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De todas las terribles situaciones en las que pueden encontrarse los seres humanos, ninguna es tan salvajemente cruel, tan atrozmente ignominiosa y tan degradante para la especie humana como la guerra. Ninguna crueldad se provoca de forma tan directa, tan dirigida exprofeso a causar daño, como la guerra. Lamentablemente la historia está atestada de guerras y algunos poetas sienten la necesidad de escribir versos que denuncien esta barbarie. La poesía comprometida de José Ignacio Besga se suma a todos estos versos por la paz. Como tituló uno de sus poemas Gabriel Celaya, "La poesía es un arma cargada de futuro". Bajo esta premisa "Frente a la guerra" es un clamor de repulsa, pues nada causa tanto dolor ni destroza tantos sueños como la guerra. Sus poemas están dedicados a quienes la sufren, a quienes mueren en ella, a quienes están a sus puertas, pues para todos ellos no existe futuro.
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Seitenzahl: 62
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FRENTE A LA GUERRA
José Ignacio Besga Zuazola
Frente a la guerra
© José Ignacio Besga Zuazola, 2024
© Sobre la presente edición: Editorial Alt autores
Maquetación ePub: Sergio Verde (www.sergioverde.com)
Ilustración portada: José Ignacio Besga Zuazola
Corrección de texto: Nuria Ostariz
ISBN:978-84-19880-26-0
Para más información sobre la presente edición, contactar a:
Editorial Alt autores
Henao, 60. 48009 Bilbao (España)
CIF: B95888996
www.altautores.com
Prólogo
De todas las terribles situaciones en las que pueden encontrarse los seres humanos, ninguna es tan salvajemente cruel, tan atrozmente ignominiosa, tan degradante para la especie humana como la guerra. Ninguna está provocada de una forma tan directa, tan dirigida ex profeso a causar daño, como la guerra.
Ni que esté originada por la suma de millones de acciones, de actitudes, de situaciones, de personas contra personas.
La guerra, tan vieja como la humanidad, que destroza los sueños, instala el terror, aplasta el anhelo de libertad, masacra los cuerpos y rompe en mil pedazos la convivencia.
Y nada hay peor que seres humanos aniquilando a seres humanos.
Destruyendo sus vidas, sus ciudades, sus viviendas, sus hospitales.
Masacrando su dignidad. Niños, niñas, ancianas, ancianos, mujeres, hombres, personas sanas, enfermas. Víctimas. Erradicados sus Derechos Humanos.
¿Cuántos genocidios puedes enumerar, Historia de la especie humana?
El poeta escribió: «La Poesía es un arma cargada de futuro».
Para quienes sufren la guerra, para quienes que mueren en ella, para quienes están a sus puertas, no existe el futuro.
Preliminar
Vuelve a caer la tarde
contra las paredes de hiedra roja,
con la luz inclinada
sobre las nubes rasgadas,
y el tiempo vuelve de nuevo
recorrida la curva del pasado.
O tal vez no transcurre
y permanece inmóvil
como permanece el deseo
profundamente arraigado.
O se va y no vuelve
y el tiempo somos nosotros,
lo que dura el cielo gris
sobre las ruinas de los edificios,
lo que duran los sueños
que caen con el viento del otoño.
El viento que empujará las hojas
como el viento nos empuja
dentro del laberinto de paredes altas,
por encima de las cuales
solo podemos ver la forma de las nubes.
II
Todavía la noche es más larga
en aquellos para los que la esperanza
es un largo túnel sin luz y sin salida.
Esa clase de oscuridad ajena a la latitud
que va pegada a la piel
y tapa cada uno de sus poros.
Aún más larga si su tiempo
se dobla en el corto espacio de unas horas
o se arrastra por el árido suelo
de una existencia sin calendario.
Pero aquellos cuya poesía
se escribe en el estrecho margen
de una mirada implorante,
saben que siempre existe la posibilidad
de construir un mundo distinto
y, entonces, la palabra futuro
será un concepto alcanzable.
Antes
Quienes, Poesía, desistimos de la belleza
en los pétalos de las mariposas,
debemos ser capaces de eliminar la violencia
y de averiguar cómo cercenar los planes
de los asesinos antes de que los lleven a cabo.
Porque los llevan a cabo, y los ejecutan. Fríamente.
Y las llagas de las víctimas no son virtuales.
Antes de que tu último poema
deje de ser pacífico,
tanto pánico y tanta muerte
deben cambiar el enfoque
de la gobernanza mundial,
para diseñar, sin fisuras,
un método definitivo contra los violentos.
La especie hostigada es un título adecuado
para una poesía de desesperanza.
Después, el tiempo
Creí que nunca volvería a pasar.
Que el tiempo devoraría la Historia.
Porque ahora, nuevamente, la vomita
matando sus llagas purulentas
el terror que creíamos sepultado,
tomando de la mano a la desesperanza.
En todo caso, el dolor avisaba de su existencia.
La guerra, lejana, muy lejana. En otros.
Europa: Un ejemplo para el planeta,
siglos de guerras continúan
ensangrentando su suelo.
Entre los mismos, se crean enemigos.
Un ejemplo para las guerras en África, en Asia,
en América. De antes y de ahora.
La misma atrocidad para millones de vidas
desapareciendo con la última luz
del improvisado crepúsculo,
hundiendo las vidas aniquiladas
en la pesada carga de la noche.
¿De qué les sirve haber aprendido a tener miedo
cuando las garras de los buitres de la guerra se aferran a su piel?
No han dejado nunca de existir guerras.
El destino incierto. La muerte cierta.
El sufrimiento cierto. El horror cierto.
Sangre, dolor, terror.
Gente llorando. De miedo. De dolor.
O con los ojos cerrados. Muertas. Muertos.
¿Quién empezó? ¿Qué hienas humanas empezaron?
De nuevo, la guerra
Bajo el oprobio de cientos de guerras
y millones de muertos,
en el mismo lugar
de tanta sangre derramada,
una nueva guerra
erigida como una metáfora eterna
de nuestra parte de animales salvajes
ahonda en el sufrimiento humano.
Premonición
La angustiosa premonición de la guerra
alcanza su meta exacta con la herida de muerte.
Ese instante en el que el herido disipa
la incertidumbre y lee en el filo del metal
el anuncio irreversible del fin.
La guerra cabalga sobre las torretas armadas
de los carros de combate.
Las cargas de las columnas de tanques
retumban sobre la tierra y pisotean toda esperanza.
Se abate sobre los anhelos de las madres desesperadas,
sobre las incipientes vidas de sus hijos,
sobre los grandes conceptos de las ideas clave,
y los destroza. Aniquila todo lo que encuentra.
Enfrenta a las palabras, a las mismas palabras
que cambian de sentido
en la boca de quien las pronuncia.
El terror se instala sin previo aviso
al oír su nombre, y empiezan a difuminarse
los límites del pensamiento ilusorio de lo permanente,
el universo que se cree estable
y que, de improviso, amaga con desaparecer
derruido bajo los cañonazos
del mayor de los sinsentidos.
Alternativa
—No es posible. No creo que se atrevan.
Por muy perros que sean no lo harán —dijo ella.
Su voz tenía un cierto temblor
al final de las frases.
Afuera alumbraba el sol. Las copas de los árboles
de la avenida a la que daba nuestra ventana
se movían ligeramente.
Hacía poco tiempo que la noche
se había alejado. Para volver otra vez.
Y la habitación aún guardaba el calor de los sueños.
Las respiraciones compartidas.
La duermevela nerviosa
aún flotaba en el aire.
—¿Crees que nos invadirán?
¿Qué podemos hacer? ¿Defendernos?
—¿La alternativa es dejar que nos ocupen
y que hagan lo que quieran?
¿Qué puede ser lo insoportable?
De repente el tiempo se detiene.
Ella habla mientras él permanece callado.
—¿Luchamos por nuestra libertad
o procuramos preservar nuestra vida?
No nuestra vida. La de miles. Las de millones
de heridos y desplazados.
—No entraré.
No esperaré a que el tiempo nos destruya.
evitaré agradecido toda ayuda
porque solo me nutriré de mi justicia.
Aprenderé una nueva lengua. El lenguaje
de la violencia. El único que comprenden
los violentos. No seré mártir.