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Joe Vitale, un autor de superventas, en su último libro, Cero límites: las enseñanzas del antiguo método hawaiano del ho'oponopono, un avance singular en el campo de la autoayuda, nos explicaba cómo este método podía ayudar a la gente a experimentar la salud, la riqueza, la felicidad y mucho más. Esta nueva obra, En el Cero, empieza allá donde se quedó Cero límites. Aporta nuevas historias, explica nuevos procesos, presenta a nuevos sanadores y nos orienta a través de la cuarta fase del despertar: el conocimiento en sí. ¿Estás preparado para liberarte? ¿Estás listo para experimentar milagros? ¿Estás preparado para eliminar las limitaciones? En el Cero se nos muestra cómo superar fácilmente los problemas de nuestra autoprogramación convirtiéndonos en parte de la solución: despertando a la consciencia.
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Seitenzahl: 403
JOE VITALE
EN EL CERO
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Colección Éxito
EN EL CERO
Joe Vitale
1.ª edición en versión digital: junio de 2014
Título original: At Zero. The final secret to «Zero Limits»
Traducción: David Michael George
Corrección: Sara Moreno
Diseño de cubierta: Enrique Iborra
Maquetación ebook: leerendigital.com
© 2014, Joe Vitale (Reservados todos los derechos) Traducción al español publicada por acuerdo con el editor original John Wiley & Sons, Inc.
© 2014, Ediciones Obelisco, S.L.
(Reservados los derechos para la presente edición)
Edita: Ediciones Obelisco S.L.
Collita, 23-25. Pol. Ind. Molí de la Bastida
08191 Rubí - Barcelona - España
Tel. 93 309 85 25 - Fax 93 309 85 23
E-mail: [email protected]
ISBN EPUB: 978-84-15968-98-6
Reservados todos los derechos. Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de la cubierta, puede ser reproducida, almacenada, trasmitida o utilizada en manera alguna por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación o electrográfico, sin el previo consentimiento por escrito del editor. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.
Índice
Portada
En el cero
Créditos
Prólogo. Dame D. C. Cordova
Introducción. Al principio
Capítulo 1. La mierda salpica
Capítulo 2. Nunca serás el mismo
Capítulo 3. ¿Está Morrnah loca?
Capítulo 4. ¿Podría, por favor, ponerse de pie el verdadero ho’oponopono?
Capítulo 5. De todas formas, ¿de quién es la culpa?
Capítulo 6. ¿De dónde vienen estos programas?
Capítulo 7. Interruptor de control: el efecto placebo
Capítulo 8. El Espejo Secreto
Capítulo 9. La ley de la atracción frente al ho’oponopono
Capítulo 10. Aun así… ¡las intenciones son para los débiles!
Capítulo 11. ¿Caja de deseos o caja de regalo?
Capítulo 12 El arte del no atraer
Capítulo 13. Nuevos métodos de limpieza
Capítulo 14. ¿Tienes un problema?
Capítulo 15. El quinto milagro
Capítulo 16. Más secretos del evento sobre los Cero límites
Capítulo 17. ¿Sucedió realmente? La gran mentira
Capítulo 18. Cómo iniciar tu propia religión
Capítulo 19. El milagro del ho’oponopono
Epílogo. Cogiéndole el «tranquillo»
Apéndice A. Preguntas y respuestas relativas al ho’oponopono
Apéndice B. La meditación de la pizarra blanca
Apéndice C. Una entrevista con el doctor Joe Vitale. Por Kory Basaraba
Apéndice D. Preguntas y respuestas relativas a «Cero límites»
Apéndice E. El doctor Hew Len visita a tu niño interior
Apéndice F. Lista detallada de liberación del ho’oponopono. Por Saul Maraney
Apéndice G. Historias de éxito
Materiales
Bibliografía
Agradecimientos
Acerca del autor
Oferta del Programa de formación en milagros (Miracles Coaching®)
A Morrnah Simeona,
INVOCACIÓN DEL AUTOR
Oh, Mente Divina Infinita,
a través de mi amado Yo Superior,
limpia esta unidad de toda negatividad,
tanto por dentro como por fuera,
para que pueda ser el recipiente perfecto para
Tu Presencia.
Mi experiencia
con Morrnah Simeona
Cuando Joe Vitale me pidió que compartiera mi experiencia con Morrnah Simeona, la magnífica Kanuha Lapa’au («sacerdotisa que cura con palabras» y «custodia de los secretos» en el folclore hawaiano), empecé a sentir, de inmediato, una profunda paz y una sensación de ligereza que siempre había sentido cerca de ella. Era un magnífico ser humano que me recordaba a Amelia, mi abuela materna, que me crió en Chile y sentía un amor incondicional por mí.
Por supuesto, no llevaba mucho tiempo estar cerca de Morrnah para darse cuenta de que era especial, ¡muy especial! Fluía: la naturaleza cambiaba a su alrededor. Siempre ofrecía su ayuda en cualquier cosa que alguien necesitara. Te miraba como si viera mucho más que tu cuerpo físico. Era una verdadera sanadora.
En 1984 vino a vivir a nuestra urbanización en crecimiento de La Jolla Farms Road, una zona muy exclusiva de La Jolla (condado de San Diego), California. Había cuatro casas independientes en la propiedad, incluyendo una preciosa casita de campo en la que se alojó durante tres meses.
Después de haber vivido allí durante algunas semanas, todos los que acudían a la propiedad preguntaban si teníamos un nuevo jardinero o si habíamos hecho algo distinto con el paisajismo: ¡todo estaba lleno de vida y era muy dinámico y hermoso! La propia naturaleza cambiaba a su alrededor: fue una experiencia asombrosa para mí, que tenía treinta y pocos años, cuando estaba empezando a aprender sobre principios espirituales generales que han imperado en la Tierra desde hace una eternidad.
A veces, cuando volvía de las giras de mi programa Money & You,[01] me daba tratamientos especiales y avanzados de ho’oponopono para limpiar mi energía. Después me sentía como si me hubiera dado una ducha. Era realmente divina. Estaba animándome constantemente para mantener mi energía limpia mediante la realización del proceso y pronunciando la palabra «ho’oponopono».
Morrnah era decididamente especial.
Procedía de una estirpe de kahunas, y decidió modernizar el proceso del ho’oponopono (parte de las antiguas enseñanzas del huna hawaiano) para ayudar a los seres humanos a liberarse de los traumas y los dramas guardados en el subconsciente y que afectan a todos los momentos de nuestra vida: un proceso muy poderoso.
La decisión de Morrnah de desvelar el secreto que los hawaianos habían guardado tan celosamente durante muchas generaciones no la hizo muy popular en ciertos círculos, y fue condenada al ostracismo por algunos de ellos. Morrnah amaba a la humanidad, respaldando que todos los seres humanos se liberaran del comportamiento inconsciente y apoyando la limpieza profunda del subconsciente. Era valiente y clara con respecto a su objetivo, que era el de enseñar a la gente a liberarse de sus propias limitaciones, a cortar las cuerdas aka que se habían creado a lo largo de los años y a disponer del alineamiento de la familia interior:
El Aumakua: Au (significa bañarse o nadar)
El Makua: El Padre (juntos significan bañado por y en el Espíritu Santo)
El Uhane: La Madre (mente consciente)
El Unihipili: El Niño (mente subconsciente)
Aprendí que el simple hecho de pronunciar la palabra «ho’oponopono»limpia el espacio. Me purifica de inmediato.
Pero dejadme que os explique cómo conocí a Morrnah.
Mi querido amigo Eric Smith, que se crió en Hilo, en la Gran Isla de Hawái, me la presentó, además de introducirme en la clase de ho’oponopono que estaba dando junto al doctor Stan Haleakala (otro magnífico ser humano al que ahora se conoce con el nombre de doctor Hew Len) en Los Ángeles, en algún momento del año 1983. Tengo la sensación de que fue en noviembre, mi mes favorito del año, no sólo porque sea el mes de mi cumpleaños, sino también porque es un momento precioso en todo el mundo: el otoño en el hemisferio norte y la primavera en el sur.
Fue un momento muy especial: un fin de semana inolvidable.
En la clase había todo tipo de personas maravillosas, incluyendo a gente de Hollywood, como la actriz Lesley Ann Warren (que salió en la serie de televisión Will y Grace en el papel de la amante del padre de Will). Es una persona encantadora.
Era un grupo divertido, y acabamos desarrollando lazos durante esos tres días de limpieza, cortando las cuerdas aka que se crean a medida que vamos sintiendo apego por personas, lugares y cosas. El proceso requería que escribiéramos listas y más listas: nombres de personas, que incluían prácticamente a cualquier persona con la que hubiéramos tenido relación y que hubiera tenido un efecto en nosotros; lugares en los que habíamos vivido; vehículos que habíamos usado; situaciones en las que nos habían hecho daño y en las que habíamos hecho daño: cualquier experiencia humillante que pudiéramos recordar. Se nos animó a anotar todo remordimiento, reproche y culpabilidad que tuviéramos en nuestro subconsciente.
¡Decir que el espacio se tornó incómodo en algunos momentos sería quedarse corto!
Fue especialmente interesante escribir la lista de personas con las que se hubieran mantenido relaciones sexuales. Fue entonces cuando capté la importancia de proteger nuestra energía. Mantener relaciones sexuales con alguien es la forma más rápida de captar no sólo la energía de nuestra pareja, sino también la energía de cualquier persona con la que haya mantenido contactos sexuales: ¡podría ser, potencialmente, la energía de cientos de personas mientras mantenemos relaciones sexuales con otra persona!
Ella y Stan eran excelentes maestros. Enseñaban mediante la narración de maravillosas historias y fábulas de las muchas personas a las que habían ayudado a lo largo de los años. ¡Hay tantas que compartir!, pero una que encontré especialmente interesante fue que Morrnah amaba al actor Tom Selleck, la estrella de la serie de televisión Magnum PI,[02] que se filmó en Hawái.
Morrnah siempre estaba limpiando a Tom Selleck. Le conocí en Hawái un año antes, y no pude evitar pensar que era muy afortunado por tener a alguien como Morrnah purificándole constantemente. Cuando dejó el estrellato durante algunos años, conformándose con una vida mucho más tranquila con su nueva mujer y su hijo, no pude evitar pensar en si la plegaria ho’oponopono habría tenido alguna influencia sobre él. Es bonito verle de vuelta en la serie televisiva Blue bloods (Familia de policías).
Morrnah compartió con nosotros que actores, celebridades, estrellas del pop, políticos (la gente famosa y conocida) corren un especial peligro desde el punto de vista de la energía debido a todas las proyecciones dirigidas hacia ellos. Estas personas podrían, potencialmente, tener millones de cuerdas aka debido a toda la atención, las proyecciones sexuales, las proyecciones positivas y negativas: todos los pensamientos de los fans que hacen disminuir su fuerza vital, su poder personal y la capacidad para estar limpios.
¡Vaya! ¡Fue algo muy intenso oír eso! ¡Empecé a preguntarme si no era ésta la razón por la que hermosos símbolos sexuales como Marilyn Monroe tuvieron una vida tan dura!
Comencé a ver las cosas de forma muy diferente.
Mi vida cambió después de ese fin de semana. Sentí como si me hubiera dado un baño que hubiera durado toda la vida (que mi energía se había purificado para siempre) y que era responsabilidad mía mantener mi energía limpia y purificada. Llevo siempre conmigo mi proceso ho’oponopono breve. Ha estado detrás de mi calendario anual de eventos de papel desde la década de 1980. Escaneo copias y lo pongo en mi ordenador, mi iPad y mi iPhone. Se nos enseñó a dejar nuestro libro del ho’oponopono abierto en nuestro coche para enseñar al subconsciente del automóvil a mantenerse purificado. No puedo evitar pensar que esto ha funcionado. ¡No he tenido ningún accidente de coche, excepto uno muy leve en 1976, antes de conocer el ho’oponopono!
He llevado a cabo el proceso del ho’oponopono en todos los lugares del mundo a los que he viajado, excepto en Bali, Indonesia. Empecé a hacerlo allí, y una sensación muy intensa me dijo: «No». Más tarde supe que me había orientado correctamente. Bali tiene sus propios rituales, su propia energía. Siempre es bueno seguir a nuestro guía interior.
La última vez que hablé con Morrnah fue a mediados de 1989. Mi entonces socio, Robert T. Kiyosaki (de la serie televisiva Rich dad, ooor dad)[03] y yo habíamos vuelto a la Isla Grande de Hawái para llevar a cabo los cursos de nuestra Excellerated Business School for Entrepreneurs (Escuela de Negocios Excellerated para Emprendedores)[04] en el entonces complejo vacacional Kona para la práctica del surf (ha cambiado de propietarios un par de veces), una magnífica propiedad cerca de la bahía de Keauhou.
Telefoneé a Morrnah para que pudiera volar hasta la Isla Grande (que sabía que ella adoraba) y que dirigiera la clase con la plegaria ho’oponopono. Me dijo: «Cariño, estoy demasiado cansada… Ya no me encuentro tan bien como solía… Hazlo tú».
Estaba estupefacta. Esta gran kahuna me estaba diciendo que dirigiera un proceso ho’oponopono público delante de un exitoso grupo de emprendedores.
Me sentí un poco insegura y sentí una enorme responsabilidad al tener que dirigir una plegaria tal. Morrnah me aseguró que toda la zona (la bahía, el complejo vacacional y la Isla Grande) había sido programada con la oración y que no tenía nada de lo que preocuparme, que haría un gran trabajo. Me sentí llena de paz y preparada, e hice un buen trabajo: ¡cómo podría no hacerlo alguien cuando se lleva a cabo el ho’oponopono!
A partir de ahí dirigí todo el ho’oponopono en nuestras clases y más allá. Estuvimos muy ocupados y tuvimos mucho éxito. No volví a hablar con Morrnah en persona.
Algunos años más tarde supe que había fallecido a principios de 1992. Aunque me entristeció no haber podido volver a coger el teléfono y hablar con ella, recibir uno de sus grandes tratamientos o aprender a sus pies, podía seguir sintiendo su presencia, como siempre.
Ella es y siempre será una fuerza magnífica en mi vida. Siento, verdaderamente, que sus enseñanzas (las enseñanzas del doctor Haleakala) y la oración han tenido un impacto tremendamente positivo en mi vida y mi empresa.
Parte de la plegaria es la Paz de mí:
Que la Paz esté contigo, toda mi Paz.
La Paz que soy yo, la Paz que es yo soy,
la Paz para siempre, ahora e indefinida y eterna.
Mi Paz te doy, mi Paz dejo contigo,
no la Paz del mundo, sino sólo mi Paz,
la Paz de mí.
Ella nos enseñó que cuando nos subamos a nuestro coche, a un avión o a cualquier vehículo, lo rodeemos con 300 millones de Paces de mí. Yo recuerdo esto especialmente cuando me subo a un avión, y duermo profundamente. Sé que estoy siendo protegida.
Tengo muchas historias del ho’oponopono que contar, demasiadas para este libro, pero podéis tener la seguridad de que, en los últimos treinta años, puedo decir, con toda honestidad, que la oración del ho’oponopono ha sido una tremenda fuerza orientadora (y protectora) para mí.
La palabra «ho’oponopono»está constantemente en mis labios. La he utilizado en ocasiones alegres y tristes.
Sé que el alineamiento de mi familia interior es crucial para mi paz de espíritu, para la claridad mental que necesito para atraer a los maravillosos socios que he tenido durante décadas, para la fabulosa gente que da clases en nuestros cursos, para los participantes que asisten, para la fantástica red global que tengo y para el amor y la conexión con mis seres queridos.
Mi éxito y prosperidad se han visto, claramente, impulsados por el trabajo duro y por la utilización de los sensatos principios comerciales y de consciencia que enseñamos, y no hay duda de que el viento bajo mis alas es el proceso del ho’oponopono.
Te deseo lo mismo.
Para citar el final de la plegaria:
Que el yo bendiga continuamente a todos aquéllos implicados en el proceso del ho’oponopono.
¡Somos liberados y está hecho! Nos encontramos ahora en el Abrazo del Divino Creador.
¡Aloha!
Dame D. C. Cordova
Directora Ejecutiva de Excellerated Business Schools® for Entrepreneurs
Programa Money & You®
www.Excellerated.com
[01]. Dinero y tú. (N. del T.)
[02]. Magnum, investigador privado. (N. del T.)
[03]. Padre rico, padre pobre. (N. del T.)
[04]. Excellerated podría considerarse un juego de palabras en inglés que significaría «con una valoración excelente» y, por similitud fonética «que entusiasma y emociona de alegría». (N. del T.)
Al principio
«Podemos apelar a la Divinidad, que conoce nuestro proyecto personal, para que sane todos los pensamientos y los recuerdos que nos están suponiendo un lastre en este momento».
Morrnah Simeona
Estaba equivocado. Muy equivocado. Cuando acabé de escribir el libro Cero límites, esperaba que el mundo me diera las gracias. Sabía que la historia era inspiradora. Sabía que era milagrosa. Y sabía que tenía que ser contada.
Pero nunca supe que habría gente que la odiaría y que me odiaría a mí.
No obstante, el doctor Hew Len lo sabía. Cuando le dije que nuestro libro ya estaba escrito y listo para su publicación, dijo: «Cuando salga a la venta la mierda golpeará el ventilador». No sabía qué quería decir, pero él lo tenía más claro que yo. Él estaba en el momento y veía el futuro. La historia se estaba desplegando para él. Para mí seguía estando todo oscuro. Cuando el sol salió me dañó los ojos.
Decidí escribir esta secuela por dos razones: en primer lugar, para explicar en mayor detalle el mensaje de Cero límites (y lo que sucedió como resultado de su publicación) y, en segundo lugar, para aportarte más métodos secretos avanzados del auténtico ho’oponopono.
Pregunté al doctor Hew Len sobre mi idea. Se mostraba reacio, ya que los ancianos del ho’oponopono le habían abofeteado por revelar sus secretos. No quería pasar por todo eso otra vez. En su caso, él puede cambiar el mundo simplemente purificando. En mi caso, necesito luchar por la causa. Yo seguía queriendo que el mundo conociera esta maravillosa herramienta. Decidí que escribiría este libro solo, sin el doctor Hew Len como mi coautor esta vez.
Pero antes de que nos sumerjamos en este libro, permíteme que te ofrezca un resumen del principio.
Todo empezó antes de que Cero límites siquiera se publicara. Antes de entregar el manuscrito al editor, el libro se convirtió en un superventas en Amazon. ¿Cómo? La famosa tienda de Internet lo había incluido en su lista de libros en prepublicación, pero uno de sus fragmentos había estado circulando por Internet durante por lo menos un año. Millones de personas lo vieron, y tantas de ellas reservaron el libro que se convirtió en un superventas incluso antes de que le llegara al editor.
Aquí tenemos el artículo que circulaba por Internet en 2005 y que provocó que millones de personas quisieran el libro:
El terapeuta más extraordinario del mundo
Hace tres años oí hablar de un terapeuta de Hawái que curó a todo un pabellón de un hospital de pacientes que eran delincuentes psicóticos sin ni siquiera atender a ninguno de ellos. El psicólogo en cuestión estudiaba el historial de un paciente y luego miraba hacia su interior para ver cómo había creado la enfermedad de esa persona. A medida que él mejoraba, el paciente mejoraba.
Cuando escuché esta historia por primera vez pensé que era una leyenda urbana. ¿Cómo podría alguien sanar a otra persona curándose a sí mismo? ¿Cómo podría, incluso el mejor maestro de la superación personal, curar a los delincuentes psicóticos?
No tenía ningún sentido. No tenía lógica, así que descarté la historia.
Sin embargo, la volví a oír un año más tarde. Oí que el terapeuta había utilizado el método de sanación hawaiano llamado ho’oponopono. Nunca había oído hablar de ello, aunque no podía hacer que se fuera de mi mente. Si la historia era cierta, tenía que saber más cosas.
Siempre había asumido que «responsabilidad total» significaba que yo soy responsable por lo que pienso y hago. Lo que está más allá de eso queda fuera de mi alcance. Creo que la mayoría de la gente piensa en la responsabilidad total de esta forma. Somos responsables de lo que hacemos, y no de lo que hace cualquier otra persona. El terapeuta hawaiano que curó a esas personas mentalmente enfermas me iba a enseñar una perspectiva nueva y avanzada sobre la responsabilidad total.
Su nombre es doctor Ihaleakala Hew Len. Pasamos, probablemente, una hora hablando en nuestra primera conversación telefónica. Le pedí que me explicara toda la historia de su trabajo como terapeuta. Me explicó que había trabajado en el Hospital Estatal de Hawái durante cuatro años. El pabellón del hospital en el que tenían a los delincuentes psicóticos era peligroso. Los psicólogos acababan renunciando cada mes. El personal acababa de baja o, sencillamente, dejaba el trabajo. La gente caminaba por ese pabellón con la espalda pegada a la pared, ya que temía ser atacada por los pacientes. No era un lugar agradable en el que vivir, trabajar o al que ir de visita.
El doctor Hew Len me explicó que nunca veía a los pacientes profesionalmente. Acordó tener una oficina y revisar sus informes. Mientras miraba esos informes trabajaba consigo mismo. A medida que trabajaba consigo mismo, los pacientes empezaron a mejorar. «Al cabo de algunos meses, a los pacientes a los que se tenía que poner grilletes se les estaba permitiendo pasear libremente –me explicó–. Otros pacientes que tenían que recibir medicaciones fuertes estaban dejando su medicación, y aquellos que no tenían esperanzas de ser liberados jamás estaban siendo dados de alta».
Estaba asombrado.
«No sólo eso –prosiguió–, sino que el personal empezó a disfrutar viniendo a trabajar. El absentismo y los sustitutos desaparecieron. Acabamos con más personal del que necesitábamos, porque los pacientes estaban siendo dados de alta y todo el personal estaba presentándose para trabajar. En la actualidad, ese pabellón está cerrado».
Era en este momento en el que tenía que hacer la pregunta del millón: «¿Qué es lo que hizo en su interior que provocó que esas personas cambiaran?».
«Estaba, simplemente, sanando la parte de mí que los creó», dijo. No comprendí.
El doctor Hew Len me explicó que la responsabilidad total por nuestra vida significa que todo en nuestra vida (simplemente porque se encuentra en nuestra vida) es nuestra responsabilidad. En un sentido literal, que todo el mundo es nuestra creación.
¡Caramba! ¡Esto es algo que cuesta digerir! Ser responsable por lo que digo o hago es una cosa. Ser responsable por lo que todos los que forman parte de mi vida dicen o hacen es algo muy diferente. Aun así, la verdad es ésta: si asumimos la responsabilidad completa por nuestra vida, entonces, todo lo que veamos, oigamos, saboreemos, toquemos o experimentemos de cualquier otra forma es responsabilidad nuestra porque es nuestra vida.
Esto significa que la actividad terrorista, el presidente, la economía (cualquier cosa que experimentemos y que no nos guste) es algo que nosotros mismos debemos sanar. No existen, por así decirlo, excepto como proyecciones que proceden de nuestro interior. El problema no tiene que ver con ellos, sino con nosotros, y para cambiarlo tenemos que cambiarnos a nosotros mismos.
Sé que esto es algo difícil de comprender, por no hablar de aceptarlo o vivirlo. El echar las culpas es más fácil que la responsabilidad total, pero a medida que hablaba con el doctor Hew Len, empecé a darme cuenta de que la sanación, para él y para el ho’oponopono, significa amarnos a nosotros mismos. Si queremos mejorar nuestra vida tenemos que sanar nuestra vida. Si queremos sanar a alguien (incluso a un delincuente psicótico) tenemos que hacerlo sanándonos a nosotros mismos.
Le pregunté al doctor Hew Len cómo le había ido sanándose a sí mismo. Qué estaba haciendo, exactamente, cuando miraba los historiales médicos de esos pacientes.
«Simplemente, no paraba de repetir “Lo siento” y “Te quiero” una y otra vez» me explicó.
«¿Eso es todo?».
«Eso es todo».
Resulta que quererse a uno mismo es la mejor manera de mejorarse a uno mismo y, a medida que nos vamos mejorando, mejoramos nuestro mundo. Permíteme mostrarte un ejemplo rápido sobre cómo funciona esto: un día, alguien me envió un e-mail que me molestó. En el pasado, me habría encargado de ello trabajando en mis temas candentes desde el punto de vista emocional o intentando razonar con la persona que envió el mensaje desagradable. En esta ocasión, decidí probar con el método del doctor Hew Len. No dejé de decir, en silencio, «Lo siento» y «Te quiero». No se lo decía a nadie en concreto. Sencillamente, estaba evocando al espíritu del amor para que sanara, en mi interior, lo que estaba generando la circunstancia externa.
Al cabo de una hora recibí un e-mail de la misma persona. Pedía disculpas por su anterior mensaje. Tengamos en cuenta que yo no llevé a cabo ninguna acción externa para recibir esa disculpa. Ni siquiera le contesté. Aun así, diciendo «Te quiero» sané, de algún modo, en mi interior, lo que le estaba creando a él.
Más tarde asistí a un taller de ho’oponopono dirigido por el doctor Hew Len. Ahora tiene setenta años, se le considera un chamán venerable y es un tanto solitario. Elogió mi libro El poder de la atracción: cinco pasos sencillos para crear paz interior y opulencia exterior. Me dijo que a medida que me mejorara a mí mismo la vibración de mi libro aumentaría, y que todos la sentirían cuando lo leyeran. En resumen, a medida que yo mejore mis lectores mejorarán.
«¿Qué hay de los libros que ya se han vendido y circulan?», pregunté.
«No están ahí fuera –explicó, maravillándome una vez más con su sabiduría mística–. Siguen en ti».
En pocas palabras, no hay un «ahí fuera».
Llevaría todo un libro explicar esta técnica avanzada en la profundidad que merece. Baste con decir que en cualquier momento en el que quieras mejorar algo en tu vida sólo hay un lugar en el que mirar: en tu interior.
Cuando mires, hazlo con amor.
Ese artículo del año 2005 preparó al mundo para Cero límites y desencadenó que fuera un superventas incluso antes de su publicación. Por supuesto, cuando el libro salió al mercado en julio de 2007, las cosas empezaron a agitarse… y la mierda empezó a volar.
Habiendo leído únicamente el extracto, la gente empezó a postear críticas del libro que, por supuesto, todavía tenían que ver y leer. Viejos amigos míos de la época en la que pasaba apuros en Houston décadas antes, personas a las que había ayudado con trabajo y consejos, se volvieron en mi contra. Me acusaban de inventarme toda la historia. Dijeron que el doctor Hew Len era un personaje ficticio, y que su historia en la que trataba a personas mentalmente enfermas era una leyenda urbana. Me acusaron de vender los secretos de la tradición hawaiana por dinero. Otros dijeron que había ganado dinero vendiendo un libro que no contenía ningún secreto en absoluto.
No podía ganar. Estaba herido. Estaba estupefacto y confundido. Me sentía como una víctima. Pensaba que se suponía que el ho’oponopono me fortalecería.
¿Cómo era posible que la gente llegara a estas conclusiones? Después de todo, el doctor Hew Len y yo pasamos mucho tiempo juntos dirigiendo talleres, con gente tomándonos fotos, haciendo programas de radio y creando la versión en audio de Cero límites. Aparecemos en clips de vídeo en YouTube. Hicimos todas estas cosas juntos. Obviamente, era (y es) real.
También había gente que no había leído el libro y que no podía haberlo hecho, ya que todavía no se había publicado, pero que escribieron una crítica y dijeron que lo odiaban, y a mí también. Me insultaron e intentaron ponerme en la lista negra en lo tocante a los e-mails que enviaba a mi lista de correos. Crearon y le pusieron mi nombre a un virus informático. Y más cosas.
Sí, había legiones de fans del libro y míos. Cero límites se convirtió en un superventas oficial cuando se publicó. Miles, quizás millones, de personas aprendieron el sencillo método de sanación descrito en él, y cambió sus vidas. La gente lo utilizaba no sólo para sí misma, sino que también lo enseñaban en las escuelas, prisiones y hospitales y vieron resultados milagrosos. El libro se tradujo a otros idiomas. Me invitaron para dar charlas en otros países. Los talleres del doctor Hew Len pasaron de tener treinta asistentes a tener más de ochocientos en un evento. Se convirtió en un gurú. El ho’oponoponose convirtió en una corriente dominante.
Pero no todo fue miel sobre hojuelas. Mi mejor amigo se volvió contra mí. Su mujer envió un e-mail nada cariñoso a una lista de correos que ayudé a crear, vituperándome y difamándome. Fue increíblemente doloroso y, con toda certeza, no provenía del corazón. Estaba claro que no estaban practicando el amor o el perdón, el ho’oponopono o cualquier otra cosa parecida.
¿Por qué sucedió todo esto?
Un amigo mío dice que el éxito genera desprecio. Yo llamo a eso una creencia. El doctor Hew Len lo llamaría programa. Aun así, debo admitir que algo sucedió cuando el libro más importante de mi vida fue escrito y publicado. Lo podría llamar oportunidad de limpiarme y purificarme, pero creo que la historia tiene más elementos. Echando la vista atrás, creo que esto fue un catalizador para mi propio despertar.
Cuando escribí Cero límites dije que había tres etapas del despertar. Resulta que fui impreciso: de hecho hay cuatro. La cuarta va más allá de Cero límites y hacia el lugar en el que lo Divino vive a través de ti. Explicaré todas las etapas en este nuevo libro.
Después de haber escrito Cero límites, pensé que le había cogido el tranquillo al cómo funcionaba la vida. En lugar de ello, me sucedieron tantos eventos amargos que me sentía más bien como una víctima. Todo esto me condujo a una comprensión de la renuncia y de la importancia de purificar sin descanso usando el ho’oponopono. Hoy conozco el milagro de la iluminación.
Si quieres saber más sobre el auténtico ho’oponopono y continuar allí donde lo dejó mi libro anterior, has llegado al lugar adecuado.
Si sientes curiosidad por los orígenes del ho’oponopono moderno y te estás preguntando quién fue el, aparentemente, loco profesor del doctor Hew Len, encontrarás la respuesta en el interior de este libro.
Pero agárrate. Si pensabas que Cero límites era una experiencia trepidante, espera a leer En el cero. Este libro puede que sea más vertiginoso. Puede que agite, sacuda y haga retumbar tu mundo.
Si te sientes preparado, dale la vuelta a la página.
Espera milagros.
Mahalo,
Ao Akua
Doctor Joe Vitale
En un avión a 35.000 pies de altitud
Agosto de 2013
La mierda salpica
«No hay tal cosa como el ego. Sólo son datos, datos y más datos».
Doctor Ihaleakala Hew Len
Entregué el manuscrito de Cero límites al editor durante el segundo cursillo sobre los Cero límites celebrado en Maui a finales de 2006. Fue una época divertida para mí. El libro prácticamente se escribió solo. Lo escribí en dos semanas, lo cual resulta sorprendente. Otros de mis libros me llevaron entre meses y años escribirlos. ¿Dos semanas? Eso es un milagro. El doctor Hew Len, mi coautor, le dio el visto bueno tras leer sólo algunas páginas. Dijo: «Lo Divino dice que está bien». Estaba orgulloso ¿Por qué no iba a estarlo? No tenía ni idea de que lo peor estaba por llegar.
Durante ese segundo evento, el doctor Hew Len me dijo que cuando el libro saliera «la mierda golpearía el ventilador». No sabía qué quería decir, pero no estaba preocupado. Me sentía guiado y protegido. Mi espíritu estaba brillando y mi confianza era elevada. Seguiría purificando. Ninguna mierda me iba a perturbar.
Estaba equivocado.
La primera tarde del cursillo, justo antes de la cena de recepción, recibí una airada llamada telefónica de una escritora y maestra espiritual a la que idolatraba. Había mostrado su apoyo al manuscrito del libro que le había enviado pero, aparentemente, no se lo había leído. Después de hacerlo, puso objeciones a algunas cosas contenidas en él, aunque no las nombraba. Cuando se reconoció me odió por ello, y llamó para cantarme las cuarenta.
No había sido mi intención hacer daño. La sección trataba sobre cómo incluso la gente de éxito tenía sus talones de Aquiles y atraían el caos. La utilicé como ejemplo pero no di su nombre. Estaba sorprendido por su estallido porque frecuentemente usaba los retos en su vida como lecciones que enseñar en sus propios libros. Eso no era ningún secreto. Pero la gente proyecta sus inseguridades y sus significados sobre todo, incluidos los libros. Vio algo que no le gustó, y en lugar de asumir toda la responsabilidad por lo que vio (que es la idea central del ho’oponopono y de Cero límites), arremetió contra mí.
Como era (y sigo siendo) fan de ella, me hizo mucho daño. Reescribí el libro y la eliminé de sus páginas, pero el dolor permaneció. Más tarde la llamé y solucioné el asunto, pero me afectó. ¿Cómo podía suceder esto? Si esto era lo que el doctor Hew Len predijo y el libro todavía no se había publicado, ¿qué me esperaba? ¡Si lo hubiera sabido! La mierda estaba, claramente, golpeando el ventilador, y una vez que el libro salió al mercado la mierda empezó a volar de verdad.
Tal y como mencioné en la introducción, la gente que no había leído el libro (porque todavía no se había publicado) lo condenó, además de condenarme a mí. Dijeron que me lo había inventado todo, tanto al doctor Hew Len como la historia sobre cómo ayudó a curar a los pacientes del hospital psiquiátrico de Hawái para delincuentes psicóticos. Algunos censuraron el libro porque lo consideraban incompleto, y otros me criticaron ferozmente por no revelar todos los secretos de un cursillo de ho’oponopono. Me acusaban de, simplemente, intentar promocionar mis otros productos en el libro. Algunos dijeron que si el doctor Hew Len era real, era un loco de atar.
Era algo cuando menos alucinante e inquietante. ¿Cómo podía un libro enojar tantísimo a tanta gente, especialmente un libro que no sólo estaba escrito con amor sino que también enseñaba acerca del amor y el perdón?
Al mismo tiempo, miles de personas que leyeron el libro se estaban trasformando. Recibí llamadas, cartas y correos electrónicos de personas verdaderamente agradecidas. Hallaron esperanza, sanación y salvación. Fue gratificante, pero las flechas que tenía clavadas en la espalda seguían doliendo.
Las cosas iban a ponerse más feas antes de mejorar.
Tenía un amigo muy querido que había estado pasándolo mal económicamente hablando, y había sido su coach, le había asistido, ayudado, asesorado e inspirado. Tenía pocas habilidades comerciales on-line, pero me gustaban él, su creatividad y su sentido del humor. Vi potencial en el hecho de ayudarle y trabajar con él.
Le di todo, sin coste alguno, para ayudarle, de modo que pudiera levantarse. Le ayudé a crear una empresa on-line y una lista de e-mails. Le ayudé con productos y mercadotecnia. Le pagué por ayudarme en eventos especiales, incluso perdiendo dinero por hacerlo. Estaba agradecido y lo mostraba, besándome frecuentemente en la mejilla cuando se despedía y me decía: «Te quiero, Joe».
En 2009, estaba yendo de viaje a Rusia para una serie de compromisos para dar unas charlas y le invité a que viniera conmigo. Él consiguió un pasaje gratis en primera y yo tuve un compañero. También estuvo de acuerdo en ayudarme en el escenario, ya que hablar durante varios días seguidos puede resultar agotador. Era una situación en la que ambos salíamos ganando. Aunque los dos teníamos miedo con respecto a Rusia (por todas las historias sobre ataques nucleares que habíamos oído cuando crecíamos… ¡hablando de datos!), hicimos las maletas, respiramos hondo y volamos hacia el otro extremo del planeta.
Rusia no fue un viaje de placer. La agenda era cruel, y casi una tortura.
En cuanto aterrizamos me llevaron directamente a un programa de televisión en Moscú sin ni siquiera tiempo para darme una ducha o afeitarme. Estaba tan aturdido que no podía pronunciar ni palabra. Debido al contrato firmado, sabía que tenía que hacer todo lo que los rusos me pidieran. Fui al espectáculo de televisión. Más tarde, esa misma noche, firmé libros durante horas en una librería. El programa de actos fue implacable durante las dos semanas siguientes. Aunque mi amigo estaba ahí para apoyarme, frecuentemente se quedaba en su habitación y dormía, mientras yo salía y seguía dando charlas, presentaciones, entrevistas, firmaba libros y más cosas. No me molestaba. Me aliviaba que él pudiera descansar: se lo merecía.
Incluso irnos de Rusia fue como escapar del infierno.
Nos dimos cuenta de que nuestros visados iban a caducar antes de la conclusión de nuestro viaje. Alguien la había fastidiado con nuestros papeles. Nuestros documentos para viajar no estaban en regla. Me sentía como si estuviéramos en una película de una guerra mundial. Era irreal. Los consulados estadounidenses le dijeron a mi amigo «que hiciera lo que fuera necesario para salir del país antes de medianoche».
Era horroroso. Nos llevaron por carreteras secundarias, a través de puestos militares de control, estábamos enseñando nuestros pasaportes constantemente, y finalmente nos dejaron en los bosques de Finlandia justo antes de la medianoche, justo unos minutos antes de que nuestros visados caducaran. Todavía teníamos que llegar a Helsinki y encontrar unos nuevos vuelos para regresar a Estados Unidos (con un gran coste económico para mi bolsillo) y, ¡madre mía!, no fue nada sencillo.
Pero ésa no era la verdadera mierda.
Una vez regresamos a casa, sanos y salvos, mi amigo sufrió una especie de colapso emocional. Al cabo de setenta y dos horas de nuestro regreso a casa me envió un e-mail con una factura inesperada y totalmente inventada por los dos años previos. Todo lo que había hecho gratis, como amigo mío, o porque se sentía en deuda conmigo, estaba incluido en la factura. Decía que le debía dinero, mucho dinero. No me lo podía creer.
Aunque nunca formó parte del acuerdo pagarle por ir a Rusia, le había dicho, mientras estábamos allí, que le daría algo. Nunca recibí el pago completo por mi trabajo en el extranjero, y me costó 10.000 dólares comprar los billetes de avión para volver a casa en el último minuto. No obstante, su apoyo en Rusia me ayudó a sobrevivir a todo aquello que me habían pedido. Como regalo sorpresa, había planeado trasferirle un coche que sabía que le encantaba, pero la ira que expresó hacia mi persona menos de tres días después de nuestro regreso, me hizo pararme en seco. Estaba en shock. Estaba absolutamente desconcertado. No podía encontrarle sentido a su comportamiento.
Intenté quedar con él. Le llamé. Le dejé mensajes de voz. Pensé que si, sencillamente, nos sentábamos y hablábamos, podríamos dilucidar lo que pasaba. Llegado un cierto punto, me ofrecí a pagarle, simplemente para traer la paz a nuestra relación. Airado, me escribió: «Olvídalo». Siguió aireando cosas, escribiendo cosas horribles sobre mí en Internet. Escribió, personalmente, a gente que yo conocía (incluso a mi propio personal) intentando que se unieran a él para ir en mi contra. Sus acciones en pos de minar mi reputación eran retorcidas, mezquinas, pérfidas y oscuramente turbias.
No hay forma de trasmitir, en toda su extensión, el dolor que supuso esta experiencia. Era como despertarse y averiguar que tu esposa o tu mejor amigo habían fallecido o estaban muertos. Estaba apesadumbrado. Estaba traumatizado. ¿Cómo podía, mi mejor amigo, actuar con un comportamiento tan diabólico y tanta frialdad? No podía comprenderlo. ¿Tenía todo que ver con el dinero? ¿Estaba él lanzando por la borda una amistad, una asociación comercial, un pacto espiritual sólo por dinero? ¿Dónde estaba su espiritualidad? ¿Dónde estaba el ho’oponopono que le había ayudado a aprender? ¿Dónde estaba su corazón?
Lo irónico es que debido a él, me interesé por el ho’oponopono. Él había oído una historia y visto un folleto, y me habló de ello. Él no tenía ni idea de qué era el ho’oponopono. Encontré que todo este tema era fascinante y quise saber más, así que empecé a investigar de dónde procedía la historia y quién estaba detrás de ella. Finalmente, acabé conociendo al doctor Hew Len y escribiendo Cero límites.
Pensé que mi amigo comprendía los principios de la responsabilidad personal, el amor y el perdón. Después de todo pagué para que asistiera a su primer evento sobre el ho’oponopono, pero cuando le sacaron de sus casillas, ya fuera por el trauma de Rusia o debido a cualquier otra cosa, no asumió su responsabilidad. Me culpó y fue más allá. En el ho’oponopono llaman a este tipo de represalia ino, que significa actuar para hacer un daño intencionado con el odio en mente. Es una de las trasgresiones más graves imaginables.
Y él me hizo eso a mí.
Aquí tienes algo de mierda para ti.
Y limpié… y limpié… y limpié.
Me fijé en mi propia implicación en este drama a un nivel energético, intentando comprender cómo lo atraje. Sé que nuestras vidas están entrelazadas. Somos una danza de energía. Nada sucede en el vacío. Mi amigo y yo estábamos compartiendo un programa (un virus de la mente). Lo hice lo mejor que pude para recordar todo lo que el doctor Hew Len me había enseñado, hasta saber que la única salida es limpiar, limpiar y limpiar.
Empecé a sentir lástima por mi amigo. Comencé a comprender que, de algún modo, él había adquirido un programa que se había adueñado de su mente. Sabía que había experimentado arrebatos con su familia y amigos antes. Los había visto suceder. Simplemente nunca esperé verlos en nuestra relación o que fueran dirigidos hacia mí. Parecía que, de verdad, un programa le hubiera poseído y le estuviera dirigiendo. Quería ayudarle, sanarle de algún modo. Me dediqué a purificar sin parar para borrar esto de mí, esperando que también se borrara desde el interior.
En la realidad del auténtico ho’oponopono, no tenía que ver con él. Tenía que ver conmigo.
Si alguien tenía alguna justificación para sentirse como una víctima, ése era yo. Si alguien tenía pruebas de que mi amigo me había traicionado, ése era yo. Sigo conservando nuestra correspondencia en forma de e-mails y los e-mails de las personas con las que contactó, que demuestran todo lo que hizo en público y en privado. Cualquier otra persona los utilizaría en su contra. Yo no lo haré.
Tal y como el doctor Hew Len me enseñó frecuentemente, «No hay nada ahí fuera». Todo está en el interior. Tuve que forzarme a aceptar la completa responsabilidad por todo lo que mi amigo había hecho, buscando el programa que estaba en mi interior y en nuestro interior que creó, atrajo y puso de manifiesto todo este drama.
Mi amigo se mudó, algo que siento que quería hacer desde siempre. ¿Creó este escenario de pesadilla para romper su relación empresarial conmigo? Supuse que tenía problemas económicos. ¿Necesitaba un chivo expiatorio? Si es así, le resulté ciertamente útil. Con esto no quiero echarle las culpas, ya que culpar a alguien no es auténtico ho’oponopono, pero sí que quiero mostrar que la mente humana se esfuerza por encontrarle sentido a tonterías. No tengo ni idea de si estoy en lo cierto o ando errado con respecto a sus motivaciones, o si tiene importancia. La idea central es que el doctor Hew Len tenía razón. La mierda, ciertamente, golpeó el ventilador.
¿Qué hice para gestionar la crisis generada por el programa compartido en mí y mi amigo?: nada.
No contraté a ningún abogado ni me puse en contacto con ninguna agencia gubernamental. Eso no parecía algo amoroso ni compasivo, ni nada que se asemejara al auténtico ho’oponopono. Incluso aunque mi amigo hizo algunas cosas terribles en un intento por echar a perder mi reputación (cosa que dolió todavía más porque él sabía acerca de la responsabilidad plena y la purificación), no tomé represalias.
En lugar de ello, limpié: sentía mi dolor profundo, la traición y la injusticia, y lo llevé todo hacia lo Divino. Usé exactamente el mismo proceso que el doctor Hew Len me había enseñado. Asumí la responsabilidad. La situación me pertenecía. No dije nada negativo públicamente, y sólo estoy compartiendo la historia contigo ahora para una lección más larga (que llegará en un momento). Me llevé el drama hacia el interior, y ahí es donde lo limpié.
También utilicé una forma avanzada de ho’oponopono que compartiré contigo más adelante en este libro. La combinación de todos estos métodos acabó permitiéndome liberar la energía de mis percepciones sobre mi antiguo amigo. El drama pasó al olvido. Detuvo su campaña de desprestigio y las cosas volvieron a la calma. La vida siguió. Los negocios continuaron como siempre pero, simplemente, sin él en mi vida. Echo de menos la cariñosa relación que tuvimos, pero prefiero ser libre que estar agitado.
Lo interesante es que se puso en contacto conmigo mientras estaba escribiendo este libro para preguntarme si me prestaría a dirigir un evento sobre el ho’oponopono con él. ¿Era esto una señal de que mi purificación había funcionado y que ahora estábamos en paz?: sí. No obstante, rechacé su propuesta. Él era el pasado, y lo había limpiado y dejado marchar. Le quiero, le perdono y le deseo lo mejor.
Sigamos adelante.
¿Cuál es la mayor lección aquí?
Por favor, comprende que nada de este drama fue culpa de mi amigo, y que tampoco fue culpa mía en absoluto. Nadie es el culpable. La razón fue un programa.
Es esencial captar esto. Asumí la responsabilidad total por el programa del que fui consciente en mí. A medida que limpiaba ese programa la situación se resolvió.
Ésa es la primera lección que captar. Es la razón por la cual he compartido esta historia contigo. Incluso para los escritores y los gurús, todo se basa en usar la práctica del ho’oponopono para limpiar programas, recuerdos y otros datos para volver al estado del amor puro. Tal y como dice tan frecuentemente el doctor Hew Len, «Sólo estoy aquí para limpiar».
Tal y como aprenderás en este libro, la vida siempre te presentará retos. Ésa es la naturaleza de la vida. La carta para salir en libertad de la cárcel es la práctica del ho’oponopono. Mientras pronuncias las cuatro frases (Te quiero. Lo siento. Por favor, perdóname. Gracias) borras programas y creencias de las que ni siquiera eres consciente, haciendo que tu aventura por la vida sea más sencilla. Cuanto más limpies, más datos borrarás y más te acercarás a la Divinidad o el Cero.
¿Es de verdad así de fácil? ¿Funciona siempre? ¿Por qué la vida, frecuentemente, parece empeorar antes de mejorar?
Quédate a mi lado y profundicemos en esta aventura…
Nunca serás el mismo
«Ho’o significa hacer, construir y crear.
Pono significa equilibrio, bondad, corrección y orden perfecto.
El ho’oponopono es un método de creación de un orden y un equilibrio perfectos para sanar una situación».
Joe Vitale
Después de aprender el proceso básico del ho’oponopono de decir las cuatro frases (Te quiero. Lo siento. Por favor, perdóname. Gracias), la gente suele quejarse de que parecen suceder más eventos negativos que positivos.
¿Por qué sucede esto?
Piensa en un vaso de agua que haya estado reposando durante un rato. Cuando agitas el agua, la porquería flota a distintas alturas e, inevitablemente, parte de ella asciende hasta la superficie. Debes seguir limpiando para eliminar toda la suciedad.
La programación de nuestra mente reposa en lugares profundos y turbios, así que puede que experimentemos oscuridad antes de experimentar luz; pero tenemos que eliminar los desechos antes de obtener agua limpia. Limpiar limpia, literalmente.
Datos es una palabra usada para esta programación inconsciente, la suciedad que evita que oigas la voz de tu Divinidad. En un evento sobre los Cero límites, alguien preguntó una vez al doctor Hew Len sobre la diferencia entre el ego y la Divinidad. El doctor Hew Len contestó:
En primer lugar, no hay cosa tal como un ego. ¿Sabías eso? No hay cosa tal. Sólo son datos. Y son los datos los que hablan, los datos que dicen que es ego, pero no hay cosa tal. Son sólo datos. ¿Puedo hacer hincapié en esto? Son sólo datos. Los datos hablan y tú expresas los datos, así que no tienes el control en absoluto. La idea es que accedas a los datos y los borres. Ya eres perfecto, y sólo queremos apartar los datos del camino de forma que puedas estar en la luz.
Hay sólo tres tipos de datos de los que ocuparse: algo que llamo el CI, Cero Infinito. Éste es el estado neutral. El otro es cuando la Divinidad llega al Cero y te inspira, lo que yo llamo ICI, Esto es la inspiración, y significa que te encuentras en la corriente. Sucede sin esfuerzo y con facilidad. También posees lo que llamamos la memoria, y la memoria va en contra de la facilidad. Padeces una enfermedad,[05] estando así alejado de la Fuente y de ti mismo.
Tu mente sólo puede encontrarse en uno de estos tres estados. No hay término medio. No puedes estar aquí y estar también allá.
Cuando Cero límites