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La creación de una buena alianza terapéutica tiene una importancia decisiva a la hora de obtener la remisión de los síntomas o la solución de los problemas presentados por nuestros pacientes. Este libro trata de cómo crearla en las circunstancias más complicadas, es decir, con familias que acuden de manera involuntaria u obligada. Construir una buena alianza resulta más sencillo en terapia individual, pero cuando trabajamos con familias, donde los integrantes pueden tener objetivos diferentes, la complicación aumenta en progresión geométrica. Si además se trata de familias con hijos adolescentes, que quizá tengan claro lo que quieren pero a menudo les cuesta mucho expresarlo, o incluso lo hacen diciendo justo lo contrario- todo se vuelve más complejo. Las autoras, a través de sus investigaciones y de su práctica clínica, muestran cómo desarrollar la alianza terapéutica con familias en las situaciones más difíciles, concluyendo que la forma de hacerlo resulta similar en las familias donde el paciente identificado es un adolescente. Familias obligadas, terapeutas forzosos es el tercer libro de la colección "Terapia Familiar Iberoamericana" que tiene por objetivo compartir una forma de hacer terapia con las características y señas de identidad iberoamericanas que respondan a las necesidades y contextos del lugar donde se realiza.
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Ana Paula RELVAS
Luciana SOTERO
Familias obligadas, terapeutas forzosos
La Alianza Terapéutica en Contextos Coercitivos
Traducido por
Águeda Fernández Villares
Ediciones Morata, S. L.
Fundada por Javier Morata, Editor, en 1920
C/ Mejía Lequerica, 12 - 28004 - MADRID
[email protected] - www.edmorata.es
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© Ana Paula Relvas
Luciana Sotero
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© EDICIONES MORATA, S. L. (2014)
Mejía Lequerica, 12. 28004 - Madrid
www.edmorata.es - [email protected]
Derechos reservados
ISBN: 978-84-7112-798-3
E-ISBN: 978-84-7112-799-0
Depósito Legal: M-14.996-2014
Libro compuesto por: Sagrario Gallego Simón
Libro electrónico compuesto por: John Gordon Ross
Printed in Spain - Impreso en España
Imprime: ELECE Industrias Gráficas, S. L. Algete (Madrid)
Diseño de la cubierta: Mar del Rey Gómez-Morata
Colección “Terapia Familiar Iberoamericana”
Director: Roberto PEREIRA
La Terapia Familiar tiene ya muchos años de desarrollo y abundante bibliografía, aunque la mayoría de ella proviene del discurso dominante de origen inequívocamente anglosajón. Desde los primeros años de la difusión de la Terapia Familiar se comprobó la necesidad de adaptarla a los contextos culturales de los diferentes países. La actitud de familias y de los psicoterapeutas, la “cultura terapéutica” no es la misma. No es descabellado afirmar que buena parte de los modelos psicoterapéuticos utilizados hoy en día tienen su origen en la necesidad de adaptarse a los sistemas sanitarios de los países del “norte”, especialmente el de los EE.UU., modelos que no tienen necesariamente que encajar en los países del “sur”, en Iberoamérica. En ese sentido, la colección quiere seguir la línea de la Red Relates (www.redrelates.org) organización que agrupa a escuelas sistémicas latinoamericanas, y uno de cuyos objetivos es “avanzar hacia la configuración de un modelo propio, coherente con las realidades europeas y latinoamericanas, capaz de dialogar fructíferamente con los restantes modelos sistémicos”.
Esta colección, abierta a propuestas de los autores iberoamericanos, quiere a su vez promover el intercambio entre los terapeutas familiares de lengua hispana y portuguesa, y favorecer el desarrollo de una TF iberoamericana con sus propias características y señas de identidad, que respondan a las necesidades y contextos de donde se realiza más que al discurso dominante en el campo.
Desde hace años, las Asociaciones Españolas y Portuguesa de Terapia Familiar mantienen una estrecha relación que ha tomado forma con la realización de Congresos Ibéricos de Terapia Familiar y la edición de una revista bilingüe. Pero aún no se ha producido un intercambio real de bibliografía.
Los primeros textos de la Colección se ocuparon de temas que no han recibido suficiente atención por parte de la terapia familiar. En el primero, Alfredo Canevaro, psiquiatra argentino radicado en Italia, aborda el poco editado tema de la psicoterapia individual sistémica. El libro sintetiza la dilatada experiencia de su autor como psicoterapeuta: primero en Buenos Aires, en los años de mayor efervescencia de la psicoterapia, y después en Italia. Canevaro integra, sobre la base del modelo sistémico, técnicas provenientes de otros modelos, en unas sesiones de gran intensidad relacional, en las que se utiliza a sí mismo de manera magistral.
El 2º título de la colección, del psicólogo, profesor y director de la Escuela Sistémica Argentina, Marcelo Ceberio, toca otro tema que ha despertado poco o ningún interés en el campo de la psicoterapia: el de la atención a la “cuarta edad”, la “terapia de los ancianos del siglo XXI”. Libro completísimo, toca todos los aspectos de la atención a los ancianos en sus diversas facetas, incluida la psicoterapéutica, algo que ya se echaba mucho en falta.
El texto actual, de las profesoras de la Universidad de Coimbra Ana Paula Relvas y Luciana Sotero, es el primero de la colección en incorporar autores de lengua portuguesa. Con un rigor académico indudable, pero incorporando también la clínica psicoterapéutica, logran esa unión imbatible de los autores que investigan pero además practican la psicoterapia. Y el tema de la obra es apasionante y de gran actualidad: cómo desarrollar la alianza terapéutica incluso en las condiciones más complicadas, con familias obligadas a acudir a terapia, en las que con frecuencia el paciente identificado es un adolescente. Probablemente no hay situación más compleja para la creación de un sistema terapéutico. Las autoras lo consiguen, nos dicen que en realidad no es más complicado que hacerlo con otras familias con adolescentes señalados, y nos explican cómo hacerlo. No se puede pedir más.
Bilbao, Mayo de 2014
Contenido
Portada
Portadilla
Nota de la editorial
Créditos
Colección “Terapia Familiar Iberoamericana”Director: Roberto PEREIRA
Contenido
Prefacio
Introducción
CAPÍTULO PRIMERO. Clientes involuntarios y terapia familiar: Complejidad conceptual y de intervención
1.1. (In)Definición e Invisibilidad
1.2. Los Clientes: ¿Familias involuntarias?
1.3. El Terapeuta: ¿Terapeutas involuntarios?
1.3.1. Dilemas éticos
1.4. La relación: La alianza terapéutica
1.4.1. Motivación, cambio y resultados en terapia
CAPÍTULO II. Clientes involuntarios en terapia familiar: Proceso y alianza terapéutica
2.1. Objetivos y Modelos de Intervención
2.1.1. Terapia Centrada en las Soluciones
2.1.2. Terapia Multisistémica
2.1.3. Terapia Familiar Funcional
2.1.4. Terapia de la Curiosidad
2.2. La Alianza Terapéutica “Forzada”
2.2.1. Características y Desarrollo
2.2.2. Rupturas de la alianza
CAPÍTULO III. Situaciones particulares
3.1. El caso de las familias con adolescentes
3.2. El caso de las familias obligadas a acudir a terapia
Bibliografía
Obras de Ediciones Morata de Psicología y Familia
Prefacio
La psicoterapia, definida por la Federación Española de Asociaciones de Psicoterapeutas (FEAP) como un tratamiento científico, de naturaleza psicológica que, a partir de manifestaciones psíquicas o físicas del malestar humano, promueve el logro de cambios o modificaciones en el comportamiento, la salud física y psíquica, la integración de la identidad psicológica y el bienestar de las personas o grupos tales como la pareja o la familia1, es muy diversa.
A esa definición se acogen multitud de orientaciones cuyas técnicas, bases teóricas y desarrollos son muy diferentes entre sí. Ahora bien, todos los que las practican sostienen que funcionan y dan buen resultado. Esto podría ser simplemente la expresión del deseo de los psicoterapeutas, o la justificación de lo que saben hacer. Pero resulta que, cada vez que una orientación psicoterapéutica se ha validado científicamente, el resultado ha sido que, efectivamente, funcionan.
Este interesante hallazgo lleva desde hace tiempo intrigando a los investigadores, que en la segunda mitad del siglo XX se lanzaron a la búsqueda de “factores comunes” a las diferentes psicoterapias que pudieran explicar esta efectividad generalizada2. Los estudios de FRANK3 (1991) señalaron 4 factores comunes básicos:
Un contexto que favorezca la curación.La creación de una buena relación terapéutica, basada en la confianza y con un componente emocional.Una base teórica que explique los problemas o síntomas presentados por el paciente y aplique una serie de técnicas para su solución.Un procedimiento acordado entre paciente y terapeuta que consideren apropiado para la mejoría o curación.Sobre esta base del trabajo de FRANK, LAMBERT4 propone también cuatro factores terapéuticos como aquellos que explicarían la mejoría o curación de los pacientes. Esta propuesta de LAMBERT ha tenido una extraordinaria repercusión por más que llaman la atención las proporciones tan redondas que propone. Serían los siguientes:
Factores relacionados con el contexto: cambios en la vida del paciente, situaciones afortunadas, mejoras laborales, una buena red social, mejora en las relaciones afectivas, etc. Serían responsables de hasta un 40% de la mejoría del paciente.Factores relacionados con el terapeuta: creación de una buena alianza terapéutica, capacidad de empatía, no juzgar ni criticar, aceptación, etc. Serían responsables hasta un 30% de la mejoría o curación del consultante.Efecto placebo: creencia en la potencialidad de lo que se está haciendo, tanto por parte del cliente como del terapeuta: un 15% del cambio.Factores relacionados con la técnica psicoterapéutica empleada: supondrían también un 15% del cambio.Este esquema ha sido muy divulgado, y aparentemente poco criticado. Parece haber una aceptación generalizada, a pesar de que supone una dura afrenta para la autoestima de los psicoterapeutas, que deben aceptar que la mayor parte del cambio se debe a efectos que escapan a su intervención5.
Pero si aceptamos los factores, tendremos que ponernos manos a la obra para saber cómo mejorar nuestra efectividad como psicoterapeutas centrándonos en aquellos sobre los que podemos tener mayor influencia: básicamente el buen aprendizaje de la técnica y, sobre todo, los factores relacionados con el terapeuta.
Y aquí entramos en el debatido terreno de si las características del buen terapeuta son innatas, o pueden ser aprendidas. Como en cualquier profesión, unas características personales que favorezcan nuestro trabajo serán de gran utilidad, y nos ahorrará esfuerzo y dedicación. Pero no es imprescindible: se puede aprender.
Ese aprendizaje de cómo ser buen terapeuta incluirá, sin duda, el conocimiento personal, y las técnicas necesarias para crear buenas “alianzas terapéuticas”. En efecto, este último apartado es el que está recibiendo más atención en los últimos años. No es que se haya ignorado nunca la importancia de crear esa alianza dirigida a obtener la remisión de los síntomas o solución de los problemas presentados por nuestros clientes, lo que ocurre es que ahora se ha incrementado su valor como factor terapéutico modificable que puede tener una importancia decisiva en el éxito de la psicoterapia.
La creación de una buena alianza terapéutica es más sencilla de hacer en una terapia individual. En una terapia familiar, conforme aumenta el número de sus integrantes, la complicación aumenta en progresión geométrica.
Un único individuo tendrá un objetivo más claro, pero un grupo, como es una familia, puede que tengan objetivos diferentes, cuando no contrapuestos entre sí. Así que crear alianzas terapéuticas en Terapia Familiar es más complicado que hacerlo en Terapia Individual.
Pero si además hablamos de familias con hijos adolescentes, que quizá tengan claro lo que quieren pero a menudo les cuesta mucho expresarlo —o incluso lo hacen diciendo justo lo contrario— las cosas se complican más. Y si el paciente identificado es el adolescente, la complejidad aumenta.
Como resulta sencillo de entender la creación de la alianza terapéutica será más fácil si el cliente o la familia acuden voluntariamente al tratamiento que si lo hacen de manera involuntaria, presionados por el contexto en forma de autoridad de algún tipo. El terapeuta será, para ellos, una parte más de ese sistema que les impone algo que quizá no tengan ninguna gana de hacer, por lo que no se mostrarán muy colaboradores.
Y no digamos ya si el paciente o familia van no sólo presionados sino “obligados” a terapia, si se trata de una “terapia coercitiva” impuesta, por ejemplo, por un juez. Será entonces la situación de mayor dificultad para la creación de la alianza terapéutica.
Pues bien, de eso trata este libro. De cómo crear alianzas terapéuticas en terapias con familias que acuden de manera involuntaria un obligada a la terapia, y que generalmente tienen pacientes identificados adolescentes. Lo más difícil.
Dividido en una Introducción y tres capítulos, está conformado a partes casi iguales de reflexiones teóricas y planteamientos prácticos. Tras una exhaustiva revisión de los fundamentos teóricos y la bibliografía de la terapia con los pacientes involuntarios, las autoras se detienen en un aspecto muy querido para ellas, y que siempre despierta grandes debates: las cuestiones éticas relacionadas con las terapias involuntarias. No eluden el debate, que resuelven con gran elegancia antes de entrar en el gran tema de la Alianza Terapéutica, de su importancia para el éxito de la terapia, y de sus aspectos claves.
En el 2º capítulo presentan los principales modelos de intervención con pacientes involuntarios, para explicar después el que utilizan, la “Terapia de la Curiosidad”. Se trata de un modelo de Terapia Breve (en torno a las 7 sesiones), inspirada en el modelo del Grupo de Milán de su primera época (SELVINI, PRATA, CECCHIN y BÓSCOLO), con un encuadre clásico: co-terapia, sala con espejo unidireccional, equipo al otro lado del espejo, pausa y devolución. Ese es el encuadre en el que se habrá de desarrollar la alianza terapéutica “forzada” con las familias que acuden de manera involuntaria a la terapia, ya presionadas para que lo hagan, ya obligadas por alguna autoridad, generalmente judicial.
Se detienen en el interesante constructo desarrollado por FRIELANDER, ESCUDERO y HEATHERINGTON (2009)6, el “Sistema para la Observación de las alianzas en Terapia Familiar” (SOATIF), que van a utilizar en sus investigaciones.
Estas se hacen comparando la creación de la Alianza Terapéutica en familias involuntarias y familias que acuden voluntariamente a Terapia, midiendo su creación y evolución entre la 1ª y la 4ª sesión, describiéndola detalladamente con casos extraídos de su experiencia clínica.
Finalmente, nos hablan de situaciones concretas, particularmente de las familias con hijos adolescentes, y las terapias coercitivas, los casos más complicados para establecer la alianza.
Y el gran mérito del libro que tienes en tus manos, amable lector, es mostrar que esto se puede hacer, explicar cómo hacerlo, y demostrar que, si se hace bien, los resultados no varían entre una terapia voluntaria y otra involuntaria.
Este innegable mérito se debe al gran equipo de Terapeutas Familiares de la Facultad de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universidad de Coimbra (FPCEUC), capitaneado por Ana Paula RELVAS, y magníficamente secundada por Luciana SOTERO. Los casos de los que habla el texto han sido tratados en el Centro de Prestación de servicios a la Comunidad de la FPCEUC, donde las autoras, junto con un grupo excepcional, desarrollan su trabajo clínico.
Hablemos ahora un poco de las autoras.
Ana Paula RELVAS, Psicóloga Clínica, Terapeuta familiar, Supervisora y ex Presidenta de la Sociedad Portuguesa de Terapia Familiar, es la autora más prolífica y mejor considerada de la Terapia Familiar en lengua portuguesa. Autora de numerosos textos canónicos en su país, entre ellos “Por detrás do espelho”, “Da Teoria à Terapia com a Familia”, “Enfrentar a Velhice e a Doença Crónica”, “Conversas com Famílias”, “O Ciclo Vital da Familia. Perspectiva Sistémica”, ha conseguido crear una escuela en torno a su trabajo académico y a la plasmación práctica de sus investigaciones en el trabajo desarrollado tanto en el Programa de Formación de Psicoterapeutas como en el Centro de Intervención Familiar de la Facultad de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universidad de Coimbra.
Doctorada en Psicología Clínica, es Profesora Titular de la Facultad de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universidad de Coimbra (FPCEUC), responsable del Master en Sistémica, Salud y Familia y coordinadora del Programa Inter-universitario de doctorado en Psicología Clínica, Psicología de la Familia e Intervenciones Familiares así como del Grupo de Coordinación de Investigaciones sobre la Familia, Salud y Justicia de la misma Universidad.
Bien conocida en el campo de la Terapia Familiar Europea, en donde impulsó de manera decisiva la presencia de la Sociedad Portuguesa de TF, bien acompañada por sus prestigiosas colegas Madalena ALARÇAO y Ana GOMES, que recogieron el testigo de quien durante años fuera la principal conexión de la TF portuguesa con el resto de Europa: José Manuel COSTA. De este último también recogió la idea de impulsar la conexión ibérica en TF, que ha dado sus frutos con la organización conjunta entre la SPTF y la Federación Española de Asociaciones de TF (Featf) de Congresos Ibéricos de TF, así como de compartir la revista de la Featf, Mosaico.
Luciana SOTERO, Psicología Clínica por la FPCEUC, es Doctoranda del Programa Inter-Universitario de Doctorado en Psicología Clínica, área de especialización en Psicología de la Familia e Intervención Familiar, miembro efectivo de la Sociedad Portuguesa de Terapia Familiar, con varios Postgrados em Análisis e Intervención Familiar, Psicología de la Salud, y Protección de Menores. Además de cursar su doctorado, es terapeuta familiar del Centro Integrado de Apoyo Familiar de Coimbra (CEIFAC) y del Centro de Prestación de Servicios a la Comunidad de la FPCEUC.
Ambas aúnan el rigor metodológico de excelentes académicas, con la inquietud investigadora, la experiencia clínica y una actitud vital abierta y flexible, que les permite estar atentas a lo que ocurre tanto en su país como en el resto del mundo, y participar en experiencias pioneras en el campo de La Terapia Familiar, como La formación sistêmica on-line en lengua portuguesa, la primera que se desarrolla en el mundo, impulsada por La Escuela Vasco-Navarra de Terapia Familiar con La colaboración de La Escola de TF del Hospital de San Pablo de Barcelona, y avalada por la Universidad de Coimbra.
Concluimos este Prefacio con una cita del texto, que en mi opinión resume muy bien este interesante libro:
“Así concluyendo, en la Terapia Familiar la alianza con los adolescentes involuntarios empieza con el pie izquierdo, pero el curso de la terapia le hace cambiar de pie...”.
Roberto PEREIRA
Bilbao, Abril de 2014
1http://www.feap.es/guia-del-usuario.php
2 CAMPAGNE, D. (2014): “El terapeuta no nace, se hace”. Rev. De la Asoc. Esp. de Neuropsiq., 34 (121): págs. 74-95.
3 FRANK, J. D. (1991): Persuasion and Healing: A Comparative Study of Psychotherapy. Baltimore. John Hopkins.
4 LAMBERT, M. J. (1992): “Implications of outcome research for psychotherapy integration”. En NORCROSS, J. y GOLDFRIED, M. (eds.), Handbook of psychotherapy integration (94-129), Nueva York, Basic Books.
5 Esto no es exactamente así, ya que buena parte de los “efectos del contexto” pueden ser inducidos por la psicoterapia: la ampliación de la red social, la mejora de las relaciones, etc.
6 FRIEDLANDER, M.; ESCUDERO, V. y HEATHERINGTON, L. (2009): La alianza terapéutica. Barcelona. Paidós.
Introducción
Pensando en la historia de la psicoterapia es fácil concluir que la mayoría de las teorías y modelos terapéuticos, tanto en sus fundamentos conceptuales como en sus prácticas, se basan en el presupuesto de que los clientes buscan ayuda terapéutica de modo libre y voluntario, o por lo menos, dependiente del libre arbitrio del sujeto. Bajo esa lógica, es también asumido que quien busca ayuda psicológica es consciente de su sufrimiento, y que será ese, al final, el leitmotiv de su búsqueda de ayuda. Este razonamiento globalizante olvida, muchas veces, que en terapia se encuentran niños, sujetos incapaces de tomar esa decisión de forma lúcida, familias o parejas donde no todos desean tal tipo de ayuda. En verdad, algunos modelos [Modelo Transteórico de las Etapas de Cambio (PROCHASKA, 1999), Entrevista Motivacional (MILLER y ROLLNICK, 2002), Terapia Familiar Funcional (SEXTON y ALEXANDER, 2003), han desarrollado respuestas particulares que plantean estas especificidades. Pero olvida, también, que muchas veces los individuos (bien individualmente, o bien como grupo) son enviados a terapia sin que les sea permitido tomar una decisión alternativa. A estos clientes en la literatura y de forma genérica se les llama involuntarios.
Podemos entonces concluir que existe una incoherencia entre lo que en estas situaciones se pide al terapeuta y las propuestas que le son ofrecidas por gran parte de los modelos de intervención, las cuales fueron pensadas para responder a peticiones de los adultos, responsables, cognitiva y emocionalmente capaces de decidir y optar por ese tipo de ayuda y de relación (terapéutica, evidentemente). Hay autores y modelos (por ejemplo la terapia centrada en el cliente) que colocan esta cuestión de forma radical concluyendo que, en los casos en que esas premisas no se dan, podrán ser utilizados enfoques educativos o directivos, pero no psicoterapéuticos, por lo que, siguiendo en ese razonamiento, afirman que el cliente involuntario no existe (PATTERSON, 1990). Obviamente no compartimos esa opinión pero, como veremos posteriormente, este tipo de posicionamiento abre, a pesar de todo, una vía de reflexión importante en la temática de los clientes involuntarios, que se traduce, en la práctica clínica, en la importancia de que el terapeuta co-construya con ellos una solicitud apropiada de ayuda, lo que de inmediato nos transporta a la relevancia de la alianza terapéutica y de la motivación de estos sujetos.
La asunción del principio de voluntariedad de la participación del cliente en terapia entronca con otra premisa: la de que los individuos desean y buscan libremente la asistencia de servicios sociales y humanos. También aquí, hay que admitir que no siempre es así y que aquella es, frecuentemente, impuesta, particularmente en los casos de “desvío” de la norma psicosocial vigente. No es por tanto difícil de admitir que, en un número significativo de veces, los técnicos de salud mental tienen delante de ellos individuos que no formularon una solicitud de ayuda, sino que, por el contrario, han sido derivados por servicios o instituciones públicas (tribunales, escuelas, servicios de protección de menores, hospitales, entidades patronales) o personas significativas (profesores, médicos, terapeutas). Para que la respuesta que se les ofrece sea adecuada es de interés estudiar en concreto estas situaciones, tratando de entender lo que las une, pero también lo que las diferencia de la situación opuesta, esto es, de los clientes voluntarios, tanto en términos comprensivos como de adecuación de la respuesta terapéutica.
Desde un punto de vista psicosocial y crítico, tal interés se ve reforzado en la medida en que se establece actualmente un importante debate, que problematiza el legitimado lugar de saber/poder del profesional de ayuda en la intervención con esos sujetos, cuestionando la componente ético-política de las acciones clínicas y psicológicas y exigiendo una reflexión sobre sus implicaciones más amplias en una multiplicidad de sentidos sociales, políticos e históricos (NASCIMENTO, MANZINI y BOCCO, 2006). El terapeuta (perito) es aquí entendido como agente político o de control social, representando un “poder disciplinar” y formando parte de un mecanismo ampliado de control y dominio social con vista al mantenimiento del status quo (MORAES y NASCIMENTO, 2002). Ya en 1984, CINGOLANI defendía que la intervención con clientes involuntarios es más un proceso político, de sanción y control social, que un proceso terapéutico, asumiendo la existencia de un conflicto de intereses entre el sujeto y el contexto social. Si en un sentido más amplio este conflicto es muchas veces implícito, otras veces se vuelve explícito cuando se considera la demanda concreta de la institución que señala al cliente. La autora consideraba, sin embargo, que la relación entre terapeutas y clientes es de una dimensión distinta, siendo necesario que los primeros se “liberen” y no hagan frente al comportamiento problemático como un acto político o social. Desde el punto de vista de las terapias sistémicas post-modernas o de segunda orden (RELVAS, 2003), al hacerlo el terapeuta no se transforma en un agente neutro, pero toma una decisión consciente. La deconstrucción del papel del psicólogo como especialista objetivo y apolítico (COIMBRA y NASCIMENTO, 2001) abre puertas al análisis crítico de las prácticas psicológicas y de sus efectos en la producción de “verdades” respecto a la intervención coercitiva, es decir, la intervención realizada por sentencia judicial o por imposición de una tercera parte, además de terapeutas y clientes. Este aspecto converge, de algún modo, con los dilemas éticos de estas intervenciones.
Sea como sea, ROONEY (1992) afirma que, en estos casos, la resistencia en el interior de la relación terapéutica es más la regla que la excepción y que los “técnicos involuntarios” son, a veces, tan reacios a trabajar con clientes involuntarios, como estos con ellos. TOHN y OSHLAG (1996), describen el proceso como complejo y frustrante. También desde el punto de vista clínico parece entonces pertinente reflexionar sobre estos pacientes, buscando clarificar de qué forma son identificados y caracterizados por los terapeutas, así como entender si la intervención a la que están sujetos es o no cualitativamente diferente de la que se realiza con clientes voluntarios.
Hasta aquí se centró la problemática relacionada con la intervención terapéutica con clientes involuntarios en general. Si nos centramos ahora en la familia que llega a la terapia de forma no voluntaria, se confirma que los aspectos anteriormente referidos se complican. Basta recordar lo referido al hecho de que, al comienzo, no está claro el grado de implicación, de participación voluntaria y motivacional, así como las demandas específicas, de cada uno de sus miembros. Como ya es sabido, en ese sentido, en la mayor parte de los casos no hay coincidencia, ni tan siquiera acuerdo o congruencia intrafamiliar. A parte de eso, cuando trabajamos terapéuticamente con familias, tratamos con diferentes niveles de desarrollo (jóvenes, niños, ancianos, etc.) y con diferentes niveles de poder (relacionados, por ejemplo, con las funciones desempeñadas por cada miembro dentro del sistema, o incluso con el género).
Por otro lado, muchas veces es a partir del comportamiento desviado de un miembro de la familia (o más de uno, pero casi siempre claramente identificados) que se hace la derivación que conduce a la imposición externa de la terapia. Es esperable, entonces, que esta situación suscite a nivel intrafamiliar un contexto de culpabilidad agravado en relación a ese miembro, asociado a coaliciones, lo que mina la posibilidad de implicación en la terapia de la familia como un todo, o bien que amplifica la dificultad de establecer objetivos familiares comunes para el proceso. Finalmente, un estudio reciente muestra que estas familias rechazan la intervención cuando la consideran innecesaria o ineficaz (ALARCÃO, 2005). Queda por tanto clara la importancia clínica de estudiar las especificidades de la intervención con familias involuntarias, pues los aspectos que acabamos de señalar exigen, probablemente, respuestas diferenciadas de aquellas que los modelos de terapia familiar fueron desarrollando para las terapias familiares solicitadas de modo voluntario por uno (o más) de sus miembros. Finalmente, pero no menos importante, es destacar que la investigación sobre terapia con clientes involuntarios y coercitivos es relativamente escasa (DE JONG y BERG, 2001), particularmente en el caso de las terapias familiares.
Cuando una familia es remitida a terapia, después de haber sido derivada por una institución pública, significa que el contexto social la consideró incapaz de cumplir sus tareas y funciones, tales como el desempeño del rol parental cuando es enviada por un servicio de protección de menores. Así, hay una especie de prolongación de la sanción y del control social, que la intervención coercitiva contiene, tanto para un individuo como para todo el grupo familiar así como para su capacidad de funcionamiento. Por lo tanto, la importancia social y política, asociada a la problemática de los clientes involuntarios y a la que hicimos referencia anteriormente, se mantiene con agudeza en los casos de las familias.