Encuentro - Fer Broca - E-Book

Encuentro E-Book

Fer Broca

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Beschreibung

Un emocionante viaje hacia la consciencia, a una existencia más amplia, a una vida de espiritualidad propia. Nos encontramos en un mundo caótico, regido por el consumo, la crisis de los sistemas religiosos y políticos, la sobrecarga de información, la conexión constante que sin embargo nos mantiene siempre aislados. A menudo nos sentimos solos y desorientados, y anhelamos un camino que dé un sentido más pleno a nuestras vidas. Nuestros ancestros más sabios trazaron una vía para alcanzar esta plenitud: es el camino de espiritualidad que nos ha legado la tradición chamánica. Como explica Fer Broca, estas enseñanzas siguen más vigentes que nunca, y pueden ayudarnos aun en nuestros momentos más agobiantes y atareados. Mediante un conocimiento cabal de la sabiduría y práctica ancestrales, historias inmemoriales y ejercicios de introspección, Fer te ayudará a descubrir tu consciencia y desarrollar tu verdadera atención, y a aplicarlas a tu día a día. Se trata de un recorrido paciente y que no termina nunca, pero que sin duda llevará tu vida, y la de tus seres más cercanos, a un verdadero encuentro con el ser, la paz y la alegría.

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Para los que buscan,

los que sueñan.

Para aquellos que creen,

para ustedes:

Encuentro.

Introducción: despertar

Hay hambre en el mundo. Hambre de propósito, de sentido, de trascendencia. De una vida profunda y con sentido. De una existencia íntegra con una espiritualidad cercana. De saber hacer un camino de realización en lo cotidiano que nos muestre cómo mejorarnos, de qué manera crecer y con qué propósito seguir.

Andando los senderos en los cinco continentes y observando a las mujeres, niños y ancianos de los más variados orígenes y crianzas he percibido en sus preguntas y silencios esa profunda necesidad de saber. Escucho ese anhelo de algo más cuando imparto talleres y cursos, tanto en las más sofisticadas capitales como en los más austeros poblados. Lo observo en las conversaciones de los jóvenes, en las preguntas entre amigas y en los pasos de las nuevas generaciones. Lo siento como una búsqueda irrefrenable, como un deseo interno y suave, latente en todos los seres. Es la intención de todos aquellos que desean ir a una existencia más allá de lo viejo y conocido.

En este tiempo intenso nos ha tocado vivir un despertar, una sacudida y una oportunidad. Es éste el momento en el que las diversas filosofías se abren sin distinción alguna. Es un despertar, una curiosidad que puede convertirse en búsqueda y quizá también en un precioso encuentro. Las sacudidas que la vida nos da nos permiten movernos, nos obligan a transformarnos y a reinventar la forma en que habitamos esta experiencia tan linda que es la vida. Y sin duda vivimos una oportunidad generacional de transformar, desde la consciencia y la armonía, nuestro intelecto, nuestro autoconocimiento y nuestra relación con el mundo.

Muchos aún habitan en el paradigma de la prisa y la inmediatez, de la muy cuestionable productividad y rentabilidad. Es cierto que la tecnología y los avances nos proyectan un futuro maravilloso en algunas áreas; pero es verdad también que el presente está tan saturado, tan virtual, tan lleno de tan poco y tan vacío de tanto. Y esa ansiedad de tener que lograr objetivos a veces banales, de deber alcanzarlos, de vivir para cumplirlos, sumada a la idea fantasiosa de una vida perfecta, nos debilita. Pero también puede inspirarnos un hambre de esperanza, de propósito, de sentido existencial.

Los abuelos nos dejaron la enseñanza sobre la generación del umbral. Ellos nos dijeron que llegaría un momento en que la humanidad, después de estar dormida por largo tiempo, tendría que abrir los ojos y despertar. Sería una temporada de tormentas entre los pueblos, de agotamiento de los frutos de la tierra, de soledad entre las personas y de corazones vacíos y mentes sin propósito. Este tiempo nos confrontará con los más hondos miedos, las mentiras saldrán a la luz, nos tocarán a todos las sombras ocultas y no habrá dónde esconderse.

Sin embargo, también brotarán las semillas del despertar en todos los rumbos, se escucharán las voces del pasado, y su joven humanidad inclinará la cabeza frente a la sabiduría superior.

A la noche oscura le seguirá la claridad de los tiempos nuevos. El Sol nuevo necesita que se enciendan los soles interiores, que florezca la belleza esencial y el camino simple de vivir presentes.

Y entonces todos los ríos de las tradiciones sagradas volverán a reconocer que sólo hay un origen. Que somos distintas rutas de un único manantial…

El Camino Rojo o chamanismo es una tradición antiquísima extendida por todo el planeta, transmitida esencialmente de forma oral y experiencial. Su conocimiento ha sido cuidadosamente preservado en cuentos, mitos, leyendas y tradiciones arraigadas a los pueblos originarios. Los Ancestros (abuelos, hombres sabios, maestros…) dejaron todo allí, a la vista y, sin embargo, sus “misterios” habitan entre las líneas que sólo algunos pueden leer.

El chamanismo vive en la memoria más antigua de los pueblos, en danzas por todo el orbe, en cantos, en tejidos, en palabras de gran vibración e inmenso significado. También en colores, pinturas, relatos, códices, petroglifos, construcciones, geometrías, brebajes, caminos, ritos, lugares y un sinfín de expresiones culturales en un amplio territorio.

Contamos con “testigos”: montañas, ríos, piedras, árboles centenarios y presencias espirituales que guardan y alimentan nuestra bellísima tradición. Son como inmensas bibliotecas que vigilan, conservan y transmiten porciones de conocimiento en lugares, tiempos y momentos precisos.

Me enorgullece saber que soy parte de una tradición viva, que crece, que se transforma, que sigue adelante, que ha sobrevivido. Que tuvo sus muertes y renacimientos, que se adapta, que se nutre. Una historia que se ha sostenido en generaciones y generaciones de valientes y poderosos hombres y mujeres que, aun en olvido y enfrentando dolorosas pruebas, han logrado preservar lo esencial. El chamanismo vive. A pesar de haber sido ahogado por la modernidad, quemado por la ignorancia, abandonado por el olvido, sigue aquí porque aún tiene mucho que darnos a todos.

Ahora me toca acercarte estos conocimientos tan profundos, y hacerlo de forma simple, permitiendo que se vuelvan herramientas que te ayuden a crear una existencia linda y dichosa. Soy el traductor entre las voces del pasado y la modernidad de nuestros días. Una parte de estos conocimientos sagrados y poderosos ahora llegan a ti. Desde el respeto te pido que los observes, los descubras, los disfrutes, que los atesores, pero sobre todo que los practiques y los apliques.

Creo en el encuentro, en la magia, en el hombre y en la bondad. Creo en este libro y también creo en ti. Deseo para todos un buen despertar.

Este libro comparte experiencias, conocimientos y relatos que nos muestran esta ancestral tradición. Es una puerta que se abre, y una invitación a conocer la esencia de sus enseñanzas. Es sencillamente un llamado al despertar…

Este libro es una respuesta, un llamado y un posibilidad. Aquí se plantea una mirada clara y directa al a veces insondable mundo de lo espiritual, provocando un acercamiento sencillo a profundas enseñanzas que se vuelven aplicables a tu cotidianidad. Quiero que sea la primera de una serie de conversaciones que nos permitan retomar las valiosas enseñanzas de diversos caminos de crecimiento, de vías filosóficas milenarias extrayendo la esencia, el perfume maravilloso que cada una aporta y recolocándolos en palabras, ejemplos y elementos muy prácticos que sumen herramientas cercanas y adecuadas para vivir mejor nuestro día a día. Confío en que cuando se retoman el valor filosófico y práctico de las corrientes espirituales, y se separan de la carga religiosa y mística, es del todo probable que nos encante lo cercano de sus enseñanzas y lo apropiadas que resultan enfocadas en nuestras diarias labores.

Lo que es verdadero y guio a los griegos hace siglos sigue vigente hoy. Las que fueron lecciones trascendentales en la India milenaria tienen aún aplicación en nuestra modernidad. Y todas las enseñanzas profundas del pasado, libres de sus cargas temporales, siguen y seguirán guiando a los hombres y mujeres hacia el despertar.

Se dice que la verdad es una sola, como la punta de una montaña, y que cada sendero espiritual es una vía de acceso. Algunas son más llanas y serenas, otras más escarpadas y misteriosas. Las hay largas y silentes, cortas y divertidas, sutiles e invisibles y complejas e intelectuales. Pero todas, todas llegarán a un mismo lugar.

He tenido el regalo de conocer los lugares desde donde brotan las más fascinantes religiones, he podido sentir el aroma de mezquitas, sinagogas, templos y espacios sagrados por todo el orbe. He profundizado en traducciones de los más importantes textos budistas, taoístas, védicos, sufís y cabalísticos. La vida me ha regalado encuentros presenciales con sacerdotes del shinto, aborígenes australianos, sabios bereberes y comunidades maoríes. Y gracias a estos contactos no sólo intelectuales sino vivenciales he podido digerir sapiencialmente, pero sobre todo integrar en mi corazón la más pura sustancia de las diferentes doctrinas. Y cuanto más conozco, más corroboro que todos los senderos llevan a los mismos destinos: porque desde mi visión todos los caminos espirituales auténticos provienen de un mismo manantial y fluyen hacia el gran océano divino.

Este libro es un encuentro. Nos revela el chamanismo como una filosofía de vida que va mucho más allá que lo que se dice, se cree o a medias se conoce. La riqueza de este gran sendero no está en las plumas ni en las plantas de poder, no es la vestimenta y por supuesto tampoco los excéntricos artilugios. En esta tradición hay mucha belleza, una capacidad introspectiva, un contacto con la naturaleza, una recomprensión de lo que somos y de lo que es. El chamanismo es un viaje de poder que nos expone a principios lógicos y auténticos.

Es desde esta comprensión que te invito a desvelar, a comprender, a descubrir y a transitar este maravillo encuentro. Soy un chamán y he visto la magia, pero no sólo la de los fuegos que danzan y la del diálogo con lo invisible. He visto la magia de la sanación de miles de personas cuando se miran a sí mismas. He presenciado lo bonito de una sonrisa cuando experimenta la presencia de la vida. Me he emocionado frente a hombres de negocios que aplican la enseñanza y obtienen una abundancia armoniosa. Y me inclino respetuosamente cuando contemplo que las mujeres se colocan con fuerza, suavidad y amor en la vida.

Soy un portador de regalos. Yo los comparto con cariño, pero eres tú quien decide recibirlos, abrirlos, usarlos y disfrutar de ellos.

Por todo ello este libro, igual que muchas otras enseñanzas, tuvo que aguardar a que los abuelos sintieran el movimiento y me permitieran manifestarlo. Aclaro, por supuesto, que este trabajo es apenas una pequeña pincelada de color en el mural inmenso que la tradición representa. Confío en que las manos que lo reciben tengan un corazón abierto para tomar lo mejor. Ten muy presente que las palabras aportan conocimiento y, si lo incorporas, también consciencia. Pero el proceso de irnos haciendo buscadores se da cuando experimentas el conocimiento y aplicas la consciencia en tu vida cotidiana. Y sólo trascenderemos del plano de la mente integrando en coherencia lo esencial de las palabras y viviendo armoniosamente en la paz que da sabiduría.

Quizá la mayor riqueza de esta obra habite en la selección esencial de los fundamentos que ahora son aplicables para nuestra cotidianidad, en la interpretación de conceptos a veces muy complejos y su “simplificación” para acercarlos a nuestra visión occidental del mundo. Por supuesto que esto no es un tratado ni un proyecto académico. Es más bien un libro sencillo y directo cuyo propósito es acercarnos al poder que aporta el conocimiento trascendental. También es un proceso de indagación, de amor propio y de la construcción de la realidad que quieres vivir.

Es como el chamanismo mismo: poderoso, simple, firme y transformador.

Es éste el principio de un emocionante viaje que te llevará hacia la consciencia, a una existencia más amplia, a una vida de espiritualidad propia, a vivir bonito.

Finalmente: todos estamos buscando; pero sólo quienes persistimos, encontramos.

En el umbral: un chamán

Y entonces el hombre miró hacia arriba. Se preguntó quién movía las nubes, quién lanzaba el agua que desde el cielo caía. Qué misteriosa presencia traía la luz y alejaba la oscuridad…

Y miró más allá de las montañas y se cuestionó acerca de quién soplaba el viento, y experimentó dulcemente la curiosidad innata de los niños al despertar.

¿Dónde nace el Sol? ¿Por qué la Luna va cambiando su forma? ¿Dónde habita el espíritu de la Madre Tierra? ¿Qué historias nos cuentan los pájaros en su canto?

Es antigua, muy antigua la curiosidad del hombre, esa necesidad de buscar, de sospechar que hay algo más detrás de lo que percibimos. La curiosidad lleva a la búsqueda y ésta a la respuesta, y juntas generan poco a poco un proceso maravilloso. Primero, la duda: ¿Quién está detrás? Luego la búsqueda: Voy a explorar. Más adelante se atisba que hay algo detrás.

Después vino la posibilidad de preguntarse si “eso detrás” nos escucha, si “eso detrás” está consciente. Y después, mandar mensajes a “eso detrás”. De ahí vienen los ritos, los cantos y las danzas, las alabanzas. Lograron encontrar lugares especiales que propiciaban el silencio y la conexión interior, espacios mágicos en donde se escuchaba mejor la voz del espíritu, sitios conocidos como sagrados en donde el contacto entre esta realidad y la otra se fortalecía y, poco a poco, pedazo a pedazo, se fue construyendo una poderosa relación entre el hombre y lo eterno, entre el mundo físico y un espacio superior.

Entonces aprendimos a conjuntar los elementos. Aprendimos a mirar el cielo. Encontramos los días especiales en los lugares sagrados. Danzamos y cantamos con música trascendental. Aprendimos ritos y nos dimos cuenta deuna inmensa verdad: hay una realidad espiritual más allá de lo que percibimos. Y esa realidad puede escucharnos.

Así supimos que el Gran Espíritu es capaz de recibir nuestros mensajes.

Pero, ¿y aquí? De este lado de la realidad, ¿quién escucha a lo divino? La respuesta a esta pregunta es: el chamán.

Los ancestros, pese a lo que consideramos su “atraso tecnológico”, alcanzaron un sinfín de comprensiones (astronómicas, matemáticas, físicas, biológicas, sociales) que nos parecen inalcanzables para su tiempo. Aún, en muchos foros, persiste la duda: ¿cómo las grandes culturas del pasado llegaron a ese excepcional grado de conocimiento?

Se trata de un desarrollo maravilloso que se centró en la observación y la curiosidad, en una capacidad imaginativa sorprendente y en la suma de mentes para poder crear. Hombres y mujeres guardaron la quietud, calcularon con los ojos, esperaron pacientemente a que el Sol saliera por un sitio y se moviera. Ellos preguntaron a las causas, a lo sutil, observaron el silencio, atestiguaron las estrellas por generaciones y descubrieron, hace miles de años, algunas de las maravillosas respuestas que aún hoy nos sorprenden.

A veces me pregunto: ¿cómo quedamos atrapados en el paradigma de solamente poder aprender por el camino que nuestra sociedad contemporánea ha establecido? ¿Cómo decidimos que desarrollo es igual a tecnología, que la civilización son edificios y que la realidad es cuantificable? Pareciera que fuimos dejando de lado la forma en la que los antiguos mayas descubrieron el cero, la manera en la que Pitágoras halló distancias interestelares, el camino por el que los indios pudieron llegar a la consciencia de la mente y de los flujos de energía del cuerpo, y los chinos supieron mirar y medir con una precisión total las energías sutiles de la Tierra. No olvidemos que este conocimiento proviene de escuchar y de dialogar con este mundo susurrante y sutil que aún nos sigue sorprendiendo. Quizá sea el momento en que los hombres regresemos a escucharlo. En que apaguemos las computadoras y los teléfonos y vayamos a la montaña para aprender a edificar.

Tal vez los temblores, los incendios, las mareas siguen hablándonos desde el mundo de lo sutil. ¿Pueden incluso ser las pandemias portadoras de mensajes y la sanación un asunto que requiere más que simplemente medicinas?

Seguimos construyendo lugares sagrados y seguimos acudiendo, por diferentes caminos, a la escucha y al contacto con lo superior. Somos incansables buscadores de respuestas y nos deleitan los mitos y las leyendas. Estamos rodeados de “modernidad”, pero suspiramos frente al lago y deseamos emular el mundo natural desde nuestros sofisticados hogares.

Es posible que, para emerger y evolucionar, debamos volver la mirada a aquellos lejanos tiempos en que, fascinados por el fuego, los hombres se cuestionaban: “¿Quién vive ahí dentro? ¿Cómo podemos hablar con él? ¿Nos escucha? ¿Cómo podría respondernos?”.

Entre esos hombres que se detenían y se cuestionaban brotó uno con corazón abierto y una mente que buscaba el sentido trascendente. Él se ofreció para ser el observador, la oreja que escuchaba al fuego. Para entender cómo se nutría y qué lo consumía. Un hombre o una mujer que eligió pasar su tiempo contemplando la flama y así, al paso de los ciclos, pudo entender. Logró escuchar y descubrir la esencia, los misterios en el interior del crepitar, mientras la hoguera ardía. Reflexionó y se dedicó a crear los ritos para mantener el fuego vivo.

Cruzó al mundo de lo invisible, se adentró al fuego y aprendió a escucharlo. Y emergió diciendo: Soy un chamán.

1

Espiritualidad

La generación del umbral

Vimos caer el muro, derribamos imperios y creamos nuevas naciones. Nos tocó salir de la atmósfera y pisar la Luna, desarrollar la comunicación celular, construir computadoras cada vez más poderosas y soñar con los robots que a nuestros niños servirán. Ellos tendrán autos voladores, una medicina avanzadísima y, quizá, también una muy alta esperanza de vida. En términos tecnológicos, el hecho es innegable: somos la generación del umbral.

Por otra parte, se desmoronan las religiones que apenas unas generaciones atrás eran mucho más fuertes. Los sistemas políticos caen, se derrumban en sus propios vacíos. La economía actual está en crisis y los recursos se agotan. Ante tanto caos, duda e incertidumbre, necesitamos puentes para cruzar hacia un nuevo comienzo. Es prioritario tener un soporte, un cimiento. Un elemento que integre coherencia al presente. Una guía que rescate lo valioso del pasado y para fortalecer la esperanza en el futuro. Para que también en lo trascendente podamos decir que estamos en un umbral.

Para mí, esa pieza esencial es la espiritualidad.

La espiritualidad, como la experimento y la comprendo, es el acto personal de búsqueda, encuentro y vínculo con lo superior. Es la manera en que tu ser, tu mente y tu corazón se enlazan con lo sutil, lo divino, lo profundo, el sentido de lo verdadero y trascendental. Espiritual es quien reza con el corazón lleno de fe, el que baila con la convicción de que su movimiento lo sanará, es quien toca el tambor con respeto y devoción, y encuentra entre sus tiempos la voz del Gran Espíritu.

También es espiritual el que canta un mantra con plena atención y el que calla en silencio frente al jardín zen. Es el que en la poesía se enamora de Dios y el que, repartiendo pan, siente que un amor más grande lo compensa. Es la madre que mece a su bebé y le pide a la vida que lo cuide, el niño que reza a su angelito de la guarda, la familia que honra a sus muertos y que confía en un lugar más allá. Son quienes encuentran la inspiración en una imagen y se inclinan con respeto y devoción. Los que ascienden a la montaña a hablar con el Gran Espíritu y los que ofrecen pétalos al mar para que los cuide al navegar.

La espiritualidad es un proceso íntimo, absolutamente libre y consciente, que ocurre en el interior, que conecta desde dentro, que nos hace sentir parte del mundo, que nos recuerda la unicidad y la compasión por los seres, que nos lleva a vivir bien haciendo el bien.

La práctica espiritual se apoya en el rito, como la música lo hace en el instrumento. Pero el instrumento no es música, ni el rito es espiritualidad. Es peligroso confundirlos. El rito es el medio, mientras que la espiritualidad es el fin en sí mismo.

Puedo hacer los más complejos ritos, pero sin corazón. Sin presencia, son sólo letras apiladas y nunca un soneto de verdad.

En estas páginas te invito a retomar la espiritualidad con la consciencia de que es tuya. Pueden infundirte creencias y, seguramente, conoces muchas formas de práctica. Pero la espiritualidad es un acto interno. Es un compromiso que se refleja, idealmente, en una vida armoniosa y plena: en los actos de coherencia y en tu cooperación con el más alto bien para ti, para la Tierra, para toda la humanidad.

¿Qué es la espiritualidad?

Comprendamos la espiritualidad como un contacto con lo superior, con lo sutil, con una realidad más profunda a partir de nuestros propios recursos, de nuestras propias experiencias, de nuestra consciencia y voluntad. Comienza en nuestro corazón y viaja de ida y vuelta hacia el latido esencial del Gran Corazón para luego permitirnos ver que somos uno y lo mismo.

Es una práctica, un proceso sincrónico y continuo. Se cultiva con intención, atención y constancia. Se refina con quietud y comprensión. Así, con la suavidad de las nubes y la templanza de los mares, nos vamos acercando a ser, a lo auténtico que hay en cada uno, a la verdad simple y al recuerdo de lo puro.

Ser espiritual es emprender la búsqueda de un sentido de vida, de la trascendencia, del actuar conscientemente y con intención. No sé si esto implica un anhelo de vivir más, pero sí, sin duda, de hacerlo desde una condición mejor. Quienes aspiramos a una vida espiritual confiamos en que los procesos, las situaciones y, en general, todo cuanto aparece tiene un propósito. Sabemos que se puede establecer un vínculo con el manantial que lo genera todo si recordamos que esa agua primordial está en uno mismo, que fluye a través de la vida que nos rodea y que prevalece aun cuando no podamos percibirla.

Ser espiritual es mirar atrás y fortalecernos como humanidad en los pasos andados, e inspirarnos en el presente para crear un digno futuro. Es respetar la vida en todas sus formas, reconocer el derecho de todas las especies a estar aquí. Es valorar a los ancestros, amar a nuestros seres cercanos y entender que somos parte de un ciclo evolutivo, que debemos cuidar de la Tierra, de los seres vivos y de todo lo que la vida nos da. Es salir del victimismo y de la inútil culpa, y a cambio autorresponsabilizarnos, porque nuestros actos, igual que nuestras omisiones, trascenderán el tiempo. Asumamos desde ya que somos responsables del porvenir.

Recuerda: la espiritualidad es, sencillamente, tu forma íntima de buscar, de sentir el vínculo, de llamar y escuchar a lo superior.

Los orígenes de nuestra espiritualidad

Por generaciones, los hombres y las mujeres de nuestra Tierra comprendieron el valor de la vida, lo indispensable que resulta el contacto con la naturaleza, los acuerdos con los reinos animal y vegetal. Descubrieron las fuerzas sutiles que impulsan el movimiento, sintieron en su corazón el respeto y la honra por sus padres y madres, por sus abuelos y linajes, por todos sus ancestros, y buscaron un sentido de trascender y dejar un legado, confiando en el más allá.

Los chamanes creemos que existen algunas raíces fundamentales que son parte del pasado y sostienen desde tiempos inmemoriales el gran árbol de nuestra tradición. Estos fundamentos se interrelacionan, se complementan y se integran como parte de una maravillosa unidad trascendental.

Imagina un árbol. Cada parte es fundamental: las raíces, el tronco, las ramas y las hojas cumplen diferentes funciones vitales. Pero cada parte también suma, coopera, refuerza y da sentido a las demás. De la misma manera, lo que llamamos el sendero rojo del chamanismo tiene muchas partes que podrían parecer separadas entre sí, elementos superficialmente distintos. Pero la realidad es que, al igual que sucede en un gran árbol, todos los elementos, por pequeños y efímeros que sean, están cooperando armoniosamente para dar coherencia, vitalidad y presencia a la tradición.

En este libro profundizaremos en importantes ideas que son vitales para el chamanismo y que pueden volverse parte de tu mejora personal, de tu trabajo espiritual y de tu plenitud integral si las haces tuyas y las aplicas día a día. El objetivo es compartir contigo algunas de las más bonitas e indispensables enseñanzas que atesoramos y cultivamos en nuestro continuo aprender. Por ejemplo, el contacto con la Madre Tierra y todos sus seres vivos; el respeto por el cielo y el cosmos unido a la comprensión de los fenómenos naturales; o la búsqueda, el encuentro y la relación con la consciencia presente en las fuerzas sutiles.

Los chamanes aprendemos a comprender los ciclos que marcan las estrellas, a percibir las entidades detrás de la niebla o la mente que guía a las manadas de animales, que mueve las mareas o que mueve las nubes para aquietar al padre Sol.

Respetamos la vida y honramos a la naturaleza. Reconocemos a una Presencia que escucha y se comunica a través de la naturaleza, el cielo o las plantas y animales, y a la que distintas personas llamamos Gaia, Pachamama o Madrecita Tierra. Así surge el amor por la tierra y el cielo, por nuestros hermanos de todos los reinos, la admiración por las plantas y árboles y su uso como medicina. También nace de esta manera el deseo de contactar con las voces profundas de una laguna o las presencias invisibles de los bosques y las cavernas. Somos parte de una gran comunidad que integra desde los pequeños granos de maíz, la húmeda tierra, el mosquito y la abeja, hasta el jaguar y el océano. Una comunidad que enlaza el poderoso cielo con sus miles de estrellas y su luna, el padre Sol con las pequeñas hojitas de plantas y todo cuanto habita en la creación. Unidad, unicidad, totalidad.

Procuramos mantener el contacto con nuestra historia respetando a los padres, aprendiendo de nuestro linaje y honrando el legado de los ancestros. Reconocemos y abonamos en la historia que nos toca, apreciando y agradeciendo a los que nos precedieron. Enlazamos con las entidades de los grandes hombres y mujeres, para que nos aconsejen y protejan desde algún sitio donde perduran más allá del cuerpo.

Nuestra tradición aún busca en los ancestros y las grandes presencias del pasado la guía y la sabiduría para continuar. Una parte de ella todavía se centra en la enseñanza, en los mitos y en las historias, en los espíritus protectores y en el puente que podemos cruzar para reconectarnos en paz. Y no me refiero a contactar a los muertos, sino a relacionarnos con energías que alcanzan un cierto grado de evolución y se proyectan como un campo de información, como pulsares energéticos o diferentes expresiones rebosantes de sabiduría y verdad, y que desde su allá emanan para nosotros consejos siempre útiles y al beneficio de un Bien superior.

Para los chamanes el pasado es origen, y cuidar el origen es fortalecer el devenir. Usamos el término abuelos para referirnos a los grandes cultivadores, los guardianes del conocimiento, los artesanos que son capaces de moldear aún el barro del que estamos hechos. También nos referimos a ellos cuando hablamos de las mujeres y hombres que habitaron antes que nosotros.

Tiempo atrás, hace muchas generaciones, logramos comprender lo que pasaba más allá de la vida como la entendemos. Los antiguos maestros comenzaron a cuidar y preparar a los muertos, a dotarlos de bienes y símbolos para su largo viaje. Crearon ceremonias específicas, así como conjuros mágicos y un sinfín de prácticas con la finalidad de asegurar una vida o existencia después de ésta. Se ocupó el trabajo en conjunto de miles para erigir monumentos y conmemorar a los muertos, espacios creados para trascender generaciones y perdurar en la posteridad. Increíbles lugares que se levantarían con el propósito de dejar huella, recordar, profundizar y elevar lo humano-mortal a lo humano-divino… a lo trascendental. Éste es el manantial de muchos ritos que luego se fueron expandiendo y abarcaron nuevas rutas.

La espiritualidad en nuestros tiempos

Cada época presenta sus desafíos, cada generación experimenta sus propias crisis y cada cambio de centuria o milenio ha sido visto como un momento de reflexión profunda sobre lo vivido y sufrido, un espacio para atisbar el rumbo y en última instancia dirigir nuestra intención hacia el destino de la humanidad.

Para nosotros los chamanes éste es un tiempo muy especial, es el cambio de una vibración, de un modelo de pensamiento, de una etapa evolutiva a otra. Venimos del siglo XX: el desarrollo, la industria, la automatización, las guerras, el consumismo, el caos; venimos de la riqueza y la miseria en los más diversos ámbitos. Llegamos al siglo XXI entre computadoras e internet, interconectados hasta la saturación, con un mundo globalizado, pero con una crisis de valores y abstractas maneras de comunicarnos. Con satélites y sueños de habitar Marte.

Entre mis abuelos y mis sobrinos existe una brecha que para los primeros sería inimaginable. Las generaciones que compartimos este tiempo somos profundamente diferentes de las anteriores. Nuestros viejos no pensaron en comprar agua embotellada, en ver por una pantalla a sus familiares que habitan al otro lado del mundo. Seguramente no concibieron la modernidad tal como es ahora. Por otro lado, nuestros niños se han perdido de especies de animales y plantas que fueron comunes en otro tiempo, de la seguridad de la vida tranquila, de una salud más vasta (sin tantas alergias ni virus raros, ni un sinfín de enfermedades mentales y sociales).

Nosotros, los que estamos en medio, los que hemos nacido entre estos mundos, somos la generación del umbral. Así nos conoce el mundo sutil, así nos habían llamado los guardianes del tiempo pasado. Nos toca crear y criar una sociedad en el límite de la devastación del mundo, con el naciente anhelo de una existencia más plena, armoniosa y mejor.

Desde hace algunas décadas han nacido niños por todo el mundo con una consciencia distinta. Poco a poco se va desarrollando y valorando una idea más ecológica y amorosa con el planeta y sus seres vivos, al tiempo que vemos cómo se destruyen inmensos bosques y se crean gigantes islas de basura que flotan por el océano.

Por un lado, tenemos una apertura espiritual y religiosa nunca antes vista. Libros sagrados de todas las latitudes y enseñanzas de grandes maestros de todos los pueblos son accesibles, se conectan las tradiciones y surgen muchas opciones para despertar. Por otro, el fanatismo y el poder llevan a algunos a experimentar un terrible egoísmo y a cometer crímenes de odio con relativa frecuencia y facilidad. Es fácil tener una pistola, un auto puede ser usado como un arma y hasta los medios electrónicos pueden dañar. Sin embargo, las redes también hacen posible la interacción del pensamiento y los traductores acercan textos de gran compasión a la mayor parte de la población. Es posible llegar a muchos de los lugares sagrados de todos los continentes, y las organizaciones civiles y las comunidades de muchos sitios se unen y se coordinan para buscar la paz, la salud y el bienestar.

Si lo observas bien, el mundo refleja hoy una gran polaridad: riqueza excesiva y hambre, desarrollo tecnológico para ir a Marte y falta de cuidados a nuestra casa que es la Tierra, gobiernos que dividen a los pueblos, pensamientos cargados de fragmentación y dualidad… Ante esos contrastes tan grandes, tú y yo, que estamos aquí, somos quienes debemos elegir qué camino tomar.

Este libro es un símbolo de apertura. Por mucho tiempo los chamanes más arraigados se opusieron a la enseñanza escrita del sendero rojo. Concebían los preceptos como algo tan sagrado que debe cuidarse y protegerse, mantenerse lejos del contacto con lo profano, lo común, incluso lo moderno. Esto se refuerza en el hecho de que la tradición ha sido por milenios oral y se ha creído que quienes la reciben como conocimiento deben tener méritos internos para acceder a ella. Este proceso de extremo cuidado generó un vacío entre los poseedores del conocimiento y el buscador o estudiante común, y ocasionó que muchas veces se difundiera información incompleta, vacía o incluso falsa sobre el chamanismo. Hay que decirlo abiertamente: los abuelos, los auténticos chamanes, ni siquiera sabían qué se leía o hablaba de la tradición fuera de sus comunidades.

Déjame contarte que los abuelos son los guardianes del conocimiento chamánico en todo el mundo. No son abuelos porque tengan muchos años ni porque tengan el pelo blanco. Lo son porque han vivido el sendero y se han hecho viejos de tanto recorrerlo. Tienen experiencia, sabiduría, amor y conexión con el plano espiritual. Los espíritus del nahual, de los que hablaremos más adelante, los reconocen y los acompañan.

Para muchos pueblos originarios de varias latitudes, son la máxima autoridad cultural y espiritual. En nuestro continente funcionan como un consejo. Toman decisiones, guardan la magia, la sabiduría, cooperan con el Gran Espíritu, conocen íntimamente los ritos y son sumamente reservados. La mayoría prefiere el retiro y el silencio. Se apartan de lo que llamamos “modernidad” y toman una postura reservada frente a nuestras formas occidentales de vida. Son muy, muy escasos y bellos. Equilibran el mundo y trabajan con la Madre Tierra y sus criaturas, sanan y son intermediarios entre lo espiritual (sutil) y lo terrenal (material). Enseñan como quieren, cuando lo sienten o reciben el mandato (una petición que hacen las fuerzas o el Gran Corazón del Cielo). Eligen a algún aprendiz. Quienes practicamos el camino, valoramos inmensamente sus consejos y su compañía. En el complejo y ordenado mundo del chamanismo, la jerarquía es muy importante, y el supremo consejo de abuelos es el pináculo y el manantial más cercano del que emana con mayor nitidez la voz de lo superior.

Hace años, cuando era yo más joven y rebelde (bueno, rebelde sigo siendo, pero joven… quizá no tanto), deseoso de compartir la palabra (esto es: la enseñanza filosófica del camino), cuestionaba a los abuelos. Sentía que había tanta riqueza en el chamanismo, que debía ser regada por todo el mundo. Quería expandir el conocimiento, ir más lejos, tocar muchos corazones. Ellos respondían cálida y firmemente que ya llegaría el tiempo. En el mundo indígena de mi país, para algunos de mis compañeros iniciados en el sendero, yo era un extranjero. Soy mestizo. Crecí y viví en contacto con la modernidad. Fui a la escuela y tenía un defecto gravísimo a sus ojos: usaba zapatos cerrados en lugar de huaraches. Sin embargo, conté con la simpatía de uno de los más grandes, y en su mano firme y dura me apoyé para formar parte y florecer.

Por circunstancias de la vida (yo diría: por movimientos del nahual), una serie de perfectas casualidades-causalidades se conjuntó para que yo fuera forjando el camino. Después de mucho andar y compartir en esta tierra sagrada con mi gente, finalmente un día obtuve el permiso de iniciar a un grupo de trabajo mágico fuera de México, con la bendición y el sostén de los abuelos. Este trabajo dio como resultado un puente de consciencia y sabiduría entre las Américas y Europa, con México y España como puertas. Luego de compartir el fuego con gente de otras razas y presentar e iniciar a algunos, fui mostrando que más allá de las costumbres había en el mundo mucho deseo de aprender y de compartir la magia de nuestra tradición. Fue hermoso ver por primera vez a una mujer blanca acompañar en el fuego a un guardián totalmente indígena en un rito inolvidable. Desde entonces, ruedas medicinales han corrido en otras tierras y discos estelares se han llevado como ofrendas. Todo ocurrió en su momento… en su tiempo perfecto. Claramente la base de mi hacer está ligado a éste mi lindo país, y son mis compañeros de aquí, los caminantes constantes, en conjunto con los abuelos, quienes sostienen este movimiento de expansión.

Al escribir estas líneas procuro mostrarte cómo tú y yo somos parte del cambio. Los abuelos saben que tiempos nuevos llegan y permiten que algo se abra. A mí me toca encauzar la energía y a ti estar atento y poder tomarla. Es una danza perfecta con la música de la vida, los compases del conocimiento y el ritmo perfecto de tu ser y el mío.

El río y el manantial son la misma agua

Las enseñanzas de los grandes maestros son, en realidad, un camino por el que ellos han alcanzado la paz, la redención, la libertad, la salvación, el conocimiento o la iluminación. Un relato de su búsqueda, su encuentro y su transformación. Sus enseñanzas, pautas y pistas son invaluables para quienes anhelan seguir sus pasos.

Es decir: el Buda enseña cómo alcanzó la liberación, y aquellos que tienen afinidad con él o con su búsqueda seguirán los pasos de su ruta. El camino ya andado por tantos al paso del tiempo va dejando señales e instrucciones relativamente simples de seguir. También es la energía del camino la que va encontrando los mejores buscadores y les comparte enseñanzas que resultan en formas efectivas para avanzar en el sendero. Sin embargo, el Buda recorrió su camino y lo hizo con total grandeza. Pero sólo recorrió un camino. Para sus seguidores, el más grande y correcto. Y luego, cada seguidor después de él, aprendiendo y practicando sus enseñanzas, ha hecho su propio camino. Al paso del tiempo, de los propios senderos van surgiendo nuevas comprensiones, técnicas y consejos que se van actualizando y se adaptan mejor para algunos, mientras que otros prefieren el camino clásico. Muchas de las grandes escuelas de evolución llegan a un punto en que, de tanto andarse, el camino se va ampliando hasta que termina convirtiéndose en una inmensa autopista por donde muchos pueden avanzar. Llegado a este punto se vuelve más sencillo guiarte por esa ruta, pues siguiendo las indicaciones y avanzando en un sentido, con perseverancia y consciencia, nos acercamos al objetivo. Todo esto nos da una idea de cómo se crea un sendero de desarrollo espiritual.