Elígeme - Monica Murphy - E-Book

Elígeme E-Book

Monica Murphy

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Beschreibung

En este romance de enemigos a amantes, ella hará cualquier cosa para proteger el negocio de su familia, pero ¿qué ocurre cuando el corazón se interpone? Marina Knight fue a esa fiesta con una sola intención: sabofetear a Gage Emerson. Nadie, y menos ese magnate tan sexi, iba a arrebatarle el imperio inmobiliario de su familia. Él estaba a punto de ganarse una enemiga para toda la vida…, aunque consiguiera derretirla con un solo beso. Cuando Gage descubre que la seductora mujer que tiene delante es la clave para su última adquisición, reclamarla como suya de repente no parece tan sencillo. Para conseguir lo que quiere, debe conocer a la única persona dispuesta a enfrentarse a él, mientras ella le roba el corazón. La persistencia y la intensa pasión de Gage colisionan con la determinación de Marina de proteger a su familia. A medida que se adentran en una tórrida aventura que no veían venir, Marina se siente dividida: ¿perderá su corazón por Gage… o perderá todo lo que desea? La autora superventas del New York Times Monica Murphy mezcla los negocios con el placer en la segunda entrega de su electrizante serie El Club de los Solteros Millonarios.

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Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley.

Diríjase a CEDRO si necesita reproducir algún fragmento de esta obra.

www.conlicencia.com - Tels.: 91 702 19 70 / 93 272 04 47

 

 

Editado por HarperCollins Ibérica, S. A.

Avenida de Burgos, 8B - Planta 18

28036 Madrid

 

Elígeme

Título original: Torn

© 2013, Monica Murphy

© 2024, para esta edición HarperCollins Ibérica, S. A.

Publicado por HarperCollins Publishers Limited, USA

© De la traducción del inglés, HarperCollins Ibérica, S. A.

 

Todos los derechos están reservados, incluidos los de reproducción total o parcial en cualquier formato o soporte.

Esta edición ha sido publicada con autorización de HarperCollins Publishers Limited, USA.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos comerciales, hechos o situaciones son pura coincidencia.

 

Imagen de cubierta: Dreamstime.com

 

ISBN: 9788410640481

 

Conversión a ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

 

Créditos

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Capítulo 14

Capítulo 15

Agradecimientos

Si te ha gustado este libro…

1

 

 

 

 

Marina

 

—Dime tu nombre.

Un escalofrío me recorre la espalda ante la voz autoritaria y profunda que me llega al oído. Permanezco inmóvil, haciendo todo lo posible por no reaccionar, teniendo en cuenta que estamos rodeados por al menos cien personas, pero, oh, cuánto lo deseo.

Si pudiera, me arrojaría a sus brazos del hombre, que está demasiado cerca de mí. Exige saber mi nombre como si yo le debiera algo, lo que no puedo evitar encontrar excitante.

Irritante, y también sexi.

—Dime primero tú el tuyo —murmuro como respuesta, volviendo la cabeza en dirección contraria, para que parezca que ni siquiera hablo con él.

Está de pie detrás de mí, alto y ancho, imponente, con su inmaculado traje negro y su camisa blanca impoluta. La corbata plateada la lleva perfectamente anudada al cuello.

Puede que no lo estuviera mirando en este preciso instante, pero había memorizado todo sobre él desde el momento en que lo he visto por primera vez, hace menos de una hora. Había llamado mucho la atención sin decir una palabra, al entrar en la sala como si fuera suya, lanzando esa mirada calculadora a todos los presentes. Parecía un poderoso rey observando a sus súbditos, hasta que sus ojos se fijaron en mí.

Me observó durante largos y angustiosos minutos. Me revolotearon mariposas en el estómago cuando sentí sus hambrientos ojos recorrerme el cuerpo y, por un aterrador momento, me pregunté si podría ver a través de mí. Me moví un poco, maldiciéndome interiormente por haber venido esta noche, pero me mantuve firme. Me negué a reaccionar.

Sigo negándome a reaccionar.

—¿No sabes quién soy? —Parece divertido ante la idea, y me siento tentada de marcharme sin decir palabra.

Mis nervios de antes se evaporan, sustituidos por una columna vertebral de acero y una actitud aún más acerada. Está tan seguro de sí mismo, es tan arrogante, que estoy segura de que cree que me tiene en el bote.

No sabe con quién está tratando, ¿a que no?

Estamos en una cata de vinos y cervezas locales, y yo estoy aquí representando a la panadería que posee mi familia, la que hace poco me han dejado llevar al acabar la universidad. El negocio que todos creen que va a fracasar. «Así que ¿por qué no dárselo a Marina? Ella no puede hundirlo más».

Eso es lo que oí a mi padre decirle a mi tío. El recuerdo de sus palabras aún me cala hasta los huesos.

Por fin echo un vistazo al hombre que está detrás de mí, y me fijo en su espeso pelo castaño con reflejos dorados, en la forma en que le cae sobre la frente, en sus centelleantes ojos verdes, en la leve sonrisa que curva hacia arriba sus carnosos labios. La combinación le da un aspecto juvenil. Es una ilusión total, pues no hay nada de juvenil en este hombre viril que tengo ante mí.

—Quizá puedas iluminarme. —Le ofrezco una sonrisa despreocupada y me vuelvo hacia él, pero los nervios se multiplican por diez cuando da un paso hacia mí, invadiendo mi espacio personal.

Primero me llega su olor, limpio y sutil, una mezcla de jabón y simplemente… él. No detecto colonia.

Eso es bastante inusual. La mayoría de los hombres que conozco se empapan de perfumes caros con el fin de atraernos a las ilusas de las mujeres. En lugar de ello, acaban asfixiándonos.

Con la excepción de este hombre. Su singularidad me parece refrescante.

Aparece una lenta sonrisa que revela unos dientes blancos y perfectamente alineados.

—Gage Emerson. —Me tiende la mano—. ¿Y tú eres…?

No es muy sutil. Y es justo quien yo sospechaba, aunque no tenía ninguna duda. El mismo hombre que hace poco ha comprado lo que parece la mitad del valle de Napa, con la esperanza de hacerle reformas y venderlo a Dios sabe quién para obtener ingentes beneficios.

Y no le importa lo más mínimo cambiar para siempre el paisaje del lugar en el que he crecido, además de hundir a mi familia en el proceso.

—Marina Knight —respondo.

Dios, ha sonado como si contuviera el aliento. Me dan ganas de abofetearme. No estoy aquí esta noche por él. He venido por otros motivos, para promocionar la panadería familiar y para presentarme y socializar con los empresarios locales, a muchos de los cuales considero amigos. Mi vida en el valle de Napa es cuanto conozco.

Y este guapísimo hombre que tengo frente a mí intenta arrebatarme para siempre lo que conozco.

Su sonrisa crece, y una ira lenta y ardiente —combinada con anhelo, lo que me enfurece aún más— recorre mis venas. Inhalo bruscamente, desesperada por controlar esa emoción inoportuna. Sabía que era guapo, encantador y educado. Hacía poco que lo había investigado; estuve una hora entera buscándolo en Google, intentando encontrar algún tipo de debilidad suya —ya que, sin duda, él conoce las de mi familia—, pero parece que no tiene ninguna. Era como si fuera una especie de superhéroe intocable.

Sin embargo, no me esperaba reaccionar así. Mi cuerpo está zumbando en todos los lugares adecuados ante su cercanía. Me hormiguea literalmente la piel, y, cuando me coge la mano para estrechármela, mis rodillas amenazan con doblarse.

—Un placer conocerte, Marina Knight. —Su voz retumba desde algún lugar profundo de su pecho y me pasa el pulgar por el dorso de la mano en una caricia rapidísima antes de soltarla.

Solo es un hombre, me recuerdo a mí misma. Un hombre atractivo y de ensueño, en esa forma pulida, abiertamente masculina y deliciosamente dominante que no me suele atraer, pero… humm.

Una mujer siempre puede cambiar de opinión.

—Encantada de conocerte también —digo automáticamente, sonando igual que mi madre.

Con un estremecimiento, miro hacia otro lado, sintiéndome tonta. Tengo veintitrés años. Llevo toda la vida relacionándome en los venerados círculos sociales del valle de Napa. Mi familia es una de las más conocidas de la zona. Se podría pensar que sé comportarme con hombres encantadores y despiadados.

Sin embargo, no sé cómo actuar, al menos, con este. Gage Emerson es intimidante. Magnífico. Cautivador.

Debería irme. Ahora mismo. Dar media vuelta y echar a correr. No sé en qué estaba pensando, al querer hablar con él. Va tras las extensas propiedades que posee mi familia en todo el valle. Y yo también deseo algo de él.

El lugar es pequeño, una de las muchas bodegas locales de la zona. Me había enterado de que Gage iba a venir, así que yo también pensaba asistir. Ya había hablado con el dueño de la bodega y le había dado mi tarjeta con la esperanza de que comentara la oferta que le he hecho esta noche, justo antes de que empezara la fiesta.

Los panes artesanos que mi tía hornea cada mañana marinarían perfectamente con sus vinos. Llevo un tiempo intentando esta táctica, contactando con negocios locales con los que la panadería podría asociarse con fines promocionales, pero hasta ahora no he tenido suerte. Estoy empezando a creer que tengo la palabra «fracasada» tatuada en la frente, y que la única que no la ve soy yo.

—¿Quieres tomar algo? —pregunta Gage. Cuando vuelvo a mirarle, inclina la cabeza hacia un lado—. Voy a la barra. ¿Quieres acompañarme?

Le sigo entre la multitud sin decir palabra, murmurando saludos a nuestro paso a la gente que conozco, que es la mayoría. He pasado aquí toda mi vida. Puede que las ciudades que componen el valle de Napa sean grandes, pero la comunidad es pequeña y todo el mundo parece conocerse.

Es probable que los rumores se ceben con el hecho de que vaya en compañía del calculador y entremetido tiburón inmobiliario Gage Emerson, pero no me importa. Al final conseguiré lo que quiero.

Aunque probablemente él no.

Me pone la mano en la base de la columna, dirigiéndome hacia la barra, y siento su tacto en lo más profundo de mi alma. Me tiemblan las rodillas cuando nos detenemos, en una corta fila para pedir nuestras bebidas.

—¿Qué te trae por aquí esta noche, Marina Knight? —pregunta, entablando una conversación ligera.

No parece un donjuán, pero nunca estoy segura. Por lo menos ha dejado de tocarme. No sé si yo sería capaz de decir nada con sus manos encima de mí. Parece que mi cerebro se bloquea temporalmente con solo tenerlo cerca.

—Mi familia —le digo, sin querer darle demasiada información. Si no puede averiguar quién soy después de presentarme, no quiero darle más pistas.

Levanta una ceja oscura.

—¿Tu familia?

—Tenemos algunos negocios en el valle de Napa —respondo finalmente con vaguedad, y me adelanto a medida que avanza la fila.

Me sigue y su mirada me recorre el rostro, como si intentara averiguar si nos conocemos.

—¿Negocios familiares? ¿Nos conocemos?

Niego con la cabeza lentamente.

—Humm, no que yo recuerde. —Prefiero que piense que es fácil olvidarle.

No es que lo sea. Oh, no. Solo han pasado unos minutos, pero me temo que se ha grabado a fuego en mi cerebro para siempre.

—Ah. —Suena perplejo. También lo parece. Lo que significa que es adorable.

Su imagen pulcra es legendaria. En realidad, su imagen pública es la de un hombre de negocios. Sí, siempre lleva del brazo a una bella mujer en los distintos actos públicos. Sí, ha tenido algunas parejas, siempre con mujeres tan exitosas y poderosas como él.

Por tanto, ¿qué iba a ver él en mí? ¿La encargada de la panadería de la gigantesca familia que está perdiendo lentamente su fortuna, compra a compra?

Uf, tengo que apartar todos los pensamientos feos y centrarme en el aquí y ahora. Por ejemplo, en cómo puedo convencerle de que la siguiente adquisición de su agenda no se produzca, adquisición de la que va a ocuparse muy pronto. El trato al que mi familia —en concreto, mi padre— no va a poder resistirse mucho más.

He de impedir que Gage realice esa compra. Si adquiere los negocios que mi familia posee en St. Helena, mi carrera habrá terminado. Toda mi vida he querido dirigir uno de los negocios familiares, concretamente la panadería. Era de esperar. La panadería ha formado parte de mi vida desde que tengo uso de razón. Ahora, con la venta de todo, no quedará negocio alguno. Después de todo lo que mi familia se ha esforzado a lo largo de los años, quedarme sin nada me revuelve el estómago.

Formo parte del legado de la familia Molina, una de las más antiguas de todo el valle de Napa, y sin embargo siento que no puedo hacer nada. Se me escapa de entre las manos delante de mis ojos y no puedo detenerlo. Aunque quizá podría distraer a Gage un tiempo…

Pero ¿cómo puedo detenerlo? ¿Qué puedo hacer para impedir que cambie mi vida para siempre?

«Eres una mujer inteligente y fuerte. Se te ocurrirá algo».

A veces juro que parece que la voz que hay dentro de mi cabeza no es la mía.

Llegamos a la barra, y Gage se decanta por una cerveza mientras yo pido una copa de vino espumoso, de producción local. Estoy superconcienciada con el apoyo a los negocios de nuestra comunidad. Al fin y al cabo, yo esperaría lo mismo con el mío.

Mi negocio en quiebra, claro.

Paga él, y yo dejo que me invite. Aún está intentando averiguar quién soy; lo sé por sus cejas fruncidas y los ojos entrecerrados. Nos alejamos de la barra, pero nos quedamos de pie, cerca. Está de espaldas a todos los que siguen en la fila y se ha vuelto hacia mí. Yo estoy apoyada en la pared. Me tiene efectivamente atrapada, aunque no lo siento así. Me gusta bastante estar cerca de Gage Emerson.

Pese a que no debería.

 

 

Gage

 

No puedo ubicarla, pero juraría que he oído hablar de ella antes. Puede que incluso me la hayan presentado, aunque no recuerdo dónde. ¿Tal vez en la inauguración del hotel de Archer? No lo sé. Conocí a un sinfín de personas en aquel evento concreto, aunque no eran demasiado amistosas. Casi todo el mundo en el valle de Napa sigue tratándome como a un intruso.

Marina Knight… Es su nombre lo que me desconcierta. No conozco a muchas Marinas. A ninguna, aparte de ella. Pero esta… es hermosa. Y no es lo que esperaba, aunque, ¿en serio? ¿Qué demonios podía esperar? No la conozco.

Al menos, creo que no. Y, maldita sea, me distrae demasiado su bonita cara. Creo que me está devorando el cerebro.

Toda esa elegancia tranquila y contenida que luce con tanta elocuencia resulta seductora. Cabello rubio miel que le cae en suaves ondas hasta la mitad de la espalda. Ojos azules, fríos y evaluadores, que parecen ver a través de mí y se divierten con lo que encuentran. Tiene los labios pintados con un intenso carmín rojo rubí y los frunce antes de esbozar una pequeña sonrisa misteriosa. Solo con mirar la suave curva de sus labios, me arde la sangre.

No es buena señal.

Es de estatura media, me llega más o menos por los hombros, y lleva un sencillo vestido negro que la cubre por completo, pero que se ciñe a cada bella curva. Grita «témpano de hielo» y «tócame», una combinación seductora a la que me cuesta resistirme cuanto más tiempo paso en su compañía.

Últimamente, he renunciado por completo a las mujeres. Disfruto pasando tiempo con ellas. Las aprecio, como cualquier hombre. Pero son una distracción absoluta cuando no las necesito, y siempre quieren más de lo que puedo darles. Centrarme en mi negocio es el objetivo final en este momento. ¿Empezar una relación con la posibilidad de que se convierta en algo serio?

No me interesa.

De verdad, es lo último que deseo. Sobre todo, tras ver cómo mi mejor amigo, Archer Bancroft, se ha enamorado perdidamente de mi hermana pequeña, Ivy, por el amor de Dios. Sé que ese no es el camino que estoy dispuesto a seguir.

Además, hay muchísimo dinero en juego. El gilipollas de nuestro amigo al que se le ocurrió la apuesta del millón de dólares, Matt DeLuca, se está riendo histéricamente de mí ahora mismo. Lo presiento; siempre lo noto. Creo que está por aquí; quizá me espíe mientras hablo con esta mujer a la que ni siquiera conozco. Mientras tanto, tiene a su nueva asistente siguiéndole a todas partes, lanzándole miradas de deseo mientras el muy idiota no se da ni cuenta.

La pobrecilla está loca por él.

Estábamos en la boda de un amigo cuando los tres afirmamos que no queríamos casarnos nunca. Debíamos de estar borrachos cuando lo hicimos, pero todos nos apostamos que nunca dejaríamos que nos atara una mujer. Y el último en quedar soltero ganará un millón de dólares.

Una puta locura.

Si me salgo con la mía, está claro que Matt no ganará. Cabrón engreído. Cree que esta situación en la que nos hemos metido es divertidísima. Se piensa que tiene asegurada la victoria en nuestra estúpida apuesta. El señor Lobo Solitario está volcado por completo en la renovación de la bodega que acaba de comprar. Las mujeres no le interesan, me dijo el otro día. Quizá sí para un revolcón rápido entre las sábanas, pero no para nada a largo plazo, para nada serio.

Mientras tanto, su atractiva ayudante está sentada a menos de tres metros de nosotros, con el cuerpo en tensión. Juro por Dios que tiene la cabeza inclinada hacia nosotros para poder escuchar perfectamente nuestra conversación.

Estoy con él al cien por cien en ese sentido. Dejar que Archer caiga solo. Está encantado de jugar a las casitas con mi hermana, lo cual aún me deja boquiabierto. Ivy está igual de enamorada de él. Es curioso, teniendo en cuenta que no hace mucho discutían todo el maldito tiempo. Creía que se odiaban.

Y ahora, sin embargo, se van a casar dentro de un par de meses. Voy a ser el padrino de Archer. Solo de imaginarme llevando la soga en la que Archer se está metiendo por propia voluntad, el cuello de la camisa empieza a apretarme.

—¿Qué te trae por aquí esta noche, Gage Emerson? —Marina repite la pregunta que le he hecho yo antes, con la misma sonrisita misteriosa curvándole los labios.

Hay una dulzura natural en esta mujer que me atrae. No puedo explicarlo. Quiero inclinarme hacia ella e inhalar su aroma. Tocarle la suave mejilla, cogerle la mano y presionar mi palma contra la suya. Algo, lo que sea para establecer esa conexión instantánea entre nosotros que busco de repente. Sus labios me distraen; son de un rojo demasiado exuberante y seductor.

Seguro que sabe jodidamente bien.

«Céntrate, gilipollas».

—Negocios —respondo con firmeza, y bebo de mi botellín de cerveza.

Es de una pequeña cervecería local que desde hace poco se ha convertido en una de mis favoritas. Por eso he venido, por eso y —como siempre— para hacer contactos de negocios. Ha sido Archer quien me ha conseguido la invitación. Cuantas más propiedades compro en la zona, más inclinado estoy a quedarme aquí.

Me gusta. El campo es precioso, y la gente aparentemente amable hasta que quieres apoderarte de sus tierras; además, no está demasiado lejos de San Francisco, mi base de operaciones.

Mantengo los ojos fijos en Marina todo el tiempo que bebo y noto cómo ella aparta su mirada de la mía y su pecho se vuelve del más leve tono rosado, como si la hubiera incomodado.

Sí, estoy perdido. Cuando sé que no debería estarlo. Estoy completamente embelesado. Las mujeres que me suelen atraer son sofisticadas, seguras de sí mismas. Mis iguales en edad, estatus y capacidad de ganarse la vida. Aprecio una pareja poderosa. Sueno como un completo imbécil en mi maldito cerebro, pero no puedo evitarlo. Me atraen las mujeres inteligentes y seguras de sí mismas.

Esta es joven, hermosa y tímida al parecer…, con ese aire de misterio inocente pero sensual que me tiene ansioso por conocerla mejor, a pesar de mi actual aversión por el sexo contrario.

—¿Y a qué clase de negocios te dedicas? —Juro que se ha puesto a pestañearme.

—Inmobiliarios. —Bebo otro trago y la observo de reojo mientras ella desvía la mirada con indiferencia y parece escudriñar a la multitud por encima de mi hombro.

Echo un vistazo detrás de mí y no veo a nadie conocido en la sala, luego me vuelvo de nuevo hacia ella. Por supuesto, aquí el forastero soy yo. Y todos me miran como si esperaran que me fueran a salir cinco cabezas o algo así. Me siento fuera de lugar.

Napa es pequeña y todo el mundo nota una cara nueva. Al menos en San Francisco, mi hogar, es muy fácil perderse entre la multitud cuando quieres.

—Hace poco he comprado unos inmuebles aquí en la zona —añado.

—Ah, ¿sí? —Sus labios se curvan en una sonrisa cómplice, y yo frunzo el ceño, tratando por todos los medios de averiguar quién demonios es.

Pero no lo consigo, aunque no dejo de intentarlo.

—Sí. Aún hay algunos más que me interesan. Por eso estoy aquí. Espero encontrar alguna información.

Levanta una elegante ceja rubia oscura, y mi mirada se siente atraída por ella. ¿Así que es rubia natural? Eso sí que es una rareza.

—¿Qué tipo de información? —pregunta con cuidado.

—Esperaba encontrarme con alguien de la familia Molina. —Ya he intentado ponerme en contacto con muchos de ellos, pero no me devuelven las llamadas—. Sé que aún poseen una cantidad considerable de propiedades y negocios en la zona y sus alrededores. Y que a lo largo de los años han ido vendiendo poco a poco algunos inmuebles que consideraban que no encajaban en su cartera inmobiliaria. —Cierro los labios con fuerza. Temo haber revelado demasiado.

¿Qué tiene esta mujer que me hace… olvidar?

Marina permanece callada durante largos segundos, cargados de tensión. Aprieta esos labios suyos tan sexis, exhala un suspiro estremecedor y estrecha la mirada.

—Así que lo que estás diciendo es que eres un buitre.

Ladeando la cabeza, frunzo el ceño.

—¿Qué acabas de llamarme?

—Ya me has oído: un «buitre». —Su voz destila desprecio. Frunce los labios en un mohín sexi y sus ojos me evalúan con frialdad—. Te abalanzas sobre la gente cuando es vulnerable y necesita dinero de forma desesperada. Entonces se lo quitas todo.

Nunca he dicho tal cosa, aunque tiene razón. La familia Molina es vulnerable y busca vender sus bienes, teniendo en cuenta que son ricos en inmuebles y pobres en efectivo.

—Yo no me llamaría «bui…».

—No hace falta que me des explicaciones. —Levanta una mano y se aparta de mí. Como si necesitara distancia. La sonrisa seductora, el chispeante interés de sus bonitos ojos azules…, todo ha desaparecido. Se ha apagado como una llama bajo el agua—. Entiendo a los de tu clase. Ha sido un placer conocerte.

¿A los de mi clase? ¿De qué demonios está hablando?

—¡Espera, Marina! —La llamo por su nombre, pero ya se está alejando, y, hasta que sale del edificio, no se molesta en mirar atrás ni una vez; entonces, desaparece.

2

 

 

 

 

Gage

 

—Imbécil, Marina Knight es una Molina. —Archer me da una colleja, como solía hacer cuando éramos adolescentes, y yo suelto un aullido débil y me retuerzo para esquivarlo, pero ya es demasiado tarde.

Entonces, solía ser lo bastante rápido como para agacharme y evitar ese manotazo más fuerte que el demonio.

De todas formas, esta vez sí que me lo merecía.

—Acabo de darme cuenta. Y, créeme, me siento como un imbécil. —Me froto la nuca.

Anoche, tumbado en la cama, por fin até cabos y averigüé quién era Marina Knight. El apellido Knight debería haber sido la primera pista. Hice una pequeña búsqueda en Google, que me aclararon las cosas. Me sentí como un completo idiota.

Necesito unas vacaciones. No recuerdo la última vez que me dejé llevar y me relajé.

Estamos en el restaurante del hotel de Archer, el Secreto, almorzando mientras le cuento lo que ocurrió en el evento de anoche. Él fue quien me invitó, y luego no pudo asistir. Debió de estar demasiado ocupado besando a mi hermana, supongo. No recuerdo que se excusara.

Así que asistí en su lugar. Parece que también metí la pata. Algo que nunca jamás hago. Soy cuidadoso hasta el extremo.

—Un poco tarde, ¿no? Su madre es Maribella Molina.

—Lo sé —le interrumpo, pero Archer ya no puede parar.

—Se casó con Scott Knight a finales de los setenta y se consideró una fusión monumental de dos de las familias más influyentes y ricas de la zona. Los Molina y los Knight son como la realeza del valle de Napa. —Archer hace una pausa.

Que se me pasara la referencia que Marina hizo a los Knight demuestra lo distraído que me tenía. Siempre estoy atento. Siempre sé apreciar a una mujer guapa, pero, cuando se trata de trabajo, no dejo que ello me distraiga.

Entonces, ¿qué pasa? ¿Por qué Marina es la excepción?

Sí, puede que Scott Knight lo dirija todo, pero los negocios siguen bajo el nombre de Molina. Aun así, me enfada haber sido tan imbécil.

Una camarera se para ante nuestra mesa, rellena los vasos de agua y le dedica una sonrisa coqueta a Archer. Él apenas la mira y le da las gracias cordialmente, ella se aleja a toda prisa.

Todas las mujeres le adoran, y él solo tiene ojos para Ivy; gracias a Dios. Tendría que darle una patada en el culo si le pillara flirteando con cualquier otra mujer.

—Escucha, sé quién es. Gracias por la explicación. —Toda la información ya la conocía.

No obstante, puedo utilizarla en mi beneficio. Por la razón que sea, me ha sido imposible llegar hasta Scott Knight. Y mis tácticas habituales no han funcionado. Definitivamente, puedo incluir a Marina en mi arsenal.

Si es que vuelve a hablarme…

—No puedo creerme que hayas tenido el descaro de hablar de los Molina delante de su hija. Qué gilipollas eres. —Archer niega con la cabeza, riéndose—. Ojalá hubiera estado allí…

—Cállate. —Mi tono de voz es vagamente quejumbroso incluso para mis propios oídos.

Recuerdo cómo ella me fulminó con la mirada cuando empecé a hablar de su familia. Mierda. Cuánto desprecio había en esa mirada. Cómo me llamó «buitre» antes de marcharse, sin volverse a mirarme ni una sola vez, a pesar de que la llamé alzando la voz. Salió corriendo de aquella sala como si la persiguiera el mismísimo diablo.

Sí, la he fastidiado de verdad.

—Está muy unida a su familia —sigue diciendo Archer con brillo en los ojos. Es como si disfrutara de mi aflicción torturándome con más información—. Seguro que ya ha ido corriendo a ver a papá y se lo ha contado todo.

—No necesito sentirme peor de lo que ya me siento —confieso en voz baja, tan baja como mi estado de ánimo—. Y, si es como dices, mi oportunidad en ese conjunto de negocios de St. Helena se ha esfumado.

—Sí, estás jodido —coincide Archer.

Lo afirma con demasiada rotundidad para mi gusto, pero ¿qué puedo decir? Estoy seguro de que tiene razón al cien por cien.

La he cagado de verdad.

Echo un vistazo a mi alrededor y veo que el restaurante está bastante vacío. Estamos almorzando tarde, y probablemente debería dejar que Archer volviera al trabajo, pero estoy frustrado con toda esta situación.

—No lo entiendo. No sé por qué no puedo conseguirlo. Es como si Scott Knight se negara a verme. He intentado concertar una reunión con él un montón de veces. Nunca me devuelve las llamadas. —Tampoco las coge. Si antes la cosa iba mal, imagínate hasta qué punto me va a ignorar cuando su hija eché a perder mi nombre y mi reputación.

—Me sorprende que no hayas sumado dos más dos, teniendo en cuenta que llevas semanas acosando a Scott Knight —dice Archer, bastante despreocupado por la conversación.

Mi mente da vueltas; espero con toda mi alma poder encontrar una solución para amortiguar este increíble error que he cometido.

Normalmente no cometo este tipo de errores. Soy eficiente, concienzudo y, sobre todo, cuidadoso. Archer es el que mete la pata. Por eso siempre nos hemos equilibrado tan bien. Él me presiona, y yo controlo.

—Siempre estás atento —continúa Archer—. ¿Qué pasó anoche? —Me examina; sus ojos me estudian fijamente—. Te gusta Marina Knight, ¿verdad?

—Joder, no —digo demasiado a la defensiva, fulminándole con la mirada—. Es un témpano de hielo.

—Si es así, es un témpano de hielo, pero guapísima. —Archer baja la voz—: No le digas a tu hermana que he dicho esto. Me cortaría las pelotas.

—No se me ocurriría —murmuro—. Probablemente me cortaría las pelotas a mí también. Marina me distrajo. Solo con mirarla, fue como si se me congelara el cerebro.

—Ja. —Archer niega con la cabeza—. Tiene la reputación de ser… indiferente. Y, por la razón que sea, todos los tíos que se encuentran con esa fría indiferencia suya parecen quedar atrapados en el hechizo magnético que Marina lanza. No sé qué tiene.

Estupendo. Así que no había nada especial entre nosotros. Es una especie de sirena mítica.

—La he cagado. Ojalá pudiera empezar de cero, pero ya es demasiado tarde.

—Podrías ir a verla y disculparte —sugiere Archer.

—¿Verla? ¿Dónde?

—Lleva la panadería ecológica de St. Helena. Habrás oído hablar de Cosecha de Otoño, ¿no?

¿Que si he oído hablar de ella? Esa panadería está en la misma manzana de negocios que quiero comprar. Los Molina ya la pusieron a la venta hace unos años, cuando la economía tocó fondo. La retiraron del mercado antes de que pudiera hacer una oferta, aunque entonces yo no estaba en condiciones de hacerla. Había invertido mi capital en otras propiedades y, como todo el mundo en los Estados Unidos, a mí también me afectó la crisis económica. Gracias a Dios, me recuperé y ahora estoy mejor que nunca. Soy un cabrón con suerte.

Y, maldita sea, quiero ese local. Los Molina poseen cuatro edificios en la calle principal de St. Helena. La mitad de ellos necesitan reformas, pero no tienen dinero para invertir en obras de tal envergadura. El contrato de alquiler de uno de ellos está a punto de vencer. Otro edificio se encuentra vacío. Renovar esos locales me permitiría conseguir más dinero por el alquiler. Y ese dinero haría que todo valiera la pena.

Aunque no puedo comprar si no consigo que Scott Knight hable conmigo.

—Pero ¿realmente es una panadería ecológica? —pregunto. Parece un contrasentido. Yo asocio las panaderías con algo dulce y azucarado, no con comida sana.

—Bueno, lo dicen para complacer a la gente que se preocupa por la salud. Y hacen unos panes artesanos deliciosos. Pero los pasteles son lo mejor. —Archer se echa hacia atrás y se acaricia la tripa—. Ivy me trajo uno a casa por mi cumpleaños. La mejor tarta que he comido nunca.

—¿De qué tipo? ¿Y ella los hornea? —Me cuesta creerlo. No parecía del tipo dulce y domesticado. Definitivamente, no tiene pinta de una mujer a la que le guste amasar y glasear tartas.

—Ella no es la panadera; lo es su tía. Marina lleva el negocio.

Ah. Saco el teléfono del bolsillo de los vaqueros, escribo «Cosecha de Otoño en St. Helena» y pulso el enlace «Sobre nosotros». Espero impaciente a que se carguen las fotos, y suspiro cuando veo la pequeña foto de Marina Knight sonriéndome.

De esto es de lo que la conozco, de la página web. La había visto antes cuando recopilé información, o munición, como quieras llamarla.

—Sabía que la conocía de algo —digo mientras miro fijamente la foto en el teléfono.

Es guapa. Accesible. Viste una camiseta que pone COSECHADE OTOÑO en la parte delantera. Lleva el pelo recogido en una coleta, una amplia sonrisa y las mejillas sonrosadas, casi tan rosas como sus sensuales labios.