Enredos y secretos - Yvonne Lindsay - E-Book
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Enredos y secretos E-Book

YVONNE LINDSAY

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Beschreibung

Las instrucciones de la agencia de contactos fueron: solo tienes que presentarte a la boda. Yo te proporcionaré el novio. Un matrimonio concertado era la única manera que Yasmin Carter tenía de salvar su empresa familiar de la bancarrota. Sin embargo, el guapo novio que la esperaba en el altar no era un desconocido para ella. Era Ilya Horvath y, desgraciadamente, era su rival en los negocios. El carismático empresario decidió ganarse a su reacia esposa con toda la pasión posible… hasta que una escandalosa red de secretos amenazó con separarlos para siempre.

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Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO si necesita reproducir algún fragmento de esta obra. www.conlicencia.com - Tels.: 91 702 19 70 / 93 272 04 47

 

Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

 

© 2018 Dolce Vita Trust

© 2019 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Enredos y secretos, n.º 164 - abril 2019

Título original: Tangled Vows

Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

 

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.

Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin, Harlequin Deseo y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.

Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited.

Todos los derechos están reservados.

 

I.S.B.N.: 978-84-1307-840-3

 

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

 

Créditos

Capítulo Uno

Capítulo Dos

Capítulo Tres

Capítulo Cuatro

Capítulo Cinco

Capítulo Seis

Capítulo Siete

Capítulo Ocho

Capítulo Nueve

Capítulo Diez

Capítulo Once

Capítulo Doce

Capítulo Trece

Capítulo Catorce

Capítulo Quince

Capítulo Dieciséis

Capítulo Diecisiete

Capítulo Dieciocho

Capítulo Diecinueve

Si te ha gustado este libro…

Capítulo Uno

 

 

 

 

 

–Ha habido un terrible error…

Yasmin Carter se quedó petrificada. Estaba ataviada con su elegante vestimenta nupcial al final de la alfombra azul, el color real, que conducía hasta el altar. Miraba fijamente al hombre que acababa de darse la vuelta para mirarla: Ilya Horvath, heredero legítimo del imperio Horvath y director ejecutivo del mayor rival que Yasmin tenía en los negocios.

Su futuro esposo, al que conocía ese mismo día.

Examinó el pequeño número de invitados. Las expresiones de sus rostros registraban una variedad de grados de sorpresa y consternación ante las palabras que ella había pronunciado. Yasmin se obligó a mirar de nuevo a Ilya. Él no parecía sorprendido… ni tampoco parecía encontrarlo divertido. De hecho, parecía furioso.

Bien, a Yasmin no le importaba. Ella también estaba bastante furiosa en aquellos momentos y se lo comunicaría a Matrimonios a Medida.

Cuando Riya, su jefa de oficina, le había hecho entrar en el negocio de los contactos, le había parecido la solución perfecta a sus problemas empresariales. Costes aparte, ella había visto que tenía más que ganar de los matrimonios concertados y a primera vista que le ofrecía Matrimonios a Medida que si permanecía soltera. Había soportado las pruebas psicométricas y las entrevistas con un objetivo en mente: asegurarse un acuerdo exclusivo para manejar los viajes familiares y de empresa de Hardacre Incorporated en los próximos cinco años. La empresa era muy conocida por sus sesiones de motivación empresarial y funcionaba por todo el país. Ese acuerdo era lo que Yasmin necesitaba para sacar a su pequeña empresa de vuelos chárter de los números rojos, por lo que había firmado sin pensárselo dos veces el contrato que estipulaba que debía permanecer casada con su desconocido esposo durante al menos tres meses. Con o sin contrato, aquella boda no iba a producirse.

Sabía que no debería haberse dejado llevar por aquel ridículo plan, pero le habían advertido que la esposa del dueño de la otra empresa jamás le permitiría a su marido que hiciera negocios con una hermosa y joven mujer soltera. Wallace Hardacre era un seductor, pero jamás se fijaba en mujeres casadas.

Todo había parecido tan sencillo… Para firmar el contrato tenía que estar casada. Sabía que tenía mejores precios que el resto de sus competidores y no era que no quisiera casarse algún día… De hecho, le encantaría encontrar a su media naranja, pero con las horas que necesitaba al día para ocuparse de su empresa, no tenía tiempo de establecer relaciones con ningún hombre.

Cruzó la mirada con la de Ilya solo un instante y sintió que un escalofrío le recorría la espalda. No exactamente de aprensión, sino de algo mucho más primitivo. No obstante, le bastó para estar segura de que aquel asunto había sido un error desde el principio.

A pesar de que parecía que Ilya Horvath acababa de salir de la portada de GQ, no se casaría con él bajo ningún concepto.

Por supuesto, físicamente era perfecto. Alto, de anchos hombros que rellenaban el traje a la perfección y con una ligera barba que le cubría la mandíbula, era, en una palabra, un hombre muy guapo. Yasmin experimentó una profunda atracción que hizo que, de repente, el corsé de su vestido de novia le apretara. Yasmin trató de aplacar aquella sensación y se obligó a respirar profundamente para recordarse que aquel hombre era inadecuado para ella mental, emocional, social y fiscalmente hablando. No. No podía hacerle eso a su fallecido abuelo, el hombre que la había acogido y que la había criado cuando sus padres la dejaron con él para poder continuar con sus aventuras en vez de enfrentarse a la madurez y a la responsabilidad. No podía casarse con el hombre cuyo abuelo, el mejor amigo del abuelo de Yasmin, le había robado a la mujer que amaba para casarse con ella. Lo de la atracción estaba muy bien, pero no servía cuando dos familias llevaban enfrentadas tanto tiempo.

–Definitivamente, ha habido un error –reiteró, con más firmeza en aquella ocasión.

Se inclinó para recogerse la falda del vestido de organza y dio un giro de ciento ochenta grados para salir de allí tan rápidamente como se lo permitieron los delicados zapatos de novia. Durante unos segundos, se produjo un silencio absoluto, pero la sala estalló con exclamaciones de asombro que persiguieron a Yasmin en su huida.

Ella no sabía dónde dirigirse mientras iba hacia el vestíbulo del hotel. ¿Debía ir a los ascensores para regresar a la lujosa suite en la que se había vestido aquella mañana o salir por la puerta principal con la esperanza de que hubiera taxis esperando? Una gran distancia separaba Port Ludlow, Washington, de su hogar en California. El taxi le costaría una…

–¡Yasmin! –exclamó la voz de una mujer–. Por favor, espera… Tenemos que hablar.

Yasmin se dio la vuelta. Una elegante mujer se dirigía hacia ella. Se trataba de Alice Horvath, la responsable de la amarga rivalidad que existía entre los Carter y los Horvath desde hacía más de sesenta años.

–Nada de lo que usted pueda decirme hará que cambie de opinión –le dijo Yasmin con firmeza.

–Solo te pido un poco de tu tiempo –insistió Alice mientras colocaba suavemente una mano sobre el brazo de Yasmin–. Te lo ruego. Es importante.

–Mire, yo…

–Tal vez mejor en tu suite –afirmó Alice. Había empezado a dirigir a Yasmin hacia los ascensores.

La adrenalina que Yasmin había sentido al ver al que iba a ser su futuro esposo comenzó a remitir, dejándola sumida en un persistente letargo.

–De acuerdo, pero usted, más que nadie, debería saber que está perdiendo el tiempo si lo que quiere es persuadirme para que me case con su nieto.

La anciana le respondió con una dulce sonrisa, pero guardó silencio. Se montaron en el ascensor y se dirigieron a la suite. Yasmin se sorprendió al ver que Alice sacaba una tarjeta para abrir la puerta.

–Perdona la intrusión –dijo Alice cerrando la puerta cuando las dos estuvieron dentro–. Le estaba guardando la tarjeta a Ilya hasta después de la ceremonia.

Yasmin no sabía qué hacer ni adónde mirar, por lo que optó por sentarse en uno de los sofás del salón. Alice se sentó enfrente de ella.

–Tienes derecho a saber qué es lo que está pasando.

Por supuesto que lo tenía. Yasmin apretó con fuerza los tallos del ramo de rosas para que no le temblaran las manos y, con ello, el cuerpo entero.

–Deja que me sincere contigo, querida. Cuando te registraste en Matrimonios a Medida supe inmediatamente que mi nieto y tú erais compatibles. No necesité las pruebas para estar completamente segura de que Ilya y tú erais el emparejamiento perfecto.

–¿Cómo dice? ¿Usted trabaja en Matrimonios a Medida? ¿Me está diciendo que es usted la que realiza los emparejamientos? –quiso saber Yasmin, atónita.

–No es público, por supuesto, y evidentemente tomamos en consideración los tests y las entrevistas, pero más como confirmación de que estoy en lo cierto con mis parejas. Créeme si te digo que siempre he tenido un sexto sentido para estas cosas. Cuando me jubilé de la empresa familiar, mi sentido común me decía que centrase mi talento en otro negocio. Mi nieto me dijo que estaba preparado para casarse y sentar la cabeza, por lo que lo más normal era que recurriera a mí. Sin embargo, nunca esperé encontrar la pareja perfecta para él tan rápidamente. Tengo que decir que el hecho de recibir tu solicitud me sorprendió mucho.

 

 

Alice Horvath miró a la hermosa y confusa mujer que estaba sentada frente a ella y deseó que las cosas hubieran sido diferentes entre sus familias. Que no se hubiera producido el doloroso enfrentamiento entre dos buenos amigos cuando Jim Carter y Eduard Horvath se enamoraron de ella y terminaron distanciándose para siempre cuando Alice eligió como esposo a Eduard. Aquella era su oportunidad de enmendar las cosas, de cerrar las heridas después de tanto tiempo y finiquitar aquella enemistad de una vez por todas.

Si pudiera persuadir a Yasmin para que siguiera adelante con la boda…

Contuvo el aliento y eligió cuidadosamente las palabras. Si había algo que aquella joven entendiera bien, eran los negocios. Alice también sabía que Carter Air estaba pasando por graves dificultades y que Yasmin, a pesar de haber podido pagar la elevada tasa de inscripción, no se podría permitir los términos del contrato de matrimonio que había firmado o demandar a Matrimonios a Medida para conseguir zafarse del mismo.

Alice suspiró suavemente y se preparó para argumentar.

–Te repito que haberte emparejado con Ilya no es ningún error. Los dos os complementáis perfectamente y sois compatibles en lo que se refiere a valores, esperanzas y sueños para el futuro. Tengo fe en que los dos sois la pareja perfecta y que podríais disfrutar de un largo y satisfactorio matrimonio.

–Pero…

Alice levantó una mano.

–Por favor, déjame terminar. Hay momentos en los que hay que dejar el pasado atrás para poder mirar al futuro. Este es tu momento. Sé que ha habido momentos muy amargos entre nuestras familias, que tu abuelo y mi Eduard dejaron de hablarse después de que…

Alice parpadeó para borrar el sentimiento, la debilidad que no se podía permitir mostrar.

–Solo hay que decir que esa amargura ha viciado demasiadas vidas durante mucho tiempo…

–No se trata tan solo de una enemistad, señora Horvath…

–Te ruego que me llames Alice –le interrumpió la anciana–. Y sí, ya sé que es mucho más que eso. Sin embargo, te animo a reconsiderar tu postura y a volver a la ceremonia. Todo el mundo está esperando.

–No puedo hacerlo. No puedo ir contra todo lo que se me ha inculcado desde que era una niña. No me puedo casar con el hombre cuyo negocio está tratando de destruir el mío. Se lo debo a mis empleados y a la memoria de mi abuelo. Quiero invocar la cláusula de anulación de mi contrato. Ilya y yo somos incompatibles en muchos sentidos.

Los ojos grises de Yasmin brillaron de emoción y sentimiento, gesto que a Alice le hizo recordar al abuelo de la joven.

–Querida mía… A menudo el orgullo precede a una caída. Deja a tu abuelo a un lado. Se lo debes a tus empleados. Seamos sinceras. No estás en muy buena posición financiera, ¿verdad? –dijo Alice. Se detuvo un instante para que sus palabras hicieran efecto y asegurarse de que Yasmin fuera consciente de que ella sabía exactamente cuál era su situación en aquellos momentos–. Las cifras que proporcionaste como prueba de tu situación económica estaban infladas, por decirlo suavemente. Y, antes de que me lo preguntes, sí, lo hemos comprobado.

Yasmin empezó a protestar, pero Alice la interrumpió.

–Nos diste todo el derecho de examinar tu situación financiera cuando firmaste el contrato. Seamos sinceras la una con la otra. Las dos sabemos que no te vendría bien que se supiera públicamente que no has cumplido con tus obligaciones contractuales, por no mencionar el perjuicio económico por intentar romper el contrato que tienes con Matrimonios a Medida. Sé que pediste un crédito para realizar tu solicitud, un crédito avalado por los bienes de Carter Air, según tengo entendido.

Alice vio cómo Yasmin palidecía.

–¿Me estás amenazando con arruinarme? ¿Es eso? ¿Y todo para que me case con tu nieto?

–A veces, mi niña, el fin justifica los medios. ¿No te parece que tu futura felicidad lo merece?

–Es decir, que quieres que yo, concretamente, me case con Ilya. ¿Por qué?

Alice examinó a Yasmin, su pálido rostro y sus ojos grises, la hermosa boca y la orgullosa postura de su cuerpo. Estaba peleando una batalla que no podía ganar. Admitió que la muchacha tenía espíritu. Después de todo, ¿no había sido ella también una mujer joven hacía tiempo? Alice no era muy diferente. Luchaba enconadamente por lo que era lo mejor para los que amaba. Aquello era importante y estaba convencida de que de Ilya y Yasmin debían estar juntos. No los habría emparejado si no hubiera sabido en lo más profundo de su ser que eran perfectos el uno para el otro. Aquella habilidad que había mencionado anteriormente se había manifestado en ella muy pronto, una habilidad que unos podían calificar de farsa o locura y otros de intuición. Fuera lo que fuera, era su don y solo lo usaba para hacer el bien.

Alice adoraba a su nieto mayor, el hijo de su primogénito, más de lo que nunca hubiera creído posible y aquella mujer era la clave para su felicidad. Estaba tan segura de ello como de haber tomado la decisión correcta cuando eligió a Eduard Horvath para que fuera su esposo. Tan segura como lo estaba de todos y cada uno de los emparejamientos que había realizado. Solo esperaba que Yasmin se diera cuenta también.

–Quiero mucho a mi nieto, pero trabaja demasiado y, en lo más profundo de su ser, no creo que sea feliz. Aunque tú no lo sepas, tienes la llave para su felicidad futura. No hay nada que desee más que verlo felizmente casado. Es tan sencillo, y tan complicado, como eso –concluyó mientras se sacudía una invisible mota de polvo de la manga de la chaqueta–. Ahora, ¿regresamos a la ceremonia? Las dos sabemos que, económicamente, no te puedes permitir cancelar esta boda.

–¿Y qué me dices del evidente conflicto de intereses? Ilya es mi rival en los negocios. ¿Cómo vamos a solucionar eso?

–Eso es algo que tendréis que solucionar vosotros dos.

–No. Con eso no me basta. Necesito saber que los Horvath no interferirán con Carter Air. La empresa de Ilya ha comprado o se ha deshecho de todas las compañías de vuelos chárter. No voy a permitir que eso le ocurra a Carter Air. Se lo prometí a mi abuelo y mantendré su legado a salvo.

Alice asintió y le dedicó a Yasmin una pequeña sonrisa de compasión.

–Querida niña, sé que querías muchísimo a tu abuelo. A pesar de la manera de ser que tenía, él era un hombre de profundos sentimientos. Sin embargo, a veces, las promesas que se realizan sin pensar deberían romperse. ¿De verdad es Carter Air tu pasión o simplemente te estás aferrando al sueño de un hombre… y a su amargura?

–¿Cómo te atreves a decir algo así? ¿Su amargura? ¡Tú le abandonaste! De hecho, ni siquiera tuviste la decencia de decírselo en persona. Se enteró cuando leyó la noticia de tu compromiso en el periódico local.

Alice sintió una punzada en el pecho.

–Fue lo mejor para todos…

–Tendrás que perdonarme si no estoy de acuerdo –le espetó Yasmin. Se levantó del sofá y comenzó a andar arriba y abajo por el salón. Las capas de su vestido flotaban como si fuera una nube–. Está bien. Sé que no me puedo permitir romper el contrato. Seguiré adelante con la boda, pero con una condición.

–¿Y es?

–Que nuestras empresas sigan siendo dos entidades separadas y que Ilya y yo nunca hablemos de negocios.

Alice se levantó y se puso frente a Yasmin.

–Vuestros negocios son una gran parte de vuestras vidas. No poder compartir y hablar de vuestras jornadas de trabajo, de vuestros desafíos y de vuestros éxitos significa que solo estaréis compartiendo la mitad de vuestras vidas. ¿Crees que es una decisión acertada?

Yasmin adoptó un gesto serio.

–Es la única manera. Si él no accede a ello, se cancela la boda y tú me liberarás de mi contrato sin penalización alguna porque dañaría mi negocio si se supiera que he infringido mi contrato con vosotros, pero, ¿no le ocurriría lo mismo a Matrimonios a Medida? Después de todo, Ilya es tu nieto. Eso ya conseguiría que el tema levantara suspicacias si tu implicación se hiciera pública, ¿no te parece?

Alice admiraba el coraje de aquella mujer. Inclinó la cabeza ligeramente.

–¿Y tú aceptarás la palabra de mi nieto de honrar y cumplir tu petición? Estoy segura de que habrás oído decir que su palabra vale su peso en oro.

Yasmin asintió.

–Está bien. Iré a hablar con mi nieto.

 

 

–Tengo que decir que me sorprende lo bien que estás tomándote esto –le dijo Valentin Horvath a Ilya al oído–. Después de todo, no ocurre todos los días que a un hombre lo rechaza su futura esposa nada más verlo. Tal vez no soy imparcial, dado que soy familia tuya y todo lo demás, pero no creía que fueras tan feo.

Ilya apretó la mandíbula y contó hasta diez antes de responder a su primo, que era también uno de sus mejores amigos. Valentin estaba al frente de Horvath Pharmaceuticals en Nueva York y, en general, era más serio que Galen, su hermano menor.

–Era de esperar que se pusiera nerviosa.

–¿Y si no regresa? –le preguntó Galen.

–Regresará.

–Con Nagymana escoltándola al altar, no me cabe la menor duda –dijo Valentin, utilizando el apodo húngaro de la familia para referirse a la abuela.

Galen ahogó una carcajada.

–No puedo decir que haya visto a Nagy moviéndose tan rápidamente desde hace mucho tiempo.

–Está protegiendo su inversión –replicó su hermano–. Ya sabes lo personalmente que se toma sus emparejamientos.

Ilya hizo un gesto de desesperación con los ojos. Las bromas familiares estaban muy bien y eran de esperar dadas las circunstancias, pero él se estaba impacientando. ¿Dónde demonios estaba su novia?

Había reconocido a Yasmin Carter en el momento en el que se dio la vuelta. Muchos pensamientos se le pasaron por la cabeza, pero el primero fue lo hermosa que estaba de novia. ¿Quién hubiera imaginado que bajo los trajes o los vaqueros que le había visto puestos en el aeródromo pudiera resultar tan increíblemente femenina o tan vulnerable y frágil? La imagen que había visto de ella aquel día había apelado a un instinto sobre el que su familia le gastaba bromas constantemente: su necesidad de proteger y proveer a todos por los que sentía lago. No había esperado sentir inmediatamente algo así por su futura esposa, pero así había sido, y de modo profundo y visceral. Esa respuesta le había hecho desear salir tras ella cuando Yasmin salió huyendo. Solo la promesa de su abuela de que ella se ocuparía le había impedido echar a correr detrás de su futura esposa, a pesar de que cada célula de su cuerpo le animaba a hacerlo.

Volvió a consultar el reloj. Hacía ya más de veinte minutos que se habían marchado.

–Los nativos se están impacientando –comentó Valentin mientras observaba a todos los familiares y amigos que se habían reunido allí–. Menos mal que te has encargado de que corra el champán, Galen.

Galen era el director de la cadena hotelera Horvath. Automáticamente, se había puesto a controlar la situación en el momento en el que la boda dejó de seguir los cauces previstos. Ilya rechazó el ofrecimiento de un camarero, que se detuvo a su lado con una bandeja de bebidas. Aquel día tenía que mantener la cabeza fría.

Un movimiento en la puerta atrajo su atención. Se dirigió hacia su abuela antes que nadie.

–¿Está bien Yasmin? –le preguntó mientras su abuela tiraba de él hacia el pasillo.

–¿La has reconocido?

–Por supuesto que sí. A pesar de que no paro de preguntarme qué locura te ha llevado a emparejarme con ella, he aprendido a confiar en ti. ¿Pero y ella? Es más nerviosa de lo que me había imaginado.

–Claro que deberías confiar en tu abuela. Tan solo tengo en mente lo mejor para ti –replicó Alice mientras le acariciaba suavemente la mejilla–. Tenemos un pequeño problema.

¿Un pequeño problema? Ilya hubiera dicho que el hecho de que su futura esposa saliera huyendo de la ceremonia era mucho más que un problema.

–Si quieres que siga adelante con la boda, tiene un pequeño requerimiento para ti –añadió.

–¿De qué se trata?

–Se muestra muy protectora hacia Carter Air. Seguirá adelante con esto si nunca habláis de negocios y mantenéis separadas vuestras empresas. Es decir, nada de fusiones, compras… Ni siquiera podréis compartir información.

–¿Eso es todo?

Teniendo en cuenta la visión general, no era nada. Por supuesto, era normal que ella deseara proteger su empresa. A pesar de la mala sangre que había entre ambas familias, Ilya no tenía interés alguno por Carter Air ni deseaba nada malo a Yasmin aparte de la habitual competitividad entre empresas. No era su estilo. Nunca había comprendido el porqué de la guerra fría que había existido entre Jim Carter y su abuelo y que se había prolongado varias generaciones. Ilya no era rencoroso, pero no dejaba de preguntarse si su abuela tendría otras ideas bullendo bajo aquella perfecta y bien peinada cabellera plateada.

–Entonces, ¿estás de acuerdo?

–Por supuesto que estoy de acuerdo, Nagy. Muéstrame dónde firmar y lo haré.

Vio alivio en los ojos azules de su abuela.

–Gracias, hijo mío. Creo que, por el momento, mantenemos esto simplemente como un acuerdo verbal, ¿no te parece? No queremos que nada enturbie las aguas si cambian las circunstancias y, gracias a tu ejemplar reputación, Yasmin está dispuesta a aceptar tu palabra. Ahora, regresa ahí dentro y espera.

–¿Vamos a seguir con la boda?

–Por supuesto que sí.

Capítulo Dos

 

 

 

 

 

Yasmin trató de sobreponerse a la abrumadora sensación de déjà vu que la asaltó en cuanto volvió a acercarse a las puertas del salón. Su día de bodas. Iba a casarse. Con ello, esperaba que sus problemas empezaran a desvanecerse. Al menos sus problemas empresariales. En cuanto a los personales… Bueno, eso era otra historia.

Llegó hasta el borde de la alfombra y sintió que alguien se le acercaba. Era Ilya.

–Yasmin Carter, ¿quieres casarte conmigo? –le preguntó mientras le ofrecía el brazo para poder acompañarla hasta el altar.

Ella observó sus ojos azules y sintió una profunda tranquilidad, lo que era muy extraño, dado que los dos eran fieros rivales en los negocios. Sin embargo, él le proporcionaba tranquilidad. Compañerismo. Matrimonio. No debería haber tenido ningún sentido, dado que apenas lo conocía, pero, en aquel momento, él era la llave que podría abrir la puerta de su futuro.

–¿Yasmin?

–Sí, me casaré contigo –respondió esperando sonar firme y decidida. Pero su voz sonó ronca y temblorosa.

–¿Vamos entonces? –le preguntó él indicándole el altar.

Yasmin entrelazó el brazo con el de él y los dos avanzaron juntos. La ceremonia pasó sin que ella se diera casi cuenta. Suponía que había dado las respuestas correctas en el momento correcto, porque, de repente, sintió cómo Ilya le colocaba una reluciente alianza de boda en el dedo y el encargado de celebrar la ceremonia los declaraba marido y mujer.

Ilya se inclinó hacia ella. «Dios mío, ¡va a besarme!». El corazón comenzó a latirle al doble de velocidad en el pecho. Sin saber qué hacer, permaneció inmóvil, viendo cómo él se acercaba a ella con un brillo especial en aquellos intrigantes ojos y una expresión de humor y determinación en el rostro.

Cuando ya estuvo muy cerca, Yasmin sintió su calidez y aspiró el aroma de su colonia, una mezcla de pino y sándalo. Entonces, los labios de Ilya tocaron los de ella. Una agradable sensación se extendió por todo su cuerpo y le puso un nudo en la garganta. El tiempo pareció detenerse. Lo único que existía era la sensación de aquel beso. Y, de repente, terminó. Demasiado pronto, aunque en realidad, no lo suficiente.

Cuando él se apartó, se escucharon aplausos y vítores. Aunque él no la estaba tocando en aquellos momentos, todos los nervios de su cuerpo seguían vibrando como si él la estuviera aún besando. Era una maravillosa locura. Sintió un zumbido en los oídos.

Su recién estrenado esposo se inclinó de nuevo sobre ella y susurró:

–Respira, Yasmin.

Respiró profundamente antes de comenzar a aceptar la enhorabuena de sus pocos empleados, prácticamente sus únicos amigos entonces, que habían conseguido acudir a la boda. Estaba casada con Ilya Horvath. Un hombre muy peligroso.

Un único beso le había hecho perder el control. Un beso. Nada más. ¿Tan débil era? ¿Tan necesitaba estaba de atención masculina? Miró a Ilya, su esposo, y el deseo que él había prendido en ella se acrecentó. Sintió cómo un cálido rubor le cubría las mejillas cuando, de repente, él se dio la vuelta y cruzó la mirada con la de ella. Yasmin apartó rápidamente los ojos.

Alice Horvath apareció frente a ella. ¿Eran lágrimas lo que parecía haber en los ojos de la anciana? Seguramente no. Antes de que Yasmin pudiera decir nada, Alice se adelantó.

–Enhorabuena, querida mía, y bienvenida a la familia. Ahora, eres una de los nuestros.

Abrazó a Yasmin con fuerza y la mantuvo pegada a su cuerpo unos segundos. Yasmin sintió que aquellas palabras se le grababan rápidamente en la memoria. Antes de que pudiera responder, Ilya regresó a su lado.

–El fotógrafo nos necesita. ¿Nos perdonas, Nagy?

Al cabo de pocos segundos, estaban en los hermosos jardines que daban al puerto. Yasmin se había sentido muy emocionada al saber que, debido a que en California la pareja debía solicitar juntos la licencia, su boda iba a celebrarse en el estado de Washington, donde podían solicitarla por separado. Así, satisfacían la condición de Matrimonios a Medida de que los novios debían verse por primera vez en el altar. A Yasmin siempre le había gustado mucho aquella zona y el hotel era tan pintoresco como había imaginado, con los sonidos de los barcos amarrados en el puerto y el aroma a sal.

–¿Te encuentras bien? –le preguntó Ilya–. Me pareció que te vendría bien un poco de aire fresco.

–Estoy bien, gracias, pero tienes razón. Es agradable estar lejos de ese circo. No sabía que sería tan…

–¿Abrumador? –le preguntó él, como si supiera qué era exactamente lo que ella estaba sintiendo.

Yasmin lo miró. No era una mujer de baja estatura, pero, como los zapatos que llevaba eran planos, él le sacaba prácticamente una cabeza.

–Sí, abrumador.

No se refería exclusivamente a la ceremonia, sino también a él. Ilya era mucho más de lo que ella había esperado. Por supuesto, había visto fotografías, e incluso había estado cerca de él en un par de ocasiones cuando los dos habían asistido a actos relacionados con el mundo de la aviación. Sin embargo, ni en un millón de años se habría imaginado que se convertiría en su esposa. Le miró las manos. Tenía una botella de champán francés y una única copa. Observó cómo él servía el champán.

–Toma –le dijo mientras le ofrecía la copa–. Esto te podría ayudar.

La piel se le puso de gallina, como si él le hubiera deslizado un dedo por uno de los senos y hubiera seguido más abajo, mucho más abajo… Dentro del corsé, sintió que los pezones se le erguían y se le escapó un suspiro de sorpresa cuando el anhelo se dirigió directamente hacia el centro de su feminidad. ¿Era aquello a lo que Alice se habría referido cuando le dijo que estaban hechos el uno para el otro? ¿Era la anciana capaz de ver la química que atraía a las personas? La química que hacía que Yasmin se sintiera como si tuviera tantas posibilidades de evitar la atracción que estaba experimentando hacia Ilya como las que tenía un trozo de hierro de zafarse de un imán.

Apartó la mirada de sus manos y aceptó la copa. Se la llevó a los labios y se tomó al menos la mitad de un trago. Las burbujas le bailaban en la lengua y en la garganta, igual que la sangre le danzaba en las venas más apasionadamente cuanto más tiempo estaba con él.

–¿Tienes sed? –le preguntó Ilya levantando una ceja.