La última vez que Chloe había visto a su padre había sido sentado en su habitación a oscuras, luchando contra el torbellino que lo arrastraba hacia el lado oscuro. Su padre había luchado durante décadas contra una depresión no diagnosticada. Ella misma había tenido que soportar sus efectos de niña, antes de que sus padres se divorciaran, y había acabado marchándose de la mansión para irse a vivir con su madre. No había entendido la enfermedad de su padre hasta que la había vivido de cerca. Si no lograba superarla pronto, Chloe haría oídos sordos y traería a un psiquiatra a casa para que lo tratara, aun a riesgo de que los rumores empezaran a correr. RW Harper era un hombre poderoso y muy pocos se atrevían a desobedecer sus órdenes, pero estaba preocupada por él y haría lo que fuera por ayudarlo.

–Siento oír eso. Estaba deseando reunirme con el gran RW Harper. Además, tengo algunas dudas sobre el contrato que me mandó –dijo Nicolas.

–Encontrará un hueco durante su estancia –intervino Jeff–. Ella es Chloe, la directora de actividades del resort. Se ocupará de que no le falte nada.

Jeff se refería al plano profesional, pero ella no pudo evitar deslizar su mirada por el cuerpo de Nicolas. Sus hombros anchos, su cintura fina… Se obligó a mirarlo a la cara; la estaba observando.

Le ardían las mejillas y unas gotas de sudor le corrían por la espalda. Extendió el brazo y sintió alivio al comprobar que no le temblaba la mano.

–Bienvenido a Casa Larga.

–Chloe. Me gusta ese nombre.

Se quitó las gafas oscuras y sus ojos azul grisáceo se clavaron en los de ella. Sintió que se derretía. Iba a acabar perdiendo el conocimiento.

Le sostuvo la mano más tiempo del debido. ¿Sería una costumbre brasileña o que su mano que se resistía a soltarlo? Chloe la retiró, pero fue incapaz de apartar la vista de sus ojos. Siempre había sentido intriga por saber qué le habría pasado a aquel muchacho para que sus ojos tuvieran una mirada tan enternecedora. Seguía conservando aquella mirada, mezclada con la que sabiduría que daba la madurez, como si supiera exactamente lo que estaba pensando. Alzó una ceja como si se estuviera percatando del deseo que estaba acumulándose en ella.

De repente sentía deseos de saltarse todas sus reglas por él.

Matt se rio a su lado.

–Supongo que algunas cosas no son como parecen. Será mejor que me vaya a casa y le demuestre a mi esposa cuánto la quiero. Nos veremos luego.

Echó andar hacia su moto y le hizo un gesto con los pulgares hacia arriba.

Era imposible que Matt pensara que su huésped se sentía atraído por ella. Nicolas Medeiros solía salir con modelos y estrellas. Aunque era heredera de la inmensa fortuna de los Harper y una reputada instructora de yoga, no era una top model. Rara vez llevaba maquillaje y le gustaba la belleza natural de una persona.

–Por aquí, señor Medeiros –dijo Jeff, indicándole el camino hacia la entrada.

Nicolas permaneció inmóvil y le dirigió una mirada que hizo que le subiera la temperatura.

–Las damas primero.

Echó a andar delante de él y no pudo evitar preguntarse dónde estaría mirando, si al amplio escote de su blusa, que dejaba al descubierto su espalda, a su trasero o a la impresionante lámpara de araña que colgaba sobre sus cabezas. Jeff acompañó al huésped hasta donde habían puesto unos planos en una mesa de mármol.

–El restaurante se inaugurará oficialmente al público a finales de la semana que viene, pero el personal está deseando servirle. Necesitan practicar.

–Es una invitación, por supuesto –dijo Chloe y se hizo a un lado para que interviniera Jeff.

El móvil de Nicolas vibró. Leyó el mensaje que acababa de recibir y sacudió la cabeza antes de alzar la vista.

–Lo siento, el trabajo.

Esperaba poder distraerle del trabajo durante su estancia. Era su objetivo como directora de actividades e instructora de yoga ayudar a la gente a aprender a disfrutar del presente y relajarse.

–¿Podría hablarnos de su programa? Me vendría bien para saber qué clase de actividades preparar para los concursantes –dijo Chloe.

–Eso, si elegimos este resort para el programa –matizó Nicolas–. Estamos estudiando otras tres ubicaciones.

–Entiendo –dijo mirándolo directamente a los ojos–. Me he propuesto ayudarle a tomar la decisión y, por supuesto, a elegirnos.

–Fascinante.

Sus labios se curvaron y Chloe no pudo evitar preguntarse qué se sentiría al besarlos.

–Música desde el corazón es un reality show. Diez autores convivirán en un entorno de lujo mientras escriben canciones y compiten por obtener un contrato de un millón de dólares.

–Me gusta la idea.

–Estoy muy familiarizado con los reality shows. Podemos ayudar a que el suyo sea un éxito –dijo Jeff, refiriéndose a su pasado como presentador de Secretos bajo las sábanas, un programa de cámara oculta sobre hoteles de lujo–. Echemos un vistazo a los entornos en los que se pueden colocar cámaras para grabar a los concursantes. El resort estará terminado en ocho meses, pero si necesita que sea antes, Industrias Harper puede hacer que…

Mientras Jeff hablaba, Nicolas estudiaba los planos. Chloe aprovechó para observarlo. Tenía una barba cuidada y el pelo oscuro y muy corto. Sus hombros eran anchos. Su ídolo de juventud había madurado, pero su mirada seguía provocándole el mismo efecto. Nicky M siempre había sido para ella más que el rostro de un póster. Había sacado a una joven asustada de su rincón oscuro y había alimentado su imaginación. Había tocado su corazón con sus palabras de amor y sus bonitas melodías. Nunca sabría lo mucho que le debía. Pero ya no tenía sentido seguir fantaseando con Nicolas. No quería estar con nadie hasta que tuviera su vida en orden. Tenía que aprender a quererse a sí misma antes de amar a otra persona. Y hasta que eso ocurriera, no pensaba acostarse con ningún hombre, ni siquiera con el súper sexy Nicky M.

Tenía trabajo que hacer. Su padre le había encargado que le mostrara a su huésped todo lo que Plunder Cove ofrecía a fin de que eligiera grabar su programa en el nuevo resort.

–No dejes que se vaya sin firmar el contrato, Chloe –le había dicho su padre–. Cuento contigo.

Llevaba toda la vida tratando de agradar a su padre y siempre le había fallado. Todavía se preguntaba si la razón por la que la había apartado de su lado años atrás, enviándola a vivir con su madre después del divorcio, había sido porque no era lo bastante buena para ser una Harper.

En el pasado, sus padres habían aplacado su espíritu. Habían roto su familia y la habían enviado lejos, apartándola de la música que tanto le gustaba. Pero había encontrado refugio en el yoga y estaba haciendo todo lo posible por recuperarse. Incluso había vuelto a casa no hacía mucho y había recuperado la relación con sus hermanos mayores. Estaba decidida a demostrar que era merecedora del famoso apellido de su familia.

No podía fallar. No podía ser tan difícil contener sus manos y sus labios y hacer que aquel hombre firmara unos cuantos papeles, por mucho que fuera el más sexy del mundo.

 

 

Nicolas dejó de escuchar el discurso de Jeff Harper sobre los planes de construcción en cuanto se dio cuenta de que aquella mujer lo estaba observando.

La atractiva directora de actividades tenía un físico impresionante. Llevaba una falda marrón que se ajustaba a sus caderas como el chocolate a las fresas. Su blusa de crepé roja, caída por la espalda, no era del todo transparente, aunque si forzaba la vista se adivinaba lo que cubría. Su larga trenza rubia lo intrigaba, pero eran sus ojos de color aguamarina los que le habían impactado. Al encontrarse con los suyos, había visto unas vetas doradas en sus iris azules. Tenía una mirada irresistiblemente magnética.

–El resort estará acabado a tiempo para su programa, se lo garantizo.

La voz de Jeff hizo que Nicolas apartara la voz de Chloe.

Cómo no iba a decir eso. Aquel hombre era un Harper. RW Harper, el padre de Jeff, tenía fama de ser un retorcido maquinador, además de astuto. Aquel imperio hotelero sería el más lujoso del país, por no decir del mundo entero. Por eso estaba allí Nicolas. Estaba buscando ubicación para grabar su programa. En el pasado, habría buscado una bonita playa en la que sentarse a componer música. Aquellos días habían acabado y había pasado de crear canciones a crear estrellas.

–Y eso es todo. Será mejor que vuelva a la obra. Lo dejo en las manos de Chloe.

Jeff salió por la puerta y lo dejó a solas con aquella belleza.

Chloe se acercó, moviéndose con el estilo y la elegancia de una bailarina. Le llamaban la atención sus suaves curvas y los músculos definidos de sus brazos y espalda.

–Le enseñaré su habitación.

–Como ha dicho su hermano –dijo Nicolas sonriendo–, estoy en sus manos.

–Haré todo lo posible para ocuparme de… todas sus necesidades –concluyó, consciente de que se había ruborizado.

Nicolas estaba deseando comprobarlo.

Lo guio por el vestíbulo, acompasando sus pasos a los de él.

–Me gusta el planteamiento de su programa, Nicky, disculpe, señor Medeiros.

–Llámame Nicolas. Me gusta apoyar a los compositores de canciones y quiero dar con talentos diferentes, únicos.

–Estupendo –dijo y suspiró–. Ayudar a jóvenes artistas es justo lo que imaginaba que harías cuando te hicieras mayor –añadió y rápidamente se tapó la boca–. No me refiero a que seas mayor, me refiero a…, ya sabes, maduro. Es maravilloso.

–Gracias.

Estaba acostumbrado a que las mujeres se pusieran nerviosas en su presencia y quería que Chloe se relajara y lo tratara como a un tipo normal. Sonrió.

–Tuve gente que me echó una mano cuando empezaba, así que me gusta aportar lo que puedo a la industria.

Atravesaron un gran salón en el que se oía una suave música de fondo. Al pasar bajo una de las lámparas de araña más grandes que había visto en su vida, un baile de sombras y reflejos se proyectó en los suelos de mármol. Era impresionante, pero no comparable con el brillo de los ojos azules de Chloe. La siguió por una sinuosa escalera al compás de las pisadas de sus sandalias. Reparó en sus uñas pintadas de morado y fue subiendo la mirada desde sus pies hasta sus piernas torneadas.

Tenía un cuerpo espectacular y no le importaría dedicar un buen rato a aquella belleza. Nada serio, tan solo un breve encuentro de sexo ardiente.

–Tienes mucho talento para contar historias en tus canciones. Esos concursantes tienen mucha suerte de tenerte como mentor.

Ese talento formaba parte del pasado desde que la inspiración lo abandonara. Ahora se dedicaba a ganar dinero, no a hacer poesía. Se sentía a gusto y, aunque en ocasiones echaba de menos escribir canciones, bastaba con recordarse lo lejos que había llegado. Su éxito compensaba su insatisfacción. Nunca más volvería a pasar hambre. ¿Para qué contarle eso?

–Gracias –se limitó a decir.

¿Sabría cómo había sido descubierto? La mayoría de la prensa solo se refería a una versión de la realidad. Nadie conocía los detalles de la pesadilla por la que había pasado desde los diez años para mantener a su madre y a sus cuatro hermanas. Cantar había sido lo único que había podido hacer para saldar su pozo de deudas. Cada céntimo había sido para su familia hasta que había ganado más de lo que nunca necesitarían.

Aun así, nunca parecía suficiente.

A su madre le gustaba verlo cantar y él disfrutaba haciéndola sonreír.

–Tus canciones están hechas de polvo de estrellas, Nicky –solía decirle mientras lavaba a mano la ropa de otras familias–. ¡Una bendición del cielo!

Un representante musical estadounidense lo había visto cantar para turistas en la playa de Ipanema y le había prometido convertirlo en una estrella. Por entonces tenía dieciséis años, mucho arrojo y una confianza ciega. Había hecho un disco con él y su primera canción había llegado a lo más alto de las listas de éxitos. Nicky M había sido la sensación del momento y había aterrizado en California, confiando en que ganaría mucho dinero y podría comprar una casa para su familia y sacarlos de la pobreza. Su madre no tendría que trabajar y sus hermanas podrían estudiar.

Era la típica historia de un chico de origen humilde con final feliz que tanto gustaba a la prensa. Pero no habían contado toda la verdad. ¿Cómo iban a hacerlo? Algunos secretos eran demasiado vergonzosos para confesarlos.

El representante en el que había confiado había limpiado sus cuentas bancarias hasta dejarlos sin nada. Con dieciséis años, asustado y lejos de casa, se había quedado solo en un país en el que apenas hablaba el idioma, sin poder mandar dinero a su familia. Ni siquiera había tenido dinero suficiente para comprarse un billete de avión. Su madre y sus hermanas se habían visto obligadas a buscar trabajo limpiando casas para poder sobrevivir. Todos habían pasado hambre.

Aquella experiencia lo había endurecido. Había sido la primera de muchas decepciones y había aprendido una lección: la gente mentía, robaba y se aprovechaba de los demás para conseguir lo que quería.

Había necesitado astucia, suerte y perseverancia para pasar de ser una estrella del pop a un productor musical influyente.

Nicolas no confiaba en nadie más que en sí mismo y se mató a trabajar para mantenerse en lo más alto. En aquellos primeros años, las letras de las canciones le habían brotado de lo más hondo y la música había fluido por su organismo. Había tenido un talento natural para transmitir y al público le gustaba escucharlo. No le costaba componer música, para él había sido como respirar. La prensa lo había bautizado como el mejor compositor latino de nuestro tiempo.

Pero de componer canciones había pasado a producir música. Había cambiado las melodías por el continuo zumbido de su móvil, ganando millones con las historias de los demás.

Entonces, había dejado la música.

El polvo de estrellas había desaparecido y el silencio era mortal. No había tenido tiempo para superar la pérdida. En su lugar, dedicaba todo el tiempo a buscar nuevas estrellas. Tenía fama, dinero, mujeres, un estilo de vida con el que la mayoría de las personas solo podía soñar.

Pero no era feliz y no dejaba de repetirse que la felicidad no daba millones.

–Vamos a pasar mucho tiempo juntos esta semana y… creo que debería decirte una cosa.

Nicolas quiso pensar que su voz entrecortada se debía al esfuerzo de subir escaleras.

–¿Tienes secretos? –preguntó él, acercándose.

–De niña, estaba un poco enamorada de ti.

De vez en cuando, el pasado le venía muy bien, sobre todo cuando una mujer bonita apreciaba su talento. O, más bien, el talento que había tenido. Tal vez aquella sexy rubia de larga trenza y labios tentadores seguía recordando quién había sido.

Nicolas se llevó la mano al pecho nada más llegar al rellano de la planta alta.

–¿Solo un poco? –dijo, fingiendo sentirse ofendido.

–Bueno, he de reconocer que fue algo más que un poco. Le puse a mi iguana tu nombre, Nicky M.

–Espero que al menos fuera un lagarto bonito –comentó arqueando una ceja.

–Mucho. Era una iguana roja con unos ojos muy bonitos, casi tanto como los tuyos.

Tal vez pudiera distraerse con ella unos cuantos días. Necesitaba tomarse un respiro y acostarse con una guapa admiradora le ayudaría a sentirse una persona normal y no como el poderoso productor que era.

–Nos vamos a llevar bien, Chloe. Recuérdame que le dé las gracias a RW.

Había sido una idea muy astuta encargarle a Chloe que se ocupara de él. Pero si Harper pensaba que una mujer podía embaucarle hasta el punto de hacerle firmar el contrato, estaba muy equivocado.

Nicolas podía ser tan implacable como RW en lo que a negocios se refería.

–Oh, no, mi padre no puede saberlo.

–¿Tú también eres una Harper?

–Sí, pensé que te lo había dicho. Lo siento, me he puesto un poco nerviosa al conocerte –contestó y se mordió el labio–. Demasiado nerviosa. Incluso ahora me cuesta encontrar las palabras. Esa es la razón por la que mi padre no quiere que trabaje contigo. Si supiera de mi… –dijo y se sonrojó– obsesión por ti. Pero por entonces era una cría.

–Será nuestro secreto –replicó él bajando la voz.

–No te preocupes, seré muy profesional.

Se dibujó una cruz sobre el pecho, lo que llamó su atención sobre sus curvas.

–Lástima. ¿Estás segura de que ya no queda nada de esa obsesión? ¿Ni un poquito? –preguntó acercándose.

Trató de mostrarse indiferente, pero no pudo evitar sonreír. Nicolas reparó en sus hoyuelos y deseó acariciárselos.

–Un poquito claro que sí, pero quiero que confíes en mí y que sepa que puedo ser…

–¿Profesional? –la interrumpió.

–Sí.

La forma en que se había quedado mirándolo le decía que seguía sintiendo interés por él, aunque no quisiera admitirlo.

–¿Es esta mi habitación? –preguntó cuando se detuvieron ante una puerta.

–Sí –respondió Chloe y abrió la puerta–. La mía está al fondo del pasillo. Avísame si necesitas algo.

Al pasar junto a ella, percibió el olor a coco de su champú. ¿Sabría tan bien como olía? Justo en ese instante, se pasó la lengua por los labios como si hubiera adivinado sus pensamientos.

La suite tenía una amplia zona de estar, con un escritorio, una barra, un enorme sofá de cuero y una terraza.

–Hay algo que necesito –anunció rodeándola.

–Tú me dirás.

Nicolas se apoyó en el marco de la puerta y se cruzó de brazos.

–Cena conmigo esta noche.

–¿Yo?

Al ver que se ruborizaba, se sorprendió. ¿En qué estaba pensando? Fuera lo que fuese, le gustaba. No solía salir con admiradoras deslumbradas, pero era demasiado tentadora.

–Sí, gatinha, tú.

–¿Qué me has llamado?

–Gatinha es una expresión de cariño en Brasil, que significa gatita. ¿Prefieres que diga sexy?

–Gatinha. Me gusta.

Chloe bajó la vista a sus labios y una corriente surgió entre ellos.

Nicolas deseaba besarla. Estaba acostumbrado a que las mujeres se le arrojaran en los brazos. Como cantante, había tenido muchas aventuras pasajeras y, como productor, seguía disfrutando de compañía femenina, aunque procuraba no mezclar los negocios con el placer. Con el paso de los años, estaba empezando a pensar que le faltaba algo. Pero él no era tipo convencional que soñara con una esposa y unos hijos. Había dejado Hollywood para ir a Plunder Cove por su programa y para poner distancia con la última modelo con la que había estado saliendo. Una atractiva admiradora rubia era exactamente lo que necesitaba en aquel momento.

–¿A las siete?

Chloe separó los labios, pero no dijo nada. Una extraña expresión asomó en su rostro. ¿Preocupación, tristeza?

–Di que sí, Chloe.

–Nicolas, hay algo que debería decirte…

Aquel tono no auguraba nada bueno.

De repente, le sonó el móvil.

–Lo siento, dame un momento para atender esta llamada.

Chloe aprovechó la llamada para apartarse de él y, por alguna extraña razón, aquello le molestó.

Un instante antes de que la puerta se cerrara, escuchó la palabra que tanto deseaba oír.

–Sí.